Nacido en Castro del Río (Córdoba) en el seno de una
humilde familia de origen campesino. Como venía siendo costumbre, casi sin
pasar por la escuela, a la temprana edad de siete años su padre lo envió a una
cortijada a cuidar pavos, desfilando sucesivamente por categorías laborales
como porquero, hatero, acomodado… hasta llegar a graduarse como gañán o jornalero.
Su inquietud y
ansias de aprender, le permitirán hacerse con el tiempo con una suficiente
formación autodidacta: “Cuando emprendía
la viajada agrícola siempre llevaba sus libros consigo y los ratos libres los
dedicaba al estudio, alcanzando así una buena educación”.
El entrecomillado
pertenece a la correspondencia epistolar mantenida con su hijo, que nos ha
resultado de gran ayuda para poder adentrarnos en su trayectoria vital.
A finales de
1916, coincidiendo con la primera huelga planteada por el Centro Instructivo de
Obreros- Sociedad de Oficios Varios de Castro del Río,
inició su vida social dentro del mismo. Se destaca pronto por sus especiales
dotes de oratoria.
A finales de 1918, en pleno período de agitación obrera,
se hará cargo de la Escuela del Centro en sustitución de Antonio Pérez Rosa,
hasta entonces maestro y mentor de la organización obrera de Castro del Río,
que por discrepancias internas, hartazgo o condicionamientos familiares terminaría
abandonando aquel Centro Instructivo de Obreros en cuya gestación había
participado directamente allá por el mes de mayo del año 1910.
El progresivo
peso que Dionisio va adquiriendo dentro del anarcosindicalismo castreño hemos podido constatarlo con documentación del A.H.M. Así, en julio de 1919 se persona ante el alcalde junto
a José Dios Criado y Antonio Camargo Algaba, solicitando el levantamiento de la
clausura a la que se hallaba sometido el Centro Obrero desde la turbulenta primavera de ese año. Su capacidad para la negociación fue decisiva para cerrar
dignamente aquella huelga general declarada el 25 de mayo recurriendo a la
transacción. La patronal terminaría aceptando unas bases, algo
inferiores a las inicialmente propuestas, en un ambiente conciliador.
Las bases de trabajo
para la temporada de invierno llevaban, una vez más, la histórica demanda de abolición
del trabajo a destajo. La no aceptación por parte de la patronal se traduce en una inmediata convocatoria de huelga
planteada a principios de noviembre de 1919. Un largo conflicto en el que
afloran las típicas coacciones de los huelguistas:
Diario de Córdoba (8 de noviembre de 1919)
Un enfrenamiento aislado con la guardia civil se salda
con un inmediato “procédase a la clausura
del Centro Obrero y la detención de su junta directiva, comisión de huelga y
maestro laico del mismo” dictado desde el gobierno civil. Algunos pudieron huir
escondiéndose por los campos, mientras que otros, entre ellos Dionisio, fueron
detenidos y trasladados a la prisión de Montilla.
La máxima autoridad provincial envió a un delegado para
que buscara una solución rápida. Algunas fuentes periodísticas hablan de una
actitud inflexible por parte de la patronal que catalogan como "lock-out". El conflicto se prolonga, mayormente, debido a que, por hallarse presos los dirigentes, no había
con quien pactar. Pese a que se instó a los obreros para que designaran una
nueva comisión para negociar, no se presentó nadie, bien por solidaridad o por
miedo a correr la misma suerte que sus compañeros detenidos. Trascurrido casi
un mes de paro fueron los propios patronos quienes recomendaron al gobernador
la libertad de sus interlocutores:
El Sol (3 de diciembre de 1919)
|
La huelga se terminó al día siguiente al
cerrarse el contrato de trabajo entre patronos y obreros. Algunas fuentes le
atribuyen participación en la liberación y resolución final al diputado
republicano federal por el distrito de Montilla, don Manuel Hilario Ayuso e Iglesias.
Dionisio Quintero fue un hombre de gran sentido práctico, lejos de
las veleidades revolucionarias que otros más exaltados exigían. Dialogante y
conciliador, se convierte en el principal baluarte del sindicato en los
numerosos conflictos laborales que se suceden durante el Trienio.
El notario e
historiador de Bujalance don Juan Díaz del Moral, en su “Historia de las agitaciones campesinas andaluzas”, con el que llegó a colaborar aportando informaciones y documentos, cuyo agradecimiento queda además
reflejado en el prologo de la misma, recoge una noticia en la que se pone de
manifiesto ese pragmatismo, sus especiales dotes de oratoria y persuasión. Se
trata de un conflicto inmediatamente anterior en el tiempo al que le supuso la
detención:
“El
20 de septiembre empieza en Castro otra huelga, también ejemplar; fue la
primera en la que el Centro Instructivo sufrió una derrota completa. Su
planteamiento era absurdo: las labores no requerían ninguna operación urgente;
la provincia estaba tranquila y en aquellos días pudieron concentrarse
abundantes fuerzas de la Guardia Civil; los elementos directivos , que desde el
principio se habían opuesto a ella, trataron de recabar la mediación del
gobernador para lograr algo de lo pedido que encubriera el fracaso; pero no la consiguieron.
Iban ya veinte días de paro, y era preciso, a todo trance, acabar; se estaban
consumiendo de manera estéril las energías y los entusiasmos. Más ¿quién osaba
confesar la derrota y proponer la sumisión a aquella hueste enardecida y ávida
de pelea? Dionisio Quintero avanza a la tribuna y dice: ¡Compañeros¡ Cuando al
recorrer un camino sobreviene la fatiga se sienta uno al borde, descansa . . .,
y luego continua hasta llegar al final. Vamos a acabar la huelga. El argumento
conquista hasta a los mas rebeldes: se reanuda el trabajo sin condiciones; el
descanso del camino duró veinticinco días; el 4 de Noviembre la hueste
emprendía otra vez la marcha hacia el final con más fe que nunca”.
Autor de manifiestos y asiduo
colaborador en la prensa obrera anarquista. Aunque no hemos encontrado su firma
en publicaciones señeras como Tierra y Libertad o Solidaridad Obrera, según testimonios
aportados por su propio hijo, solía publicar, además de con su propio nombre, con
el seudónimo de Rotekin (su apellido a la inversa) para evitar represalias de
imprenta y adornarse con esa impronta revolucionaria propia del periodo. Díaz
del Moral recoge en su trabajo uno de sus manifiestos publicado tras la
represión de mayo de 1919. Define su estilo como "conceptuoso a fuerza de agudizar la intención de las palabras y
de torturar la sintaxis, pero rebosante de idealismo y con un matiz estoico,
que despierta el recuerdo de nuestro padre Séneca":
“Nuestro
ideal - no te asombres de nuestros puntos a seguir - nuestras ideas no tienen
límite. El camino de nuestras ideas es un puro sacrificio para la mayoría de la
gente; pero para los que conocen el bien que prestan a la humanidad la vida de
esos apóstoles es agradable, porque no es sólo alegría vivir una vida
placentera cuando no se tiene sentimiento, no; es vivir también
satisfactoriamente aun cuando se esté bajo una tortura continua e
inquisitorial, si es que se está completamente convencido que el producto de la
inmortalidad de nuestro criterio es recibir sin destemplación el golpe que
quieran darnos los amedrentadores del orden y no arredrarse, aunque nos
presenten la muerte de nuestro movimiento físico; más vale morir por defender
la vida de todos los seres, que vivir como viven los parásitos de la raza
humana, los explotadores del mundo, que matan millares de seres diarios por su
sola personalidad".
Poco a poco se iría desprendiendo de ese rebosante
idealismo que aflora en el texto anterior, y se irá decantando por la línea
estrictamente sindicalista que intentará imponer dentro del sindicato, no sin
dificultades, al encontrar una fuerte oposición del sector anarquista puro
encabezado por José Dios Criado.
Su formación autodidacta y su progresivo prestigio entre los
trabajadores de Castro del Río le resultaron suficientes para ponerse al frente
de la Escuela del Centro Obrero a la marcha de Pérez Rosa. Por testimonios
orales conocemos, que además de los textos de la Escuela Moderna adquiridos
desde su puesta en marcha, ocupaban un lugar preferente en las estanterías de
aquella escuela "La gramática del obrero" y "La aritmética del obrero" publicadas por
José Sánchez Rosa.
La fotografía que mostramos, en la que
Dionisio aparece arropado y rodeado de un numeroso grupo de niños y niñas de
diferentes niveles, es del año 1919. Esta tomada en la sede social del Centro Obrero de la calle
Colegio nº 15. Mutilada en la parte superior para protegerla de miradas
inquisidoras. El retrato que preside la escuela debe ser el de Francisco Ferrer
y Guardia o el de José Sánchez Rosa, que gozó de gran ascendencia y
predicamento entre el proletariado castreño. En la pizarra debía de aparecer
escrita alguna comprometedora máxima anarquista.
En marzo de 1920
le tocará plantar batalla al emergente Sindicalismo Católico Agrario que
terminaría implantándose provisionalmente en Castro del Río tras una campaña de
propaganda encabezada por el padre jesuita Sisinio Nevares, bendecida por la
patronal y desde el palacio episcopal. Llegó a retar a controversia al padre
misionero durante un accidentado mitin de presentación celebrado en el Teatro
Cervantes.
Famoso por sus dotes de tribuno, es reclamado por los
compañeros de la capital cordobesa para participar en un mitin societario organizado
por la Sociedad de Oficios Varios en los locales de la Casa del Pueblo de la
calle Santa Marta (25 de junio de 1920). Le acompañaron en el uso de la palabra
los obreros José Ruiz Abarca, Ángel Garcés Granell (hermano de Bautista Garcés)
y José Aguayo, entre otros: “Con buena
asistencia, dentro de un orden absoluto, los conferenciantes abogaron por la
unión del proletariado como única forma de conseguir las reivindicaciones
obreras”.
Durante los
años de crisis de la C.N.T., posteriores al Trienio, Dionisio Quintero se convertirá en el máximo
valedor dentro del Centro Obrero y defensor de los postulados sindicalistas que
prevalecen en el seno de la Regional Andaluza.
A principios de
julio de 1923 se celebra en los locales de la Casa del Pueblo de Córdoba (Santa
Marta) una Asamblea de la Regional Andaluza de la CNT. Dionisio Quintero, una
vez cerradas las negociaciones que ponían fin a la huelga de campesinos declarada
en Castro del Río, asiste al citado cónclave regional en el que los dirigentes
del comité regional habían puesto sus
esperanzas de que sirviera para revitalizar la organización. Hombres como
Paulino Diez Martín y Manuel Pérez Fernández figuran como responsables de tal
cometido. Durante dos intensivas jornadas se discutieron numerosas ponencias. El
espejeño Clodoaldo Gracia actuó como secretario de mesa durante una de las
sesiones. Dionisio Quintero, delegado de Castro del Río, amparándose en la Ley
de Asociaciones, solicitó la reapertura de varias entidades obreras que
permanecían clausuradas en varios pueblos de la provincia. El tema sobre si ¿Convendría la implantación de un salario
único para los campesinos durante los periodos de recolección?, propuesto
por el delegado castreño, quedaría aparcado:
“Como
esto compete sólo a los campesinos y no estando representados en número
suficiente, se acuerda que el comité regional de acuerdo con las federaciones
comarcales de Jerez y Castro del Río, convoquen un congreso agrario para la
discusión del problema”.
Otra
preocupación era el estado por el que atravesaba la enseñanza
racionalista:
La Voz de Córdoba (9 de julio de 1923) |
Se aprobó la
creación de una Normal de Maestros y para su sostenimiento se propone el
aumento del sello a los confederados, así como la común apuesta por la continuidad de las enseñanzas racionalistas,
dejándose libertad a las federaciones para encauzar la propaganda y
organización de las escuelas, dotación de material y selección de los maestros.
El delegado
campesino de Castro del Río abrió el mitin de clausura atacando y fustigando
las conciencias de los obreros cordobeses por su falta de organización. Le
sucedieron como tribunos, Manuel Pérez Fernández (sindicato de la madera de
Sevilla), José Ballesteros (agricultores de Jerez), José Alfaro (transportes de
Sevilla) y Paulino Diez Martín (Secretario de la Regional de Andalucía y
Extremadura) que abogó por el fin de la guerra que venía desarrollándose en
Marruecos “osario de la juventud que
tanta falta hace en el cultivo de los campos y en los hogares”, ataca y
acusa a la patronal catalana por mantener pistoleros a sueldo para reprimir el
movimiento obrero, haciendo responsables
de tal hecho a los gobiernos y a la izquierda parlamentaria por su silencio.
Termina aconsejando la asociación como necesidad para que se derrumbe este
régimen capitalista, fracasado completamente, y se implante el régimen
libertario, más justo y humano.
El final de su militancia sindical se produce sobre 1924 como consecuencia de sus discrepancias con
el sector liderado por José Dios Criado. Durante la negociación de las bases
para el verano apostó por aceptar las mejoras propuestas por la
patronal y evitar la huelga, pues pensaba que no era el momento adecuado. Desde
el otro sector, no conforme con la solución propuesta, se presentaron nuevas
bases rechazadas automáticamente. Dionisio entró en nuevas negociaciones consiguiendo que la patronal las terminara aceptando, lo que provocaría el recelo y desconfianza entre sus
propios compañeros del sindicato que empezaron a acusarle de traidor y de estar
en connivencia con la patronal. Dolido, solo y desengañado presentaría su
dimisión lo que supondría su salida definitiva del sindicalismo.
Estos extremos proceden del testimonio que
nos trasmitió su único hijo varón en su día. Según él, Dionisio tenía asumido que esto
podía ocurrir en cualquier momento Hacía tiempo que había adquirido una
máquina fotográfica, pensando que cualquier día pudiera hacerle falta, como así
fue. En 1926 deja la casa de alquiler en la que vivía en la calle Casas Altas y
se traslada con su familia a Martos (Jaén) donde monta un pequeño estudio
fotográfico y se hace cargo de la corresponsalía de ampliaciones fotográficas
por toda la comarca (Torredonjimeno, Fuensanta, Higuera de Calatrava, Santiago
de Calatrava, Porcuna…). Su trabajo consistía en captar la instantánea, que era
remitida con posterioridad a unos talleres sevillanos donde se ampliaba y se le
aplicaban efectos de retoque y coloreado. Sin lugar a dudas debe de tratarse
del negocio que sobre el año 1916 montaron en Sevilla los veteranos anarquistas
Antonio Ojeda y Francisco González Sola, que refiere Díaz del Moral
Estamos ante un caso más de líder
sindicalista campesino, que al dejar la militancia activa, discriminado por
la patronal e incomprendido o rechazado por sus antiguos compañeros, no le
queda otra salida que la emigración para intentar reorganizar su vida en otro
lugar con mejor o peor suerte. Es el mismo caso de granados militantes como Benito Cordobés y Antonio Pérez Rosa, ambos retirados de la vida societaria al
estallar la conmoción de 1918, y que en 1920 se instalan en la capital
cordobesa con un negocio de ampliaciones fotográficas, que se
desvaneció pronto ante la numerosa competencia. Díaz del Moral dice en nota:
“La sugestión ante el éxito alcanzado por Antonio Ojeda con su taller y la
facilidad del aprendizaje de las ampliaciones, el escaso capital que se
necesita para la industria y las extensas relaciones adquiridas por todos los
pueblos, con ocasión de los propagandas, decidían a casi todos a seguir los
pasos de Ojeda”.
No hemos encontrado publicidad de los talleres sevillanos
de Antonio Ojeda, aunque sí de su socio granadino Francisco González Sola, que
tras romper con la primitiva sociedad, se instalo por su cuenta en Canarias:
El hijo de Dionisio Quintero nos ha trasmitido una
anécdota, ubicada en torno al año 1930, que nos puede servir para hacernos una
idea de la vida un tanto complicada y azarosa que van a arrastrar estos
antiguos apóstoles de las masas:
Frente a su estudio fotográfico en Martos vivía una señora
mayor, de buena posición económica, cuyas nueras rivalizaban en agasajos hacia
ella para obtener sus favores, seguramente pensando en una inmediata herencia.
Una de ellas le encargó una ampliación fotográfica
coloreada de su suegra para lucirla en un lugar principal de su domicilio.
Enterada la cuñada, acudió de inmediato al fotógrafo con el mismo propósito, aunque
ponía como condición la obtención primera.
Éste le hizo
saber que era materialmente imposible pues ya había sido remitida a los
talleres y posiblemente viniera de camino. Pero ante la insistencia de esta
mujer y un tanto esclavo de sus dificultades financieras, Dionisio, que atesoraba
unas especiales dotes pictóricas, le propuso sacarle un retrato a carboncillo
que su clienta terminaría aceptando.
Una vez recibido el encargo fotográfico
original se lo hizo llegar a su cliente, quien complaciente lo recogió, pero se
excuso a la hora de pagar alegando que no disponía de efectivo en aquel
instante.
Pasaban los días, y cada vez que intentaba cobrar esgrimía los mismos
argumentos. Hasta que agotada su paciencia, un día, aprovechándose de que la puerta
de su casa estaba abierta, se introdujo en ella para sustraérsela. El asunto se
complicaría considerablemente al ser denunciado por allanamiento de morada y
robo. Además se le acusaba de la desaparición de 1.000 pesetas que la señora
decía tener escondidas en el cuadro de la foto. Seria procesado por el Juzgado
y se le aplicó un arresto domiciliario, con el consiguiente perjuicio para
Dionisio, impedido para atender sus corresponsalías en los pueblos limítrofes.
Conocedor de la amistad personal de la
denunciante con el señor Juez y temeroso
de que el asunto pudiera complicarse, le escribió una carta explicándole el
caso al abogado don José Fernández Jiménez, aquel que fuera Diputado Liberal
por el Distrito de Montilla, quien se hallaba unido a Castro por lazos de clientelismo político (Fernandistas),
familiares (consuegro de don Francisco Algaba Luque) y profesionales (tenia
prestigio y una importante clientela entre los castreños). Muy posiblemente se
conocieran de sus años de militancia sindical. Una carta dirigida al señor Juez
sería suficiente para que el caso se archivara y Dionisio pudiera cobrar por
fin su trabajo.
Al proclamarse la República el 14 de Abril de 1931 no
duda en regresar a su pueblo, confiado en que el nuevo estado de cosas le
podría resultar favorable.
Una vez en
Castro recibiría la invitación de José Dios de reingresar en el sindicato, la
cual rechazo, enfocando su nueva vida al margen de cualquier actividad política
o sindical. El ambicioso proyecto de reforma del sistema educativo acometido
por la II República le iba a permitir reencontrarse con su tarea docente y
solucionar sus problemas económicos. Se intentó atajar el analfabetismo de las
zonas rurales mediante el aumento de unidades de párvulos y primaria, pero ante la escasez de maestros y
la necesidad urgente de proveer dichas plazas, mediante la convocatoria de
cursillos de selección profesional fueron habilitados provisionalmente como
auxiliares algunos maestros sin título. Es
el caso de Dionisio Quintero y Miguel Berral Navarro, con el tiempo Alcalde
Presidente de la efímera gestora frente populista de marzo del 1936. Regentó
una Escuela ubicada en la calle Hospital nº 3, que en la década de los noventa,
cuando iniciamos este recorrido por su biografía, todavía recordaban con
nostalgia y cariño algunos de quienes fueron sus alumnos. Complementaba sus
ingresos con la actividad de la fotografía, que no abandono del todo.
El estallido de la Guerra Civil, al igual que a otros
muchos españoles, truncaría sus expectativas de vida. Al ser tomada Castro por
las fuerzas nacionales en septiembre del 1936 se dirigió con su familia hacia la
zona de Jaén, y tras un largo peregrinaje por diferentes localidades se
asentarían en el pueblo serrano de Quesada.
Los dirigentes del comité local, al conocer sobre sus aptitudes, le facilitaron vivienda en la "Casa del Pueblo" invadiéndole a
participar en la organización de una colectividad campesina mixta UGT-CNT que
permitiera explotar y beneficiarse de las tierras incautadas y abandonadas, y
de cuyo consejo obrero rector formó parte, además de llevar la contabilidad de
la misma y dar lecciones a los hijos de los colectivistas. Parece ser que un
tanto coaccionado llegaría a afiliarse nuevamente a la CNT:
"Cuando se enteraron los dirigentes del sindicato de Castro que mi
padre estaba en el pueblo de Quesada fueron a obligarlo a que se afiliara si
quería conservar el cargo que le habían dado. Ante tal presión y mirando el
bien de su familia y el suyo tuvo que claudicar para que lo dejaran
tranquilo".
En 1937, cuando se crea esta
colectividad de Quesada, el Secretario de la Regional Andaluza de la CNT era
precisamente un castreño, Bartolomé Montilla Ruz. Las centrales sindicales y
algún partido político como el PCE se hallaban enfrascadas en una dura pugna
por controlar el movimiento colectivista de la zona republicana.
La Trilla (acuarela de Rafael Zabaleta)
Dionisio Quintero (hijo), que con anterioridad al 18 de
julio de 1936 había pertenecido al gremio de zapateros de de la SOV-CIO de
Castro del Río, en la que llegó a desempeñar cargos directivos, terminaría afiliándose
a las JSU y a la UGT de la provincia vecina, en la que permaneció refugiado
hasta enrolarse en la 24 Brigada Mixta.
Al acabar la guerra serían detenidos todos los colectivistas, dándose la orden de que los refugiados se presentasen en sus respectivas poblaciones de origen. Una vez en Castro, Dionisio sería detenido e inmediatamente puesto en libertad por no existir cargos contra él.
Los difíciles años de posguerra los pasaría
en Castro obteniendo su sustento mediante los modestos ingresos que le
proporcionaban las clases particulares a domicilio y la fotografía,
insuficientes para atender las necesidades de su familia. Dos de sus hijas,
Salud y Josefa, se colocaron en Córdoba como criadas de doña Amalia Cuesta Tristell,
viuda del labrador, natural de Castro del Río, Joaquín Pérez Mármol.
Se conserva en el archivo histórico municipal
un curioso expediente que nos informa sobre la intención de las autoridades
locales del primer franquismo de regular y poner control sobre este tipo de
enseñanzas en manos de maestros privados, muchos con antecedentes de
militancia política o sindical. Curiosamente
entre los alumnos a los que impartía clases Dionisio se hallaban los hijos de
la dotación local de la guardia civil
Cuando en 1947,
Francisco Franco llama por primera vez a los españoles a las urnas para que apoyaran
la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, Dionisio, en una mezcla de
ingenuidad y rebeldía acudió a votar justo cuando estaban cerrando el colegio
electoraL; un miembro de la mesa grabo en sus ojos su
papeleta que fue la primera en ser leída al abrirse la urna, encontrándose en
ella el esperado NO. Este hecho le acarrearía serias dificultades, por lo que
casi se ve obligado a trasladar su residencia a Córdoba a finales de los años
40.Vivirá durante un tiempo en Córdoba de la fotografía, hasta que al jubilarse
es reclamado por sus hijos que habían emigrado a Santa Coloma de Gramanet (Barcelona)
donde deja de existir en 1980 a los 92 años de edad.
Dionisio Quintero Bello
|
Este trabajo está más o menos perfilado desde finales de
la década de los 90 del pasado siglo. La generosa colaboración prestada por
su hijo Dionisio Quintero Bello (testimonios y fotografía) la pretendíamos corresponder
con la publicación de un artículo que sirviera para rescatar a su padre del olvido.
Razones varias lo hicieron inviable en vida de este buen hombre, que heredó de
su progenitor la afición por el dibujo y la pintura. Sirva pues como homenaje tardío
a la memoria de ambos. D. Q. B. falleció en Santa Coloma de Gramanet en
abril del año 2002.
ME HE SORPRENDIDO GRATAMENTE AL LEER ESTA BIOGRAFIA Y DESCUBRIR LA HISTORIA DE MI ABUELO DIONISIO, EL CUAL CREO QUE DIO MUCHO DE SU VIDA POR LOS DEMAS.
ResponderEliminarANTONIO MANUEL MENA QUINTERO