Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

31 enero 2021

Rafael Garrido Bello (1909-1940). El famoso y valeroso "Capitán Maruca" de Castro del Río.

"Un día, después de un triple bombardeo de Andújar, mas intenso que de ordinario, los elementos provocadores consiguieron arrastrar a unas decenas de personas a protestar alborotadamente frente al Estado Mayor. Un grupito intentó incluso entrar en el edificio. Salí para tratar de calmar los ánimos, pues no quería emplear la guardia. En ese momento, un muchacho joven, buen mozo, se puso a mi lado, saco la pistola y dijo con voz fuerte que dejaría tendido allí mismo al provocador que profiriese un grito o diese un paso. Cambio inmediatamente la situación y el pequeño motín se disolvió, porque los primeros en escabullir el bulto fueron los provocadores. Era un muchacho un anarquista llamado Maruca, que se encontraba casualmente en Andújar, llegado del frente. Le felicité por su actitud y quise recompensarlo de algún modo. Pertenecía a un escuadrón de caballería. Le regalé parte del equipo de un oficial de dicha arma que se había pasado al enemigo - equipo que teníamos depositado en el Estado Mayor -  unas bolsas pistoleras relucientes, riendas, una silla de montar, unas grandes espuelas, un sable y una banderola. Desde entonces utilizó Maruca esas prendas, muy ufano y pinturero".

El entrecomillado pertenece a las memorias del militar profesional Antonio Cordón García (Tte. Coronel y Jefe de Estado Mayor del sector de Córdoba) publicadas bajo el titulo de Trayectoria. Memorias de un militar republicano, o una segunda edición más extensa Trayectoria. Recuerdos de un artillero

La fotografía de la cabecera procede de un reportaje realizado por Francisco Caramés desde Hinojosa del Pueblo (antes del Duque) para la revista gráfica Umbral (Valencia), nº 7 (21 de agosto de 1937).

Rafael Garrido Bello "Maruca" pertenece a esa importante hornada de jóvenes libertarios de Castro del Río, forjados en las luchas sociales y sindicales durante el periodo republicano, que cuando estalla la guerra, no tienen el menor reparo a la hora de empuñar un arma en defensa de sus intereses de clase. Primero como miliciano confederal en su propio pueblo, después como integrante de la Columna Andalucía-Extremadura, que a la postre terminaría convirtiéndose en  88ª Brigada Mixta del Ejercito Popular de la República.



“El crimen de razonar” (la forja de un rebelde)      

Esas ideas Maruca.

-         Son mías.

-        También la tierra que labras es mía.

-         Eso sería menester demostrarlo.

-         Con la ley en la mano, demostrado está.

-         No es difícil encontrar “leyes” que avalen esas tremendas injusticias. Las hambres y penalidades de tantos compañeros nuestros, agotados para hacer productivos los campos, le han permitido a usted, que nada trabaja, acumular todas esas riquezas que debieran ser nuestras. Por si ello fuera poco, el feroz tinglado capitalista les ha dado, a usted  y a otros como usted, esas “leyes” que, de momento, les ponen a cubierto de la auténtica justicia que nosotros representamos.

-        Eres un rebelde.

-       Y me enorgullece mucho serlo.

-       También a mí me da la gana de deciros que en lo mío mando yo.

-        ¿Y qué es el suyo, si en nada se ocupa más que en gastar?

-        He dicho que hago lo que me da la gana. Y lo que me da la gana ahora es que no sigas soliviantando en todos los momentos a los trabajadores de la finca.

-        Explicándoles el crimen que se comete con nosotros, querrá usted decir.

-        Lo que quiero decir es que en mi casa los humos se apagan al entrar, y aquí nada tiene que hacer la rebeldía.

-        Ni yo consentiré nunca que los ladrones, que me roban lo que es mío, quieran presentarse ante mis camaradas como hombres decentes.

-        ¿Qué dices?

-        Ya está dicho.

-        Mira lo que hablas.

-       Y usted lo que hace. Lo que yo digo es verdadero; lo que usted hace con tantos trabajadores martirizados por el hambre y la miseria, es un tremendo delito que algún día tendrá que pagar.

-        Los guardias te harán entrar en vereda.

-        Esa es la única razón que tienen ustedes, pero no me atemoriza. Ya estoy acostumbrado a esos procedimientos. Veremos por cuanto tiempo siguen dormidos los trabajadores que aguantan esta iniquidad.

-        ¡Largo de aquí!

-        ¡¡Despacio!! Saldré cuando me parezca.

Mucho de aderezo ideológico y propagandístico por parte del periodista a la hora de explicar y justificar las palabras y el temperamento rebelde de aquel joven jornalero de Castro del Río (simplistas en su expresión pero de una extraordinaria dimensión ideológica). No todos los labradores de Castro eran del tipo cavernícola descrito por Caramés, aunque sí, un considerable número de los principales propietarios fueron defensores acérrimos de su status de privilegiados; así como firmes y rigurosos en las negociaciones de las bases de trabajo entre la patronal agrícola y los delegados del centro obrero durante las huelgas.

”Unos señoritos privilegiados que venían al mundo a disfrutar, sin la menor molestia, de todas las ventajas, a pesar de aquella bonita e ineficaz frase de “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, mientras que otros con menos fortuna no tenían pan suficiente, ni ropa, ni albergue, ni descanso, habían de contentarse con ayunar casi permanentemente y con guarnecerse en barracones inmundos, faltos de luz e higiene. Eran muy fervorosos católicos los que tal distribución hacían, pero no sudaban y comían hasta sobrarles; otros que no creían y no creen en nada que no esté sometido a rigurosas doctrinas científicas, sudaban por todos los poros de su cuerpo y se agostaban en las eras y en los talleres faltos de nutrición. Esa verdad primitiva, libre de complicaciones, encendía en cada mañana la tea de la rebeldía campesina. En algunas zonas, la protesta estaba más soterrada, no salía a la superficie. En otras zonas – la de Maruca por ejemplo- el descontento se manifestaba de manera violenta. Maruca es tan bravío y tan impulsivo como el más indomable de sus potros, y tan difícil de atraer como él, si no es por el convencimiento”.

UN DÍA

“Lo que nunca habían llegado a imaginar los enemigos del pueblo, alcanzó contornos de un inigualado heroísmo popular. Las injusticias cometidas en todo y en todos cuajaron en un importante bloque proletario que se opuso a los designios de los traidores ansiosos de aumentar sus irritantes privilegios a costa de acabar con las menguadas conquistas de la inmensa población trabajadora y constructiva. Los que derrochaban alegremente lo que debiera pertenecer a todos los productores vieron que iban a ser inexorablemente aplastados por la inevitable ley del progreso humano.

Unos campesinos de Castro del Río – “Maruca” entre los primeros – hicieron frente y vencieron totalmente a los fascistas que se habían hecho fuertes en algunos lugares estratégicos de la villa y pretendían facilitar el paso a los traidores que avanzarían desde Córdoba, Fernán Núñez, Montilla, Baena. Los futuros historiadores de la Revolución Española guardarán algunas de sus mejores páginas para los obreros de Castro del Río, los cuales, pese al escasísimo y deficiente armamento de que disponían, logran tener primero a raya y más tarde vencer a los enemigos”.

Rafael Garrido Bello "Maruca", durante mucho tiempo confundido con Rafael Moreno Herencia, integrado entre un selecto grupo de jóvenes y animosos escopeteros (armas de caza procedentes de la requisa), desde un primer momento participa en la defensa de la villa desde posiciones estratégicas (parapetos del Llano de la Fuente y de la Plaza de Abastos) para frenar el avance de un primer contingente de militares rebeldes, desplazados desde Córdoba durante los primeros días del alzamiento con la idea de tomar la plaza de Castro del Río, y liberar, de camino, a la guardia civil y a un grupo de caracterizados derechistas sitiados en el cuartel. Para el definitivo control fue decisivo el refuerzo de los dinamiteros de Linares y La Carolina, pertenecientes al Batallón de Milicias Populares de Jaén, que al mando de Ignacio Gallego Bezares (secretario provincial de las JSU), acudieron en apoyo de las milicias confederales desde Villa del Río. 

Jinete de habilidad excepcional, Maruca se preocupó, sobre la marcha, de conformar un escuadrón de caballería con el ganado incautado durante aquellos primeros compases de la experiencia colectivista. Una de sus primeras misiones fue la de patrullar por los cortijos del término haciendo acopio de alimentos con los que atender las necesidades de la población civil y refugiados, con destino a los comedores y economatos que se crearon. A finales de julio y principios de agosto ya participa con sus hombres en nuevas acciones guerreras en las localidades de Pedro Abad , El Carpio y Baena. Durante el frustrado intento de tomar Castro, entre los días 6 y 8 de agosto por parte de la Columna comandada por el General Varela, Rafael Garrido se destaca en su heroica defensa. Su valiente participación, a la postre, sería la responsable de una sordera que arrastrará para el resto de su vida:

"La fiebre nos consumía, las municiones iban acabándose por segunda vez. El camarada Rafael Garrido, a quien se le había terminado ya, saltó la trinchera, y a pecho descubierto avanzo con tres paquetes de cartuchos de dinamita, que fue lanzando uno a uno cuando se hallaba a trescientos metros del enemigo. Mientras, a su alrededor llovían furiosamente las balas, sin que él pudiera oírlas, pues el estruendo de las explosiones, terminaron por dejarle sordo". (De un artículo remitido por Antonio Elías Herencia al periódico CNT, órgano de la Confederación Nacional del Trabajo)

Tras la pérdida definitiva de Castro y Espejo (24 de septiembre de 1936) el escuadrón y las milicias confederales locales se establecen en el Cortijo de María Aparicio, muy cerca de Bujalance. Allí, bajo la dirección de Alfonso Nieves Núñez, se conforma la Columna Andalucía- Extremadura en la que despuntan los valerosos jinetes de Maruca. Participa, al mando de su escuadrilla de caballería, en el fracasado intento de recobrar Castro del Río (21 de octubre de 1936). 

Los efectivos de la columna tras la pérdida Bujalance, ante la inmensa superioridad táctica y de medios del ejercito rebelde, deambularon en retirada por los frentes de Cañete de las Torres, Villa del Río, Valenzuela, Albendín, Lopera y Porcuna (Campaña de la Aceituna). Quienes sobrevivieron, exhaustos y desmoralizados fueron concentrados en Andújar y enviados por ferrocarril a Manzanares (Ciudad Real), donde llegaron a finales de diciembre con objeto de reorganizarse y recuperarse. Unas siete centurias con unos mil hombres en total, divididas en dos batallones.

Cuerda de Presos. Porcuna (primero días de enero de 1937)

Ya como 88ª Brigada Mixta, en el mes de febrero de 1937, es destinada, primero a Villa del Río (Córdoba) y casi a renglón seguido por necesidades de la guerra a la zona norte de la provincia, entrando en acción en la defensa de las  posiciones de Villaharta y La Chimorra).  

Volvemos al periodista para terminar de trazar el perfil  físico y humano de nuestro protagonista (que lo más probable es que se parezca poco a lo argumentado por sus detractores en el sumario 36549, leg. 811, núm. ATMTS en el que le condenaron a muerte):

Rafael Garrido Bello, que este es el nombre de Maruca, aunque a él le agrada más verse nombrado por su apodo, tiene 28 años, mide un metro setenta y cuatro centímetros, sufre una pertinaz sordera y sería capaz de irse a la luna de un bote con su bravísima jaca, con tal de vencer a los fascistas. Actualmente es capitán del escuadrón de caballería, unidad acoplada a la Brigada Mixta, que antes era “Columna Andalucía y Extremadura”. Es un capitán que como buen anarquista, quiere más el cariño de los suyos que la sumisión por temor. Es el primero en los sacrificios y el último en el disfrute de los triunfos. Sus bolsillos están siempre vacíos, por atender a los que acuden a él. Luego dice que no sabe sumar lo que le deben ni recuerda a quien prestó. Con sus valientes jinetes está llevando a cabo una ordenada y eficaz labor guerrera, que podrá no ser del agrado de todos - ¿Cuál obra lo es? - , pero que alcanza imponderable clima de humanismo y defensa de la libertad”.




En la circular publicada en el Boletín Oficial del Ministerio de Defensa (3 de agosto de 1937) se puede apreciar como al mando de la 88ª BM lo comparten, justamente cuando se publica el reportaje, el castreño  Antonio Elías Herencia (Parraguilla) y Francisco Rodríguez Muñoz (Jubiles) de Bujalance. Entre la oficialidad del arma de caballería, además de Maruca, aparecen los nombres de otros castreños (los tenientes Bartolomé Muñoz Hidalgo y Diego Carpio). Entre los sargentos de caballería también son reconocibles los nombres y apellidos de más castreños, de los numerosos que se integraron en la 88 BM.

En Hinojosa del Pueblo (antes del Duque) la brigada disfrutó de una relativa calma durante un largo periodo. Maruca y sus hombres hasta se atrevían, camuflados de paisanos, a hacer incursiones nocturnas más allá de las líneas enemigas. En cierta ocasión llegaron hasta el mismísimo “Campo de la Verdad” en la capital cordobesa. Su objetivo  rescatar a compañeras y niños. Durante el trayecto de regreso  arrastraban con toda clase de ganado. Carne fresca para alegrar el condumio de la tropa y población civil.

Según la reseña biográfica que le dedica el historiador Francisco López Villatoro en su libro República y Guerra Civil. Las víctimas dela guerra y la represión en Castro del Río, utilizando como fuente principal su juicio sumarísimo, entre marzo y octubre de 1938 combate en el frente de Cataluña, fecha en que es trasladado a un batallón de retaguardia tras ser alcanzado por la metralla de un proyectil de aviación. Esas heridas a la larga le ocasionarían la pérdida total de la visión. Por su rebeldía innata no se conforma con su situación pasiva y a pesar de las heridas se reintegra  al servicio activo en el C.R.I.M. (Centro de reclutamiento, instrucción y movilización) núm. 17.



Por sus propias limitaciones físicas o la evolución negativa de sus secuelas, cuando apenas si había trascurrido un mes, el propio Antonio Cordón firma la circular que le devuelve al Batallón de Retaguardia nº 9, de guarnición en Jaén. Fueron un total de veintiséis meses de servicio en frentes activos.

De las memorias de Antonio Cordón sacamos una segunda anécdota relacionada con Maruca, que, según parece, conseguiría a la postre el ascenso al grado de Comandante:

“Otra visita que recibí, que fue mucho más grata: la de mi buen Maruca, de Andújar. Había participado en las últimas operaciones del Este y se había batido muy valientemente. Venía perfectamente vestido con el uniforme de capitán, pues no había pasado de ese grado. Un poco azorado al principio, pronto cobró confianza y me contó sus andanzas en su pintoresco lenguaje andaluz. Siempre en el frente y siempre en la Caballería. Ya puesto a sincerarse, me confesó que se sentía un poquillo amargao porque tos los que estaban a su alredeó habían ascendido y el no salía de capitán. Y terminó haciéndome esta graciosa petición: ¡Écheme usté pa comandante! Le explique que yo no podía echar a nadie a ningún empleo sin la propuesta bien informada de los jefes de la unidad a la que perteneciese el interesado. Quedó satisfecho con la explicación. Algún tiempo después recibí la propuesta de ascenso de Maruca y tuve la satisfacción de aprobarla."



En Jaén  le sorprende el final de la guerra, siendo detenido y encarcelado en la prisión de la capital hasta comienzos de marzo de 1940 que fue “pasaportado” al depósito municipal de Castro del Río. Unos cuantos meses en la prisión habilitada en el antiguo convento de dominicas (Scala Coelli), tras un Consejo de Guerra con los típicos cargos, resulta condenado a muerte y ejecutado en el cementerio municipal de Castro del Río al alba del día 7 de septiembre de 1940.

Vivió en la calle Cuchilleros. Dejo viuda y una hija de corta edad.

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