Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

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04 julio 2012

La transfiguración de San Antonio Abad en Castro del Río.


    
     Las imágenes de culto católico, al igual que las personas y sociedades, pueden verse sometidas a vaivenes históricos que alteren su régimen ordinario de vida. Es el caso de la que mostramos en la cabecera.
     Del capítulo que Fray Juan de Castro le dedica al presbítero Doctor Cristóbal López de Cañete (1567-1637), dentro de su manuscrito “De los escritores naturales de Castro del Río” (se comenzó en 1804) entresacamos la siguiente noticia que nos informa sobre los avatares históricos de la referida imagen:
     “Desde que concluyó sus estudios y se graduó, hasta que fue comisionado a la Real Chancillería, tuvo en Castro su ordinaria residencia, según consta en diferentes documentos, que también manifiestan sus ocupaciones, de los quales citamos algunos. Estando presente aceptó la donación inter vivos , que el 19 de marzo de 1604 por ante Luis Fernández, otorgó en favor suyo su tía paterna Juana Fernández la Peinada, de unas casas en el cercado de la villa en la calle que va al Hospital de San Juan, y de otras en la calle Lobo, que por aquel tiempo se llamaba San Antón, por estar en ella una antigua ermita del Santo Abad: su antigua imagen de talla, de estatura mediana, con el hábito de carmelita, de túnica parda y capa blanca. Arruinada la ermita, se trasladó a este convento del Carmen, donde por muchos años la vimos venerada por los fieles con particular devoción, hasta que en nuestros días, por una providencia inconsiderada, o por una devoción indiscreta, fue transformada y transfigurada en imagen de nuestro padre San Elías Profeta, y se colocó en el retablo del Altar mayor”.



     Todo indica que esta talla de madera, que en la disposición de ese retablo, que conocemos gracias a la ya famosa fotografía de Castellá del año 1915, aparece situada en la hornacina superior, y el Crucificado de la primitiva Hermandad de la Veracruz (Cristo del Carmen) del escultor flamenco Luydvinos de Bruna, se encuentra entre las más antiguas y de mayor valía artística de las que se conservaban dentro de aquella Iglesia-Convento.     
     A Fray Juan de Castro no parece cuadrarle demasiado este cambalache. Debía sentir más apego por el Santo Abad que por el Profeta. De forma algo sibilina pasa por el asunto responsabilizando del mismo a “una providencia desconsiderada” o “devoción indiscreta”, lo que difícilmente nos permiten conocer los motivos exactos del cambio de advocación. Imagino que fuerzas mayores determinarían tal resolución, posiblemente por el especial empeño del Prior de turno o de alguna otra persona influyente en el seno de aquella comunidad religiosa del Carmen Calzado de Castro del Río.


     Apunto la hipótesis, con cierto fundamento, de que el responsable de esa transfiguración pudiera ser su coetáneo y hermano de orden, Fray Miguel Rodríguez Carretero, a quien deliberadamente dejo fuera de su obra por cuestiones personales.
     Podemos constatar la presencia y participación protagonista de Fray Miguel como predicador en una especie de fiesta solemne-rogativa rematada con procesión, celebrada en el Convento del Carmen el 20 de abril de 1817, en la que a San Antón ya se le había operado la metamorfosis:

     “El referido día 20 en la tarde hubo procesión general de penitencia con asistencia del Clero y del Ayuntamiento; casi todos los vecinos concurrieron, unos con capas, los más pudientes de corto y otros con túnicas y todos con luces. Llevaron al Santísimo Cristo del Carmen los sacerdotes, delante el clero y la comunidad y el R.P.M Quiroga predicaba de cuando en cuando. En medio de la procesión iba N.P.S. Elías como abogado de la Curia y delante de la Sgda Imagen predicaba el R.P.M fr. Miguel R.Carretero”.

     P.Mº Fr. Miguel Rodríguez Carretero / Epytome historial de los Carmelitas de Andalucía y Murcia. Primera edición del manuscrito original de la B.N.E. Sevilla 2000. Presentación de la obra a cargo de Ismael Martínez Carretero (O.Carm).
     El material gáfico pertenece a la ya tantas veces referida colección de fotografías procedente de la Biblioteca de Cataluña. Año 1915 (Fot. Castellá).
   

02 junio 2012

“Borrador de noticias antiguas y modernas de la villa de Castro del Río, en tiempo de los romanos, Colonia Ituci, Virtus Julia, después Castro Leal, y finalmente Castro del Río”.

Puerta de acceso a la nave central de la Iglesia del Carmen

     Escribíoslas un hijo de la expresada villa, cuyo borrador no pudo sacar en limpio, ni ponerlas en mejor estado, ni menos trasladarlo en letra más clara y limpia. Año de 1817, 103 folios en 4º y 7 laminas al final; sin numerar.  

     El hijo de la expresada villa era, el ya varias veces mencionado fraile carmelita natural de Castro del Río, Miguel Rodríguez Carretero, de cuya vida y obra ya nos hemos ocupado en una de las entradas dedicadas a la historiografía local. Como mis investigaciones son de mero aficionado y suelen pecar de precipitación en algunas ocasiones, siempre quedan lagunas e imprecisiones que el formato blog permite subsanar o rellenar a posteriori. Aquella entrada ya quedó lo suficientemente extensa y desarrollada, por lo que, antes de retocarla, he optado por introducir una nueva complementaria.
     Quien haya seguido esta serie, recordará cómo se ha venido haciendo referencia a este manuscrito que, no sabemos cómo y cuándo, pasaría a manos del erudito cordobés Rafael Ramírez de Arellano. De sus páginas procede la noticia sobre el tránsito del cadáver de D. Fernando el Católico a Granada, recogida de un desaparecido “Libro de Memorias” de la Parroquia de la Asunción de Castro del Río, que se publicó en el nº 5 (1919)  del Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. De la escala mortuoria del rey católico en la villa de Castro del Río, que tuvo lugar el 2 de febrero de 1516, llegó a extenderse acta notarial que a principios del siglo XX se custodiaba aún en el archivo municipal.
     En alguna que otra ocasión hasta he llegado a instar sobre la necesidad de investigar sobre el paradero del legado documental de Ramírez de Arellano (en adelante R. de A.), en pro de intentar recuperar ese manuscrito y otros materiales relacionados con Castro del Río de los que se sirvió este autor para confeccionar su “Ensayo de un catálogo bibliográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba” (1916). Las 7 láminas que se mencionan al final del manuscrito tienen que ser forzosamente esos dibujos de temática religiosa que el propio Ramírez de Arellano atribuye a la pluma del talentoso carmelita sevillano Fray Juan Félix Girón. 
     Pasa, muchas veces, que se tienen las cosas delante de los ojos y no se ven. Recientemente, paseándome entre las páginas del Inventario Monumental y Artístico de la Provincia de Córdoba (confeccionado por este mismo autor en 1903), cuando buscaba información relacionada con la producción escultórica de un artista flamenco del siglo XVI conocido por Juvenal Bruno, a quien se la atribuye la autoría del desaparecido Cristo de la Iglesia del Convento del Carmen Calzado de Castro del Río, me topé de bruces con la referencia a un manuscrito que fue básico para Ramírez de Arellano a la hora de redactar los artículos dedicados a Castro del Río en aquel Inventario:

     “De anónimo autor es un libro, curiosísimo e importante, intitulado Borrador de noticias antiguas y modernas de la villa de Castro del Río, del que nos serviremos mucho para estos apuntes, y que es lástima que no se publique, pues pocas historias particulares están escritas con criterio más sano y más certeza de datos”.

     Las referencias al Anónimo son una constante entre los aproximadamente 100 folios manuscritos que Ramírez de Arellano le dedica a su recorrido por la historia y el patrimonio de la villa cordobesa de Castro del Río. No es cuestión de reproducirlas al cien por cien, pues ya se hallan a disposición de los curiosos en diferentes formatos, de manera que me limitaré a hacer algún inciso en lo extraido del mismo, que hasta años después, cuando publica su "Ensayo bibliográfico" (1916), no es capaz de asociarlo a Fray Miguel Rodríguez Carretero:


     “A los márgenes de rio Salso, hoy Guadajoz, se halla fundada, la noble y leal villa de Castro del Río, a los 37 grados y 47 minutos de latitud, 16 grados y 16 minutos de longitud, según la ponen los mapas. Sobre la cima de un cerro elevado, que se levanta sobre el terreno inmediato a las orillas del mencionado río se ve fundada, extendiéndose la población alrededor de dicha eminencia, entre oriente y poniente principalmente. El plano del expresado cerro, ceñido a una gruesa y alta muralla. Guarnecida ésta de fuertes torres, de un formidable castillo, hoy desmantelado con un postigo y una sola puerta aforrada de planchas de fierro, y su rastrillo con su capaz plaza de armas y demás arreos y pertrechos. Sus dos famosas torres, la del Omenage, que defendía la entrada, y la otra, la única puerta de la población; colocado referido castillo al Norte, era solamente lo que dentro de los muros componía la antigua villa de Castro; con la advertencia de que ningún edificio tocaba a la muralla, todo el recinto se andaba sin el menor embarazo, para defenderse con libertad de los enemigos: de Norte a sur se extiende más que de Oriente a Poniente. Es de figura cuadrilonga, más extensa de longitud que de latitud muchos pasos”.

     No desaprovecha R. de A. un extenso apéndice del referido Anónimo (R.C): “donde encontramos una Descripción individual del castillo, que creemos oportuno copiar; pues da idea de cómo quedaba en 1817, mientras que nosotros sólo podemos hablar de como ahora se encuentra”. Son 16 folios que transcribe literalmente, en las que se extiende y repara en diferentes detalles relacionados con el castillo, sus torres, muros, defensas y puertas. Como del recinto amurallado y de lo que encierra ya se han ocupado de manera científica historiadores y especialistas de la localidad, me detendré sólo en algunas noticias curiosas:

     Le arroga al recinto un origen turdetano, posteriormente solidificado durante el periodo de dominación romana. La tesis la sostiene en base al hallazgo de monedas en las que junto a símbolos y jeroglíficos de espigas, pez, buey, caballos con jinetes… aparece el nombre de la antigua Ituci grabado en caracteres del alfabeto turdetano.


     Se aventura incluso en ubicar la oficina donde se fundían los metales (“actualmente en un aljibe cuadrilongo en casas del presbítero don Antonio de Osuna sita en la villa”) así como en el lugar preciso donde era acuñada la moneda (“en una casa de Manuel de Tapia, en la misma villa, quince pasos distante de la citada oficina de fundición”).
     Dejando de lado estas elucubraciones y fantasías, su mérito principal estriba en la exhaustiva descripción de la fortaleza en base a la observación directa (primeros años del siglo XIX), complementada con los testimonios que le aportan “ancianos que hoy viven y curiosos vecinos”, de los que llegaron a conocer algunas estructuras ya desaparecidas. Un ejemplo:

     Los testimonios le sirven para reconstruir la primitiva y desaparecida entrada al recinto, aunque con una narración un poco enrevesada:
Puerta de Martos
     “La puerta principal llamada de Martos, única en los tiempos antiguos de la plaza, estaba colocada en la rinconada que dejaba el martillo saliente oriental del alcázar, entre el postigo de la casa que habita Doña Josefa Luisa Mazuelo y la torre de la Virgen de los Remedios, rebajada en el día, la que, con otra que estaba donde hoy el caño, formaban la dicha puerta y clave con su contrapuerta y taladro, garitón, arcos de cantería, almenillas, miras, viseras y vistosos remates; todo pertrechado como la puerta del alcázar; en el antemuro de ella había otra denominada el rastrillo de la Plaza, sostenida por el adarve, y alto lienzo del alcázar: en la puerta principal de la plaza asistía la gran guardia, la que se miraba sostenida de la barbacana, y segundo torreón del alcázar por una parte, y por la otra de la torre de la Virgen de los Remedios”.
     Valiosa su contribución al informarnos sobre los avatares históricos que determinan su desaparición:
     “En el día se halla el consabido sitio de la principal puerta del todo desfigurado; se demolió toda la fortaleza para labrar las casas del insigne vicario eclesiástico don Pedro Suarez Pimentel y las de don Lorenzo Ruiz Cañete, comisario del Santo Oficio, que se edificaron en el paraje de lo que fue antigua barbacana. También por la venida a ésta del Señor Rey Don Felipe V, el animoso de feliz memoria, en el año 1733, cuando de Sevilla mudó la corte a Madrid, teniendo preparado alojamiento en el Colegio de San Pedro y San Pablo, juzgando no cabrían las carrozas, se hundió el muro de ella que unía con el castillo para que pasasen con desembarazo. Luego en 1743 se quitó y destruyó la citada puerta hasta los cimientos, con el fin de hacer amplísima la entrada de la villa, y en el mismo año la sagrada imagen de María Santísima de los Remedios, que estaba colocada de tiempo inmemorial, sobre la clave de esta puerta, se trasladó a la torre contigua, ya rebajada de su altura, la que ahora sirve de azotea de las casas del vicario eclesiástico D. Juan de la Peña Tercero”.
     Las referencias a galerías militares subterráneas posiblemente sean también producto de su imaginación:
     “Igualmente lo son las cuatro minas militares subterráneas que corren en distintas direcciones, hacia el rio Guadajoz, hacia el Norte y campiña: nos parecen de la misma ancianidad de los dos algibes del castillo, el pozo dulce, el argamazón, o chitura, de las calles del Baño, Garcipérez y Alcaidesa”.

     Mitos e historias de corte novelesco sobre pasadizos y túneles están muy extendidos en las poblaciones fronterizas. Creo que aquí le falla la agudeza a nuestro historiador, y a esas infraestructuras árabes relacionadas con la captación y distribución de las aguas, les atribuye un uso militar imposible de demostrar.

     A la hora de fijar el origen del templo parroquial R. de A. recurre una vez más al manuscrito Anónimo (R.C):

Porfolio Fotográfico de Castro del Río

     “Dice que esta parroquia se edificó sobre una mezquita, aunque variando algo su situación y extendiéndose más de lo que aquella abarcaba. Se conservó el edificio musulmán purificado hasta después de la conquista de Granada, y la portada principal se levantó hacía 1511, durante los pontificados de D. Pedro Fernández Manrique y D. Leopoldo de Austria”.


     Le sirve, así mismo, para informar sobre el origen de otros edificios religiosos: Iglesia de la Madre de Dios (primera construida extramuros) o el Convento del Carmen.
     Las noticias sobre la fundación de éste último en el año 1555, al abrigo de la primitiva cofradía de la Veracruz, en una ermita del mismo nombre, sobre la que con posterioridad terminaría erigiéndose el convento, son las que ya conocemos, por aparecer también recogidas dentro de su Epytome Historial de los carmelitas de Andalucía y Murcia. Aunque es de justicia citar que éstas proceden su vez de otro manuscrito (desaparecido o sin localizar) del que es autor otro carmelita castreño, Fr. Martín de Osuna y Rus (1630-1706).

     Es aquí precisamente donde entroncamos con mi objetivo inicial, el famoso Cristo del Carmen, colocado en la parte superior del retablo mayor, atribuido a la gubia de un desconocido escultor de origen flamenco a quien el Anónimo (R.C) llama Juvenal Bruno.


    Como podrán comprobar en el recorte del Inventario, al final aparece el nº de la lámina correspondiente, que por desgracia no se puede mostrar pues finalmente el trabajo quedaría desprovisto de aparato gráfico. Su autor marcó las fotografías, pero no las presentó alegando que la editorial que lo publicara se encargaría de ello.

     Para poder ilustrar tengo que recurrir a una instantánea perteneciente a una colección fotográfica realizada una década después, de la que extraigo algunas que se muestran maliciosamente marcadas, a la espera de poder elaborar con ellas un nuevo “Portafolio Fotográfico Historiado de Castro del Río”, donde obligadamente tendré que hacer referencia a su procedencia, seguida de los oportunos agradecimientos.
   
     Para R.de A. el verdadero nombre de este escultor era Luydvinos de Bruna”, del que las únicas noticias que disponemos son las que nos proporciona en su Inventario Monumental. Le atribuye también, fundamentándose exclusivamente en la similitud de los plieges del paño del sudario y en la estrechura de tórax, un hermosísimo crucificado de tamaño natural catalogado dentro de la sacristía de la Iglesia Parroquial de Santa María la Mayor de Baena.
    Este crucificado de Baena tuvo mejor suerte que el de Castro del Río, pues pudo superar aquellos episodios críticos de 1936 (los machaconamente culpables de irreparables pérdidas patrimoniales) y desde el año 1962 procesiona en la famosa Semana Santa de esta localidad cordobesa como “Santísimo Cristo del Perdón”.



     La resonancia del nombre del incógnito Luydvinos debió de ser del agrado de R. de A. que basándose en criterios de dudosa fiabilidad (“parece de Bruna”, “tal vez de Bruna”) le asocia otras tallas de autor desconocido de las que se hallaban repartidas por diferentes establecimientos eclesiásticos de Castro del Río:
     “Un Cristo en la cruz, de madera, pequeño, bueno” que estaba en la sacristía de la Iglesia de Santo Domingo; otro Cristo, de tamaño académico, colocado sobre la cajonera baja de la sacristía de la parroquial de la Asunción; un San Blas, de la segunda mitad del siglo XVI, situado en un altar del lado del Evangelio de la parroquial del Carmen (“tal vez de Bruna”) y una Virgen del Buen Suceso, también del XVI, situada en el altar de San Antonio de la Iglesia del Hospital de Jesús Nazareno.

     Para completar la entrada incluyo la portadilla de un ejemplar del libro de Fray Miguel Rodríguez Carretero, intitulado: "Resumen histórico de la vida de la venerable madre Sor Narcisa María de la Concepción, religiosa descalza del sagrado orden de Santo Domingo, del convento de Jesús María de Scala Coeli de la villa de Castro del Río, Reyno de Córdoba", hoy en manos de una conocida familia de impresores de aquella localidad.
   

    Para quienes muestren interés por el mismo pueden encontrar una copia digitalizada del original custodiado en la biblioteca de la Fundación Manuel Ruiz Luque (Montilla), en la web de la Biblioteca Virtual de Andalucía.


26 marzo 2012

Sobre la larga mansión del talentoso carmelita Fr. Juan Félix Girón en la villa de Castro del Río (1663-1684).



Retrato de Fr. Juan Félix Girón
Escuela Sevillana
Colección pictórica del Ayuntamiento de Sevilla
Legado Duques de Montpensier

      Ya me ocupé, en su día, de este fraile carmelita de origen sevillano morador del Convento del Carmen de Castro del Río desde 1663 hasta su muerte acaecida en esta villa en el año de 1684.

      Con la reciente obtención del manuscrito De los Escritores naturales de Castro del Río de Fray Juan de Castro, donde se ocupa de él y da nuevas noticias sobre su vida y especial talento en diversas materias, principalmente lo relacionado con su etapa de residencia en Castro del Río, especulé con la tarea de reeditar y unificar todo en una sola entrada. Como el formato blog, mediante enlaces, permite ofrecer una visión de conjunto, me centraré pues en los nuevos aportes.
      Aunque Fray Juan en su manuscrito se ciñe mayormente a los nativos, le dedica unas páginas al R.P.M. Fr. Juan Félix Girón (pág. 242-247) “que aunque no fue natural de Castro se naturalizó por su larga mansión…, y se hizo acreedor de una recomendación particular por su vasta literatura y por sus escritos, muy honoríficos para esta villa y sus vecinos”.
      Ya informamos en entradas a anteriores sobre los motivos por  los que se le separó de las altas dignidades y empleos alcanzados durante su estancia en la corte (bibliotecario y predicador de de Su Majestad, Cronista General de los Reinos de Castilla, entre otras...), al ser objeto de persecución por solidarizarse con el P. José de Velasco, Prior de la Casa Grande de Sevilla, represaliado a instancias del cabildo catedralicio de Sevilla, por una polémica suscitada en torno a la interpretación de las palabras que pronunciara en un sermón durante el octavario celebrado en la catedral hispalense para festejar la publicación de la bula a favor de la Inmaculada.
       El padre Castro, bien por prudencia o desconocimiento real de las circunstancias que le sacaron de sus cómodos aposentos madrileños contiguos al Palacio y Real Biblioteca, dice al respecto:

       “De Madrid vino a morar a este convento de Castro. Qual fuese la causa de esta no esperada mudanza, es un secreto que no he podido descubrir. Lo cierto es que él le llamaba su peregrinación , como consta en la inscripción que puso de su puño y letra al pie de una cedula de profesión que puede verse en el libro 2º de profesiones, folio 28, y de ella se colige que moraba en Castro desde el año 1663. El de 1671 fue electo Prior de este convento y continuó todo el trienio”.

Convento del Carmen Calzado de Castro del Río
 Detalle de la acuarela de Pier María Baldi (1668)

      Estas anotaciones cuestionan la fecha de su llegada a Castro del Río, que otros autores sitúan en el año de 1667, otorgándosele un periodo total de residencia de 17 años, que de no haber errado en la transcripción se alargaría hasta los 21.
   
       Como de sus escritos y otras circunstancias ya nos ocupamos profusamente, nos centraremos en esas otras facetas de políglota, traductor  y dibujante en las que también se destacara, de las que el padre Castro nos proporciona detallada información.

       Dice sobre él: “Fue muy perito en las lenguas orientales, hebrea, griega y arábiga; las leía, las entendía y escribía con perfección”.




       Debería de encontrarse entre el reducido elenco de personas que en aquella Córdoba de la segunda mitad del siglo XVII atesorara dichos conocimientos. De ahí que, tal como nos refiere, Rafael Ramírez de Arellano en el artículo que le dedica en el vol. 2º de su Ensayo de un Catálogo Bibliográfico de Escritores de la Provincia y Diócesis de Córdoba (1916), en 1676 viviendo en Castro, sería reclamado para acompañar como intérprete al embajador de Turquía, Side Hamet el Gacel, durante su visita a la ciudad de Córdoba.

      Para ilustrarnos sobre la destreza e instrucción en estos idiomas, el padre Castro relaciona una serie de libros “de los que fueron de su uso y perseveran en la librería de este Convento”, en los que aparecen numerosas anotaciones al margen, de puño y letra del propio Fr. Juan Félix, que además nos ilustran sobre algunas ediciones de libros antiguos de las que estuvieron depositados en sus estanterías:

     “Un ejemplar griego de las obras de Plutarco, con un añadido de su pluma en la fachada Additionatas marginales et interpretationes M. Fr. J. Félix Girón. Por toda la obra son frequentes las notas manuscritas al margen y la interpretación de palabras griegas (escritas en sus propios caracteres) y explicadas en el idioma latino”.

    “Un ejemplar griego de los Himnos de Calimaco, Cyreneo, y sentencias de Filósofos, Poetas y Oradores; impreso en Basilea año de 1532”.



    “Un tomo en 4º impreso en Leida año de 1617, intitulado: Gramática Arábiga; está añadido de mano del M. Girón en los muy espaciosos márgenes de catorce folios, con caracteres arábigos y la interpretación latina”.


     Otra faceta en la que destacó notablemente fue la de dibujante e ilustrador, acreditando gran dominio de la técnica de la plumilla. De su producción pictórica solo se conoce el dibujo realizado al poeta sevillano  Francisco de Rioja (su tío), inserto en el Memorial Estrellado en siete idiomas (hebreo, siriaco, arábigo, griego, latino, italiano y español), dirigido al rey Felipe IV, que a la postre le serviría para que éste lo llamase a Madrid haciéndole su Cronista y Bibliotecario.


     Dice Fray Juan de Castro en relación a esta su destreza:

     “El más delicado pincel no merece ser comparado a su pluma, con la que demostrara tal limpieza que no es fácil se le iguale al mejor grabado de la imprenta; con ella dibujaba tan perfectamente que sus producciones han sido y serán el asombro y embeleso de los inteligentes. Muchas se han perdido; otras se guardan donde no he podido verlas, mas por prueba del singular merito de todas, bastará dar noticia de las que se conservan y se muestran con franqueza a cualquier hombre curioso”.

      En el libro 2º de profesiones del Convento del Carmen de Castro del Río, hoy en paradero desconocido, aparecían un total de veinte láminas salidas de su pluma con diferentes estilos: “Una representa un San Juan, otra un San Pedro, otra un Genio tocando una bocina y otras con otras ideas; en medio de un folio está escrita la profesión, y no es fácil discernir a que se debe dar la preferencia en la perfección respectiva, si a la letra, si a las figuras, si a los lineamientos”.

     También se menciona un autorretrato que durante muchos años estuvo colgado en la pared sobre la mesa del cillero o despensa del convento castreño: “Allí lo vi muchas veces y ya ha desaparecido”. La misma suerte corrió un Breviario del Padre Fr. Diego del Moral, sacristán del Carmen Casa Grande de Córdoba, ilustrado con motivos florales por Fr. Juan Félix “y que no he podido averiguar quién lo recogió después de su fallecimiento”.

      Entre esas otros dibujos de los “que se le mostraron con franqueza” por quienes accedieron a satisfacer su curiosidad, relaciona los que se hallaban en poder de Don Joaquín del Corral y Cuellar, Caballero Maestrante y Regidor de la Villa de Castro del Río, que conservaba en su gabinete dos papeles formados y dirigidos por Fr. Juan Félix a uno de sus antepasados, contemporáneo y amigo.
    Se trata de un retrato de medio cuerpo de Santa Teresa de Jesús, al que acompaña la siguiente inscripción en caracteres latinos:

Ilustración del siglo XVIII


     El otro papel, para el mismo destinatario, es una esquela escrita con “singular artificio” ilustrada en su centro con una bien figurada flor, y continúa a renglón formando las hojas y el tronco en que se remata. En su parte inferior aparece un retrato de medio cuerpo del P.M. Fr. Juan Félix.

    “En él se reconoce su destreza en el dibujo y en las palabras que le preceden se descubre la agudeza de su ingenio y el genio festivo que dejaba correr cuando comunicaba con sus amigos”:




     Mas noticias sobre otros dibujos, procedentes de Castro, salidos de su fina pluma, nos las vuelve a proporcionar Ramírez de Arellano en su "Ensayo Bibliográfico", que cuando lo escribe (1916) ya eran de su propiedad. Se trata de una Magdalena que dibujó para obsequiar a la “Muy noble señora Dª  Leonor María de la Cueva religiosa en el Convento de Santa Marta de Córdoba”, y otro en el que se representa a la Virgen de los Dolores. Ambos están fechados en Castro del Río el 18 de mayo de 1675. Deben de ser los “se guardaban y no pudo ver” que contrapone a aquellos otros propiedad de Don Joaquín del Corral y Cuellar “mostrados con franqueza a cualquier hombre curioso”.


     Tendré que adentrarme ligeramente en el peligroso terreno de la hipótesis y la conjetura para intentar explicar cómo esos dibujos y otros manuscritos relacionados con la historia de Castro del Río llegaron hasta manos de Ramírez Arellano y el porqué se privó a Fr. Juan de Castro su observación.
     Ramírez de Arellano se vale para confeccionar su Ensayo bibliográfico de un “Catálogo inédito de hijos de Castro” de su propiedad, del que es autor un tal Rodríguez Carretero, fraile carmelita hermano menor de sangre del también carmelita Fray Miguel Rodríguez Carretero, que presuponemos continuador de los trabajos inconclusos de éste y custodio de su “Borrador de noticias antiguas y modernas de la villa de Castro del Río, en tiempo de los romanos, Colonia Ituci, Virtus Julia, después Castro Leal, y finalmente Castro del Río”. Ambos debieron de tener acceso en su día y hacer anotaciones (consentidas o no) del manuscrito de Fray Juan de Castro, pues la mayoría de las noticias sobre autores castreños que relaciona y reseña Ramírez de Arellano parecen proceder de éste, algunas copiadas literalmente. Intuyo cierta competencia y disgusto entre estos eruditos castreños, coetáneos y hermanos de orden, que emprenden sus trabajos relacionados con la historia y personajes locales en los albores del siglo XIX. Esto explicaría la más absoluta omisión de Fray Miguel Rodríguez Carretero, entre las páginas del manuscrito del padre Castro.
      La intuición es también la que me lleva a pensar que esos dibujos de la Magdalena y de la Virgen de los Dolores, propiedad de R. de Arellano, fueran  los que menciona el padre Castro “que se hallaban guardados donde no pudo verlos” y que estuviesen originariamente en poder de los hermanos Rodríguez Carretero, vendidos o transferidos en postrero momento junto a los manuscritos citados.
      No conocemos cómo y cuándo el lote completo llegó a manos de Rafael Ramírez de Arellano o alguno de sus antepasados, aunque queda abierta la posibilidad de que pudieran ser localizados, indagando sobre el destino final de la biblioteca y papeles de este familia de eruditos cordobeses. Lo mismo ocurre con la Santa Teresa y el retrato de medio cuerpo Fray Juan Félix, en el hipotético caso de que fueran valorados y custodiados entre los descendientes del regidor don Joaquín del Corral y Cuellar, que era suegro del rico propietario y comandante del Cuerpo de Voluntarios Realistas de Castro del Río, Lorenzo Antonio Calderón y Espada. Las genealogías de las familias notables de Castro del Río, que como anexo aparecen en la tesis doctoral de Francisco López Villatoro, podrían resultar de gran ayuda en un rastreo en busca de la remota posibilidad de su preservación. El mismo grado de dificultad lo entraña el dar con los libros de profesión del Convento del Carmen (horneados ?). Habría que plantearse un esfuerzo indagatorio, del que quiero hacer partícipes a cuantos castreños, bien a título personal o colectivo, pudieran mostrarse interesados en su hallazgo.




     Durante los años que estuvo en la corte se granjeó la amistad de personalidades notables, que cuando por cualquier motivo viajaban a Andalucía “rodeaban algún tanto su ruta por gozar un breve rato de su erudita y amena conversación”. Es el caso del  marqués de Modéjar, Agrópoli y conde de Tendilla, figura destacada del reinado de Felipe IV, con el que compartió aficiones artísticas y literarias, que en varias ocasiones le rindió visita de pleitesía,  para poder así “refrescar su memoria recordando aquellas apacibles horas de la corte”.
     También cultivo la amistad del Cardenal Salazar, Obispo de Córdoba, que recurrió a  él para atender a aquella delegación diplomática turca que visitó Córdoba en 1676, al igual que intercediera en alguna ocasión ante el obispo en favor de las dominicas descalzas de la villa.
     En diciembre de 1668 vivió el paso por Castro del Río de la comitiva y sequito de Cosme deMédicis, heredero al gran ducado de Toscana, durante el viaje que realizara por España y Portugal. Les atendió y aportó a sus cronistas datos sobre la villa y su historia. Uno de ellos (A.R. de Serén) dejó por escrito unas letras en las que se ensalzan sus cualidades:

    “Allí estuvo su Alteza [Castro del Río] y encontró uno entre aquellos llamado Fray Juan José de Girón, oriundo de Sevilla, que poseía una inteligencia superior y un talento especial nada comunes en España, y mucho menos entre los frailes. Tenía algún acento de una lengua oriental, y había estudiado la buena filosofía, con una gran aversión a la atadura de no saberse separar en nada […] de la doctrina aristotélica”.

Castro del Río - Pier María Baldi (1668)
 
      Por su natural inclinación por el dibujo y la pintura, debió de ser testigo de excepción de la compostura de la acuarela que Pier María Baldi pintara de las murallas y caserío de la villa de Castro del Río, desde el otro lado del puente.
  
     Murió  a la edad de 71 años el año de 1684 en el convento de Castro (habiendo anunciado su muerte), recibiendo sepultura en el interior de la Iglesia del Carmen.
  

FUENTES UTILIZADAS

Fray Juan de Castro / “De los escritores naturales de Castro del Río que han dado a la imprenta alguna de sus obras, fragmentos históricos que para conservar su buena memoria recogió y escribió un Frayle del Carmen en el convento de la misma Villa”. Se comenzó el año de 1804. Manuscrito original M-90. Biblioteca de la Universidad de Oviedo.

Rafael Ramírez de Arellano / Catálogo bibliográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba con descripción de sus obras. II Tomos. Tipografía de la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos”. Madrid, 1916.

Viaje de Cosme de Médicis por España y Portugal. 1668-1669. Laminas, [di Pier Maria Baldi]. – Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, [1934?].

A.R. de Serén, miembro del séquito de Cosme de Médicis durante aquel viaje, recogió sus impresiones en un manuscrito. Tomado del libro de Patricio Hidalgo Nuchera / “Entre Castro del Río y México. Correspondencia privada de Diego de la Cueva…”. Universidad de Córdoba, 2006.


03 marzo 2012

"Letras encadenadas: los manuscritos conventuales de Castro del Río".


      En esos apuntes biobibliográficos que ido trazando sobre los autores, naturales o no, de Castro del Río, que a lo largo de los siglos se ocuparon de su historia, ya he relatado el pasaje sobre “la fatal voracidad” del horno bizcochero de las monjas del Convento de Santo Domingo de Scala Coeli de esta villa. La carestía de papel debió de unirse a la ingenuidad e ignorancia de sus moradoras, para que durante toda la centuria del XIX, canastas rebosantes de papeles viejos, escritos a mano, fueran menguando paulatinamente, usadas en su obrador como base para los dulces.
      Tal circunstancia la conocemos gracias a Rafael Ramírez de Arellano que la incluye en su “Ensayo de un catálogo bibliográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba”, publicado en 1916. La información parece proceder indirectamente de un tal Rodríguez Carretero (menor). Dice así:

     “He visitado el convento de monjas de Castro, y preguntándole a su superiora por las obras que quedan reseñadas, me dijo que tanto esas como la del obispo Juan de Leyva las habían destruido, gastando las hojas en el horno para que no se manchasen de ceniza las tortillas de azúcar al cocerlas. Tienen aún dos canastas de cartas y papeles de Fray Juan de Castro, enlegajados y rotulados por él, que me prometieron no quemar, pero de cuya promesa no puedo por menos de dudar. Aunque hemos advertido al señor obispo del peligro que corren tales papeles, no creemos que los reclame ni salve del terrible horno”.


      Con posterioridad me he percatado de que la noticia esté recogida también dentro del Inventario Monumental y Artístico de la provincia de Córdoba, entregado en 1904, del que es autor el propio Ramírez de Arellano. Coincide en cuando a la autoría de los papeles afectados por la quema, aunque es él mismo quien actúa como testigo presencial del hecho y de las advertencias. Se servirá, precisamente, de un manuscrito, de los que aún conservaban las monjas, escrito por el carmelita descalzo Fray Pedro de Jesús, para documentarse sobre la fundación y orígenes del convento:


      Dice a renglón seguido:

      “Creemos que este libro se salvara, gracias a nuestra visita; porque en el convento había muchos manuscritos, entre otros, las obras del Obispo de Almería Don Juan de Leyva Cordovés y los catalogados por Gallardo de Fr. Juan de Castro; pero según confesión de las monjas los han gastado en colocar las hojas en el horno para tostar tortillas de azúcar y otros dulces, porque según ellas, no servían unos manuscritos cuyos renglones eran unas cadenitas completamente ilegibles. Textual. Hicimos comprender a las madres el error en que estaban y les recomendamos se abstuvieran de tostar el manuscrito citado y dos canastas de cartas y papeles sueltos que aún quedaban del Obispo Leyva y del padre Castro; y como prometieron hacerlo así, creemos que lo cumplirán y se conservarán estos papeles para cuando haya en Castro alguien curioso que los examine y estudie. En el Ensayo para una biblioteca de libros raros y curiosos podrá ver el lector el extracto hecho por Gallardo de los manuscritos de Castro y se podrá calcular lo que la ignorancia de estas señoras ha causado a las letras patrias y a la historia de su pueblo. Después de todo, la culpa, más que de ellas, fue de los visitadores de la diócesis que han debido impedir tal desaguisado”.

Biblioteca Tomás Navarro Tomás (CSIC)
      Esta segunda versión, sobre los avatares de los papeles viejos de las monjas, es anterior en el tiempo a la que encubiertamente (Rodríguez Carretero menor) da en su “Ensayo de un catálogo bibliográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba”, publicado a expensas del Estado en 1916, tras ser premiada la obra por la Biblioteca Nacional en concurso público. Estimo, que sería precisamente esa publicidad la que le obligara a ser más cauto a la hora de atribuir responsabilidades a quienes deberían haber impedido “tal desaguisado” (la diócesis).
      Lo que parece que si surtió efecto, fueron los consejos y regañinas para con las monjas y esa especie de desiderata de preservación a merced de futuros curiosos.
     Un sacerdote de origen castreño, don Francisco Navajas Camargo, a la sazón, claustral del Seminario de San Pelagio Mártir de Córdoba, en el acto inaugural del curso académico 1916-1917, ocuparía la tribuna para, durante cuarenta minutos,  pronunciar  “un magistral discurso biobibliográfico sobre el insigne don Juan de Leiva Cordobés, uno de los más preclaros alumnos del Seminario”. 

El Defensor de Córdoba
      Este trabajo, vería la luz finalmente a través de la imprenta, ese mismo año de 1916.
      No es el caso de los famosos manuscritos referenciados por Bartolomé José Gallardo salidos de la pluma del carmelita castreño Fray Juan de Castro. De toda su obra, la que, a mi juicio, pudiera tener algún mérito o interés, desde el punto de vista historiográfico, es aquella, que el propio Gallardo tuvo en sus manos y extractó en su "Ensayo de una biblioteca de libros raros y curiosos", intitulada “De los escritores naturales de Castro del Río…”, en agradecimiento a la amistad salvadora que trabara con aquel casi nonagenario fraile, durante sus años destierro o confinamiento en la villa del Guadajoz.
     Mi sorpresa fue mayúscula, cuando, documentándome para la entrada en la que me ocupé del trato, “entre garamantas fieros”, dispensado en Castro al ilustre polígrafo y “príncipe de la bibliografía española”, me topé con una referencia que me hizo concebir esperanzas sobre la posibilidad de que el citado manuscrito se mantuviese vivo.
      Fui dando los pasos pertinentes hasta poder verificar su existencia. La obra “De los escritores naturales de Castro del Río”, pude contrastar que se hallaba catalogada, con la signatura  M-90, dentro de la colección de manuscritos de la Biblioteca de la  Universitad de Oviedo. Cursada y atendida la solicitud, he conseguido finalmente ponerla delante de mis ojos. La posibilidad de que pudiera tratarse de una copia del original, quedó descartada desde un primer momento, por la guarda del mismo donde se dice: “fue comprado en Toledo a un sobrino y heredero del Sr. B.J. Gallardo”.



     Cómo es de bien nacidos ser agradecidos, y los profesionales de esta biblioteca han tenido el gesto generoso de ponerla a disposición de todos los castreños (las gestiones se han hecho a través de la Biblioteca Pública Municipal), cual era mi propósito, que menos, que reconocer el trabajo de esta institución universitaria asturiana, con un video ilustrativo sobre su riqueza bibliográfica y documental, que además nos permite informarnos sobre la también azarosa historia de sus fondos:




      ¿Qué quieren decir esas anotaciones en la guarda?

      Si tenemos en cuenta que Fray Juan de Castro fallece en 1828, estando aun Gallardo desterrado en Castro, habría que contemplar la posibilidad de que el fraile hiciese a su amigo “el bibliógrafo” custodio de su más preciada y preciosa obra. No descarto tampoco, que Gallardete, haciendo gala de esa fama de “bibliopirata”, que le atribuyera Serafín Estébanez Calderón, aprovechándose de la soltura con la que se movía por la biblioteca del convento del Carmen, del que era vecino, pudiera haber arramblado con ella al abandonar la villa.
      De cualquier manera, por las circunstancias que fueran, se evitó que esa obra estuviese entre las que el padre Castro legara a su muerte a las monjas dominicas o pasaran a su convento después de la exclaustración del Carmen. Lo más probable, en caso contrario, es que hubiera sido horneada en primera instancia por aquellas monjas encargadas de la dulcería, o en un postrero momento, pasto de las llamas provocadas por la furia desatada por "descontroladas hordas iconoclastas” que asolaron el convento tras la militarada del 18 de julio de 1936. El manuscrito sobre la fundación, ya referido, de Fray Pedro de Jesús, le presuponemos perdido en aquel segundo y también fatal envite contra el patrimonio histórico artístico de la localidad.

      En adelante, una vez leído y desgranado detenidamente este opúsculo, iré derramando todo aquello que considere de interés, así como me veré obligado a reeditar, con los nuevos aportes, las entradas dedicadas a Juan José Jurado Valdelomar y al propio Fray Juan de Castro. Curiosamente, a Fray Miguel Rodríguez Carretero, coetáneo y hermano de orden, no le dedica apartado alguno, es más, en un primer visionado realizado, a salto de mata, no he sido capaz de encontrar si quiera una mención.