Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

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03 junio 2014

ADOLF SCHULTEN POR LOS LLANOS DE VANDA (abril de 1921)



    En la primavera del año 1921 el ilustre arqueólogo y profesor de la Universidad de Erlangen (Alemania), Adolf Schulten, acompañado por el general Lammerer, director del Instituto Topográfico de Múnich, visitan la provincia de Córdoba para estudiar sobre el terreno los lugares donde, supuestamente, se desarrolló la famosa Batalla de Munda, entre Julio Cesar y los hijos de Pompeyo (Bellum Hispaniense).    
    Permanecerán alojados unos días en la villa de Espejo (la antigua Ucubi), desde la que realizaron varias excursiones a los Llanos de Vanda, ubicados entre las poblaciones de Montilla, Castro del Río y Espejo (“Campus Mundensis”).
    No vamos a entrar en consideraciones sobre la veracidad de esa adscripción geográfica. Pese a la falta de unanimidad entre los especialistas, son muchos quienes apuestan por este escenario. Tampoco repararemos en demasiadas consideraciones científicas. Nos centraremos, mayormente, en los detalles geográficos, paisajísticos  y anecdóticos relacionados con la visita realizada al corazón de la campiña de cordobesa por tan ilustres huéspedes. Nos serviremos de las crónicas publicadas en la prensa provincial, remitidas desde Espejo, y de “La Batalla de Munda”, trabajo publicado “a posteriori” por el propio Adolf Shulten , traducido al castellano por el profesor Bosch Gimpera y publicado en el Boletín de la Real Academia de Córdoba en 1924. 
   Utilizaremos el cómodo sistema del copia, corta, pega, pinta, recorta y colorea, para fusionar ambas fuentes, organizar y estructurar su contenido.


    "Instalados en Espejo y hechos los preparativos para los trabajos del día siguiente visitamos al Alcalde don José Castro Torronteras, para quien el Gobernador nos había dado una recomendación, siendo recibidos con extraordinaria amabilidad, y habiéndonos ayudado con todos los medios que estaban a su alcance para que la expedición fuera del mayor provecho y se hiciera con toda comodidad. Durante nuestra conversación con don José Castro en el Casino de Espejo, noté en la cadena del reloj de un labrador monedas romanas, que me dijeron que procedían de un tesoro de unas 700 que se había encontrado en las inmediaciones y que fue vendido sin que se sepa el paradero ni se pudiese anotar el hallazgo. Solo quedaron 60 en Espejo, que amablemente fueron traídas para que pudiese estudiarlas" (1).

 Primera excursión (15 de abril)

    "A la mañana siguiente emprendimos la marcha, en la que nos acompañaron, además del Alcalde, el maestro de Espejo. Alegremente rodaban las ruedas del coche a través de los caminos que cruzaban el verde paisaje. Allí todo está cultivado hasta las últimas cimas. Cuando hace años visité por primera vez la región, era otoño y las alturas parecían peladas y yermas como las de los alrededores de Numancia, de modo que me prometía encontrar restos de los campamentos romanos. Experimenté un rudo desengaño. Aquí la reja llega a todas partes; y no es la reja de tradición romana, como en Castilla, que solo desflora la superficie, sino la máquina moderna, que penetra profundamente arrollándolo todo, como pudimos observar muy pronto en ruinas visibles en distintos lugares próximos al camino, de las que no quedaban en pié más que pequeños trozos de muro acá y allá, que habían resistido a la destrucción y entre los cuales aparecían tiestos, tejas y otros indicios de lugares de habitación romanos. Aquí se les llama «Villar». Probablemente entonces el país fue habitado más densamente que ahora, en que sólo se encuentran de trecho en trecho los cortijos. Después de una hora de viaje el coche se detuvo junto al rio Guadajoz, que saludamos como el «Flumen Salsum», el rio Salado del Bellum Hispaniense, que jugó un papel muy importante en las operaciones. En este lugar se encuentran muchos cursos de agua salada al propio tiempo que pequeñas salinas. El valle del Guadajoz, todo verde, brillaba esplendorosamente y los ruiseñores entonaban un hermoso canto de primavera.
     Seguirnos a pie, atravesando el rio, y ya al otro lado subimos a una loma, el «Cerro del Agua», en donde se hallaba el principal campamento de César durante el sitio de Ategua, hoy el cortijo de Teba. Después del desayuno comenzamos la visita de Ategua, acerca de cuya identidad con el cerro de Teba no puede dudarse, pues el nombre de Ategua perdura allí en distintos lugares (Cortijo de Teba, Castillejo de Teba etc.).

Castillejo de Teba
    "La palabra Castillejo denota restos de población antigua y en realidad todavía se ven las terrazas en que se hallaban las casas, un puente sobre uno de los afluentes del Guadajoz, canteras, columnas, fragmentos de cerámica, etc. También se han encontrado aquí a veces antigüedades de la época del sitio: balas de plomo para honda. Algunas con el nombre de Gneo Pompeyo se han encontrado en abundancia en Osuna, la antigua Urso. Desgraciadamente no pudimos ver ninguna de las encontradas en Ategua, pues no fueron guardadas" (1).


Segunda excursión (16 de abril)

   “Al día siguiente nos encontramos en el camino de Ategua, esta vez a pie. Nuestro primer objetivo fue el cerro de Ventosilla, a 3 kilómetros de Ategua y que, viéndose desde él Ategua y Ucubi, corresponde a las indicaciones acerca del campamento de Pompeyo. Una espaciosa meseta ofrecía lugar suficiente para un gran campamento: tampoco aquí puede observarse rastro ninguno, ni construcciones ni fragmentos de cerámica. Nos dirigimos luego hacia el O. al cerro de Harinilla, que, distante 6 kilómetros de Ventosilla y situado enfrente del Cerro del Agua corresponde al campamento de César: "Castra Posthumiana". Leemos que Pompeyo hizo una intentona nocturna contra los “Castra Posthumiana”, pero fue rechazado. Podía, cubierto por las colinas situadas entre ambos campamentos, aproximarse sin ser apercibido: el camino puede reconstruirse sobre el terreno. Forzar el sitio no lo intentó Gneo, lo que es típico de su carácter irresoluto, abandonando el campamento de Ventosilla después del fracaso del ataque al de César. Atravesamos luego por segunda vez el Guadajoz, ahora a caballo, pues el agua tenía un metro de profundidad. De la antigua Ategua no vimos entonces gran cosa. Pudimos observar, sin embargo, canteras antiguas, de que debió salir la piedra para la construcción de la ciudad. Cuando ya casi habíamos terminado se desencadenó un temporal de agua, que nos caló completamente y que puso los caminos intransitables. Para el camino de Ategua a Ucubi, que se suele hacer en hora y media, necesitamos cuatro. Por cada paso adelante que dábamos resbalábamos medio hacia atrás y a menudo quedábamos detenidos o nos veíamos obligados a pararnos para limpiar el barro de nuestras botas que nos impedía andar. Fue una marcha espantosa. A lo lejos aparecía Espejo; pero hasta que pudimos alcanzarlo debimos subir tres colinas y descender dos hondas depresiones del terreno, todo ello sumamente penoso. Labradores que encontramos con sus caballos nos los ofrecieren, pero renunciamos a ellos. Todo por fin tiene su término y también esta marcha; pero nuestros vestidos estaban impregnados por completo de agua y lodo” (1).

    De esta segunda jornada disponemos de una descriptiva y poética narración complementaria sobre la ruta seguida y actividades desarrolladas, tomada de la crónica firmada por el culto maestro nacional Manuel Muñoz Pérez, corresponsal en Espejo del diario la Voz de Córdoba, invitado a participar de la misma:

   “Formamos la caravana los señores Schulten, Lammarer, Castro Torronteras, don José Arroyo y el que suscribe.
    La mañana es esplendida, el sol caldea nuestra sangre, la primavera, en cariñosa ofrenda, nos brinda sus más bellos colores, amapolas rojas que contrastan con el verde estallante de trigales y habares, que con sus flores blancas como la nieve aromatizan los campos con la exquisitez de sus olores.
   Por la carretera que conduce a Córdoba, emprendemos la marcha; desde el coche divisamos en toda su amplitud lo llanos de Banda, donde un día se decidió la suerte del mundo; en las salina de Duernas nos desviamos de la carretera y después de pasar por la “Silla del Caballo”, aparece a nuestra vista, allá en la lejanía, la Loma de Teba, donde se halla actualmente el cortijo de Teba la Vieja, muy próximo a las ruinas de la ciudad de Ategua.
    Descendemos del carruaje y emprendemos la marcha hacia el cerro de la Ventosilla, que se halla situado a la derecha del camino; desde él, y en magnífico panorama, contemplamos a nuestros pies el Guadajoz, llamado antiguamente Salsum; a nuestra derecha el cerro de las Pedrazas; el de las Harinillas a la izquierda, y a nuestro frente, al otro lado del rio, las ruinas de Ategua y el cerro del Agua.
    Desde la Ventosilla nos dirigimos a Teba la Vieja, vadeando el río Guadajoz. Al otro lado del río, en el cortijo de Gamarrillas nos esperaban los ricos hacendados de esta villa don Rodolfo Vega, don Vicente Casado, don Manuel Ruíz, don Carlos Vega, don Francisco y don Agustín Palacios, los señores don Juan Villatoro, don Eduardo Rodríguez y los guardias rurales de este municipio.
    En el cortijo de Teba fuimos recibidos por la distinguida señora doña Josefa Castro de Casado, que nos atendió con verdadera amabilidad con  un almuerzo suculento.
   Más tarde dirigimos nuestros pasos hacía las ruinas de Ategua.



   Esta ciudad, que antiguamente estaba asentada en una ladera y rodeada, según costumbre de los romanos, de fortísimos muros, ofrece hoy a sus visitantes un aspecto tan triste, evocan sus murallas tan profundos recuerdos que al visitarla nos sentimos transportados a otra edad.
   Ante el solemne silencio de aquellos vestigios, desfilan ante nuestra imaginación las luchas sostenidas por los partidarios de Cesar y los de Pompeyo; cada piedra de aquellas ha sido un testigo mudo de innumerables sucesos; ante ellas y en lucha fratricida, las pasiones desbordadas que dieron lugar a tan sangrientos acontecimientos. Hoy, en abandonadas ruinas, sólo el sentido cantar de algún pastorcillo o el repiquetear alegre de las esquilas del rebaño, vienen a turbar el silencio solemne de aquellos testigos de piedra.
    El señor Schulten, dando prueba de su ingenuidad, y encantado con la música campestre, al oír las notas de una flauta de caña, que un pastorcillo tocaba, solicitó y obtuvo del muchacho aquel sencillo instrumento como recuerdo de la vida apacible de los campesinos” (2).


Tercera excursión (17 de abril)

    “Así cada día se hacia una excursión distinta, dedicándose el último al campo de batalla. Hasta allí nos acompañaron el Alcalde, el Secretario del Ayuntamiento, el Maestro y dos individuos del puesto de la Guardia Civil de Espejo. El día espléndido, piar de alondras, canto de ruiseñores, sol de oro, cielo azul, paisaje verde, aire embalsamado por el perfume de las flores.
    Fuimos en coche a un cortijo situado en el borde de la llanura de Vanda («campus Mundensis»). Allí se quedaron una parte de los expedicionarios y el coche, acompañándonos el Alcalde hasta el final. Queríamos investigar los restos antiguos del borde de !a llanura. El General Lammerer llegó hasta Montilla para estudiar las posiciones de César antes del combate. Yo seguí por la ribera del río Carchena, mencionado por el Bellum Hispaniense cuando describe la marcha de César hacia la batalla. César vadeó entonces el río yendo al encuentro del enemigo situado en el borde de las alturas de Montilla. En todos los cortijos se encuentran restos antiguos. Cerca de uno de ellos aparecieron dos leones de piedra ibéricos, monumentos preciosos del arte indígena, ahora en el Museo de Córdoba; en otro cortijo se ven bóvedas romanas de mampostería. Así pasamos la mañana, volviendo al cortijo para el almuerzo, regresando a la caída del sol unos en el coche, otros a caballo” (1).




    El maestro corresponsal nos vuelve a proporcionar nuevas y detalladas informaciones:

    “Los llanos están situados entre Montilla, Castro y Espejo; tienen aproximadamente siete kilómetros de longitud por cinco de anchura, los atraviesa el arroyo de Carchena, que es de poco cauce, pero de ribera actualmente bastante poblada de huertas y caseríos.
    Establecemos nuestro cuartel general en el cortijo de “Las Cuevas”, y allí se nos unen el comandante de este puesto de la guardia civil don Rafael Calvo de Mora-Blanco y el guardia primero don Tomás Juárez.
   El general Lammeret se marcha a hacer el croquis de los llanos, y los demás, con el doctor Schulten, recorremos el campo de batalla.
   Después volvimos al cortijo de las Cuevas, donde ya nos esperaba el general; el arrendatario del cortijo, don Leocricio Márquez, nos tenía arreglados varios pollos que reforzaron nuestras ya gastadas energías; abundó el Montilla (Vinachum Mundensis), y el que suscribe tuvo el honor de obtener un cliché de nuestros distinguidos visitantes” (3).

   El resumen que nos hace sobre las explicaciones dadas por el sabio arqueólogo alemán a sus compañeros de expedición, sobre las operaciones bélicas que supuestamente tuvieron lugar en aquel campo de batalla, con independencia de la mayor o menor dosis de fantasía e imprecisiones de la teoría de Schulten sumadas a las propias deformaciones del voluntarioso corresponsal de prensa, se hace merecedor de ser transcrito tal cual:

    “Después de unas cuantas escaramuzas habidas en el valle del Guadajoz, entre las tropas de Julio Cesar y las de Pompeyo, y como éste al considerar los daños sufridos por su ejército, perdiese la esperanza de poder socorrer a sus partidarios los sitiados de Ategua, acordó retirarse de aquellos lugares, abandonando la ciudad al poder de Julio Cesar.
    Marchó Pompeyo hacia Ucubi (hoy Espejo) y Castra Posthumiana (actualmente Castro del Río); desde allí pasó a la Sierra de Montilla, estableciendo su campamento en una  elevada colina, desde la que se dominaban los extensos llanos de Vanda.
    Cesar se dirigió hacia el mismo lugar, y se situó, probablemente, en el actual cerro del Tomillar, y con marcada desventaja para la lucha; atacó a su enemigo, empezando la batalla con gran porfía; el regimiento décimo de Cesar, que ocupaba el ala derecha y que tantas victorias le había proporcionado en luchas anteriores, por figurar en él los mejores guerreros de Roma, cedió ante el empuje de las huestes de Pompeyo.
   El campo estaba cubierto de cadáveres, y la victoria, durante horas, no se decidió por ninguna de las partes; entonces Julio Cesar, apeándose del caballo y tomando arrebatadamente el escudo de un infante, comenzó a pelear entre los primeros de su ejército; este rasgo de valor enardeció a sus soldados, mejorando la lucha desde entonces a favor de Julio Cesar.
    Gran parte de aquella victoria corresponde a Bogud, rey africano que luchaba al lado de Cesar, y que en lo más recio de la pelea se apoderó del campamento de Pompeyo, aprovechándose de la poca guardia.
    Esta batalla tuvo lugar el 21 de marzo del año 45, antes de Jesucristo, y en aquella fecha contaba Julio Cesar 55 años” (3).


Paseo por el pueblo de Espejo y despedida (18 de abril)

   “El último día sirvió para un paseo por la ciudad, que conserva multitud de restos antiguos. Abajo hay un pequeño anfiteatro, hasta ahora desconocido, arriba bóvedas, etc. Luego subimos al castillo y a su torre, desde donde se ve todo el teatro de los acontecimientos de la primavera del 45 a. de J. C.: al norte Ategua, al oeste Ulia, al sur Munda, todas en alturas lo mismo que Ucubis. El propio autor del Bellum Hispaniense nota la situación elevada de las ciudades ibéricas. El administrador del castillo nos mostró balas romanas de plomo, pero no proceden de la localidad.
   Al día siguiente nuestros amigos de Espejo nos tributaron una despedida cordial, tomando rumbo hacia Montilla” (1).

Montilla y Castro del Río (19 de abril)

   “Montilla está en una ancha plataforma. No conserva ningún resto antiguo; pero no cabe duda acerca de su identidad con Munda, puesto que la llanura de Vanda, más abajo de Montilla, se corresponde perfectamente con el “campus Mundensis”, y que la descripción del campo de batalla se adapta con exactitud a Montilla. El mismo nombre de Montilla parece proceder de «Munda», con asimilación por etimología popular a «monte». En casa del Sr. Conde de la Cortina, el feliz propietario de las mejores viñas de la comarca, vimos cuatro placas de bronce con inscripción romana, que tanto por la forma de las letras como por su contenido resultan una falsificación: una de ellas nombra a Ategua y a Gneo Pompeyo, la otra a Ulia, la tercera a L. Junio Paciaecus (el Vibio Paciaecus del Bellum Hispaniense). Tales falsificaciones debidas al patriotismo local han sido frecuentes en España, menos en tiempos recientes que en los siglos XVI y XVII, en los principios del estudio de las antigüedades patrias: así existen burdas falsificaciones de los alrededores de Numancia que señalan los distintos campamentos de Escipión. Este género de falsificaciones ha florecido sobre todo en Italia.
     Los demás lugares nombrados en el Bellum Hispaniense no es posible identificarlos, acaso con la excepción de Soricaria, que parece corresponder al actual pueblo de Castro del Rio. Gracias a los amables cuidados del señor Alcalde de Montilla pudimos ir a Castro de Río en coche, acompañándonos nuevamente el Maestro. En Castro no encontramos ningún resto antiguo; en cambio en el camino de regreso nos enseñaron una media docena de villares, aldeas y granjas romanas, por los que se comprende que la periferia de la llanura de Munda estuvo entonces densamente poblada. En uno de los emplazamientos de ruinas se ve todavía un resto del muro de la población. Un zagal nos llevó una plaquita de tierra cocida con una inscripción romana y recibió por ella un real; cuando ya estábamos algo lejos corrió tras de nosotros con una segunda inscripción: el real había producido su efecto. También pasaba nuestro camino por el lugar del hallazgo del tesoro de monedas a que antes hemos hecho referencia. Lo visitamos y el mismo que lo encontró nos dio detalles de su aparición: al cavar junto a un olivo dio con un cacharro antiguo, que rompió, saliendo de él las 700 monedas. El lugar se halla junto a un camino antiguo” (1).

    No llegan a pernoctar en Montilla. Esa misma noche imparten una conferencia en el salón de actos del Instituto General y Técnico de Córdoba. Tras unos días en la capital, visitando sus monumentos, parten dirección a Bailén (Jaén), donde pretenden realizar un trabajo de similares características sobre la famosa batalla en la que fueron derrotadas las tropas napoleónicas.
  

    Aquella campaña de investigación en Espejo despertó especial interés en uno de sus pobladores. Se trata del aficionado y coleccionista de antigüedades don Emilio Pérez Alcázar, que cuando aún no habían trascurrido tres meses, ya se mostraba impaciente por conocer el resultado de los trabajos de aquellos extranjeros. Así consta en una carta remitida a la prensa (“Recuerdos arqueológicos") en la que rebate algunas de las aseveraciones de Schulten y su acompañante en una conversación de Casino:

  “Nuestros visitantes dijeron que el sitio conocido con el nombre de Albujera era un circo romano. Yo, ante la presencia de los que en aquella reunión estábamos, me pareció poco cortes rebatirles su opinión acerca de este punto; sin embargo, con discreción, les indique que n creía que fuese lo que ellos opinan, sino un depósito de agua como realmente se ha comprobado”.

    Tras detenerse en algunos hallazgos arqueológicos, elucubrar en torno a una serie de vestigios que relaciona con un templo en el que se pudiera rendir culto a la diosa Iris, pruebas todas, que atestiguan la grandeza y esplendor alcanzado por la antigua Ucubi, termina lanzando una invitación a quienes puedan mostrarse interesados en participar en trabajos de excavación bajo su dirección:

    “Yo puedo demostrarles que cuantos gastos sufraguemos en todas estas excavaciones, han de ser recompensados con los materiales que se extraigan, aparte de que si no descubrimos riquezas metálicas, por lo menos tendremos la satisfacción de haber descubierto riquezas históricas”.

    Desconocemos si llegó a ser secundado en su iniciativa y a obtener los pertinentes permisos para realizar esas excavaciones que rondaban por su cabeza. Lo que sí parece cierto es que este señor se hizo con el tiempo de una importante colección de antigüedades procedentes de los muchos yacimientos del término de Espejo y aledaños, principalmente de Ategua. Estuvo considerado como un culto investigador de las antiguallas de aquellos lugares. En 1923 donó una cabeza romana de mármol, de tamaño natural, al Museo Arqueológico Provincial. 


     En 1933, fue él quien puso en conocimiento del director del Museo una serie de hallazgos fortuitos, al parecer de importancia, que se estaban produciendo en el Monte Horquera de Nueva Carteya, lo que permitió una posterior excavación sistemática.
    Algunas de las antigüedades que aparecen intercaladas entre el texto y que llevan la firma del fotógrafo castreño José Córdoba, son de Ategua y pertenecen a la colección particular de don Emilio Pérez Alcázar. Las fotografías fueron tomadas en el año 1952, hallándose ya en manos de sus herederos. Aparecen insertas, al igual que las de las ruinas de Ategua, en un artículo publicado por el culto profesor veterinario de Castro del Río, don José Navajas Fuentes, en el Boletín de la R. A. de Córdoba.

(1)  “La Batalla de Munda” según Adolf Schulten. Boletín de la Real Academia de Ciencias, Bellas Artes y Nobles Artes de Córdoba. Año III. Número 8 (abril a junio de 1924). Páginas 185-194. Puede consultarse el trabajo completo en el repositorio documental de dicha institución cordobesa.
(2)   La Voz de Córdoba de 20 de abril de 1921.
(3)   La Voz de Córdoba de 23 de abril de 1921.

16 mayo 2014

NATURISMO: SU ARRAIGO DEFINITIVO EN CASTRO DEL RÍO Y SUS CONTORNOS (1920-1922).



    El fenómeno, moda, doctrina o forma de vida que apareja la práctica del Naturismo no es exclusivo del movimiento obrero anarcosindicalista. Estuvo también muy extendido entre los círculos socialistas y de la izquierda republicana pequeño burguesa. En la provincia de Córdoba, exceptuando la capital y algún que otro seguidor aislado en la comarca minera de Peñarroya-Pueblonuevo, la mayoría de grupos y seguidores se concentran en las poblaciones pertenecientes a la Federación Comarcal de Castro del Río y sus contornos, afecta a la C.N.T.
     Antes, incluso, de los viajes y primeros contactos con el Dr. Eduardo Alfonso, determinantes para su definitivo arraigo, podemos constatar la existencia de profesos del credo vegetariano naturista en sus diversas formas (frugívoros, crudívoros, heliópatas, bañistas…) en poblaciones como Bujalance (Francisco Toro López; y los hermanos Manuel, Teresa y Juan Abril), Cañete de las Torres (Francisco Capilla Zamorano), Montemayor (Benito Cordobés Herencia), Espejo (José Aquilino Delgado) o Castro del Río (Pedro Villatoro Garrido “El Bueno”).

   Los primeros que anuncian constituirse en grupos son los practicantes de Espejo y Castro del Río. El proyectado grupo de Espejo no terminaría de fructificar hasta algo después, siendo la iniciativa que emana de Castro del Río la primera en adoptar la forma de grupo organizado:

Grupo Vegetariano-Naturista

    De Castro del Río nos comunican la constitución definitiva del grupo que encabeza estas líneas.
    Sus componentes saludan fraternalmente, por nuestro conducto, a cuantos ya constituidos esparcen la buena semilla, y ofrecen su concurso y relación en todo aquello que sea necesario. Cuantos quieran, pues, con ellos relacionarse pueden dirigirse a nombre de Pedro Villatoro, en Castro del Río (Córdoba), calle Sin salida núm. 1.
   Creemos inútil hacer constar cuanto nos complacen estos deseos de mejoramiento moral, intelectual y físico que evidencian entidades y grupos , y es de esperar, que en todas las localidades se constituyan semejantes núcleos de actividad regeneradora, a fin de, en no lejano tiempo, tocar los beneficiosos resultados de todo orden.
   Camaradas, ¡adelante siempre!

(HELIOS JUNIO DE 1919)


     Como consecuencia de aquella primera visita de propaganda del Dr. Alfonso en el otoño de 1919 nacen los grupos de Córdoba y Montemayor
     Los mentores del grupo cordobés son el librero Rogelio Luque Díaz y su  inseparable amigo y compañero Francisco Serrano Olmo (natural de Cañete de las Torres). Ambos desde atrás se hallaban relacionados con otra corriente de perfeccionamiento humano muy en boga entre los círculos obreros y republicanos: “El Esperantismo”.
    Rogelio Luque (natural de Priego de Córdoba) antes de establecerse como librero trabajo como dependiente de comercio en la capital cordobesa, de cuyo gremio (Unión de Dependientes) llegó a ser Presidente.
    El primitivo grupo vegetariano-naturista que nace a principios de 1920, poco después se reformula dentro de un proyecto más ambicioso que titulan “Sociedad de Cultura y Altruismo”:

   “Esta entidad cooperará con todos sus esfuerzos y por cuantos medios estén a su alcance a la divulgación y fomento de las ideas naturistas y de tondo cuanto tienda a la cultura y perfeccionamiento del hombre. Cultivará y desenvolverá el idioma universal Esperanto, como fácil expresión para estrechar los lazos de unión entre los hombres”.

Rogelio Luque con su compañera Pilar Serasola
    Entre los miembros de su Junta Directiva se encuentra el castreño Antonio Pérez Rosa, hombre de peso de la organización sindical de Castro del Río, que en 1919, tras aparcar la vida societaria, se había instalado en Córdoba con un taller de ampliaciones fotográficas. No aparece su ex correligionario y socio Benito Cordobés, que ante la escasa rentabilidad del negocio fotográfico regresaría a Fernán Núñez donde residía desde que prácticamente lo expulsaran de Montemayor, al fracasar en su intento de establecerse con una Escuela Racionalista, que sería finalmente clausurada. Ambos debieron de iniciarse en el Naturismo durante su primera etapa de militancia en Castro del Río.
    Esta sociedad cordobesa, por volumen y preparación, fue capaz de redactar unos estatutos que regularan su funcionamiento y de formular el Ideario por el que se había de regir su actividad. Destacamos lo siguiente:

   “El Ideal más grande del Hombre es ser libre, y nadie ha de conseguirlo si, ante todo, no se perfecciona a si mismo para que la sociedad de la que forma parte sea buena, fundamento indispensable de la verdadera libertad.
   Para conseguir la perfección debe practicar todas las costumbres sanas que dignifican, y ha de estar exento de vicios que denigran, imponiendo a todos sus actos la más estricta moral y el más puro altruismo.
   El hombre, para obtener el bien propio, ha de elaborar el ajeno, sin esperar de sus actos otra recompensa que la satisfacción de su conciencia.
   El uso del tabaco, el alcohol y los juegos con interés empieza como pasatiempo y acaba en vicios denigrantes, que causan la degeneración humana; por ello, todo hombre, que de tal se precie, ha de librarse de los mismos, cambiando sus costumbres actuales en el comer y en el beber, en el vestir y el respirar y hasta en el pensar y en el querer. Y cuando todos estemos  libres del vicio, que tan humillantemente no esclaviza, la humanidad habrá alcanzado la perfección social. Sólo entonces el hombre será libre”.

   Esta declaración de intenciones nos sirve para comprender el apodo o remoquete de “El Bueno” que en Castro del Río le colocaron a Pedro Villatoro Garrido, ferviente defensor de estas corrientes de regeneración humana. Según confidencias reservadas, no se hallaba aquejado de dolencia o enfermedad alguna. Murió de viejo y su biblioteca particular fue pasto de las llamas ante el típico miedo a la represión puesta en marcha por los “Salvadores de España”. Desconocemos hasta qué punto pudo ser molestado.
   Fruto también de aquellas primeras propagandas es el Grupo Regeneración Naturista de Montemayor, que nace en la primavera de 1920 y que en agosto del mismo año acoge al Dr. Eduardo Alfonso, que pronunció una conferencia en el Teatro Torre: “Naturistas célebres y medicina natural”.


   “El Dr. Alfonso, correcta y mesuradamente como él sabe hacerlo, nos demuestra que las más preclaras inteligencias que en todo tiempo han servido de norte y guía al género humano, han sido exclusivamente frugales.
     Dice que la vacuna y toda esa serie de sueros más o menos preservadores de todo tipo de enfermedades, no sirven  más que para atrofiar la fuerza vital del pobre enfermo y para que acumulen dinero sus explotadores”.

   La crónica la remite José Lucena (Presidente), que debe ser José Lucena Sánchez, directivo del CIO-SOV de Montemayor, Matías Torres consta como Secretario, mientras que Antonio Moral Torres, un pegajulero adepto, fue el encargado de presentar al Dr. Alfonso.

    A principios de 1921 el primitivo grupo naturista creado por Pedro Villatoro adopta título o denominación:

   
“Con este poético título, que nos recuerda a aquel inmenso rio por do pasa un caudal inmenso de filosofía, conocido por mitología griega, se ha constituido un nuevo grupo en Castro del Río, bajo la presidencia del entusiasta naturista Pedro Villatoro Garrido.
    Todos los elementos que lo integran sienten vehementemente deseos de propagar las doctrinas naturistas, porque están plenamente convencidos de la eficacia moral de sus principios, que por si solos bastarían para levantar el espíritu de los hombres del fango de sus concupiscencias para elevarlo a las más altas regiones de la luz, donde la virtud es el único tirano ante cuya potestad se humillan”.




    Por las mismas fechas se produce el asalto a otra posición elevada de la campiña, la villa de Espejo, donde se constituye un Grupo Vegetariano, que en el escrito que remiten a la prensa manifiestan unos propósitos similares a los de sus vecinos de Castro del Río: “Abstenerse de los perniciosos vicios del tabaco, las bebidas alcohólicas y el juego de naipes, como primer paso, siguiendo la selección del régimen alimenticio en todo lo que racionalmente sea equilibrio para una vida placentera y anhelante a todo lo sublime”.
    Entre sus primeros observantes encontramos a dos hombres estrechamente relacionados con el movimiento obrero local. Se trata de José Aquilino Delgado y Demófilo Villatoro Requena. Este último había representado a la sociedad de Artesanos-Oficios Varios en el II Congreso de la Confederación del Trabajo celebrado en Madrid en junio de 1919. Era hijo del sastre Carlos Villatoro Reyes (simbólico Demófilo), hermano de padre del castreño y también sastre Vicente Villatoro Aranda. Ambos militaron en la logia masónica "García Vao" de Castro del Río (1888-1893).
    Se presentan en público el 24 de marzo con una Conferencia en el Teatro: “Maravillas de los baños de sol, como curan las enfermedades” impartida por el profesor Canetti:

    “Principió entonando un himno al Sol y al sistema planetario, y dio a conocer la importancia que ejercen los rayos solares para purificar todas las dolencias del cuerpo. Presentó numerosas proyecciones de curas de tuberculosis, que ilustraron grandemente al selecto auditorio, que las escuchó con verdadero interés. La conferencia del señor Canetti ha sido un inmenso poema de amor, de paz, de arte y filosofía”. 

Profesor Canetti


   Alejandro Canetti Simonciani, un suizo de padres italianos con aires de bohemio y discípulo de Unamuno en Salamanca, fue pionero del alpinismo, militó en la Masonería e impartió lecciones de alemán e italiano en el Ateneo de Madrid. Llegó al Naturismo a través de la práctica deportiva. Terminaría convirtiéndose en un incansable propagador del Naturismo, a modo de profesional itinerante de la conferencia, lo que le permitió viajar a lo largo y ancho de la geografía española, incluidos sus archipiélagos. El tema desarrollado en Espejo lo esparció por los más dispares rincones del país entre 1918 y 1923.
    En la primavera de 1921 se produce una escisión entre los naturistas castreños que puede que guarde relación con la crisis del obrerismo local y con la incorporación de nuevos practicantes desde otra procedencia ideológica. Aparece un nuevo grupo denominado Fundamento:


     Precisamente, en esta misma dirección postal de la calle Nueva Salud nº 29 coincidirían durante el verano el Dr. Eduardo Alfonso y el veterano anarquista sevillano Manuel Pérez y Pérez.


    Durante los meses de julio y agosto de 1921 el Dr. Eduardo Alfonso fija su residencia en Castro del Río. Pasa consulta de medicina natural en la huerta de su amigo y cliente Antonio Pérez L. Toribio, debajo de un albaricoquero:

    “Los enfermos venían, usando toda clase de medios de locomoción, atraídos por el éxito de nuestras primeras prácticas y ansiando que les diese la ablución en las aguas del Guadajoz, que era así como una especie de Jordán de mi apostolado. Allí mismo, un inspector de Sanidad me pidió el título profesional, por intermedio de un guardia, y esparció entre mis enfermos que yo llevaba escondida una máquina de picar carne para preparar en ella, sin ser visto, lo que me guisaba la patrona al efecto”.


    Manuel Pérez y Pérez, un trabajador del campo natural de Écija (Sevilla), procedía de la exaltación obrerista de principios de siglo. Desde Sevilla, en cuyo Centro Obrero jugó un papel destacado, pega el salto en 1912 al segundo departamento de La Carlota (Córdoba), donde en unión de su prima Ángeles Montesinos lograron poner en marcha una sociedad obrera y una Escuela Racionalista. Representa al Centro Obrero de La Carlota en el Congreso fundacional de la FNOA celebrado en Córdoba entre el 17 y 20 de abril de 1913. Poco después se instala en Córdoba donde consiguió trabajo en un taller de ampliaciones fotográficas. Le duró poco el asiento. Entre 1914 y 1916 se entrega a la propaganda itinerante por los pueblos de la campiña de Córdoba. Díaz del Moral define su táctica propagandística como similar a la empleada por los nihilistas: “En los pueblos en los que no existía organización o se encontraba decaída se presentaba en los cortijos y caseríos, tomaba parte en el trabajo si era preciso  y por las noches y en los descansos predicaba a los obreros”.

    Aquejado de problemas de salud (parálisis parcial) se retiró a su tierra donde regentó una pequeña librería dedicada a la venta de libros y folletos orientados en sus ideas. Para poder desplazarse hasta Castro del Río ese verano de 1921 y  entregarse de lleno al régimen vegetariano y naturista recurrió a una original sistema para la obtención de ayuda: una rifa.

    Desconocemos hasta que punto aquellos meses de huerta en Castro le ayudaron a aliviar sus males.
   En la primavera de 1922, en vísperas de una nueva visita de Eduardo Alfonso y tras fracasar el "Grupo Ceres" en su empeño de recabar el apoyo de todos los grupos de la comarca para traer de gira de propaganda al Dr. Casiano Ruiz Ibarra, se aproximan y terminan fusionándose los dos grupos locales:


    El Dr. Alfonso, finalmente, no pasó consulta aquel verano debajo del albaricoquero de la huerta de Antonio Pérez, como se había anunciado. En noviembre de 1922 arranca con una nueva gira de conferencias de divulgación, que le sirven, de camino, para promocionar su libro “Como os curala medicina natural”, editado por primera vez en 1921. Su primera escala fue la provincia de Córdoba, pasando por Málaga y rematando la gira en Bilbao.
   Aquella gira la resume en un artículo titulado “Andanzas Naturistas” que apareció publicado en Acción Naturista. Aunque extenso, trascribiremos su periplo completo por aquellas localidades cordobesas en las que tenía adeptos al Naturismo y clientes de su medicina natural:



    El primer punto de parada en nuestra ruta fue Córdoba, esa mística y alegre ciudad, capital de la provincia andaluza de más fondo, en la que nos acogió el fraternal afecto de la familia Luque, y donde el naturismo se mantiene merced a la única labor de dichos amigos. Aquí no fue posible dar ninguna conferencia.
    Seguidamente pasé a Espejo, donde una crisis de trabajo mantenía dispersos a gran parte de los consecuentes naturistas de este sano pueblo. Es Espejo un pueblo notable por su grado elevado de sanidad y los frecuentes casos de longevidad que se dan en él. Situado sobre un cerro, en cuyo espejo se mira toda la provincia, sus mujeres se ven obligadas a subir empinadas cuestas con su cántaro de agua cogido en las fuentes de la ladera, y semejan la gallardía, derechura y fortaleza de las pescadoras vascas con sus cestos en la cabeza, o de las mujeres de Guisando o Candeleda en la sierra de Gredos, que como los hombres y niños, han andado y aun andan completamente descalzos, a pesar de que la mal entendida civilización va violando esta sana, natural y fortificante costumbre. En Espejo tuve la ocasión de hablar con una anciana de 101 años, que conservaba íntegras las facultades intelectuales y casi todo el poder de los sentidos, y que subía las cuestas haciendo competencia a sus incontables nietas y aun biznietas. Conservo su retrato y datos biográficos, deduciendo de ellos que el motivo de su longevidad ha sido su vida metódica y laboriosa, haciendo buena la frase de Rousseau, de que la temperancia y la laboriosidad son los dos verdaderos médicos del hombre. Su temperamento sanguíneo (el más vital de todos) y su buena constitución fueron las bases de su dilatada vida.
    Otros casos me citaron de personas de más de 100 años, entre ellas un anciano con 104 que viaja sólo. De la admirable salud y vigor del pueblo espejeño da también buena muestra el noble matrimonio propietario de la fonda que me albergó, ella de setenta y tantos años y de ochenta él, que después de haber tenido veinticuatro hijos, aun les queda vigor, a ella para atender a las necesidades de los huéspedes, y a él para trabajar en su oficio de sastre (al cual se dedica desde los nueve años), a más de bajar por mañana y tarde , haga buen o mal tiempo, a buscar a los viajeros al automóvil, aprovechando las ocasiones para su acostumbrado paseo. Esta buena señora me dijo, hablando de cómo había criado a sus hijos, esta frase clarividente en su misma ingenuidad: “Yo creo que la limpieza es superior a la medicina”. Es la medicina misma, hube de contestarle apresuradamente.
    Uno de los hijos de este buen matrimonio es el consecuente,  puro naturista y buen amigo Demófilo Villatoro, que nos hubo de acompañar en nuestra visita a Fernán Núñez, y que fue ganador en Espejo de un concurso de levantamiento de pesos, y por cuya atlética y armónica musculatura es un verdadero caso práctico de crédito para el Naturismo, tanto más cuanto que, gracias a la higiene naturista integral, no se ha hecho esta exuberancia física con detrimento de la inteligencia y el espíritu.
   De Espejo, donde tampoco fue posible dar conferencia, pasé a Castro del Río, la perla del Naturismo cordobés, en donde los amigos de siempre me demostraron su invariable amistad y su firme convencimiento en nuestras ideas de salud, paz y tolerancia.
    Apenas entre en el pueblo, adonde llegué andando desde Espejo, con el buen amigo Bello, me encontré a su actual alcalde D. Antonio Pérez, a quien tantas atenciones debe el Naturismo de este pueblo, y ya en su seno, quien me notificó tener un local a mi disposición para dar una conferencia naturista e indicándome su deseo de que hablase del árbol frutal, ya que, en colaboración con los naturistas de este pueblo, proyecta una fiesta del árbol que desentumezca la opinión del vecindario en este punto.
    En el local de las escuelas públicas - cuyas clases hubieron de suspenderse para hacer mi disertación -  nos reunimos, presididos por el alcalde y los naturistas de Castro, todas las personas que permitió uno de los salones, y tuve el gusto de hablarles de la utilidad de los árboles frutales y de sombra, y como propina, de los errores de la terapéutica por drogas, vacunas y sueros, cuyo punto motivó la indignación de un profesor veterinario, quien con nuestra venia refuto mis argumentos y me dio motivo para que en mi rectificación explanase a mis anchas (aunque no del todo) los argumentos en contra de tan funestos procederes. Dicho señor veterinario, al terminar la conferencia, me invitó a ser vacunado para convencerme de la utilidad de esta práctica, y yo, ni que decir tiene, me dejé … no vacunar.


    De Castro, donde siempre recibí inmerecidas atenciones de aquel grupo naturista, pasé a Baena, donde ahora he estado por primera vez.
    Realmente en Baena no hay Naturismo propiamente dicho, sino unos cuantos hombres y alguna mujer de buena voluntad, curados con nuestros tratamientos, agradecidos al método natural, que ahora empiezan a estudiar nuestras ideas en todas sus ramificaciones. Son ingresados por el dolor, que han sabido aprovechar las lecciones del mal, y que empiezan a vislumbrar las puertas del paraíso perdido. Entre ellos, Félix Ortega, la familia Galisteo y algunos otros, cuyos nombres no tengo ahora en la memoria, sobresalen por su fe, su rectitud y su sinceridad. Son personas modestas dignas de nuestro apoyo. Haciendo un sacrificio pecuniario y de tiempo organizaron a maravilla una conferencia en el teatro grande, en la que les hable de alimentación vegetariana, tema con el que acostumbro a iniciar la exposición de ideas naturistas en todos sitios, por considerar fundamental para el resto de la evolución humana el vencer al vientre. La concurrencia fue realmente extraordinaria, no faltando, según me dijeron, los cinco médicos del pueblo; es el primer caso en que me ocurre semejante cosa, lo cual habla muy en favor de la propaganda hecha por los naturistas baeneros, y de mis cinco colegas, que, al contrario que la mayoría de los demás pueblos, han demostrado interés por saber algo más, algo nuevo.
    De Baena salí para Montilla en compañía del buen amigo y convencido naturista de Priego D. Juan Luque. En Montilla, donde otras veces estuve y dí conferencias, sólo encontré la buena amistad de los incondicionales de siempre y especialmente D. Antonio Martínez, que con la inteligente ayuda de su esposa, mantiene una troupe de pequeños naturistas que da gloria verla. En Montilla se conoce que la fuerza del vino ha vencido a la del Naturismo, pues aparte algún nuevo ingresado por el dolor, no hay ni un nuevo naturista por convicción. ¡Lástima grande que esto suceda en un pueblo de salud tan diferente, y donde, por causa del alcohol, tanto abundan los enfermos del hígado y del corazón! Aun no han conocido los avisos del mal.
    Después de Montilla tocó mi suerte en Fernán Núñez, pueblo más culto y de más interés por el estudio y las cosas elevadas, como lo prueba su centro filarmónico, que dio una nota fuertemente simpática, allí en el teatro di una conferencia sobre las verdades tradicionales de la medicina naturista, que fue escuchada con singular interés. Los amigos de aquel grupo siguen con toda su  fe la propaganda naturista, predicando con su ejemplo.



    Al día siguiente nos despertó la ventura de una deliciosa excursión a una huerta de Montemayor,  donde en compañía de los naturistas de Fernán Núñez y los entusiastas amigos de aquel pueblo pasé uno de los mejores días de mi vida. Allí, en contacto con nuestra Eterna Madre, tomamos un gratísimo baño de sol y nos dimos un soberbio baño de natación en un poético estanque rodeado de naranjos. Todo un poema de naranjas, agua y sol, en pleno noviembre, que terminó con un ágape de honor a la Vida, en el que se turnaron las deliciosas uvas, el melón sano y refrescante de aquellos terrenos, y las insuperables granadas del suelo cordobés. Al ver a aquel grupo de hombres unidos por el color moreno de su cuerpo, por esa mota de profunda igualdad que da la ausencia de esa cáscara hipócrita y endiosada que se llama vestido, por su comunión de ideas sanas y sencillas, tomando por todo alimento algunas frutas y bañando su cuerpo en el agua fina del mes penúltimo del año, algo dulcificada por el majestuoso sol andaluz, cualquiera hubiese juzgado serenamente de nuestra positiva locura , de la cual no hemos ni de justificarnos siquiera , si es cierto el refrán de que sólo los niños y locos saben decir las verdades, pues si fuésemos como niños, no olvidemos que Cristo nos prometiera el Reino de Dios, y si como locos se nos tildase, nos consolaríamos con poder decir la Verdad.
    Con esto terminé mis andanzas cordobesas después de haber tendido nuevos lazos y fortificado los antiguos.

CONTINUARÁ