Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

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19 abril 2014

INTOLERANCIAS: LA SEMANA SANTA DE CASTRO DEL RÍO DE 1920.




    El 1º de abril de 1920 retornaba a la Alcaldía de Castro del Río el farmacéutico don Andrés Criado Rodríguez en sustitución de don Antonio Pérez López Toribio, pertenecientes ambos a la mayoría liberal fernandista. Su primer contacto de calle con la vara de mando lo tuvo durante la celebración de la Semana Santa de aquel año.

   Unos incidentes, ocurridos en la procesión del Santo Entierro de la noche del viernes, le obligaron a permanecer durante buena parte del día siguiente encerrado en el despacho de la Alcaldía redactando un telegrama urgente dirigido a la primera autoridad provincial. Por fin, a las 4 h. 50 m. de la tarde era depositado en la estafeta telegráfica el siguiente despacho:

  “Sobre las nueve de la noche de ayer al pasar la procesión del Santo Entierro por la Plaza de San Rafael, se aproximó un sujeto a la escolta de los romanos que acompañaban el Santo Sepulcro y profiriendo insultos a uno de dichos romanos se suscitó una cuestión que llevó el pánico a la inmensa multitud de hombres, mujeres y niños que se desbordaron en huida, produciéndose alarmante confusión, dando ocasión al consiguiente atropello. Hice grandes esfuerzos por calmar el movimiento, logrando la reacción después de quedar las imágenes abandonadas en el suelo y rotos gran número de los faroles que alumbraban a los santos, con desperfectos en algunos de ellos.
    Hasta ahora no tengo conocimiento de que ocurrieran desgracias personales pero si muchos heridos leves y contusos, y hasta la Casa Ayuntamiento han llevado muchos mantones, chales y mantillas, y hasta un alfiler de oro de caballero que quedó en el suelo en el lugar del suceso.
   La policía practica gestiones en busca del sujeto que dio motivo al grave incidente, que según rumores, se trata de un caracterizado sindicalista que persiguiendo deslucir la manifestación religiosa propia del día se propuso disolverla por semejantes medios, lo que pudo motivar un día de luto para el vecindario.
    Tan pronto como logre su detención como la de aquellos otros que pudieran estar confabulados los pondré a disposición del juzgado.
   Ahora mismo se me presenta un oficio del Centro sindicalista comunicándome que a las tres de la tarde del día de mañana se celebrará una reunión pública en el teatro Cervantes para tratar cuestiones de asociación y reorganización. Como pudiera ser que semejante reunión tuviera alguna conexión con el incidente brutal ocurrido anoche, se lo comunico a V.S. absteniéndome de autorizarlo hasta tanto conozca su criterio para obrar con arreglo a las instrucciones que espero de  V.S. con la urgencia que reclaman las circunstancias, pues temo que en dicho acto se exalten los ánimos y puedan excitar a las masas a cualquier otro escándalo que produzca alteración del orden público, puesto que los elementos del Centro Obrero, por sus ideas sindicalistas, sólo pretenden en toda ocasión atentar contra la normalidad y tranquilidad de la población. Le ruego encarecidamente  me diga que he de hacer respecto al mitin o reunión pública que solicitan para el día de mañana”.

   El mitin solicitado por el Centro Instructivo de Obreros sería finalmente denegado.

   El Defensor de Córdoba,  responsable en parte de lo sucedido como argumentaremos más adelante, tardó casi una semana en hacerse eco de la noticia, que nos presenta con alguna ligera variación en relación al comunicado oficial:

    “La procesión del Santo Entierro lucía perfectamente hasta llegar a la Iglesia Mayor en la que ocurrió una salvajada, que así puede llamarse, en la que pudieron ocurrir muchas desgracias. Un individuo del Centro Obrero, que dice ser sindicalista, venía desde la salida de la procesión insultando a uno de los soldados romanos. Cansado éste de sufrir injurias e insultos, amenazó con una lanza al insultante, y lo hubiera pasado mal si no llega a ser por la intervención de otros romanos y de  la policía que estuvieron a punto de evitar el lance y poner preso al autor de tan criminal atentado, sin poderse evitar los atropellos y sustos de las mujeres, niños y niñas, que algunos resultaron con heridas y contusiones. Reina gran indignación entre las personas cultas y sensatas, que protestan contra hecho tan vandálico y solicitan caiga el rigor sobre del atentado”.


     La noticia se prestaba a su rápida propagación a través de la prensa por los más dispares rincones de la geografía española.
     En unas primeras comunicaciones mantenidas entre el nuevo Alcalde y el Juez de Instrucción del Partido, unos informes suministrados por el jefe de la Policía Municipal (Andrés Villatoro) apuntan  hacia dos caracterizados sindicalistas como responsables de los hechos. Sus nombres, Rafael Villegas García y Rafael Márquez Porcel, quedando este último detenido en la cárcel del partido a disposición del Juzgado.
    En una comunicación posterior se adjunta un nuevo informe al respecto:

   “El jefe de los municipales ha obtenido una confidencia reservada de M. R., que tiene su domicilio en la calle Alcaidesa, que asegura haber oído que en el Centro Obrero  habían sido designados por sorteo doce individuos para que por cualquier medio atentaran contra las procesiones de Semana Santa”.

    También aparecen relacionados los nombres de los heridos y contusos por si estiman a bien personarse como acusación: Manuela Ramírez Arjona (Trastorres), Dolores Bravo Moreno y Juana de la Rosa Córdoba (Casas Altas), Francisco Torronteras Millán (Plaza de la Iglesia), una hija de Rafael Ruz Rosa que habita en la Huerta de las Ventanas y Blas Lucena Bracero, sus hijos Manuel y Dolores, con domicilio junto a la Fabrica de Carbonell.
    El asunto terminaría con el procesamiento de los vecinos Rafael Márquez Porcel, Rafael Nuflo Cid (a) Cebolla y Bernardino Villegas García, “sujetos que no gozan de buen concepto público y que como afiliados al Centro Obrero Sindicalista se han significado en los movimientos organizados por dicho centro contra la normalidad del orden social de la población”.


    Hasta octubre de 1923 no llega a resolverse el juicio en la Audiencia Provincial, resultando finalmente condenado Márquez, a la pena de seis meses y un día de prisión correccional, y absueltos sus compañeros.
    Esta manifiesta intolerancia contra la religiosidad popular, sin precedente hasta la fecha, tiene su explicación o razón de ser. Que conste que no pretendemos justificarla, simplemente explicarla y situarla en su contexto histórico.  
   Durante el Trienio Bolchevista (1918-1920) la clase patronal agrícola cordobesa se ve desbordada por la pujanza y fortaleza reivindicativa de las organizaciones obreras, especialmente tenaces en aquellas poblaciones en las que había arraigado el anarcosindicalismo desde principios de siglo, caso de Castro del Río o Espejo.
    La intensa conflictividad social rompe la tradicional armonía, se genera desconfianza, intolerancia y actitudes de  intransigencia de la que también participaban los “castreños de orden”.
    Cuando a principios de 1920 el conflicto parece remitir y empieza a cundir la desorganización y el desánimo entre las filas sindicalistas, recala en la provincia de Córdoba una misión propagandista de acción social católica agraria encabezada por el padre jesuita Sinisio Nevares. El promotor de la gira era el montillano don Francisco Alvear (VI Conde de la Cortina), primero en apostar por el movimiento social cristiano en la provincia. Su propósito estaba claro, se buscaba la creación y arraigo por toda la geografía provincial de Sindicatos Católicos en los que pudieran convivir armónicamente patronos y obreros, y así poder contrarrestar, atenuar la acción  o liquidar aquellos otros anclados en la tradicional lucha de clases.
    Después de Montilla, donde ya existía organización desde 1917, las siguientes escalas de aquel periplo misionero iniciado a principios de marzo de 1920 fueron  las villas de Espejo y Castro del Río.



   El padre Nevares se hacía acompañar de un obrero llamado Juan de Dios Manuel, que decía ostentar la representación del Secretariado de los Sindicatos Católicos Ferroviario y Minero. Es precisamente J.de D.M. quien realiza la cobertura informativa de aquella gira a través de las páginas amigas del diario El Defensor de Córdoba. En todos los pueblos cuentan con la obligada colaboración del párroco o arcipreste, así como la de los más destacados miembros de la patronal agrícola.
     Remite una primera crónica partidaria desde Castro del Río en la que se hace eco de cierto alboroto con motivo del accidentado mitin de presentación celebrado en el teatro Cervantes. El arcipreste del partido don Antonio Márquez, el obrero Juan de Dios Manuel y el Padre Nevares, hicieron uso de la palabra en ese mismo orden. Conforme explicaban su armónico plan de organización social y trataban el problema de la propiedad de la tierra fueron interrumpidos en reiteradas ocasiones por los sindicalistas, que finalmente llegaron a  irrumpir en el escenario en petición del uso de la palabra, que según el cronista “les fue concedida por la autoridad accediendo al ruego de los propios propagandistas católicos”. Un reto de controversia lanzado por Dionisio Quintero Garrido, maestro de la Escuela Racionalista del Centro Instructivo de Obreros y destacado dirigente, parece ser que fue recogido por el párroco del Carmen don José Luís Aparicio, que propone que ésta sea sostenida bien de palabra o por escrito en torno al tema “Como la regeneración de los trabajadores ha de venir por los sindicatos católicos”, permitiéndose a los sindicalistas sostener el punto de vista contrario. La controversia no llego a celebrarse. Según J. M. de D. “se acobardaron los elementos levantiscos, que desalojaron el salón comentando las incidencias del acto”.
    Juan Manuel de Dios fustigó a los elementos patronales “por la pasividad y abandono con las que han mirado a sus obreros en asuntos de tanta monta como son las reivindicaciones justas y el perfeccionamiento moral, que han contribuido no poco al fomento y arraigo del anarquismo en este pueblo hasta el extremo de poder considerarse como la cuna del anarquismo en esta región”.
    No faltaron sus alusiones a la labor educativa desplegada por el centro obrero desde su escuela laica basada en los principios de la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia: “Estos son los frutos recogidos por la enseñanza que en las escuelas racionalistas que desde el año 1905 vienen funcionando y son los resultados de los congresos anarquistas, en los que se adoptaron los acuerdos del incendio y la destrucción de las cosechas”.
    El padre Nevares, en párrafos vigorosos, llegó a decir que “la Iglesia había sido la única institución que ha procurado siempre librar de la esclavitud a los pueblos, y cómo los católicos son los únicos que se ven libres de la tiranía de las cadenas y de la opresión”
    Tras explicar que son los Sindicatos Católicos, hace un detenido estudio sobre las ventajas de las Cajas Rurales de préstamos, encomia las virtudes de la provisión, el ahorro y los socorros mutuos en caso de enfermedad, terminando “pidiendo perdón al auditorio y abrazando junto a su corazón en señal de perdón también, a todos aquellos que fanatizados, no guardaron las formas de hidalguía que caracterizan al pueblo andaluz”.


    Como aquel mitin, a consecuencia de las continuas interrupciones, no pudo desarrollarse por cauces de normalidad se organizó otro para el día siguiente en el mismo escenario (5 de marzo). Los propagandistas estuvieron arropados por la primera autoridad local y por varios notables de la localidad comprometidos con la puesta en marcha el Sindicato Católico afecto a la Confederación Nacional Católico-Agraria (CNCA).
   El R.P. Nevares pudo explicar con más detenimiento “la beneficiosa influencia de estos sindicatos y los favores que a los pueblos facilitan”.
   De aquella reunión saldría una primera Junta Directiva. La presidencia recayó en el labrador y almazarero don Rafael Criado L. Toribio, la vicepresidencia en el agrarista y ex alcalde conservador don Antonio Navajas Moreno, mientras que del ingrato cargo de tesorero-contador se responsabilizaba el ex seminarista y abogado don Manuel Castro Merino a) Cabeza Cazón. El joven párroco de El Carmen, don José Luis Aparicio, sería el encargado de orientar su marcha dentro de los principios de la asociación social cristiana propagados por el Padre Nevares.

Don Antonio Navajas Moreno (de ala ancha)


    Sobre la tribuna, el labrador don Antonio Navajas Moreno, con el fin de allegar al mayor número posible de adeptos a la causa, sorprende con un espontaneo ofrecimiento. Se muestra predispuesto a ceder a los aproximadamente 300 colonos a los que tiene subarrendadas parcelas, la explotación directa de las mismas al mismo precio que él las lleva. Otro señor, cuyo nombre no trasciende, ofrece 150 fanegas de tierra para distribuirlas entre los socios, mientras que un comerciante,  Pablo Yepez Lort, promete trato de favor a los obreros-socios a la hora de abastecerse de los artículos suministrados en su establecimiento de paquetería.
     Como resultado de tal cúmulo de actos de generosidad y altruismo, salieron de inmediato un buen número de obreros castreños dispuestos a engrosar sus filas.
     Todavía antes de abandonar los misioneros la “manumitida” villa de Castro del Río celebraron una última reunión en el Círculo de Labradores al objeto de hacer un llamamiento en pro de allegar fondos con los que constituir la necesaria Caja Rural. En menos de una hora se reúne la suma de 119.900 pesetas, de las que 11.500 son donativos y el resto imposiciones de ahorro.
      La maniobra del “gato palo”, como era conocida despectiva e irónicamente esta argucia de captación entre el proletariado rebelde, había operado el efecto deseado.
      Las reiteradas y grandilocuentes alusiones de Juan de Dios Manuel al arrollador triunfo de sus postulados, tal como se desprende de las sucesivas crónicas remitidas al Defensor de Córdoba, debieron de excitar los ánimos de los anarcosindicalistas locales. Seleccionamos algunos párrafos de su reiterativo e interesado discurso:

    “La mecha ardorosa ha prendido e inflamado los corazones de ese amor mutuo de unas clases para con otras y Castro del Río, grande por su historia, rico por su suelo y noble por sus habitantes volverá a ser lo que fue un día, mansión patriarcal donde se vivirá única y exclusivamente del bien y para hacer el bien”.

   “El milagro esta hecho, el pueblo de Castro del Río, avivado en su celo amoroso hacia el solar querido y hacia la religión se sus mayores, se sacudió el aletargamiento que hacía 20 años se hallaba sumido y formó a la vanguardia de esa gran cruzada emprendida por la sindicación cristiana para la restauración de los pueblos”.

    “Pueblo de Castro del Río, has salido a la palestra, has pisado la arena para luchar por Cristo y forzosamente has de vencer en Cristo”.


     Una vez realizado este necesario inciso sobre aquella misión del Padre Nevares, que nos puede servir para entender y nunca para justificar aquellos incidentes en la procesión del Viernes Santo, retomamos el asunto.
     Tal como ya relatábamos le tuvo que resultar imposible a la autoridad judicial demostrar que se trataba de un planificado y premeditado atentado orquestado desde el Centro Obrero, aunque la sospecha parece más que fundamentada. Así aparece también expresado en la tradición oral, que refiere que, además del incidente con la escolta romana, desde los tejados de su sede social de la C/ Colegio 15 se lanzaron algunas piedras coincidiendo con esos momentos de desconcierto y desbandada general.
     Sea como fuere, organizado o improvisado, creemos que no debió de ser casual la elección de la cofradía contra la que se debía de atentar, la más señorial y brillante de cuantas participaban en sus desfiles procesionales de Semana Santa. Nos referimos a  la muy antigua y venerable hermandad del Santo Sepulcro y Soledad de Nuestra Señora, que había ganado considerablemente en esplendor con la llegada al cargo de Hermano Mayor de don Francisco Algaba Luque en el año 1918. A ella pertenecía la práctica totalidad de la burguesía agraria de Castro del Río y tenía su sede en la Iglesia Parroquial de El Carmen, de la que era precisamente párroco don José Luis Aparicio, alma mater del recién creado sindicato católico.



    Otra consideración a tener en cuenta es en lo referente a la composición social de las tradicionales escoltas de romanos. Históricamente se nutrían de personas de extracción social humilde seleccionados entre el personal de confianza de los labradores y propietarios relacionados con las cofradías. Su voluntariosa presencia, suponemos, sería recompensada justamente con invitaciones a participar las típicas celebraciones profanas cuaresmales y con los pertinentes refrigerios en los gastronómicos descansos de las procesiones de Castro del Río. Los primeros militantes obreros del sindicalismo católico debieron de salir de entre estas personas, que desde la otra orilla eran tachados con apelativos despectivos como los de  “paniaguados” o ·estómagos agradecidos”.
     La posterior evolución del sindicato católico y el análisis sobre la puesta en marcha de las prometidas y caritativas mejoras sociales para el proletariado agrícola de Castro del Río, la dejamos aparcada para otro momento.

FUENTES UTILIZADAS

   Prensa periódica provincial: Diario de Córdoba, El Defensor de Córdoba y Montilla Agraria.
   Prensa obrera: alguna referencia aislada procedente de Tierra y Libertad.
   Archivo Histórico Municipal de Castro del Río: Copiadores de correspondencia del Alcalde con el Gobernador Civil y con las autoridades Judiciales.
   Juan Díaz del Moral: Historia de las Agitaciones campesinas andaluzas. Alianza Universidad. 1984.

    PD: Durante esta entrada nos hemos estado refiriendo constantemente a comportamientos, actitudes y  mentalidades de los castreños de hace casi un siglo, por lo que cualquier parecido o comparación con la realidad actual está totalmente fuera de lugar. Afortunadamente la sociedad ha podido desprenderse poco a poco de ese servilismo casi feudal de otrora.
     Con respecto a las tradicionales celebraciones de Semana Santa, cada día más populares y participativas, en un obligado ejercicio de tolerancia hemos de aprender a respetar las diferentes maneras que los andaluces tenemos de celebrarlas. Un servidor en concreto, para nada religioso, por vivencias personales profesa especial admiración por ese cúmulo de singularidades que la Semana Santa de Castro del Río ha sabido preservar y conservar sin apenas modificaciones.

14 febrero 2012

Una Virgen Dolorosa de Castro del Río anterior a 1936.


     Días pasados alojé en el muro de Vivencias Castreñas dos estampas de vírgenes, sugiriendo a los participantes, mediante una especie de concurso (con sustanciosos y rodadores premios: una docena de aguacates y un trompo), que intentaran asociar una de la dos con la titular de una Cofradía de Semana Santa de Castro del Río de las que salían en procesión por sus calles con anterioridad a los tristes sucesos del año 1936.
      Para dificultar la tarea, en paralelo a la presumiblemente auténtica, infiltré la fotografía de otra talla perteneciente a la Semana Santa de la capital cordobesa bajo la misma advocación, que atinadamente dos personas supieron identificar a primera vista o mediante la barra de Google. La cosa quedaba relativamente fácil y la cuestión reducida a las tres advocaciones marianas titulares de las respectivas cofradías históricas.
     El pie de foto que aparece en letra impresa junto a esta virgen, localizada y ubicada en la prensa histórica cordobesa, aunque permite un descarte, no terminaba de disipar mis dudas. 
     Pensé desde un principio que con el concurso podría clarificar la cuestión, como efectivamente ha sido, gracias a los comentarios del saetero y pregonero castreño Juan Luis Navajas Carvajal, hombre muy implicado en la preservación de determinadas tradiciones populares autóctonas relacionadas con esta fiesta, partícipe y muy amante de ella.

     Disipemos en primer lugar la intriga o duda generada en torno a la procedencia de la imagen. 

      Durante el periodo comprendido entre 1932 y 1934, por motivos sobradamente conocidos, en Córdoba capital no sale procesión alguna a la calle. Las diferentes cofradías exponen a sus titulares en sus respectivas sedes, montando las imágenes en los tronos. En la de 1935 con la coalición de centro derecha instalada en el poder de la nación, se organiza un sólo cortejo procesional el Viernes Santo, en el que participan las ocho cofradías existentes en 1931. En la de 1936, con un clima social poco propicio, después de la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero, sólo la cofradía de la Virgen de las Angustias efectúa su desfile procesional el Viernes Santo.


    Como el patrimonio cofrade cordobés, por razones obvias, no había sufrido daño alguno en la capital, para la Semana Santa de 1937 las autoridades militares, civiles y eclesiásticas del nuevo orden pondrán especial empeño en recuperar el  pasado esplendor de su Semana Santa.     
    La prensa provincial de la época se hace especial eco de esas celebraciones, y el diario Azul (órgano oficial de Falange Española y de las JONS en Córdoba) le dedicará el 25 de marzo (Jueves Santo)  un especial, en el que junto al programa de cultos y procesiones, se incluyen oraciones, poesías, elegías y parábolas alusivas a la pasión, entre las que se inserta abundante publicidad y alguna que otra fotografía. 
                                            
     Ilustrando un poema titulado Dolores es donde aparece esta Dolorosa de Castro del Río:

     
     Como podrán comprobar, en el pie pone textualmente: “La Dolorosa de Castro del Río (su paradero se ignora)”.

     Partiendo de la minuciosa información proporcionada por Juan Luis, en vivo y en directo, sobre lo recogido en el último libro del principal estudioso de la Semana Santa de Castro del Río, Juan Aranda Doncel (que no lo tengo en mis estanterías, si el primero que abarca hasta 1900), y la pertinente comprobación y descarte hecho por el propio Juan Luis (que secundo después de ver la fotografía que generosamente me ha remitido), cotejando esa fotografía antigua de La Dolorosa (Mayor Dolor) de la Cofradía de Jesús Nazareno que aparece en la obra de Aranda Doncel, con la espectacular corona de orfebrería que luce la imagen de la foto que mostramos, forzosamente tenemos que pensar de que pudiera tratarse de La Dolorosa o Virgen de los Dolores de la Cofradía de la Veracruz, de la que por lo visto no se conserva referencia gráfica alguna.

Dolorosa de Jesús Nazareno anterior a 1936
     Lo que me ha llamado poderosamente la atención son esas palabras entre paréntesis sobre su ignorado paradero.
     Me cuesta entender, que seis meses después de la caída o toma de Castro del Río, la persona que facilitara esa fotografía al periódico o la propia redacción no tuvieran noticia detallada de esos tan aireados “atentados sacrílegos” cometidos contra la imaginería religiosa en Castro del Río y en la mayoría de los lugares donde no triunfó la sublevación militar desde un principio. 
     Cabe la posibilidad, de que esta imagen fuera totalmente consumida por el fuego sin dejar rastro alguno. Pero también la duda nos excita a poner en vuelo la imaginación y contemplar otras hipótesis: como la de que fuera puesta a buen recaudo por alguien que con posterioridad  por miedo no se atreviese  a sacarla; que viajara en unión de milicianos y población civil en aquel precipitado éxodo iniciado el 24 de septiembre de 1936 a través de la carretera de Bujalance, antes de que fuese tomado el pueblo definitivamente  por el ejercito nacionalista; quién nos asegura, en su caso, que durante ese largo periplo por la vecina provincia jiennense, que dio acogida a gran parte de los evacuados por la guerra,  no pudo esa Virgen cambiar de manos… 
     Son todas meras hipótesis. Lástima que la Causa General de Castro del Río no esté digitalizada y de libre acceso en el portal de Archivos del Ministerio de Cultura. Detalles e inventarios de daños sufridos por la Iglesia suelen venir reflejados en este tipo de documentación. Habría que sumergirse en el Archivo Histórico Municipal o en el Diocesano en busca de documentos que ratifiquen su destrucción.
     Incluso, contemplo la posibilidad de que la imagen publicada proceda del archivo fotográfico del diario republicano La Voz, confiscado por los golpistas  y de cuya rotativa se sirve Azul para sus tiradas. Sería cuestión de pasearse por las páginas de La Voz y otros diarios cordobeses de los años treinta y anteriores en busca de información profusa y detallada sobre esta talla con el fin de poder certificar esa presumible asociación que hacemos con la de la Veracruz. 
     Pudiera darse también el caso que al dársele publicidad a esta fotografía emergiese de algún archivo privado alguna estampa antigua sin identificar de similares rasgos a los que claramente se aprecian en esta Dolorosa.

     También se me ocurre y se debe estimar, un posible error humano del cajista o impresor a la hora de seleccionar la foto publicada. Y hasta la posible confusión con vírgenes de otras localidades cordobesas con el apellido “del Río”.

    Abandono definitivamente ese obligado discurrir por terreno hipotético para detenerme brevemente en otras noticias de aquella Semana Santa cordobesa de 1937, que guardan relación con el pueblo de Castro del Río.

Maestro Algaba 1936

    Dentro del programa oficial de actos, el Excelentísimo Ayuntamiento de Córdoba, en colaboración con la emisora de radio local, organizó un Concierto Sacro y un Concurso de Saetas en el Gran Teatro "a beneficio de los niños del Hospicio". El programa incluía “el estreno de dos marchas procesionales de las que es autor el aplaudido compositor don Francisco Algaba Luque, muy elogiadas por los inteligentes”. Cristo del Carmen y Pobre Hija Mía, fueron interpretadas por la Banda del Requeté de Córdoba y debieron formar parte de su repertorio en los diferentes desfiles procesionales en los que tomó parte la banda durante ese año.
     En el concurso de saetas, también haremos constar la participación de un castreño, llamado José Alba, presentado como “Niño de Castro” y clasificado en el 5º lugar, lo que le serviría para embolsarse 25 pesetas de premio.
     Esas dos excelentes marchas procesionales cuando se reconstruye la Hermandad de la Soledad y el Santo Entierro de Castro del Río, pasaran a convertirse en parte indisoluble de la misma, sumándose a los muchos particularismos que caracterizan a la Semana Santa de este pueblo cordobés.

22 abril 2011

La soldadesca de la cofradía de Jesús Nazareno de Porcuna.


   La proliferación de entradas en este blog relacionadas con el movimiento obrero libertario, la masonería, partidos políticos de izquierda, etc... fruto de cierta cojera que padezco en esa misma pata, que a veces contrarresto con un calzo que me ayuda a equilibrarme, evidencian mi firme condición  y convicción de ateo o agnóstico, o como queramos llamarle. No me gusta lo de apóstata (suena como a sí tuviera uno problemas para mear), ya que de hecho sigo siendo católico, pues fui bautizado en la religión, hice la primera comunión vestido con un  ostentoso traje de Caballerero de la Orden de Santiago adornado con hombreras y cordones dorados, aunque me libré de la posterior confirmación.
   Habrá quien se extrañe de mi repentino interés por la Semana Santa por las tres entradas consecutivas. 
   En  nuestro solar patrio por su tradicional carácter católico y confesional han proliferado a lo largo de los tiempos numerosas manifestaciones externas de culto en torno a advocaciones marianas u otros santos de la fe. Un lugar principal desde el siglo XVI, en que nacen las cofradías penitenciales, hasta nuestros días lo ocupan las tradicionales celebraciones de Semana Santa, que cada cual vive como sabe, quiere o puede.
   A mí particularmente la Semana Santa me atrae desde el punto de vista artístico, folklórico, sociológico o antropológico, valorando positivamente la pervivencia de determinadas tradiciones populares (caso de la de Castro del Río, cuya admiración por ella queda patente en entradas e ilustraciones anteriores).
   Desdichadamente no es el caso de la de Porcuna, consolidada con cierta pujanza durante los últimos tiempos, pero que prácticamente carece de raíces que la entronquen con los tiempos pretéritos.
   Poniendo orden entre mis papeles me he reencontrado con un artículo de Manuel Heredia Espinosa correspondiente a la revista de feria del año 1963, dedicado a la singular Soldadesca de la Cofradía de Jesús Nazareno desaparecida durante la Republica y que ya no se retomó en la postguerra, entre otras cosas porque a la citada cofradía le costó bastante tiempo reorganizarse. Termina su artículo Manuel Heredia con estas palabras:

   “No nos hagamos ilusiones de que vuelva a rehacerse esta escuadra; porque primero habría que empezar por constituir canónicamente La Hermandad principal que casi no existe y no por falta de principios católicos entre los vecinos, sino por una desidia que se va apoderando del fervor cofradiero de antaño, dejándolo todo a la improvisación y no a una labor continuada durante todo el año”.

   Esa desidia a la que se hace referencia se prolongó durante bastantes años. Quiero recordar, sería en torno a 1975, ante la dificultad para encontrar a personas que quisieran introducirse (previo pago) dentro del carro para empujar a la imagen de Jesús Nazareno, a algún lumbreras se le ocurrió instalar una especie de vehículo automovil en su interior, que emitía un ruido ensordecedor y dejaba un espectacular rastro de humo por su tubo de escape y un tufillo a derivado del petroleo, que paliaban, como buenamente podían, los monaguillos meciendo sus incensarios.

   Como el artículo sobre los “Soldados de Jesús” es bastante extenso me limitaré a organizar y estructurar su contenido transcribiendo lo estrictamente relacionado con ellos. Su autor se vale para su elaboración casi exclusivamente de la tradición oral y de unas fotografías antiguas que le sirven para describir su indumentaria. Su propósito queda claramente patente en su prólogo, y como casi medio siglo después creo que mantiene vigencia su trasfondo, me sumo a él con mi aporte mecanográfico para que la pujante nueva generación de jóvenes semanasanteros porcunenses aprendan a mirar a su pasado:

   “En estos tiempos de indiferencia conviene mostrar a la juventud el tesoro histórico de su patria chica y dejarle constancia en letras de molde de todo lo bueno y todo lo típico ocurrido en nuestro solar, ya desaparecido o en trance de desaparecer por desgracia”.

HERMANDAD




   “Muy Ilustre Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Señor San Bartolomé fue la denominación que le impusiera el matrimonio fundador (finales del siglo XVI- principios del XVII), según hemos tenido ocasión de apreciar en unas citaciones a los hermanos, que hemos tenido ante nuestra vista, que están escritas a pluma. Aparte de la Fiesta de Regla del Domingo de Resurrección, la fiesta votiva de la Hermandad era o tenía lugar el 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz. La Hermandad estaba compuesta por personas de todas las clases sociales pero siempre predominó en ella el elemento pudiente y mucha nobleza. Aparte de los de los hermanos y cofrades que desfilaban en traje telar con cirio, existía una agrupación de unos setenta soldados uniformados a los que se les denominaba indistintamente: “Soldados de Jesús” o “Romanos de Jesús”, por llamarles de alguna manera, pues era tan peculiar su tocado, que el lego en la materia, produciría risa al verlos desfilar, pero no al porcunense de solera y amante de sus tradiciones, ya que su participación en las procesiones del 14 de septiembre, del Viernes Santo por la mañana en unión del Señor de la Humildad, San Juan de la Palma, La Verónica, la Magdalena, Nazareno y Virgen de las Amarguras, y por la tarde, con El Pelicano, San Juan Evangelista, Santísimo cristo de la Expiración, Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad, constituía un verdadero rito, por el hábito de verlos actuar, año tras año, por su desenvolvimiento y ...por ser consustanciales con nuestra Semana Santa”.


LA IMAGEN TITULAR



   Tradicionalmente se le viene atribuyendo al famoso imaginero natural de Alcalá la Real, Juan Martínez Montañés, aunque no existe documentación fehaciente que lo certifique. Manuel Heredia (en adelante mi chacho) se la atribuye a su gubia, sobre la base de:

   “No hay mas que ver la paridad de fechas entre la fundación de la Hermandad y la de la plena actividad del imaginero comprovinciano y, sobre todo, no hay más que mirar alguna de las estampas que aún quedan de la imagen, para apreciar la joya que destruyera el fuego y la perfidia de los iconoclastas, la cual tiene el sello característico de las tallas salidas de sus manos”.

   En su Historia de Porcuna también refiere la existencia de familiares directos del imaginero en Porcuna, caso del  fraile agustino Hernando de Peralta Montañés, coetáneo del escultor, y  la proliferación de entronques familiares habidos entre la nobleza local con la de Alcalá la Real pertenecientes ambas a la Orden de Calatrava.  Son sus habituales elucubraciones que ensombrecen un poco el valor real de su obra histórica (recordemos que se trataba de un simple aficionado con formación humanística autodidacta y que en sus tiempos el acceso a la información era bastante mas complicado y laborioso que en la actualidad).

 INDUMENTARIA

·        Sombrero cordobés de ala ancha.
·        Chaquetilla corta de pana negra, con mangas de piel de cabritilla amarilla, con coderas de cuero negro. Camisa blanca y corbata negra.
·        Calzón corto, también de cabritilla amarilla y galón negro en la costura exterior y ceñido a la rodilla con unos cordones negros, terminados en borlas del mismo color, a semejanza de los machos de los toreros.
·        Una faja negra, medias y zapatos del mismo color y, sobre la escotadura de estos, una hebilla niquelada, sin charnela.

  En cuanto a los orígenes, a falta de documentación recurre una vez más a la conjetura, y la citada indumentaria, que no era coetánea a la fundación de la hermandad, la relaciona con la que utilizaron lasMilicias de Porcuna" cuando, en unión de las de Bujalance, Montoro, Antequera, Carmona y Cádiz y el resto de las fuerzas del General Castaños, llegadas desde Utrera y las de Reeding, desde Granada, formaron la totalidad del Ejercito del Sur que quedó constituido en la reunión preparatoria que los generales celebraron en la casa nº 4 de la calle Bailén (otra conjetura más) que tuvo como primer efecto derrotar a los franceses en la batalla de dicho nombre, primer jalón de nuestra independencia del poder gabacho”.

   Dejémoslo pues como simple hipótesis. Una tesis parecida se baraja sobre los orígenes de las también peculiares turbas de coliblancos y colinegros (que en un principio eran lanceros antes que tamborileros) que perviven en la afamada Semana Santa de la vecina ciudad cordobesa de Baena, que los relaciona con el botín de guerra obtenido por  milicianos locales, enrolados en un batallón de voluntarios constituido por fuerzas procedentes del sur de la provincia de Córdoba, que participaron en la victoriosa batalla de Bailen. El parecido de sus cascos con los que utilizaba la Guardia Republicana Francesa le da ciertos visos de verosimilitud.
   Lo cierto es que algunas transformaciones se producen en las celebraciones de la Semana Santa durante las primeras décadas del siglo XIX, tras cierto desmadre anterior poco acorde con el espíritu religioso de la fiesta. La incorporación de armados y soldadesca en muchas poblaciones por esa fecha en sus desfiles procesionales de Semana Santa pudiera guardar relación con esos intentos de poner orden (una simple conjetura mía).
   En el folleto repartido en la exposición itinerante sobre la Batalla de Bailén, de reciente paso por nuestra localidad, quiero recordar que aparecía una ilustración con la indumentaria de las Milicias de Jaén (especie de garrochistas) que guarda cierta similitud con la de nuestra desaparecida soldadesca. Como consecuencia de mi caótica organización papelera lo tengo extraviado. Si alguien fuera tan amable de remitirme escaneada esa imagen se lo agradecería enormemente.

ARMAMENTO

 


   “El armamento consistía en una pica o lanza y una escopeta de las llamadas de pistón. El Viernes Santo sacaban solamente las lanzas y ambas cosas el día de Jesús. Tanto en una procesión como en otra era regulado el paso de la escuadra por el redoble de cuatro tambores.
   Las lanzas o picas, constituidas por un palo largo pintado en negro, de unos dos metros, que iba embutido en una pica de hierro con una cruceta en forma de hacha por un extremo y puntiaguda por el otro, según tendrán ocasión de ver los lectores en las fotografías que acompañan a este trabajo, portándolas enhiestas en la procesión de la mañana y arrastrándolas en la de la noche, cuando acompañaban al Santo Sepulcro.
    La víspera de Jesús, cuando los tamborileros anunciaban la Fiesta del día 14, solían disparar sus escopetas al aire en señal de júbilo y lo propio hacían durante el recorrido de la procesión, de dicho día, pero en vista de que aquello constituía un peligro no sólo para las macetas que adornaban los balcones del trayecto sino para las mismas personas que presenciaban desde los mismos el paso del cortejo, se prohibió esta espaciada función de fuegos de artificio, salida de aquellas escopetas cargadas por la boca con papeles y con estopa.
    Durante la Bendición de Nuestro Padre Jesús Nazareno en el Paseo de su nombre, en la noche del 14 de septiembre de cada año, también solían despacharse a su gusto los soldados, disparando sus escopetas al aire, en medio de desgarrados vivas a la Imagen y de las emocionales notas de la Marcha Real".
    La tradición de las salvas con escopeta pervive en el vecino pueblo de Lopera (famoso por su antigua producción de melón y por su vino cabezón) asociada a la festividad de Los Cristos en el mes de Agosto.



COMPOSICIÓN


   La escuadra estaba constituida en su mayoría por jornaleros-hermanos y , aunque habrá que silenciar los nombres de la mayoría de ellos, en honor a la brevedad, señalaremos como más significados y entusiastas a los hermanos Fernando y Eduardo González Heredia, mas conocidos por los hijos de “Juana la Uva”, que fueron Alcaldes de la Hermandad de Soldados, cargo cuyo atributo ostensible era el uso de una vara con borlas negras, ocupando en el cortejo la parte central y final de la formación, acompañado de dos soldados con su atuendo y armas. Otros soldados fueron: Rueda “el del camino alto”; Marcelo “el caminero” y dos de sus hijos; Antonio Casado Moreno “pies de plata”; Ricarte, padre e hijo; Luís Quero, “Mama Roscas”, Manuel el maestro del molino de don Luís “El Chato” (Luís Aguilera y Coca); Antonio “el nene”; Aguilera el aperador de don Manuel Funes y el Padre de la Pica (famosa saetera local).
   Los cargos principales eran los de Alcalde y Regidor. Antonio Casado Flores, mas conocido como “Escopeta el Pescaero” fue el último en regir sus destinos, con todo celo y entusiasmo, siendo también hermano Mayor de Luz en alguna ocasión.


EN LA SEMANA SANTA

 

Carrera de Jesús (sobre 1930)

   El Jueves Santo velaban durante toda la noche al Santísimo en la Iglesia de Jesús, piquetes de soldados en un continuo relevo. Una vez que el Clero y el Ayuntamiento terminaban de visitar los Sagrarios por todos los templos de la población en los que se había instalado Monumento, comenzaban los soldados y sus mandos a hacer lo propio, menester que era conocido en Porcuna con la denominación vulgar de “Andar las Estaciones”.
   La ermita de San Marcos, si bien no era visitada por la escuadra, por encontrarse extramuros de la ciudad, como quiera que se dominaba su emplazamiento desde el Ejido de San Benito, cuando los soldados llegaban a las proximidades del templo donde se venera al Santo Patrón de la ciudad, rezaban desde aquel lugar la Estación como si de San Marcos se tratara. Llevaba la dirección de los rezos el hermano coconido por Marcelo “el caminero”, que así lo hacía en todas las iglesias. Resultaba curioso escuchar el repiqueteo de las lanzas sobre el suelo, tanto al hincarse de rodillas como al levantarse, lo que realizaban al unísono.
   Durante el recorrido de las Iglesias, el soldado-hermano conocido por Pedregal, tocado de su atuendo, cantaba saetas a los Pasos, preparados en las mismas, constituyendo las improvisadas y sencillas letras una expresión sincera del catolicismo del pueblo y, en especial de la escuadra.
   Asistía también al Teatro del Descendimiento o Desenclavamiento, en unión de los también soldados de la Muy Ilustre Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Entierro de Cristo, cobrando por ello cada escuadra la cantidad de setenta reales que pagaba el Alférez de dicha Cofradía, según lo previsto en el artículo quinto de sus Constituciones.

Interior de la Iglesia de San Benito (Fototeca U. Sevilla)

   La fotografía que antecede fue realizada por el Catedrático de Historia del Arte Diego Angulo Iñiguez en una de sus numerosas excursiones por tierras andaluzas con anterioridad a la guerra civil. Por lo tanto el Crucificado que aparece a la derecha de la fotografía, bien pudiera tratarse del desaparecido que se utilizaba para el Teatro del Descendimiento.
   Este emotivo acto se celebraba el Viernes Santo por la tarde en la entonces llamada Plaza de las Herrerías, que no es otra que la actual de San Benito, en la que se colocaba un púlpito adosado a la pared del templo. Próximo a este se colocaba el paso del Crucificado y seis Soldados de Jesús y otros tantos de la hermandad de la Soledad que le daban escolta, cubriéndose el Cristo con un velo de tafetán negro, hasta que se daba la voz se su rompimiento, haciéndole bajar de un tirón y quedando la imagen al descubierto.



   Durante la procesión del Santo Entierro portaban los Soldados de Jesús seis banderas negras y en medio de las mismas iban dos soldados con escopeta a la funerala, conduciendo al Bueno y al Mal Ladrón, tocados estos con túnica y pena negra.
   Finalizada la procesión era curioso ver “batir las banderas, a los seis portadores de las mismas y a otros voluntarios en un alarde de reto, de habilidad y arabismo.
   Uno de los detalles mas emotivos de los que eran testigos mudos y coparticipes de grado, consistía en la obligación que tenían de acompañar por parejas a los penitentes que tenían promesa de recorrer de rodillas el trayecto que separaba alguna de las iglesias de la localidad y la de Jesús Nazareno, durante los días del Jueves y Viernes Santo. Estos penitentes solían llevar la cara cubierta y los pies descalzos y sólo los soldados conocían su identidad, toda vez que tenían la obligación de ir a recogerlos a su domicilio.


EN EL DÍA DE JESUS

 

Actual imagen del Nazareno impartiendo la Bendición

   Con anterioridad a la Fiesta de Jesús, ya había sido elegido el Hermano Mayor de Cera y el Alcalde y Regidor de los soldados. Una vez terminada la procesión del 14 de septiembre por la noche, marchaba la escuadra a la Plaza de la Villa acompañando al Ayuntamiento y al señor Cura Párroco, donde los hermanos mayores de Cera y los Soldados salientes se hacían traspaso a los entrantes de las insignias de sus cargos, haciéndose la entrega en plena plaza y a la vista de todos, soliendo ser interrumpido por las voces de todo el pueblo que pedía al Ayuntamiento la celebración de las tradicionales capeas, con el sonsonete de “toros..toros…”
   Al día siguiente celebraban los soldados la Fiesta de Regla y al terminar esta comenzaban a desfilar por las calles de la población para efectuar los tradicionales “Pesos” a cambio de trigo, en cuyo menester les acompañaba la Banda Municipal de Música. Delante del cortejo iban dos postulantes que recogían las limosnas de los transeúntes y de los vecinos que se asomaban a sus puertas, en sendos pañuelos anudados por los picos, amén del postulante oficial que lo hacía también los días de Fiesta, el ya mencionado Marcelo “el caminero”, que en lugar de pañuelo llevaba una bandeja honda con una imagen de Jesús en tamaño pequeño en el centro de la misma.
   “Los Pesos” se hacían entre los devotos de Jesús Nazareno, canjeados por kilogramos de trigo, que regalaban a la Hermandad para su sostenimiento y boato, como agradecimiento a su titular por las mercedes recibidas a lo largo del año.
   A tal efecto, iban provistos de un palo consistente, una romana y un recio tablero de madera de forma cuadrada, de cuyos cuatro ángulos salían cuatro fuertes cuerdas que se unían en su parte superior, formando un ojal en el que se prendía el gancho de la romana y que era donde se sentaba el devoto para su peso. Efectuado este, se recogía el cereal en costales que llevaban los soldados, para sus traslado al lugar designado para su almacenamiento o venta.


   El sistema de “Los Pesos” para recaudar fondos para las hermandades y cofradías, llego a estas muy extendido por nuestra geografía nacional. Son todavía numerosos los lugares donde pervive. El ejemplo más cercano lo tenemos en nuestra vecina localidad de Arjona, asociado a la Hermandad de los Santos Mártires Bonoso y Maximiano (Fiesta Santos), donde se conserva la costumbre asociada a otros ritos ancestrales.



OTROS USOS Y COSTUMBRES

LOS ENTIERROS

   Cuando fallecía un hermano-soldado, se le amortajaba con su propio traje de uniforme y acompañaban al entierro cuatro soldados vestidos de la misma guisa, iniciando el cortejo fúnebre las dos banderas de color de la Cofradía. A la puerta del cementerio se destapaba el ataúd y se rezaba un padre Nuestro por el difunto
   El Padre de la Pica, cuando ya vio cerca su última hora, pidió a sus familiares con toda devoción e insistencia que lo amortajaran con el traje de soldado según tenia la hermandad por costumbre. Este es el motivo por el que no hemos podido encontrar ninguno de estos que hubiera servido como pieza de museo.
   Menos mal que un porcunense de pura cepa ha tenido la precaución de guardar los clisés de unas fotografías que hiciera a dicha escuadra, que son las que ilustran el trabajo.

LOS BAILES DE HERMANDAD


   Tanto en las festividades de septiembre como el día 3 de mayo (Día de la Cruz) celebraban bailes los soldados y familiares en la llamada Casa de las Mulas, sita frente al antiguo cuartel de la Guardia Civil en la calle de los Gallos, amenizando dicho baile una reducida orquesta de cuerda formada por una guitarra y una bandurria.
   Como su vestuario no era demasiado suntuoso y requeriría de poco dinero para su mantenimiento, los ingresos generados por las cuotas de los hermanos soldados, unidos a los obtenidos por su participación en los desfiles procesionales y otros actos que mi chacho nos ha ido desgranando con todo lujo de detalles, serian destinados a esos días de convivencia lúdico-festivos.

EPILOGO: UNA OPINION PERSONAL

   Esa presunta arraigada devoción entre los integrantes de la soldadesca que nos apunta mi chacho, a veces iba algo más allá de lo estrictamente religioso. En nuestra Andalucía, el vino es compañero inseparable de cualquier celebración festiva, y en aquellas Semanas Santas, en las que los establecimientos encargados del despacho de bebidas permanecían cerrados por respeto al carácter solemne de la misma, el vino y el bacalao frito no faltaban en las casas y portales de la carrera oficial. Una anécdota relacionada con la soldadesca es la que me refirió en vida mi propio tío, que por motivos obvios no se incluye en este trabajo. Como afortunadamente la moral ha evolucionado considerablemente desde entonces me veo legitimado para contarla ahora:

   Una terna de soldados, tras abusar de los caldos durante la procesión del Viernes Santo por la mañana, se envalentonaron tomando un taxi en dirección a Córdoba la llana vestidos con su pintoresca y llamativa indumentaria. Su destino, una de las muchas casas de lenocinio de la capital cordobesa. Por su discreto vestuario y sus altisonantes voces aliñadas, fueron inmediatamente reducidos por la fuerza pública, frustrándose sus proyectos libidinosos y pasando a los calabozos de la comisaría hasta que pelaron la media cogorza.

   Otro aspecto que no se aborda con detenimiento, también por razones obvias, habida cuenta de su evidente inclinación de pata, es la manera en que los conflictos sociales propios del periodo republicano y la posterior guerra civil afectaron a esos soldados- hermanos de reconocido origen humilde y proletario en su mayoría. Aporta nombres y apellidos y apodos de algunos de ellos, pero me da la impresión de que omite voluntariamente a otros. Es posible que bastantes de ellos participaran del espíritu religioso a su manera, otros pertenecieran, utilizando terminología de la época, a esa categoría de seres humanos calificados como paniaguados o estómagos agradecidos, aunque lógicamente, otros muchos por simple conciencia de clase simpatizarían con los sindicatos y partidos políticos de la izquierda porcunense.

  Supongo que aquí podría estar la clave de su definitiva desaparición. Con un cruento e incívico periodo de años de por medio, no creo que todos los integrantes de la soldadesca fueran amortajados con su peculiar indumentaria. Quizá sea ya demasiado tarde para averiguarlo.

Cuerpo de monaguillos de la Virgen de los Dolores (Porcuna)

   Como asiduo seguidor de los noticiarios locales que generosamente Jalón nos proporciona a través de su página, en los meses previos a las actuales fiestas leía una noticia sobre el propósito de la Cofradía del Santo Entierro de incorporar para el desfile procesional del presente año, niños monaguillos delante de algunos de sus pasos: “Con esta iniciativa se pretende hacer “cantera” dentro de la Hermandad además de ofrecer una bella imagen como ocurre en otras muchas procesiones dentro de nuestra geografía andaluza.” . Otro modismo más de importación para el que nuestra Semana Santa se muestra receptiva.
   No considero utópico ni inviable recuperar ese tipismo local de los Soldados de Jesús tirando del empuje de las nuevas generaciones, tan volcadas hoy en esta fiesta. Casi tan fácil como lo del cuerpo de monaguillos. Solo haría falta un grupo de valientes soldados que secundaran la iniciativa. ¡Adelante los valientes!

  
   La mayoría del material gráfico que utilizo para ilustrar esta tomado del álbum de fotografías de “Porcuna en el recuerdo” de deporcuna.com, con el presumible beneplácito de su webmaster.

20 abril 2011

El Maestro Algaba y su aportación a la Semana Santa de Castro del Río.

Francisco Algaba Luque (1871-† ?)

   Son escasas las noticias que recoge la prensa histórica cordobesa sobre las celebraciones de la Semana Santa de Castro del Río con anterioridad a la guerra civil.
   Exceptuando las de los años 1920 y 1932, marcadas por la intransigencia o empecinamiento de tirios y troyanos, en sendos momentos históricos de considerable tensión social, con incidentes graves de los que se hace sonoro eco la prensa provincial, apenas si encontramos en ella otras informaciones sobre la evolución de esos particularismos y tradiciones (escoltas de soldados romanos, penitentes con la cruz a cuestas, coro de capilla, la arcaica y autóctona samaritana , pregones o saetas de rigor) que han llegado hasta nuestros días y  que la convierten en una de las más auténticas y atractivas de la provincia de Córdoba junto a las de Baena y Puente Genil. Aunque desde mi particular punto de vista, la especial impronta de la Semana Santa de Castro se la otorgan sus todavía casi inmaculadas plazas, calles y rincones por las que transcurren los desfiles procesionales.


   El diario de Córdoba en los albores del siglo XX publica una crónica firmada por C.G. que aporta profusa información sobre la composición de las escoltas de soldados romanos de las tres cofradías históricas. De ello ya se ocupa Francisco Morales Basurte en un interesante artículo ilustrado en el que analiza la evolución histórica de la soldadesca castreña (pinchar enlace).
   Es raro, que el prolífico corresponsal del diario católico El Defensor de Córdoba durante la primera década del siglo, José Mª Jiménez Carrillo, no nos halla transmitido crónica alguna sobre ella. Ello me induce a pensar en cierto decaimiento durante las primeras décadas del siglo XX, coincidiendo con la implantación del movimiento obrero, el auge del republicanismo federal y las agudas crisis agrícolas de los años 1905 y 1906.
   Parece ser, que de la salida de esa crisis, es en gran parte responsable el político, acaudalado propietario, abogado y músico local Francisco Algaba Luque, nombrado para ostentar para el año de 1918 el cargo de hermano mayor de la cofradía de la Soledad y el Santo Entierro.
   Su correligionario y amigo Antonio Pérez L. Toribio, en tareas de corresponsal del Diario de Córdoba, le dedica una extensa crónica a la Semana Santa de aquel año “celebrada con especial recogimiento y solemnidad”:

La Primera

   Se verifica el Jueves Santo, a la oración, y partiendo de la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción, pasa por la carrera y regresa a las diez y media de la noche. Figuran en ella celebrados  pasos, yendo bajo la dirección de la Cofradía de la Vera Cruz, constituida por todos los señores eclesiásticos de la localidad.

La Madrugá

   Cofradía de Jesús Nazareno, que partiendo de la iglesia del mismo nombre, a las dos de la madrugada, regresando a las nueve de la mañana del Viernes Santo. Ostenta esta procesión especiales caracteres de respeto y penitencia, siendo condición indispensable que todos los asistentes vayan descalzos. Tanto a la salida del Nazareno como a su paso por la carrera, se le cantan notables saetas, revelándose en todos los concurrentes la expresión del más profundo sentimiento. Los afiliados a esta cofradía pertenecen a distinguidas familias de la población.

La Última

   Por último la procesión de la Soledad y el Santo Entierro. Figuran en ella las personas más distinguidas de este pueblo, habiéndole correspondido ser hermano mayor en el actual año a Don Francisco Algaba Luque, que con su extensa cultura y grandes conocimientos ha concedido a la cofradía un relieve extraordinario, llegando a ser esta procesión la que ha alcanzado los mayores parabienes.

  Francisco Algaba, desde su niñez dio muestras de sus aficiones musicales. A los nueve años tocaba ya asombrosamente la flauta, posteriormente la guitarra a los once y a los dieciocho hacía sonar prodigiosamente el violín. Su maestro en estos instrumentos el director de la banda municipal de música de Castro del Río, José Díaz Carretero. Con el tiempo aprendería armonía, composición e instrumentación, de manera autodidacta, valiéndose de métodos sin intervención de profesores. Su presencia y colaboración es una constante en cuantas manifestaciones musicales, bien de carácter religioso o profano, tienen lugar en Castro del Río durante las primeras décadas del siglo XX.

   Su gran apuesta para ese año de 1918, haciéndola coincidir con el cargo honorífico de hermano mayor para el que es elegido, es el estreno durante los oficios del Viernes Santo en la Parroquia del Carmen del oratorio en tres partes y un epílogo titulado “El Calvario” de su propia autoría en colaboración del también músico local Daniel Rodríguez Navajas, con letra del propio Algaba, Diego López Priego y Francisco Álvarez Yuste.
  Para tal evento, tirando de influencias y de cartera, se hace del concurso del profesor de la Escuela Provincial de Música de Córdoba y virtuoso violinista, don Pedro Villoslada y Torres, y del joven tenor Baldomero Jiménez Nevado.
   La orquesta, que era numerosa, estaba compuesta por los más aficionados y competentes músicos locales, entre los que por cortesía del cronista se destaca al digno Juez de primera instancia e instrucción del partido, Mariano Torres Roldán, bajo la batuta todos del maestro Daniel Rodríguez.
   Para la coral se conforma una masa mixta:

   Las voces femeninas las aportan las niñas Carmencita Moreno Criado, Angelita Sigler Jiménez, Jesusa Navajas Díaz, Angelita Baena Bellido y Alfonsa Jiménez Carrillo;
como bajos José Cubero Camacho, José Navajas Millán y Andrés Aguilar Sánchez; al notable tenor invitado Baldomero Jiménez,  le secundan los locales Diego Navajas del Río, Francisco Navajas Aranda y los señores Romero, Salido, Barranco, Moreno…

   El cronista refiere la excelente interpretación y ejecución “que ha dejado imperecedero recuerdo entre el vecindario”, “tiene esta obra un sabor eminentemente religioso y he oído decir a personas competentes que es digna de ser interpretada en las mejores catedrales de España”.

   También se ocupa de como se ejecutaba el tradicional cruce de guiones en la calle Corredera:

   “A las tres de la tarde se encontraba toda la calle Corredera y el Llano del Convento llenos de fieles que lucían sus mejores galas. Se formó la comitiva que, partiendo de la casa del hermano mayor, había de recoger al clero parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, para en unión de autoridades y Ayuntamiento, regresar a la iglesia del Carmen para asistir a la celebración de la fiesta religiosa.
   Se componía en aquellos momentos la comitiva de una escolta de romanos, la banda municipal, vistiendo asimismo los músicos trajes romanos, y otra escolta de caballería, ataviada en igual forma que la anterior.



   La música batió marcha y la comitiva emprendió su recorrido. Habiendo recogido a los elementos antes indicados, a las cuatro de la tarde apareció por la Plaza la comitiva en pleno, con majestuosidad indescriptible. De esta manera recorrió la Corredera, efectuándose al final de la misma el cruce de guiones y entrando todos en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen para oír la santa palabra del ilustrado y elocuente orador sagrado, Padre Mediavilla, superior de la orden del Corazón de Maria, en la iglesia de San Pablo de Córdoba, y el poema titulado “El Calvario” ya referido”

  Terminado el oficio religioso a las siete de la tarde se ponía en marcha la procesión con todos los elementos antedichos. Con estas palabras y elogios al hermano mayor concluye su crónica Antonio Pérez López Toribio.

   En la Semana Santa del año 1929 se vuelve a ejecutar el poema musical “El Calvario” de Algaba-Navajas. En esta ocasión se cuenta con el concurso de una orquesta y coros venidos ex profeso desde Córdoba, al frente del director de la municipal de música de la capital cordobesa Mariano Gómez Camarero. Con posterioridad, para celebrar el éxito alcanzado, Francisco Algaba obsequiaría a los músicos cordobeses con una jornada campestre primaveral en una de sus fincas de Castro del Río.
   A finales de ese mismo año de 1929, María Algaba, su joven y única hija, que en el mes de abril  había contraído matrimonio con el también joven y abogado José Luís Fernández Castillejo (hijo del exdiputado José Fernández Jiménez), fallece como consecuencia de complicaciones surgidas tras el alumbramiento de su hijo.


  Francisco Algaba, lleno de dolor, se refugia en la música y compone un "Oficio de difuntos" en memoria de su hija, ejecutado por una orquesta y cantores de Córdoba y Castro del Río, en las honras fúnebres celebradas en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de esta villa. Una vez más su amigo Gómez Camarero dirigió la orquesta.
   El oficio desde el principio al final es un autentico gemido de dolor. En 1936 el autor conservaba celosamente estas partituras, porque fueron  sólo y exclusivamente escritas para su hija.
 
   Doy por hecho que las solemnes y majestuosas marchas fúnebres “Pobre hija mía” y “El Cristo del Carmen” (pinchar enlaces para escuchar) pertenecientes al maestro Algaba, que desde la reestructuración de la cofradía del Santo Entierro, realizada durante los años cuarenta,  forman parte indisoluble de su desfile procesional, están entresacadas de aquel “oficio de difuntos”. Desconozco si ya fueron interpretadas en vida de su autor, o se incorporaron con posterioridad a su muerte cuya fecha exacta no puedo precisar. Aun vivía en 1942 cuando ingresa en la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, con un discurso de recepción titulado Origen y arte de los juglares músicos callejeros”.

   Durante la convulsa década de los años treinta Francisco Algaba traslada su domicilio a Córdoba, para poder estar cerca de su único heredero, su nieto José Luís.
   En el año 1933 le encontramos ya plenamente relacionado con el mundillo musical de la capital, cuando se hace cargo de la presidencia efectiva del Centro Filarmónico Eduardo Lucena.

Fotografía de 1933 del Centro Filrmónico en la Plaza del Potro
Sentado en el centro Francisco Algaba Luque

   Políticamente, desde su posicionamiento ideológico de republicano progresista (republicanismo conservador), hacia el que había evolucionado el antiguo Partido Liberal Popular Democrático (Fernandismo), colabora con el nuevo régimen como vocal patrono de la Junta Provincial de Reforma Agraria.
   En el año 1935, en los días previos a la Semana Santa, iba a ejecutarse una vez más “El Calvario” a beneficio del Comedor de Caridad de Córdoba, a cargo de la orquesta del Centro Filarmónico, bajo la dirección de Aurelio Pérez Cantero, en el cine Góngora. Finalmente, después de realizarse los ensayos pertinentes, la medrosa empresa no cedió el teatro, frustrándose la iniciativa.
   Al año siguiente su estrecha colaboración con el Centro Filarmónico Eduardo Lucena se plasma en el estreno de una nueva composición musical “Bocetos Cordobeses”, que tiene lugar en el Gran Teatro de Córdoba, acompañado de un rotundo éxito que comparte con Pérez Cantero, orquesta y coro, por su ejecución admirable.

Sentados: Francisco Algaba, Pérez Cantero y  Sr. Torrellas (recitador)
   Como prueba del carácter tolerante de Francisco Algaba, su estrecha amistad con el músico Aurelio Pérez Cantero, concejal de la coalición republicana socialista durante los primeros años de la República e integrante de la gestora municipal surgida tras las elecciones de febrero de 1936 en representación de Izquierda Republicana. Fue el propio Aurelio quien al leer las partituras, prendado de su armonía, animó a su modesto autor y puso especial empeño para que la composición musical de “Bocetos Cordobeses” terminará estrenándose. Unos meses después de aquel estreno perdería la vida al situársele frente a un pelotón de fusilamiento.
   Desconozco hasta que punto Francisco Algaba Luque pudiera haber sido molestado por los insurgentes triunfantes. Su consuegro y amigo don José Fernández Jiménez fue incomprensiblemente detenido por el famoso “Don Bruno” y excarcelado tras visitar el presidio su hijo José Luis para firmar unos documentos (dinero a cambio de la libertad ?).


     La fotografía que antecede es de las más antiguas que se conservan de la Semana Santa de Castro del Río.  Se corresponde con la procesión de Jesús Nazareno anterior a la guerra civil. Se aprecia en ella la particular manera de portar el paso “con correones” bajo palio, anterior a la  implantación de pesados y suntuosos tronos y canastillas que obligaron a la utilización de la rueda neumática, que aun se conserva en esta cofradía, libre de modismos y sensacionalistas puestas en escena de importación genérica..
     Es también el primer testimonio gráfico de la presencia del tradicional Coro de Capilla en los desfiles procesionales de Castro del Río.
     Habida cuenta que entre los años 1932-1934 no procesionaron las cofradías castreñas, exceptuando el  incidental amago protagonizado por la del Santo Entierro en la primavera de 1932 , o bien pertenece al año 1935, en que sí lo hicieron todas, o tenemos que retrotraernos a la década de los años veinte, cuando a raíz del impulso musical dado por el Maestro Algaba a la Semana Santa, al que nos hemos estado refiriendo, debió de generalizarse la presencia del coro de capilla en sus desfiles procesionales.
     Una comparativa fotográfica  nos va a servir para certificar y aproximarnos a la fecha exacta de la misma:

Publicado en Cultura integral femenina en septiembre de 1933.


     Resulta evidente que la persona que aparece junto al Cirineo se trata de Juan R. Cubero Camacho, Albacea Mayor de la Cofradía de Nuestro Padre Jesus Nazareno en 1933. Este señor, que trabajaba como empleado en la fabrica de Carbonell y Cia, aparece relacionado entre las victimas de derechas asesinadas en 1936.
    Por lo tanto hemos de descartar su datación en los años cuarenta, por la que algunos apostaban en el debate suscitado en los comentarios del blog del Coro de Capilla de donde he tomado la fotografía.
    Me inclino por situarla en los años finales de la década de los veinte o a lo sumo en 1931, ya que la procesión de 1935 no creo que se viese respaldada por tanto gentío como se aprecia en la instantánea.


Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos: 2 de abril de 1918 (crónica remitida por Antonio Pérez L. Toribio).

Córdoba gráfica : revista popular. Mayo de 1936. Incluye una semblanza biográfica sobre Francisco Algaba a raíz de la exitosa ejecución del poema musical “Bocetos cordobeses” en el Gran Teatro de Córdoba.

Elías Roldán, José A. Francisco Algaba Luque. Revista X Aniversario A.M  Villatoro y Algaba. 2003.

Fotografía: las de Francisco Algaba proceden del reportaje de Córdoba Grafica. El resto las he tomado de los diferentes blog dedicados a la Semana Santa de Castro del Río. En concreto las que utilizo pertenecen a la colección de Francisco Morales Basurte