Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

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17 mayo 2012

SANTEROS VINATEROS



El santero de Alharilla
de beber agua enfermó
y su mujer le decía:
¡Bebe vino y agua no!

     Este famoso dicho acuífero-vinatero, del que es protagonista el matrimonio de santeros que históricamente han vivido, cuidado y custodiado este santuario mariano ubicado en la localidad jiennense de Porcuna, no es exclusivo de ésta, sino que, con ligeras variantes, está presente en el cancionero popular de tradición oral de otras muchas localidades, asociado siempre a advocaciones religiosas:

El santero de La Yedra
de beber agua enfermó,
y le decía su madre:
Bebe vino, agua no.

    Procede de una página oficial de la Junta de Andalucía en la que se recogen dichos, proverbios y refranes populares de nuestra comunidad autónoma relacionados con el agua, pero sin ubicarlo espacialmente. Ermitas dedicadas a la Virgen de la Yedra existen en Jerez de la Frontera (Cádiz) y Constantina (Sevilla), y otra al Santo Cristo de la Yedra, en la pedanía de la ciudad de Baeza que lleva ese mismo nombre.


    También nos consta su uso relacionado con la ermita de Belén, ubicada a las afueras del pueblo de Cabeza del Buey (Badajoz):

El santero de Belén
de beber agua enfermó
y el santero se decía:
Bebe vino y agua no.

    Tiene una segunda versión, algo más irreverente, en la que la recomendación parte de la mismísima Santísima Virgen.

 
     El municipio serrano de Cantalojas (Guadalajara) conserva unos “Cantares de rondas” en los que aparece al perrillo de San Roque como testigo en favor de las bonanzas del vino:

El perrillo de San Roque
por beber agua enfermó,
por eso los de este pueblo
beben vino y agua no.

Y ahora si que va, que va,
y ahora si que va de veras,
y ahora si que va que va
como la trilla en las eras.

    Una última referencia, sin localizar geográficamente, viene a aclararnos esa histórica y jocosa aversión popular por el líquido elemento:

Porque un sacristán de monjas
de beber agua enfermó,
y las monjitas decían:
Bebe vino y agua no,
que el vino da la salud
y el agua da opilación.

    Más que la opilación (acumulación de líquido), esa mala fama histórica que se le atribuye al agua obedece al miedo extendido entre la población a las enfermedades gastrointestinales, fiebres tifoideas y, sobre todo, al contagio por la terrible enfermedad del cólera morbo asiático. Los pozos y manantiales poco higienizados, especialmente durante el verano o en periodos de prolongada sequía, podían convertirse en peligrosos focos de contagio. De ahí la alternativa del vino como saludable medicina preventiva.


 
    De la última gran epidemia de cólera que afectara a la región andaluza, la del año 1885, Porcuna pudo medio librarse por el especial celo preventivo puesto en práctica por las autoridades locales:

   “En Porcuna, la autoridad local lleva a tal grado su severidad en la cuestión de acordonamientos y lazaretos, que exige a todos los vecinos de entre 15 y 70 años que presten guardias de 12 horas”.

(La República 12 de agosto de 1885)

   Manuel Heredia Espinosa, en su Historia de Porcuna, retrotrae, por error, la epidemia al año 1884, y cita la habilitación de un Hospital de infectados en la Ermita de San Marcos y un lazareto (no de leprosos) en la Santería de Alharilla. En aquella crisis sanitaria los lazaretos eran puntos de retención, establecidos por las autoridades en los accesos de las localidades amenazadas, en los que se sometía a desinfección y fumigación a viajeros y equipajes procedentes de zonas afectadas, y también a aquellos que, viniendo de puntos sanos, no eran capaces de acreditarlo mediante los oportunos certificados.

Portada Barroca de acceso al patio del Santuario de Alharilla (obulco.org)

     La conversión de la Santería de Alharilla (patio de la ermita y edificaciones aledañas) en uno de estos establecimientos, y el contacto forzoso de su santero con potenciales contagiados se convertiría en un motivo de peso añadido para que siguiera sustituyendo el agua por el vino.


    “Los mayores contribuyentes y algunos comerciantes de Porcuna (Jaén) han sufragado de su bolsillo una carretada de arrobas de vino llevadas ex profeso desde la ciudad de Montilla, para que sus sufridos ciudadanos, integrados en patrióticos cordones sanitarios, pudiesen sobrellevar la vigilancia de la mejor manera posible y evitar de camino posibles deshidrataciones, al verse expuestos durante largas horas a las rigurosas temperaturas propias del estío (el agua no vale, que tiene bichos)”.

          (Semanario satírico “La Arroba Montillana” 15 de agosto de 1885)


     Sin salirme de ese binomio agua-vino, establecido desde un principio, mostraremos una fotografía histórica tomada precisamente en la ciudad de Montilla (Córdoba) en el año 1958:

MONTILLA, EL AGUA ES MÁS CARA QUE EL VINO

    En Montilla, famosa ciudad, por sus finos vinos, el agua está resultando más cara que los caldos de las cepas, ya que la escasez de agua potable constituye un grave problema. Si bien ésta no ha sido la causa o motivo de la foto, ya que por este cántaro que se ofrece a la vista del lector se ha pagado la cifra de mil cuatrocientas cincuenta pesetas en subasta celebrada a beneficio de la campaña de Navidad. Don Manuel Salas Cuesta recibe el cántaro con agua después de entregar la citada cantidad.



 

09 febrero 2011

Venturas, desventuras, vocaciones y devociones de un vinatero cordobés de principios del siglo XX: El formidable Pepe Codes.



   De un tiempo a esta parte, vengo padeciendo cierta indiferencia y un progresivo desinterés por las noticias que nos depara la actualidad. De la prensa diaria, apenas si llego a leer los titulares en el trabajo, no da tiempo para más, tengo que atender demasiadas desideratas de los usuarios de mi servicio. El resto de las informaciones, las tomo al vuelo del transistor que me acompaña en la cocina mientras preparo el desayuno, el almuerzo o la cena. Hasta he dejado de comprar el Ideal con su dominical de fines de semana. El artículo de Pérez Reverte, del que era un ferviente seguidor se me ha empezado a atragantar.
   En mi última visita al loquero/a (maja chica), me han diagnosticado bloguermanía (otra dependencia además de la del tabaco), que viene a ser algo así como una necesidad imperiosa de buscar y rebuscar noticias e informaciones del pasado, para después plasmarlas, con tecnología bloguer, en páginas que andan por hay colgadas a disposición de quien quiera compartir mis curiosidades. También di altos niveles de  egocentrismo en la analítica espiritual a la que me sometieron. Bueno estoy en vías de, si no de solucionar del todo el problema, al menos predispuesto a racionalizar la distribución de mi tiempo de ocio. Hay que hacer otras cosas. Iremos saliendo.
   Aunque esa dependencia temporal me ha resultado provechosa para sanear mi maltrecha economía, al prescindir de parte del  importante capítulo del presupuesto que suponen los gastos de calle, en detrimento del sector de la hostelería. Recomendable para tiempos de ajustes.
   Otro aspecto positivo de la analítica ha sido el progresivo desarrollo de las relaciones interpersonales, con gente que comparte, que se interesa, que pregunta, que responde, un continuo intercambio que enriquece personalmente. En base a esto, mi doctora, que es una gran profesional, me ha prohibido terminantemente cerrar el blog, cual era mi propósito en un principio, de romper por lo sano, a cambio de, ir reduciendo progresivamente la dosis nociva de nicotina. Sé que me va a costar…

   Como todavía, por provisional prescripción facultativa, puedo sumergirme en las jugosas páginas de la prensa histórica, estas me siguen deparando estimulantes sorpresas.
   Mi especial debilidad por los personajes raros y curiosos, y por los vinos de la denominación de origen Montilla-Moriles, a cuya área de influencia cultural pertenezco, y de los que soy ferviente consumidor y propagandista, provocó que me detuviera en la lectura de un reportaje periodístico en el que convergen ambas aficiones.

Heme aquí expuesto al escarnio público
Consejo Regulador Montilla-Moriles


   La acción trascurre en la capital cordobesa, un par de meses después de que el político conservador Eduardo Dato, en ejercicio de la jefatura del gabinete ministerial, fuese asesinado por tres pistoleros anarcosindicalistas catalanes.
   El autor del reportaje, un desconocido periodista de provincias, redactor del diario gráfico cordobés "La Voz" durante los primeros años de la década de los veinte del pasado siglo. El protagonista del mismo, el formidable y bondadoso Pepe Codes.
   Se publicó con otro título, que yo, propenso al barroquismo, he sustituido por el que aparece en la cabecera de la entrada.

Informaciones pintorescas

El hombre que ha rendido más culto a Baco

   Al pasar por los jardinillos de la plazoleta de San Nicolás, observo un bulto misterioso junto a un canapé. Con todo género de precauciones, por si se trata de un artefacto explosivo, me acerco al lugar.
   Pronto salgo de dudas. Se trata de mi gran amigo Pepe Codes, que duerme el sueño de los justos en plena noche primaveral. Le invito a que me siga y, siempre amable, accede. Atravesamos la calle Torre de San Nicolás, continuando por la de José Zorrilla.
   Al pasar por el primer establecimiento vinícola, mi gran amigo siente un mareo que llegó, francamente, a preocuparme.
   Las tabernas ejercen en el organismo de Pepe una influencia enorme, semejante a un poderoso imán que, sin poderlo remediar, lo atrae a su seno.
   Me cuesta un tanto de trabajo hacerle salir de aquel lugar, pero al pasar de nuevo por otro gran templo del dios Baco, nuestro acompañante se pone en carácter y exclama:
   - Mira, yo voy contigo al fin del mundo, pero es necesario que me eches combustibles. ¿Tú concibes un automóvil andando sin gasolina…?
   Aquella pregunta, de una filosofía real y aplastante, me hace acceder a su petición. Penetramos en la taberna. El pide un vaso de tinto; yo, para no ser menos, uno de blanco. Y hemos aquí, querido lector, bis a bis, en plan de ataque periodístico.


Veamos Pepe, di algo que pueda interesar al público.
   Codes ríe, con risa ingenua, infantil, de corazón bondadoso y grande. Y responde seguidamente:
   - Te diré, mi infancia se deslizó vulgarmente, sin sobresalir hecho notable. De chico hice las travesuras propias de la edad. Fui un excelente estudiante de bachillerato, pasando después a la Universidad granadina, para cursar la carrera de Derecho. Pero Dios no me llamaba por aquel camino. Mi corazón místico se inclinaba hacia derroteros mucho más altos. Así lo hice.
   - ¡Bravo! ¡Hasta aquí es la vida de San Luís Gonzaga!
   - ¿En aquel tiempo eras ya aficionado al rico mosto?
   - Te soy franco; entonces me gustaba mucho, muchísimo. En la actualidad, bebo por beber, las más de las veces por ahogar preocupaciones, que aunque pocas, las tengo. El vulgo cree que soy un empedernido bebedor, y está en un error. Yo bebo…por beber…no se por que. Bebo porque si, por lo mismo que podía tocar la ocarina o hacer jaulas para canarios flautas.
   Esta afirmación la hacía Pepe con tal sinceridad, con tal fe y entusiasmo, que no dudé un momento de la veracidad de su interesante relato.
Continuamos.

   - …Y penetré en el claustro, en el sombrío y lóbrego claustro de cierto convento, que no es del caso señalar. El padre prior, una buena persona, creyendo ver en mí la imagen fiel de San Francisco de Paula, me confirió el cargo de más confianza en la casa: encargado de la bodega. Figúrate como recibí tan preciada distinción. Aparenté no darle importancia a la cosa, aunque mis compañeros me miraban con descarada envidia, y lo primero que hice al tomar posesión de mi cargo fue coger una soberana cogorza, que disimulé fingiendo una indigestión de “bocaditos de ángel”, plato del día.
  


   ¡Que días más felices pasé en aquel sótano! Cuando me hallaba en estado de pellejo, que era la mayoría de las veces, me iba a la celda y a dormir. Los hermanos decían: ¡Pobre hermano Fray Ángel José; que estómago mas delicado!
   Pero como el demonio siempre anda alerta para meter el remo, una mañana bebí más de lo reglamentario, provocando un escándalo fenomenal dentro de la santa casa, y ya “en plan” salí a la calle. El hermano Fray Emeterio y el portero intentaron reducirme a la obediencia, pero fue inútil, y seguido de la chiquillería penetre en una taberna.
   La batalla de Marne fue un vulgarísimo velatorio, comparado con lo que ocurrió. Yo con los santos hábitos, bailándome una rumba, entre vítores y palabras soeces de la concurrencia, y los nenes, alarmados ante aquel espectáculo tan poco edificante, arrojando piedras a la casa. Resultado, que me formaron juicio sumarísimo, expulsándome del local y…de la orden.



   - Dime aproximadamente que cantidad de vino habrás ingerido en lo que llevas de vida.
   Codes, hace un cálculo y exclama:
   - Sin exagerar, te diré, que me habré bebido allá como tres mercancías llenos de barriles…
   - Ahora soy completamente feliz. Hago una vida moderada, y como cuento con grandes y verdaderos amigos, me ayudan. Por la noche me situó en la calle Gondomar frente al café La Perla, en donde tengo mi cuartel general. Allí opero, siempre con éxito. Los sablazos son según la categoría de la víctima. Si es adinerado, dos perras gordas. Si es de baja estofa, una perrilla. Como, casi siempre, en los soportales de la Plaza de Abastos. Y luego me acuesto muy tempranito, unas veces en el Gran Hotel de San Nicolás, que es donde me has hallado, y otras en el Palace Hotel del Duque de Rivas, vulgo jardines altos. Estoy muy contento con el hospedaje, sobre todo por lo económico.

Pérgola Palace Hotel Duque de Rivas (vulgo jardines altos)

   - Y para terminar ¿Cuál es tu mayor deseo?
   Codes, el formidable Codes, calla un instante. Medita la pregunta, y con su risa de siempre, bonachona y franca exclama:
   - Quiero que me sepulten en un palmo de terreno montillano, en las entrañas sacrosantas que me dieron el néctar delicioso, lenitivo único para soportar la vida perra, mísera, absurda e incompresible…

Chateau

(Diario La Voz de Córdoba – 14 de mayo de 1921)

   Cuando se abría paso la primavera del año 1923, el bueno de Pepe Codes, que venía arrastrando desde hacía algún tiempo una bronconeumonía, dejaba de existir en una casa de recogimiento de la calle del Cáñamo.  A pesar de sus economías en hospedajes, sin metálico, no encontró ayuda, de aquellos grandes y verdaderos amigos que en otro tiempo le dieran perrasgordas para vino, para poder ingresar en el Hospital.
    Posiblemente fuese aquel prometedor periodista que le entrevistara años atrás, quien insertara la noticia de su fallecimiento en la prensa local.
    Por la solemnidad de su pobreza, sería la beneficencia pública quien se hiciera cargo de sus restos mortales, con probable destino para la fosa común del cementerio de San Rafael.
  

   Aquel, su último deseo, de yacer junto a cepas montillanas, no creo que nadie lo tuviera en consideración. Sólo se me ocurre una manera de poder atender tardíamente su desiderata. Bien el consejo regulador de la denominación de origen Montilla Moriles, o un modesto viticultor montillano, entre dos cepas, podrían colocar un sencillo rótulo con el siguiente epitafio:

   “Aquí debería de estar enterrado el ingenuo, risueño, bonachón y formidable vinatero Pepe Codes, que entregó la vida por su causa. Fue incapaz de aprender a tocar la ocarina o de construir jaulas para canarios flautas”
   El autor de la crónica-reportaje o entrevista a Pepe Codes, que firmaba como Chateau, se llamaba José del Castillo Plasencia. Entre 1920 y 1923 trabajó como redactor para el moderno y renovador, en cuanto a información y maquetado, diario gráfico La Voz, antes de que éste cayera en manos de la familia Cruz Conde durante los años que duró la Dictadura de Primo de Rivera. También llevó, durante un tiempo, la corresponsalía en Córdoba para el Imparcial.