Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

24 enero 2011

Aguardientes y gaseosas.




   Manuel Heredia Espinosa (mi chacho el policía) en su desigualmente valorada “Historia de Porcuna”, dedica un apartado a las fábricas de anisados y gaseosas de la localidad.
   A mi, en particular, me resulta especialmente atractiva la etapa contemporánea, con independencia de la ideología que trasmite, pues hay que tener en cuenta de que se trata de un trabajo elaborado para ser publicado en vida del anterior Jefe del Estado. Valioso y moderno a la vez, es su recurso a la tradición oral como fuente historiográfica. Se valió de testimonios recabados en casinos, tabernas y barberías, que han permitido que lleguen a nuestros días, no solo los nombres de las autoridades e hijos ilustres, como viene siendo costumbre, sino que dentro de su obra adquieren protagonismo ciudadanos de a pie, como municipales, músicos, carteros, conserjes de casinos, venteros, posaderos, integrantes de la desaparecida y particular soldadesca de Jesús Nazareno....y hasta fabricantes de aguardiente.

   Menciona como más remotos los alambiques de Pedro Manuel Quero Valenzuela ubicado en el Cortijuelo, en el que se fabricaba aguardiente a granel, y el de Manuel Muñoz Fernández en el sitio conocido como Cabra Mocha.
   Mas recientes, los de Ramón Castillo Molina en la calle el Moral nº 6 que embotella bajo el nombre comercial de “Santo Rostro” y el de Santiago Fernández, que asociado con Adolfo Barrachina Mancheño (militar retirado y alcalde durante la dictadura de Primo de Rivera)  también embotellaron con la marca de “Anís Barrita”.

Revista mensual Obulco (1914)

   Ya posterior a la guerra civil el “Anís Neila” de Pepito Fernández, que algunos, como el que suscribe, tuvimos la oportunidad de catar prematuramente por relaciones de amistad con algunos de sus hijos.



   Se le escapa el fabricante, tal vez por su corta vida empresarial, cuya publicidad es la que encabeza esta entrada.
   Se trata de Mariano Rodríguez Ortiz que en 1904 concurrió a  La Exposición Regional Andaluza (especie de feria de muestras) que se organizaba regularmente en el mes de mayo durante la Feria de la Salud de Córdoba,  resultando premiado con una medalla de oro.
   Como consecuencia de aquel éxito, durante un par de años su producto estrella “Anís la Pirámide” se comercializaría en la capital cordobesa, a través de representantes. La fuerte competencia con los prestigiosos anisados de Rute, le haría desistir del empeño.
   Debe ser el mismo Mariano Rodríguez “Marianico” al que también refiere Manuel Heredia como fabricante de gaseosas.

 Diario de Córdoba 1907

Proveedor oficial en Porcuna
Alberto Gay Calvache entre 1962-1969

   Este Marianico, señor de posición desahogada, enterado de que un hijo suyo de pocos años de edad disputaba con otro niño ("Papa man pegao"), salió a buscarle dando muerte al contendiente. Después pudo comprobarse, al reconocerse el cadáver, que no era el que peleaba con el hijo del matador.

   Estos hechos ocurrieron en Porcuna en abril de 1902 y se supone que la ley no fue demasiado rigurosa contra él, puesto que apenas dos años después concurre a la Exposición Regional. Se catalogaría su delito como de homicidio: “un desproporcionado garrotazo”.
 
   Dispar suerte correrían una década después los hermanos Nereos por causar la muerte de un sargento y un número de la guardia civil. Sometidos a la jurisdicción militar, fueron condenados a muerte, por un delito, con toda la apariencia de homicidio, catalogado como crimen. De la campaña de solidaridad a nivel nacional en favor del indulto de estos “Reos de Porcuna” ya me ocuparé en otro momento.

   Dejo de lado la criminología y retomo los aguardientes.
   En la actualidad, el anís es un producto cada vez menos consumido y arrinconado por otros destilados de importación que se toman en vasos largos combinados con gaseosas americanas. Su consumo casi se limita a la campaña navideña.


   En otro tiempo su presencia era casi imprescindible en las casas, homologado a otros productos de primera necesidad. Acompañaba a la refrescante agua del botijo durante los calurosos estíos y  exigido en las matanzas del cerdo y durante la recolección de la aceituna. Para los trabajadores agrícolas, que se daban cita en las plazas públicas para poner a la venta su fuerza de trabajo, la copita de anís amenizaba la espera antes de partir para el tajo (todavía hay quien conserva la tradición).




El anís se obtiene mediante un laborioso y meticuloso proceso de destilación en el que interviene la matalahúva como materia prima esencial.



   El anís o matalahúva (Pimpinella anisum) es un cultivo herbáceo, que en nuestra comarca, hasta hace relativamente poco tiempo, se sembraba en los barbechos al mismo tiempo y juntamente que los garbanzos, dándosele la misma labor.
   Su intenso aroma definitivamente desapareció de nuestras calles (el dichoso monocultivo). Esa dulce fragancia de su semilla, que encerrada en las cámaras, una vez recolectada, inundaba todo el cuerpo de casa traspasando el umbral de la puerta hasta salir a la calle.

   Son olores perdidos, archivados en la memoria olfativa. La matalahúva me recuerda al verano, mientras que el invierno lo asocio a ollas de garbanzos con pringá,  puestas cual orquesta al unísono en sus respectivos fogones por las amas de casa tras una dura jornada de aceituna. Su olor característico, con predominio de afrutadas morcillas de cebolla y tocino añejo, se propagaba por esos barrios populares de puertas abiertas en las tardes noches de invierno.
   La matalahúva también ha sido muy utilizada en la medicina domestica contra la atonía del aparato digestivo y flatulencias, y especialmente indicada contra los abusos de cuchara.



   Lunes, cuesta de enero, final de mes, arrecia el frió, casi apetece una copita del mono, para entonar el cuerpo y el espíritu, debe de quedar algún resto... Efectivamente, ya me acompaña, junto al penúltimo mantecado de limón de la caja que me encasquetaron los niños para su excursión. Y por la noche picatosticos fritos….

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