Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

30 julio 2011

De Fósiles y Minerales (concatenaciones nostálgicas).


    Días pasados, mientras hacía mi ronda mañanera de tareas callejeras, me sentí como indispuesto: “una especie de golpe de calor”. Celoso cumplidor de las disposiciones dadas al respecto por las autoridades sanitarias, hice parada inmediata en una conocida y céntrica cervecería de Motril, donde el tiro de la rubia enlaza de maravilla con tapas de berenjenas a la miel  y riñones en salsa. Efecto inmediato, hombre nuevo. En la reunión contigua, con su particular entonación, departía con  amigos un veterano profesional de la televisión española y asiduo cliente de ésta, don Alfredo Amestoy.
    Por la noche, sentado al fresco en el patio junto a mi compañera, me apeteció volver a visionar las secuencias nostálgicas de aquel programa “Tele Club” presentado por Amestoy del que fue protagonista Porcuna y su grupo de música yeyé “Los Dinamita” (1967). 






    Especial desparpajo y gracejo el desplegado en las entrevistas por don Enrique Benito (el maestro) y don Rafael Vallejos (el señor cura párroco). Solemne y muy en su papel, don Francisco Ostos, a la sazón Alcalde, que trasmitía los logros (Piscina y Biblioteca Municipal) e ilusionantes proyectos de su gestión al frente del Municipio (el Instituto y "dos colegios de subnormales").
    De casi todas esas mejoras llegué a beneficiarme durante mi infancia.  La Piscina, durante sus primeros años de apertura, se regía por unos estrictos turnos sexistas. Hasta las 2 de la tarde se reservaba su uso para la mujer, es decir, para las hijas del señor alcalde y amigas, que eran las únicas que se atrevían en todo el pueblo a usar el traje de baño; y a partir de esa hora el resto de la ciudadanía (hombres y niños).
    La Biblioteca Municipal, construida en el Paseo de Jesús, donde el antiguo y derruido andamio de las músicos (se respetó el uso cultural del espacio), supuso una auténtica revolución, que permitió a los amantes de la lectura pasar del tebeo intercambiable al lujoso y desconocido formato libro. Tuvieron  gran aceptación y resultaba complicado hacerse con algún ejemplar de los de la colección “Los Cinco” de la escritora inglesa Enid Blyton.



   La apertura del Instituto durante el curso 1970/71, supuso la anhelada llegada del acceso libre y gratuito a las enseñanzas medias. Por fin, aquellos que no disponían de medios económicos y tenían aptitudes para el estudio, ya no precisaban de esa común e interesada inclinación por ingresar en el Seminario Conciliar.
    Durante aquel primer curso predominábamos en las aulas los de primero. Se conformó una plantilla de profesorado compuesta fundamentalmente por jóvenes licenciados de la localidad. Creo que fue la belleza, bondad y buen hacer profesional de la señorita que impartía Ciencias Naturales,  la que despertó entre un amplio grupo de alumnos cierta pasión incontrolada por los fósiles y minerales. Esto, unido al afán aventurero que propiciaban aquellas lecturas de Los Cinco, convirtió a determinados parajes del término en compañeros casi diarios de nuestras andanzas infantiles: Cueva del Sulfuro, Cantones de Balbina y Peñón Rebailaor … y un destino especialmente mágico “La Tiza”

Peñón Rebailaor

    Gracias a nuestra profesora de Ciencias, supimos que aquello que nosotros conocíamos cono la Tiza, era, en realidad, una mina abandonada de un mineral llamado diatomita o trípoli, y que la abundante presencia de fósiles en aquel lugar obedecía a que tratábase de un antiguo“Cementerio de Foraminíferos”. Adentrarse en la tiza, era como aterrizar en otro planeta o especie de alunizaje para aquellos menos osados/as que circunstancialmente nos acompañaban por primera vez. Nos dejábamos caer por los terraplenes de la cantera, nos adentrábamos temerariamente en sus galerías, lanzábamos piedras a las charcas de agua que en ella se conformaban, y partíamos y machacábamos infinidad de rocas en busca de los famosos fósiles de huevo (así les llamábamos), de almeja o aquellos más preciados con formas vegetales.


Fósil colmillo de tiburón - Museo de Porcuna

    Ha sido ahora, movido por mi curiosidad innata, rastreando en la red, cuando he conseguido averiguar el origen de aquella explotación y el nombre del yacimiento:


   El descubrimiento fue realizado a finales de 1939 por don Juan Molinos y registrado con el nombre de San Félix. Tiene aproximadamente una extensión de 40 hectáreas y se encuentra a dos kilómetros del pueblo de Porcuna, a la derecha del camino que va de Porcuna a Valenzuela, encontrándose situado en terreno mioceno. La cantera se encuentra a unos diez metros del camino, llamándose a este lugar, por su blancura, “Haza de la Tiza”. El mineral que suministra es de aspecto gránulo-fibroso, de contextura blanda y con un tono ligeramente amarillento.
    La explotación de esta mina, que empezó a realizarse en el año 1940, dio lugar al descubrimiento de otros tres yacimientos primitivos, registrados en los alrededores con los nombres de Santa Irene, Blanca Nieves (aludiendo a su altura) y Carmela, siendo este último el por entonces considerado como el mejor, por la calidad del producto que suministraba, desde el punto de vista industrial.
   Con posterioridad en el mismo paraje del Haza de la Tiza sería registrada una segunda explotación con el nombre de Victoria.

      (Estudio de algunos yacimientos españoles de Trípoli, por José Fernández Pacheco-Vera. Anales del Jardín Botánico de Madrid, 1948).

    De todos es sabido que La Tiza con el tiempo recuperaría su primitivo uso agrícola. Aunque me ha llamado la atención, que todavía hoy en el B.O.E en concursos públicos de derechos mineros aparezcan relacionados como registros francos de Trípoli en Porcuna las pertenencias de Santa Irene, Blanca Nieves, Virgen de la Capilla, Luisito y Ana Mari.

   
    Quiso la casualidad, que al verano siguiente la marca de gaseosas “La Casera” sacara como promoción una atractiva colección de minerales. Estos se obtenían en casa de distribuidor, tras la entrega previa de 15 caperuzas del papel que envolvía el tapón de la botella. Como es lógico, era imposible ingerir tanta gaseosa como para poder hacerse de la colección durante un verano. Hubo que agudizar el ingenio. Una primera estrategia, consistente en la puntual visita a todos los bares de la localidad, resultaría más bien infructuosa, pues era tal el numero de peticionarios, que acabábamos con la paciencia de los taberneros, despertando incluso su irascibilidad: “niños iros a tomar por…con los papelicos”.
    Como ya atesorábamos algún conocimiento en la materia,  hubo casilleros que pudimos rellenar fácilmente con producción local (calcita, cuarcita, sílex, pizarra, yeso laminado, yeso fibroso etc…), hasta rocas volcánicas como la pumita (piedra pómez) que la conseguíamos arrebatándole un cacho a la que nuestros padres utilizaban para quitarse los callos. Mi padre, en concreto se convirtió en un fiel colaborador, ya que en los establecimientos que el frecuentaba le reservaban los susodichas caperuzas. Aun así, la empresa de la colección completa seguía emparentada con lo quimérico.





   De una segunda estrategia transgresora, si obtendríamos los resultados deseados. La primera treta consistía en sacar dos caperuzas de una. Simples trabajos manuales que el bueno de Vicente Bellido (el distribuidor local de la Casera) era incapaz de detectar. A la bondad y confianza de Vicente también le sacaríamos su rendimiento, pues aquellas bolsitas que contenían los minerales, a una velocidad de vértigo, al mínimo descuido, iban a parar al depósito de los calzoncillos (el receptáculo más seguro).
   Todavía nos quedaba un tercer y provechoso método para seguir incrementando la colección: “Vicente, descámbiemelo que ya lo tengo”. Consistía en hacer una apertura cuidadosa de la bolsita, extraer el mineral original, sustituyéndolo por piedras o rocas del terreno de las que nos surtíamos en la tiza, por aquello de que se parecieran lo menos posible a la piedra común, y abusar una y otra vez de la bondad de aquel hombre y su hija, los encargados de lidiar a diario con aquella legión local de geólogos. Este método, requería de una especial cualificación para no elegir el pedrusco que previamente habían introducido otros (más de uno llevaba se gato por liebre). Recuerdo que el mineral más demandado era la galena argentífera, en cuya bolsa raramente se alojaba un ejemplar original.

Galena argentífera


    Fuimos varios los que conseguimos finalmente hacernos con la colección completa. Durante muchos años guarde en mi casa celosamente aquellos estuches que los albergaban. Me gustaba, de vez en cuando, echar mano de ellos para palparlos y rememorar felices y alegres tiempos pretéritos.
   Terminarían desapareciendo de una manera, que no refiero siquiera para evitar ponerme de mala leche. Dejémoslo en misteriosa circunstancia, como las que se daban en aquellas novelitas de “Los Cinco” a las que fuimos tan aficionamos.

26 julio 2011

TENORIOS DE CONVENTILLO




     Con tal remoquete, en singular, llegó a bautizar Monseñor Franceschi (un prelado argentino, a quien ya conocimos encaramado a todo lo alto de La Torre de Porcuna en 1937) al malogrado cantante Carlos Gardelescandalizado por el candoroso tributo que le dispenso el pueblo, a raíz de su accidentada desaparición en 1935.
     La misma calificación, pero en plural, es la que empleamos para referirnos a unos jóvenes pertenecientes a las más distinguidas familias de Porcuna, que acompañados de criados y provistos de escaleras para favorecer sus intenciones, durante varias noches, intentaron adentrarse en el convento de las Madres de la Doctrina Cristiana.
     Al parecer, tuvo que tomar cartas en el asunto el Sr. Obispo de la Diócesis, denunciando el hecho ante el Gobernador Civil, que dio las órdenes oportunas a la Guardia Civil y autoridades locales para que tales hechos no volvieran a repetirse.
     La curiosa noticia fue publicada en primicia por el diario La Correspondencia de España el 23 de septiembre del año 1904. En los días siguientes, otras rotativas, la recogerían desde su particular impronta.
     El Imparcial la precede de un teatral encabezamiento:

El Imparcial 24 de septiembre de 1904

     Desde El Globo se trasmitirá la información recurriendo al pareado:

El Globo 25 de septiembre de 1904


    La primera duda que me asaltaba, era sobre esas Madres de la Doctrina Cristiana. Pensé, en un principio, que se trataría del tradicional convento de clausura de las Madres Dominicas (ubicado donde el Cine Nuevo). No terminaba de cuadrarme. ¿Qué buscaban allí aquellos señoritos? ¿Tal vez una joven novicia?
    Ha sido precisamente en el Semanario “El Socialista” (Hemeroteca Fundación Pablo Iglesias), buscando información para una futura entrada sobre la Agrupación Socialista de Porcuna y su filial Sociedad de Agricultores Paz y Libertad, donde he encontrado la respuesta.
    Eran religiosas de la Compañía de María quienes se establecieran en Porcuna durante el curso académico 1904/05, para hacerse cargo de un internado femenino y un establecimiento de enseñanza, patrocinado por el “monterilla local” don Luis Aguilera y Coca, quien les proporcionara una casa de su propiedad para tales fines. Su iniciativa, responde al firme propósito de contrarrestar, en la medida de lo posible, los logros de la recién constituida sociedad obrera, que para aquel mismo curso había conseguido poner en marcha, con éxito, su escuela obrera:


Don Luis "El Chato"

Pintura al oleo de Julio Romero de Torres


    Aquellos señoritos y sus respectivos padres, se debieron de coger un buen mosqueo por la difusión y la guasa que había generado la noticia (inocentes efluvios juveniles en busca del 15 “La Niña Bonita”). 
    Un humilde dependiente de comercio del ramo textil de la localidad, que a los pocos días de publicarse lo de la escalada nocturna en el diario El Imparcial (uno de los que le dio cobertura), remitiera y se le publicara una carta en dicho periódico, explicando de que manera le había afectado la entrada en vigor de la famosa ley del descanso dominical, se convirtió en chivo expiatorio de aquel desaguisado.
     El pobre muchacho, tendrá que remitir una misiva a la desesperada a La Correspondencia de España (el primero en hacerse eco) para desvincularse del chivatazo:



La Correspondencia de España  7 de noviembre de 1904

    El hecho fue verídico y así lo recoge el Dean de la Catedral de Jaén, Francisco Juan Martínez Rojas, en el artículo La Parroquia de Porcuna a caballo de los siglos XIX y XX” incluido dentro del libro recientemente publicado con motivo del Centenario de la misma. Se vale, mayormente, de los legajos de correspondencia del Archivo Histórico Diocesano de Jaén, aportándonos  ligeros y nuevos detalles sobre aquel alboroto:

    “Las Madres de la Enseñanza, que abrieron una residencia en Porcuna en estos años, y cuya presencia no estuvo exenta de dificultades y contratiempos, como cuando, en 1904, varios jóvenes de familias distinguidas intentaron entrar en clausura por casas adyacentes al convento, y los vecinos lo impidieron, debiendo de intervenir el Gobernador Civil y el Teniente Coronel de la Guardia Civil”.


El Siglo Futuro 10 de octubre de 1905

    Cambiemos de tenorios, y centrémonos ahora en el bueno de Benito J. Toribio, que según nos relata en la carta remitida a la prensa, tenía su particular conventillo en casa de los suegros, junto a los que pasaba la mayor parte de la jornada dominical, a la vera de su enamorada.

¿QUÉ HACE USTED EL DOMINGO?

Último escrutinio




    Antes del descanso no trabajaba en el establecimiento, por existir un acuerdo entre el gremio de tejidos de esta población, de no vender en domingo; pero salía a dar vueltas por el pueblo para cobrar a los muchos deudores morosos que hay en el establecimiento, y cuyas visitas están a cargo, en estos pueblos, de la dependencia. Hoy, con la ley Sánchez Guerra, me levanto por la mañana, sobre las siete; doy un paseo y a almorzar. Una vez terminado el almuerzo, a ver a la novia. No tengo nada que hacer y claro esta, que en parte alguna, paso mejor el rato. Allí permanezco hasta las tres o tres y media, hora de comer. Después, vuelta a casa de la novia hasta las ocho y media o nueve, que está en casa la cena dispuesta. Terminada la cena, otra vez a casa de la novia, hasta las once de la noche ¡Y porque no puedo estar hasta las doce, para apurar hasta el último minuto del día de descanso! En estas condiciones, Sánchez  Guerra es un buen amigo: favorece los amores de los 
dependientes. Hay que felicitarlo y exclamar: ¡Viva Sánchez! ¡Viva el descanso dominical!

B.J. Toribio. Porcuna, 26-9-904

(El Imparcial 23 de octubre de 1904)

21 julio 2011

Bandoleros, facinerosos, bandidos y ladrones en Porcuna durante el siglo XIX. 2ª parte.

    Durante la tercera guerra carlista serán partidas de facinerosos de boina roja, defensores de los derechos dinásticos de Carlos VII, quienes merodeen o entablen batallas en el término de Porcuna.

    Para proveerse y abastecerse de suministros, las partidas carlistas se verán obligadas, en más de una ocasión, a hacer incursiones y atentar contra las propiedades de los habitantes de las poblaciones por las que transitaban durante su continuo peregrinaje, ante el pertinaz hostigamiento al que eran sometidos por parte de las tropas gubernamentales.

    En agosto de 1869, los restos de la maltrecha partida del general Juan de Dios Polo (cuñado de Cabrera), que se había sublevado en la Mancha el 23 de julio, parece ser que se encontraban a una legua de la villa de Porcuna, sin raciones, sin equipos y casi sin armas.

La Época 4 de agosto de 1869


Juan de Dios Polo y tres militares carlistas
Fotografía de Jean Laurent

    De la partida formada en fecha postrera por el acaudalado propietario de Porcuna, don Buenaventura de la Hoz y Martínez, y de la escaramuza bélica que protagonizó en los Montes de Pezcolar contra el ejercito de Amadeo de Saboya, ya di cumplida información en una entrada anterior.


    De robo sacrílego habría que conceptuar el perpetrado la noche del 12 al 13 de marzo de 1868 contra la Iglesia parroquial de Porcuna, llevándose los ladrones objetos de plata y oro por un considerable valor (no se especifica si fueron platos, cálices o copones) (1).



    Algunos años después (1894), unos chantajistas proyectaron un ardid contra los intereses del señor cura párroco de Porcuna, don Francisco Ruiz Linde. Le remitieron una carta en la que se le exigía, bajo serias amenazas de muerte, el depósito de mil pesetas en la llamada Cruz de los Castillejos, entre las doce y una de la noche. El señor cura, que no estaba dispuesto, bajo ningún concepto, a renunciar a las 1000 pesetas del ala,  no se amilanó, y despreciando los peligros que corría, puso el asunto inmediatamente en conocimiento del puesto de la Guardia Civil.
    A la hora marcada y en el sitio designado, hizo como si efectuara el depósito. Los guardias desplegados  en los alrededores  pudieron observar como un sujeto de dirigía al lugar convenido. Cuando confiado se disponía a echarle mano al depósito, fue sorprendido por los guardias sin que le diera tiempo para defenderse. Se llamaba Francisco García, y desconocemos su naturaleza y antecedentes (2).

    Aunque atravesando levemente la barrera del siglo, en 1905, coincidiendo con la dolorosa hambruna causada por la crisis agrícola y de trabajo que sufrió casi toda Andalucía aquel año, una vez más, un representante de la Iglesia local se convierte en blanco de los ladrones. En esta ocasión, el transgresor se trataba de un humilde jornalero local (le suponemos necesitado) convertido en ladrón de confesionario, pues, fue precisamente la rejilla de éste, la utilizada para solicitar a su confesor, que hallábase cumpliendo con su cometido en el interior de aquel receptáculo, la módica cantidad de cien pesetas mensuales a cambio de respetarle la vida.

El Día 31 de agosto de 1905


    La posible motivación y autoinculpación ideológica apuntada por el gacetillero, es utilizada por algunos medios para desprestigiar a quienes simpatizaban con aquel ideario, que durante aquellos años empezaba a abrirse paso, con cierta solidez,  tanto entre el proletariado rural como en el urbano. Será una constante histórica, que aún pervive.



    En 1889 un individuo de nacionalidad belga, llamado Juan Teodoro Van Lind, que no sabemos exactamente qué se le había perdido por Porcuna, fue reducido por los municipales e ingresado en prisión como sospechoso de intentar robar primero a un niño y luego a una niña que jugaban en la calle, “que milagrosamente pudieron ser rescatados de las manos del extranjero”. Dió mucho que hablar su presencia entre el vecindario, así como el hecho de que se fijara esencialmente en los niños (¿Sería el coco?).


   “Al detenido se le ocuparon varias hojas de socorro, algunas cartas para pedir limosna y una navaja”, aunque a las pocas horas de su ingreso en prisión sería puesto en libertad tras hacer efectiva la fianza de mil pesetas que le fue impuesta.
    El propio gacetillero  no deja de mostrar su sorpresa y extrañeza por todo cuanto queda dicho (3).


    En el mes de marzo de 1893, empujado por los efluvios primaverales, un joven porcunense llamado Francisco Puerto Torres, desapareció del pueblo, llevándose en su compañía una hermosa joven llamada Nicolasa. “Hasta la fecha, siguen guardando el más absoluto incógnito" (4).

    Del año siguiente, también las hemerotecas nos proporcionan información sobre otra de estas fugas misteriosas acaecida en Porcuna:

La Iberia 19 de enero de 1894



   Hasta hace relativamente poco tiempo, en algunos pueblos de nuestra Andalucía, ha pervivido esta costumbre del rapto, como método muy extendido y utilizado por las parejas de enamorados, cuyas relaciones carecían del consentimiento paterno.

    Para terminar, utilizaré el sentido metafórico para calificar de robo, el perpetrado contra la salud y mejores años de juventud del porcunense Antonio Quero, que por no poder hacer frente a la cuota que le eximiera del servicio a la patria, durante los años finiseculares, sería destinado como soldado de reemplazo  a luchar contra los insurgentes independentistas cubanos que cuestionaban la españolidad de aquella isla.
    Allí contraería una afección cardiaca. Tras pasar mes y medio recuperándose en un Hospital de Sevilla, sería licenciado definitivamente y abandonado a su suerte.
    
    Conocemos su historia, porque una vez en Córdoba, dio con almas caritativas que se hicieron cargo de su penosa situación y le ayudaron económicamente para que pudiera regresar a su pueblo con los suyos:

La Correspondencia de España 13 de noviembre de 1896

    El generoso y altruista rasgo del popular novillero y banderillero Rafael Martínez “Cerrajillas” para con nuestro necesitado paisano, le hace merecedor de una fotografía y un enlace. En él se da buena fé, de la extracción social, modus vivendi y costumbres de aquellos, que como él, intentaban abrirse paso en ese difícil mundo, llegando a moverse casi  al filo de la navaja, por lo que tendrían que concurrir, en más de una ocasión, a las salas de los Juzgados.

Publicada en El Enano el 14 de abril de 1901


1)     La Esperanza, 30 de marzo de 1868.
2)     La Epoca, 14 de febrero de 1894.
3)     La Epoca, 1 de abril de 1889.
4)     La Epoca, 19 de marzo de 1893.
   

20 julio 2011

Bandoleros, facinerosos, bandidos y ladrones en Porcuna durante el siglo XIX. 1ª parte.




    Las colecciones de periódicos de tirada nacional correspondientes al siglo XIX, nos proporcionan mas bien poca información sobre sucesos o acontecimientos acaecidos en la villa jiennense de Porcuna durante esa centuria, donde debían de pasar muy pocas cosas de interés merecedoras de trascender al resto del país.

    Son hechos sensacionales los que tenían asegurada la cobertura informativa, caso del parto múltiple protagonizado por una paisana en 1860:

   “En la ciudad de Porcuna, provincia de Jaén, una señora acaba de dar a luz cinco niños, dos de ellos varones y pegados por la espalda; los tres restantes niñas escasamente desarrolladas, que al poco de nacer sucumbieron, mientras que los varones viven sin haber roto los lazos orgánicos que los sujetan, porque según opinión del cirujano, sería esta determinación peligrosa para la salud de ambos” (1).

    Los sucesos y la crónica negra también ocuparán un lugar preeminente. De algunos sonados asesinatos perpetrados en Porcuna o por porcunenses ya me ocuparé en otro momento.
    Hoy quiero centrarme en los amigos de lo ajeno, en aquellos que por afición, inclinación o necesidad recurrieron al robo como medio permanente o eventual de vida.

    A través del poeta sevillano Fernando Villalón (1881-1930) conocemos de la existencia y andanzas durante el primer tercio del siglo XIX, de un famoso bandolero conocido como “El Tuerto de Porcuna” protagonista de un poema suyo titulado Campiña de Écija  incluido en su libro Andalucía la Baja.



Galopando bajaba por los tuertos caminos
que serpentean estrechos entre bosques de pinos
el guarda montaraz.
Es el jinete un viejo de atezadas facciones
que convivió en la Sierra con todos los ladrones
que mienta el santoral...
En la Sierra de Estepa, Marinalea y Osuna
no hay mejor caballista que el Tuerto de Porcuna,
el guarda montaraz.
El conoce la historia del crimen perpetrado
junto a todas las cruces que rodean el poblado
de Osuna la Ducal.
Fue compadre del Bizco y de Juan Caballero;
Señó Diego Corrientes, el mejor bandolalero,
lo crió de zagal
y en los tiempos caciques de Romero Robledo,
fue un personaje el Tuerto a quien tomaron miedo
el campo y la ciudad. 

    Como el poema es bastante extenso, había pensado dejar su trascripción para dentro de unos días (en entrada aparte). Quienes sientan curiosidad y no sean capaces de esperar, pueden encontrarlo en la página de la Fundación que lleva por nombre el del  poeta.
    
    He consultado en la red algunos estudios sobre la obra de Villalón que aportan alguna información sobre el Tuerto. Se nos presenta como un bandido arrepentido, que consiguió el indulto merced a Fernando VII, a cambio defender a ultranza su causa absolutista, o como estrecho colaborador del siniestro Romero Robledo, ayudándole a garantizar en los procesos electorales el triunfo del candidato designado por Madrid.
    Aunque con todos los visos de una historia real, no deja de ser un personaje de ficción salido de la imaginación del poeta.



    Un autentico bandolero o facineroso fue Juan Díaz a) Zapata, que antes de tirarse al monte, había sido buñolero y vecino de la villa de Porcuna.  Acusado de perpetrar robos en cuadrilla, asesinatos y mutilación de miembros, el 22 septiembre de 1835 era pasado por las armas en la capital del Santo Reino (2). 

    Una partida de bandidos, precisamente, fueron los responsables del secuestro del joven Antonio Morente, hijo de un acaudalado labrador de Porcuna durante el verano de 1852.
    Pese a haberse librado, por parte de la familia, unos mil duros a cuenta del rescate, después de treinta días continuaba en manos de sus captores:

    “Personas que dicen haberlo visto comentan que va en un estado lamentable. La honda impresión que este acontecimiento ha causado desde un principio en el corazón de su buena madre, le ha valido una enfermedad muy grave al parecer.
    Tres comisionados han estado en todos esos pueblos, cobrando letras hasta la cantidad de 50.000 reales, para ponerlos en poder de los malhechores con la mayor brevedad  posible. ¿Cuántas desgracias sobre esta pobre familia? ¿Qué amarguras para ese amoroso padre, que cree no poder abrazar más a su hijo, que ve morir a su mujer, y que en un día pierde el fruto de los sudores de toda su vida? ¿Qué bastaría a reparar tamaños males? Reflexiones son estas que deben de pesar mucho en el ánimo de las autoridades superiores, y muy principalmente en el gobierno que debe desplegar la mayor energía para evitar que los hombres honrados sean el blanco de agresiones tan brutales. La persecución que de dos días a esta parte se hace a esta horda de forajidos, es bastante activa. Todos los destacamentos de la guardia civil están en movimiento y han acudido fuerzas hasta de las provincias de Cádiz y Sevilla” (3).





   Ese especial despliegue de fuerzas tuvo un efecto inmediato con la captura y detención de dos individuos:

   “Han sido puestos a disposición del señor comandante general de Córdoba, Serafín Flores, vecino de Porcuna, y Antonio de Lara, de Benamejí, por considerárseles cómplices e encubridores de los bandidos que recorrían esta provincia; siendo incesante la persecución que a estos se ha hecho, tanto por la Guardia Civil como por los paisanos” (4).

     A los pocos días Manuel Benito Morente, padre del secuestrado, tuvo que salir al paso aclarando ciertos aspectos relacionados con la noticia de las detenciones:

   “Según carta que tenemos a la vista de Manuel Benito Morente, padre del joven de Porcuna que robaron los ladrones, de cuyo hecho dimos cuenta en su día, Serafín Flores, preso por la Guardia Civil y puesto a disposición de la Autoridad con otro compañero, como cómplices de aquellos, resulta que es tío del joven robado y que había salido de su pueblo en busca de los bandidos para tratar del rescate de su sobrino. Nos complacemos en dar esta noticia para que la buena opinión de Flores no padezca detrimento” (5).


     Casi de seguido, el Diario de Córdoba nos suministra la noticia de la liberación del secuestrado:

   “Don Antonio Morente, vecino de Porcuna que se hallaba en poder de los bandidos logró fugarse el día 25 a las diez de la noche, de una caverna de la Sierra de Cabra, aprovechando el momento en que se quedó dormido el ladrón que lo custodiaba, denominado Chicón. A las seis de la mañana del día 26 se presento ante el Alcalde de Doña Mencía, manifestándole que eran ocho los ladrones y que andan diseminados huyendo de la persecución” (6).


    Parece un poco rocambolesca la historia de la huida nocturna; todo apunta a que pudiera haber sido liberado tras haber hecho efectivo la familia el resto del rescate solicitado. De la captura de la partida de bandidos por esos lares no proporciona la prensa noticia alguna.

1)     La Correspondencia de España, 17 de mayo de 1860.

2)     Revista Española. Periódico diario dedicado a S.M. la Reina Gobernadora, 30 de septiembre de 1835.
3)     El Clamor Público, 28 de agosto de 1852.
4)     La España, 25 del agosto de 1852.
5)     El Clamor Público, 1 de septiembre de 1852.
6)     El Heraldo (tomado del Diario de Córdoba), 2 de septiembre de 1852.

(Continuará)

    

19 julio 2011

Esperanzas y experiencias colectivistas en Castro del Río I

  
    La aspiración a la propiedad o usufructo de la tierra por parte del proletariado rural andaluz se convierte en una constante histórica, especialmente en aquellas comarcas marcadas por desequilibrios más agudos.

    Durante los procesos desamortizadores del XIX, desde el ala progresista-democrática del liberalismo se llegan a proponer soluciones redistributivas bastante avanzadas, cercanas incluso a los postulados del socialismo utópico, abortadas siempre por la interesada intervención de logreros y logrones adictos y cercanos al poder fáctico. Un ejemplo cercano lo tenemos en Castro del Río, donde en el Cortijo de Torreparedones, que perteneciera históricamente a los Propios del Ayuntamiento de Córdoba, ya durante el Trienio Liberal y a propuesta del diputado provincial castreño Lovera, se pretendió establecer en él una colonia de campesinos para que se hicieran conjuntamente cargo de la explotación de aquellos predios.

Torreparedones
 
   Aquellos nobles intentos se malograron, y la famosa Desamortización, afectada por los vaivenes políticos del XIX, sólo sirvió para reconcentrar nuevamente la propiedad en otras manos.

SIGLO XX: LA IDEA COLECTIVISTA.

  Tras tímidos conatos organizativos entre el proletariado rural durante el último tercio del siglo XIX, en los albores del siglo XX ,surgirán sociedades obreras y sindicatos en torno a los que se aglutinará la mayoría de la población jornalera. En localidades de la campiña cordobesa de claro predominio latifundista, caso de Bujalance, Castro del Río, Espejo, Montemayor, Fernán Núñez, Baena, etc, serán las ideas libertarias las que determinen desde un principio el carácter de sus actuaciones y reivindicaciones. Desde el vocero anarquista por excelencia “Tierra y Libertad” se divulgan las teorías colectivistas que calan rápidamente entre el campesinado. Otro famoso órgano de prensa libertaria, La Voz del Campesino”,  llevaba por subtitulo la sugerente aspiración revolucionaria  “La tierra para los que la trabajan”.


1ª época (1914-1916)
3ª época (1931-1933)
 
   Durante el tenso periodo de conflictividad huelguística y social, conocido como Trienio Bolchevista (1918-1920) llegan a tambalearse los cimientos de aquella sociedad rural.
   Entre los días 25 y 27 de octubre de 1918, representantes de las sociedades campesinas organizadas de la provincia de Córdoba, se reunirían en la sede del Centro Instructivo de Obreros- SOV de Castro del Río en una especie de Congreso o Asamblea, a efectos de coordinar sus luchas, actuaciones y reivindicaciones en aquel contexto. Entre ellas figurarán ya, demandas puramente anarquistas como la de “no mendigar tierras a los gobernantes, puesto que somos enemigos irreconciliables de la  autoridad y de la propiedad; si queremos tierras, hagamos lo que los bolcheviques rusos”,  junto a otras más ajustadamente sindicalistas como la de “exigir a las autoridades constituidas que entreguen las tierras 
mal cultivadas a los sindicatos de acuerdo con los índices imponibles actuales”.



 
    Como reacción, la clase patronal empieza a idear y proponer soluciones con las que paliar esos tremendos desequilibrios históricos, aliviar de camino conciencias y evitar efervescencias . La patronal agrícola de Castro del Río, después de los primeros envites huelguísticos del periodo, llegaría a ofrecer un amplio y meditado programa de reformas sociales.

    Su autor, el músico, jurisconsulto, acaudalado propietario y prohombre local del liberalismo fernandista, don Francisco Algaba Luque. Su programa abarcaba casas baratas, socorros para la vejez y la enfermedad, rebaja de las subsistencia mediante la creación de cooperativas, instrucción, etc. Para conseguir tales objetivos se solicitaba  la contribución de los patronos a través de un impuesto que gravara los jornales que cada cual pagara. Ni la propia clase obrera, envalentonada por el curso de los acontecimientos, ni los propios patronos le debieron de prestar demasiada atención, quedando la propuesta como loable pero inviable.

   Después del convulso trienio, las aguas volverán a sus habituales cauces, y no será hasta que con la implantación de la II Republica, cuando el asunto de la tierra recupere plena vigencia con las expectativas que despierta la famosa ley de Reforma Agraria.
    No tardará el anarcosindicalismo en retirarle la confianza al nuevo régimen, a cuya llegada había coadyuvado. Desacuerdos en cuanto a legislación laboral (Jurados Mixtos) y la disconformidad con el tipo de reforma agraria que la republica estaba tratando de hacer, propiciaron el malestar en sus filas, que tendrá su reflejo en numerosos envites huelguísticos, con algún que otro conato insurreccional (Casas Viejas o Bujalance).
   El anarcosindicalismo castreño participó activamente en cuantas huelgas consideró necesario secundar o plantear, ante una patronal castreña bastante crecida y reaccionaria.
   Pese a la supremacía y potencial humano del que gozó el sindicato afecto a la CNT durante todo el periodo republicano, quitando las típicas coacciones o el boicot, las huelgas en Castro se desarrollaron siempre por cauces pacíficos.



    Las idílicas aspiraciones colectivistas de los anarcosindicalistas de la campiña de Córdoba, bien conocidas por sus históricos enemigos de clase, eran ridiculizadas durante el periodo republicano, por quienes no estaban dispuestos a ceder ni un ápice sobre su histórico derecho a la propiedad. En una revista patronal (El Progreso Agrícola y  Pecuario) se publicó un artículo con un curioso y llamativo encabezamiento, y que por afectar a la comarca reproduzco íntegro a  continuación:

COLECTIVISMO EL EN EL CAMPO Y LOS HUEVOS CON TOMATE



   Un propietario cordobés, don Florentino Sotomayor, entregó hace un año a varios obreros el cortijo denominado “La Hinojosa”, enclavado entre los términos de Castro del Río y Bujalance, para que lo explotaran.
   El propietario facilitó aperos de labranza, ganado de trabajo, trigo, centeno, habas, avena para las siembras y alimento para los ganados, anticipando además, en su época, el dinero para otras labores y la recolección. Convino también con los obreros en abonarles un jornal diario, pagado por quincenas, fijando un mínimo de cuatro pesetas y un máximo de 5,50, según la temporada del año agrícola; determinando al propio tiempo dos días al mes para descanso, con pago del jornal íntegro.
   La renta del cortijo no había de ser otra que la que correspondiera con arreglo a la declaración catastral, y la contribución sería abonada con cargo a la explotación. Los beneficios líquidos se repartirían entre el propietario y los obreros por partes iguales.
   Se ha liquidado el año agrícola de 1931-32. Los beneficios líquidos totales han sido de 24.000 pesetas; mitad para la propiedad y mitad para los obreros.
   Durante este tiempo, los campesinos no han utilizado el descanso de dos días al mes; han rendido más y se ha necesitado mayor número de jornales de la calle, por ser el cultivo más intenso.
   Pero de las observaciones hechas por el propietario del referido cortijo, se deduce la fuerza enorme del espíritu individualista que anima a los trabajadores andaluces, que no admiten como colectividad más que a la familia. Lo demuestra el hecho siguiente:
   
                                                                                                                                                                                                                                                                                  

   Entre otras condiciones figuraba en el contrato la de dividirse los huevos de las gallinas del cortijo entre quienes lo labraban, condición observada por todos al pie de la letra. Pero llegó la época de sacar pollos para sostener o incrementar la población del gallinero, acordándose que fuesen todos los parceleros quienes pusieran los huevos. Primer caso de colectivización. Y surge la disputa y se revela el espíritu individualista del campesino andaluz. Se discute, y queda sin efecto la operación de sacar los pollos, fracasando totalmente el plan de colectivización.

   Esos campesinos andaluces que repartían 12.000 pesetas además de su jornal, terminan “peleándose” por una nimiedad.
   Tomen buena nota los sociólogos de dublé, enamorados y panegiristas de la colectivización a ultranza; de este hecho bien reciente, y lean un chispeante párrafo del gran Castelar, escrito hace sesenta  y cinco años, cuando estaba en la emigración en París. Decía así:


El Progreso Agrícola y Pecuario 15-02-1933


    Son las lógicas ironías de quienes necesitaban a toda costa cuestionar la capacidad de humildes campesinos para organizarse de una manera colectiva y autogestionaria (se repite machaconamente su propensión innata al individualismo). El ejemplo utilizado, no va más allá de un simple contrato de arrendamiento, con cláusulas más beneficiosas para el propietario de la explotación (que conseguía así desentenderse de la misma) que para los propios arrendatarios o parcelistas (que para obtener ese mayor rendimiento apuntado, tenían que privarse de sus descansos).    
   
     Llama la atención, que el ejemplo se tome precisamente de entre campesinos de Castro del Río y Bujalance, donde sus potentes organizaciones anarcosindicalistas, desde antes incluso de la proclamación de la República, traían de cabeza con sus huelgas y reivindicaciones a la clase patronal de las respectivas localidades.
     La generosa práctica de don Florentino y su especial interés en la prosperidad de quienes trabajaban para él, sería más bien, consecuencia directa de la conflictividad laboral del periodo, y una ingeniosa artimaña para librarse de ella.

   Abordemos ahora el tema desde la óptica de uno de esos “panegiristas de la colectividad a ultranza”. Se trata de un instruido y concienciado jornalero anarcosindicalista, que llegaba a expresarse  en los siguientes términos:

   “Los reformistas, los socialistas de estado, querían la reforma agraria, pero que el estado lo controlase todo. Cuando éste decía “alto”, pues hacían alto; cuando decía “a rendir cuentas”, rendían cuentas; cuando se recogía la cosecha, allí estaban pidiendo su parte. Nosotros no queríamos eso. La tierra debía de estar en manos de los trabajadores, debía de ser explotada y dirigida colectivamente por ellos. Esa era la única forma de que ellos pidieran controlar sus propios asuntos, asegurándose de que el fruto de su trabajo siguiera siendo suyo y pudieran hacer con él lo que libremente decidieran”.

    Estos argumentos son de Juan Moreno, natural y vecino de Castro del Río (Córdoba), que vivió en sus propias carnes aquellas lesivas desigualdades  y participó de las luchas e ilusiones transformadoras suscitadas durante aquellos años convulsos. Sus vivencias y opiniones están recogidas e incluidas por Ronald Fraser en su historia oral de la guerra civil española, publicada con el título de Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.

    Juan, al morir su padre de tuberculosis, con tan solo 10 años, lo destinaron a un cortijo. El primer recuerdo que nos trasmite es referente al día en que perdió uno de los cerdos que le habían encargado que vigilase y su regreso al cortijo llorando. Aquella negligencia tuvo sus consecuencias negativas: el capataz le rebajo la ración, es decir, el pedacito de tocino que echaban al potaje de los jornaleros, y que prácticamente era la única cosa nutritiva que en él había. Tras el periodo infantil de aprendizaje saltaría a trabajar en los campos. Araba, sembraba y segaba en las fincas acortijadas en las que pasaba largas temporadas junto a su compañeros de oficio: “siempre hambrientos a causa de lo poco que se nos daba de comer, y delgados como esqueletos, durmiendo sobre paja, todos juntos, como en un cuartel”. “En primavera nos mudábamos a los corrales, ya que en el dormitorio las pulgas no te dejaban dormir”. Si el año era bueno el empleo te duraba ocho meses tal vez, pero si era malo, quizá no durase ni seis. No existía ningún subsidio de paro.



  
      En el testimonio de Juan, inevitablemente terminan aflorando los odios recíprocos de la época:

     “Odiábamos a la burguesía, que nos trataba como animales. Los burgueses eran nuestros peores enemigos. Cuando les mirábamos creíamos estar viendo al mismo diablo. Y lo mismo pensaban ellos de nosotros. Había odio entre nosotros, un odio tan grande que no hubiese podido ser peor. Ellos eran burgueses, ellos no tenían que trabajar para ganarse la vida, ellos vivían cómodamente. Nosotros sabíamos que éramos trabajadores y que teníamos que trabajar, pero queríamos que se nos pagase un jornal decente y que se nos tratase como a seres humanos, con respeto. Sólo había una forma de conseguirlo luchando como ellos…”

    Nos oponíamos al trabajo a destajo, por “amoral” pues obligaba al hombre a trabajar como una bestia para ganarse otra peseta. Luchábamos para que se pusiera fin a la costumbre de que los niños se levantasen en plena noche para dar el pienso a las mulas; luchábamos para que la comida fuese mejor; luchábamos por más dinero. Pero se luchaba fundamentalmente con la idea de poder abolir la explotación del hombre por el hombre. “Los burgueses no hacían falta. Que los trabajadores se hicieran cargo de las fincas y pronto se vería cuan cierto era eso…”. Cuando la propiedad fuese colectivizada y todo perteneciera a los trabajadores, no habría capitalismo, no haría falta el estado y no habría necesidad de que existiese el dinero.

    Aquellas pretensiones colectivistas que se ridiculizaban  y eran consideradas inviables  a causa del “propio espíritu individualista que animaba al trabajador del campo andaluz”, sorprendentemente les llegaría el momento de ponerse en práctica.
    El golpe de estado perpetrado por militares un 18 de julio de 1936, con el respaldo de importantes sectores de población civil, no llegó a prosperar en la villa cordobesa de Castro del Río, entre otras cosas, por la tenaz defensa desplegada por las masas populares, lo que propiciará la rienda suelta para los presupuestos ideológicos del comunismo libertario.



    Ahora se han cumplido 75 años de aquellos acontecimientos.
    Sobre aquella experiencia revolucionaria, que duró los dos meses que la población resistió los envites de quienes se levantaron en armas contra un régimen legalmente constituido, disponemos de varios testimonios, que dejamos para una próxima entrada.  
    Eso sí, durante aquel corto periodo, la dieta alimenticia del jornalero castreño y su familia mejoró considerablemente, y gracias a las expropiaciones e incautaciones practicadas por los sindicalistas, con la colaboración de otras fuerzas políticas de la izquierda castreña, los huevos se pudieron acompañar de buenas lonchas de jamón y filetes de ternera durante algun tiempo.


(Continuará)