Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

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08 abril 2011

Un post psicoterapeútico y una fecha histórica.

14 de Abril de 1931

   Quienes sigan este blog habrán podido comprobar una sensible reducción en la frecuencia de sus entradas. No me gusta lo de Post, ya que en mis actuales circunstancias tengo que ir acostumbrándome a desechar este término.
   Todo obedece a mi largo historial de fumador empedernido y a mi actual predisposición y firme propósito de desvincularme definitivamente de la famosa droga legal, tan lucrativa para las arcas del estado y tan perjudicial para el aparato respiratorio y para las economías domésticas.
   Mi apuesta por diversificar mis actividades de ocio y lo contraproducente de sentarse demasiadas horas delante del ordenador, lugar donde habitualmente se disparaba mi consumo diario de tabaco, son las razones por las que me prodigo menos en mi actividad bloguera.
   En mi lucha diaria, para ir reduciendo progresivamente mi dosis de nicotina juega un papel importante la actividad física y el deporte, complementaria de las terapias de grupo en las que andamos enrolados un variopinto grupo de personas con el apoyo técnico de profesionales.
   He optado por prolongar todo lo posible mi diario paseo vespertino con mi indómito y poderoso perro Benito. Para amenizar el recorrido y librarme de la recogida de sus deposiciones, he diseñado un itinerario por un descampado que transcurre en paralelo a las instalaciones municipales de tenis y padel de la Matraquilla (Motril). Cuando los jugadores de tenis demuestran un buen nivel, me entretengo con los bellos lances del juego, mientras mi Benito se dedica a ir levantando repetitivamente la pata hasta concluir con sus once o doce meadas de rigor que remata desprendiéndose de lo sólido.
   Otras veces no me atrae el tenis y desplazo mi atención a las contiguas pistas de padel, donde refulgentes señoras de edades en torno a los 35-40 años, con espectaculares y atractivas prendas deportivas, bajo la eficaz guía de un monitor cachas, se afanan por aprender la técnica del novel deporte de pelota.
   Son simplemente estímulos visuales que junto al chicle, el botellin de agua y la pipeta de mentol me ayudan a compensar la carga de ansiedad que me genera el cigarrillo ausente.




   A renglón seguido distribuyo mi tiempo libre entre el PC y las tareas domésticas (aún tengo permitido algún cigarrillo), hasta que a la caída de la tarde inicio un nuevo circuito, ahora en solitario y a trote cochinero.

   Por cuestiones de relieve y estímulos visuales paisajísticos (vistas a lo que resta de la fértil vega motrileña) y de otra índole, doy vueltas por el ancho acerado que transcurre entre las rotondas de Alcampo y la de acceso a la ciudad desde la playa. 
   Ya voy por tres diarias. La primera es de tanteo y reconocimiento, que me sirve para situarme estratégicamente en el circuito. Normalmente elijo un vehículo que mantenga buen ritmo y atractivo de espalda. Durante la segunda, me limito sostener el ritmo y la distancia de seguridad con el vehículo/culos que me preceden. La tercera es bastante más trepidante, sprinto desde lejos hasta adelantar mi vehículo guía, lo que me permite comprobar si las cualidades del reverso se corresponden con el anverso. Hoy en concreto me ha costado adelantar y le he metido al cuerpo una agotadora cuarta vuelta.

 

 
   Por lo tanto, son tres o cuatro las veces que me topo de frente con el cartelón publicitario que muestro a continuación:



   El recurso a esa fecha emblemática de la Historia de España para abrir al público las nuevas instalaciones de esta firma comercial en Motril, no creo que obedezca a una simple casualidad; probablemente está escogida a propósito a raíz del éxito en audiencia de la telenovela “14 de Abril: La República” y por las connotaciones revolucionarias y transformadoras de aquel 14 de Abril de 1931. La cadena Lind seguramente pensará revolucionar la oferta en el sector con atractivos precios para su potencial nueva clientela.
   Desde que inicie el  saludable hábito de andar, una de las cosas que más insistentemente han pasado por mi cabeza, durante la hora y cuarto aproximada que le vengo dedicando, ha sido la de elegir una fecha definitiva para pasarme a las filas revolucionarias de la resistencia antitabaco. Por la machacona presencia del cartelón, con la famosa fecha del 14 de Abril, pensé en ella para iniciar mi nueva andadura vital, por aquello de trasladar el simbolismo de aquellas luchas colectivas a mi particular y actual batalla, que me permitirá liberarme provisionalmente de esa estúpida esclavitud a la que llevo tantos años ligado. Cuestiones de calendario psicoterapéutico me llevan hasta el 19 de este mismo mes, como fecha idónea para comenzar con la abstinencia total. De cualquier manera, si me encontrara fuerte emocionalmente voy a intentar hacerla coincidir con tan señalada fecha, anticipándome unos días a la previamente acordada. Para ello tendría que superar la prueba de fuego del ágape convivencia laboral programado para ese mismo día (cigalas plancha, marisco cocido, salmorejo cordobés, rejos en salsa, y fritos variados, acompañado de bebidas espirituosas, llámese Alhambra fría o Blanco Calvente de la tierra). De no ser así, le daré tiempo al gobierno provisional republicano para que se organice. Total, son tan sólo cinco días de diferencia, después de más de treinta años esperando.

Treinta y tantos años de historial

   Una segunda batalla que me acecha, es la evitar la ingesta abusiva de alimentos y el consiguiente sobrepeso. De momento, para este próximo domingo pienso superar la ansiedad con unas migas de sémola, típicas de estas latitudes, acompañadas de ensalada y boquerones fritos.


   Para ir predisponiéndome a la también cercana renuncia a los placeres de la carne me he hecho en una librería de viejo de un antiguo recetario de cocina del médico vegetariano naturista Eduardo Alfonso y Herrán, responsable de la proliferación de estas doctrinas entre un nutrido grupo de adeptos (Pedro el Bueno y compañía) en la villa cordobesa de Castro del Río durante el primer tercio del siglo XX.

  



   Como, si definitivamente me libero de la carga económica del puñetero tabaco, voy a ahorrar un dinerillo, estoy pensando, ya puestos, iniciarme también en el naturismo con unas reconfortantes jornadas de asueto y descanso en el exclusivo hotel Vera Playa Club:



   Estas letras tienen un fin último: reafirmarme en mi propósito abandonista haciéndolo público a través de este medio, a la vez que, demostrarme a mí mismo que se puede permanecer varias horas sentado frente al ordenador sin necesidad de encender un cigarrillo (cual era mi tarea para la presente semana). Progresamos adecuadamente.

 Este post  cuenta con el patrocinio del Servicio Andaluz de Salud, Gabinete de Seguridad y Salud Laboral de la Delegación Provincial de Educación de Granada, Area de Deportes del Ayuntamiento de Motril, Centro Comercial Alcampo, Supermercados Lind, Cervezas Alambra, Bodegas Calvente , Hotel Vera Playa Club y chicles sin azucar Orbit.
   Los grupos tabaqueros Altadis y Philip Morris  ha rehusado mi invitación para colaborar, a pesar de que publicito algunas de sus marcas. Sus razones tendrán.


09 febrero 2011

Venturas, desventuras, vocaciones y devociones de un vinatero cordobés de principios del siglo XX: El formidable Pepe Codes.



   De un tiempo a esta parte, vengo padeciendo cierta indiferencia y un progresivo desinterés por las noticias que nos depara la actualidad. De la prensa diaria, apenas si llego a leer los titulares en el trabajo, no da tiempo para más, tengo que atender demasiadas desideratas de los usuarios de mi servicio. El resto de las informaciones, las tomo al vuelo del transistor que me acompaña en la cocina mientras preparo el desayuno, el almuerzo o la cena. Hasta he dejado de comprar el Ideal con su dominical de fines de semana. El artículo de Pérez Reverte, del que era un ferviente seguidor se me ha empezado a atragantar.
   En mi última visita al loquero/a (maja chica), me han diagnosticado bloguermanía (otra dependencia además de la del tabaco), que viene a ser algo así como una necesidad imperiosa de buscar y rebuscar noticias e informaciones del pasado, para después plasmarlas, con tecnología bloguer, en páginas que andan por hay colgadas a disposición de quien quiera compartir mis curiosidades. También di altos niveles de  egocentrismo en la analítica espiritual a la que me sometieron. Bueno estoy en vías de, si no de solucionar del todo el problema, al menos predispuesto a racionalizar la distribución de mi tiempo de ocio. Hay que hacer otras cosas. Iremos saliendo.
   Aunque esa dependencia temporal me ha resultado provechosa para sanear mi maltrecha economía, al prescindir de parte del  importante capítulo del presupuesto que suponen los gastos de calle, en detrimento del sector de la hostelería. Recomendable para tiempos de ajustes.
   Otro aspecto positivo de la analítica ha sido el progresivo desarrollo de las relaciones interpersonales, con gente que comparte, que se interesa, que pregunta, que responde, un continuo intercambio que enriquece personalmente. En base a esto, mi doctora, que es una gran profesional, me ha prohibido terminantemente cerrar el blog, cual era mi propósito en un principio, de romper por lo sano, a cambio de, ir reduciendo progresivamente la dosis nociva de nicotina. Sé que me va a costar…

   Como todavía, por provisional prescripción facultativa, puedo sumergirme en las jugosas páginas de la prensa histórica, estas me siguen deparando estimulantes sorpresas.
   Mi especial debilidad por los personajes raros y curiosos, y por los vinos de la denominación de origen Montilla-Moriles, a cuya área de influencia cultural pertenezco, y de los que soy ferviente consumidor y propagandista, provocó que me detuviera en la lectura de un reportaje periodístico en el que convergen ambas aficiones.

Heme aquí expuesto al escarnio público
Consejo Regulador Montilla-Moriles


   La acción trascurre en la capital cordobesa, un par de meses después de que el político conservador Eduardo Dato, en ejercicio de la jefatura del gabinete ministerial, fuese asesinado por tres pistoleros anarcosindicalistas catalanes.
   El autor del reportaje, un desconocido periodista de provincias, redactor del diario gráfico cordobés "La Voz" durante los primeros años de la década de los veinte del pasado siglo. El protagonista del mismo, el formidable y bondadoso Pepe Codes.
   Se publicó con otro título, que yo, propenso al barroquismo, he sustituido por el que aparece en la cabecera de la entrada.

Informaciones pintorescas

El hombre que ha rendido más culto a Baco

   Al pasar por los jardinillos de la plazoleta de San Nicolás, observo un bulto misterioso junto a un canapé. Con todo género de precauciones, por si se trata de un artefacto explosivo, me acerco al lugar.
   Pronto salgo de dudas. Se trata de mi gran amigo Pepe Codes, que duerme el sueño de los justos en plena noche primaveral. Le invito a que me siga y, siempre amable, accede. Atravesamos la calle Torre de San Nicolás, continuando por la de José Zorrilla.
   Al pasar por el primer establecimiento vinícola, mi gran amigo siente un mareo que llegó, francamente, a preocuparme.
   Las tabernas ejercen en el organismo de Pepe una influencia enorme, semejante a un poderoso imán que, sin poderlo remediar, lo atrae a su seno.
   Me cuesta un tanto de trabajo hacerle salir de aquel lugar, pero al pasar de nuevo por otro gran templo del dios Baco, nuestro acompañante se pone en carácter y exclama:
   - Mira, yo voy contigo al fin del mundo, pero es necesario que me eches combustibles. ¿Tú concibes un automóvil andando sin gasolina…?
   Aquella pregunta, de una filosofía real y aplastante, me hace acceder a su petición. Penetramos en la taberna. El pide un vaso de tinto; yo, para no ser menos, uno de blanco. Y hemos aquí, querido lector, bis a bis, en plan de ataque periodístico.


Veamos Pepe, di algo que pueda interesar al público.
   Codes ríe, con risa ingenua, infantil, de corazón bondadoso y grande. Y responde seguidamente:
   - Te diré, mi infancia se deslizó vulgarmente, sin sobresalir hecho notable. De chico hice las travesuras propias de la edad. Fui un excelente estudiante de bachillerato, pasando después a la Universidad granadina, para cursar la carrera de Derecho. Pero Dios no me llamaba por aquel camino. Mi corazón místico se inclinaba hacia derroteros mucho más altos. Así lo hice.
   - ¡Bravo! ¡Hasta aquí es la vida de San Luís Gonzaga!
   - ¿En aquel tiempo eras ya aficionado al rico mosto?
   - Te soy franco; entonces me gustaba mucho, muchísimo. En la actualidad, bebo por beber, las más de las veces por ahogar preocupaciones, que aunque pocas, las tengo. El vulgo cree que soy un empedernido bebedor, y está en un error. Yo bebo…por beber…no se por que. Bebo porque si, por lo mismo que podía tocar la ocarina o hacer jaulas para canarios flautas.
   Esta afirmación la hacía Pepe con tal sinceridad, con tal fe y entusiasmo, que no dudé un momento de la veracidad de su interesante relato.
Continuamos.

   - …Y penetré en el claustro, en el sombrío y lóbrego claustro de cierto convento, que no es del caso señalar. El padre prior, una buena persona, creyendo ver en mí la imagen fiel de San Francisco de Paula, me confirió el cargo de más confianza en la casa: encargado de la bodega. Figúrate como recibí tan preciada distinción. Aparenté no darle importancia a la cosa, aunque mis compañeros me miraban con descarada envidia, y lo primero que hice al tomar posesión de mi cargo fue coger una soberana cogorza, que disimulé fingiendo una indigestión de “bocaditos de ángel”, plato del día.
  


   ¡Que días más felices pasé en aquel sótano! Cuando me hallaba en estado de pellejo, que era la mayoría de las veces, me iba a la celda y a dormir. Los hermanos decían: ¡Pobre hermano Fray Ángel José; que estómago mas delicado!
   Pero como el demonio siempre anda alerta para meter el remo, una mañana bebí más de lo reglamentario, provocando un escándalo fenomenal dentro de la santa casa, y ya “en plan” salí a la calle. El hermano Fray Emeterio y el portero intentaron reducirme a la obediencia, pero fue inútil, y seguido de la chiquillería penetre en una taberna.
   La batalla de Marne fue un vulgarísimo velatorio, comparado con lo que ocurrió. Yo con los santos hábitos, bailándome una rumba, entre vítores y palabras soeces de la concurrencia, y los nenes, alarmados ante aquel espectáculo tan poco edificante, arrojando piedras a la casa. Resultado, que me formaron juicio sumarísimo, expulsándome del local y…de la orden.



   - Dime aproximadamente que cantidad de vino habrás ingerido en lo que llevas de vida.
   Codes, hace un cálculo y exclama:
   - Sin exagerar, te diré, que me habré bebido allá como tres mercancías llenos de barriles…
   - Ahora soy completamente feliz. Hago una vida moderada, y como cuento con grandes y verdaderos amigos, me ayudan. Por la noche me situó en la calle Gondomar frente al café La Perla, en donde tengo mi cuartel general. Allí opero, siempre con éxito. Los sablazos son según la categoría de la víctima. Si es adinerado, dos perras gordas. Si es de baja estofa, una perrilla. Como, casi siempre, en los soportales de la Plaza de Abastos. Y luego me acuesto muy tempranito, unas veces en el Gran Hotel de San Nicolás, que es donde me has hallado, y otras en el Palace Hotel del Duque de Rivas, vulgo jardines altos. Estoy muy contento con el hospedaje, sobre todo por lo económico.

Pérgola Palace Hotel Duque de Rivas (vulgo jardines altos)

   - Y para terminar ¿Cuál es tu mayor deseo?
   Codes, el formidable Codes, calla un instante. Medita la pregunta, y con su risa de siempre, bonachona y franca exclama:
   - Quiero que me sepulten en un palmo de terreno montillano, en las entrañas sacrosantas que me dieron el néctar delicioso, lenitivo único para soportar la vida perra, mísera, absurda e incompresible…

Chateau

(Diario La Voz de Córdoba – 14 de mayo de 1921)

   Cuando se abría paso la primavera del año 1923, el bueno de Pepe Codes, que venía arrastrando desde hacía algún tiempo una bronconeumonía, dejaba de existir en una casa de recogimiento de la calle del Cáñamo.  A pesar de sus economías en hospedajes, sin metálico, no encontró ayuda, de aquellos grandes y verdaderos amigos que en otro tiempo le dieran perrasgordas para vino, para poder ingresar en el Hospital.
    Posiblemente fuese aquel prometedor periodista que le entrevistara años atrás, quien insertara la noticia de su fallecimiento en la prensa local.
    Por la solemnidad de su pobreza, sería la beneficencia pública quien se hiciera cargo de sus restos mortales, con probable destino para la fosa común del cementerio de San Rafael.
  

   Aquel, su último deseo, de yacer junto a cepas montillanas, no creo que nadie lo tuviera en consideración. Sólo se me ocurre una manera de poder atender tardíamente su desiderata. Bien el consejo regulador de la denominación de origen Montilla Moriles, o un modesto viticultor montillano, entre dos cepas, podrían colocar un sencillo rótulo con el siguiente epitafio:

   “Aquí debería de estar enterrado el ingenuo, risueño, bonachón y formidable vinatero Pepe Codes, que entregó la vida por su causa. Fue incapaz de aprender a tocar la ocarina o de construir jaulas para canarios flautas”
   El autor de la crónica-reportaje o entrevista a Pepe Codes, que firmaba como Chateau, se llamaba José del Castillo Plasencia. Entre 1920 y 1923 trabajó como redactor para el moderno y renovador, en cuanto a información y maquetado, diario gráfico La Voz, antes de que éste cayera en manos de la familia Cruz Conde durante los años que duró la Dictadura de Primo de Rivera. También llevó, durante un tiempo, la corresponsalía en Córdoba para el Imparcial.