Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

04 abril 2011

Laureados y mutilados. Porcunenses en la Guerra de Marruecos (1909-1927)



   Tras la pérdida de Cuba y Filipinas, España buscó una mayor presencia en el norte de África, logrando en el reparto colonial efectuado en 1904 y en la Conferencia Internacional de Algeciras de1906, el control sobre la zona norte de Marruecos.
   La burguesía española, privada de sus antiguos negocios coloniales, apostaba por la presencia en Marruecos, como una fuente de beneficios económicos, donde además de las explotaciones mineras se ofrecían otros campos de inversión en construcción de ferrocarriles, obras públicas, etc.
   Por otra parte, razones de prestigio para el mando militar, tras su humillación en la guerra contra los Estados Unidos, le hacia necesitar un nuevo conflicto donde recobrar el honor perdido.
   La confluencia de ambos intereses y la progresiva hostilidad del nacionalismo indígena rifeño apuntaban a tambores de guerra. Solo faltaba la chispa, el detonante.
   Este llegó el 9 de julio de 1909 con el ataque por parte de la guerrilla rifeña de la vía férrea que llevaba el mineral a Melilla, que se saldó con la muerte de varios trabajadores, tras el que se desatan definitivamente las hostilidades de esta primera parte del conflicto cococida como Guerra de Melilla. A destacar la severa derrota sufrida por las tropas españolas ante las enardecidos patriotas rifeños en el Barranco del Lobo.



   Una de las primeras medidas adoptadas por el gobierno español, presidido por el conservador Antonio Maura, fue la de decretar la movilización de los reservistas, lo que suscitó un ola de movilizaciones en contra de la guerra por todo el país. Anarquistas, republicanos y socialistas encabezaron las protestas esgrimiendo la irritante desigualdad de que tuvieran que exponer sus vidas aquellos que nos dispusieran de las 1500 pesetas necesarias para eludir la obligación. La máxima expresión la constituirían los sucesos revolucionarios de la Semana Trágica de Barcelona, entre el 26 de julio y el 9 de agosto de ese mismo año.

   Un pequeño párrafo de la editorial publicada en El Socialista al iniciarse el conflicto resume la esencia de esta actitud contestataria, en la que se denuncian determinados intereses capitalistas que se intentan ocultar detrás de una máscara patriótica:

   “No sabemos , naturalmente,  que deparará todo esto; lo único cierto hasta ahora es que a África han sido enviados unos cuantos miles de hombres a defender una supuesta ofensa al honor nacional, mientras los burgueses que han redimido a sus hijos del patriótico deber de empuñar las armas quedan aquí haciendo votos porque la suerte acompañe a nuestros soldados, para que ellos, los burgueses, puedan continuar la pacífica labor de explotar los trabajos de las minas rifeñas, causa de la agresión de los moros contra nuestros connacionales. Es la historia de siempre, el interés particular disfrazado de interés general”.


   En Porcuna, la sociedad obrera “Paz y Libertad” con escasa implantación aún, no creo siquiera que llegara a exteriorizar su protesta. Los reservistas afectados, algunos ya con mujeres e hijos, terminarían acatando con resignación tan impopular medida.
   No fue el caso de José Barrionuevo, un reservista porcunense, que imbuido por ese extendido  patriotismo al que se recurre para justificar la guerra, no duda en ofrecerse orgullosamente para empuñar las armas contra el infiel. De su excepcional predisposición patriótica lógicamente se hace eco cierta prensa interesada:

La Correspondencia Militar 20 de julio de 1909

   Una segunda medida adoptada, para aliviar conciencias y atender el desamparo en que quedaron las familias de los reservistas, fue la proliferación de  Juntas de Damas  por todo el territorio nacional, encargadas de fomentar la suscripción a favor de éstos.
   En Porcuna se recurre a  representaciones teatrales, como una medida más, para allegar fondos a tan caritativa y patriótica misión:


 Natalia R. de Aguilera, Sacramento Marina, Caridad Gallo, 
Anita G. Espiga, María Cabrero y Julita Borrego


   La oposición a la guerra por parte de la Agrupación Socialista de Porcuna y la Sociedad Obrera “Paz y Libertad” queda ya patente en un oficio reivindicativo presentado conjuntamente ante el Sr. Alcalde con motivo de la celebración del primero de mayo de 1911. Mas ambigua o menos resuelta, en esa misma fecha, es la actitud del Centro Republicano Radical que se limita a abogar por la instauración del servicio militar obligatorio y la creación de unas milicias nacionales voluntarias.
   Conforme avanza el conflicto el comportamiento heroico en combate era lógicamente ensalzado en la prensa, contribuyendo con ello a consolidar esa corriente oficialista de unidad de espíritu ante la guerra.
   El primer porcunense en recibir honores y reconocimientos sería el cabo Cristino Molina Carreño, del Regimiento de Cazadores de Taxdirt. Sería su propio Coronel el que pusiera en conocimiento de las autoridades de Porcuna el acreditado ardor guerrero de su paisano:


ABC 4 de febrero de 1912

   La respuesta de éste no se haría esperar. El Coronel del Regimiento de Taxdir recibiría, poco después, un patriótico oficio del alcalde de Porcuna, en nombre del Ayuntamiento, felicitando al cabo Cristino Molina por su heroico comportamiento en el combate de Zarroza, acompañado de un precioso sable, costeado por suscripción popular, para que le sirva de recuerdo de aquel brillante hecho de armas.

El Imparcial 10 de mayo de 1912


   A otro nivel, pues se trata de un militar de carrera, estarían los supremos honores alcanzados por otro porcunense. Me refiero al capitán de Artillería Modesto Aguilera R. de Aguilera. En 1909, a raíz de crearse un grupo de baterías en Ceuta, es destinado a dicha plaza. Ya con anterioridad a la ruptura definitiva de hostilidades se distinguió, al frente de una batería de montaña, en las operaciones intimidatorias desarrolladas contra los indómitos cabileños del aduar de Beni-Sala, liderados por el célebre Larbi Bulaich, último de la familia de los Valientes.


   Por posteriores méritos contraídos en el combate de Lauzien (Tetuán) el 11 de junio de 1913, le sería concedida, a título individual, la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando, popularmente conocida como La Laureada, la más preciada condecoración militar española.





  La foto que se muestra corresponde por el agasajo que le fue tributado en Porcuna por autoridades y amigos, estando ya propuesto para el ascenso a Comandante, que aun tardaría en llegar pues renuncia a la campaña africana al aceptar un cómodo y seguro destino en el los Talleres, Laboratorio y Centro Electrotécnico del Arma de Artillería en Madrid.

   Menos gloriosa, aunque mas humana y cercana a la cruda realidad que supuso para muchos españoles su participación en aquellas guerras, la noticia que nos aporta el corresponsal en Porcuna del diario cordobés La Voz sobre la odisea vivida por Rogelio Padilla Márquez, un soldado de remplazo porcunense, tras el famoso Desastre de Annual (1921).


Desde Porcuna

La odisea de un soldado



   En el momento que me disponía a despedir a los niños de mi escuela, se me presenta en ella para saludarme el antiguo alumno de la clase de adultos Rogelio Padilla Márquez, que regresó hace poco procedente de África, donde fue gravemente herido.
   Le saludo y veo que trae la mano izquierda mutilada, con dos dedos menos y anda un poco encorvado.
- Cuéntame hombre, cuéntame. ¿Qué te ha ocurrido por ahí?
- Milagros, solo milagros puedo contarle. El principal de todos es que estoy aquí vivo aunque no sano y puedo contarle.
- ¿…?
- Fui destacado a la posición de Tasirú, donde había unos setenta infantes  y veinte artilleros. En el mes de julio empezamos a notar algo irregular. El convoy que debía de llegar antes del día 20 nos enteramos de que había sido copado por el enemigo y empezaron a faltarnos los víveres, en particular, el agua. El día 23 fuimos sorprendidos y atacados por los moros de una manera atroz; y el día de Santiago, muertos de fatiga, de hambre y de sed se nos concluyeron las municiones. Quisimos defendernos a la bayoneta, pero sólo había de pie nueve hombres, de los cuales cuatro estábamos heridos.
   Mire usted, yo no me enteré en que momento fue, pero un balazo me dejó colgando estos dos dedos. Intenté huir, pero a los pocos pasos otro balazo me atravesó el costado por la cintura. Mire usted, me dijo levantándose la camisa y enseñándome las cicatrices de entrada y salida de la bala. Estando caído, a unos cien metros de la posición, llegaron unos moros que me desnudaron completamente poniéndose uno de ellos mi correaje. Luego, juzgándome muerto al ver el charco de sangre que había dejado, el mismo moro me dio unas “pataitas” en la cabeza y se alejaron. ¡Lo que yo sufrí entonces! ¡La sed me aniquilaba! ¡Cerca de cuatro días sin beber y en el mes de julio!
   Desde el sitio en que permanecía, que estaba algo oculto, distinguía a los moros quemando el campamento y echando en las hogueras los cadáveres de los soldados. Yo creo que muchos de ellos tenían viada aun. Después vi que con los que estaban diseminados hicieron unas cuantas piras con intención de quemarlas luego. Yo ya me veía en una de ellas, pero se hizo tarde y los moros cesaron en su tarea. Cuando la noche se echó encima y la oscuridad me protegía, me levanté como pude y emprendí la huida, al azar, sin saber a donde ir.
   A media noche me encontré un rió, que creo se llamaba Moruya, de bastante anchura y corriente bien fuerte. Yo nado regularmente y no me atrevía a atravesarlo por el estado en que me encontraba, pero pensé que morir por morir, más valía de esta manera que me dejaba alguna esperanza. Me eché al agua y bebí yo ne se cuanto, esto me dio ánimo, nadé y nadé y cuando acordé estaba en la otra orilla. No sabía donde me encontraba y continué andando. Al amanecer vi un campamento. Oí hablar una lengua extraña y venir hacia mí una porción de negros. Ignoraba de qué clase de gente se trataba, pero noté que no venían con carácter hostil. Luego supe que me encontraba en la zona francesa y aquel campamento era de su ejército colonial. Me atendieron admirablemente, me lavaron la herida como pudieron y me cortaron los dedos que llevaba colgando con un palo seco; no se como lo hicieron, pero dejo de sangrarme aquella herida.
   En un camión me llevaron a Taurif. Allí encontré refugiados otros españoles, entre ellos mi capitán y el teniente coronel de mi batallón, que pudieron en aquel desastre, alcanzar la zona francesa. Había también un teniente de Sanidad Militar que inmediatamente procedió a curarme. Se quedó admirado de la herida que no me había arrebatado la vida y de mi resistencia física al haber hecho todo lo relatado. Me curó muy bien y a él le debo el estar aquí.
   Nos transportaron a Oran y de allí nos repatriaron a Melilla, donde fui hospitalizado.
   De mi estancia en aquel hospital no le quiero decir nada. Ya leería usted en los periódicos lo que allí pasó en aquellos días.


   Por fin, en el vapor Alicante fui transportado a Cádiz, y a los pocos días a Sevilla. Ya entré en la gloria. Primeramente en San Telmo y después en la Cruz Roja.
   Nunca me pude imaginar que aquellas señoras que nos atendían y consolaban pudieran llegar a tanto. ¡La infanta doña María Luisa! ¡que buena! ¡que amable! ¡Bendita sea! Las otras señoras no dejaban de hacer lo mismo, pero no recuerdo sus nombres.
   ¡Y la Reina! ¡Que simpática y que cariñosa! Estuvo un buen rato a mi cabecera preguntándome todo lo ocurrido. Yo al ver que era la Reina no sabía ni hablar. Tomó nota de mi nombre y no sé que datos más y mandó me diesen un retrato suyo hermosísimo con una dedicatoria.
   Si dice usted que esta relación la va a publicar en La Voz, le ruego haga constar en ese  periódico mi eterno agradecimiento a todas esas señoras, empezando por S.M. y terminando por la última señorita de la Cruz Roja. No se que palabras emplear para expresarlo, pero por cualquiera de ellas daría mi vida".


   Hasta aquí la primera parte de la narración de nuestro soldado, suponemos que retocada y tamizada por la pluma del cronista corresponsal. No se aprecia en ella  el menor asomo de contrariedad o resentimiento. Todo lo contrario, parece mostrarse orgulloso de su servicio a la patria y agradecido para con las reales y aristocráticas damas que le cuidaron durante su estancia hospitalaria en Sevilla. Aunque el fin último del articulista es la denuncia social que se reserva para el último párrafo:

   “Mis heridas sanaron al fin y declarado inútil me mandaron aquí, donde me tienen a su disposición.
   Ahora no puedo trabajar, pues en el oficio de jornalero que ha sido siempre el mió, no puedo coger las herramientas; no puedo cavar, ni varear, únicamente escardar podría, si la herida de la cintura me dejara; pero al momento de estar encorvado me da un dolor muy grande que no me deja continuar. He solicitado un cargo de guarda rural, sereno o algo parecido. Me ha contestado el alcalde que me contestará cuando haya vacante, pero esta no ocurre y…el hambre aprieta.
   Se despide el Padilla cariñosamente y al irse me quedé pensando y pregunto yo: ¿Para que existe el batallón de inválidos?
   Y a mis lectores: ¿No habría alguno caritativo que pudiese conseguir su ingreso en él? Me parece más que merecido”.

Porcuna, Febrero de 1922.
  

   Desconozco exactamente de que medios disponía el estado en aquel contexto para cubrir estas situaciones, aunque supongo que ante el ingente volumen de bajas y heridos tras el desastroso desenlace de Annual se superaría cualquier previsión, como lo demuestra el hecho del estado de abandono al que fue condenado el valeroso y mutilado soldado Padilla. Supongo que el ya comandante de artillería Modesto Aguilera R. de Aguilera si cobraría religiosamente la cantidad estipulada anualmente por su Laureada, y otras distinciones como las cruces de Santa Cristina y San Hermenegildo que había acumulado a lo largo de su dilatada carrera profesional. Pudiera parecer demagógica la comparación. Simple y llanamente se trata de diferentes raseros, los que se utilizaban y se siguen utilizando en las colectividades humanas a la hora priorizar en las coberturas y de graduar el reconocimiento por servicios prestados a la comunidad (llamese patria chica, grande o regular).

Soldado Padilla


  
   La fotografía que utilizo no es del soldado Padilla, cual hubiera sido mi deseo, pertenece a un soldado desconocido más de los muchos que con desigual suerte fueron movilizados para aquellas guerras. Como de su historia no se ocuparon las revistas gráficas (caso del capitán Aguilera de cuyas fotografías me valgo para ilustrar la entrada), cabe la remota posibilidad de que fuera reconocido por sus descendientes (si es que los tuvo y pudo llevar pan hasta sus bocas con sus limitaciones físicas). De ser así, si éstos conservaran alguna fotografía de su desgraciada estancia en el servicio militar, les agradecería que me la hiciesen llegar para colocarla en el lugar en blanco que le he reservado.

7 comentarios:

  1. Muy buenas ALberto, felicidades por la nueva entrada, magnífica como siempre. Solo quería preguntarte si es posible identificar a los presentes en la foto del capitán Aguilera y sus paisanos. A groso modo solo reconozco y con reservas a Luis Aguilera y Coca en el centro y de pie, el que tiene barba. Su similitud con el cuadro de Romero de Torres es más que sospechosa. Pero no reconozco a nadie más. Un saludo!

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  2. Estimado paisano Calatravo o Calatraveño. En primer lugar agradecerte tu seguimiento y tus comentarios. Le dan una poquita mas de chispa al tema.

    La fotografía a la que te refieres se publicó en Mundo Gráfico (Revista Popular Ilustrada) de 5 de noviembre de 1913. Tiene todo el aspecto de estar tomada en el patio de un Casino o Círculo de Recreo. Exceptuando al bizarro camarero, de elegante porte restaurador, y al joven botones, conserje o “criado” vestido con su uniforme de gala, los demás deben ser todos prohombres de los partidos dinásticos (fuerzas vivas de la localidad), amén de algún que otro familiar del homenajeado.
    Efectivamente comparando con el retrato que le hizo Julio Romero a su amigo y mecenas porcunense Luís Aguilera y Coca (http://www.oronoz.com/paginas/leefoto.php?referencia=%2033583&usuario=) , sus rasgos coinciden al cien por cien con el señor situado de pie justo en el centro del umbral de la puerta. El alcalde de Porcuna en este momento era Emilio Sebastián González, quien recurriendo a una fotografía posterior suya que me ha llegado a través de otro Alberto, parece corresponderse con el de barba, gorra de visera de paño y pajarita que aparece sentado (segundo empezando por la derecha).

    Y ya que estamos puestos, me gustaría que todos aquellos que quisieran colaborar en la factible tarea de ponerle nombre y apellidos a esos rostros lo hicieran en el apartado de comentarios.
    Lógicamente debe de aparecer también Ricardo Dacosta Ortega, diputado provincial y jefe local de los conservadores (creo que es el segundo de los sentados empezando por la izquierda), Pedro Funes Pineda, Alberto Barrionuevo Casado, Benito Torres de Quero etc. etc.

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  3. pues lo dicho, habrá que buscar retratos de esos que nombras, si encuentro nuevas coincidencias lo comunico, en esto lo suyo es preguntar a los más mayores de Porcuna, saludos y gracias!!

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  4. D. Miguel Núñez de Prado Susbielas fue un montillano ejemplar, perteneciente a una familia de militares, escritores; nada tiene que ver el apellido Núñez de prado procedente de Montilla con el "nuevo apellido" que se han inventado en Baena uniendo los apellidos Núñez y De Prado. Saludos de un montiucubitense que te tiene que escribir pronto con lo de Clodoaldo.

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    1. Estoy muy interesada en lo que comenta sobre la familia Nuñez de Prado de Montilla para mi hijo que es descendiente de la misma. ¿Tal vez podría ayudarnos en nuestra búsqueda de información. Me gustaría darle mis datos de contacto aunque no se como.

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    2. Mi cuenta de correo aparece en mi perfil de facebook. Ponte en contacto conmigo e intentaré echarte una mano.

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    3. Estamos muy interesados en contactar con familiares y/o descendientes del General Miguel Núñez de Prado y Susbielas, nacido en Montilla y fusilado en Navarra en el 36. Somos AFFNA-36 Asociación de Familiares y Fusilados de Navarra. y creemos haber encontrado la fosa donde está enterrado.

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