Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

28 abril 2011

Al Cerro subimos...



   Con una nueva entrada memorialista cierro de momento el ciclo gastronómico y festivo para retomar durante el ya próximo e inmediato mes de mayo el estudio de la historia del movimiento obrero, algo descuidada en los últimos tiempos.

Al cerro subimos
con gran devoción,
la bota de vino
y medio jamón.
Aveeeeee
Aveeeeeee
Ave María.

   Esta letra, que partiendo de la original mariana que se canta durante la celebración de la  tradicional romería de la Virgen de la Cabeza en la Sierra de Andujar, corazón de Sierra Morena, que deriva en algunos versos hacia lo gastronómico, es la que entonábamos una terna de peregrinos de Porcuna (Jaén), próximos a llegar a la mayoría de edad, que movidos por la curiosidad y cierto espíritu aventurero, naturalista, paisajístico y libidinoso (aspirábamos a comernos nuestra primera rosca), pusimos especial empeño para subir aquel año, por primera vez, al famoso Cerro de la Virgen, donde se celebraba y se sigue celebrando esta antigua y multitudinaria romería.

Preparativos y componentes

   El primer paso consistía en hacerse de algo de peculio y recabar los oportunos permisos paternos. Nuestros padres, que se mostraron colaboradores y orgullosos, por aquello de que sus hijos ya se habían hecho unos hombrecillos, aflojaron el bolsillo con algo de metal y otras aportaciones alimentarías.
   El engaño había funcionado, so pretexto de que estábamos enrolados en una de aquellas cuadrillas de porcunenses que llegaban hasta el cerro en camiones entoldados.  
   En verdad, el proyecto pasaba por una vieja tienda de campaña canadiense y el auto stop como vehículo más económico, con el objeto de derivar esa partida presupuestaria al capítulo lúdico festivo (poder invitar a las potenciales mozas receptivas a saciar nuestros apetitos).

   El cartel de esta nueva terna gastronómica y festiva lo componían:

   Luisito “Panblanco”, mas conocido como “El Ris” (Win Rijsbergen), así bautizado por Antonio Domingo Herrador “el Momi”, por su reconocida destreza en el juego de “la pelotica” y por su rubio cabello rizado, que le otorgaba cierto parecido físico con aquel jugador de la selección holandesa de fútbol que maravilló en el Mundial de Alemania de 1974, junto a Johan Cruyff, Johan Neeskens... (la famosa naranja mecánica).
    

   El segundo espada, ya conocido, el genial, único e irrepetible Amando Morente (Fer, Panssón) y un servidor de ustedes, que carecía de nombre artístico, cerrando terna.

   “La Pelotica”, especie de fútbol sala que se inventó en Porcuna durante mi infancia, ante la ausencia de instalaciones deportivas de ningún género, se jugaba en la plazoleta de la Iglesia, con los pinos como porterías y una pelota de plástico adquirida en el Carrillico de Espiri que rellenábamos de hojas de naranjo para compactarla y que arrastrara mejor.
   Nuestra fe por dicho deporte era tal, que nos saltábamos a la torera la prohibición gubernativa y en más de una ocasión éramos perseguidos injustamente por los agentes de la autoridad (memorias deportivas infantiles en próximas entradas).

   Nuestros planes pasaban por llegar hasta Andujar en auto stop y con posterioridad ascender al Cerro por el tradicional y natural “camino viejo”



   Nos levantamos bien temprano aquel último sábado de abril, con la esperanza e ilusión de que todo saliera como estaba planeado, aunque con cierto miedo e incertidumbre ante el devenir.
   Tras recoger el equipaje y despedirnos de nuestras familias, hicimos la última parada en casa de Amando, donde su padre nos rellenó la bota de Velasco Chacón, de cuya bodega montillana era representante en la localidad. Su madre tuvo el detallazo de ofrecernos una fiambrera con una buena cantidad de las albóndigas sobrantes del día anterior.
   Haré un obligado inciso en las albóndigas. En el domicilio de la calle San Francisco donde moraba la familia de Amando, se profesaba una especial devoción a estas pelotas caseras condimentadas con salsa de tomate. De hecho, exceptuando a la madre y al bueno e intrépido Manuel (el siempre recordado Oliver), el resto de la familia eran todos de buen comer. Amando padre era de complexión barrilete, Amando júnior más alto que el padre pero también hermoso, y Frasco, el hermano mayor, un aguerrido y fortachón mozo. De manera que esa santa madre, el día que tocaba elaborar aquel plato, necesitaba de toda la mañana y parte de la tarde, pues el número aproximado de pelotas a redondear, sin exagerar, giraría en torno a las 175 o 200, para lo que utilizaba una de aquellas cacerolas esmaltadas del tamaño de una plaza de toros.

Ni punto de comparación con aquella

Viaje de ida

   La primera etapa, que consistía en llegar lo antes posible a la ciudad de Andujar, fue triunfal. Un primer trayecto en camión hasta el Pilar de Moya y casi sin solución de discontinuidad otro camión de frutas hasta la ciudad iliturgitana.
   De nuestro inicial proyecto, que pasaba por hacer el camino viejo, de cuya riqueza paisajística tanto nos habían hablado, desistimos casi inmediatamente, cuando un señor de avanzada edad, al vernos tan predispuestos, nos informo de los riesgos (venados, cochinos y ganaderías de toros bravos). Amando, que no era para nada aficionado a la tauromaquia, dio de inmediato contraorden, de vuelta al pueblo en busca de otros medios de locomoción, que no fuimos capaces de encontrar. Sólo algunos taxistas piratas, que nos pedían una cantidad de dinero, que superaba con creces la suma que entre los tres llevábamos en los bolsillos.


   No nos quedaba más remedio que recurrir nuevamente al auto stop en la carretera de acceso al Santuario. La mañana avanzaba y día venía riguroso. Tras andar un par de kilómetros con los bártulos a cuestas, a la altura de un paraje conocido como las Viñas, la frondosa sombra de unos árboles situados a orillas de la carretera, ejerció sobre nosotros un especial magnetismo. El cansancio empezaba a aflorar y también el hambre, de manera que allí mismo dimos buena cuenta de las albóndigas con unos tientos a la bota. Como la mezcla hizo efecto inmediato y el lorenzo pegaba de gordo, consensuamos prolongar el descanso durante unas horas.
   Con la tarde ya no tan rigurosa, reanudamos la marcha con el dedo puesto permanentemente. Era un rosario de vehículos el que desfilaba, pero allí no se paraba ni dios. Una nueva sombra junto a una pequeña explanada nos hizo nuevamente detenernos. Otro conclave para tomar decisiones, pues la tarde seguía avanzando y la noche podía echarse encima. Se decidió por unanimidad prolongar la espera del auto stop durante una hora. En caso de no detenerse nadie desistiríamos del empeño, para dejarnos caer en sentido contrario hasta Andujar con proyecto de instalar la tienda en la ribera del Guadalquivir para hacer noche.
   Obrase el milagro, pues casi inmediatamente se detuvo una furgoneta. Nuestro gozo en un pozo al conocer el motivo de la parada del vehiculo, que además iba atestado de personal. Intentaban recuperar un conejo vivo, que consciente se su cercano despellejamiento, aprovechó la lentitud de la caravana automovilística para brincar desde el asiento trasero. El conejo tuvo la suerte de evitar a sus captores, que desistieron del intento entre aquellos riscos, y que lógicamente tendrían que cambiar el menú para el día siguiente: “Arroz sin conejo”.
   Por fin llegó el alma caritativa y compasiva, una moderna furgoneta matricula de Madrid se detuvo para acogernos en su seno. Era un matrimonio enraizado a su tierra que peregrinaba anualmente a su cita con el Cerro del Cabezo y su venerada imagen.



En el Cerro



  Eufóricos y llenos de ilusión ante las emociones venideras tuvimos nuestra primera toma de contacto con aquel santo lugar. De entrada nos topamos de frente con nuestro profesor de historia en el instituto (Don Cristóbal López) quien sorprendido por nuestra particular odisea, relatada con pelos y señales, se empecinó (estaba ya algo piripi) en invitarnos a unas cervezas y unos bocadillos de chorizo en uno de aquellos puestos de feria regentado por torrecampeños. Nuestras prioridades pasaban por buscar el lugar idóneo para instalar la tienda antes de que anocheciera, pero las cervezas y el bocata nos dieron la misma vida. Con las últimas luces del día, ya casi no quedaba tiempo para inspeccionar el terreno, de manera que en el primer hueco que encontramos disponible nos dejamos caer sin reparar en posteriores repercusiones. Afortunadamente en sus proximidades había una bomba manual que extraía agua de un pozo salobre que nos sirvió para hacernos un lavado ligero después de volver a pasarlas canutas en el montaje de la tienda, pues no había manera de clavar las piquetas entre tantas piedras, y de darle al manubrio del pozo ininterrumpidamente, lo que nos dejo exhaustos.

   Con mudas nuevas y rociados de colonia de baño nos lanzamos a lo desconocido. Parecía obligada la visita a la Virgen a la que se accedía a través de una larga y empinada escalinata por la que transitaban de rodillas numerosas personas con promesas. El espectáculo no era demasiado agradable ya que algunas sangraban y mostraban caras de dolor y sacrificio.
   Como nuestro particular sacrificio ya lo habíamos pasado, tocaba ahora pasearse por donde estaban las casas de las cofradías y captar su ambiente. Nuestras miras estaban puestas en unas arjoneras que habíamos conocido el año anterior en Alharilla. Imposible, entre tantísimo personal, hubiera sido un milagro dar con ellas (recuerdo a los jóvenes que puedan mostrar interés en la lectura de estas batallitas juveniles, que otrora no existían teléfonos móviles y que allí los únicos toques que había eran de culo, tambor o campana).
   Como avanzaba la noche, no habíamos encontrado a las arjoneras, y tampoco estábamos provistos de especiales facultades para el del ligoteo, desistimos casi definitivamente de lo pecaminoso. Atendiendo los insistentes requerimientos de Amando, que sólo pensaba en comer, nos encaminamos de nuevo hacia al chiringuito de los torrecampeños que nos habían tratado fabulosamente. Otro bocata, ahora de lomo con tomate, con su acompañamiento espumoso para evitar nudos en la garganta. Cuatro bandazos más por aquellos riscos y con linterna en mano en busca de la tienda para echarnos a descansar.

Nocturno



   Después del madrugón que nos habíamos metido, al que habría que sumar todo ese trajín que os he venido relatando, las cervecitas varias y algún que otro tiento a la bota, se supone que deberíamos de haber caído redondos. Nada más lejos de la realidad. Ya el acomodo en la tienda fue una odisea. Amando ocupaba casi algo más de la mitad y a los demás nos costaba adaptarnos a un suelo duro con picachos de piedra que sobresalían a pesar de la manta vieja que habíamos colocado de fondo. El susodicho empezó a roncar casi inmediatamente, mientras que el resto desesperábamos ante la continua letanía que salía a través de unos sonoros altavoces instalados justo por encima de nosotros, a través de los cuales se convocaba a  misa a las cofradías de los diferentes pueblos que allí concurrían. Pensamos que podía tratarse de algo pasajero, era cuestión de paciencia. Pero nada, consecutivamente se repetía la cantinela “Ilustre Hermandad de Nuestra Señora la Virgen de la Cabeza de Rute, El Carpio, Arjonilla, Arjona, Valenzuela, Lopera…Cuando por fin terminaron las santas misas, y empezábamos a conciliar el sueño, mira por donde se despierta sobresaltado el Fer-nomeno alegando la presencia de elementos extraños (bichos) en el interior de aquel estrecho receptáculo. Allí que nos tienes retirando trastes en busca del bicho que no sabíamos si era de rabo o de pluma. Al valiente diestro le habían puesto sobre aviso de los peligrosos escorpiones y nos metió a todos las cabras en el corral. Resultado, todos con la manta al portal deseando que amaneciera lo antes posible. Menos mal que unos vecinos que llevaban apaños y avíos nos invitaron a una taza de café con leche y a acercarnos a su candela, lo que nos ayudó a sobrellevar la espera del alba.

Un largo y penoso día por delante

   ¡Que ilusos ¡ Creíamos que con la venida del día se acababan nuestras penalidades. Lo primero fue deshacer definitivamente la tienda para cerciorarnos de la inexistencia del terrible Victorino, cargar trastos y poner en marcha la última y definitiva parte del plan: buscar una reunión de paisanos con los que acomodarnos para el regreso. Habíamos dicho en casa que estaríamos de vuelta el domingo por la noche.
   Antes había que ver la procesión. Tras un repetitivo cortejo de bandas de música, abanderados y hermanos mayores con sus atributos, apareció por fin la imagen de la Virgen portada a hombros por sudorientos y enfervorecidos anderos. 



   No podíamos recrearnos mucho, así que tomamos camino hacia el lugar donde acampaban esos camiones procedentes de los pueblos. Como Amando era el menos tímido, más célebre y conocido delegamos en él para la pesca del paisano. Hubo suerte pues de momento quedamos encuadrados en la formación encabezada por Matías “El Regalaillo”, propietario del camión, a quien ofrecimos el dinero que habíamos reservado, de cuyo pago generosamente nos eximió este buen hombre.
   Volvimos a ver el cielo abierto. Asegurado el regreso, libres de bártulos, con posibles en el bolsillo, y un soletazo de rigor, tomamos rumbo obligado hacia los chiringuitos.     Las ganas de comer las habíamos perdido, solo teníamos sed, mucha sed, de manera que las reservas monetarias se invirtieron plenamente en espumosas rubias a palo seco.
  Sin dormir, hartos de andar y de cerveza, era obligada una siesta sombría a la vera del camión de regreso( no sea que se nos escapara). Cuando nos despertaron fue para encaramarnos en su caja. Entre risas y júbilo de sus ocupantes emprendimos el feliz regreso, tras salvar ciertas dificultades iniciales motivadas por la densidad y organización del tráfico rodado.
   Coincidiendo con la quema de la artística colección de fuegos artificiales con la que se pone fin a la procesión de la imagen consagrada a esa misma advocación mariana en Porcuna, nos apeábamos del camión en las inmediaciones del Paseo de Jesús.

  He visitado con posterioridad las proximidades del Santuario (Lugar Nuevo- Jándula) y éste mismo en otras fechas. De aquella experiencia personal salió una promesa, que yo al menos he cumplido, la de no volver de por vida al Cerro durante el día de la Romería. Este año, como casi todos, le echaré un mirotón a la retrasmisión que de ella hace Canal Sur, acompañado de una vermouth fresquito con pepinillos y aceitunas (este año sin tabaco: otra promesa), entonando mi particular:

¡Viva la Virgen de la Cabeza!

   Y escucho anualmente su himno, que me encanta y me trae a la cabeza buenos recuerdos de compañeros de estudios iliturgitanos (Julio Garzón, Paco Reche, Menor…) muy dados a su Virgen, sus cánticos y al jaraneo, con los que viví otros momentos inolvidables.

25 abril 2011

Memoria gastronómica ilustrada: San Marcos


   Como sigo con los apetitos desataos y lo único que pasa últimamente por mi cabeza son artículos alimenticios, ahí va una segunda entrada al respecto:

San Marcos en Porcuna



   En primer lugar me retrotraeré a mi etapa escolar, cuando esta popular imagen dormía en una descuidada ermita extramuros, sin culto, ni cofradía que se hiciera cargo de la celebración festiva. Quiero recordar, que no fue hasta finales de la década de los setenta cuando se constituiría ésta, con el popular y entrañable Rafael Escopetilla (el de la taberna-peluquería, en la que deleitaba a un reducido elenco de jóvenes amigos, que nos habíamos ganado su confianza, con sus trucos de naipes) como primer hermano mayor. Son imágenes imborrables las del bueno de Rafael con su banda y atributos durante la particular procesión de la imagen del Santo, a los sones de la banda de cornetas y tambores de Cañete de las Torres, ya que la de Porcuna había desaparecido.
   Durante mi niñez, era obligada la visita al Santo en su ermita coincidiendo con la explosión de la primavera. Tanto con las Monjas, como con posterioridad con los maestros de Los Grupos, se nos reservaba esa tarde para peregrinar en ordenadas filas hasta la Ermita del Señor San Marcos provistos de una merendilla compuesta por pan tierno y un par de jícaras de chocolate o torta de aceite / azúcar para los más afortunados. Tarde de juegos en plena naturaleza y de cánticos:  

Señor San Marcos, la flor de los campos,
señor San Benito, la flor de los pitos,
la letanía, cinco panes me comía,
dos por la mañana y tres al mediodía.

(Demasiado comer parece eso)

   El ritual se completaba con la elaboración de píticos con la caña fresca del tronco del cereal y la ingesta de unas espigas de los cercanos trigales. Las niñas solían ser propensas a hacer ramos de flores con margaritas y amapolas.





  Un año, nuestros queridos maestros tuvieron la deferencia de otorgarnos la jornada escolar completa, con una excursión al Cortijuelo provistos de un bocadillo y cantimplora para echar el día. El mío solía ser de caballa con tomate Musa y pepino, a cuya mezcla sigo siendo gran aficionado. Aunque el Musa creo que dejaron de fabricarlo pues ya no lo encuentro. Los maestros se lo montaban algo mejor en lo gastronómico. Una vez en el paraje don Enrique Benito nos reclamaba con su particular entonación: “A Ver niños acercaros un momento” ¿Sabéis lo que son los espárragos?  Si… maestro. Pues daros una vueltecilla y los vais trayendo hasta aquí (la frondosa encina bajo la que permanecían guarnecida la comunidad docente).  
   Como consecuencia de nuestra generosa y competitiva participación obtenían una importante cosecha.  Una vez más, don Enrique entonaba el cierre: “Vale ya muchachos, ahora buscaros una buena sombra y a comer”.



   La recolección le servía a Don Enrique, que era muy dado a las artes culinarias, para obsequiar a sus compañeros con unas sabrosas tortillas de espárragos acompañadas de unos tragos de vino de la bota que el susodicho portaba garbosamente en su hombro. Aquel año se prescindió de la visita al Santo.
    Fruto de la amistad de don Enrique con mi progenitor y de su intercambio de recetas salió uno de mis platos favoritos “la gallina en pepitoria”, plato estrella de la cocina de mi casa, miestras mi padre vivió. De él heredé el sibaritismo gastronómico y la afición al guiso de "Juan Palomo".



San Marcos en Castro del Río


   Hasta hace poco, el municipio cordobés de Castro del Río podía presumir de disponer en su calendario de fiestas locales de una Romería estrictamente laica, con origen historicista y militarista.. La referencia al Santo se debe, a que se conmemora ese día la victoria sobre los moros en una batalla que tuvo lugar cerca de la población (éstos con la precipitación de la huida olvidaron un tesoro). Para recordarlo y celebrarlo, se sale al campo a comer y los niños llevan tambores, sables de madera y gorretinas, como recuerdo de aquella gesta guerrera..

El Socorro de Castro del Río (moros y cristianos ) PINCHAR


   De hecho, en su término no ha existido nunca ermita bajo esa advocación, ni sus templos han albergado imagen alguna del Santo, hasta que un grupo de caballistas con extrañas influencias rocieras decidió incorporar el caballo y el santo al festejo, aunque los auténticos sanmarqueros serán siempre los de a píe, los que cuando el día es riguroso se meten en el Quemas Castreño (Guadajoz), sin necesidad de caballerías, para rebajar la temperatura corporal.

   Mis San Marcos castreños empezaban a primera hora de la mañana con un café y unas palomitas blancas en el Bar Pepín, donde se hacia la concentración de hermanos para proveernos de los avios en el supermercado familiar anexo. Para nuestro particular “Que no nos falte de na” se incorporaba lo típico: carnaca (chuletas, chorizo, morcilla, panceta..) e ingredientes para un arroz, amen de cuatro cosillas que se aportaban desde casa, a título particular, y el imprescindible jamón o paletilla. En el apartado etílico lo de siempre la cervecita fresca, el vino de la tierra, refrescos y los destilados para confeccionar vasos largos fresquitos durante la sobremesa. El “Arroz a como salga”, del que nos hacíamos cargo Paco “El Bola” y un servidor, solía tener poco éxito pues el personal previamente ya se había atiborrado de otros géneros. Aunque al final se terminaba limpiando a base de uvitas de vino y platos de arroz ofrecidos a los transeúntes más desamparaos de apaños (que también los había). 



   No quiero despedirme sin referir antes a algunos de los más significativos componentes de aquella hermandad. Pepe Millán, Pinicri, Blascri, el ya mencionado Bola, Chamarín y respectivas (Mª Salud, Claudia, Mariana, Ana ,Toñí, Fali….e Isabel Cuevas Cordobés). El último varón mencionado, ostentó durante muchos años el cargo de fundador y presidente honorífico de la hermandad de “Los Karsonss” (Carsonasos), cuyos estatutos redactó personalmente, antes de hacerse duquesa (aprecien su belleza actual pinchando sobre el enlace). Otro personaje célebre, que no quiero dejarme atrás, ya que fue el primer gorretina , tambolirero y espadachín de la cuadrilla hasta que se fueron incorporando nuevos miembros (que ya estará como para procrear), es José Garrido Pinillos (El Jose).

Mameluco con gorretina and family

   Como las fotos que he encontrado en la red sobre este equipaje infantil están alojadas en blog amigos las he utilizado sin permiso previo.

  En ellas se puede apreciar a la perfección la frondosidad y valor paisajístico de ese maravilloso paraje a orillas del río, conocido como  La Alameda, o más popularmente como “Fabrica de la Luz” o "Campamento", ya que en ese mismo lugar estuvo instalada la empresa Eléctrica del Guadajoz encargada de proporcionar suministro eléctrico a los castreños, sucesora de la Electro-Harinera surgida a principios del siglo XX, y un campamento de la Organizacion Juvenil Española (OJE).

   Me ha llamado la atención que una entrada que Mameluco incluye en su blog sobre San Marcos, se recoge una de las canciones entonadas durante ese dia de campo, que coincide plenamente con otra del acerbo popular de Porcuna:

Qué llueva,
señor San Marcos, rey de los charcos,
para mi triguito que ya está bonito,
para mi cebada que ya está granada
para mi melón que ya tiene flor,
para mi sandía que ya está florida,
para mi aceituna que ya tiene una.
(Y seguimos comiendo)

¡Que poca espiritualidad!

24 abril 2011

Memoria gastronómica ilustrada de mis semanas santas.

Porcuna: Mar de olivos (José Torres Vallejo)


   Hace ya muchísimos años que no ajustaba mi alimentación a los tradicionales platos de estas fiestas. Esto obedece a mi particular acto penitencial de prescindir de la nicotina (son ya siete los días de abstinencia total).
   En la compra previa a estos días llené el carro de productos con predominio del elemento vegetal, alguna pechuga de pollo para ponerlas a la plancha y bastante pescado en plan delicatessen (buenos lomos de bacalao, mojama, huevas de merluza, boquerones para ponerlos en vinagre, pulpo y algún marisquito que otro) como armas para contrarrestar el aumento del apetito y paliar en la medida de lo posible “placeres” ausentes. 

Tomate aliñao con ajo


   Como la climatología no ha acompañado demasiado como para echarse a la calle, participar como espectador de los desfiles procesionales y alternar de camino con los amigos por bares y tascas, mis penitencias al final han sido plenamente domiciliarias, arramblando con las existencias de mi despensa.
   De lo típico de Semana Santa, casi de lo único que me he privado ha sido del apartado dulce, exceptuando unas magdalenas de una marca comercial que no tienen nada que ver con aquellas que se hacían en el pasado en los hornos por estas fechas y que tanto añoro. En Castro del Río, en concreto, siguen fabricando un tipo de magdalena hechas con aceite de oliva en molde de lata que se aproximan bastante a aquellas, pero como no he tenido la necesidad de trasladarme este año a tierras cordobesas me he tenido que conformar con las otras.



   Eso sí, no todo ha sido devorar, aprovechándome de mi periodo vacacional le he dedicado algunas horas a mis tareas de amo de casa, a mi circuito andariego con menos culos que de costumbre y al Personal Computer, en tareas de seguimiento y mantenimiento del blog al que he incorporado algunas entradas relacionadas con la fiesta.
   Anoche, en conversación telefónica mantenida con un amigo de toda la vida, salió a relucir nuestra particular manera de celebrar el Viernes Santo durante nuestra adolescencia.
   Una terna de mozuelos, por aquellos años en que Nuestro Padre Jesús Nazareno iba propulsado a motor, reacios a maquearnos y ponernos guapos, como era uso y costumbre para ese día, optamos, durante al menos tres años consecutivos, por la excursión campestre.
   Nuestro destino, el hermoso paraje del Cortijuelo y nuestras viandas se limitaban a los avios necesarios para hacer un Aceite y Vinagre en un lebrillo:



   Ingredientes: patata cocida, tomate pelado y troceado, cebolleta, pimiento verde, huevos duros, habas tiernas, naranja, migas de bacalao, atún en lata, aceite, vinagre y sal al gusto.

    Lo acompañábamos con un par de panetes de Anera o Cagana y botellines panzones de cerveza El Alcázar, que manteníamos fresca en un arroyo cercano. 



   El vehículo para el transporte se llamaba Baena, el  borrico negro que tiraba del carro de obras del Ilustre Ayuntamiento junto al Rubico Colorín, padre de uno de los componentes de la terna. Otros elementos que formaban parte de la parafernalia (nada de mesas y sillas plegables) eran tres mantas y un transistor a pilas de petaca, propiedad del tercer espada del cartel Amando Morente  “El Fer”, que se encargaba de sintonizar la música sacra que emitía ese día Radio Nacional de España para estar en consonancia con la fiesta religiosa.
  La procesión partía de la casa del propietario del borrico donde nos congregábamos los penitentes. La indumentaria elegida par echar el día se componía de zapatillas azules de loneta marca “La Tórtola”, pantalón vaquero nacional raído marca “Lois”, camisa a rayas de tirilla como la de los segadores (que se pusieron de moda durante aquellos años de la transición) y una mascota de paja de ala corta. Lastima que no tuviéramos maquina para retratarnos. Baena también portaba un viejo sombrero de paja de ala ancha, artísticamente colocado entre sus orejas.
   Como las mañanas de Viernes Santo, suelen ser de climatología soleada y agradable caminábamos placenteramente en compañía de las risas, borricadas y barbaridades para las que era muy dado el camarada Amando. De vez en cuando un relincho del borrico padre contribuía al descojone, mientras nos íbamos aproximando a la Huerta del Comendador, donde Baena se refrescaba en sus abrevaderos.

Pilar de la Huerta del Comendador (deporcuna.com)


   Una vez en el destino, se buscaba el emplazamiento mas adecuado, sombreado o soleado dependiendo del día, se tendían las mantas en el suelo y por mesa, para que sirviera de soporte para el lebrillo, buscábamos piedras grandes que situábamos en el centro.

   A renglón seguido entraba en acción Amando con la sintonía radiofónica y sus cantos gregorianos, y se abrían los primeros botellines de cerveza acompañados de unas jaruguillas de habas tiernas de las que nos habíamos provisto durante el trayecto sin peligro alguno pues durante ese día no había guardería rural.
   Con la segunda cerveza y navaja en mano, ya con el lebrillo centrado y calzado, empezábamos a desmenuzar los ingredientes en su interior, con alguna ventosidad que otra que disparaba El Fer. No se reparaba en gasto, de manera que el resultado era copioso y aceitoso para que nos permitiera cebarnos con el panete en forma de abundantes sopas. Digamos que la ingesta no era demasiado parsimoniosa pues los acompañantes tenían y siguen teniendo ambos buen saque, de manera que si te descuidabas un poco asomaba pronto el fondo del lebrillo. 

Típico panete de Porcuna


   Como éramos jóvenes, todavía no le tirábamos al Montilla, lo alcohólico se quedaba en 4 o 5  botellines por cabeza,  suficientes para sestearse en la manta durante buena parte de la tarde, mientras Baena (el borrico negro de tersas orejas) permanecía trabado junto al avenate aderezado con las mondas de las habas que le habíamos suministrado.
  Después de la siesta se recogía el campamento y se aparejaba el borrico, no sin antes dar buena cuenta de los pestiños y roscos que Juanita la Pinorra nos había proporcionado para la merienda.



  Tras una larga y lenta ascensión de tipo bahomondiana hacíamos la "Entrada Triunfal" en el casco urbano a la altura de la Venta de El Parral donde sus propietarios nos socorrían con agua fresca mientras echábamos la descansá en sus poyetes sombríos.
  Baena iba a parar a su cuadra y cada mochuelo a su respectivo olivo. No solían quedar ganas de cenar ni de arreglarse para salir a ver la procesión del Santo Entierro, de manera que lo mas socorrido era ver una película de romanos de las que solían poner esa noche.

Lo mas parecido a Baena que encontrado en la red





  En mi particular semana de este año también he romaneado con el visionado de  la maratoniana “Caída del Imperio Romano” de Anthony Mann que pusieron el Miércoles Santo después de la final de copa, que debe ser ya la decimocuarta vez que la veo y me sigue gustando, sobre la todo por Sofía Loren la sex simbol de mi adolescencia.




¡Benditos Sacrificios!

22 abril 2011

La soldadesca de la cofradía de Jesús Nazareno de Porcuna.


   La proliferación de entradas en este blog relacionadas con el movimiento obrero libertario, la masonería, partidos políticos de izquierda, etc... fruto de cierta cojera que padezco en esa misma pata, que a veces contrarresto con un calzo que me ayuda a equilibrarme, evidencian mi firme condición  y convicción de ateo o agnóstico, o como queramos llamarle. No me gusta lo de apóstata (suena como a sí tuviera uno problemas para mear), ya que de hecho sigo siendo católico, pues fui bautizado en la religión, hice la primera comunión vestido con un  ostentoso traje de Caballerero de la Orden de Santiago adornado con hombreras y cordones dorados, aunque me libré de la posterior confirmación.
   Habrá quien se extrañe de mi repentino interés por la Semana Santa por las tres entradas consecutivas. 
   En  nuestro solar patrio por su tradicional carácter católico y confesional han proliferado a lo largo de los tiempos numerosas manifestaciones externas de culto en torno a advocaciones marianas u otros santos de la fe. Un lugar principal desde el siglo XVI, en que nacen las cofradías penitenciales, hasta nuestros días lo ocupan las tradicionales celebraciones de Semana Santa, que cada cual vive como sabe, quiere o puede.
   A mí particularmente la Semana Santa me atrae desde el punto de vista artístico, folklórico, sociológico o antropológico, valorando positivamente la pervivencia de determinadas tradiciones populares (caso de la de Castro del Río, cuya admiración por ella queda patente en entradas e ilustraciones anteriores).
   Desdichadamente no es el caso de la de Porcuna, consolidada con cierta pujanza durante los últimos tiempos, pero que prácticamente carece de raíces que la entronquen con los tiempos pretéritos.
   Poniendo orden entre mis papeles me he reencontrado con un artículo de Manuel Heredia Espinosa correspondiente a la revista de feria del año 1963, dedicado a la singular Soldadesca de la Cofradía de Jesús Nazareno desaparecida durante la Republica y que ya no se retomó en la postguerra, entre otras cosas porque a la citada cofradía le costó bastante tiempo reorganizarse. Termina su artículo Manuel Heredia con estas palabras:

   “No nos hagamos ilusiones de que vuelva a rehacerse esta escuadra; porque primero habría que empezar por constituir canónicamente La Hermandad principal que casi no existe y no por falta de principios católicos entre los vecinos, sino por una desidia que se va apoderando del fervor cofradiero de antaño, dejándolo todo a la improvisación y no a una labor continuada durante todo el año”.

   Esa desidia a la que se hace referencia se prolongó durante bastantes años. Quiero recordar, sería en torno a 1975, ante la dificultad para encontrar a personas que quisieran introducirse (previo pago) dentro del carro para empujar a la imagen de Jesús Nazareno, a algún lumbreras se le ocurrió instalar una especie de vehículo automovil en su interior, que emitía un ruido ensordecedor y dejaba un espectacular rastro de humo por su tubo de escape y un tufillo a derivado del petroleo, que paliaban, como buenamente podían, los monaguillos meciendo sus incensarios.

   Como el artículo sobre los “Soldados de Jesús” es bastante extenso me limitaré a organizar y estructurar su contenido transcribiendo lo estrictamente relacionado con ellos. Su autor se vale para su elaboración casi exclusivamente de la tradición oral y de unas fotografías antiguas que le sirven para describir su indumentaria. Su propósito queda claramente patente en su prólogo, y como casi medio siglo después creo que mantiene vigencia su trasfondo, me sumo a él con mi aporte mecanográfico para que la pujante nueva generación de jóvenes semanasanteros porcunenses aprendan a mirar a su pasado:

   “En estos tiempos de indiferencia conviene mostrar a la juventud el tesoro histórico de su patria chica y dejarle constancia en letras de molde de todo lo bueno y todo lo típico ocurrido en nuestro solar, ya desaparecido o en trance de desaparecer por desgracia”.

HERMANDAD




   “Muy Ilustre Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Señor San Bartolomé fue la denominación que le impusiera el matrimonio fundador (finales del siglo XVI- principios del XVII), según hemos tenido ocasión de apreciar en unas citaciones a los hermanos, que hemos tenido ante nuestra vista, que están escritas a pluma. Aparte de la Fiesta de Regla del Domingo de Resurrección, la fiesta votiva de la Hermandad era o tenía lugar el 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz. La Hermandad estaba compuesta por personas de todas las clases sociales pero siempre predominó en ella el elemento pudiente y mucha nobleza. Aparte de los de los hermanos y cofrades que desfilaban en traje telar con cirio, existía una agrupación de unos setenta soldados uniformados a los que se les denominaba indistintamente: “Soldados de Jesús” o “Romanos de Jesús”, por llamarles de alguna manera, pues era tan peculiar su tocado, que el lego en la materia, produciría risa al verlos desfilar, pero no al porcunense de solera y amante de sus tradiciones, ya que su participación en las procesiones del 14 de septiembre, del Viernes Santo por la mañana en unión del Señor de la Humildad, San Juan de la Palma, La Verónica, la Magdalena, Nazareno y Virgen de las Amarguras, y por la tarde, con El Pelicano, San Juan Evangelista, Santísimo cristo de la Expiración, Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad, constituía un verdadero rito, por el hábito de verlos actuar, año tras año, por su desenvolvimiento y ...por ser consustanciales con nuestra Semana Santa”.


LA IMAGEN TITULAR



   Tradicionalmente se le viene atribuyendo al famoso imaginero natural de Alcalá la Real, Juan Martínez Montañés, aunque no existe documentación fehaciente que lo certifique. Manuel Heredia (en adelante mi chacho) se la atribuye a su gubia, sobre la base de:

   “No hay mas que ver la paridad de fechas entre la fundación de la Hermandad y la de la plena actividad del imaginero comprovinciano y, sobre todo, no hay más que mirar alguna de las estampas que aún quedan de la imagen, para apreciar la joya que destruyera el fuego y la perfidia de los iconoclastas, la cual tiene el sello característico de las tallas salidas de sus manos”.

   En su Historia de Porcuna también refiere la existencia de familiares directos del imaginero en Porcuna, caso del  fraile agustino Hernando de Peralta Montañés, coetáneo del escultor, y  la proliferación de entronques familiares habidos entre la nobleza local con la de Alcalá la Real pertenecientes ambas a la Orden de Calatrava.  Son sus habituales elucubraciones que ensombrecen un poco el valor real de su obra histórica (recordemos que se trataba de un simple aficionado con formación humanística autodidacta y que en sus tiempos el acceso a la información era bastante mas complicado y laborioso que en la actualidad).

 INDUMENTARIA

·        Sombrero cordobés de ala ancha.
·        Chaquetilla corta de pana negra, con mangas de piel de cabritilla amarilla, con coderas de cuero negro. Camisa blanca y corbata negra.
·        Calzón corto, también de cabritilla amarilla y galón negro en la costura exterior y ceñido a la rodilla con unos cordones negros, terminados en borlas del mismo color, a semejanza de los machos de los toreros.
·        Una faja negra, medias y zapatos del mismo color y, sobre la escotadura de estos, una hebilla niquelada, sin charnela.

  En cuanto a los orígenes, a falta de documentación recurre una vez más a la conjetura, y la citada indumentaria, que no era coetánea a la fundación de la hermandad, la relaciona con la que utilizaron lasMilicias de Porcuna" cuando, en unión de las de Bujalance, Montoro, Antequera, Carmona y Cádiz y el resto de las fuerzas del General Castaños, llegadas desde Utrera y las de Reeding, desde Granada, formaron la totalidad del Ejercito del Sur que quedó constituido en la reunión preparatoria que los generales celebraron en la casa nº 4 de la calle Bailén (otra conjetura más) que tuvo como primer efecto derrotar a los franceses en la batalla de dicho nombre, primer jalón de nuestra independencia del poder gabacho”.

   Dejémoslo pues como simple hipótesis. Una tesis parecida se baraja sobre los orígenes de las también peculiares turbas de coliblancos y colinegros (que en un principio eran lanceros antes que tamborileros) que perviven en la afamada Semana Santa de la vecina ciudad cordobesa de Baena, que los relaciona con el botín de guerra obtenido por  milicianos locales, enrolados en un batallón de voluntarios constituido por fuerzas procedentes del sur de la provincia de Córdoba, que participaron en la victoriosa batalla de Bailen. El parecido de sus cascos con los que utilizaba la Guardia Republicana Francesa le da ciertos visos de verosimilitud.
   Lo cierto es que algunas transformaciones se producen en las celebraciones de la Semana Santa durante las primeras décadas del siglo XIX, tras cierto desmadre anterior poco acorde con el espíritu religioso de la fiesta. La incorporación de armados y soldadesca en muchas poblaciones por esa fecha en sus desfiles procesionales de Semana Santa pudiera guardar relación con esos intentos de poner orden (una simple conjetura mía).
   En el folleto repartido en la exposición itinerante sobre la Batalla de Bailén, de reciente paso por nuestra localidad, quiero recordar que aparecía una ilustración con la indumentaria de las Milicias de Jaén (especie de garrochistas) que guarda cierta similitud con la de nuestra desaparecida soldadesca. Como consecuencia de mi caótica organización papelera lo tengo extraviado. Si alguien fuera tan amable de remitirme escaneada esa imagen se lo agradecería enormemente.

ARMAMENTO

 


   “El armamento consistía en una pica o lanza y una escopeta de las llamadas de pistón. El Viernes Santo sacaban solamente las lanzas y ambas cosas el día de Jesús. Tanto en una procesión como en otra era regulado el paso de la escuadra por el redoble de cuatro tambores.
   Las lanzas o picas, constituidas por un palo largo pintado en negro, de unos dos metros, que iba embutido en una pica de hierro con una cruceta en forma de hacha por un extremo y puntiaguda por el otro, según tendrán ocasión de ver los lectores en las fotografías que acompañan a este trabajo, portándolas enhiestas en la procesión de la mañana y arrastrándolas en la de la noche, cuando acompañaban al Santo Sepulcro.
    La víspera de Jesús, cuando los tamborileros anunciaban la Fiesta del día 14, solían disparar sus escopetas al aire en señal de júbilo y lo propio hacían durante el recorrido de la procesión, de dicho día, pero en vista de que aquello constituía un peligro no sólo para las macetas que adornaban los balcones del trayecto sino para las mismas personas que presenciaban desde los mismos el paso del cortejo, se prohibió esta espaciada función de fuegos de artificio, salida de aquellas escopetas cargadas por la boca con papeles y con estopa.
    Durante la Bendición de Nuestro Padre Jesús Nazareno en el Paseo de su nombre, en la noche del 14 de septiembre de cada año, también solían despacharse a su gusto los soldados, disparando sus escopetas al aire, en medio de desgarrados vivas a la Imagen y de las emocionales notas de la Marcha Real".
    La tradición de las salvas con escopeta pervive en el vecino pueblo de Lopera (famoso por su antigua producción de melón y por su vino cabezón) asociada a la festividad de Los Cristos en el mes de Agosto.



COMPOSICIÓN


   La escuadra estaba constituida en su mayoría por jornaleros-hermanos y , aunque habrá que silenciar los nombres de la mayoría de ellos, en honor a la brevedad, señalaremos como más significados y entusiastas a los hermanos Fernando y Eduardo González Heredia, mas conocidos por los hijos de “Juana la Uva”, que fueron Alcaldes de la Hermandad de Soldados, cargo cuyo atributo ostensible era el uso de una vara con borlas negras, ocupando en el cortejo la parte central y final de la formación, acompañado de dos soldados con su atuendo y armas. Otros soldados fueron: Rueda “el del camino alto”; Marcelo “el caminero” y dos de sus hijos; Antonio Casado Moreno “pies de plata”; Ricarte, padre e hijo; Luís Quero, “Mama Roscas”, Manuel el maestro del molino de don Luís “El Chato” (Luís Aguilera y Coca); Antonio “el nene”; Aguilera el aperador de don Manuel Funes y el Padre de la Pica (famosa saetera local).
   Los cargos principales eran los de Alcalde y Regidor. Antonio Casado Flores, mas conocido como “Escopeta el Pescaero” fue el último en regir sus destinos, con todo celo y entusiasmo, siendo también hermano Mayor de Luz en alguna ocasión.


EN LA SEMANA SANTA

 

Carrera de Jesús (sobre 1930)

   El Jueves Santo velaban durante toda la noche al Santísimo en la Iglesia de Jesús, piquetes de soldados en un continuo relevo. Una vez que el Clero y el Ayuntamiento terminaban de visitar los Sagrarios por todos los templos de la población en los que se había instalado Monumento, comenzaban los soldados y sus mandos a hacer lo propio, menester que era conocido en Porcuna con la denominación vulgar de “Andar las Estaciones”.
   La ermita de San Marcos, si bien no era visitada por la escuadra, por encontrarse extramuros de la ciudad, como quiera que se dominaba su emplazamiento desde el Ejido de San Benito, cuando los soldados llegaban a las proximidades del templo donde se venera al Santo Patrón de la ciudad, rezaban desde aquel lugar la Estación como si de San Marcos se tratara. Llevaba la dirección de los rezos el hermano coconido por Marcelo “el caminero”, que así lo hacía en todas las iglesias. Resultaba curioso escuchar el repiqueteo de las lanzas sobre el suelo, tanto al hincarse de rodillas como al levantarse, lo que realizaban al unísono.
   Durante el recorrido de las Iglesias, el soldado-hermano conocido por Pedregal, tocado de su atuendo, cantaba saetas a los Pasos, preparados en las mismas, constituyendo las improvisadas y sencillas letras una expresión sincera del catolicismo del pueblo y, en especial de la escuadra.
   Asistía también al Teatro del Descendimiento o Desenclavamiento, en unión de los también soldados de la Muy Ilustre Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Entierro de Cristo, cobrando por ello cada escuadra la cantidad de setenta reales que pagaba el Alférez de dicha Cofradía, según lo previsto en el artículo quinto de sus Constituciones.

Interior de la Iglesia de San Benito (Fototeca U. Sevilla)

   La fotografía que antecede fue realizada por el Catedrático de Historia del Arte Diego Angulo Iñiguez en una de sus numerosas excursiones por tierras andaluzas con anterioridad a la guerra civil. Por lo tanto el Crucificado que aparece a la derecha de la fotografía, bien pudiera tratarse del desaparecido que se utilizaba para el Teatro del Descendimiento.
   Este emotivo acto se celebraba el Viernes Santo por la tarde en la entonces llamada Plaza de las Herrerías, que no es otra que la actual de San Benito, en la que se colocaba un púlpito adosado a la pared del templo. Próximo a este se colocaba el paso del Crucificado y seis Soldados de Jesús y otros tantos de la hermandad de la Soledad que le daban escolta, cubriéndose el Cristo con un velo de tafetán negro, hasta que se daba la voz se su rompimiento, haciéndole bajar de un tirón y quedando la imagen al descubierto.



   Durante la procesión del Santo Entierro portaban los Soldados de Jesús seis banderas negras y en medio de las mismas iban dos soldados con escopeta a la funerala, conduciendo al Bueno y al Mal Ladrón, tocados estos con túnica y pena negra.
   Finalizada la procesión era curioso ver “batir las banderas, a los seis portadores de las mismas y a otros voluntarios en un alarde de reto, de habilidad y arabismo.
   Uno de los detalles mas emotivos de los que eran testigos mudos y coparticipes de grado, consistía en la obligación que tenían de acompañar por parejas a los penitentes que tenían promesa de recorrer de rodillas el trayecto que separaba alguna de las iglesias de la localidad y la de Jesús Nazareno, durante los días del Jueves y Viernes Santo. Estos penitentes solían llevar la cara cubierta y los pies descalzos y sólo los soldados conocían su identidad, toda vez que tenían la obligación de ir a recogerlos a su domicilio.


EN EL DÍA DE JESUS

 

Actual imagen del Nazareno impartiendo la Bendición

   Con anterioridad a la Fiesta de Jesús, ya había sido elegido el Hermano Mayor de Cera y el Alcalde y Regidor de los soldados. Una vez terminada la procesión del 14 de septiembre por la noche, marchaba la escuadra a la Plaza de la Villa acompañando al Ayuntamiento y al señor Cura Párroco, donde los hermanos mayores de Cera y los Soldados salientes se hacían traspaso a los entrantes de las insignias de sus cargos, haciéndose la entrega en plena plaza y a la vista de todos, soliendo ser interrumpido por las voces de todo el pueblo que pedía al Ayuntamiento la celebración de las tradicionales capeas, con el sonsonete de “toros..toros…”
   Al día siguiente celebraban los soldados la Fiesta de Regla y al terminar esta comenzaban a desfilar por las calles de la población para efectuar los tradicionales “Pesos” a cambio de trigo, en cuyo menester les acompañaba la Banda Municipal de Música. Delante del cortejo iban dos postulantes que recogían las limosnas de los transeúntes y de los vecinos que se asomaban a sus puertas, en sendos pañuelos anudados por los picos, amén del postulante oficial que lo hacía también los días de Fiesta, el ya mencionado Marcelo “el caminero”, que en lugar de pañuelo llevaba una bandeja honda con una imagen de Jesús en tamaño pequeño en el centro de la misma.
   “Los Pesos” se hacían entre los devotos de Jesús Nazareno, canjeados por kilogramos de trigo, que regalaban a la Hermandad para su sostenimiento y boato, como agradecimiento a su titular por las mercedes recibidas a lo largo del año.
   A tal efecto, iban provistos de un palo consistente, una romana y un recio tablero de madera de forma cuadrada, de cuyos cuatro ángulos salían cuatro fuertes cuerdas que se unían en su parte superior, formando un ojal en el que se prendía el gancho de la romana y que era donde se sentaba el devoto para su peso. Efectuado este, se recogía el cereal en costales que llevaban los soldados, para sus traslado al lugar designado para su almacenamiento o venta.


   El sistema de “Los Pesos” para recaudar fondos para las hermandades y cofradías, llego a estas muy extendido por nuestra geografía nacional. Son todavía numerosos los lugares donde pervive. El ejemplo más cercano lo tenemos en nuestra vecina localidad de Arjona, asociado a la Hermandad de los Santos Mártires Bonoso y Maximiano (Fiesta Santos), donde se conserva la costumbre asociada a otros ritos ancestrales.



OTROS USOS Y COSTUMBRES

LOS ENTIERROS

   Cuando fallecía un hermano-soldado, se le amortajaba con su propio traje de uniforme y acompañaban al entierro cuatro soldados vestidos de la misma guisa, iniciando el cortejo fúnebre las dos banderas de color de la Cofradía. A la puerta del cementerio se destapaba el ataúd y se rezaba un padre Nuestro por el difunto
   El Padre de la Pica, cuando ya vio cerca su última hora, pidió a sus familiares con toda devoción e insistencia que lo amortajaran con el traje de soldado según tenia la hermandad por costumbre. Este es el motivo por el que no hemos podido encontrar ninguno de estos que hubiera servido como pieza de museo.
   Menos mal que un porcunense de pura cepa ha tenido la precaución de guardar los clisés de unas fotografías que hiciera a dicha escuadra, que son las que ilustran el trabajo.

LOS BAILES DE HERMANDAD


   Tanto en las festividades de septiembre como el día 3 de mayo (Día de la Cruz) celebraban bailes los soldados y familiares en la llamada Casa de las Mulas, sita frente al antiguo cuartel de la Guardia Civil en la calle de los Gallos, amenizando dicho baile una reducida orquesta de cuerda formada por una guitarra y una bandurria.
   Como su vestuario no era demasiado suntuoso y requeriría de poco dinero para su mantenimiento, los ingresos generados por las cuotas de los hermanos soldados, unidos a los obtenidos por su participación en los desfiles procesionales y otros actos que mi chacho nos ha ido desgranando con todo lujo de detalles, serian destinados a esos días de convivencia lúdico-festivos.

EPILOGO: UNA OPINION PERSONAL

   Esa presunta arraigada devoción entre los integrantes de la soldadesca que nos apunta mi chacho, a veces iba algo más allá de lo estrictamente religioso. En nuestra Andalucía, el vino es compañero inseparable de cualquier celebración festiva, y en aquellas Semanas Santas, en las que los establecimientos encargados del despacho de bebidas permanecían cerrados por respeto al carácter solemne de la misma, el vino y el bacalao frito no faltaban en las casas y portales de la carrera oficial. Una anécdota relacionada con la soldadesca es la que me refirió en vida mi propio tío, que por motivos obvios no se incluye en este trabajo. Como afortunadamente la moral ha evolucionado considerablemente desde entonces me veo legitimado para contarla ahora:

   Una terna de soldados, tras abusar de los caldos durante la procesión del Viernes Santo por la mañana, se envalentonaron tomando un taxi en dirección a Córdoba la llana vestidos con su pintoresca y llamativa indumentaria. Su destino, una de las muchas casas de lenocinio de la capital cordobesa. Por su discreto vestuario y sus altisonantes voces aliñadas, fueron inmediatamente reducidos por la fuerza pública, frustrándose sus proyectos libidinosos y pasando a los calabozos de la comisaría hasta que pelaron la media cogorza.

   Otro aspecto que no se aborda con detenimiento, también por razones obvias, habida cuenta de su evidente inclinación de pata, es la manera en que los conflictos sociales propios del periodo republicano y la posterior guerra civil afectaron a esos soldados- hermanos de reconocido origen humilde y proletario en su mayoría. Aporta nombres y apellidos y apodos de algunos de ellos, pero me da la impresión de que omite voluntariamente a otros. Es posible que bastantes de ellos participaran del espíritu religioso a su manera, otros pertenecieran, utilizando terminología de la época, a esa categoría de seres humanos calificados como paniaguados o estómagos agradecidos, aunque lógicamente, otros muchos por simple conciencia de clase simpatizarían con los sindicatos y partidos políticos de la izquierda porcunense.

  Supongo que aquí podría estar la clave de su definitiva desaparición. Con un cruento e incívico periodo de años de por medio, no creo que todos los integrantes de la soldadesca fueran amortajados con su peculiar indumentaria. Quizá sea ya demasiado tarde para averiguarlo.

Cuerpo de monaguillos de la Virgen de los Dolores (Porcuna)

   Como asiduo seguidor de los noticiarios locales que generosamente Jalón nos proporciona a través de su página, en los meses previos a las actuales fiestas leía una noticia sobre el propósito de la Cofradía del Santo Entierro de incorporar para el desfile procesional del presente año, niños monaguillos delante de algunos de sus pasos: “Con esta iniciativa se pretende hacer “cantera” dentro de la Hermandad además de ofrecer una bella imagen como ocurre en otras muchas procesiones dentro de nuestra geografía andaluza.” . Otro modismo más de importación para el que nuestra Semana Santa se muestra receptiva.
   No considero utópico ni inviable recuperar ese tipismo local de los Soldados de Jesús tirando del empuje de las nuevas generaciones, tan volcadas hoy en esta fiesta. Casi tan fácil como lo del cuerpo de monaguillos. Solo haría falta un grupo de valientes soldados que secundaran la iniciativa. ¡Adelante los valientes!

  
   La mayoría del material gráfico que utilizo para ilustrar esta tomado del álbum de fotografías de “Porcuna en el recuerdo” de deporcuna.com, con el presumible beneplácito de su webmaster.

20 abril 2011

El Maestro Algaba y su aportación a la Semana Santa de Castro del Río.

Francisco Algaba Luque (1871-† ?)

   Son escasas las noticias que recoge la prensa histórica cordobesa sobre las celebraciones de la Semana Santa de Castro del Río con anterioridad a la guerra civil.
   Exceptuando las de los años 1920 y 1932, marcadas por la intransigencia o empecinamiento de tirios y troyanos, en sendos momentos históricos de considerable tensión social, con incidentes graves de los que se hace sonoro eco la prensa provincial, apenas si encontramos en ella otras informaciones sobre la evolución de esos particularismos y tradiciones (escoltas de soldados romanos, penitentes con la cruz a cuestas, coro de capilla, la arcaica y autóctona samaritana , pregones o saetas de rigor) que han llegado hasta nuestros días y  que la convierten en una de las más auténticas y atractivas de la provincia de Córdoba junto a las de Baena y Puente Genil. Aunque desde mi particular punto de vista, la especial impronta de la Semana Santa de Castro se la otorgan sus todavía casi inmaculadas plazas, calles y rincones por las que transcurren los desfiles procesionales.


   El diario de Córdoba en los albores del siglo XX publica una crónica firmada por C.G. que aporta profusa información sobre la composición de las escoltas de soldados romanos de las tres cofradías históricas. De ello ya se ocupa Francisco Morales Basurte en un interesante artículo ilustrado en el que analiza la evolución histórica de la soldadesca castreña (pinchar enlace).
   Es raro, que el prolífico corresponsal del diario católico El Defensor de Córdoba durante la primera década del siglo, José Mª Jiménez Carrillo, no nos halla transmitido crónica alguna sobre ella. Ello me induce a pensar en cierto decaimiento durante las primeras décadas del siglo XX, coincidiendo con la implantación del movimiento obrero, el auge del republicanismo federal y las agudas crisis agrícolas de los años 1905 y 1906.
   Parece ser, que de la salida de esa crisis, es en gran parte responsable el político, acaudalado propietario, abogado y músico local Francisco Algaba Luque, nombrado para ostentar para el año de 1918 el cargo de hermano mayor de la cofradía de la Soledad y el Santo Entierro.
   Su correligionario y amigo Antonio Pérez L. Toribio, en tareas de corresponsal del Diario de Córdoba, le dedica una extensa crónica a la Semana Santa de aquel año “celebrada con especial recogimiento y solemnidad”:

La Primera

   Se verifica el Jueves Santo, a la oración, y partiendo de la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción, pasa por la carrera y regresa a las diez y media de la noche. Figuran en ella celebrados  pasos, yendo bajo la dirección de la Cofradía de la Vera Cruz, constituida por todos los señores eclesiásticos de la localidad.

La Madrugá

   Cofradía de Jesús Nazareno, que partiendo de la iglesia del mismo nombre, a las dos de la madrugada, regresando a las nueve de la mañana del Viernes Santo. Ostenta esta procesión especiales caracteres de respeto y penitencia, siendo condición indispensable que todos los asistentes vayan descalzos. Tanto a la salida del Nazareno como a su paso por la carrera, se le cantan notables saetas, revelándose en todos los concurrentes la expresión del más profundo sentimiento. Los afiliados a esta cofradía pertenecen a distinguidas familias de la población.

La Última

   Por último la procesión de la Soledad y el Santo Entierro. Figuran en ella las personas más distinguidas de este pueblo, habiéndole correspondido ser hermano mayor en el actual año a Don Francisco Algaba Luque, que con su extensa cultura y grandes conocimientos ha concedido a la cofradía un relieve extraordinario, llegando a ser esta procesión la que ha alcanzado los mayores parabienes.

  Francisco Algaba, desde su niñez dio muestras de sus aficiones musicales. A los nueve años tocaba ya asombrosamente la flauta, posteriormente la guitarra a los once y a los dieciocho hacía sonar prodigiosamente el violín. Su maestro en estos instrumentos el director de la banda municipal de música de Castro del Río, José Díaz Carretero. Con el tiempo aprendería armonía, composición e instrumentación, de manera autodidacta, valiéndose de métodos sin intervención de profesores. Su presencia y colaboración es una constante en cuantas manifestaciones musicales, bien de carácter religioso o profano, tienen lugar en Castro del Río durante las primeras décadas del siglo XX.

   Su gran apuesta para ese año de 1918, haciéndola coincidir con el cargo honorífico de hermano mayor para el que es elegido, es el estreno durante los oficios del Viernes Santo en la Parroquia del Carmen del oratorio en tres partes y un epílogo titulado “El Calvario” de su propia autoría en colaboración del también músico local Daniel Rodríguez Navajas, con letra del propio Algaba, Diego López Priego y Francisco Álvarez Yuste.
  Para tal evento, tirando de influencias y de cartera, se hace del concurso del profesor de la Escuela Provincial de Música de Córdoba y virtuoso violinista, don Pedro Villoslada y Torres, y del joven tenor Baldomero Jiménez Nevado.
   La orquesta, que era numerosa, estaba compuesta por los más aficionados y competentes músicos locales, entre los que por cortesía del cronista se destaca al digno Juez de primera instancia e instrucción del partido, Mariano Torres Roldán, bajo la batuta todos del maestro Daniel Rodríguez.
   Para la coral se conforma una masa mixta:

   Las voces femeninas las aportan las niñas Carmencita Moreno Criado, Angelita Sigler Jiménez, Jesusa Navajas Díaz, Angelita Baena Bellido y Alfonsa Jiménez Carrillo;
como bajos José Cubero Camacho, José Navajas Millán y Andrés Aguilar Sánchez; al notable tenor invitado Baldomero Jiménez,  le secundan los locales Diego Navajas del Río, Francisco Navajas Aranda y los señores Romero, Salido, Barranco, Moreno…

   El cronista refiere la excelente interpretación y ejecución “que ha dejado imperecedero recuerdo entre el vecindario”, “tiene esta obra un sabor eminentemente religioso y he oído decir a personas competentes que es digna de ser interpretada en las mejores catedrales de España”.

   También se ocupa de como se ejecutaba el tradicional cruce de guiones en la calle Corredera:

   “A las tres de la tarde se encontraba toda la calle Corredera y el Llano del Convento llenos de fieles que lucían sus mejores galas. Se formó la comitiva que, partiendo de la casa del hermano mayor, había de recoger al clero parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, para en unión de autoridades y Ayuntamiento, regresar a la iglesia del Carmen para asistir a la celebración de la fiesta religiosa.
   Se componía en aquellos momentos la comitiva de una escolta de romanos, la banda municipal, vistiendo asimismo los músicos trajes romanos, y otra escolta de caballería, ataviada en igual forma que la anterior.



   La música batió marcha y la comitiva emprendió su recorrido. Habiendo recogido a los elementos antes indicados, a las cuatro de la tarde apareció por la Plaza la comitiva en pleno, con majestuosidad indescriptible. De esta manera recorrió la Corredera, efectuándose al final de la misma el cruce de guiones y entrando todos en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen para oír la santa palabra del ilustrado y elocuente orador sagrado, Padre Mediavilla, superior de la orden del Corazón de Maria, en la iglesia de San Pablo de Córdoba, y el poema titulado “El Calvario” ya referido”

  Terminado el oficio religioso a las siete de la tarde se ponía en marcha la procesión con todos los elementos antedichos. Con estas palabras y elogios al hermano mayor concluye su crónica Antonio Pérez López Toribio.

   En la Semana Santa del año 1929 se vuelve a ejecutar el poema musical “El Calvario” de Algaba-Navajas. En esta ocasión se cuenta con el concurso de una orquesta y coros venidos ex profeso desde Córdoba, al frente del director de la municipal de música de la capital cordobesa Mariano Gómez Camarero. Con posterioridad, para celebrar el éxito alcanzado, Francisco Algaba obsequiaría a los músicos cordobeses con una jornada campestre primaveral en una de sus fincas de Castro del Río.
   A finales de ese mismo año de 1929, María Algaba, su joven y única hija, que en el mes de abril  había contraído matrimonio con el también joven y abogado José Luís Fernández Castillejo (hijo del exdiputado José Fernández Jiménez), fallece como consecuencia de complicaciones surgidas tras el alumbramiento de su hijo.


  Francisco Algaba, lleno de dolor, se refugia en la música y compone un "Oficio de difuntos" en memoria de su hija, ejecutado por una orquesta y cantores de Córdoba y Castro del Río, en las honras fúnebres celebradas en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de esta villa. Una vez más su amigo Gómez Camarero dirigió la orquesta.
   El oficio desde el principio al final es un autentico gemido de dolor. En 1936 el autor conservaba celosamente estas partituras, porque fueron  sólo y exclusivamente escritas para su hija.
 
   Doy por hecho que las solemnes y majestuosas marchas fúnebres “Pobre hija mía” y “El Cristo del Carmen” (pinchar enlaces para escuchar) pertenecientes al maestro Algaba, que desde la reestructuración de la cofradía del Santo Entierro, realizada durante los años cuarenta,  forman parte indisoluble de su desfile procesional, están entresacadas de aquel “oficio de difuntos”. Desconozco si ya fueron interpretadas en vida de su autor, o se incorporaron con posterioridad a su muerte cuya fecha exacta no puedo precisar. Aun vivía en 1942 cuando ingresa en la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, con un discurso de recepción titulado Origen y arte de los juglares músicos callejeros”.

   Durante la convulsa década de los años treinta Francisco Algaba traslada su domicilio a Córdoba, para poder estar cerca de su único heredero, su nieto José Luís.
   En el año 1933 le encontramos ya plenamente relacionado con el mundillo musical de la capital, cuando se hace cargo de la presidencia efectiva del Centro Filarmónico Eduardo Lucena.

Fotografía de 1933 del Centro Filrmónico en la Plaza del Potro
Sentado en el centro Francisco Algaba Luque

   Políticamente, desde su posicionamiento ideológico de republicano progresista (republicanismo conservador), hacia el que había evolucionado el antiguo Partido Liberal Popular Democrático (Fernandismo), colabora con el nuevo régimen como vocal patrono de la Junta Provincial de Reforma Agraria.
   En el año 1935, en los días previos a la Semana Santa, iba a ejecutarse una vez más “El Calvario” a beneficio del Comedor de Caridad de Córdoba, a cargo de la orquesta del Centro Filarmónico, bajo la dirección de Aurelio Pérez Cantero, en el cine Góngora. Finalmente, después de realizarse los ensayos pertinentes, la medrosa empresa no cedió el teatro, frustrándose la iniciativa.
   Al año siguiente su estrecha colaboración con el Centro Filarmónico Eduardo Lucena se plasma en el estreno de una nueva composición musical “Bocetos Cordobeses”, que tiene lugar en el Gran Teatro de Córdoba, acompañado de un rotundo éxito que comparte con Pérez Cantero, orquesta y coro, por su ejecución admirable.

Sentados: Francisco Algaba, Pérez Cantero y  Sr. Torrellas (recitador)
   Como prueba del carácter tolerante de Francisco Algaba, su estrecha amistad con el músico Aurelio Pérez Cantero, concejal de la coalición republicana socialista durante los primeros años de la República e integrante de la gestora municipal surgida tras las elecciones de febrero de 1936 en representación de Izquierda Republicana. Fue el propio Aurelio quien al leer las partituras, prendado de su armonía, animó a su modesto autor y puso especial empeño para que la composición musical de “Bocetos Cordobeses” terminará estrenándose. Unos meses después de aquel estreno perdería la vida al situársele frente a un pelotón de fusilamiento.
   Desconozco hasta que punto Francisco Algaba Luque pudiera haber sido molestado por los insurgentes triunfantes. Su consuegro y amigo don José Fernández Jiménez fue incomprensiblemente detenido por el famoso “Don Bruno” y excarcelado tras visitar el presidio su hijo José Luis para firmar unos documentos (dinero a cambio de la libertad ?).


     La fotografía que antecede es de las más antiguas que se conservan de la Semana Santa de Castro del Río.  Se corresponde con la procesión de Jesús Nazareno anterior a la guerra civil. Se aprecia en ella la particular manera de portar el paso “con correones” bajo palio, anterior a la  implantación de pesados y suntuosos tronos y canastillas que obligaron a la utilización de la rueda neumática, que aun se conserva en esta cofradía, libre de modismos y sensacionalistas puestas en escena de importación genérica..
     Es también el primer testimonio gráfico de la presencia del tradicional Coro de Capilla en los desfiles procesionales de Castro del Río.
     Habida cuenta que entre los años 1932-1934 no procesionaron las cofradías castreñas, exceptuando el  incidental amago protagonizado por la del Santo Entierro en la primavera de 1932 , o bien pertenece al año 1935, en que sí lo hicieron todas, o tenemos que retrotraernos a la década de los años veinte, cuando a raíz del impulso musical dado por el Maestro Algaba a la Semana Santa, al que nos hemos estado refiriendo, debió de generalizarse la presencia del coro de capilla en sus desfiles procesionales.
     Una comparativa fotográfica  nos va a servir para certificar y aproximarnos a la fecha exacta de la misma:

Publicado en Cultura integral femenina en septiembre de 1933.


     Resulta evidente que la persona que aparece junto al Cirineo se trata de Juan R. Cubero Camacho, Albacea Mayor de la Cofradía de Nuestro Padre Jesus Nazareno en 1933. Este señor, que trabajaba como empleado en la fabrica de Carbonell y Cia, aparece relacionado entre las victimas de derechas asesinadas en 1936.
    Por lo tanto hemos de descartar su datación en los años cuarenta, por la que algunos apostaban en el debate suscitado en los comentarios del blog del Coro de Capilla de donde he tomado la fotografía.
    Me inclino por situarla en los años finales de la década de los veinte o a lo sumo en 1931, ya que la procesión de 1935 no creo que se viese respaldada por tanto gentío como se aprecia en la instantánea.


Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos: 2 de abril de 1918 (crónica remitida por Antonio Pérez L. Toribio).

Córdoba gráfica : revista popular. Mayo de 1936. Incluye una semblanza biográfica sobre Francisco Algaba a raíz de la exitosa ejecución del poema musical “Bocetos cordobeses” en el Gran Teatro de Córdoba.

Elías Roldán, José A. Francisco Algaba Luque. Revista X Aniversario A.M  Villatoro y Algaba. 2003.

Fotografía: las de Francisco Algaba proceden del reportaje de Córdoba Grafica. El resto las he tomado de los diferentes blog dedicados a la Semana Santa de Castro del Río. En concreto las que utilizo pertenecen a la colección de Francisco Morales Basurte