Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

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14 junio 2013

Desvaretando (El invento del pasquín y otros fraudes de postín).



     Este señor bajito y regordete, de rostro cetrino y expresión tranquila, es Gregorio Mayoral Sendino, verdugo titular de la Audiencia de Burgos durante 36 años (1892-1928). Se le computan a lo largo de su dilatada carrera profesional hasta un total de 70 ajusticiamientos por el tristemente célebre método del garrote vil. Admirado entre los de su propio gremio por la precisión y rapidez con que manejaba la mortal argolla, a la que llegó incluso a introducir mejoras y modificaciones. Su diseño, según sus propias palabras, no hace ni un pellizco, ni un rasguño, ni nada; es casi instantáneo, tres cuartos de vuelta y en dos segundos....
      El nº 40 en esa macabra relación lo ocupa el reo Antonio Ramírez Muñoz (Nereo), ejecutado a las 8 horas del día 30 de septiembre de 1915 en la Prisión de Jaén, tras fracasar las invocaciones finales de piedad y clemencia para conseguir su indulto.
      Hasta la prensa de línea editorial republicana (España Nueva) saltarían las votaciones de la comisión ministerial encargada de decidir en extremo sobre el indulto solicitado para el segundo de los reos de Porcuna. Si damos crédito a esta noticia, parece ser que quienes se posicionaron a favor fueron el propio Presidente del Consejo (Eduardo Dato), el Ministro de Hacienda (Conde de Bugallal) y los titulares de las carteras de Estado (Marqués de Lema) e Instrucción Pública (Sr. Conde de Esteban Collantes), que por hallarse ausentes delegaron su voto y representación en el presidente. Los cinco votos en contra, que finalmente fueron decisivos para denegar la elevación del indulto al Rey, los sostuvieron los dos ministros militares, Almirante Miranda (Marina) y General Echagüe (Guerra), Sánchez Guerra (Gobernación), Ugarte (Fomento) y Burgos Mazo (Justicia), para nada dispuestos a contradecir a la jurisdicción militar.

Véanse Artículos de Opinión de Marcelino Domingo


      Este escrito, en el que se anuncia la ejecución matutina del reo Antonio Ramírez Muñoz (Nereo), aparece inserto dentro del articulo dossier sobre el crimen de los hermanos Nereo publicado recientemente por Luis Emilio Vallejo Delgado en el nº 40 de la revista Andalucía en la Historia.
      Me cuesta trabajo entender como este señor, habiendo tenido a su alcance todo un cúmulo de de fuentes documentales, obtenidas y estrujadas previamente por terceras personas, cometa tan craso error al identificarlo de tal guisa:


     Supongo que de esta manera consigue adaptarlo a su particular hilo narrativo. Un pasquín, para la Real Academia Española de la Lengua, es un escrito anónimo que se fija en sitio público, con expresiones satíricas contra el Gobierno o contra una persona particular o corporación determinada.
     Lo que ustedes tienen ante sus ojos es una composición manual, realizada por el que suscribe, partiendo de la noticia publicada en una columna vertical dentro de la primera página del nº 2320 (jueves 30 de septiembre de 1915) de El Socialista. Vuelve a causarme sorpresa, que lo erróneamente identificado como pasquín, además vaya acompañado de una nota de procedencia (Fuente: Biblioteca Nacional), quizá con el propósito de revestir el trabajo de cierto rigor científico.
   Dudo mucho, que mi rudimentaria composición de tijera y pegamento, publicada por primera vez en una de mis entradas a salto de mata, dedicadas al caso de los Hermanos Nereos, pudiera haber ingresado, de manera mágica y misteriosa, entre los fondos de tan magna institución cultural.
    Si el autor de “el copia, pega, pinta,  recorta y colorea” hubiera sido un poquito perspicaz,  no tendría que haber obviado su verdadera procedencia: la Hemeroteca digital de la Fundación Pablo Iglesias, que alberga la colección completa de El Socialista.
     Para nada son el rencor o la envidia quienes me inspiren a la hora de hilvanar esas cuatro letras de censura. Sólo algo de indignación por el descaro puesto en práctica por este señor a la hora de revestirse de dotes de documentalista o historiador, que desde mi particular punto de vista creo que no le corresponden. Para quienes crean que pudiera estar cebándome injustamente con este personaje tan elogiado en determinados círculos de la intelectualidad, les remito a la  prueba de Don Limpio, para que puedan seguir comprobando con sus propios ojos como “el algodón no engaña”.


      Resulta, que para protegerme del desaprensivo abusador de “El copia y pega”, de vez en cuando introduzco ligeras imprecisiones, que me sirven para detectar y  capturar al copión. Y este pez, como no podía ser de otra manera, mordió fácilmente el anzuelo:

     “El 15 de agosto, un acto de inauguración del monumento a Bernabé Soriano congregó a una multitud de 2.000 personas, que convirtieron la cita en un acto reivindicativo en el que exigieron al alcalde de Jaén, el señor Prado y Palacio, que intercediera a favor de los Nereos” (copiado textual del riguroso y laborioso trabajo de investigación histórica del Sr. Vallejo)

      El señor José del Prado y Palacio, destacada figura del partido conservador en la provincia de Jaén, fue alcalde de la capital, pero durante su juventud política (1891-1892). A partir de 1899, su carrera política se proyecta considerablemente al resultar elegido diputado por la circunscripción electoral de Jaén capital, cargo en el que permanece de manera ininterrumpida hasta 1914. En las elecciones celebradas ese mismo es encasillado por la  circunscripción de Lugo, resultando nuevamente elegido como diputado, en cuyo desempeño permanece hasta principios de 1915,  teniendo que renunciar al escaño al ser designado por el Rey como senador vitalicio. El año 1915 lo terminará al frente de la Alcaldía de la capital de España.


     

      El Sr. del Prado y Palacio asistió a la inauguración de la estatua erigida en honor del sabio médico y filántropo Bernabé Soriano, como promotor del monumento y envestido de la condición de senador del reino.  Fue precisamente él quien al final del acto propuso, en medio de grandes aplausos, que en nombre del pueblo allí congregado se le dirigiera un telegrama al rey pidiéndole, como recuerdo al médico que tantas vidas salvó, que indultase a los reos de Porcuna.
     Quien realmente portaba la vara municipal entre sus manos durante aquel acto, y que acompañó en los discursos al Sr. del Prado y Palacio, fue don Alfonso Monje Avellaneda.


     Todavía, si el articulista  hubiese citado aquellas fuentes de las que realmente se ha servido para elaborar su artículo, el martinete de “mentiroso de postín”, automáticamente hubiera recaído sobre la reputación de un servidor, ensuciando y enturbiando mi ya de por si maltrecha fama de mal contador de historias.
     Otra mentirijilla, que clama al cielo, es la presunta adscripción anarcosindicalista que se le atribuye a la sociedad obrera Paz y Libertad, inspirada desde sus orígenes en los principios del socialismo. Como resulta que dispongo de algunas informaciones sobre la crisis que atraviesa el obrerismo y socialismo en Porcuna durante el periodo historiado, casi mejor aparcar esas  apostillas para otro momento. 

09 junio 2013

INCOHERENCIAS (El caso de Porcuna: reos y leyes).


Publicado en la Unión Ilustrada (1 de agosto de 1915)
     Hace unos días, he conseguido, por fin, leer el artículo “El crimen de los hermanos Nereo” publicado por Luis E. Vallejo Delgado (Director de Museo Municipal de Porcuna) en el nº  40 de la revista Andalucía en la Historia.
     Como socio de número de la Real Cofradía de los Hermanos Nereo de Porcuna, en aras de que prevalezca la verdad histórica, me veo, una vez más, obligado a utilizar esta mi humilde tribuna, para efectuar una serie de puntualizaciones sobre lo publicado por este docto, prolífico y polifacético profesional de la cultura local.

     La primera en la frente, el subtitulo del artículo, dossier o como queramos llamarlo: “Cien años de clamor de Jaén contra la pena de muerte”.
     Aparte de que aún restan un par de años para que se cumpla el centenario de aquella campaña tan clamorosa, creo además que se peca exageradamente de sensacionalismo u oportunismo. Me gustaría saber cómo ha llegado este señor a estas conclusiones. Tengo que contemplar la posibilidad de que durante el tiempo que dedicara a documentarse  para la versión novelesca del caso (La Nereida) pudiera haber accedido a fuentes, hasta ahora desconocidas por el resto de los cofrades.


    Ese clamor unánimeque no se manifiesta a las claras hasta finales de mayo del año 1915, lo fue mayormente en favor del indulto de los reos, tal como queda claramente reflejado en las hemerotecas.  
     En aquel contexto histórico, en este caso, y otros de similares características, quienes eran capaces de mostrarse abiertamente contrarios a la pena de muerte fueron las fuerzas políticas antidinásticas (socialistas y republicanos) y los sindicatos de clase.  Querer hacer partícipe de estos posicionamientos, por ejemplo, al diputado del distrito de La Carolina (Don Niceto Alcalá Zamora) que con el tiempo llegará a convertirse en presidente de la II Republica, durante la que, por fin, se aborda la reforma del Código Penal y se suprime la pena capital en nuestro país, no se ajusta para nada a la realidad histórica. 


      Como los recursos digitales siguen abriendo puertas a los amigos de la investigación domiciliaria, que gustosamente colgamos nuestros trabajos en la red a disposición de la generalidad, me he topado recientemente con un artículo titulado “El caso de Porcuna: reos y leyes”, publicado en el diario asturiano El Noroeste  (6 de octubre de 1915), del que es autor el periodista, literato y ensayista Juan Guixé, que nos viene como anillo al dedo para destapar determinadas incoherencias en torno al caso, calificación utilizada por propio articulista, de las que participaban las leyes y la propia clase política encargada de elaborarlas, en el seno de aquel sistema político de la Restauración, que se sostenía gracias al turno organizado de los partidos monárquicos en la detentación del poder.




El Caso de Porcuna
REOS Y LEYES

     La piedad ha movilizado estos días, en favor de los reos de Porcuna, los más heterogéneos elementos políticos. Y no sólo políticos, sino gentes que viven alejadas de la política, pero que tienen una representación social significada, se han lanzado a la calle, han firmado solicitudes, organizado comisiones en favor del indulto de los dos hermanos condenados a muerte. Todas estas personas de diversa significación se han dado la mano para obtener el indulto. Al lado del conservador contumaz ha ido el socialista o el revolucionario inveterado e irreductible.
     ¿Qué quiere decir esto? Una de estas dos cosas a juicio de un periodista: O hay casos en los que la pena de muerte es injusta, o la pena de muerte, “sancionada por la ley, no responde al sentir de los españoles”, o al menos a la mayoría de ellos.
     Se argüirá que tratándose de un acto de tan conmovedora piedad como la salvación de la vida humana son pocas las personas que pueden sustraer su corazón a la idea de perdonar. Efectivamente es así. Pero lo que quiere resaltar este periodista es lo siguiente:
      La ley se hace bajo el influjo de los diversos contenidos morales y psicológicos de la sociedad. La piedad, por ejemplo, en una sociedad humanitaria contribuirá a la formación de sus leyes, de sus costumbres. La idea de justicia igualmente. Pero ocurre que la pena de muerte y la frecuencia de los indultos en nuestro país es algo incoherente y sino incoherente, paradójico.
      En el momento que depende de la regia prerrogativa el indulto de los condenados a muerte, la sanción plena de los tribunales queda vulnerada. Otro caso más grave puede presentarse: el del capricho, el de la influencia. Supongamos que un condenado a muerte es joven y que concurren en él, por otra parte, cualidades interesantes. ¡Qué lástima! La compasión entonces se apodera mas decisivamente de los corazones. El delito será de un modo intrínseco, grave. Pero esas cualidades interesantes harán que  la gente sienta con mayor fuerza compasión hacia él. Pongamos, por el contrario, un condenado a la última pena que no posee dones de simpatía, de atracción interesante, que es todo lo contrario del interés, sin que por ello aventaje en gravedad de delito al condenado joven del que hablaba. Evidentemente la gente no se interesará. Añádase a esto la influencia del  número de parientes, el amor de éstos, la conmiseración que inspiren la madre, los hijos, los hermanos del reo; la posición de estos; el desamparo en que queden, etcétera.
     Otro caso, aun más expuesto, puede presentarse: el de la influencia social, bien política o económica. En este caso, es indudable que el condenado a muerte tendrá muchas más posibilidades de ser indultado que el que a nadie conoce, que no contrajo vínculos de afecto o de gratitud, o de servidumbre con un prohombre político, o que el que es pobre.
     Pero más decisivo es esto: los indultos los gestionan casi siempre los mismos que luego, llamados a legislar, niegan su voto a aquellas iniciativas que tienden a la supresión de la pena de muerte. En el caso de Porcuna, por ejemplo, el conde de Romanones se ha adherido a la petición de indulto. Algunos diputados liberales y demócratas lo mismo. Otro día serán conservadores quienes pidan el indulto. Mañana ocupará la presidencia del consejo el señor conde de Romanones, y la pena de muerte continuará en el Código español. Hasta es posible que el propio señor Dato sea quien – si alguna vez no lo ha hecho ya – pida el indulto. No se puede eximir de esta regla ni al monarca, puesto que en definitiva a él corresponde luego la gloria de la gracia de indulto. ¿Por qué, pues, se indulta unas veces, y se deniega el indulto otras?
     La unanimidad desperdigada de los distintos elementos políticos de nuestra nación, no es, como se ve, tan unánime en el momento de legislar. ¿Por qué? La posición interior del diputado, en este trance legislativo, debe oscilar entre la compasión y la timidez ideológica. No debe atreverse desde el punto de vista de las ideas a suprimir la pena de muerte. En cambio, el corazón, y hasta posiblemente las ideas, deben decirle que la pena de muerte es cruel, y juzgando la desigualdad de su aplicación y la frecuencia de los indultos, fracasados o conseguidos absurda e incoherentemente. Y, sin embargo, él, diputado, no vota su derogación. Oscila, es indudable, este hombre en una balanza de miedo y timidez, de justicia y de egoísmo. Se figura que si se suprime la pena de muerte va a bambolearse el orden social, y que al día siguiente de su imprudente sinceridad legislativa, los cimientos del  Estado van a estar en medio de la calle, aniquilados, pulverizados. El egoísmo le dice también que su tranquilidad económica va a perecer estrangulada por sus propias manos. Le sucede que la perplejidad es su posición frente a la balanza; esto siendo benignos con él. En otros casos lo que cree este legislador es que la pena de muerte es un sano correctivo que defiende a la sociedad de males horrorosos, y que debe conservarse tan solícitamente contra la salud del cuerpo o la fortuna privada.
     Y esta incoherencia seguramente persistirá. No veremos, por ejemplo, a los legisladores que ahora han ofrecido su voluntad al reo ejecutado en Porcuna, prometer su voto cuando se abran las Cortes, o dentro de la primera etapa liberal, a quien intente suprimir la última pena.

      PD. Lo de la Real Cofradía es una pequeña chanza irónica, que no tiene nada que ver con la realeza ni con la religión, de la que me sirvo intencionadamente para recalcar el propósito que compartimos algunos de intentar aproximarnos con las fuentes al esclarecimiento de éste, hasta hace poco, desconocido suceso de la historia local.
     Véanse los trabajos del pionero en la investigación del caso (Hermano Mayor), el cronista oficial de la ciudad de Porcuna, Antonio Recuerda Burgos:
     “La tradición oral del crimen de los Nereo”, así como el exhaustivo y completísimo dossier documental publicado con el título “Ocho documentos para aproximarnos a la historia de los hermanos Nereo”. En un segundo plano, las diferentes entradas publicadas por un servidor en este mismo espacio: “Los Hermanos Nereo a salto de mata”, con imprecisiones y a veces atrevidas o erróneas interpretaciones que ido corrigiendo sobre la marcha.
    Más madera y nuevos documentos sobre el caso en próximas entradas.

    Más apostillas: Desvarentando (El invento del pasquín y otros fraudes de postín).

21 enero 2013

Los reos de Porcuna: artículos de opinión de Marcelino Domingo.



     Quienes sigan este espacio conocerán mi obsesiva afición por ponerles rostro a los personajes que se me atraviesan. Al elaborar aquella serie de entradas sobre los Nereos, basándome en la edad de los reos, la observación y análisis de una fotografía publicada en Mundo Gráfico (6 de octubre de 1915), me arriesgué asociando al agarrotado Antonio Ramírez Muñoz con el que se nos muestra en el centro. El rostro compungido, la postura de sus manos que parecen denotar resignación, y sobre todo, ese aspecto pueril barbilampiño, parecían delatar esa diferencia de dos años de edad entre un hermano y otro.
     Quiero recordar que fue durante el pasado mes de Julio cuando se incorporaba a la hemeroteca digital de la BNE, una nueva remesa de prensa histórica digitalizada, que contenía  la revista gráfica La Unión Ilustrada de Málaga, en la que la fotografía en cuestión (cabecera) se nos muestra numerada e identificada. Definitivamente Antonio Nereo es el de la derecha, mientras que el del centro muy posiblemente se trate del director de la cárcel de Jaén o el maestro, de cuya confianza se habían hecho acreedores los reos por su ejemplar conducta durante su estancia en la misma.
       Otro aclaración que quiero introducir, antes de entrar en los artículos de opinión de Marcelino Domingo, es en lo concerniente a  la intervención de Niceto Alcalá Zamora en la defensa de los reos de Porcuna. Ésta, aparentemente se limita en un principio en sacar a la luz a través de la prensa en un momento extremo (justo después de la segunda sentencia que confirmaba las dos penas de muerte) las irregularidades y anomalías del caso, sin desmerecer, por supuesto, su tenaz implicación en la posterior campaña orquestada en favor de su indulto.


      Ciertos tejemanejes extraños, que afloran en el sumario en torno al nombramiento del abogado defensor encargado de asistir a los reos en el Consejo de Guerra Ordinario celebrado en la plaza de Jaén (1914), parecen responder a una especie de tibia e ineficaz trama orquestada por las fuerzas liberales del distrito de Martos para eludir la terrible jurisdicción militar. La verosimilitud de la suposición de lazos de parentesco entre los reos y Don Niceto Alcalá Zamora, que recogía la tradición oral, demostrada ahora con documentos  por el cronista de Porcuna en su blog personal, nos induce a pensar en una intervención en la sombra del célebre letrado desde un primer momento. 
      Donde se aprecia perfectamente su mano es en el nombramiento del abogado defensor, una vez el caso es elevado al Consejo Supremo de Guerra. De hecho la designación recayó en un militar, como era preceptivo: el capitán de infantería Emilio Díaz Moreu Irisarry, con destino en las Comisiones Liquidadoras con sede en Madrid. 

E. Díaz Moreu Irisarry
     Este joven capitán, perteneciente a una familia motrileña de rancia tradición liberal (hijo del marino y senador vitalicio Emilio Díaz Moreu Quintana), compaginó la carrera militar con su participación la vida política en las filas del partido liberal. Entre 1910 y 1914 fue diputado a Cortes por la provincia de Alicante. De manera que, de la misma familia política que Don Niceto, supuestamente cercano y amigo, por lo que hemos de presuponer a éste al tanto de cuanto de interés pro-reos apareciera recogido en aquel sumario. De ahí la detallada y profusa información recogida en su famosa carta, con la que definitivamente trascendía el asunto a la opinión pública, y se iniciaba aquella campaña por el indulto a la desesperada. La baza judicial ya estaba agotada y asumida, sólo quedaba la piedad y la clemencia.


     Estoy casi seguro de que Alcalá Zamora tuvo que ser conocedor de todos los pormenores del caso, que eran vox populi en Porcuna, prácticamente desde el principio. Cabría preguntarse: ¿A qué obedecería tanta prudencia? ¿Por qué no se destapó el asunto antes? ¿Faltó valor? ¿Le falló la estrategia? Son cuestiones a las que hoy sólo podemos encontrar explicación desde la conjetura.
    A la demanda de auxilio formulada por Don Niceto correspondió un por entonces joven diputado republicano catalán llamado Marcelino Domingo, que en La Publicidad de Barcelona, órgano oficial de prensa de la familia del republicanismo catalán a la que representaba, publicó un primer artículo en el que, abusando de la redundancia y del interrogante, reconduce al lector hacia posicionamientos próximos a su batalla política contra el caciquismo rural, al que había sido capaz de sobreponerse en la reciente consulta electoral del año 1914, en la que conseguía el acta de diputado por el distrito de Tortosa (Tarragona).


      Como se trata de una figura de significada talla política e intelectual, que con el tiempo llegó a formar parte del gobierno provisional de la II Republica, presidido precisamente por Alcalá Zamora, y a ocupar carteras ministeriales durante el periodo, he considerado conveniente trascribir dos artículos salidos de su pluma referentes al caso. Tienen sus imprecisiones y la necesaria dosis de manipulación partidista, como es de recibo, pero desde mi punto de vista creo que nos pueden servir, si no para encontrar respuestas categóricas, si para esclarecer, al menos, algunas de las interrogantes que antes formulábamos.
      El primero fue publicado en La Publicidad el 13 de junio de 1915, cuatro días después de la clarificadora carta que Alcalá Zamora con el título de “Los reos de Jaén” publicara en el Imparcial. Lleva por título:


     En Porcuna se cometió, hace más de un año un crimen. Fueron muertos dos guardias civiles. Los señalados como autores, dos hermanos, han sido ahora condenados a pena de muerte. Para conseguir que la imposición de esta pena no se realice, se han alzado ya por toda España centenares de voces pidiendo piedad... Sea hoy la nuestra la voz que llegue al Gobierno... El crimen de Porcuna descubre la constitución de España. Señala como España está organizada. Revela el valor que en España tienen las instituciones que por su independencia, por su misión, por su responsabilidad, más atadas habrían de estar a su deber.
      Relatemos el hecho. En Porcuna, los hermanos apodados los Nereos, prestaban el servicio de guardas jurados; se les había confiado la guardería particular de tierras y  frutos. Sin descuidar su trabajo, cazaban en toda época: en época permitida y en época vedada por la ley. Algunos cortijeros les habían denunciado por ello a la guardia civil. La guardia civil los perseguía un día y otro día sin lograr sorprenderlos. ¿Qué hacer? Una pareja de la guardia civil combinada con los cortijeros decide cambiar su uniforme por unas ropas de pegujalero, los tricornios por unos sombreros de paja. Así sale a perseguir a los hermanos Nereos. Y así los sorprende. Y los detiene. Y les insulta. Y les pega. Y les subleva el alma. Les subleva el alma hasta el punto de que los guardas jurados se desprenden de los guardias civiles disfrazados— de los guardias sin uniforme— y en medio del monte les dan muerte. Este es el relato documental del sumario. ¿No se ve en el detalle de este hecho la trama de algún otro hecho oculto que no resalta, que no sale a la superficie?, ¿No se descubre en la delación de estos cortijeros, en la persecución insistente, tenaz, ciega, de la guardia civil algún motivo, que no es este motivo fútil de la caza en tiempo de veda? Bergson declara que en la comisión de todo crimen hay un motivo quizá el fundamental, que los Tribunales ignoran y que los autores del hecho reservan absolutamente. ¿Existe aquí?
      Sí. Nosotros conocemos la vida de estos pueblos españoles, como Porcuna. Nosotros sabemos qué misión desempeñan en ellos las autoridades; cómo interpretan la ley el secretario del juez y el secretario del Ayuntamiento. Nosotros sabemos el papel que realiza la guardia civil, dirigida desde la capital de la provincia por el gobernador. Nosotros conocemos estos odios vivos entre un bando y otro bando político; la obra caciquil, de bajo caciquismo, que sale del Ayuntamiento y del Juzgado; la colaboración que en muchos casos, por órdenes de arriba, del Gobierno de la provincia, presta a ese caciquismo la guardia civil. ¿No será el caso de Porcuna, como lo fue el de Benagalbón, un ejemplo de esta dolorosa organización española? Seguramente los hermanos Nereos ejercían la guardería con independencia del Municipio. Ello haría que el Municipio, los caciques del Municipio, no teniéndolos como dependientes los considerara como enemigos. Y como enemigos, procurara dañarlos, desposeerlos, castigarlos. ¿De qué modo? Si los hermanos Nereos tenían la debilidad de la caza, aprovechando esta debilidad para echarles la guardia civil encima, para procesarlos, para arrojarlos del cargo. Seguramente para que la guardia civil no cejara hasta prenderlos, los caciques de Porcuna hubieron de acudir al capitán, al teniente coronel, al gobernador; tal vez al ministro de la Gobernación.- ¿Quién no sabe que en España el ministerio de la Gobernación y los gobernadores invierten todo el tiempo y todas las energías en estas atenciones, en estos menesteres, en estos servidos, de pequeño caciquismo, de baja política, de podrida política ?— Seguramente consiguieron los caciques que la guardia civil se pusiera a sus órdenes y seguramente, indiscutiblemente, fueron ellos los que les prestaron vestidos para disfrazarse, caballerías para que corrieran a su encuentro, todos los medios para que los prendieran, para que los entraran atados a la población.. ¿Quién no conoce estas tragedias bárbaras de los pueblos españoles? Trama caciquil, odio de caciques, … instigación de fuera había de ser esta persecución, ¿porque si no cómo se comprende que sólo por prender a unos cazadores la guardia civil cambiase de traje; cómo se comprende que concentrase su actividad, y su fuerza y los recursos supremos de los grandes casos para el descubrimiento de un delito levísimo que la ley sólo castiga con unas pesetas de multa?, Trama caciquista es; obra de caciques españoles; de estos caciques que en su cuadro Caciques y Mendigos nos ha descubierto Valentín de Zubíaurre con una visión genial de la realidad...
      Es el crimen de Porcuna un crimen español: un crimen que sólo puede suceder en España. En España, donde las autoridades no cuidan, no saben de su autoridad; donde los jueces no hacen justicia; donde la ley se ajusta a las pasiones, a los bolsillos y al lugar que cada uno ocupa. Es el crimen de Porcuna un crimen castizamente español, vergonzosamente español. Un crimen de la Europa del siglo XV; de la España del siglo XX.
     Es el crimen de Porcuna un crimen cometido contra las autoridades españolas, que no hubiera sucedido si las autoridades españolas supieran dar valor a su autoridad; si las autoridades españolas supieran ser autoridades. ¡Piedad para los pobres que se han visto obligados a cometerlo¡ ¡Piedad para España que se ve arrastrada y perdida por los hombres y por las instituciones que provocan estos crímenes! 
                                                                       


      Un segundo artículo, quizá más beligerante e incisivo que el anterior, vio la luz en la Publicidad (3 de octubre de 1915) y otras cabeceras afines, una vez consumada la ejecución del más joven de los Nereos. Su titulo es ya de por si lo suficientemente esclarecedor, además de que contrasta con un sospechoso silencio de aquellos que habían llevado el peso de la campaña pro indultos:


      En Jaén, a las ocho de la mañana de un día de otoño, al alzarse el sol para alumbrar la tierra ha sido agarrotado un hombre. Era un hombre que al dejar de ser niño para comenzar a ser hombre, ha encontrado muerte vil con el garrote de la justicia. ¿No pensáis en la tragedia de una vida segada, rota así? ¿No pensáis en los años que quedaban delante de este hombre para reformarse, para enmendarse, para santificarse? La ejemplar justicia española ha querido mantener el ejemplo agarrotando el cuello de ese pobre hombre, de ese niño pobre. La ejemplar justicia española, red de millones de mallas, por donde escapan cada día los bien hallados, se ha cerrado para este mozo de Jaén, que ya no existe, que ya no vive, que ya no espera en nadie. ¿Vamos a doblegar la cabeza y a callar?
      Reconstruyamos el hecho para demostrar que la justicia no tenía derecho sobre esa vida rota. Era en un pueblo de la provincia de Jaén: Porcuna. El agarrotado y su hermano eran guardas rurales. Cuidaban las fincas librándolas de pastores que  metieran en ellas el ganado para ramonearla; asegurándolas de los merodeadores que se adueñan de las haciendas acasaradas. Eran guardas sostenidos por una comunidad de propietarios que se encargaba de su sueldo. ¿Esta confianza no revela ya en los que desempeñaban este cargo la virtud, la integridad de una vida?
     Alguien de Porcuna denunció una falta de estos guardas. Cazaban. La escopeta que llevaban para defender las haciendas confiadas a su custodia, les servía machas veces para disparar contra una liebre, contra una perdiz; para meter una nube de perdigones entre un vuelo de pájaros. ¿Era grave el delito? ¿Constituía esta caza un crimen que habría de perseguirles tenazmente, que habría de castigarles brutalmente? Vosotros diréis. Lo que decimos nosotros es esto:
      Que para sorprender a estos guardas cazando, una pareja de la guardia civil se despojó de su uniforme, vistiendo traje del campo; que para detenerlos alquiló unos caballejos que pudieran correr por los herrenes y saltar per los breñales y márgenes. ¿Valía el hecho de que unos guardas cazaran, esta decisión de la guardia civil? ¿Era tan grande el daño, tan punible el delito que para sorprenderlo, para castigarlo, la guardia civil se viera obligada sin remedio, a estas resoluciones extremas?  ¿O es que con todos los cazadores de todas las partes sigue la guardia civil el mismo procedimiento?
    Sigamos reconstruyendo el hecho. Los guardas vieron llegar hacia ellos, corriendo, a dos hombres. Se detuvieron. Los hombres se apearon de sus caballejos obligando a los guardas que rindieran las armas. ¿Qué sucedió? Los guardias civiles disfrazados fueron muertos. En el cuerpo de los dos hermanos, de los dos guardas, había señales de golpes. Ellos narraron el hecho así: Que fueron sorprendidos; que, a viva fuerza les arrebataron las escopetas; que les golpearon con ellas... Y que, defendiéndose, produjeron las dos muertes... ¿Vamos nosotros a justificar este crimen?  No. ¿Vamos nosotros a atenuarlo? Si. Y vamos a atenuarlo porque nosotros vemos en estos guardas perseguidos, en estos guardias que se disfrazaran, una página de la historia del caciquismo español. Vemos a estos guardas odiados  por alguien que tiene poder. Vemos a estos guardias movidos por alguien que goza de privilegios. Vemos que no es el deseo de cumplir con su deber el que incita a los guardias a disfrazarse. Vemos que no es la caza el pecado que pesaba sobre los pobres hermanos.  ¿Qué mano debió disponer en Porcuna, todo eso? ¿Qué fin político se servía con todo ello?  ¿Que. odios de bando, que venganzas de partido, debieron determinar este hecho tan español?
      No sabemos qué virtudes atesoraban en el corazón los guardias muertos. Las que atesoraba el guarda agarrotado y las que atesora el guarda que aun vive, si las conocemos. Desde un principio se dijo en Porcuna que el crimen lo había cometido uno solo de los hermanos: que a los guardias les había dado muerte uno solo de los hermanos. Estos, por encima de tales suposiciones, confesaron siempre su participación por igual: los dos se declararon siempre responsables. Se declararon responsables frente al Tribunal Militar; continuaron declarándose responsables cuando se les leyó la sentencia de pena de Muerte.
      Sin embargo, uno de los dos era inocente. Al acercarse el momento de cumplir la pena, ha sido confesado así. ¿Por quién? ¿Por el inocente?  ¿Por el que sin culpa iba a morir? ¿Por el que arrastraba le responsabilidad de un daño que no había cometido? ¿Por el que no perpetró el delito? No. Por el culpable. Ha sido el culpable el que pocas horas antes de morir ha declarada por entero la verdad. El no culpable callaba e iba resignado a que le agarrotaran el cuello. El culpable no ha querido: ha querido morir él solo. Solo. ¿Qué valor moral no hay en acto del hermano que se declara culpable sin serio? Aquí en este país nuestro, donde por conservar un destino o conseguir un puesto, fingimos lo que sentimos; torcemos nuestra conciencia, vendemos todos nuestros derecho civiles; aquí, en este país del egoísmo, del apego a la vida, ¿Qué valor moral no había en el alma de este hombre que la justicia ha agarrotado; del hombre que no ha consentido el sacrificio de su hermano, que ha querido marchar sólo al patíbulo, que ha clavado sobre su nombre toda la infamia del crimen?
      Por haber hecho esa declaración antes de entrar en capilla, no han sido agarrotados los dos hermanos. El inocente y el culpable. Si la declaración no hubiese sido hecha, la ejemplar justicia española hubiese puesto el garrote en el cuello del inocente. Pero la declaración se hizo, y de las dos vidas que iban a segarse sin piedad, se salvó una. La otra, la del mozo de veinte años que dijo la verdad, fue tronchada bárbaramente.
      ¿Por qué lo mataron? ¿Quién lo mató? ¿Lo mataron por satisfacer la vindicta pública? No. En Jaén, millares y millares de personas pedían el indulto. Lloraban implorándolo las mujeres. No sólo en Jaén. De toda España han salido las voces.
      ¿Lo mataron porque la vida del agarrotado constituía un peligro? No. Era un mozo de veinte años. Era bueno. Su crimen no fue un crimen: fue una defensa propia, rebelándose contra los golpes que le herían su cuerpo dos hombres extraños. Era un mozo de veinte años: aunque hubiera sido malo el tiempo podría haberse cuidado de enmendarlo, de sanear su espíritu. ¿Por qué lo mataron? ¿Quién lo mató? El presidente del consejo de ministros decía que si él no ocupara tan elevado cargo se uniría a los que solicitaban el indulto. Luego en su alma estaba el deseo de indultar. ¿Por qué no aconsejaba el indulto? El rey, a cuya presencia acudieron reiteradas veces los peticionarios, expuso vehementemente el afán de indultar, el gozo con que vería salvada la vida de aquel mozo, ahora ya muerto, ya hundido en la fosa…¿Por qué no indultó?
      Los reos de Porcuna fueron juzgados por un tribunal militar. El fuero de guerra ha dictado la pena que ha cumplido ya uno de los hermanos. No fueron jueces civiles. Fueron jueces militares los que escribieron la sentencia. ¿Veis ya claro? El presidente del Consejo quería salvar al otro hermano; tenía autoridad para hacerlo. No ha podido. El rey anhelaba arrancar del patíbulo al único culpable; tenía facultad, amplia facultad para hacerlo. No ha podido tampoco. Gobierno y rey se han visto atados de manos, obligados por una fuerza superior a ellos, por un poder más alto que ellos. ¿Qué fuerza es esa? ¿Qué organismo, que institución, que oligarquía hay en España que tenga más poder que el Gobierno; que pueda situarse por encima del rey?


03 julio 2012

Mi Nereida. Los reos de Porcuna (nuevas noticias históricas).

Ciudadanos de Porcuna (1914-1915)
     Prescindo de prolegómenos. Para quienes desconozcan lo ocurrido el 28 de Julio de 1913 en el paraje conocido como Cañada o Pozo de la Teja, en las proximidades del cortijo de San Pantaleón, término municipal de Porcuna (Jaén), propiedad del labrador Don Ángel Ruiz de Adana Torres, sobre el fatal y negro encuentro entre la pareja de la guardia civil y unos cazadores-jornaleros furtivos, conocidos como Hermanos Nereos, les recomiendo un paseo previo por una serie de entradas publicadas en este mismo especio sobre tan luctuoso-enojoso suceso y su consiguiente proceso (Crimen y/o castigo: el caso de los “Hermanos Nereos”).
    
     Para poder volver a ocuparme del caso con conocimiento de causa, he tenido que emprender un dificultoso y laborioso discurrir (letra muy emborronada) por entre las páginas del voluminoso sumario que les instruyo en su día la Jurisdicción Militar. Lo había desechado en un principio, por apreciar a las claras, al menos esa es mi impresión, de que estábamos ante testimonios prácticamente realizados al dictado de unos intereses determinados. Imagínense la tesitura de humildes jornaleros citados para testificar ante un juez togado militar. Tendrían que cagarse lo pobres las patas abajo. ¡Como para tomar partido por quienes desde un principio fueron etiquetados como criminales! Pero dejemos de momento aparcados esos testimonios, para centrarnos en lo ocurrido en los días inmediatamente siguientes a aquel aciago encuentro.
    
     Estando aun los Nereos en busca y captura, una de las primeras disposiciones del Teniente Juez Instructor y Secretario, desplazados al efecto, fue la de interceptar la correspondencia de la familia, con vistas a procurar dar con su paradero y ponerlos a disposición de la justicia. En sumario incluye un telegrama cifrado dirigido por el Jefe de Línea de la Guardia Civil de Priego de Córdoba al Teniente Juez Instructor del caso, con fecha del día primero de agosto, en el que se menciona la interceptación de una serie de cartas.


     La primera de ellas, es la dirigida por Nereo Ramírez Ortega, padre de los presuntos criminales, a un hermano de padre residente en la aldea de Castil de Campos, llamado Andrés Ramírez Escobar. Antes de entrar en otros detalles, permítanme que les transcriba el contenido de las letras de ese padre desconcertado y asustado. A mi juicio resulta estremecedora. He corregido las numerosas faltas de ortografía y ligeramente la sintaxis para hacerla más digerible y entendible. Tiene fecha de 30 de Julio, justo dos días después del trágico suceso y he considerado conveniente hasta ponerle título (una ligera licencia literaria).


Carta de un padre desesperado

     Querido hermano con lágrimas te pongo estas líneas no con tinta. Después de haber estado segando esta estación mis dos queridos hijos, Justo entró de guarda particular con uno de la familia el día 2 del presente hasta el tiempo en que te cruzo estas letras. Llegó el día 25 y quiso holgar y para relevarle se fue Nereo (Antonio). Una vez en el sitio acordaron quedarse juntos y echar un día de caza. Tenían licencia de caza, pero estaban en el periodo de la veda de lo que siempre se tapaban. Teniendo que hacer su recorrido por los terrenos que estaban a su cargo hubieron de llegar a una era a beber agua y estando allí vieron salir dos personas de una cortijada que hay por encima con una caballería que se dirigía hacia ellos. Un muchacho que había en la era les advirtió de que se trataba de la pareja, aunque iban vestidos de paisano. Partieron Justo y Nereo y se fueron en dirección contraria, pero la pareja que llevaba una caballería prestada les dieron una contra marcha y le salieron al encuentro. Nadie sabe lo que pudo pasar. Lo fijo y triste es que la pareja resultaron ambos muertos, era un sargento y un guardia, el guardia en el acto y el sargento duró horas.

     Las licencias y zurrones de caza con algunas piezas, reloj y unas perrillas de Nereo también se encontraron allí. Era un rastrojo y salió ardiendo. No se sabe si sería haciéndoles suplica, hay tienen ustedes cédulas, licencia y caza. Si se yo que como no les pegasen mis hijos no disparaban. Se fugaron, no se mas hermano mío. Me escribes y a la vez le escribes a Don Niceto con estos detalles, le voy también a escribir. Que lastima, que buenos, que queridos de sus amigos, sin vicio ni de tabaco. Hay que sentirlo por ellos, pero también por su madre, su hermana y yo que desgraciados vivíamos de ellos y con ellos éramos felices. Sin ellos búscame una colocación hermano.
     La pobre de mi hija María que está aquí, que ha venido a restablecerse de una enfermedad, no sabe nada a estas horas, se le tapa el asunto. Pero Ay Hermano les tenía este sargento muchas ganas y les ha tenido guardado el caso. Yo no sé lo que puede pasar para que se haya labrado la ruina de todos. Se despide tu hermano con el corazón pensado en Dios.
   Tu hermano Nereo.

    El hermano de Nereo ( padre) debía de ser una persona popular y conocida por aquellos lugares. Su ascendencia con Don Niceto imagino que obedecería a esos lazos clientelares que sabían tejer a la perfección estos políticos del caciquismo, especialmente en las pequeñas villas donde resultaba relativamente fácil vaciar el censo en favor de sus candidatos. Se dedicaba profesionalmente a la práctica del curanderismo, lo que con el tiempo le acarrearía algún que otro problema con la justicia. Se le conocía por el remoquete de Joseico:
La Voz de Córdoba (21 de diciembre de 1928)
     Forzosamente también habría que contemplar esas noticias de la tradición oral sobre que la madre de los Nereos pudiera haber sido nodriza o ama de leche de don Niceto, o que pudieran ser, incluso, hermanastros del mismo. Estos extremos los veo más bien como surgidos de la imaginación popular después de aquel sonado proceso.
    De cualquier manera lo que sí parece claro es el deseo de Nereo padre de hacerle llegar a Don Niceto sus angustias y preocupaciones, por si éste estimaba a bien echarle una mano. Aunque más que por su defensa jurídica, su rogativa parece ir encaminada en el sentido de una recomendación o empleo que permitiera subsistir a su familia, desde aquel momento privada de los imprescindibles jornales sustentadores de sus hijos.
Anverso
Reverso
     Retomemos la carta, ya que su continente nos depara una sorpresa: el sobre, como se puede apreciar, pertenece y lleva el correspondiente membrete del Circulo Unión Liberal de Porcuna. ¿Cómo interpretamos esto? Se presta a pensar que se le pudiera haberle prestado ayuda desde este círculo político para redactar esa carta de su puño y letra, prestándosele el sobre, por ser simpatizante o colaborador, o por estar sensibilizados con su estado anímico. Dejemos ese presumible apoyo de las fuerzas liberales locales pospuesto para otro momento.
     Con esa misma fecha del 30, tal como se anuncia en la misiva remitida a su hermano, debió escribir esa otra carta a Don Niceto, que no pudo ser interceptada, pudiendo transmitir sus inquietudes a tan honorable prócer, como lo demuestra la devolución de éste, que conocemos pues ésta si resultaría capturada. Lleva el  sello del servicio postal del Congreso de los Diputados en el sobre y el membrete del por entonces Diputado a Cortes por la Carolina en el  pliego de papel utilizado.



     Aunque anexo la carta, insertada en formato imagen, allá va su trascripción para facilitar su lectura:



Sr. Don Nereo Ramírez


     Mí estimado amigo: lamento muy de veras las desgracias que le afligen y me indica en su carta, cuya triste impresión comprendo perfectamente. Quisiera sinceramente que estuviera en mis manos darle la colocación de que habla, para lo cual la edad de V. y las condiciones en que actualmente se nombran los empleados son grandes dificultades.
     Como creo que pronto iré por Priego… (Se corta el texto)
     Deseando que sus sufrimientos tengan el ahorro posible, queda de V. su afectuoso amigo SSQBM.


     Poca, por no decir ninguna, parece ser la predisposición del diputado Niceto Alcalá Zamora y Torres, de pringarse en este espinoso asunto. Es más, cuando abordemos el tema sobre los abogados que llevaron el caso de los reos de Porcuna podremos constatar cómo, en un principio, su nombre no aparece por ningún sitio, tal como se viene considerando.



     Ya puestos a destapar el tarro de la hipocresía, que iremos derramando poco a poco, conforme vaya localizando comportamientos merecedores de esa adscripción, les dejo, de momento, con el testimonio aportado por el “gran cacique liberal”, varias veces alcalde de Porcuna, durante los años finales del XIX y primeras décadas del XX: Don Luis Aguilera y Coca “El Chato”.

Declaración del testigo Don Luis Aguilera y Coca


(Porcuna 3 de Agosto de 1913)
    Que se llama Don Luis Aguilera y Coca, de setenta y seis años de edad, casado, propietario, declara que conoce a los hermanos Justo y Antonio Nereo Ramírez Muñoz, así como también conoció al sargento y guardia asesinados, que no tiene con ninguno de ellos parentesco, amistad o enemistad y que tampoco tiene interés directo ni indirecto en esta causa.
     Preguntado, manifestó que en alguna ocasión se quejó al sargento José Martínez Montilla, de que los hermanos Nereos le habían pisoteado un trigo y arroyado su propiedad sin su consentimiento. Dijo: que efectivamente hacia poco tiempo, antes del hecho de autos que el dicente manifestó al Sargento la invasión de los referidos individuos en sus propiedades causando daños tanto en ella como en la caza de la perdiz que al quitarles la sombra en las horas de calor durante la caza se ahogaron la mayor parte de ellas así como también en su persecución atropellaron los sembrados dando lugar con ello a la queja que produjo siendo de dominio público lo que hacían en otras propiedades de este término entre las que puede citar la del vecino de finca don Damián Parra Giménez.


     Sin comentarios. Juzguen ustedes.
     Tanto profanos, como conocedores e investigadores del caso (somos varios los subidos en esta barca de rumbo incierto e intrigante), tienen a su completa disposición para aclaraciones, apropiaciones indebidas, dudas, críticas o rectificaciones la sección de comentarios.

     El sumario instruido a los Hermanos Nereos lo he podido conseguir gracias a la inestimable colaboración del amigo y compañero, Arturo del Pino Ruiz, homónimo (nombre y primer apellido) del famoso y célebre “Arturé”, que me hizo el favor de personarse para fotografiarlo en el Archivo del Tribunal Militar Togado Territorial Segundo de Sevilla. Gracias compañero.