Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

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05 junio 2014

LOS SUCESOS DE 1915 (CRISIS DE TRABAJO Y MOVIMIENTO OBRERO EN MOTRIL).



    El año de 1915 fue especialmente conflictivo en nuestro país. A la escasez y carestía de los artículos de primera necesidad derivada del conflicto bélico que se venía desarrollando en Europa, se suma una aguda crisis de trabajo. Las manifestaciones de protesta y los conflictos sociales proliferan a lo largo y ancho de la geografía nacional. El recurso al máuser, para sofocar y acallar las protestas, estuvo revestido de sangre en numerosos lugares. Por su especial resonancia destacan sucesos como los de Cenicero (Rioja) o  Torreperogil (Jaén). En la costa granadina, manifestaciones de protesta, desarrolladas en las poblaciones de Ítrabo y Motril, fueron disueltas a tiros por efectivos de la guardia civil.
    Nos detendremos en esta última. Analizaremos, de camino, la evolución de aquel emergente obrerismo motrileño, que había ganado considerablemente en adeptos y organización tras la visita de Pablo Iglesias en octubre de 1914. Intentaremos además desentrañar posibles maniobras arteras desplegadas por el caciquismo monárquico para liquidar o manipular a aquellos que escapaban de su control.


La organización obrera motrileña

     En abril de 1914 nacía en Motril una agrupación socialista bajo la denominación de “La Democracia Social”. Salvadas las primeras trabas y los típicos recelos por parte de la autoridad local terminarían estructurando una importante organización en torno a la cual se aglutinarían los diferentes gremios laborales. Se hicieron con una sede social ubicada en la céntrica calle Hernández Velasco nº 45 (Nueva). Un magnífico y amplio edificio con espacios comunes y salas de reuniones para las diferentes sociedades que se iban incorporando: “El Despertar” (agrícolas), “La Hércules” (obreros del puerto), “El Trabajo” (albañiles), “La Progresiva” (alpargateros), “La Razón” (transportes), “la Emancipación” (obreros del mar) y una activa “Juventud Socialista”.


Juntas Directivas - enero de 1915



    Durante sus primeros meses de vida no aflora reivindicación alguna. Sus primeras actividades se limitaron a la organización de conferencias de extensión cultural. El alcalde conservador, dramaturgo y poeta don Gaspar Esteva Ravassa, atendiendo la invitación cursada por los socialistas motrileños, impartió una de ellas. Se dice, que terminó su intervención con la siguiente frase: “Si esto es el socialismo bendito sea”.

Gaspar Esteva 
    El siguiente logro sería la creación de una escuela completamente gratuita para los asociados y sus hijos: “Asisten varios cientos, recibiendo la enseñanza en locales más amplios, más higiénicos y aun mejores condiciones de material que las escuelas nacionales, instaladas por lo general, como es sabido, en cuchitriles inapropiados al caso”.
    Se comparte también ese típico afán de regeneración moral y cultural propio de aquel primer obrerismo organizado. En marzo de 1915 el Centro Obrero tenía presupuestadas 75 pesetas al mes para la adquisición de libros, prensa y revistas, disponía de una pequeña biblioteca para el recreo de sus socios y estaba prohibido el consumo de bebidas alcohólicas en sus locales. En el piso alto se habían acometido obras para acondicionar un pequeño teatro en el que pudiera actuar su Cuadro Artístico, constituido recientemente e integrado por jóvenes de ambos sexos.
     Definitivo para el arraigo societario fue la creación en septiembre de 1914 de una cooperativa socialista titulada “La Redención” dedicada a la elaboración y venta de pan. Su nacimiento coincide con la carestía del precio del pan y los primeros problemas con la falta de peso, fraude al que recurrían algunos pícaros industriales para no tener que modificar el importe de venta al público. Aquello atrajo hasta sus filas una considerable cifra de nuevos adeptos. 
     Es durante esa etapa de máximo potencial humano cuando tiene lugar  la visita del líder nacional del Partido Socialista Obrero, Pablo Iglesias, que terminaría arrastrando a muchos obreros indecisos.
     Es justo a partir de entonces cuando se enturbian las relaciones con las autoridades locales y surgen los primeros miedos y recelos. El caciquismo motrileño desplegará su maquinaria para intentar frenar ese meteórico auge. Se recurre a todo tipo de artimañas. Se intenta fomentar el sindicalismo católico. Las autoridades municipales, según fuentes socialistas, instaban a sus propios empleados para que engrosasen sus filas, bajo la amenaza de perder su empleo. La Iglesia también puso su granito de arena trayendo hasta Motril a un predicador que lanzó los típicos anatemas contra la lucha de clases y en pro de la armonización social preconizada desde los postulados del sindicalismo católico:

    “En un Centro católico, al que por desgracia concurren algunos obreros tan faltos de energía como de conciencia de sus intereses, ha puesto cátedra un fraile, con el “noble” fin de dividir a los trabajadores. Según él hay, Centros de bien y Centros del mal: a los primeros pertenecen los ricos y los obreros sumisos; a los segundos los socialistas. Después de decir esto, arenga a los obreros para que se salgan no sólo de sus casas, sino de sus casillas, y les pide que no sean cobardes y no vayan con quienes les proponen realizar transformaciones que produzcan la igualdad de medios y la desaparición de los parásitos sociales”.

(El Socialista - enero de 1915)

    El entrecomillado pertenece a un artículo, firmado por un anónimo socialista motrileño, publicado en El Socialista con el encabezamiento de “Los caciques contra los socialistas de Motril”. Detrás del anonimato creemos que se esconde el activo militante de la agrupación local  y corresponsal de la prensa socialista, Eduardo Castro, un joven que gozaba de cierto prestigio y ascendencia entre los trabajadores motrileños. Otras críticas y denuncias, cada día más incisivas, se fueron sucediendo en las páginas del diario "El Socialista".


     La sección titulada “Los feudos del caciquismo” se hace eco de una serie de coacciones, intimidaciones, atropellos e ilegalidades cometidas contra el obrerismo organizado socialista:

    “El día 25 del pasado mes de enero se presentó en el Centro Obrero el jefe de la policía municipal que requirió los libros. Un compañero le contestó que cada sociedad tenía sus libros bajo llave. Quedó en volver por la noche. El objeto perseguido es sacar nota de los socios para perseguirlos hasta aniquilarlos”.

    “En la puerta del Centro Obrero hay una pareja de guardias municipales constantemente, vigilando a todo el que entra y sale, para denunciar luego ante el alcalde a aquellos que, habiendo sido amenazados, continúan en su puesto. En el mismo paso del Centro se ponen todas las noches los cabos de serenos y cachean a los viandantes; lo más irritante es que la medida no es general, sino aplicada sólo a los afiliados”.


    Tal cúmulo de denuncias tuvo una primera consecuencia inmediata, el cese de Eduardo Castro como empleado del municipio.

Crisis agrícola y de trabajo

    La primera viene de atrás y es consecuencia directa de la progresiva crisis del cultivo de la caña de azúcar y el de otros con los que se le quiso sustituir. Además, las heladas e intensos fríos de aquel invierno acabaron con la mayor parte de la cosecha. Lo mismo pasó con las patatas que, aunque volvieron a retoñar, tuvieron paupérrimos rendimientos (30 arrobas por marjal). Por culpa de la progresiva descapitalización de pequeños y medianos labradores una tercera parte del marjalado de la fértil vega motrileña se hallaba baldío.


   Para atajar la crisis de trabajo se recurrió en un principio a los tradicionales alojamientos. Los terratenientes dieron ocupación a un pequeño porcentaje del cada día más numeroso grupo de parados. La necesidad apremia, el malestar cunde y la solución resulta insuficiente.
   A mediados de enero de 1915  las sociedades obreras motrileñas solicitaron permiso para celebrar una manifestación pública en demanda de soluciones a la pertinaz crisis de trabajo que afectaba principalmente a quienes dependían, única y exclusivamente, del jornal diario. Se protestaba, de camino, por la falta de peso del pan. Sería denegada por la primera autoridad provincial, que además les impide y prohíbe la celebración de un acto público. 


    Las soluciones podían llegar a través de dos importantes obras públicas que se hallaban en fase de ejecución: las obras del puerto y el tramo Motril – Calahonda de la carretera nacional Málaga- Almería.
    El número de trabajadores que emplearon los respectivos contratistas seguía resultando insuficiente. Delegados de las sociedades obreras conferenciaron con el contratista de la carretera. Demandaban una subida del jornal e intentaron concienciarle sobre su capacidad real y necesidad de acoger a un mayor número de trabajadores.
    La reclamación surtió efecto en cuanto al salario, que pasó de 6  reales a 8 (2 pesetas). También se comprometió a dar más trabajo en el momento que se recibieran las nuevas herramientas que tenían encargadas.
    Las soluciones no terminaban de cubrir las necesidades. Ante la miseria generalizada y la angustiosa situación por la que atravesaba la clase trabajadora se temía un estallido social, como finalmente ocurrió.


La manifestación del 8 de marzo

   La promesa del contratista se dilataba en el tiempo. Los obreros parados, impacientes e instigados por el hambre (probablemente también por el Centro Obrero), optaron por presentarse a pie de obra a primera hora de la mañana del día 8 de marzo. Llevaban herramientas que se procuraron por sus propios medios. El encargado no quiso o no pudo admitirlos. Al grito unánime de todos o ninguno, los pocos que se hallaban trabajando abandonaron el tajo y se sumaron a los demandantes, tomando juntos rumbo presto hacia Motril:

   “Al verlos entrar, las mujeres, las hijas y las madres percatadas de lo que había ocurrido, prorrumpieron en gritos de indignación y apostrofando a sus esposos, sus padres e hijos, los excitaron a protestar con mayor energía, calificándolos de cobardes y enarbolando en un astil un pañuelo encarnado recorrieron la calles de la ciudad costera, pidiendo a grandes voces pan y trabajo”.

    Se dirigieron en busca de don Juan Moré, presidente de la Cámara de Comercio, que se hallaba acostado y no pudo o no quiso recibirles. Solicitaban el cierre de los comercios. No hizo falta su intervención ya que los comerciantes ante tan imponente y encendida manifestación procedieron a su cierre inmediato.
    Los pocos obreros empleados en las obras del puerto se sumaron por solidaridad. La guardia municipal es incapaz de frenar y disolver aquella multitudinaria concentración de hambrientos en demanda de pan y trabajo. Tiene que intervenir la Guardia Civil con su capitán a la cabeza. Sus órdenes de disolución, al parecer, no fueron  atendidas. El corneta dio un toque de atención contestado con una lluvia de piedras, mueras y griteríos. El capitán, según la versión oficial, recibió pedradas en la mano y en una pierna que le obligaron a hacer uso de su arma reglamentaria. Un obrero, llamado Francisco Navarro García, cayó a tierra herido por un balazo que le atravesó la oreja. Se desata la confusión y la guardia civil carga sobre los manifestantes que se dispersaron.



   Volvió a reconcentrarse un numeroso grupo que se dirigió al Ayuntamiento. No pudieron ser recibidos por el Alcalde, que se hallaba ausente. Estaba en Granada solucionando asuntos relacionados con la inminente celebración de las elecciones a diputados provinciales. Eduardo Castro, secretario de la A.S., desde el balcón principal del Ayuntamiento, consiguió que finalmente el grupo se disolviese.

Consecuencias

   A raíz de de aquellos sucesos se procede a la clausura inmediata del Centro Obrero. A los pocos días son detenidas unas 40 personas entre las que figuraban algunas mujeres a las que se acusaba de arrojar piedras contra la guardia civil.
    Los socialistas intentan desmarcarse de los hechos y le atribuyen a la manifestación un carácter improvisado:
    “A ello fue ajeno el Centro Obrero. Tanto es así, que desde las diez de la mañana, hora en que empezó a notarse la agitación, el Centro estaba cerrado, a fin de evitar que se le quisiera utilizar como punto estratégico para los fines que convinieran a las autoridades caciquiles”.
    Tachan de arbitraria la clausura y atribuyen tal proceder a una persecución orquestada por los elementos caciquiles, ya que en poco tiempo habían conseguido extender sus propagandas a otras poblaciones del distrito electoral en las que se habían estructurado organizaciones y sindicatos, caso de Salobreña, Ítrabo o Torrenueva. 
    Poco a poco serían puestas en libertad permaneciendo finalmente recluidos, inculpados y expuestos a la jurisdicción militar, por atentado contra la fuerza pública, las siguientes personas:
     Eduardo Castro, presidente de la Juventud Socialista y secretario del consejo de dirección del Centro Obrero, por creérsele uno de los principales cabecillas del motín.
    Francisco Antúnez, vicepresidente de La Emancipación. Era acusado por un guardia municipal apellidado Olmedo, de recriminarle cuando éste, revolver y sable en mano, trataba de detener a los grupos que corrían de la guardia civil.
    Manuel González Martínez, socio agricultor, acusado de amenazar a la fuerza armada.
    Juan Chamorro López, albañil, acusado de llevar una bandera.
    Francisco Sarmiento Moreno, del campo. Capturado por la guardia civil durante el tumulto fue liberado por un grupo de mujeres que lo sacó del cuartel y nuevamente capturado. 
    Serían pronto puestos en libertad provisional, aunque conscientes de las consecuencias que podía acarrearle su comparecencia ante un Tribunal Militar, llegaron, incluso, a remitir una carta al Dr. Luis Simarro, por entonces Presidente del Comité Nacional para la Defensa de los Derechos del Hombre, para que intercediera por ellos.


Las elecciones a diputados provinciales

    Los socialistas motrileños tenían escaso historial en lides electorales. Su primer contacto con las urnas fue en el mes de junio de 1914, casi recién constituida la sociedad. Las elecciones a diputados a Cortes celebradas en 8 de marzo tuvieron que repetirse al resultar estimada la impugnación del acta ganada por el conservador José María Márquez y Márquez. Desde “La Democracia Social” se acordó la abstención y se prohibió a los asociados que formaran parte de las mesas electorales:

    “En Motril se daba el primer caso de dignidad en los electores al negarse muchos a votar por imposición, alegando su derecho de hacerlo por aquel que le fuera más simpático o defendiera más directamente los interés comunes”.

     Para las elecciones a diputados provinciales convocadas para el domingo 14 de marzo de 1915 su actitud cambió considerablemente. Los sucesos recientes habían potenciado la animadversión obrera contra los conservadores, especialmente contra el Alcalde, don Gaspar Esteva, a quien acusaban de inhibición a la hora de buscar soluciones a la crisis de trabajo y le hacían responsable de las persecuciones que venían sufriendo. Llegaron a recomendar el voto para los candidatos demócratas (seguidores de Romero Civantos) y para el motrileño Francisco Moré de la Torre que comparecía en representación de la facción liberal romanonista.
    Este anunciado comportamiento afectaba y descomponía los tradicionales amaños y pactos entre los partidos dinásticos en el distrito. Los caciques de los diferentes bandos celebraron una reunión previa en casa de don Francisco Moré, finalmente elegido, para encontrar una fórmula que evitara la confrontación.
   Para la siguiente cita con las urnas (elecciones a diputados a Cortes del 9 de abril de1916) el potencial del obrerismo motrileño ya había mermado considerablemente y desconocemos que actitud adoptaron entonces.


    La ciudad de Motril tras aquellos convulsos días de detenciones e inciertas elecciones recuperaría poco a poco la normalidad. El domingo 21 de marzo se celebró un multitudinario mitin obrero en la Explanada de Capuchinos. Además de los representantes del Centro Obrero, subió a la tribuna el abogado, farmacéutico, periodista  y escritor José Garcés Herrera, que abogó por la búsqueda de soluciones por la vía pacífica, De aquel acto salió una comisión que pasó al Ayuntamiento donde fueron recibidos amablemente por el señor Esteva Ravassa. Los obreros solicitaron a la primera autoridad pan y trabajo.
    La autoridad municipal y el gobierno de la nación tras aquel estallido violento arbitraron los medios necesarios para sofocar paulatinamente aquella aguda crisis de trabajo.

El Consejo de Guerra

    En el mes de mayo de 1916 se celebra en la Casa Ayuntamiento de Motril el Consejo de Guerra para la vista de dos causas por los supuestos delitos de insulto a fuerza pública, que provienen de sendos desordenes ocurridos en Motril y Ítrabo un año atrás.
   Para los procesados de Motril el fiscal solicitaba la pena seis meses de arresto mayor y sus defensas la libre absolución:

   “Las defensas, en brillantes escritos, abogaron por sus patrocinados y fundamentaron su irresponsabilidad en dos razones poderosas; una, de derecho penal, y otra, de derecho social.
    Plantearon la primera al exponer una de las manifestaciones en la génesis del delito, y probando que no delinque quien no exterioriza en acto punible su acción, pues nadie puede castigar al que falta a la ley con el pensamiento”.

    No hemos sido capaces de encontrar la sentencia definitiva, aunque lo más probable es que todos resultaran absueltos.
  
Eduardo Castro Fernández

   Apreciamos cierto vacío informativo en torno a este controvertido personaje de la historia del movimiento obrero motrileño. Se conocen relativamente pocos datos sobre su trayectoria. Habría que seguir estrujando la colección de El Socialista para desentrañar cómo y cuando se desvincula del socialismo motrileño, que a partir de 1919 prácticamente desaparece. Lo poco que sabemos de él es a través del testimonio de su enconado enemigo Narciso González Cervera. No entraremos en detalles de momento, preferimos seguir investigando sobre él y emplazarles para una próxima cita.

FUENTES UTILIZADAS

El Socialista (1914-1916). Hemeroteca de la Fundación Pablo Iglesias.
Prensa periódica granadina, alojada en la Biblioteca Virtual de Andalucía. Especialmente jugoso lo publicado por El Defensor de Granada, que envió a Motril a uno de sus redactores para poder hacerle un seguimiento directo a aquellos sucesos.
Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional

Bibliografía:

Instituto de Reformas Sociales: censo electoral de asociaciones profesionales a 30 de junio de 1916. Sobrinos de la suc. de M.Minuesa de los Ríos. Madrid.1917.
Antonio Mª  Calero Amor / Historia del movimiento obrero en Granada (1909-1923). Ed. Tecnos. Madrid, 1973.
Salvador Cruz Artacho / Caciques y campesinos: poder político, modernización agraria y conflictividad rural en Granada (1890-1923). Ed. Libertarias, 1994.

01 junio 2014

COMANDANTE MIGUEL GALLO: 1937 ( CON LA 6ª BRIGADA MIXTA EN EL FRENTE DE ANDALUCÍA).




    A finales de enero de 1937 la Sexta Brigada Mixta, mandada por el comandante Miguel Gallo Martínez, participa en los duros combates que se desarrollan en el sector de la carretera de La Coruña (Madrid), de los que sale algo maltrecha, aunque cumpliendo con el objetivo de frenar la ofensiva del ejército sublevado. Algunas fuentes le atribuyen un número de bajas, entre muertos y heridos, superior al tercio de sus efectivos, que se correspondería con el tiempo en que permaneció destinada en el frente del Centro. Otras hablan de que sufre más de 1.100 bajas. Entre quienes perdieron la vida en esos últimos días se hallaban Antonio Ordoñez, comisario de una compañía de choque del 4º Batallón, y Pepe Alegría, comisario del 2º Batallón.  

   Se le concede permiso y pasa a la región de Murcia a disfrutar de un momentáneo y merecido reposo. Serán recibidos como héroes por su patriótico sacrificio en pro de la defensa de la causa republicana. El Comité Provincial de Mujeres Antifascistas de Murcia organiza un homenaje en honor de la Sexta Brigada, cuyos componentes eran en su mayoría de aquella tierra. 


    El comandante Miguel Gallo preside un acto celebrado en el Teatro Circo de la capital murciana. Es el primero en intervenir, y le suceden en el uso de la palabra Maruja Mansilla, Fernando Piñuela (Alcalde), Antonio Pretel Fernández (Gobernador Civil) y Luis Delage, comisario político de la brigada, entre otros.

Intervención del comandante Gallo

    El comandante Gallo agradece en pocas palabras la atención de las Mujeres Antifascistas al hacer que ocupe la presidencia del acto y anuncia que se limitará a hacer la presentación de los oradores. Dice que la Brigada está formada en su mayor parte por elementos de Murcia, que han sabido poner muy alto el nombre de nuestra región, y espera que sigan batiéndose con el mismo entusiasmo y espíritu que hasta ahora los animó. Anhela que no sea éste el último homenaje que se tribute a la Brigada, y confía en que pronto habrá de ser objeto de otro más grande: el día en que, conseguida la gran victoria final, comparezca ante el pueblo a recibir su homenaje. Esta victoria se conseguirá cuando la disciplina, que ya es entre nosotros  norma de conducta, se extienda a todos los sectores antifascistas en lucha contra el enemigo común. (Es muy aplaudido.)


     La foto que mostramos pertenece a un reportaje publicado en “Nuestra Lucha”. De izquierda a derecha aparecen el comandante Miguel Gallo, el comandante de Estado Mayor Ramón Ruiz Fornells y el comisario político Luis Delage. Su redactor expuso al “excelente y disciplinado militar” Miguel  Gallo su propósito de sacarle una entrevista, obteniendo por respuesta: “Hablará por mí Luis Delage; los militares no podemos hacer otra cosa que combatir”.
   El comisario Delage elogia el gran trabajo llevado a cabo por el comandante Gallo, y los demás jefes, oficiales y clase de la Brigada, hasta convertirla en modelo del nuevo Ejército Popular de la República por su organización y disciplina. Destaca también su homogeneidad, ya que más del 45 % de sus combatientes (Bon. 3º y 4º), son, a su vez, militantes de las J.S.U. (comunistas). Son hombres que proceden de las milicias surgidas al calor de las primeras luchas, encuadradas ahora en unidades regulares.El resto son soldados de reemplazo movilizados.
    El descanso iba a resultar más bien corto. Comisario político, primera autoridad local y provincial publican comunicados y bandos en la prensa murciana dirigidos a la tropa encuadrada en los diferentes batallones de la brigada para que se reconcentren en Hellín (Albacete).



   La toma de Málaga por el ejército sublevado el 8 de febrero de 1937 va a precipitar su salida. El alto mando del ejército republicano ordena que la Sexta Brigada Mixta y la XIII Internacional partan inmediatamente con destino al frente de Andalucía. Los internacionales se dirigieron hacía la vertiente meridional de Sierra Nevada para defender la línea Trevélez, Ferreiola, Portugos y Pitres, mientras que la Sexta Brigada del comandante Gallo marchó presta dirección Almería.
   El 10 de febrero la Sexta Brigada alcanza la capital almeriense. Ese mismo día, la vanguardia del ejército nacionalista, compuesta por destacamentos italianos al mando del general Roatta, había entrado en la ciudad de Motril.
   La misión que se le encomienda a la Sexta es la de partir de inmediato por la carretera de la costa para taponar el avance de los rebeldes. Jugaron un importante papel  la columna «Octubre» mandada por Adriano Romero y al escuadrón «Lina Odena», mandado por Miguel Oliveros, que acudieron desde Vélez de Benaudalla, donde se hallaban, y tomaron posiciones en las alturas que dominan la carretera de Motril. Desde allí organizaron la resistencia hostilizando a los rebeldes para dar tiempo a la llegada de las tropas del comandante Gallo.


Motril (vista panorámica)
     Por aquellas estribaciones de la costa andaba perdido Enrique Castro Delgado que había sido agregado como secretario militar a una comisión encargada de  investigar la pérdida de Málaga. Quedó con su chófer en tierra de nadie. Habían abandonado el vehículo en la carretera y permanecían escondidos detrás de unos matorrales, algo medrosos y desconcertados, ante el rugido cercano de unos motores cuya procedencia desconocían:

    Por la situación del sol deben ser las once y media de la mañana. Y de pronto el ruido de un motor… ¿De dónde vendría? … ¿De Málaga?  … ¿De Almería? … El viento descansaba y  no se podía adivinar que es lo que venía y de donde venía. Se escondieron. Cada cual colocó cuidadosamente las bombas de mano y la Parabellum…Y a esperar.
    “Camiones camarada”. “Si son camiones”. Y el zumbido cada vez cercano. Venían de Almería… Un camión…Otro camión…Castro respiró profundamente y por unos segundos cerró los ojos. Es la Sexta Brigada, la brigada del comandante Gallo. Y sujetó al otro que quería correr a su encuentro…”Espera”…Y se cubrió con el árbol. Y observó a las gentes de Gallo que se desplazaban con los fusiles preparados…
   Y gritó: “Camarada Gallo”…¡Aquí habla Castro!”
    Los fusiles apuntaron…Castro enfundó su pistola y salió. Detrás de él su chófer… En los ojos de los otros el asombro…Y Gallo corriendo hacia ellos…
    ¡Castro” ¿Tu aquí?  Si. Y hablaron mucho rato.
    ¿Crees que podrás resistir? Si…Viene además la XIII Brigada Internacional.
    Dame agua Gallo. Y perdóname pero quisiera dormir unas horas. Y se durmió. Al atardecer abrió los ojos. El mar…Y el horizonte de las costas de África. Y el cielo en su vieja actitud contemplativa…Y olor  a mar y a campo.
    Y salió para Valencia.


    Consiguen establecer un dique infranqueable al este de Motril (Calahonda y Castell de Ferrro) que sirve para prestar seguridad y aliviar, de camino, la penosa situación que arrastraba la muchedumbre de huidos que desde la caída de Málaga se dirigían a pie o con otros rudimentarios medios hacia Almería ( La Desbandá ). 


Pantalones a la luna. La Desbandá (documental)

    Con el apoyo de la XIII Internacional se establece una línea fortificada que partiendo del barranco de Calahonda, pasando por la loma del Conjuro y Sierra de Lujar, llegaba hasta el Mulhacen. Este frente permanecería sin modificación en toda la guerra. Las tropas nacionalistas fracasaron varias veces en su intento por romperlo y llegar hasta Almería.



    En un trabajo biográfico de Miguel Amorós sobre el anarcosindicalista granadino Francisco Maroto del Ojo (Maroto, el héroe. Una biografía del anarquismo andaluz) aparecen otras referencias sobre las actuaciones de la brigada del comandante Gallo (lo confunde con el agente del Kominter Luigi Longo). Antes de llegar a las proximidades de Motril hicieron una parada previa en Adra (Almería). Entraron en la población y tomaron la sede la CNT a punta de pistola, expulsando a sus militantes, destruyendo sus insignias, banderas y documentos. Así mismo asaltaron una fábrica colectivizada, registraron domicilios y amenazaron a los trabajadores con fusilarlos. Parece ser que estas actuaciones responden a un bando previo dictado por el gobernador civil de Almería, Gabriel Morón, y a la negativa de los confederales de entregar las armas y someterse a la férrea disciplina de las unidades del ejército bajo control comunista. En Adra se incorporó a la Sexta un importante número de milicianos de los que huían de Málaga.
    La prensa republicana elogia su brillante actuación en labores de contención, su férrea disciplina y la absoluta confianza de la tropa en sus mandos a los que obedece ciegamente.
    Durante el tiempo que permanecen en esta línea de frente establecen su cuartel general en el cortijo de la Haza del Lino y se dedican mayormente a la construcción de trincheras y fortificaciones. En Jolucar, Castell de Ferro y Lujar todavía se conservan restos de aquel despliegue defensivo. No hace mucho, a través de un amigo, llegó hasta nuestras manos un mapa de la posición nº 10 “Lagos Tablones” (Sector Motril – Subsector Vélez). Por lo inaccesible de la misma y problemas físicos derivados del tabaquismo no hemos tenido la oportunidad aun de comprobar "in situ" si perduran huellas de la misma. Por aquí dejamos el mapa por si alguien se atreve:


    Desde la retaguardia, el pueblo de Murcia, donde se había constituido la brigada en octubre de 1936 y que la consideraba como suya, les sigue prestando apoyo logístico y moral. Una remesa de alpargatas les llega hasta sus posiciones de la costa granadina. Su comandante trasmite personalmente su agradecimiento, en nombre de su brigada, a los murcianos comprometidos con la lucha antifascista:


El Liberal de Murcia (16 de marzo de 1937)
   La prensa murciana nos proporciona algunas otras informaciones sobre su actuación en el frente. Además de las labores de contención y fortificación ya referidas, le atribuye participación en alguna que otra incursión ofensiva. Son los "macutazos" que van acompañados de la típica coletilla “por noticias particulares, que aún no han tenido confirmación oficial”. Dice: “Las fuerzas republicanas que operan en el sector de Motril han efectuado un victorioso avance tomando el Cerro del Toro, desde el que se domina Motril, que se encuentra a tan sólo dos kilómetros de esta población. Parece ser que los fascistas han determinado la evacuación de dicho pueblo”. La prensa al servicio de la propaganda para mantener elevada la moral.


    Desde el 13 de febrero, en que el frente quedó estabilizado, sólo se hicieron pequeños reconocimientos ofensivos con el fin de trazar la linea definitiva. Prevalece la calma y combates casi de cuerpo a cuerpo, como los que se aprecian en esta instantánea de Robert Capa, no constan en esta fase de la guerra.
    Tuvimos la oportunidad de entrevistar en vida a Andres (un hijo de Porcuna-Jaén), que estuvo enrolado en la brigada del comandante Miguel Gallo y que nos ratifica los diferentes extremos que hemos venido exponiendo. Por cuestiones laborales tenía especiales vínculos con la familia Gallo  Cuando movilizaron su quinta, permaneciendo aún Porcuna en la zona republicana, José Julián Gallo García de Linares (padre de Miguel Gallo) intercedió para que lo destinaran a la Sexta. El trato de favor recibido le sirvió, por ejemplo,  para eludir la primera línea de fuego en los combates de Madrid. A su testimonio pertenece la siguiente estrofa de una especie de canción o himno que pudimos rescatar de su memoria:

Viva la Sexta Brigada
y  su 4º Batallón,
que lo manda Miguel Gallo
que es un hombre de valor.


    A una fase algo posterior, pertenece este otro himno, compuesto por un comisario político, que hemos encontrado inserto en una publicación periódica:


    A principios del mes de abril se produce una restructuración del Ejercito del Sur. A Miguel Gallo se le pone al frente de la 24ª División, integrada por su propia brigada,  la 6ª, que quedó a cargo del comandante de infantería Porfirio Ruiz Alonso, la 16ª (Martínez Cartón), la 25ª (García Moreno)  y la XIII Internacional. Queda como reserva hasta finales de abril que marcha al frente de Extremadura, sector de los Blázquez, donde no participa en ninguna operación.
    A final de junio se modifica la composición de la 24ª División. Conserva la 6ª y  salen la 15ª, 25ª e Internacional, que son sustituidas por la 7ª y 21ª. Se le incluye en el operativo que ha de participar  en la inminente Batalla de Brunete.
    Aquí ponemos un necesario y provisional punto y aparte.

17 abril 2014

El Viernes Santo de 1911 en Guájar Faragüit




   El Imparcial en su edición del día 16 de abril del año 1911 recoge en primera plana las noticias remitidas, vía telegráfica, por su corresponsal en Motril (Granada) sobre un, a primera vista, espeluznante y salvaje crimen perpetrado en la tarde noche del Viernes Santo en la pequeña villa de Guájar Faragüit (apenas 1200 almas). La víctima, el señor cura párroco de este aislado enclave geográfico situado a 15 km. de la cabeza de partido:


  “Esta mañana comenzó a correr el rumor de haberse cometido un horrible asesinato en Guájar Faragüit, pueblo de este partido judicial. El Juzgado no ha vuelto todavía; pero a falta de la versión oficial, puedo transmitir referencias particulares autorizadas.
    El pueblo de Guájar Faragüit es un rincón africano trasplantado a nuestra Península. Como su mismo nombre, de puro abolengo árabe, indica, se halla asentado entre ásperas fragosidades, cerca del río de la Sangre, en lo más fragoso de la tierra de los Jarales. La ferocidad de sus pobladores y el formidable reducto de riscos con que la Naturaleza le defiende, le hacen poco menos que inaccesible. Las autoridades no disimulan su temor cada vez que tienen necesidad  de arriesgarse en aquel abrupto asilo de bárbaros.
    Descritos, escenario y actores, a nadie sorprenderá, la tragedia que voy a relatar. Desde hace tiempo, el vecindario de Guájar venía alimentando un odio sordo contra su párroco, un apacible y honrado sacerdote, don Eugenio García Montoro. El desventurado señor vivía como en misiones, esforzándose abnegadamente por evangelizar a sus feroces feligreses. No ignoraba que le acechaban graves riesgos y así lo había  manifestado varias veces; pero vivía resignado a cumplir a todo trance su amargo deber.
    Recientemente observó que la hostilidad crecía. Por dondequiera, despertaba su paso murmullos amenazadores. Las torvas miradas que a cada paso se clavaban en él, empezaban a atemorizarle.
    Anoche, con motivo de la solemnidad del Viernes Santo, debía predicar. El templo estaba lleno. Subió al púlpito y pronunció las primeras palabras lleno de temor, porque había presentido algo extraordinario.
     No era infundada su alarma. De pronto, como si todos los que llenaban la iglesia estuviesen de acuerdo, prorrumpieron en aullidos terribles y se arremolinaron bajo la sagrada cátedra.
     El pobre sacerdote huyó, loco de pavor, por la puerta de la sacristía, ganó la calle e intentó a todo correr refugiarse en su casa; pero antes de que llegase a la puerta, la muchedumbre que le seguía rugiendo le alcanzó y le derribó.
     Lo que ocurrió entonces es indescriptible. Los vándalos se cebaron en el cuerpo del infeliz padre García. Todos le hirieron, con palos, puñales, pistolas. Los que no tenían armas le golpearon con piedras. No quedó uno que no saciase en el indefenso cura su bárbaro furor. Cuando le vieron muerto, despedazado, horrorosamente mutilado, se fueron tranquilamente a sus cubiles.
    El pueblo en masa es culpable; pero se dice que dos hermanos apellidados Correa fueron los iniciadores del horrendo crimen”.

Iglesia Parroquial de Guájar Faragüit


    Todo indica que “las referencias particulares autorizadas”, de las que se vale el corresponsal motrileño a la hora de redactar su sensacionalista e hiriente crónica, le traicionaron o bien se dejó llevar en demasía por su propia fantasía.
    Un primer telegrama remitido por el jefe del puesto de la guardia civil de Motril, desplazado al efecto, informaba al Gobierno Civil sobre el suceso en los siguientes términos:

    “Noticias verídicas sobre muerte cura Guajar no tengo ningunas, las espero hoy. Según guajareños cura tuvo cuestión por la mañana con sujetos jugaban puerta iglesia. Dicho cura usaba Browing. Por la noche estando en su casa, alcalde y juez, se fue a mudar ropa. Se le cayó arma, se le disparó falleciendo resultas heridas. Juzgado ni fuerzas, sin regresar.”


    Tendremos que esperar al martes 18 de abril para conocer el relato pormenorizado de lo ocurrido aquel Viernes Santo de 1911. De la detallada miscelánea que bajo el título de “El cura de Guajar” se publicó en el diario El Defensor de Granada se desprende que al infortunado sacerdote, “aunque honrado y bueno, le perdía su carácter, algo irascible, impetuoso e imposible de aguantar”.
    El suceso tiene su origen en unas recriminaciones mañaneras por parte del señor cura a varios individuos que se hallaban jugando a la puerta de la iglesia parroquial de San Lorenzo Mártir. Aunque no se menciona, suponemos que andarían entretenidos con el famoso libro de las cuarenta hojas, algo, según la moral imperante, poco acorde para día tan señalado en el calendario litúrgico. El párroco no iba a salir demasiado bien parado de la reprimenda, ya que recibió a cambio algún que otro maltrato de palabra.
   Durante los Santos Oficios, los jóvenes recriminados y otros vecinos testigos de la escena tuvieron frases de censura para el cura por sus intemperancias y amenazas. A la salida del templo se volvieron a cruzar palabras ofensivas, viniéndose a las manos, sufriendo el cura algunas contusiones a consecuencia de los golpes que le propinaron los interfectos.


   Conocedores el señor Alcalde y Juez municipal de los incidentes se personaron en el domicilio del cura, tanto para interesarse por su estado de salud, como para tomarle declaración en el sumario abierto por la agresión de la que había sido objeto. Lo encontraron excitado y nervioso, manifestándoles su deseo de marcharse al día siguiente a Motril para ser atendido por un médico y buscar a una persona perita que le ayudara a formular la pertinente denuncia en el juzgado de instrucción.
   Tras despedirse, hallándose ya en la calle los visitantes, sintieron un disparo de arma de fuego que procedía de la habitación del cura. Alarmados, volvieron sobre sus pasos seguidos de algunos vecinos, encontrándose al cura cadáver. A sus pies se hallaba la pistola marca Browing que don Eugenio García Montoro, acostumbraba a llevar bajo los mantos.

   “Por la posición del cuerpo y la de la pistola, parece indudable que el suceso ocurrió hallándose de pie el cura, que al desnudarse se le cayó el arma, chocando contra el suelo y saltando el proyectil que le entró por el tobillo y en dirección de abajo hacia arriba, le perforó la pierna, el vientre y el corazón.
   La diligencia de la autopsia ha comprobado la rara trayectoria que hizo el proyectil verticalmente, atravesando el cuerpo del infortunado sacerdote”.

    Esa visión de salvajismo y barbarie, que nos transfiere el cronista motrileño, en relación a los pobladores de estos apartados y abandonados lugares, debía de hallarse bastante extendida, más por miedo y desconocimiento que por argumentaciones objetivas. Al asimilárseles al estado de las famosas cabilas rifeñas, justo en un momento en que la guerra de Marruecos se hallaba en pleno apogeo, parece como si premeditadamente se intentara retrotraer la historia a los tiempos de la rebelión de los moriscos granadinos contra los cristianos del año 1569, uno de cuyos últimos episodios fue precisamente el Asalto de los Guajares.



    Un par de años atrás de la referida muerte accidental del cura de Guájar, la prensa nacional reproduce similar argumentación, ahora relacionada con los típicos abusos del caciquismo que solía campar a sus anchas, especialmente en estas pequeñas e “incultas” por incomunicadas poblaciones, a las que sólo se podía acceder a través de tortuosos caminos de herradura. 

Gadeón 12 de diciembre de 1909

   Sirva como desagravio hacia estas pequeñas y pintorescas poblaciones a las que me unen en la actualidad lazos de amistad y hábitos de consumo (un buen mosto del terreno) otra semblanza, bastante más realista y amable, trazada años después (1928) por el periodista y escritor Bernardino Sánchez Domínguez (Bersandín) en las páginas del diario madrileño La Voz:


    En estos contornos serranos de la vega de Motril y en lugares de apelativo tan evocador como Guájar Alto, Guájar Faragüit y Guájar Fondón, sus habitantes son dueños de la choza en que viven y son propietarios en su  mayoría de la heredad  y de las chumberas que la acotan, en la que suelen tener la sombra y el fruto de una higuera, por lo menos, o de algunos almendros. En tal heredad - corral incultivable, por lo general- son pocos los que pueden recoger, para todo el año, dos o tres fanegas de trigo o de cebada, cuya cosecha, si no les es usurpada o distraída por algún vecino o pariente, va a parar a manos del fisco para pago de los consabidos impuestos del Estado, y sobre todo las cargas municipales, cuando no logra para cumplir estas primordiales atenciones ciudadanas este propietario o cosechero y ciudadano del monte y de la sierra un préstamo usurario o reunir previsoramente, restando algo del jornal de dos o de tres o de cuatro pesetas diarias - si es que ha disfrutado durante el año de un jornal - la cantidad suficiente. Es un detalle a subsanar por los que apetecemos el éxito de la "reintegración al campo".
    Como eso de "disfrutar" durante el año jornales, aun tan ínfimos como los dichos, es por aquí verdaderamente literatura, ¿De qué vivirá esta gente? ¿Cómo querrán que sea? El monte es pródigo, en verdad, y la gente frugalísima; tan frugal que se conforma con vivir sobre la tierra, con las rebañaduras de la tierra. No hay familia que no tenga su borriquillo; no hay mujer ni zagal que no ande "tras ajilando" por barrancos y cañadas hasta reunir, por lo menos, una carga de leña para llevarla en el borrico a vender, por una cincuenta o dos pesetas, a Motril, Nerja, Almuñécar, etc., empleando para ganar eso dos, cuatro o seis días en ir y volver. Si traen íntegro a la familia el importe de esa venta ¿De qué han comido el vendedor y el semoviente?