Aquel emergente socialismo nacido en Porcuna a principios del siglo XX, que se estructura en torno a una pequeña agrupación
local y la sociedad de obreros agricultores Paz y Libertad, a partir del año 1906 entra
en un periodo de letargo y retraimiento. Apenas si llegan noticias de su actividad
a la redacción de "El Socialista". Algunos de sus primeros líderes optaron por
aparcar o abandonar la militancia activa. Una prueba de sus carencias a nivel
de compromiso, organización y preparación, es lo ocurrido en las elecciones
municipales de 1909. El voluntarioso y reducido grupo de hombres que se hallaba
al frente de los socialistas porcunenses quiso concurrir a aquel proceso, pero
por desconocimiento de la ley no se cumplió con ciertas formalidades legales que
les impidieron ser proclamados candidatos.
Muestras
de anticlericalismo en su seno, exceptuando alguna tímida censura por la instalación de un
establecimiento de enseñanza religiosa favorecido por un "monterilla local" y
el hecho aislado y puntual de un "bandolero de confesionario", expulsado de la
sociedad, no volvemos a encontrarlas hasta ya iniciada la segunda década de
siglo.
Con el regreso del liberal José Canalejas a la
presidencia del Consejo de Ministros en febrero de 1910, el país recupera
ciertos aires de libertad. Una de sus prioridades fue la política religiosa.
Con mucha discreción buscó la manera de alcanzar una amistosa separación de la
Iglesia y el Estado, a la que finalmente tuvo que renunciar ante la resistencia
del Vaticano, para nada dispuesto a dejar la posición de privilegio que
tenía la Iglesia Católica en España. Medidas como la famosa "Ley del Candado" sólo
le sirvieron para ganarse la animadversión de los sectores más integristas que
le acusaron de pretender descatolizar España y de estar al servicio de la
Masonería.
Los posicionamientos reformistas de Canalejas no tenían otro objetivo que el de reforzar el carácter laico
del Estado para mitigar, en lo posible, el creciente auge del anticlericalismo. Los
posicionamientos cerrados de la jerarquía eclesiástica española terminarán por
provocar el efecto contrario al deseado.
Una muestra de esa actitud oficial de la Iglesia,
compartida por los sectores más conservadores de la sociedad, la encontramos en
los versos finales de la composición poética titulada “El Triunfo de la Fe” del
vate local don Eugenio Molina, reservada para el solemne acto de inauguración del
templo parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Porcuna en el mes de
septiembre del año 1910:
Vengan
todos los cristianos para dar devoto ejemplo;
vengan
todos los creyentes a rezar al nuevo templo;
grandes
y pequeños, venga todo el que en Dios cree…
y
postrados ante el ara, con acento reverente,
¡elevemos
dulce cántico al Señor Omnipotente,
celebrando
en este día el triunfo de la Fe!
De irreverentes e impíos tuvieron que ser tildados
aquellos primeros ciudadanos de Porcuna que en adelante optaran por prescindir
de los servicios de la Iglesia en todos aquellos hechos relacionados con el
nacimiento, el matrimonio y la defunción.
Inserta en el
marco de los actos de la inauguración del nuevo templo
celebra una misión el R.P. de la Compañía de Jesús, Francisco de P. Tarín,
asiduo en la plaza y responsable, en parte, de la obra que se inauguraba: “Aquella de la cual había dicho que la necesitaban
los hijos de Porcuna más que el pan, y a cuya fabricación tanto había
contribuido el misionero jesuita”.
Las misiones del P. Tarín respondían a ese
generalizado empeño entre los padres jesuitas de luchar contra el
indiferentismo religioso, en un principio, y más tarde para intentar poner barrera o freno a la propagación de
“doctrinas disolventes”, como el Socialismo, arraigado en Porcuna desde el año
1903.
Por indiferentismo
religioso entendemos aquel que se hallaba tan extendido entre determinadas
capas populares, dejadas un poco de la mano de Dios. Eran aquellos quienes por
necesidad, prácticamente sin pasar por la escuela, eran destinados desde niños a
realizar tareas en cortijos y caseríos. Personas, en muchos casos, carentes no
sólo de moral religiosa sino de cualquier principio ético al que aferrarse.
Solían ser atrapados con facilidad por los vicios y entre su vocabulario anidaba
un amplio surtido de expresiones del tipo “me
cago en…” catalogadas como blasfemas por las gentes de orden y a veces
hasta perseguidas.
En un libro publicado por el Padre Alberto Risco
S.J., que titula “El Padre Francisco de Paula Tarín de la Compañía de Jesús:apuntes biográficos de este incansable misionero a quien los pueblos han dado con justicia el título de Apóstol del Corazón de Jesús", encontramos
algunos ilustrativos testimonios para entender esa evolución.
El párroco de Porcuna, don Ramón Anguita Carrillo,
se manifestaba en los siguientes
términos:
“Porcuna es población religiosa, de las más
católicas acaso de esta región; pero la confesión sacramental se ha abandonado
por la generalidad de los hombres, con harta pena mía, aunque me queda el
consuelo de que es raro aquel de mis feligreses que muere sin haber recibido
los Santos Sacramentos; y suelen al confesarse contar los años pasados desde la
última confesión por la fecha de alguna de las misiones del padre Tarín”.
El éxito de
aquellas misiones se valoraba, mayormente, en función del número de hombres que pasaban por el confesionario y en el de mujeres asistentes al Rosario de la
Aurora.
El libro del P. Risco se publicó en 1921, aunque
las informaciones que le suministran desde Porcuna para documentarse deben ser
bastante anteriores.
P. Pedro Castro Quero
En el mismo libro aflora otro significativo testimonio, el del R.P. Pedro Castro Quero, jesuita natural de Porcuna, que
había entrado en la Compañía por consejo del mismo P. Tarín:
“Aquella fiesta durante tantos años
preparada, esperada y suspirada, se convirtió para el P. Tarín en un amargo desencanto.
Es cierto que la gente buena le recibió con entusiasmo; es cierto que el padre
trabajó hasta un límite inconcebible, se dio el caso de salir de su habitación
el padre y no volver en cuarenta y ocho horas; es cierto que el acto de la
adoración nocturna fue concurridísimo; es cierto que el Prelado y el Párroco y
todos se maravillaran de que un hombre viejo y decrépito pudiese multiplicarse
de aquel modo. Pero es también ciertísimo que la masa del pueblo, de este
pueblo que formaba con sus confesiones y penitencia los encantos del P. Tarín,
no estuvo entonces para él más que frialdad y a veces positivas muestras de hastío.
¿Quién está predicando? – preguntaban. El
padre Tarín. ¡Bah! A ese ya le hemos oído muchas veces. Y seguían su camino.
Ocasiones hubo en que fue a buscar los
grupos de hombres que había en la Plaza, y, uno tras otro fueron desfilando
hasta dejarlo sólo.
¡Ya no valgo nada, no valgo nada! – repitió
más de una vez con lágrimas asomadas a los ojos”.
El padre
Castro llegó a aconsejarle que no visitase Porcuna porque presentía aquella
desilusión.
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Prácticamente coincidiendo con la muerte del P.
Tarín, acaecida en Sevilla en diciembre de 1910, se constituye en Porcuna una Juventud
Socialista, integrada en un principio por unos sesenta jóvenes que trasmiten
nuevos arrestos al obrerismo local. Son ellos quienes, con el apoyo y
asesoramiento de los veteranos que no claudicaron durante el periodo de crisis,
llevarán el peso organizativo
A lo largo
del año 1911 se produce un progresivo aumento en el número de afiliados, que
afecta por igual a la Agrupación Socialista y a la sociedad de obreros agricultores
Paz y Libertad. En la celebración del 1ª de Mayo fueron algo más de
400 compañeros/as quienes participaron en una gira campestre de carácter festivo.
A la par, se hacen cada vez más frecuentes las
inscripciones registrales de recién nacidos que ya no pasan por la pila
bautismal, como venía siendo costumbre. Los intrépidos y orgullosos padres remiten
notas a la redacción de El Socialista para dejar constancia y para que, de camino, cunda
el ejemplo. Su poquita de sorna anticlerical no le falta a alguna de estas comunicaciones:
Ante el progresivo auge de estas actitudes la primera autoridad
local optará por intervenir. Fue a raíz de un, creemos que hasta entonces inédito, enterramiento civil.
Juan Pérez Barba, uno de aquellos militantes de nueva
hornada, al parecer, cumpliendo los deseos “manifestados
por su propia madre mucho tiempo antes”, llegado el momento de su muerte, decidió
enterrarla civilmente “después de sostener cruda guerra con los hipócritas
beatos que sólo ponían dificultades”, aunque no pudo impedir, por hallarse
trabajando, “que penetraran en su casa y le aplicaran el viático a la moribunda, fastidiando
cuanto pudieron, como hacen siempre en casos semejantes esta especie de cuervos
o lechuzas”. Se trata de un testimonio partidista en el que se mencionan
ciertas trabas y maniobras arteras puestas en práctica por el señor alcalde
constitucional de la villa:
“El alcalde negaba la autorización, y cuando
no tuvo razones que alegar, acudió a la desvergüenza de pedir 25 pesetas de
impuesto, ofreciendo, en cambio, gratis una sepultura en el cementerio católico.
El compañero Pérez Barba, queriendo resolver el asunto cuanto antes pagó lo cinco
duros y pidió carta de pago, que efectivamente le dieron”.
La prueba llegó hasta manos del diputado socialista Pablo
Iglesias, que se personaría ante el Ministro
de Gobernación para reclamar la conducta del alcalde de Porcuna (Don Emilio que haiga toros), a la vez que tan premeditado agravio. Los socialistas de Porcuna adosaron la tasa ordinaria por la que se regían los enterramientos en la localidad: “Cinco pesetas cuando se trataba de adultos
y la mitad por los niños”.
El consecuente socialista Juan Pérez Barba, parece que salió reforzado de aquel asunto y vuelve a convertirse en protagonista cuando decide contraer matrimonio por lo civil. El acto, que se celebró en la Casa del Pueblo,
estuvo revestido de importante solemnidad:
“Acudió una enorme concurrencia, que formaba una verdadera manifestación. Se
pronunciaron varios discursos”.
A los redactores de La Lectura Dominical (órgano del Apostolado de la
Prensa), no les pasa desapercibida aquella celebración laica de Porcuna. La
aprovechan para publicar un extenso artículo bajo el título de “Socialismo y Catolicismo”,
en el que se critican y cuestionan esos nuevos aires anticlericales de los que
parece estar impregnado el socialismo español:
“Ahora ya no es preciso establecer distingo
alguno, pues con brutal franqueza los directores del socialismo se han quitado
la máscara predicando de un modo descubierto la impiedad. No les basta con
intentar la secularización del estado por medio de leyes más o menos hostiles
al catolicismo, ya llevan su labor demoledora al hogar doméstico, procurando
arrebatar a las familias el tesoro inestimable de la fe.
Así lo demuestra, entre otros muchos casos
que pudiéramos citar, el ocurrido recientemente en Porcuna, donde para festejar
el matrimonio civil de un obrero, el centro socialista celebró una velada en la
que se pronunciaron discursos antirreligiosos sin respeto alguno a los socios
que, en uso de su derecho, pudieran no estar conformes con estas ideas
disolventes. El escándalo promovido con este motivo en aquella localidad es
inmenso”.
(La Lectura Dominical de 18 de noviembre de 1911)
En este estado de cosas se celebraron elecciones
municipales. Esta vez sí pudieron presentar candidatura los socialistas,
obteniendo, pese a las trabas del sistema, los votos suficientes para que
resultara elegido como concejal Antonio Casado Rodríguez, que se convertiría en
el primer edil socialista de la historia de Porcuna. De este hombre,
perteneciente al grupo fundacional de Paz y Libertad, allá por el año 1903, conocemos
relativamente poco. Creemos que la antigua calle Gitanos, rebautizada como "A.
Casado Rodríguez" durante la II Republica, lo
fue en su honor.
Aquel nuevo despegue del obrerismo local seria
frenado en brusco. Algún manejo caciquil se tuvo que poner en marcha para
que el Juzgado de Martos instruyera causas contra las respectivas juntas directivas
de Paz y Libertad y de la Juventud Socialista. Como consecuencia se procedió a la suspensión judicial y clausura inmediata del Centro Obrero:
El Socialista 5 de enero de 1912
Todo indica que suspensión apenas si duró un par de
meses. En abril se procede a la renovación del comité local de la Agrupación
Socialista. Un obrero llamado Modesto Delgado figura como secretario y hombre de contacto
a efectos de correspondencia. Se celebra el 1º de mayo dentro de la normalidad
con una manifestación y una gira a la que asisten más de 500 personas.
En la orden
del día del IX Congreso del Partido Socialista Obrero celebrado en Madrid en el
mes de octubre de 1912 se incluyeron dos propuestas presentadas por de la Agrupación
Socialista de Porcuna. Benito Luna Anoria, un abogado de Campillos (Málaga), actuó
como delegado.
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Dentro de la Juventud Socialista local, que también
envió delegado al III Congreso de las Juventudes Socialistas de España, se destacaba el joven Manuel de Quero Morente. A
finales de 1912 publica un folleto
titulado “Entre jóvenes”. Fue editado por la A.S. y la Sociedad de
Oficios Varios de Porcuna que lo consideraban "muy
recomendable para la propaganda de las ideas socialistas”. Se puso a la venta al módico precio de 10
céntimos. Un escrito suyo, "Amor futuro", publicado en la revista Vida Socialista por las mismas fechas,
suponemos que debe proceder del referido folleto, hoy perdido o ilocalizable.
Su paso por el
socialismo fue efímero. En 1914 simultaneaba la dirección de la revista Obulco con
su trabajo en la redacción del diario independiente linarense El Noticiero. Con
posterioridad trabajaría en diarios de la capital jiennense, como La Lealtad (1915)
o El Defensor de Jaén (1916), órgano de la Asociación Agrícola e
Industrial, del que fue director. Un trabajo suyo, de carácter literario,
también vio la luz en la revista mensual Andalucía,
editada por el Centro Andaluz de Sevilla con cuyos posicionamientos
regionalistas parece comulgar. Su paso al periodismo pudo estar condicionado
por su amistad personal con Juan Lamoneda, cuyo nombre aparece entre la amplia nómina
de los colaboradores de Obulco.
A partir de 1913 el obrerismo local entra en un
nuevo periodo de crisis del que no saldrá hasta el año 1918, cuando en vísperas
de las elecciones a diputado a Cortes vuelve a reorganizarse.
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