Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

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22 octubre 2013

LA SUERTE DE DON TANCREDO



    Tancredo López fue un valenciano, novillero fracasado, albañil parado y desesperado, que a principios del siglo XX se hizo célebre con la “suerte del pedestal” o “suerte de don Tancredo”, que consistía en esperar al toro, a pie firme sobre una plataforma de madera, embadurnado de blanco. El secreto de su correcta ejecución se hallaba en la quietud, en la absoluta inmovilidad, para que el toro creyéndole marmóreo no le embistiera. Se presentaba ante los públicos como “hipnotizador de toros” y “rey del valor”. 
     Se dice que cobraba mil pesetas por función. Su suerte le cambió cuando “Capita”, un torito negro, corto de cuerna, pero muy bien armado, de la ganadería de Don Anastasio Martín, le infirió una cornada grave en la parte alta posterior del muslo derecho, ingresando en manos de cuatro monosabios en la enfermería de la plaza (13 de junio de 1901).
     Tras aquella aparatosa cogida el Ministro de Gobernación prohibió el espectáculo y tuvieron que pasar algunos años para que dicha suerte volviera a ser autorizada en nuestro país.
     En agosto de 1903 el gremio de dependientes de comercio de la capital de España, solicitó permiso  al Gobernador Civil para que en su tradicional función benéfica se le permitiera trabajar a Don Tancredo, alegando que de no ser así se moriría de hambre. Hasta le dieron la vuelta a la famosa coplilla:

Don Tancredo. Don Tancredo
don Tancredo es un barbían,
pero se muere de hambre 
si no se sube al pedestal.


     Llegaría  hasta presentar recurso contencioso administrativo contra aquella orden que le impedía seguir ejerciendo su nueva profesión. Poco a poco se fue apagando su fama hasta morir olvidado de todos en un hospital de Valencia en 1923.

      La población cordobesa de Castro del Río también tuvo su particular "Don Tancredo" al que la suerte en la vida le fue algo esquiva. Su nombre, Francisco Bravo Expósito, alias “Sultán”, que ejerció como enterrador de la villa hasta casi el final de sus días.
     Su debut fue durante un ciclo de mojigangas celebrado en la plaza de armas del castillo habilitada al efecto durante el verano del año 1903, justo en el momento en que la polémica a nivel nacional sobre la prohibición que recaía sobre el verdadero Don Tancredo estaba en su pleno apogeo:

   “Quinto de la tarde, negro, añojo y embistiendo regular. Este es el de muerte, y al que se le hace la suerte de Don Tancredo. Francisco Bravo “El Enterrador”, encalado de pies a cabeza, pasea la plaza hasta llegar a la presidencia. Lleva un morrión que parece la mitra de un Obispo. Una vez colocado el pedestal, se parapeta en lo alto. La mayor parte de los espectadores entonan aquello de:

                       Don Tancredo, Don Tancredo
                       en su vida tuvo miedo,  
                       Don Tancredo es un barbian,
                       hay que ver a Don Tancredo
                       subido en su pedestal.

    Y estando en el concierto filarmónico, asoma el gachó de los pitones. Lo indica, se va hacia él, lo husma, y al olerle los perfumados pies, ¡zas!...un trompazo al cajón, y el Bravo de Don Tancredo cae sobre la testa del novillo. Cordobés hace un quite soberbio, y el enterrador parecía un copo de nieve que lo arrastra el huracán hacia el burladero. Pero no por eso dejo de llevarse la mitra que se le había caído, y muchas palmas bien prodigadas a su valor suicida”.

     (Extraído de una crónica taurina remitida al diario El Defensor de Córdoba por el ínclito corresponsal en la plaza José María Jiménez Carrillo, a quien le seguimos debiendo una entrada personalizada por todo cuanto nos ha trasmitido).


     El apellido Expósito ya delata el origen humilde de nuestro nuevo protagonista. En aquellos albores del siglo XX el oficio de sepulturero no creemos fuera demasiado querido ni que estuviera suficientemente bien pagado, de manera que Francisco, de economía, debía de hallarse cercano a los llamados pobres de solemnidad, cuya particular situación mejoraba ocasionalmente cuando fallecía algún vecino. De ahí, quizá, que se prestara a participar en aquella charlotada para obtener unas pesetillas complementarias para gastarlas en la Feria Real.
     Sobre el osado Francisco Bravo, que había venido al mundo en 1876, conocemos que en 1909 fue detenido por la Guardia Civil del puesto de Castro del Río por cuestionar con un convecino, con el resultado de heridas en la cabeza para ambos contendientes.
     En 1912 es nuevamente detenido por hallarse reclamado por el Juzgado de Castro del Río. En 1914 es trasladado desde las Higuerillas de Castro del Río hasta la cárcel de Córdoba.
    Todo indica que pasó un par de años en prisión por un presunto delito de falsificación.
    Cuando su causa fue finalmente llevada a la Audiencia Provincial (octubre de 1915) el fiscal retiró la acusación y se estimó conveniente su sobreseimiento.
     No conocemos los pormenores de esa presunta falsificación de la que se le acusaba. No nos lo imaginamos implicado en una emisión de billetes falsos. Se hallaba bastante generalizado por estos años el abuso o pillería relacionado con la venta de participaciones fraudulentas de lotería o de rifas. Sea como fuere, lo cierto es que tuvo que pagar con la cárcel por un delito que no llegó a demostrarse que cometiera.
    Como comprobaran un historial delictivo que no llega a la exagerada aseveración de “sujeto de pésimos antecedentes”, que se le aplicará con el tiempo.


     Las siguientes noticias sobre Francisco se corresponden ya con las postrimerías del año 1937, cuando tiene que verse nuevamente en el trance de personarse ante un Tribunal, en esta ocasión ante el Consejo de Guerra Permanente de la Provincia de Córdoba, en la causa instruida contra él por el delito de “auxilio a la rebelión y asesinato”.
     Debió de encontrarse entre aquel pequeño sector de la población de Castro del Río, que cuando se inicia aquel éxodo masivo por la carretera de Bujalance al caer el pueblo en manos del ejército rebelde (24 de septiembre de 1936), optara por permanecer. Por su edad y quizá por no haber participado directamente en actividad política o sindical creyó salvaguardada su integridad física (no consta en su expediente filiación alguna). Craso error, pues al poco era detenido y trasladado a la prisión habilitada en el Alcázar Viejo de Córdoba.
     El asesinato que se le imputaba era el perpetrado contra el labrador y ex diputado agrario antimarxista Don Antonio Navajas Moreno, quien fuera presidente de la Federación Provincial de Labradores de Córdoba y dirigente de  la Asociación Nacional de Olivareros, conocido popularmente en su pueblo natal como “Barbitas de Alambre”.


(La fotografía pertenece a la Asamblea de la Asociación Nacional de Olivareros celebrada en Córdoba en el mes de julio de 1933. El de mayor estatura que aparece a la derecha es Navajas Moreno. A su lado el agrarista de Bujalance, Antonio Zurita Vera. Ambos, figuras de peso en el seno de la patronal agrícola cordobesa desde aquellos convulsos años del Trienio Bolchevique).

    Don Antonio Navajas, tres de sus hijos varones (Augusto, Mateo y José) y  un hijo político, se hallaban entre quienes desde el día 19 de julio de 1936 se encerraron en el Cuartel de la Guardia Civil de Castro del Río resistiendo el asedio a que fueron sometidos por parte de las milicias locales. A las 14 horas del día del 23 se desarrolló un oscuro episodio, entre la rendición y la huida premeditada, que terminaría costándole la vida a Don Antonio y al  menor de sus hijos, José que tenía apenas 16 años. Sus hermanos Augusto y Mateo lograron huir entre la confusión.
     A raíz de la posterior muerte de Augusto, enrolado en las filas del ejército nacionalista como escolta del coronel Sáenz de Buruaga, trasciende un telegrama remitido por los hermanos Augusto y Mateo Navajas Rodríguez-Carretero a su hermano Antonio desde Montilla, inmediatamente después de aquellos luctuosos sucesos:

     “Salvados milagrosamente, llegamos aquí esta mañana con algunos guardias civiles, papá asesinado plaza pública por las turbas criminales anteayer, hay que vengar su muerte. Mateo herido leve. ¡Arriba España! – Augusto y Mateo”.

     El destinatario del telegrama era Antonio Navajas Rodríguez-Carretero, teniente de la Guardia de Asalto, que el 18 de julio de 1936 se encontraba en el Gobierno Civil de Córdoba,  a las órdenes del capitán Tarazona. Ambos se posicionaron en favor de la defensa de la legalidad republicana. Terminada la toma fue detenido y encarcelado junto a su jefe. La trágica historia de su familia le permitiría salvar la vida.
     Hasta ahora nuestras noticias sobre la muerte de Don Antonio coincidían con lo reflejado en el telegrama. En los días inmediatos a aquellos hechos la prensa cordobesa publicó una corta reseña en la que se nos da otra versión diferente:

     “Noticias llegadas de Castro del Río indican que ha sido asesinado en este pueblo don Antonio Navajas Moreno. Parece que al atravesar unas huertas para refugiarse en sitio donde no fuera alcanzado por los criminales, alguien le vio y cometió la villanía de delatarle. Los perseguidores le hicieron una descarga causándole la muerte”.


     Nuestra sorpresa ha sido mayúscula al toparnos con otra tercera versión aportada por alguien que asistió al Consejo de Guerra celebrado en la plaza de Córdoba el día 17 de diciembre de 1937, en el que se vio y falló la causa instruida contra Francisco Bravo Exposito:

    “Determinadas circunstancias nos han permitido ahora conocer algunos detalles de la trágica muerte del señor Navajas.
    Este fue llevado a las tapias del cementerio y allí sus asesinos lo agredieron asestándole varios hachazos.
    Todos los asesinatos eran presenciados por el sepulturero, llamado Francisco, que sin duda alguna, sentía en ello especial delectación.
    Don Antonio Navajas no quedó muerto y al darse cuenta de la presencia de Francisco le gritó: ¡Francisco auxíliame!
    Pero el criminal sepulturero en vez de auxiliarle se acercó a él provisto de un hacha y le descargó el golpe que acabó con la vida del herido.
    Este monstruo marxista ha sido detenido y sin duda alguna no pasara mucho tiempo sin que la Justicia le exijan estricta cuenta de su conducta”.

     Da la impresión como si aquellas palabras recogidas en el telegrama de Augusto (hay que vengar la muerte de papá) hubieran sido satisfechas.
     El 12 de marzo de 1938, en un patíbulo instalado al efecto en el patio de la cárcel, Francisco Bravo Expósito, el osado e intrépido "Don Tancredo de Castro del Río", era ejecutado a garrote vil por el famoso verdugo de la Audiencia de Sevilla, Cándido Cartón.
     Resulta extraño que en aquellas circunstancias pudieran encontrarse testigos para inculparle. Las pruebas contra él no creemos que fueran más allá de las denuncias forzadas de terceras personas, bien por miedo o por las típicas rencillas personales, o incluso, que salieran de la propia autoinculpación del reo tras ser sometido a torturas. Conjeturas todas difíciles de desentrañar ni tan siquiera con el expediente de la causa 192/37 en la mano, que debe de conservarse entre los entre los fondos del Archivo Militar del Tribunal Territorial 2º de Sevilla.



    Sus restos mortales fueron a parar a la fosa común del Cementerio de la Salud de Córdoba. Su nombre aparece hoy inscrito sobre paredes de mármol en el monumento que con el nombre de “Los muros de la memoria” se inauguró en marzo de 2011.

18 octubre 2013

TOROS EN MOTRIL: LA PLAZA NUEVA (1914-1916)




    Estas fotografías, según unos fascículos publicados recientemente por el Museo Municipal de Historia de Motril, se corresponden con una plaza de madera instalada en el año 1907 en un denominado “Corralón de Castro”.
   Nos hemos sumergido en diferentes hemerotecas en busca de festejos taurinos que pudieran haberse celebrado durante aquel año al objeto de poder certificar dicha fecha que desconocemos si es real o estimada, con un resultado totalmente infructuoso.
    Por la indumentaria de los espectadores y los tipos de la segunda de ellas, en que se pueden apreciar detalles de la actuación en Motril del célebre Don Tancredo o de cualquier émulo de de los muchos que le salieron, si parece corresponderse con los inicios del siglo XX.  Con respecto a la primera no lo vemos tan claro. Pudiera tratarse de un ciclo festivo de mojigangas o festejos menores que no llegan a trascender a las páginas de la prensa periódica.

    Será para la Feria de Octubre (antigua Feria de Ganados) del año 1914 cuando volvamos a tener constancia documental de la celebración de festejos taurinos en Motril.

    Dos novilladas fueron incluidas en el Programa Oficial de Festejos (días 16 y 18)  para los prometedores novilleros granadinos Antonio Samos “Moni”, Manuel Moreno “Lagartijillo IV” y Antonio Zúñiga “Espartero”, con sus correspondientes cuadrillas.

    El primer festejo fue mediocre y marcado por unos incidentes previos ocurridos en una de las puertas de la plaza. El jefe de los municipales, Juan Pérez Jiménez Cazorla,  y el Teniente de Alcalde, D. Francisco Jiménez Cuevas, que eran parientes, discutieron y llegaron a las manos, siendo agredido el primero, que automáticamente presento la dimisión del cargo. No se cerraron las diferencias.  A  la noche volvieron a encontrarse degenerando nuevamente en riña, efectuándose un disparo de arma de fuego que hirió en la pierna a la segunda autoridad municipal.
    Del segundo festejo no disponemos de crónica, sólo que tuvo que soportar la competencia del mitin organizado a la misma hora por la naciente agrupación socialista “La Democracia Social” en la Rambla de Capuchinos. Sobre un escenario acondicionado al efecto dirigió la palabra a los motrileños que se congregaron (más de 5.000 según El Defensor de Granada) el padre del socialismo español, el carismático y admirado Pablo Iglesias, venido ex profeso hasta Motril para participar en este acto.


     Esta fotografía, que hemos localizado en todocolección (plaza de toros primitiva de Motril), creemos que debe de corresponderse con el modesto coso en que se desarrollaron aquellas novilladas. Se trata de una edificación mixta de madera y obra, y por las características de los edificios que se ven al fondo, pudiera tratarse del Barranco de las Monjas, el mismo emplazamiento elegido para la construcción de la plaza de toros permanente inaugurada dos años después.
     Las novilladas de feria despiertan la afición taurina entre un selecto y cerrado grupo de motrileños. A principios de 1915 se constituye una tertulia cofrade de taurómacos, denominada “Las Animas”, integrada por 25 miembros y hermanada con otra de similares características existente en la ciudad de Granada que tenia por nombre “La Oración de la tarde”. Los motrileños brindaron hospitalidad a los granadinos en más de una ocasión, mediante la organización de encerronas de becerras rematadas con suculentos almuerzos a la orilla del mar. Entre los invitados a participar en las mismas encontramos a matadores de toros como el granadino Lagartijillo Chico o el sevillano Juan Belmonte, homenajeado y admitido como miembro honorario de tan peculiar cofradía en un banquete dado en la playa. 



    Entre los anfitriones se destaca en alguna crónica el valor derrochado en la suerte de banderillas por D. Emilio Moreu “Emilichi”. La plaza de madera que mostrábamos en la cabecera y cuya fecha cuestionábamos, bien pudiera tratarse de un coso provisional construido por la “Cofradía de los 25” para su recreo.
   El 3 de junio de ese mismo año, en el la plaza todavía provisional del Barranco de las Monjas o en la de madera referenciada, se lidiaron novillos de Pérez Quijano para el novillero “El Tato” de Granada. No constan nuevos festejos desarrollados durante ese año.


Plaza Nueva de Motril (octubre de 1916)
    El 18 de octubre de año 1916, con un lleno rebosante, se verificó la inauguración de la nueva plaza de toros de Motril construida en un tiempo record. Cuatro toros de la ganadería de Pérez Padilla para el diestro de Triana Curro Posada.

   “La afición acude ávida de entusiasmo por contemplar las hazañas de Curro, por tener hambre de toros y por no haber toreado hacia ya treinta y tres años ningún matador de toros en Motril, cuando existía la plaza vieja de madera que se construyó en Capuchinos”.
                                    




    Preside el festejo el alcalde Sr. Francisco Pérez Santiago, asesorado por el conocido aficionado granadino Eladio Pericás, Prior de la Cofradía de “La Oración de la tarde”
    Una pareja de alguaciles, montados en briosos potros enjaezados y vestidos con unos flamantes trajes de de terciopelo negro hacen el despeje de plaza. Obligada referencia al ramillete de bellas señoritas que ocupan los palcos.
    Un toro castaño, marcado con el nº 61 de la ganadería de Pérez Padilla (antes Marquesa Viuda de Cullar de Baza) llamado “Brujito”, fue el primero en salir de chiqueros.

El marcado con la cruz es Brujito

    Curro Posada se mostró voluntarioso y entregado durante la lidia, a pesar de hallarse afectado anímicamente por el accidente de automóvil sufrido cuando viajaba hacia Motril en el que perdió la vida el chofer de su cuadrilla. De azul y oro brindo la muerte del primer toro a la presidencia y a Motril por la feliz inauguración de la plaza. Un espectador le arroja el sombrero, que Posada, al terminar un molinete, lo cuelga en el cuerno del astado. Se cortaron dos orejas y un rabo, siendo sacado a hombros de la plaza y llevado hasta la fonda “La Granadina” en la que se hospedaba. Como sobresaliente actuó Lagartijillo III. 

Vista parcial del tendido de la Plaza Nueva

   “Resumen: El ganado manso perdido, escurrido de carnes, sin edad ni pitones, impropio para correrse como toros y menos en una corrida de inauguración. Para una novillada hubieran sido aceptables. Entre todos tomaron doce varas y mataron en el ruedo cuatro caballos. El único que sobresalió algo fue el primero y se pensó mandar cortar su cabeza para disecarla, pero no se llevó a efecto”.



    En vista del éxito alcanzado la empresa le contrató para una nueva corrida a celebrar el domingo 22, en la que habrían de lidiarse cuatro toros de la ganadería de Romualdo Jiménez de La Carolina (Jaén). 
    Se perpetró una gran estafa con la consiguiente decepción de quienes pasaron por taquilla. Se anunció como gran corrida de toros la de cuatro becerros. Parece ser que estos estaban reservados para unos novilleros a los que Posadas consiguió desplazar del cartel original.

   “Si los toros de la anterior corrida encajaban en una novillada, los becerros de hoy eran a propósito para una capea; yo los hubiera puesto en adobo que es como menor están los chotos. A estas horas desde que hay toros en Motril, no hemos visto matar a un toro, ¡ bien matado!, más que al “Moni” hace dos años en la Plaza de Retana”.

(De una crónica remitida por un revistero motrileño que firma como Paquiro)    

15 octubre 2013

UN PAYASO ESPAÑOL EN LA CORTE DEL SULTÁN ABDUL HAMID II DE TURQUÍA



    Antes de abandonar los territorios del antiguo Imperio Romano de Oriente, tal como prometí en la entrada dedicada al eminente y aventurero músico jiennense Fernando Aranda (Pachá), que pasó 23 años de su vida en Constantinopla bajo la protección del sultán Abdul Hamid II (1876-1909), nos ocuparemos de ese otro “artista menor” de nacionalidad española que gozó también de los favores y simpatías del máximo dignatario turco durante ese mismo periodo. Se trata de un clown, especie de payaso privado de la corte imperial, cuyas peripecias, identidad y naturaleza vamos a intentar desentrañar.
     Una primera fuente le atribuye origen catalán sin desvelarnos su nombre. Su historia aunque pudiera parecer novelesca, según el informante es rigurosamente exacta y verídica:

     Hace algunos años llegó a Constantinopla una compañía de circo para actuar en uno de los teatros de la ciudad. Fue tan grande el éxito alcanzado, que llegado a oídos del Sultán, dispuso dieran una función en palacio para su regocijo y el de sus mujeres. En la compañía había un clown español (catalán), que presentaba entre otros animalillos un cerdito amaestrado, y fue tal la gracia que el bicho y su dueño causaron en el ánimo del Emperador, que mandó se le contratara para quedarse de bufón en la corte. Se le hicieron mil proposiciones ventajosas, que él rechazó siempre con firmeza, y ante su negativa se acrecentaron mas los deseos del Sultán por retenerlo. Últimamente apeló a una estratagema de Cancillería, que le dio el resultado apetecido.
     Habiendo terminado la compañía de circo su contrata, recogió los pasaportes de todos los artistas, debidamente autorizados para embarcarse; pero en el momento de pasar a bordo, instantes antes de elevar anclas el vapor que los había de conducir, observó la policía turca que en uno de los pasaportes faltaba una firma indispensable. Era el pasaporte del catalán, a quien no dejaron pasar a bordo hasta tanto llenara aquel requisito necesario. El barco se dio a la mar con la compañía acrobática, mientras que el desesperado español quedaba solo en tierra llenando de improperios a aquellos policías imbéciles.
    El final de esta historia lo habréis adivinado. Mientras llegaba otro barco fue atendido y obsequiado en la Corte del Sultán, y tan grata le hicieron la estancia en ella, que pasan barcos y barcos sin que el catalán se acuerde de que Barcelona está en España.
    ¡Y no va más de turismo!    

    Se tratan de las impresiones del capitán Luis Azpeita de Moros que en el año 1905 viajó hasta Turquía al frente de una comisión que buscaba caballos sementales para la remonta. Recogidas en un libro publicado en 1915: “En busca del caballo árabe: comisión a Oriente”.


    En base a la naturaleza catalana que se le atribuye a este personaje bufo hemos realizado unas primeras pesquisas con vistas a intentar identificarlo.
    Entre las páginas de la prensa periódica dedicadas al mundo del espectáculo hallamos a lo largo de todo el año 1892  una Compañía ecuestre, gimnástica, acrobática y cómica dirigida por un catalán que se presenta ante los públicos como “Don Cirilo Llop”, conformada expresamente para la apertura de un nuevo circo construido en el Paralelo de la ciudad de Barcelona (Circo Español Modelo).


    Entro los integrantes de aquella numerosa troupe artística se encontraban sus propios hijos (Hermanos LLop) que actuaban como clown. Durante una gira de verano desarrollada ese mismo año por el archipiélago balear el excéntrico "Sr. Llop" incorpora a su repertorio un exitoso número con un cerdo amaestrado en el tiempo record de veinte días.

Las  Baleares (agosto de 1892)


    Conocemos por la prensa que en 1893 la Compañía inicia una gira itinerante por diferentes países europeos perdiéndosele definitivamente el rastro.

    Ligeramente anterior en el tiempo (1888) en otra compañía de gira por tierras aragonesas aparece un tal Mr. Fiori con su cerdo amaestrado.



(Conjeturas artísticas más adelante)

   En otro relato, aportado por los miembros de otra comisión militar que visitó Turquía a finales de 1904, se reproduce la misma historia anterior, aunque con ligeras variantes. Incluye también una obligada referencia al músico Aranda Pachá:

    Ha regresado de Constantinopla la Comisión Militar del Arma de Caballería que fue allí con el objeto de adquirir caballos árabes, y de la relación de su viaje que publica La Correspondencia Militar copiamos los siguientes párrafos:
    En Constantinopla tuvieron el gusto de ver a los españoles que viven en la Corte del Sultán. Vieron todos los días al famoso Aranda Pachá, del que han hablado los periódicos alguna vez. Este español, que de profesor de piano en París ha ascendido a general de división en Constantinopla, vive feliz en la ciudad del Bósforo. Tiene una hija encantadora que toca muy bien el violín, tan bien, que un día que tocó delante del sultán y su familia, una princesa se quitó de uno de sus dedos una sortija y la puso en otro de la hija de Aranda; la sortija está valorada en 17.000 francos.
     Otro español, que es capitán y goza de gran influencia en la Corte, es un jerezano, de la propia calle de Bizcocheros, llamado Juan Torres. El buen Juan Torres fue a Constantinopla de clown con una compañía ecuestre; llevaba dos o tres animales amaestrados y le hizo tanta gracia al Sultán, que le propuso quedarse en la Corte con un buen sueldo; el no quiso y entonces fue emborrachado y le hicieron perder el vapor; desde entonces allí está cobrando libras turcas a base de ingenio.
   Para ganarse el favor del Sultán amaestró en quince días un pavo. Se descosió el pantalón, y por el descosido se introdujo un pañuelo; enseñó al pavo a picar el pañuelo y tirar de él. Cuando vio el sultán la operación, creyó que el pañuelo no lo era, sino el faldón de la camisa de Juan Torres, y le hizo tanta gracia que le nombró capitán de su ejército.


(Publicado en El Guadalete de 31 de diciembre de 1904)

    Estas diferencias o ligeros juegos de despiste habría que atribuírselos al ingenio del propio clown español, que por prejuicios u otras razones no debía de sentirse demasiado interesado en que trascendiera su verdadera identidad entre sus compatriotas.
     Son varios los artículos publicados en la prensa española de principios de siglo en los que se hace referencia a las extravagancias del sultán y a su relación con los artistas, abordados casi siempre desde una perspectiva occidental bastante desconsiderada:

    Los artistas de nota que actúan en la capital de Turquía no suelen salir de Constantinopla sin exhibirse en el escenario de Yildiz. Por cada una de estas veladas paga el sultán de 4 a 5.000 francos; pero la suma nunca llega íntegra a manos del artista. La capacidad artística del sucesor de Mourad V corre pareja con su entidad moral: a un clown que trabaja con un cerdo amaestrado le adjudicó un lugar preeminente entre la troupe imperial, dándole 1.000 francos mensuales, casa comida, uniformes… y la condecoración de Medjidie.




    En las memorias del hijo del sultán (Avec mon père le sultan Abdulhamid: de son palais à la prison) también aparecen confusas referencias al domador-clown. Este le atribuye nacionalidad francesa:

    “Además de los artistas italianos (familia Stravolo) había en la corte dos franceses, llamados Bertrand y Jean. Bertrand era imitador y  prestidigitador. Cada año pedía a mi padre permiso para ir a Francia y regresaba con números nuevos. Fue él quien introdujo el cine en palacio.
      En cuanto a Jean, era domador de animales, domesticaba caballos, asnos y perros. Formaba pareja con Bertrand a la hora de escenificar sus números cómicos”.

    El príncipe parece confundir el francés con el catalán, de manera que el tal Jean debe ser el clown referido por el capitán Luis Azpeita. Traducido Jean al castellano debe corresponderse con Juan (Torres). Estaríamos posiblemente ante un clown catalán de origen jerezano. La arraigada afición por la cría y doma del caballo en esta localidad gaditana podría explicar sus orígenes dentro de un circo ecuestre.
     Conjeturas todas que nos llevan a pensar que esa familia catalana de “Don Cirilo LLop”, relacionada con el circo en 1892 pudiera ser realmente Torres, apellido común con poco tirón de cartel que sería sustituido por el de Llop (Lobo) a la hora de presentarse ante el público catalán y balear.


     Dejamos de momento el circo aparcado para hacer un pequeño paréntesis taurino que nos conducirá hasta nuevas noticias relacionadas con los avatares de nuestro protagonista tras el derrocamiento de su mecenas (1909).
     En 1910 unos audaces empresarios catalanes pretenden introducir y rentabilizar el espectáculo de los toros en el imperio turco. El gobierno, controlado por los Jóvenes Turcos, andaba preocupado por dar al pueblo entretenimientos que distrajeran sus instintos guerreros y levantiscos. Llegaron a convencerles con el argumento de que las corridas de toros en Turquía podrían ejercer la misma función terapéutica social que tuvieron las capeas en España hasta su contravenida prohibición.
     Tras obtener los permisos oportunos abordan la construcción de un coso taurino, una coqueta plaza de madera con capacidad para 10.000 espectadores.
     Los empresarios contrataron a varios toreros de segunda fila o venidos a menos, de aquellos a los que les costaba ya bastante trabajo hacerse un hueco en los carteles de las plazas españolas, que se embarcaron con sus respectivas cuadrillas rumbo hacia aquella mágica ciudad enclavada a orillas del Bósforo.
     Los espadas que se aventuraron en aquella incierta y a la vez tentadora empresa fueron el madrileño José Frutos “Frutitos”, el barcelonés de etnia gitana Antonio Vargas “Negret” y José Fernández “Chico de la Camila”.



     Se programó un primer ciclo de prueba con cuatro funciones al objeto de tantear el terreno de cara a futuros espectáculos de mayor fuste. Se obligaban a las cuadrillas a pasear vestidos con el traje de luces por las principales calles del viejo Estambul para actuar como reclamo.
     Una intensa propaganda en contra del espectáculo se extendió por toda la ciudad. La hostilidad afloró ya en el primero de los festejos, optando los matadores por no ejecutar la suerte suprema para no excitar más los ánimos del público, ya de por si calientes.


    La empresa perdió varios miles de duros, quebró, se quedaron sin cobrar toreros y cuadrillas, que se deshicieron, tirando cada cual por donde pudo y hacia donde pudo.

    Tendremos que esperar para volver a tener noticias del artista de circo Juan Torres. Será por boca del sobresaliente de la cuadrilla del Negret, que después de aquel fallido experimento taurino del año 1910 en Constantinopla no pudo regresar a España. Parece ser que fueron también los amores quienes le retuvieron.

    En 1918, todavía inmersa Europa en la Gran Guerra, el incansable viajero, traductor, periodista y escritor jerezano Enrique Domínguez Rodiño visita Constantinopla. Durante su deambular ciudadano tiene un encuentro con un español que llamó su atención:

    En un rincón del restaurante, sentado en una mesa en compañía de una mujer joven aún, pero algo ajada ya, he descubierto a un español a quien el día anterior había visto ya en nuestra legación diplomática. Al verme, ha venido inmediatamente a saludarme. Me he sentado junto a ellos. Me ha contado su historia. Era catalán, de Barcelona, y había sido torero, peón del Negret. Cuando el  Negret vino contratado a Constantinopla,  lo acompañaba él. Tras aquel fiasco quedó abandonado y desamparado. El se quedó contratado en un circo, donde en compañía de un payaso italiano que tenía un burro amaestrado y al que se le enseño rápidamente a hacer de toro, representaba una pantomima, vestido él con su traje de luces y de payaso el italiano.
    Tenía que dejarse coger frecuentemente por el borrico, porque al público le gustaba mucho ver como el animal lo mordía y lo coceaba. ¡El que una vez que el Negret había sido cogido en la Plaza Vieja de la Barceloneta por un toro de cinco hierbas, desecho de Miura, había despachado al bicho de un volapié hasta las uñas! ¡El, teniendo que torear a un burro amaestrado, mal intencionado y ladino, que lo molía a coces todas las noches para que se rieran cuatro turcos y judíos que no tenían la más remota idea de lo que era el sublime arte de Cuchares!
    Había llorado muchas veces de vergüenza y de ira; y hasta había llegado a tomarle una animadversión tal a jumento, que de no haberse llevado el Negret todos los estoques, le hubiera dado un infame golletazo el día menos pensado  delante del público. Un día se murió el italiano, y él, en vista de que no se oponía nadie a ello, se adueño del amaestrado pollino. Con el marchó contratado a Brusa, en el Asia Menor, y en aquel circo conoció a un viejo español llamado Juan Torres, malagueño, que había sido durante treinta años payaso privado de el sultán Abdul-Hamid, hasta que este fue destronado por los Jóvenes Turcos.
    El malagueño le enseño a amaestrar pulgas y gansos; llegó a tener quinientas pulgas y ocho gansos amaestrados. Se junto con una de las artistas del circo, que tenía dos monas y un mico que hacían maravillas – la mujer que estaba sentada junto a él- y unas veces en Turquía y otra en Egipto, siguieron viviendo de sus habilidades y de los bichos durante varios años. La guerra les cogió en Belgrado, y de allí pasaron a Usbuk, estuvieron luego en Veles y demás ciudades importantes de Macedonia. Cuando los búlgaros llegaron, se hallaban en Usbuk, reducidos a la más negra miseria. Los monos se habían muerto hacía mucho tiempo y no había habido ni dinero ni ocasión para reponerlos. Una docena de nuevos gansos que había amaestrado en Belgrado antes de la guerra, apretados por el hambre, y aunque con gran dolor de sus corazones, se los fueron comiendo uno a uno hasta que dieron fin de ellos. Las pulgas, como se llevaron mucho tiempo inactivas dentro de su caja de cristal, y como no tenían qué ni donde chupar, se quedaron secas. Y al pobre pollino al que había llegado a querer entrañablemente, se les quedó muerto entre Kumanovo y Egri-Palanka, camino de Sofía. El pobre animal se murió de hambre y de frio. Con el dinero que le habían dado en la legación española el día anterior, se iban a Bucarest, donde esperaban que no les fuera muy difícil encontrar contrata.
    Al terminar, con un gesto de desesperación ha dicho el catalán ex sobresaliente de Negret:
    No cal que li digui, pero li asseguro qu’ens ha ben fastidiat aquesta malchita guerra…


    Los testimonios están entresacados de un artículo periodístico firmado por Enrique Domínguez Rodiño, corresponsal de guerra para La Vanguardia, publicado en Hojas Selectas con el título de “El sobresaliente del Negret”.

    Aquí ponemos un punto y final a las indagaciones sobre la vida del ya veterano clown cortesano Juan Torres, a quien ahora se le otorga indirectamente naturaleza malagueña. Presuponemos un final de sus días muy similar al de su aventajado discípulo en el adiestramiento de toda clase de bichos vivientes, enrolado entre la troupe de una de aquellas compañías de circo itinerante. Sus restos mortales deben reposar en cualquier lugar incógnito a caballo entre la vieja Europa y Asia.
   Que Dios, Ala, Buda o cualquier otra deidad protectora, de esas a las que se encomiendan los humanos dependiendo de su cultura y situación geográfica, lo tenga en su gloria. Tienen que estar entretenidos.

01 agosto 2013

TOROS EN MOTRIL: LA TEMPORADA DE 1883.



     La ciudad de Motril por las peculiares características de su economía  y por su posición geográfica, pese a esas personalidades aisladas que se dedicaran al toreo en el siglo XVIII y primera mitad del XIX, que además tuvieron que abrirse paso en otros lugares, carecía de tradición taurina.
     No será hasta la década de los ochenta del XIX, cuando, al abrigo y ante la demanda de una cada vez más pujante burguesía industrial y comercial, cuando una empresa local se embarca en la construcción de una plaza de madera al objeto de poder ofrecer y rentabilizar espectáculos taurinos durante los periodos festivos.

     En marzo de 1883 el empresario Antonio Terrón Cortes, persona relacionada con el mundillo de las riñas de gallos, emprende la construcción de una plaza con maderas en terrenos de la Huerta de Capuchinos. Pretende ofrecer las primeras corridas durante la tradicional festividad de las Cruces de Mayo: “Se dice que si el negocio diera buenos resultados, se construiría definitivamente una plaza en aquel mismo sitio”.


      Finalmente se anuncia la inauguración de la plaza con una novillada para el 1º de mayo, seguidas de otras para los días 3 y 6, a lidiar por una pareja de diestros gaditanos de rancia casta torera: Manuel Díaz Jiménez “El Lavi” (homónimo y nieto del mítico torero gitano Manuel Díaz Cantoral “El Lavi”) y Antonio Ortega y Ramírez “El Marinero” (hijo del banderillero “El Lillo”).



      Ambos habían iniciado juntos sus andanzas toreras a temprana edad en el seno de una la cuadrilla de “Niños Gaditanos” allá por el año 1871.
     Entre la nómina de picadores y banderilleros del cartel aparecen algunos apellidos ilustres del toreo cordobés (Camará, Bejarano o Luque), lo que obedece a que Lavi, siendo vecino de  la capital cordobesa, dirigió por un tiempo una de aquellas famosas cuadrillas de “Niños cordobeses”, que una vez fogueados eran incorporados a la suya propia o a las de toreros amigos como El Marinero. 


     Aunque las crónicas califican de exitosos los tres festejos, el empresario no pudo hacer frente al pago del alquiler de las maderas que le habían suministrado los almacenista Emilio Moré Auger y Ruperto Vidaurreta, llegando el asunto al Juzgado que decretó su intervención y arriendo en pública subasta:


    Personas “bastante serias y conocidas” tomaron el arrendamiento. Para ir predisponiendo al personal se divulga el macutazo de la contratación de Fernando Gomez “El Gallo”, que llevaba en su cuadrilla al ya afamado banderillero Guerrita.

    Un primer ciclo veraniego, programado en principio para mediados de julio, no pudo celebrarse hasta los días 25 y 29, con los espadas Manuel Hermosilla y Diego Prieto “Cuatro Dedos”.


Manuel Hermosilla

     Antes de entrar en el desarrollo de estas corridas, anunciadas fraudulentamente como de beneficencia,  quisiera detenerme en la frenética actividad, a efectos de flirteo y entretenimiento, desarrollada por jóvenes pertenecientes a la burguesía motrileña constituidos en los días previos en “comisión de moñas”. Su misión, visitar a las damas y señoritas para animarlas a que bordasen moñas o escarapelas para que ganaran en vistosidad los espectáculos:


    "La comisión de moñas pasó en casa de la señora de Harduya un amenísimo y delicioso rato. Tuvieron la ocasión de oír y admirar a la simpática Lolita de Herduya, Gran admiración la despertada por esta distinguidísima cantante, autentico ruiseñor motrileño. También fueron visitadas una graciosísima dama que ha adquirido recientemente ilustres blasones nobiliarios; una distinguida señora, que pasa muchas temporadas en una posesión inmediata a Vélez de Benaudalla; la simpática esposa del administrador de la fábrica azucarera; y una elegantísima viuda, que hace poco ha regresado de Granada y tiene por hija a uno de los ángeles del cielo.  Es de esperar que las invitadas acepten la invitación por su proverbial galantería".


     Entre los miembros de la citada comisión hallábase el joven poeta, abogado y periodista Gaspar Esteva Ravassa, director de La Revista, de donde hemos tomado la crónica de sociedad y la mayoría de la información relacionada con este segundo ciclo de verano.
     El  propio Esteva, firmando como Uno, que lo más probable es que no se hubiese visto en su vida ante un trance periodístico de estas características, recurre al verso de corte humorístico a la hora de reflejar el desarrollo del primero de los festejos:

¡Ay prasa de Capuchinos
que trabajo me costaba
contemplarte convertía
en circo de Tauromaquia ¡


La gente de Hermosilla y Cuatro deos
lucen con garbo la vistosa capa
mejor que la que sacan los judíos
en las junciones de semana santa.

Tocaron los clarines
brinda er torero
por el mundo presente
y er forastero;
y jasia el toro fue
Manuel Hermosilla
De azur y oro.

Entonces el cornúpeto atrevio
salto la valla con violento impulso
y logro penetrar en los corrales
jaciendo con los cuernos mil saludos.
Pronto er capote lo saco a la prasa,
y cuando en medio de la arena estuvo.
Dijo, pues vido a sus hermanos muertos:
¡Ay que barbaridad jasen con uno!


Remató er puntillero
y apareció en el circo Relojero:
La moña la soltó con mil apuros;
¡Que lastimica de cincuenta duros!

Resumen de la corrida

   La corrida nada más que regular, de los toros, dio bastante juego el tercero; los espadas saben hacerlo mejor; la dirección de la plaza, descuidada; pinchazos…la mar; caballos muertos, cinco; la presidencia, acertada; la entrada, casi un lleno; las espectadoras canela.

Donantes de Moñas 



     En la segunda corrida, con apenas media entrada, se destacó Diego Prieto “Cuatro Dedos”:

Sonaron parmás
con gran estruendo;
Fueron al aire
muchos sombreros
y por las gradas todos dijeron
que vale mucho
don Diego Prieto.



     Las cuentas no debieron ser muy favorables para los empresarios, hasta el extremo de que para futuros festejos optaron por un despliegue bastante más modesto: una novillada sin picadores a celebrar el día de la Virgen.


    “A las cuatro y media de la tarde, ante una mediana concurrencia, aparecieron en el redondel, Felipe Navarro, Manuel Romero (Morenito), José García (Minuto), Rafael Moreno (Guapo), matadores en competencia (¡!) y Joaquín Iglesias, Salvador Gómez y Antonio Fernández, banderilleros, ¿de cartel? no, de cartón. Todos llevaban trajes modestitos pero feos”.
    Gaspar Esteva (Uno) resume magistralmente aquella competencia: “que consistió en hacerlo cada uno lo peor posible; de los bichos el primero; de los toreros …el de la puntilla; en la playa se dan mejores corridas haciendo de toro un barquillero”.

     La propia Revista se hace eco del negativo balance económico: “La empresa ha perdido, según noticias autorizadas, la cantidad de 5.300 rs. Sentimos este resultado, y felicitamos bajo otro punto de vista a la mencionada empresa, pues ha satisfecho, no como la anterior, todos sus créditos con la mayor religiosidad”.
     Para menguar aquel fracaso económico a lo largo del verano el circo taurino dio cabida a carreras de cintas en bicicletas y encierros de toros embolaos (a 2 rs. la entrada).
     Aquella plaza debió de desmantelarse en invierno.
     Para la temporada siguiente se anuncia la construcción de una nueva plaza de madera en el Llano de la Fundición. “Cuatro Dedos”, una vez más, anuncia tener contratadas dos corridas en Motril para el mes de agosto, aunque no nos consta que éstas llegaran a celebrarse.
    Tendrán que pasar más de treinta años para que vuelvan a celebrarse festejos taurinos en Motril. De esa nueva etapa de la historia de la tauromaquia local, que cristalizaría con la construcción de una plaza permanente, nos ocuparemos ya en una entrada aparte.