Para cambiar un poco de temática (últimamente me absorben los frailes eruditos y los defensores del ideal anarquista),mientras preparo nuevas entradas,os propongo la lectura de un reportaje cinegético sobre la caza de liebres con galgo, modalidad muy arraigada en estas comarcas.
Bajo el titulo “De liebres”, un gran aficionado, Luis Ruiz de Castañeda, exfutbolista del Sevilla F.C, y presidente de la primera sociedad futbolística de la capital cordobesa el Real Córdoba Sporting Club, en las paginas del Semanario Córdoba Deportiva (1926), nos ilustra sobre el tema. Hace de cronista improvisado de unas jornadas compartidas con lo mas granado del señoritismo de escopeta y perro de la campiña, en el coto de Matacán, Cortijo de Pradagna (conocido popularmente como Praena), ubicado dentro del termino municipal de Córdoba, a mitad de camino entre Bujalance y Castro del Río. Por estas fechas era propiedad de los hermanos Eduardo y Francisco Sotomayor y de Don Pedro Criado (1.123 fanegas de feracísima campiña).
Para ambientar, incluyo una preciosa fotografía, perteneciente al archivo familiar de mi estimado vecino de Porcuna, D. Rafael Ruiz de Adana y de Torres, que me la ha cedido generosamente.
En ella aparecen, a la grupa de sus recortadas jacas camperas, un pequeño grupo de señoritos de Porcuna, integrantes del coto El Lebrel, que también estuvieron presentes en la cacería desarrollada en El Matacán durante el otoño de 1925. Aunque para mí, el auténtico protagonista, es el personaje que aparece en el centro de la fotografía, el galguero, el perrero encargado de su cuidado y adiestramiento, aunque a la postre, las medallas se las colgaba el señor.
Como cualquier actividad humana, la caza tiene sus defensores y detractores. Ultimamente, la modalidad de caza con galgos, está de plena actualidad, bien por el acecho y robo a que se ven sometidos los buenos ejemplares, o por el salvaje exterminio sufrido por aquellos perros que, una vez criados, no demuestran la suficiente calidad, convirtiéndose sus criadores, en blanco de las justificadas iras de sociedades protectoras de animales.
Ruiz de Castañeda, en su crónica “De liebres”, encuentra una justificación socio alimenticia a la caza, especie de acuerdo tácito entre obreros y patrones, que aunque trasladada a las anacrónicas relaciones sociales de aquel contexto histórico, a mí particularmente me parece ridícula:
“Varias cacerías se llevan celebradas y todas muy lucidas pregonan lo querencioso del terreno y el esmero de sus guardianes que cuentan, y no es poco, con el riguroso respeto y acatamiento de la gente del cortijo, desde el autoritario aperaor al diminuto pavero, que se prestan a las instrucciones que su amo les diera, considerando intangible la permanencia de las liebres en las tierras que pisan.
En justa reciprocidad y como pago de ese comportamiento, cuando la cacería llega, todas las liebres que se matan quedan en los cortijos en que se ponen en pie, proporcionando un excelente perol, extraordinario banquete, a los obreros que durante el año, a diario en sus faenas una y otra vez las levantan sin perseguirlas.
Este simpático acuerdo, esta insignificante atención, es la salvaguardia de su existencia. ¡Todos son guardas!”.
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