Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

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18 mayo 2014

DE VUELTA CON JUAN PÉREZ “EL MAESTRO” (1891 -1989).


    Cuando empezamos a adentrarnos en la trayectoria (vida y obra) de los más destacados militantes del sindicalismo campesino en Castro del Río (Córdoba), allá por la década de los 90 del pasado siglo XX, nuestros conocimientos informáticos y los medios técnicos de los que disponíamos eran más bien parcos. De ahí que, numerosas informaciones de las rescatadas del Archivo Histórico Municipal de Castro del Río (fotocopias de documentos, anotaciones, etc.), así como los testimonios orales extraídos de prodigiosas memorias de personas mayores, fueron a parar de una manera algo anárquica y desordenada a carpetas, clasificadores, libretas, agendas o a simples notas tomadas en una servilleta de papel. A raíz de nuestro reciente intento de retomar y reorganizar estos materiales hemos descubierto dos documentos relacionados con Juan Pérez “El Maestro”, que desfiguran un poco la narración sobre su devenir final que recientemente trasmitíamos:

   “Las mismas lagunas persisten con respecto a su devenir durante la guerra civil y sobre de qué manera pudo afectarle la posterior represión franquista. No le hemos encontrado en las listas de prisioneros o ajusticiados. Su nombre común dificulta la tarea. La única y última referencia que tenemos sobre él procede de un incierto y dudoso testimonio oral recabado en Castro del Río, que refiere que pudo eludir la represión fijando su residencia en un pueblo de la provincia de Córdoba o Sevilla, y que se ganó la vida profesionalmente como barbero”.

    Dentro de una de esas carpetas hemos localizado un oficio de correspondencia fechado en vísperas del inicio de la recolección de la aceituna del año 1948, que procede de un expediente abierto a quienes se dedicaban a impartir enseñanzas particulares durante el primer franquismo. Junto al nombre de Dionisio Quintero Garrido, ya referido, aparece también el de Andrés Jiménez Tapia “Cagachin” y el de un tal Juan Pérez.


    Se trata de un escrito dirigido por el Alcalde de Castro del Río al Delegado Administrativo de Enseñanza Primaria, en el que se menciona una instancia previa presentada por  el vecino Juan Pérez, en la que solicita ser nombrado Instructor Auxiliar de Temporada para el ejercicio de la enseñanza en los caseríos de este término conocidos por “Cuadrado” y “Cuadradillo”:




    Aunque no aparece su segundo apellido, que nos permitiría certificar al cien por cien de que se trata de la misma persona, todo indica que así fue. Por esas fechas nuestro protagonista tenía 57 años y una edad difícil para emplearse en los trabajos ordinarios de recolección. Su pasada experiencia como docente le habilitaba para este puesto de auxiliar, que vendría a ser como una especie de guardería temporera de la época, habilitada en dependencias de la propia cortijada durante el tiempo que durara la campaña, y costeada a escote entre los aceituneros/as que arrastraran prole a los caseríos.
    En una libreta aparte encontramos la siguiente anotación procedente de una entrevista de panadería: “Juan Pérez pasó la guerra en la zona de Jaén; no volvió a Castro temiendo las típicas represalias; se instaló en Córdoba con su familia hasta pasados unos años en que regresó. Volvió a marchar a Córdoba con uno de sus hijos llamado José Pérez Elías, que era barbero”.


Personal Computer año 1990
    La memoria de aquella entrevista, algo difuminada ya por el paso del tiempo, explica que erróneamente le relacionáramos directamente con el oficio de barbero, ejercido por su hijo.
    Hemos tenido la posibilidad de consultar los padrones de Córdoba de los años 1940 y 1945, que están colgados en la red. En ellos aparece José Pérez Elías, nacido en Castro del Río el 14 de agosto de 1919,  de profesión barbero. Vivía en unión de sus padres y hermanos en la calle del Hornillo nº 2, una casa de vecinos que albergaba a cuatro familias (17 personas en total), en la popular barriada de San Lorenzo.
   Decepcionante la consulta de la hoja de 1940, ya que figura como cabeza de familia un tal Juan Pérez Expósito, natural de Castro del Río, con cuatro hijos nacidos en Castro entre 1919  y 1927. Además de que no sabe leer ni escribir. 
    Nuestra sorpresa fue mayúscula al cotejarla con los datos del año 1945, con mejor grafía y más completa en informaciones. Como descendientes del matrimonio compuesto por Juan Pérez Expósito (n. 1891) y Francisca Elías Rodríguez (n. 1900), naturales ambos de Castro, figuran José, otro varón llamado Manuel y una hembra llamada Luisa (desaparece otra hembra llamada Cándida con 21 años en 1940): Manuel y Luisa constan como  nacidos en Bujalance (Córdoba) en los años 1924 y 1927, justo cuando Juan Pérez desempeña el trabajo de maestro en la escuela de la Sociedad Obrera la Armonía. Son demasiadas casualidades. Forzosamente tiene que ser la misma persona.    




(Velada teatral del Centro Obrero de Bujalance en  1924)

    El asunto requiere de una doble explicación. La primera en relación con la falsedad de los datos de la hoja de 1940 en la que consta como analfabeto y elude, creemos que a propósito, el nacimiento de sus hijos en Bujalance. Suponemos que para pasar desapercibido y dificultar su identificación al terrible aparato represivo del régimen franquista en Córdoba, ante el peligro de que se le pudiera relacionar con aquellos tristes sucesos de 1933 en los que se vio implicado.
    La segunda explicación es en torno a su segundo apellido, que al parecer utilizaba indistintamente. El apellido Expósito era asignado a todas las criaturas que hubieran nacido de modo ilegítimo, abandonadas en el torno de un convento de monjas e internadas en la inclusa o “casa de expósitos”, donde se hacían cargo de ellas hasta una edad determinada. Durante siglos ser un "expósito" supuso una especie de estigma de por vida cuyo obstáculo no era tan fácil de superar. Al abandono, la vergüenza y la pérdida consiguiente de identidad se sumaba en ocasiones un desprecio social, tan injusto como cruel. Para salvar el problema desde los propios orfanatos se buscaron fórmulas alternativas como la de poner a los niños el nombre del santo del día, el de la persona que le hubiese encontrado o el de aquella que ejerciera las labores de tutor. Muchos deciden desprenderse del apellido. Sin embargo hasta el año 1921 la ley no establecerá expresamente que estos expedientes sean gratuitos, limitándose con ello tal opción. Observen el más que ilustrativo ejemplo que hemos localizado en la barrita mágica de Google:


     ¿Llegaría Juan Pérez Expósito a tramitar un expediente de cambio de apellido?  Creemos que no. Simplemente lo descarta a título personal, aunque a efectos legales su apellido sigue siendo Expósito, tal como figura en los padrones. El Expósito, de su ascendencia inclusera, posiblemente le sirviera para despistar a los servicios de investigación, que de haberle descubierto, en caliente, casi seguro que no le hubieran perdonado sus pasadas militancias.
    Esta particular intromisión en los avatares vitales de una persona y su familia no tiene otra finalidad que la de dejar abierta la posibilidad de contactar con sus herederos. Es por lo que invocamos la ayuda necesaria para alcanzar dicho objetivo, que nos permita, por ejemplo, sustituir la fotografía de la cabecera por una auténtica y verdadera, y hasta obtener alguna muestra gráfica de su pasada  actividad docente y cultural. Especialmente dirigida a quienes, siendo unos niños, asistieran a aquellas campañas de recolección en las cortijadas de El Cuadrado y El Cuadradillo. Pregunten a los mayores, por favor, existen aún muchas historias imposibles de completar con otras fuentes.
    Por torpeza, antes de dar con esa anotación manual que le ponía nombre y apellidos a su hijo el barbero y facilitaba la búsqueda, nos hemos paseado previamente por las hojas del padrón municipal de habitantes de Córdoba del año 1940, en las que aparecen quienes se hallaban alojados a pensión completa en los diferentes establecimientos penitenciarios de la capital cordobesa. Esa larga relación de castreños y espejeños desafectos al nuevo régimen, algunos fusilados ese mismo año en que fueron inscritos, la reservamos para otra ocasión.

11 mayo 2014

JUAN PÉREZ LÓPEZ "EL MAESTRO"




    En esta nueva entrada, que responde a ese nuestro particular empeño de rescatar del olvido a históricos militantes del anarcosindicalismo campesino de la población cordobesa de Castro del Río y sus contornos, nos detendremos en la figura de Juan Pérez López. En los padrones municipales de Castro del Río consultados aparecen dos individuos con igual nombre y apellidos, ambos jornaleros y de similar edad, por lo que omitimos fecha de nacimiento y de defunción, que desconocemos.
    Debió de iniciarse en el sindicalismo, como otros muchos, en el seno del Centro Instructivo de Obreros creado en mayo de 1910.
    En 1912 aparece su nombre entre una larga relación de sindicalistas castreños que aportan su modesta contribución económica para ayudar a los presos sometidos a proceso judicial por los “Sucesos de Cullera”.



    El ecijano Manuel Pérez y Pérez, tras fracasar en su intento de establecerse con una Escuela Racionalista en el segundo departamento de La Carlota en unión de su prima Ángeles Montesinos, inicia una gira de propaganda por la comarca sindicalista. El primero de noviembre de 1913 recala en Castro del Río donde se organiza un mitin y una velada en su local social. En ambos actos intervino Juan Pérez López:

    “Todos los oradores, después de propagar la acción directa y combatir a la farsa política, fueron muy aplaudidos por una concurrencia que escuchó con gran atención. Todos quedaron muy complacidos, asistiendo numerosas mujeres que salieron entusiasmadas al oir las sinceras palabras de los oradores que se condolieron sentidamente del estado de ignorancia y esclavitud en que se halla sumida la mujer en nuestros días para baldón y oprobio de los que tan poco se han interesado por el bien de la raza humana”

(De la crónica remitida por el propio Manuel Pérez a Tierra y Libertad)

    Durante el carnaval del año 1914, coincidiendo con las vísperas de las elecciones a diputados a Cortes, el carismático José Sánchez Rosa recala una vez en la villa de Castro del Río. En la noche del 23 de febrero celebra una velada en la sede del CIO-SOV y un acto de reafirmación sindical al día siguiente, en el que, como venía siendo costumbre, se terminaría solicitando a los poderes públicos la libertad de los detenidos y procesados por cuestiones sociales. Le precedieron en el uso de la palabra Francisco Cabello Jurado, natural de Herrera (Sevilla), organizador del sindicalismo campesino en aquella localidad, y  la joven argentina Isabel Hortensia Pereyra, recién llegada a Castro del Río junto a su compañero Salvador Cordón para hacerse cargo conjuntamente de su Escuela Racionalista. Entre el cada día más nutrido grupo de oradores locales que peroraron en aquel acto encontramos ya el nombre de Juan Pérez López, junto al de Antonio Pérez Rosa, Bartolomé Millán Millán, Antonio Camargo Algaba o Pedro Algaba Salido. 
    En 1915 se mueve en la órbita del activo Grupo Anarquista Alas de Castro del Río, constituido a instancias de Antonio Pérez Rosa y Salvador Cordón. Por informes de control policial practicados por la autoridad local conocemos que su nombre se hallaba entre quienes se reunían por las noches en el Centro Obrero con Antonio Loredo, que llegó algo enfermo, durante los días previos al acto “Pro-Presos de Cenicero” celebrado en junio de ese mismo año.
    Juan Díaz del Moral lo incluye entre la amplia nómina de literatos campesinos cuya firma solía aparecer estampada en los periódicos ácratas.
    Al estallar la conmoción del Trienio Bolchevista (1918-1920) participa activamente en las luchas del periodo, bien como integrante de la junta directiva del Centro Obrero o formando parte de las diferentes comisiones de huelga que se fueron sucediendo durante el mismo.


    Cuando a principios de 1919 una comisión del Instituto de Reformas Sociales recala por tierras cordobesas para elaborar un informe sobre “El problema agrario en la provincia de Córdoba”, Juan Pérez López, ocupaba la presidencia del Centro Obrero. La típica desconfianza hacía cualquier iniciativa que emanara del Estado determinaría una pronta, sucinta y educada respuesta:

    Excmo. Sr. Presidente del Instituto de Reformas Sociales.

    La presente tiene por objeto poner de relieve, categórica y escuetamente, la contestación al cuestionario que se nos envía, y que es como sigue: que nuestros principios son antagónicos a las cláusulas de dicho cuestionario, y que, por lo tanto, no nos podemos reconciliar; no podemos dar opiniones, absolutamente ninguna. Es cuanto tenemos que comunicar con respecto al mencionado cuestionario. Este su afectísimo servidor, el Presidente, Juan Pérez López.

    Castro del Rio a 14-2-1919.


     En noviembre de 1919 sería detenido y trasladado a la cárcel de Montilla junto a Dionisio Quintero y otros, por formar parte de la comisión de huelga planteada a la espera de un acuerdo sobre las bases por las que habían de regirse los trabajos de invierno.
     Entre los días 10 y 18 de diciembre de 1919, recién recuperada la libertad, asiste, formando parte de una numerosa delegación de la comarcal de Castro del Río, al II Congreso de la Confederación Nacional del Trabajo celebrado en el Teatro de la Comedia de Madrid. Fue él quien ostento la representación del CIO-SOV de Castro del Río, y no Dionisio Quintero como por error sosteníamos en la aproximación biográfica que le dedicamos. El castreño Fructuoso García Merino actúo como delegado de la S.O.V de Baena, Rafael Peña por la Sociedad de Agricultores de Espejo, Demófilo Villatoro por los Artesanos y Oficios Varios de Espejo, Tomas Martínez por la S.O. La Armonía de Bujalance, Juan Moyano por la S.O. La Luz de Cañete de las Torres, mientras que el veterano maestro espejeño Clodoaldo Gracía representaría al Centro Obrero de Fernán Núñez.

    En la primavera del año 1922 hace su primera incursión en la literatura de corte libertario. Un drama social, en cuatro actos y seis cuadros, que lleva por título "El Obice que mata", que al parecer contó con el patrocinio editorial del Centro Instructivo de Obreros:

Redención de Alcoy (14 de abril de 1922)

    No volvemos a tener noticias suyas hasta el año 1924. Durante el mes de diciembre de 1924 los obreros de Bujalance celebraron una velada teatral en el Salón Moderno, en la que un grupo de aficionados pusieron en escena un drama en cuatro actos, titulado “Recompensa a una traición” Según en el programa de mano “original del vecino actualmente de esta población y natural de Castro del Río, Juan Pérez López.
     La crónica remitida al diario la Voz por el corresponsal en la localidad, de alguna manera, viene  cuestionar estas voluntariosas manifestaciones de cultura proletaria:

   “En lo que se refiere al valor literario de la obra, no hemos de sentar nuestra opinión particular; ello sería desmentir los aplausos que prodigamos a la terminación de cada acto. Únicamente consignaremos estas palabras, de un espectador, cogidas al salir. ¿Qué se le puede pedir más? El pobre ha hecho lo que ha podido. Hay que aplaudir su buena fe…Estamos conformes. Y no añadimos ni una palabra más”.

    El resto de la crónica se lo dedica a elogiar a la primera actriz, "la linda y simpática señorita Conchita Puerto, que desempeño de manera admirable su papel". Destaca su participación en la interpretación de un cuplé en actitud de canzonetista: “Un cuplé ramplón, pero que al pasar por los labios de tan linda muchacha, se hizo hermoso y sentimental”.

(La Voz de Córdoba de 2 de diciembre de 1924)




   Por estas fechas le suponemos ya relacionado con la Escuela dependiente de la Sociedad de Oficios Varios “La Armonía” de Bujalance, cuya apertura había sido autorizada en vísperas del golpe de estado del general Primo de Rivera:


El Defensor de Córdoba (28 de junio de 1923)

    Contagiado de esa especial fiebre por la escritura despertada en los medios libertarios vería la luz un segundo folleto de su autoría: “Lo que puede el amor”. Publicado a mediados de los años veinte dentro de una colección de novelas y ensayos, de una extensión común de 32 páginas a 15 céntimos, titulada La Novela del Pueblo (Publicaciones Mundial -Talleres Gráficos Costa de Barcelona). Dentro de la misma aparecen trabajos de otras plumas relacionadas con el movimiento obrero anarquista cordobés: Dionysios (Antonio García Birlan), Salvador Cordón, Isabel Hortensia Pereyra, David Díaz o Antonio Verdú Suarez.





    De su labor callada al frente de la Escuela patrocinada por el Centro Obrero de Bujalance y de su afición por el teatro no volvemos a tener noticias hasta una vez proclamada la II República.



   Bujalance (semanario defensor de los intereses locales), en uno de sus primeros números le dedica un reportaje al Centro Obrero. Dentro del mismo encontramos una pequeña semblanza sobre nuestro protagonista:

    “Mi entrada en el Centro Obrero, produce cierta expectación. Voy solo. La animación es extraordinaria. Me miran. Estoy materialmente rodeado de campesinos, de obreros, de seres sencillos que se ganan la vida con el sudor de su trabajo. Muchos me conocen y me saludan respetuosamente. Inquiero si está Francisco Labrador, el Presidente y me contestan que lo están esperando de un momento a otro. Pregunto por el maestro, por el compañero y van a buscarlo. Me lo presentan.
    Juan Pérez López es un hombre que inspira confianza desde el primer instante. Afable, sencillo, modesto. Un hombre de vida ejemplar y admirable: un verdadero apóstol de la cruzada societaria y cultural. Charlamos. Charlamos del problema escolar, coincidiendo ambos en el abandono en que se encuentra en Bujalance por el poco interés de los padres y por la escandalosa movilidad de los niños que les impide una asistencia regular y metódica.
    Recorremos las dependencias del edificio. En el salón biblioteca, observo que el armario está casi vacío de libros. Buena señal. Señal de que hay afición a la lectura. En todas las habitaciones, mucho público de los gremios respectivos. Hablan, leen, discuten, pero con orden, sin gritos detonantes”.

    Termina con el ofrecimiento de las columnas de Bujalance al compañero Pérez, que agradecido, anuncia el envió inmediato de unas cuartillas.



   En Bujalance pasó lo mismo que en Castro del Río. El abstencionismo promovido desde las filas ácratas y el engrase de la tradicional maquinaria del caciquismo permitió que las elecciones municipales del 12 de abril las ganaran por mayoría los monárquicos. Los respectivos candidatos republicanos, que presidieron las comisiones gestoras provisionales tras el advenimiento de la República, no pudieron legitimar sus cargos hasta repetido el proceso electoral, en el que presumiblemente debieron de contar con el puntual apoyo del voto anarcosindicalista.
   Esa armónica convivencia entre el republicanismo político y los obreros de Bujalance, que aflora en la entrevista, duraría relativamente poco tiempo. Trabajos firmados por Juan Pérez López, Juan Pérez o Juan “a secas”, pese a su actitud crítica contra el régimen republicano, defendido por los patrocinadores y redactores del semanario, seguirían apareciendo entre sus páginas.
   Sirvan, como ejemplo, estas sencillas reflexiones incluidas dentro de una columna suya titulada Pensamientos:

  “La esclavitud en todas sus manifestaciones, constituye una de las mayores monstruosidades de nuestro mundo, pues mientras ésta persista, no habrá Paz en la Tierra, y menos aún, la tan cacareada Libertad, Igualdad y Fraternidad”.



    Durante los primeros meses del periodo republicano goza de gran prestigio en el seno de la S.O. La Armonía, aunque no formó parte nunca de las Juntas Directivas que se van sucediendo. Por sus dotes de oratoria su presencia era casi obligatoria en cuanto acto público o asamblea celebraba la sociedad.    
     Bajo la presidencia de Francisco Rodríguez Muñoz “Jubiles” y con la asistencia de unos 600 asociados, el 31 de marzo de 1931 se celebró una magna asamblea en la que Juan Pérez López “El Maestro” dio cuenta al auditorio de los acuerdos de los plenos comarcal y provincial celebrados en Sevilla días antes.
     Lleva la representación de “La Armonía” y la del C.O. de la vecina localidad de Cañete de las Torres al multitudinario Congreso Extraordinario de la Confederación Nacional del Trabajo, celebrado del 10 al 17 de junio de 1931 en el Teatro Conservatorio de Madrid.

   Atendiendo a una de las principales consignas que salieron de aquel congreso, la reactivación de la propaganda, en diciembre de 1931 visita la comarca sindicalista el veterano Mauro Bajatierra Morán, que interviene en actos organizados en Córdoba y Castro del Río.
   El celebrado en Córdoba (27 de diciembre), sirvió para inaugurar el nuevo domicilio social de los sindicatos afectos a la C.N.T, instalado en la calle Jesús María. Además de Bajatierra, se dieron cita en él Rafael Peña García y Emilio Calderón de la Confederación Regional Andaluza. Acudieron representantes de los diferentes pueblos de la provincia, entre los que se encontraba Juan Pérez López de Bujalance, que en su discurso dijo:
   
  “Que al hablar por primera vez en Córdoba, se alegraba de hacerlo en un local que antes fue antro de superstición y fanatismo, y que a partir de ahora va a estar dedicado a luchar por la humana emancipación”.


    En Castro del Río, Mauro Bajatierra se reencuentra con sus viejos camaradas, que tan bien lo habían acogido un año antes y con quienes trabajara mano a mano en tareas de reorganización. José Dios “El Decano”, que actuó como presidente del típico acto de afirmación sindical, fue concediendo sucesivamente la palabra a los compañeros Bartolomé Montilla Ruz, Luis Úbeda de Nueva Carteya, Redondo, Juan Pérez y Mauro.
    Juan Pérez López, que volvía a ejercer de tribuno ante sus paisanos, aprovechó para dirigirse a los obreros republicano-federales de Castro del Río, “que con tanta buena fe creyeron que la Republica iba a mejorar su situación de esclavos, e intenta  demostrarles, que si tiranizados estaban por la Monarquía despótica e inhumana de los Borbones, no menos explotados son ahora con esta República de Trabajadores”. Defiende su aserto, remitiéndoles a los hechos ocurridos recientemente en Bujalance, “donde la guardia civil ha empleado con los obreros campesinos el proceder más inquisitorial que imaginarse puedan los hombres de corazón generoso de esta desdichada tierra”.
    Se refiere a unos sangrientos sucesos acaecidos en Bujalance el 14 de noviembre de 1931, durante una huelga en la que el sindicato local se había mostrado remiso a la aceptación de los mecanismos oficiales de conciliación (Jurados Mixtos) implantados por la legislación republicana. Una reyerta navajera entre gitanos en la plaza pública, una concentración de indignación popular (motín) y una carga con disparos de la guardia civil, se saldó con un vecino muerto y cuatro heridos. Entre la versión oficial recogida por la prensa republicana y la del sentir obrero, introducida en contexto por Ildefonso Coca en un artículo publicado en El Luchador de Barcelona, se aprecian sustanciales diferencias.



    Después de este necesario inciso, retomemos la trayectoria de nuestro protagonista.
    En  junio de 1932, con escasa asistencia, se celebraba una reunión en Bujalance con la finalidad de dar los pasos oportunos para edificar un nuevo, moderno y espacioso teatro con el que cubrir las necesidades en materia de cultura de la población. Se conforma una comisión gestora y otra administradora para intentar llevar a buen puerto la iniciativa. Juan Pérez López, por su vocación cultural  y como representante del Centro Obrero, se integra dentro de las mismas.
    La iniciativa sería reformulada meses después como “Liceo Góngora”, sociedad que nacía con un marcado carácter cultural y que se proponía, entre otras cosas, la creación de una biblioteca pública y la construcción de un teatro o sala de actos. El nombre de Juan Pérez López aparece estampado junto al del alcalde Cristóbal Girón entre los componentes de la junta administradora.
   No volvemos a tener noticias de dicho Liceo. 
   En una asamblea celebrada en el mes de julio de 1932 es elegido para comparecer ante el Sr. Juez al objeto de intentar recabar la libertad de quienes se hallaban presos por su participación en la huelga iniciada en el mes de mayo. 


     El 1º de noviembre de 1932, la Sociedad de Oficios Varios “La Armonía”, que había acometido reformas en su local social, inauguraba un salón-teatro con capacidad para 700 espectadores (de enea). La apertura estuvo a cargo del Cuadro Artístico de la propia sociedad, que puso en escena un drama social en tres actos titulado “Los nuevos románticos”, original de Felipe López y Lázaro GarcíaLe siguió la representación un juguete cómico (¿Qué escándalo?) El aficionado y decorador Barchino leyó unos versos titulados ¡Pobre España! . Se remataba la función con un cántico dedicado “A los hermanos de la cuenca del Llobregat”. Juan Pérez López, maestro del Centro Obrero, actúo como director escénico. Entre el elenco artístico aparece un “José Pérez” que creemos debe ser su hijo.


    La crónica, publicada por semanario Bujalance, califica de magnífica la velada literario- artística celebrada y la considera precursora de un ciclo de otros muchos actos culturales venideros.  
    La desaparición de Bujalance, a principios de 1933, las frecuentes clausuras con motivo de las huelgas y la nula cobertura informativa, que los respectivos corresponsales locales de la prensa provincial le prestan a este tipo de iniciativas culturales, nos impide conocer nuevos detalles sobre la labor desarrollada en este espacio escénico de butacas de enea. En él se celebraron numerosos actos públicos y asambleas sindicales hasta que el Centro Obrero se viera afectado por un nuevo y largo periodo de clausura con motivo de "los sucesos revolucionarios” de diciembre de 1933.
     Sobre lo ocurrido durante aquellos convulsos días del mes de diciembre en Bujalance y sobre la presunta "aplicación de la ley de fugas" a Antonio Milla Salas y José Porcel Pulido, presidente y secretario de la S.O. “La Armonía”, refugiados y detenidos en la vecina localidad de Porcuna (Jaén), véanse los enlaces.   
     Para quienes se les pueda despertar la curiosidad les remitimos a dos trabajos: La II República en Bujalance (1931-1936) y Las luchas libertarias del campesinado.
    La editorial Plus Ultra, patrocinada por el grupo anarquista “Los Iguales” de Madrid y Mauro Bajatierra, publicó un folleto firmado por Juan del Pueblo (seudónimo de Bajatierra ?) , con el sugestivo título: “Los sucesos revolucionarios de Bujalance. Narración verídica y exacta de quienes fueron másque testigos. Una semana de revolución y un mes de barbarie gubernamental”.



     El dinero obtenido con su venta iba destinado sufragar los procesos judiciales del centenar largo de militantes obreros encerrados desde un principio en una hacinada cárcel de Bujalance.
    Entre ellos se encontraba Juan Pérez López “El maestro”. En prensa de tan dispar línea editorial como ABC (monárquico) o La Libertad (republicano) se le acusaba de hacer armas contra la fuerza pública y de impartir lecciones que se basaban en negar la existencia de Dios y de maltratar a los alumnos que no le hacían caso. Sus enseñanzas, basadas en los principios racionalistas de la Escuela Moderna propagados por Ferrer i Guardia, si eran puestas en práctica con consecuencia debían de alejarse bastante mucho de esa acusación de maltrato

   “Según Ferrer, la educación no puede ser dogmática ni basada en dogmas ni prejuicios, y debía aceptar los métodos de la ciencia, desterrando todo lo que no se puede demostrar por el método científico. La libertad era considerada un valor fundamental, se procuraba la igualdad de todos, niños y niñas, que ese educaban juntos, se rechazaba el espíritu competitivo y por lo tanto toda imposición, exámenes, premios y castigos”.

   Aunque en la práctica, la mayoría de estas escuelas terminaban pecando de dogmatismo o sectarismo, hemos de equipararlo al puesto en práctica por cualquier otro credo político o religioso en aquel contexto. Mientras que dese estos establecimientos se adoctrinaba sobre la libertad, la dignidad y se fomentaba una actitud de permanente rebeldía ante las injusticias sociales, desde otros, presididos por un Sagrado Corazón o un Crucificado, se apostaba por la resignación cristiana que permitía la armónica convivencia entre explotados y explotadores.
    En los carnavales de Castro del Río del año 1934 los sucesos de Bujalance y la detención de su paisano Juan Pérez afloran en las típicas letrillas:

En Bujalance la ira estalló.
Prenden a Juan Pérez y más de cien
¡Obreros alerta,
la ley de fugas los mató!

    Por la prensa conocemos que en enero de 1934 a Juan Pérez López y a otro individuo llamado Juan Castilla “El Sargento”, ambos detenidos el 16 de diciembre, les sería impuesta una multa por valor de 20.000 pesetas. Detenido y privado de los modestos ingresos, que durante diez años le proporcionaron el óbolo diario aportado por los alumnos que asistían a su escuela, desconocemos si pudo hacer frente a la sanción económica.
    Tras una larga instrucción, el Consejo de Guerra encargado de juzgar aquella causa se reunió por fin en Córdoba durante los primeros días de diciembre de 1935. Actuó de presidente el honorable Coronel de Artillería don Ciriaco Cascajo. Entre los vocales se hallaba el capitán Ramón Gallo Ruiberriz de Torres, hijo de Porcuna y primo hermano del capitán Gallo, sublevado en Jaca en 1930, que durante la República tuvo una calle rotulada con su nombre en Bujalance. El nombre de Juan Pérez no aparece entre quienes se sentaron en el banquillo. Es posible que con aquella sanción económica se le desvinculara definitivamente de la causa.
    No volvemos a tener noticias sobre él. Desconocemos si amedrentado o prisionero de sus propias dificultades económicas terminaría abandonando la militancia activa. Las mismas lagunas persisten con respecto a su devenir durante la guerra civil y sobre de qué manera pudo afectarle la posterior represión franquista. No le hemos encontrado en las listas de prisioneros o ajusticiados. Su nombre común dificulta la tarea. La única y última referencia que tenemos sobre él procede de un incierto y dudoso testimonio oral recabado en Castro del Río, que refiere que pudo eludir la represión fijando su residencia en un pueblo de la provincia de Córdoba o Sevilla, y que se ganó la vida profesionalmente como barbero. Como es posible que en la memoria de los actuales habitantes de Castro del Río y Bujalance, pudiera conservarse alguna referencia aislada sobre él, incluso hasta alguna muestra gráfica de su actividad docente y cultural, es por lo que invocamos la ayuda necesaria que nos permita completar este recorrido por su trayectoria vital.
    Juan Pérez  fue un sindicalista consecuente con una ideología tildada de insurreccional por los gobiernos y las gentes de orden de su época. De insurrectos y desafectos como él está muy necesitado el sindicalismo de nuestros días. 
    Hemos considerado oportuno terminar con un escrito suyo en el que se abordan cuestiones relacionadas con la truncada Reforma Agraria, una de las grandes sombras del periodo republicano. Está fechado en el verano de 1932, cuando ya empezaba a cundir el desanimo al respecto:

   “Es triste lo que sucede en el Congreso siempre que se ponen a discutir la Reforma Agraria; no parece que sea cosa que interese a la nación, y sin embargo, la tal Reforma, de seguro que es lo más interesante para nuestra economía y para la tranquilidad de los muchos que padecen por falta de trabajo. Está paralizada debido a la indecisión de muchos que saben que la tierra de la que disponen les debía ser arrebatada ya que desconocen el origen de su propiedad.
    La Reforma Agraria tiene tal importancia si se hace en la forma debida, sería la salvación de España, su tranquilidad y la única forma de solucionar el paro que nos mantiene en constante zozobra. Si no se hubiese hablado tanto de ella tal vez no se encontraran hoy sin cultivar muchos terrenos que lo están por la desconfianza de sus presentes propietarios; y si al hablar de ella, se hubiera acometido con la decisión necesaria, también se hubiese evitado que se propagase la idea del comunismo resultante del estado desesperado de la clase obrera, que se debate en la miseria creada por los propietarios al no labrar sus tierras con la intensidad y el cariño que lo hubieran hecho de no esperar tal Reforma. Tierras productivas hoy si se hubiese realizado con la prontitud que el caso requiere.
    Parece mentira que sean los representantes del pueblo quienes demuestren tan poco interés por cumplir aquel mandato olvidado  por el que fueron nombrados y que pasen tanto tiempo con discusiones estériles que a nada conducen”.


04 mayo 2014

TRAYECTORIA: DIONISIO QUINTERO GARRIDO (1888-1980).



    Nacido en Castro del Río (Córdoba) en el seno de una humilde familia de origen campesino. Como venía siendo costumbre, casi sin pasar por la escuela, a la temprana edad de siete años su padre lo envió a una cortijada a cuidar pavos, desfilando sucesivamente por categorías laborales como porquero, hatero, acomodado… hasta llegar a graduarse como gañán o jornalero.
    Su inquietud y ansias de aprender, le permitirán hacerse con el tiempo con una suficiente formación autodidacta: “Cuando emprendía la viajada agrícola siempre llevaba sus libros consigo y los ratos libres los dedicaba al estudio, alcanzando así una buena educación”.
    El entrecomillado pertenece a la correspondencia epistolar mantenida con su hijo, que nos ha resultado de gran ayuda para poder adentrarnos en su trayectoria vital.

    A finales de 1916, coincidiendo con la primera huelga planteada por el Centro Instructivo de Obreros- Sociedad de Oficios Varios de Castro del Río, inició su vida social dentro del mismo. Se destaca pronto por sus especiales dotes de oratoria.
    A finales de 1918, en pleno período de agitación obrera, se hará cargo de la Escuela del Centro en sustitución de Antonio Pérez Rosa, hasta entonces maestro y mentor de la organización obrera de Castro del Río, que por discrepancias internas, hartazgo o condicionamientos familiares terminaría abandonando aquel Centro Instructivo de Obreros en cuya gestación había participado directamente allá por el mes de mayo del año 1910.
    El progresivo peso que Dionisio va adquiriendo dentro del anarcosindicalismo castreño hemos podido constatarlo con documentación del A.H.M. Así, en julio de 1919 se persona ante el alcalde junto a José Dios Criado y Antonio Camargo Algaba, solicitando el levantamiento de la clausura a la que se hallaba sometido el Centro Obrero desde la turbulenta primavera de ese año. Su capacidad para la negociación fue decisiva para cerrar dignamente aquella huelga general declarada el 25 de mayo recurriendo a la transacción. La patronal terminaría aceptando unas bases, algo inferiores a las inicialmente propuestas, en un ambiente conciliador.

   Las bases de trabajo para la temporada de invierno llevaban, una vez más, la histórica demanda de abolición del trabajo a destajo. La no aceptación por parte de la patronal se traduce en una inmediata convocatoria de huelga planteada a principios de noviembre de 1919. Un largo conflicto en el que afloran las típicas coacciones de los huelguistas:

Diario de Córdoba (8 de noviembre de 1919)


     Un enfrenamiento aislado con la guardia civil se salda con un inmediato “procédase a la clausura del Centro Obrero y la detención de su junta directiva, comisión de huelga y maestro laico del mismo” dictado desde el gobierno civil. Algunos pudieron huir escondiéndose por los campos, mientras que otros, entre ellos Dionisio, fueron detenidos y trasladados a la prisión de Montilla.
   La máxima autoridad provincial envió a un delegado para que buscara una solución rápida. Algunas fuentes periodísticas hablan de una actitud inflexible por parte de la patronal que catalogan como "lock-out". El conflicto se prolonga, mayormente, debido a que, por hallarse presos los dirigentes, no había con quien pactar. Pese a que se instó a los obreros para que designaran una nueva comisión para negociar, no se presentó nadie, bien por solidaridad o por miedo a correr la misma suerte que sus compañeros detenidos. Trascurrido casi un mes de paro fueron los propios patronos quienes recomendaron al gobernador la libertad de sus interlocutores:


El Sol (3 de diciembre de 1919)
    La huelga se terminó al día siguiente al cerrarse el contrato de trabajo entre patronos y obreros. Algunas fuentes le atribuyen participación en la liberación y resolución final al diputado republicano federal por el distrito de Montilla, don Manuel Hilario Ayuso e Iglesias.
    Dionisio Quintero fue un hombre de gran sentido práctico, lejos de las veleidades revolucionarias que otros más exaltados exigían. Dialogante y conciliador, se convierte en el principal baluarte del sindicato en los numerosos conflictos laborales que se suceden durante el Trienio. 


    El notario e historiador de Bujalance don Juan Díaz del Moral, en su “Historia de las agitaciones campesinas andaluzas”, con el que llegó a colaborar aportando informaciones  y documentos, cuyo agradecimiento queda además reflejado en el prologo de la misma, recoge una noticia en la que se pone de manifiesto ese pragmatismo, sus especiales dotes de oratoria y persuasión. Se trata de un conflicto inmediatamente anterior en el tiempo al que le supuso la detención:

    “El 20 de septiembre empieza en Castro otra huelga, también ejemplar; fue la primera en la que el Centro Instructivo sufrió una derrota completa. Su planteamiento era absurdo: las labores no requerían ninguna operación urgente; la provincia estaba tranquila y en aquellos días pudieron concentrarse abundantes fuerzas de la Guardia Civil; los elementos directivos , que desde el principio se habían opuesto a ella, trataron de recabar la mediación del gobernador para lograr algo de lo pedido que encubriera el fracaso; pero no la consiguieron. Iban ya veinte días de paro, y era preciso, a todo trance, acabar; se estaban consumiendo de manera estéril las energías y los entusiasmos. Más ¿quién osaba confesar la derrota y proponer la sumisión a aquella hueste enardecida y ávida de pelea? Dionisio Quintero avanza a la tribuna y dice: ¡Compañeros¡ Cuando al recorrer un camino sobreviene la fatiga se sienta uno al borde, descansa . . ., y luego continua hasta llegar al final. Vamos a acabar la huelga. El argumento conquista hasta a los mas rebeldes: se reanuda el trabajo sin condiciones; el descanso del camino duró veinticinco días; el 4 de Noviembre la hueste emprendía otra vez la marcha hacia el final con más fe que nunca”.

    Autor de manifiestos y asiduo colaborador en la prensa obrera anarquista. Aunque no hemos encontrado su firma en publicaciones señeras como Tierra y Libertad o Solidaridad Obrera, según testimonios aportados por su propio hijo, solía publicar, además de con su propio nombre, con el seudónimo de Rotekin (su apellido a la inversa) para evitar represalias de imprenta y adornarse con esa impronta revolucionaria propia del periodo. Díaz del Moral recoge en su trabajo uno de sus manifiestos publicado tras la represión de mayo de 1919. Define su estilo como "conceptuoso a fuerza de agudizar la intención de las palabras y de torturar la sintaxis, pero rebosante de idealismo y con un matiz estoico, que despierta el recuerdo de nuestro padre Séneca":

   “Nuestro ideal - no te asombres de nuestros puntos a seguir - nuestras ideas no tienen límite. El camino de nuestras ideas es un puro sacrificio para la mayoría de la gente; pero para los que conocen el bien que prestan a la humanidad la vida de esos apóstoles es agradable, porque no es sólo alegría vivir una vida placentera cuando no se tiene sentimiento, no; es vivir también satisfactoriamente aun cuando se esté bajo una tortura continua e inquisitorial, si es que se está completamente convencido que el producto de la inmortalidad de nuestro criterio es recibir sin destemplación el golpe que quieran darnos los amedrentadores del orden y no arredrarse, aunque nos presenten la muerte de nuestro movimiento físico; más vale morir por defender la vida de todos los seres, que vivir como viven los parásitos de la raza humana, los explotadores del mundo, que matan millares de seres diarios por su sola personalidad".

   Poco a poco se iría desprendiendo de ese rebosante idealismo que aflora en el texto anterior, y se irá decantando por la línea estrictamente sindicalista que intentará imponer dentro del sindicato, no sin dificultades, al encontrar una fuerte oposición del sector anarquista puro encabezado por José Dios Criado.


   Su formación autodidacta y su progresivo prestigio entre los trabajadores de Castro del Río le resultaron suficientes para ponerse al frente de la Escuela del Centro Obrero a la marcha de Pérez Rosa. Por testimonios orales conocemos, que además de los textos de la Escuela Moderna adquiridos desde su puesta en marcha, ocupaban un lugar preferente en las estanterías de aquella escuela "La gramática del obrero" y "La aritmética del obrero" publicadas por José Sánchez Rosa.
     La fotografía que mostramos, en la que Dionisio aparece arropado y rodeado de un numeroso grupo de niños y niñas de diferentes niveles, es del año 1919. Esta tomada en  la sede social del Centro Obrero de la calle Colegio nº 15. Mutilada en la parte superior para protegerla de miradas inquisidoras. El retrato que preside la escuela debe ser el de Francisco Ferrer y Guardia o el de José Sánchez Rosa, que gozó de gran ascendencia y predicamento entre el proletariado castreño. En la pizarra debía de aparecer escrita alguna comprometedora máxima anarquista.


    
    En marzo de 1920 le tocará plantar batalla al emergente Sindicalismo Católico Agrario que terminaría implantándose provisionalmente en Castro del Río tras una campaña de propaganda encabezada por el padre jesuita Sisinio Nevares, bendecida por la patronal y desde el palacio episcopal. Llegó a retar a controversia al padre misionero durante un accidentado mitin de presentación celebrado en el Teatro Cervantes.
    Famoso por sus dotes de tribuno, es reclamado por los compañeros de la capital cordobesa para participar en un mitin societario organizado por la Sociedad de Oficios Varios en los locales de la Casa del Pueblo de la calle Santa Marta (25 de junio de 1920). Le acompañaron en el uso de la palabra los obreros José Ruiz Abarca, Ángel Garcés Granell (hermano de Bautista Garcés) y José Aguayo, entre otros: “Con buena asistencia, dentro de un orden absoluto, los conferenciantes abogaron por la unión del proletariado como única forma de conseguir las reivindicaciones obreras”.

    Durante los años de crisis de la C.N.T., posteriores al Trienio, Dionisio Quintero se convertirá en el máximo valedor dentro del Centro Obrero y defensor de los postulados sindicalistas que prevalecen en el seno de la Regional Andaluza.   
    A principios de julio de 1923 se celebra en los locales de la Casa del Pueblo de Córdoba (Santa Marta) una Asamblea de la Regional Andaluza de la CNT. Dionisio Quintero, una vez cerradas las negociaciones que ponían fin a la huelga de campesinos declarada en Castro del Río, asiste al citado cónclave regional en el que los dirigentes del comité regional habían puesto sus esperanzas de que sirviera para revitalizar la organización. Hombres como Paulino Diez Martín y Manuel Pérez Fernández figuran como responsables de tal cometido. Durante dos intensivas jornadas se discutieron numerosas ponencias. El espejeño Clodoaldo Gracia actuó como secretario de mesa durante una de las sesiones. Dionisio Quintero, delegado de Castro del Río, amparándose en la Ley de Asociaciones, solicitó la reapertura de varias entidades obreras que permanecían clausuradas en varios pueblos de la provincia. El tema sobre si ¿Convendría la implantación de un salario único para los campesinos durante los periodos de recolección?, propuesto por el delegado castreño, quedaría aparcado:

   “Como esto compete sólo a los campesinos y no estando representados en número suficiente, se acuerda que el comité regional de acuerdo con las federaciones comarcales de Jerez y Castro del Río, convoquen un congreso agrario para la discusión del problema”.

    Otra preocupación era el estado por el que atravesaba la enseñanza racionalista:

La Voz de Córdoba (9 de julio de 1923)
    Se aprobó la creación de una Normal de Maestros y para su sostenimiento se propone el aumento del sello a los confederados, así como la común apuesta por la continuidad de las enseñanzas racionalistas, dejándose libertad a las federaciones para encauzar la propaganda y organización de las escuelas, dotación de material y selección de los maestros.
    El delegado campesino de Castro del Río abrió el mitin de clausura atacando y fustigando las conciencias de los obreros cordobeses por su falta de organización. Le sucedieron como tribunos, Manuel Pérez Fernández (sindicato de la madera de Sevilla), José Ballesteros (agricultores de Jerez), José Alfaro (transportes de Sevilla) y Paulino Diez Martín (Secretario de la Regional de Andalucía y Extremadura) que abogó por el fin de la guerra que venía desarrollándose en Marruecos “osario de la juventud que tanta falta hace en el cultivo de los campos y en los hogares”, ataca y acusa a la patronal catalana por mantener pistoleros a sueldo para reprimir el movimiento obrero,  haciendo responsables de tal hecho a los gobiernos y a la izquierda parlamentaria por su silencio. Termina aconsejando la asociación como necesidad para que se derrumbe este régimen capitalista, fracasado completamente, y se implante el régimen libertario, más justo y humano.
    El final de su militancia sindical se produce sobre 1924 como consecuencia de sus discrepancias con el sector liderado por José Dios Criado. Durante la negociación de las bases para el verano apostó por aceptar las mejoras propuestas por la patronal y evitar la huelga, pues pensaba que no era el momento adecuado. Desde el otro sector, no conforme con la solución propuesta, se presentaron nuevas bases rechazadas automáticamente. Dionisio entró en nuevas negociaciones consiguiendo que la patronal las terminara aceptando, lo que provocaría el recelo y desconfianza entre sus propios compañeros del sindicato que empezaron a acusarle de traidor y de estar en connivencia con la patronal. Dolido, solo y desengañado presentaría su dimisión lo que supondría su salida definitiva del sindicalismo.


     Estos extremos proceden del testimonio que nos trasmitió su único hijo varón en su día. Según él, Dionisio tenía asumido que esto podía ocurrir en cualquier momento Hacía tiempo que había adquirido una máquina fotográfica, pensando que cualquier día pudiera hacerle falta, como así fue. En 1926 deja la casa de alquiler en la que vivía en la calle Casas Altas y se traslada con su familia a Martos (Jaén) donde monta un pequeño estudio fotográfico y se hace cargo de la corresponsalía de ampliaciones fotográficas por toda la comarca (Torredonjimeno, Fuensanta, Higuera de Calatrava, Santiago de Calatrava, Porcuna…). Su trabajo consistía en captar la instantánea, que era remitida con posterioridad a unos talleres sevillanos donde se ampliaba y se le aplicaban efectos de retoque y coloreado. Sin lugar a dudas debe de tratarse del negocio que sobre el año 1916 montaron en Sevilla los veteranos anarquistas Antonio Ojeda y Francisco González Sola, que refiere Díaz del Moral
    Estamos ante un caso más de líder sindicalista campesino, que al dejar la militancia activa, discriminado por la patronal e incomprendido o rechazado por sus antiguos compañeros, no le queda otra salida que la emigración para intentar reorganizar su vida en otro lugar con mejor o peor suerte. Es el mismo caso de granados militantes como Benito Cordobés y Antonio Pérez Rosa, ambos retirados de la vida societaria al estallar la conmoción de 1918, y que en 1920 se instalan en la capital cordobesa con un negocio de ampliaciones fotográficas, que se desvaneció pronto ante la numerosa competencia. Díaz del Moral dice en nota:

    “La sugestión ante el éxito alcanzado por Antonio Ojeda con su taller y la facilidad del aprendizaje de las ampliaciones, el escaso capital que se necesita para la industria y las extensas relaciones adquiridas por todos los pueblos, con ocasión de los propagandas, decidían a casi todos a seguir los pasos de Ojeda”.

   No hemos encontrado publicidad de los talleres sevillanos de Antonio Ojeda, aunque sí de su socio granadino Francisco González Sola, que tras romper con la primitiva sociedad, se instalo por su cuenta en Canarias:


    El hijo de Dionisio Quintero nos ha trasmitido una anécdota, ubicada en torno al año 1930, que nos puede servir para hacernos una idea de la vida un tanto complicada y azarosa que van a arrastrar estos antiguos apóstoles de las masas:

     Frente a su estudio fotográfico en Martos vivía una señora mayor, de buena posición económica, cuyas nueras rivalizaban en agasajos hacia ella para obtener sus favores, seguramente pensando en una inmediata herencia. Una de ellas le encargó una ampliación fotográfica coloreada de su suegra para lucirla en un lugar principal de su domicilio. Enterada la cuñada, acudió de inmediato al fotógrafo con el mismo propósito, aunque ponía como condición la obtención primera.
    Éste le hizo saber que era materialmente imposible pues ya había sido remitida a los talleres y posiblemente viniera de camino. Pero ante la insistencia de esta mujer y un tanto esclavo de sus dificultades financieras, Dionisio, que atesoraba unas especiales dotes pictóricas, le propuso sacarle un retrato a carboncillo que su clienta terminaría aceptando. 
    Una vez recibido el encargo fotográfico original se lo hizo llegar a su cliente, quien complaciente lo recogió, pero se excuso a la hora de pagar alegando que no disponía de efectivo en aquel instante. 


   Pasaban los días, y cada vez que intentaba cobrar esgrimía los mismos argumentos. Hasta que agotada su paciencia, un día, aprovechándose de que la puerta de su casa estaba abierta, se introdujo en ella para sustraérsela. El asunto se complicaría considerablemente al ser denunciado por allanamiento de morada y robo. Además se le acusaba de la desaparición de 1.000 pesetas que la señora decía tener escondidas en el cuadro de la foto. Seria procesado por el Juzgado y se le aplicó un arresto domiciliario, con el consiguiente perjuicio para Dionisio, impedido para atender sus corresponsalías en los pueblos limítrofes.
    Conocedor de la amistad personal de la denunciante con el señor Juez  y temeroso de que el asunto pudiera complicarse, le escribió una carta explicándole el caso al abogado don José Fernández Jiménez, aquel que fuera Diputado Liberal por el Distrito de Montilla, quien se hallaba unido a Castro  por lazos de clientelismo político (Fernandistas), familiares (consuegro de don Francisco Algaba Luque) y profesionales (tenia prestigio y una importante clientela entre los castreños). Muy posiblemente se conocieran de sus años de militancia sindical. Una carta dirigida al señor Juez sería suficiente para que el caso se archivara y Dionisio pudiera cobrar por fin su trabajo.


     Al proclamarse la República el 14 de Abril de 1931 no duda en regresar a su pueblo, confiado en que el nuevo estado de cosas le podría resultar favorable.
    Una vez en Castro recibiría la invitación de José Dios de reingresar en el sindicato, la cual rechazo, enfocando su nueva vida al margen de cualquier actividad política o sindical. El ambicioso proyecto de reforma del sistema educativo acometido por la II República le iba a permitir reencontrarse con su tarea docente y solucionar sus problemas económicos. Se intentó atajar el analfabetismo de las zonas rurales mediante el aumento de unidades de párvulos y primaria, pero ante la escasez de maestros y la necesidad urgente de proveer dichas plazas, mediante la convocatoria de cursillos de selección profesional fueron habilitados provisionalmente como auxiliares algunos  maestros sin título. Es el caso de Dionisio Quintero y Miguel Berral Navarro, con el tiempo Alcalde Presidente de la efímera gestora frente populista de marzo del 1936. Regentó una Escuela ubicada en la calle Hospital nº 3, que en la década de los noventa, cuando iniciamos este recorrido por su biografía, todavía recordaban con nostalgia y cariño algunos de quienes fueron sus alumnos. Complementaba sus ingresos con la actividad de la fotografía, que no abandono del todo.

    El estallido de la Guerra Civil, al igual que a otros muchos españoles, truncaría sus expectativas de vida. Al ser tomada Castro por las fuerzas nacionales en septiembre del 1936 se dirigió con su familia hacia la zona de Jaén, y tras un largo peregrinaje por diferentes localidades se asentarían en el pueblo serrano de Quesada.


    Los dirigentes del comité local, al conocer sobre sus aptitudes, le facilitaron vivienda en la "Casa del Pueblo" invadiéndole a participar en la organización de una colectividad campesina mixta UGT-CNT que permitiera explotar y beneficiarse de las tierras incautadas y abandonadas, y de cuyo consejo obrero rector formó parte, además de llevar la contabilidad de la misma y dar lecciones a los hijos de los colectivistas. Parece ser que un tanto coaccionado llegaría a afiliarse nuevamente a la CNT:

   "Cuando se enteraron los dirigentes del sindicato de Castro que mi padre estaba en el pueblo de Quesada fueron a obligarlo a que se afiliara si quería conservar el cargo que le habían dado. Ante tal presión y mirando el bien de su familia y el suyo tuvo que claudicar para que lo dejaran tranquilo".

   En 1937, cuando se crea esta colectividad de Quesada, el Secretario de la Regional Andaluza de la CNT era precisamente un castreño, Bartolomé Montilla Ruz. Las centrales sindicales y algún partido político como el PCE se hallaban enfrascadas en una dura pugna por controlar el movimiento colectivista de la zona republicana.

La Trilla (acuarela de Rafael Zabaleta)


    Dionisio Quintero (hijo), que con anterioridad al 18 de julio de 1936 había pertenecido al gremio de zapateros de de la SOV-CIO de Castro del Río, en la que llegó a desempeñar cargos directivos, terminaría afiliándose a las JSU y a la UGT de la provincia vecina, en la que permaneció refugiado hasta enrolarse en la 24 Brigada Mixta.


    
    Al acabar la guerra serían detenidos todos los colectivistas, dándose la orden de que  los refugiados se presentasen en sus respectivas poblaciones de origen. Una vez en Castro, Dionisio sería detenido e inmediatamente puesto en libertad por no existir cargos contra él.
     Los difíciles años de posguerra los pasaría en Castro obteniendo su sustento mediante los modestos ingresos que le proporcionaban las clases particulares a domicilio y la fotografía, insuficientes para atender las necesidades de su familia. Dos de sus hijas, Salud y Josefa, se colocaron en Córdoba como criadas de doña Amalia Cuesta Tristell, viuda del labrador, natural de Castro del Río, Joaquín Pérez Mármol.
    Se conserva en el archivo histórico municipal un curioso expediente que nos informa sobre la intención de las autoridades locales del primer franquismo de regular y poner control sobre este tipo de enseñanzas en manos de maestros privados, muchos con antecedentes de militancia  política o sindical. Curiosamente entre los alumnos a los que impartía clases Dionisio se hallaban los hijos de la dotación local de la guardia civil  
    Cuando en 1947, Francisco Franco llama por primera vez  a los españoles a las urnas para que apoyaran la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, Dionisio, en una mezcla de ingenuidad y rebeldía acudió a votar justo cuando estaban cerrando el colegio electoraL; un miembro de la mesa grabo en sus ojos su papeleta que fue la primera en ser leída al abrirse la urna, encontrándose en ella el esperado NO. Este hecho le acarrearía serias dificultades, por lo que casi se ve obligado a trasladar su residencia a Córdoba a finales de los años 40.Vivirá durante un tiempo en Córdoba de la fotografía, hasta que al jubilarse es reclamado por sus hijos que habían emigrado a Santa Coloma de Gramanet (Barcelona) donde deja de existir en 1980 a los 92 años de edad.


Dionisio Quintero Bello
  Este trabajo está más o menos perfilado desde finales de la década de los 90 del pasado siglo. La generosa colaboración prestada por su hijo Dionisio Quintero Bello (testimonios y fotografía) la pretendíamos corresponder con la publicación de un artículo que sirviera para rescatar a su padre del olvido. Razones varias lo hicieron inviable en vida de este buen hombre, que heredó de su progenitor la afición por el dibujo y la pintura. Sirva pues como homenaje tardío a la memoria de ambos. D. Q. B. falleció en Santa Coloma de Gramanet en abril del año 2002.