Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

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12 mayo 2012

Un caso de Mudez Extraordinaria (por Bartolomé José Gallardo)


     Los aproximadamente cuatro años (1827-1831) que Bartolomé José Gallardo pasó desterrado en la villa cordobesa de Castro del Río no terminaron de afectar del todo a su habitual intensidad investigadora y literaria. Su debilidad por la letra impresa pudo satisfacerla, a medias, con los fondos de la librería del Convento del Carmen con cuyos moradores trabó amistad hasta el punto de ser considerado casi un miembro más de aquella comunidad de frailes de la que era vecino.
     Para superar el aislamiento, poder acceder a otros libros de los que eran de su curiosidad y dar salida a sus escritos, se sirvió de la profusa correspondencia mantenida con amigos de las letras diseminados por diferentes lugares de la geografía nacional. Para evitar que sus cartas y pedidos fueran interceptados por los absolutistas, que lo tenían sometido a un estrecho marcaje, contó con la colaboración de algunos castreños que supieron favorecerle en la medida de sus posibilidades.
    Sobre el especial trato que le dispensaron las fuerzas realistas comandadas por Lorenzo A. Calderón y Espada ya nos hemos detenido en anteriores ocasiones, aunque su correspondencia no deja de depararnos sorpresas sobre su particular ironía al respecto: 

    “Fui tataradesterrado a esta insigne villa de Castro del Río. Desde aqí al zielo; a donde cuando de aqí salga, me podré ir vestido y calzado, seguro de no tener que purgar…
    Suponiendo a V. ya instruido por pública voz i fama de los que en aquel punto crudo me asaltaron allí, i de lo que aqí he pasado (e ancor si muove); i por no desmentir a renglón seguido con mi dicho mi hecho, no se los cuento aqi todos ze por be.
    Así en vez de andar-me en oziosos jemidicos y lloramicos será mejor hablar de nuestras dulces Camenas”.

                   Castro del Río: 28 de septiembre de 1828

Cartas inéditas de don Bartolomé José Gallardo a don Manuel Torriglia (1824-1833) 


    Una de las personas que le prestaron ayuda fue don José García Criado, administrador de la estafeta de correos de Castro del Río (Plaza Real nº 2) encargado de recibir y dar salida a sus fajas de correo ordinario. También constan cartas recibidas a nombre de Pedro Ruiz Bujalanze (posiblemente su casero).
     Para envíos y recepciones más voluminosas (paquetes) contó con la colaboración de una serie de comerciantes locales, que comulgaban con las ideas liberales, que pusieron a su disposición su red de cosarios y arrieros para traer y llevar.

El arriero (Semanario Pintoresco Español)
 
    Es el caso del banquero y comerciante Antonio del Río García, a quien Gallardo  supo corresponder sus favores mediando en una estafa perpetrada por un joven liberal malagueño desterrado en Castro del Río durante unos meses:

    Habían mandado acá desterrado a un niño de Málaga llamado don Miguel Morales. Este tal don Miguel, que haze bueno al diablo qe su santo tiene a los pies, en unos tres meses que ha errado en este valle de lágrimas, ha desplegado una tan picaña travesura, que mal año para Lazarillo, Guzmán, Jil- Blas i todos los más pintados héroes de la picaresca, incluso el famoso Cordobés P. de Urdemalas.
     De sus travesuras se podía sacar historia, y de sus trapezeos i embelecos un libro tamaño como el Flos-sanctorum. En ese poco tiempo se ha dado maña para emparentar aquí con casi todo el lugar, y siempre con rasgos a la heroica. De hazañas suyas se podrían contar a porrillo. Pero no quiero contar a V. sino una que a mi me tañe a toca teja.
    Uno de los incautos a quienes ha prometido oros y moros es un don Antonio del Río, del comercio de esta plaza, el cual sin más qe algún conocimiento de oídas de un hermano de tal, le ha adelantado en vezes sobre unos mil reales. Hubo de apuntar el don Miguel a pagarle la buena obra con una letra de tres mil contra dicho hermano, para Río se reintegrase de los mrs. qe le tenía adelantados, i retuviese el resto para írsele suministrando. En efecto se jira la letra que es protestada.

 
    Viéndose así  chasqeado Río trata de demandarle en Justizia. Atravieso-me yo y consigo parar-le el golpe: me aboco al punto con el Morales, me da su palabra de honor de pagar sin dar lugar al escándalo qe amenazaba, i por fin al día adiado qedamos en qe ayer mañana de su mano a la mía me entregaría los dichos reales, yo le entregaría su rezibo, y pelitos a la mar. Más para servir a V. la noche de antes las afufó como el Barón de Illescas.
     La Pol. le busca, y no será mucho qe le encuentre porque a él no es difícil encontrar-le las guaridas: pero (¡la Magdalena le guie!) yo lo qe qisiera es qe Rio encontrase sus tantos de pico, aunqe el don Miguel de feliz recordación no le encuentre en días de Dios la Po. ni la Pu… (¡tenga-me Dios de su mano!).
     Ayúdenos V. algo a esto.

    Despues de este curioso y necesario prolegómeno sobre su correspondencia epistolar entraremos en materia. Nos centraremos en unos artículos escritos por Gallardo en Castro del Río, que por las vías ya mencionadas, llegaron hasta las redacciones de varios periódicos donde fueron publicados.
    “Mudez extraordinaria”, remitido desde Castro del Río, fue publicado por entregas en el Diario Mercantil de Cádiz. La primera parte (sin firma) vio la luz en el nº 4.532 (29 de diciembre de 1828). También sin firma consiguió infiltrarla en la Gaceta de Madrid (nº 4 de 8 de enero de 1829) dirigida por un hombre de confianza del monarca Fernando VII, el periodista y juez conservador natural de Espejo (Córdoba), don Pedro de la Hoz (sobrino del superintendente de policía). Advertido éste, del nombre de su autor y procedencia, la segunda parte no sería publicada. Si finalmente en el Diario Mercantil de Cádiz, aunque casi un año después que la primera, acompañado de una discreta firma con sus iniciales (B.J.G) al final.


    En estos artículos, que carecen de la componenda irónica o crítica habitual en su pluma, informa sobre un caso de mudez extraordinaria de la que resulto afectada una vecina de Castro del Río y del que fue testigo presencial.


MUDEZ EXTRAORDINARIA
Artículo 1º

     Un fenómeno de filosofía médica muy singular ofrece actualmente la villa de Castro del Río a la contemplación de los más curiosos fisiólogos y terapeutas. Ana Rincón, joven de 20 años, uno y medio de matrimonio, del cual no ha llegado a colmar fruto, malogrados en ciernes dos; su temperamento sanguino; genio pronto y festivo. En la madrugada del 11 de Diciembre corriente, al romper a hablar a su esposo, se sintió trabada la lengua, libre y expedito el uso de los demás órganos.
     Muda así, llamaron al facultativo, el cual recetó luego una sangría; repitióse a las 4 de la tarde; y a poco después recobró la paciente el habla; pero le duró poco.
     Nueva mudez hasta cosa de la media noche que se le destrabó la lengua por otro breve rato.
     El viernes 12 a las 3 de la tarde volvió a recobrar la palabra, que tuvo expedita hasta que volvió a perderla hacía la misma hora que la recobró la noche anterior.
     Enmudece luego, y al cabo de dos horas recobra la voz, de cuyo beneficio ha disfrutado todo el sábado, en cuya tarde le ha hablado el que esto escribe.
     A las 5 de la mañana de hoy 14 ha vuelto a enmudecer, y continúa muda ahora que son las seis de la tarde.
     La paciente asegura no haber tenido ningún motivo de disgusto, ni placer extraordinario.

     (La parte final, donde hace gala de su habitual erudición bibliográfica, nos la saltamos, de momento, para no perder el hilo narrativo).

Artículo 2º

“Como de esas dicen nones,
que luego paran en pares”

    En este conceptuoso equívoco de uno de nuestros más agudos ingenios cómicos se cifra la explicación de la oyente-muda de Castro el Río, que anunciamos a fines del año próximo pasado. Nunca me prometí yo encontrar la causa en otra parte, que en lo más recóndito de los misterios del que es misterio de misterios en la ciencia de la salud y de la vida: la concepción. Con esa idea tiré desde luego varias indirectas, de que la paciente siempre se me hizo desentendida; y aunque a lo último la interrogué más a las derechas, ella siempre me dijo que no: mas
“Como ésas dijeron nones…”

    El tiempo, gran descubridor de verdades, nos ha declarado ya del sí y del no de este caso, la muda ya no lo está; esta si (¡Dios loado!) en lo que honestamente llamamos meses mayores.
    En las ocasiones varias que yo hablé a los menores, ya muda, ya parlante (que a fe que tiene muy lindo pico) procuré informarme hasta de las circunstancias más menudas de su mudez; y entre ellas se me hicieron más de notar las siguientes.
    Muda, tenía enverada la lengua, pero libre y expedito el sentido para la distinción de los sabores. Esta circunstancia no envuelve, a mí entender, gran misterio: los finos Anatomistas distinguen entre nervios de la lengua, unos destinados al sentido, y otros al mero movimiento. Este último misterio parece desempeña el nervio que llaman hipo-gloso; y el del gusto, según doctrina corriente en buena Fisiología, el nervio maxilar bajero.
   Es también de notar que la paciente, aunque podía menear la lengua, de entre los inextricables movimientos que encierra el mecanismo primoroso de este órgano, estaba embargada de algunos: pues pudiendo sacar y aguzar la lengua, nunca pudo levantarla. De aquí sin duda la mudez, por impedimento de algunas del cadejo del de fibras del músculo estilo-gloso y de un nervio correspondiente. (Sobre ello discurran los Fisiólogos: yo no paso de mero aficionado).


    El caso curioso de la muda de Castro del Río, muy bien escrito y argumentado, es un mero pretexto utilizado por Gallardo para entrar en materia de su especialidad: el libro raro y curioso.
    Tanto en la primera parte del artículo, y profusamente en la segunda, se ocupa de la historia del arte de enseñar a hablar a los sordomudos, según él invención genuinamente española, encontrando en la  tradición literaria ejemplos cercanos:

    “Es cosa digna de atención el amago de mudez que hay en este pueblo y algunos de su circunferencia. En Montilla hubo en su tiempo un mudo ilustre, no sólo por su cuna, sino por ser uno de los primeros que aprendió a hablar por arte”.


     Cita la obra de Ramírez Carrión, maestro de Alonso Fernández de Córdoba “El Mudo” (V Marqués de Priego), aquel que cuando era chiquito fue traído expresamente desde Montilla hasta Castro del Río por la marquesa madre para que una beata carmelita moza obrara el milagro de curarle.
    Prosigue con un repaso por otros escritores que también se ocuparon del tema como Juan Pablo Bonet, autor de “Letras y Arte para enseñar a hablar a los mudos”, editado en Madrid en 1620, cuya portada mostramos en la cabecera, Fray Pedro Ponce de León o el Dr. Luzuriaga.
     Otros artículos de Bartolomé José Gallardo, relacionados con Castro del Río y su afición por la Arqueología y antigüedades, nos esperan en futuras entradas.


02 noviembre 2011

A Zelinda (Preso y ausente). Castro del Río 1829 (B.J. Gallardo).


Autor: Federico de Madrazo y Kuntz
    Aunque los críticos y estudiosos de la literatura española coinciden en calificar el poema Blanca Flor, compuesto y fechado en Castro del Río en 1828,  como, tal vez, la más acertada y feliz de las composiciones poéticas de B.J. Gallardo, este segundo poema, también gestado a orillas del Guadajoz (1829), “A Zelinda: Preso y Ausente”, ha pasado quizá más desapercibido, sin desmerecer al primero,  por no aparecer recogido en antología poética alguna.
    Ángel González Palencia incluye Blanca Flor entre “Las mejores poesías románticas de la lengua castellana”, y es éste mismo autor quien le otorga el calificativo a Gallardo de precursor del romanticismo poético en España.
    Como no es mi propósito el de ejercer de crítico literario, os remito a un enlace sobre lo que diferentes autores han escrito y opinado de Bartolomé José Gallardo poeta.
   Otro famoso poema suyo es el titulado “El dominus tecum, o la beata y el fraile” (este no concebido en Castro) que se incluye dentro de una Antología de la poesía erótica española e hispanoamericana (todo un derroche de ingenio).
    Hace ya mucho tiempo que soy conocedor del destierro en tierras cordobesas de Don Bartolo. A medida que fui descubriendo  pasajes sobre sus venturas y desventuras, fue creciendo mi curiosidad por la vida y obra de este peculiar personaje, que se destacó en aquella convulsa España del XIX, con una capacidad de trabajo y una talla intelectual muy por encima de lo común.
     El descubrimiento y lectura de esas redondillas octosílabas de  “A Zelinda” en las páginas del Semanario Pintoresco Español (HD-BNE), me ha permitido percibir el reflejo de sus padecimientos, y hasta me han despertado cierta sensibilidad por la lírica de la que creía estar desprovisto. Nunca es tarde, si la dicha es buena.
    Estrofas como la de "Entre garamantas fieros", que me sirvió para titular la entrada que dediqué a  sus años de confinamiento en Castro del Río:

   Ausente, y en tierra ajena
sin la luz de tus luceros,
entre garamantas fieros
arrastro dura cadena.

    O este segunda redondilla (cuatro versos octosílabos de arte menor), donde también casi se palpa su mala fortuna entre los moradores de “Castro Leal del Río”,  propiciada “no por la gente de gallaruza, la de corbata es la mala”, y culpable de haberme incitado a adentrarme en la vida de aquel célebre Comandante Realista Calderón, que cuando los gobiernos le fueron propicios, debió de actuar como un auténtico y feroz “verduguillo de la campiña” :

    Más aquí ¿qué ven mis ojos,
sino sombra y soledad,
horror en vez de beldad,
 y en vez de contentos enojos?

   El número 95 (1853) del Semanario Pintoresco Español incluye, justo debajo del poema, un retrato cómico-caricaturesco intitulado “Autopsia del cerebro de un pescador de caña”, que aunque obviamente no rotulan con su nombre, por su nariz pronunciada, sus rasgos exagerados y feos, y ese sibilino juego de palabras pescador/pecador cerebral, bien pudiera buscar como destinatario a  Gallardete, a quien no le faltaban enemigos ni después de muerto.


"Autopsia del cerebro de un pescador de caña"


    El joven cordobés Francisco de Borja Pavón, durante su estancia en la capital del reino como estudiante de farmacia, por su afición a las letras, y recomendado por el común amigo Luis María Ramírez , conocerá y visitará asiduamente a Bartolomé José Gallardo, ya instalado en Madrid, al cesar las persecuciones contra los liberales con la muerte del monarca absolutista. De sus anotaciones, hemos sacado algunas de sus impresiones sobre nuestro protagonista que reinciden en esa fealdad que le atribuían sus antagonistas:

    “Nada benevolente, ni fácil en el trato; bibliófilo y crítico mordaz; erudito y eminente hablista. Es el rostro de Gallardo rugoso y feo; su persona, delgada y de mediana estatura, su conversación salpicada de chistes, cuentos, diatribas y noticias literarias y bibliográficas”.


( Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Año X. Abril - Mayo de 1906. Números 4 y 5. Ángel M. de Barcia / D. Francisco de Borja Pavón: traducciones de poetas latinos. Contiene numerosas anotaciones de Francisco de Borja sobre sus visitas en Madrid a Bartolomé José Gallardo).

     Entramos ya de lleno con el poema prometido:



         A ZELINDA
           Preso y ausente
              Romance
    Ausente, y en tierra ajena
sin la luz de tus luceros,
entre garamantas fieros
arrastro dura cadena,
    Y el alma en ti, bien que adoro,
cantando engaño mis penas,
como al son de sus cadenas
el cautivo en grillos de oro.
    Tiempo fue (¡Tiempo dichoso!)
cuando libre y prosperado,
gozando ufano a tu lado,
viví en plácido reposo.
    Otra aura no respiraba
que la que tu respiraste:
luz que tu no reflejaste
mis ojos nunca alumbraba.
    Como en espejo brillante
en tus ojos me veía,
y  en ellos tu amor leía.
cual ellos mi fe constante.
    Mas aquí ¿qué ven mis ojos,
sino sombra y soledad,
horror en vez de beldad,
 y en vez de contentos enojos?
    Perdido tan gran tesoro,
no hay bien que mi mal no aumente:
te adoro como presente,
y como ausente te lloro.
    La imaginación celosa
te me retrata en mil modos,
para mi tormento todos
y de todos siempre hermosa.

    Ya con labio encantador
cautivas las atenciones;
ya robando corazones
rindes y matas de amor
    Ya, penosa y fugitiva
a la margen de la fuente,
disertas al son bullente
de su plata fugitiva .
    ¡Oh momento crudo y fiero
de la triste despedida!
de allí no perder la vida,
de mil y mil muertes muero.
    Fijo en mi alma clavado
tengo aquel ¡ay! lastimero
que tras el adiós postrero
bebí de tu labio helado.
    Aun, en lágrimas deshecho,
parece que repetidos
oigo el son en mis oídos
y el eco en el hondo pecho.
    De tu afecto y tus enojos
para tierna y fiel señal
me dejaste en tu cendal
una perla de tus ojos:
    Que, lloradas de pasión,
anegan con pena esquiva
lagrimas de sangre viva
que arranco del corazón.
    Tal a fuentecilla pobre.
si preciosa en sus cristales,
ahogan en sus raudales
las hondas del mar salobre.
    Hundióme la dura ausencia
en un negro calabozo
cuando me arrebató el gozo
de tu divina presencia.
    Llorando me halla la aurora,
llorando me deja el sol,
cuando su grato arrebol
las nubes apenas dora.
    Y ya hubiera fallecido
a no alentarme el tener
esperanza de volver
a verme a tu cuello asido.
    En tanto, de angustias ciega
se consume el alma mía:
un día alcanza a otro día,
y el de mis dichas no llega.
    ¡Ay! ¡cuando querrán los cielos
que goce en eternos lazos
el regalo de tus brazos
y la luz de tus ojuelos!



BARTOLOME JOSÉ GALLARDO
(Copia sacada de un original escrito y firmado por el autor)
Castro el Río 1829.

01 noviembre 2011

Lorenzo Antonio Calderón y Espada: Comandante del Cuerpo de Voluntarios RR. de Castro del Río y Hacendado (1792-185?)




    Comienzo esta nueva entrada de la que es protagonista el Comandante de los Voluntarios Realistas de Castro del Río durante la Ominosa Década (1823-1833), don Lorenzo Antonio Calderón, de la misma manera que terminara la dedicada a los años de residencia forzada de Bartolomé José Gallardo en esta villa, quién tuvo que sufrir estoicamente las humillaciones  que constantemente le propinaba aquel. Nuevamente recurro a esas primeras estrofas de “A Zelinda, preso y ausente”, en las que Gallardo se lamenta de la ausencia de su amada, magnificando su propio llanto:


     El poema completo, publicado por primera vez en el Semanario Pintoresco Español (1853) e inédito en la red (para el copia y pega divulgativo), debido a su considerable extensión, lo meteré con posterioridad en comentarios o entrada aparte. Los impacientes pueden visualizarlo en formato pdf en el enlace que incluyo.

     Don Lorenzo Antonio  Calderón y Espada había nacido en Priego (Córdoba) el 10 de diciembre de 1792. Se hace castreño, cuando su padre don José Calderón y Jaramillo de naturaleza extremeña (Zafra), que había sido con anterioridad Corregidor de Priego y abogado de lo Reales Consejos, traslada su residencia a orillas del Guadajoz  nombrado para ejercer el cargo de Corregidor de esta villa. En el padrón de habitantes  de Castro de Río del año 1809 consta como hijosdalgo viudo, que vive con su hijo Lorenzo Antonio de 16 años.
     Lorenzo Antonio terminará echando raíces en esta villa cordobesa al contraer matrimonio con la castreña de linajuda familia, Francisca de Paula Corral Mazuelo (n. 1793) el 25 de julio de 1812. En el padrón 1820 aparece como Hacendado con 27 años, con vivienda en la calle Ancha. En informaciones testamentarias se mencionan a 10 hijos naturales de este matrimonio como herederos (José, Joaquín, Mª Paz, Lorenzo, Rafael, Mª Concepción, Federico, Luis, Fernando y Serafín).
     A la altura de 1820 era ya el mayor hacendado vecino con 504 fanegas en propiedad y otras tantas de superficie arrendada (Cortijo Fuente Cebadera).
     En el Archivo de la Real Chancillería de Granada se conservan el expediente y Real provisión por la que se reconoce su condición de hijosdalgo notorio de sangre, así como para sus hijos José Joaquín y Joaquín María Calderón Corral, con fecha del año 1817.
    Otra distinción que le acompaña es la de Caballero de la Real Maestranza de Caballería de Granada, que suponemos obtenida con posterioridad a la “Expedición de los cíen mil hijos de San Luis”



    Tras consolidarse la reacción absolutista, con el aval de los valiosos servicios prestados en pro de la causa, se despierta en él cierta aspiración nobiliaria y apuesta por la obtención de algunos títulos de Castilla que se hallaban vacantes, tales como el de Vizconde de Sotogordo o el del Marqués del Tomillar. No me consta que se los concediesen.


Revista Hidalguía nº 93 (1969)

    Lo que también consta documentalmente es su incondicional apoyo a la causa absolutista de Fernando VII. Una misiva publicada en la Gaceta de Madrid remitida desde Castro del Río, nos sirve para conocer a las claras cuales eran los presupuestos ideológicos que alimentaban a los absolutistas castreños, antes incluso de la liberación del Rey, entre cuyos firmantes aparece el Señor Calderón:




   El cuerpo de Voluntarios Realistas de Castro del Río sería uno de los primeros en constituirse en la provincia. Entre la oficialidad se encuentran varios notables que ayudan desde un principio a sostenerla económicamente. En 1925, su flamante Comandante Lorenzo Antonio Calderón, con el propósito de sufragar equipo para la tropa por valor de 4.000 reales, pone en práctica un arbitrio especial que carga impositivamente a los cuatro mercaderes de ropa más destacados de la villa, que precisamente habían simpatizado con los liberales durante el trienio (Trifón Azpitarte, José del Río, José I. Sáenz y Placido Sánchez).Se adquieren 50 fusiles, 12 sables y 8 carabinas. Se nutre de soldados mercenarios que cobran entre 8 y 12 reales diarios, de ahí que las solicitudes de ingreso sean numerosas y se requiera de la creación de Juntas de Admisión.


Estado Militar de España- Año 1832
Batallones de la Provincia de Córdoba

       Con la muerte de Fernando VII se pone fin a la ominosa década absolutista y regresa la aurora liberal a partir del año 1834, al abrigo del apoyo interesado demandado por la Regente María Cristina en defensa de los intereses sucesorios de su hija Isabel frente al pretendiente Carlista. Esto provocara el viraje de los viejos absolutistas hacia el Carlismo.

      Se va a operar a partir de entonces un cambio radical en la vida de nuestros protagonistas. Mientras Bartolomé José Gallardo llega a recuperar antiguas dignidades como la de Bibliotecario de las Cortes y hasta resulta elegido como Diputado por la circunscripción de Córdoba, el Comandante Calderón era desterrado por carlista a la localidad gaditana de Vejer de la Frontera y prendido con posterioridad (mayo de 1834) a raíz de ser encontradas cartas suyas en el equipaje del pretendiente Don Carlos:




     Se da la paradoja, de que en aquellas elecciones en las que resulta elegido Diputado Bartolomé J. Gallardo, celebradas ya bajo el marco jurídico de la recién estrenada Constitución de 1837, con el sistema de sufragio censitario, obtiene en Castro del Río un total de 99 votos (el más votado) de los 2327 totales obtenidos en la demarcación.


    Es de suponer, que por encontrarse aun preso o desterrado, no estuviese presente Lorenzo Antonio Calderón durante la famosa incursión por tierras cordobesas protagonizada por el General Carlista Gómez (septiembre-octubre 1836), que era natural de Torredonjimeno. En Castro, durante la misma, con la población dividida y los ánimos muy excitados, llegaron a ser asaltadas las casas de significados liberales.




     Finalizada la primera guerra carlista, ya durante los últimos compases de la Regencia deMª Cristina, las diversas familias liberales de Castro del Río y esos antiguos realistas evolucionados ahora hacia las filas Partido Moderado, firman un convenio de reconciliación política a nivel local, con el que se pone fin momentáneamente a “esos ánimos sobradamente agitados a consecuencia de las contiendas y enemistades que produce la guerra civil”. Entre los firmantes aparece Lorenzo A. Calderón nuevamente domiciliado en Castro del Río tras el “Abrazo de Vergara” que puso fin a la guerra, y nombrado ahora para ejercer como juez de paz.




     El artífice de la concordia, el nuevo Comandante de Armas don José Mogrobejo que según consta en la nota remitida al Nacional, se hace merecedor del título honorífico de “Pacificador de Castro del Río”, por su demostrada capacidad para preparar los ánimos hacía la reconciliación.

     La posterior evolución política (Regencia de Espartero apoyado por el liberalismo progresista) vuelve a relegar a nuestro protagonista a un segundo plano en cuanto a parcelas de poder. Será durante la Década Moderada (1843-1854) cuando los individuos de la alta sociedad castreña, entre ellos Calderón, que ya colaboraron con el absolutismo, recuperen el poder municipal.


Isabel II Reina de España

    Al siguiente cambio de rumbo propiciado por la Vicalvarada (1854) no creo que llegase con vida. El padrón de 1863 nos certifica su fallecimiento con anterioridad al mismo, pues solo aparecen la viuda e hijos.
    Los cuadros y genealogía que acompañan a la tesis doctoral de Francisco López Villatoro titulada “La Villa de Castro del Río (1833-1923). Aspectos económicos, políticos y sociales”, así como ella misma, me han resultado de gran utilidad para hacerle un seguimiento a la trayectoria vital de este castreño de alta alcurnia y muchas fanegas. Precisamente en uno de los cuadros de propietarios vecinos y forasteros que se incluyen, fechado en 1849, sigue apareciendo como 6º propietario vecino con 81 fincas y 413 fanegas, aunque superado por el liberal Antonio del Río Muela (soriano) que supo beneficiarse del proceso desamortizador




29 octubre 2011

"Entre garamantas fieros" (sobre la estancia de Bartolomé Gallardo en Castro del Río)


Retrato caricaturesco

    Ya he referido, en alguna que otra ocasión, los años de confinamiento o residencia forzada sufridos por el polifacético extremeño (escritor, bibliófilo, bibliógrafo, bibliotecario, periodista, político, poeta…) Bartolomé José Gallardo en Castro del Río (1827-1831), y de qué manera  se las hicieron pasar las famosas huestes absolutistas de esta villa cordobesa, hasta donde sería derivado ex profeso por el subdelegado del gobierno absolutista de Fernando VII en Córdoba, expuesto a merced de aquellas.
    La especial animadversión de realistas y absolutistas en su contra obedece al espíritu de amplia libertad que trasmite en algunas de sus obras y a su valiente animosidad hacía quienes «tratan de vedarnos el uso del pensamiento, y cuando necesitamos ver más claro, apretamos nudo sobre nudo la venda del error y la ignorancia». Sus análisis sobre el tradicional atraso cultural del país podían resultar molestos para los cómodamente instalados en los privilegios que les otorgaba el Antiguo Régimen: “España es un país desgraciado; en la mayor parte de sus pueblos y aldeorrios, todos los vecinos ponen la señal de la cruz por no saber firmar; no hay libros en ellos, a lo sumo se encuentran el breviario del cura, el catecismo, algún Belarmino, o el David perseguido y alivio de lastimados».
   Las dos citas pertenecen a su famoso Diccionario crítico-burlesco, publicado por primera vez en 1812, en el Cádiz de las Cortes, que desencadenó la ira de obispos y reaccionarios contra él por su aguda y mordaz sátira que le dedica el tradicional oscurantismo español.

Edición de 1838

    Su amor por los libros pudo medio saciarlo durante su retiro castreño gracias a la amistad salvadora que trabó con Fray Juan de Castro y la comunidad de frailes carmelitas calzados de Castro del Río, de cuyo convento era vecino, y del que terminaría haciéndose habitual, atraído por su biblioteca. Se daba el título entre los frailes de Sr. Forzado o Sr. Bartolo.
   No debía ser un anticlerical tan irredento, cuando en más de una ocasión a lo largo de su vida buscaría el sosiego y el retiro de un convento:

    “Le he visitado en su habitación a la que se ha mudado recientemente del convento de Monserrate, calle muy excéntrica de la Corte. Es de notar cómo se aviene a vivir y estrecha su amistad con frailes, quien tan hostil se les muestra en escritos y conversaciones. Me ha indicado que ciertas consideraciones le obligan a oír misa cotidianamente… En su albergue monástico no había sillas para sentarse, sino una cama, una mesa y muchos infolios, que prestaban el oficio de sofás o taburetes” (1).

    La copiosa correspondencia que remitió desde Castro nos sirve también para conocer detalles sobre el trato recibido por parte de sus acérrimos enemigos y otras circunstancias de su confinamiento:

    “Fui desterrado a esta insigne villa de Castro del Río, donde ha más de un año que me tienen vegetando como un hongo” (2).

   Casi recién llegado tuvo que sufrir la acometida del lapidario Carrasquilla que le arreó con un canto en la cabeza, en medio del día con toda la impunidad, provocándole daños en el oído, hasta el extremo que casi le deja sordo (3).
   Otro realista, J. Ambrosio irrumpió en su busca en la vivienda del Llano Convento donde se alojaba en compañía de una familia humilde. Los caseros que llegaron a denunciar el caso, tuvieron que retirarla presionados por instancias superiores (4).

Convento del Carmen Calzado de Castro del Río
Tomado de la acuarela de Pier Maria Baldi


   Otro día cuando transitaba por el acerado de la calle Corredera en dirección al Convento se topó de frente con la batería realista de Tomás Aguilar, cuyo sargento, un tal Rafael Bravo, sacó del bolsillo unas monedas y dirigiéndose a Don Bartolo pronunció las siguientes palabras:

   “Aquí están cinco duros para el guapo que a este hombre me le dé una puñalada, y se le deja en el sitio que no tema, que yo salgo a todo” (5).

   La claridad y descaro con la que interpeló en cierta ocasión a las autoridades locales por su pasividad ante tal cúmulo de abusos y despropósitos, le trajo aparejada una invitación para pasar unos meses de reclusión en la vieja cárcel de Castro, denominada popularmente como Higuerillas ( entonces en Plaza Real nº 2 ) :

   “Una vez se expresó hallándose en las casas del ayuntamiento de Castro, diciendo que las leyes no se extendían a las opiniones sino a los actos exteriores únicamente, y que el siempre pensaría como mejor le pareciera, sus enemigos, aprovechándose de esta confesión que creyeron o afectaron que era criminal, le formaron causa en 1829, y lo tuvieron preso en la cárcel algunos meses, de la cual salió después de haber sufrido los disgustos y malos ratos que se dejan entender, y tenido que hacer gastos, tanto más gravosos, cuanto Gallardo no disfrutaba de facultades muy amplias” (6).

    El instigador principal de este hospitalario trato dispensado en Castro a tan distinguido huésped, no era otro sino Lorenzo Antonio Calderón, Comandante del Batallón de Voluntarios Realistas acuartelado  en el castillo de la villa, herederos de aquella famosa Brigada de Carabineros sublevada durante el trienio constitucional.



    El propio Gallardo en su correspondencia, poco antes de abandonar definitivamente la villa del Guadajoz, sibilinamente le señala como responsable directo del cúmulo de humillaciones referidas:

   “Últimamente era ya bien visto y apreciado por todos, pero siempre aborrecido por Cn (Calderón) y algunos RR (realistas)” (7).

Otro retrato de Gallardo


   Sus quejas epistolares fueron casi una constante, pero dejando siempre claro quiénes eran los verdaderos culpables de sus desdichas. En otra ocasión escribió:

   “En Castro amigo, mi vida y mi honra están pendientes de un cabello. Esta gente es atroz, pero no hablo de la gente de gallaruza, la de corbata es la mala. El brazo fuerte que aquí podría escudarme, no hace poco en defenderse así  propio, y por desgracia además, está siempre pronto a mi ofensa, al más leve amago de ofensa que le hagan sus contrarios. ¡Si usted supiera que villana y bastamente me tratan! (8).

    Este fragmento de su correspondencia nos corrobora que el poder efectivo durante aquellos convulsos años en Castro lo ostentaba clara y prepotentemente los Voluntarios Realistas, mientras que la primera autoridad municipal, don José Tercero Luengo, se limitaba a hacer la vista gorda y le faltaba valor como para poner freno a las tropelías de aquellos.

    Entre la escasa producción poética que se le conoce a Don Bartolo, destacan dos poemas gestados  durante su destierro cordobés. Su obra maestra lírica es un delicado romance titulado Blanca Flor, compuesto y firmado desde Castro del Río, publicado por primera vez en el Diario Mercantil de Cádiz en 1828. Incluido en varias antologías de poesía española, está considerado por algunos especialistas como precursor del Romanticismo en España.
    Otro poema, también compuesto en Castro en 1929, de cuya estrofa primera me he servido para titular la entrada, es el conocido como “A Zelinda, preso y ausente”, subtitulado “Romance”. Son redondillas octosílabas, en las que como los romances forzados, se dirige a su amada, lamentando su ausencia:

    Ausente, y en tierra ajena
sin la luz de tus luceros,
entre garamantas fieros
arrastro dura cadena,
    Y el alma en ti, bien que adoro,
cantando engaño mis penas,
como al son de sus cadenas
el cautivo en grillos de oro.

     El resto del poema, así como una merecida reseña biográfica dedicada al Comandante de “aquellos garamantas fieros”, el ya mencionado Lorenzo Antonio Calderón, para no extendernos en demasía, lo dejaremos para próximas entradas.

NOTAS

(1)    Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Año X. Abril - Mayo de 1906. Números 4 y 5. Ángel M. de Barcia / D. Francisco de Borja Pavón: traducciones de poetas latinos. Contiene numerosas anotaciones de Francisco de Borja sobre sus visitas en Madrid a Bartolomé José Gallardo.
(2)    Correspondencia de don Bartolomé José Gallardo (1825-1851) / Antonio R. Rodríguez Moñino.1960.
(3)    Ángel M. de Barcia / D. Francisco de Borja Pavón: traducciones de poetas latinos.
(4)    Op.cit. de Rodríguez Moñino.
(5)    Ibidem.
(6)    Durante los meses de mayo y junio de 1853, al año siguiente de su muerte, el erudito cordobés Luís María Ramírez de las Casas Deza, se convirtió en su primer biógrafo, al publicar por entregas, en el Semanario Pintoresco Español varios artículos sobre la trayectoria vital del  polifacético Bartolomé José Gallardo. Su amistad parece remontarse a su etapa de destierro en Castro del Río (Córdoba) durante la cual llego a visitarle y mantuvo una profusa correspondencia con él, cuyos manuscritos se conservan en la Biblioteca Nacional.
(7)    Rodríguez Moñino, A. “Don Bartolomé José Gallardo (1776-1852). Estudio bibliográfico”. Madrid 1955.
(8)    Ibidem.

    Para referenciar algunas y localizar otras de las vicisitudes sufridas por Gallardo en Castro, me ha servido de guía el meritorio e interesante trabajo del bibliotecario Antonio Flores Muñoz titulado “Castro del Río y D. Bartolomé José Gallardo (1827-1831)” que vio la luz por primera vez en la Revista de Feria de Castro del Río del año 1990, cuando había que proceder aun cual ratón de biblioteca para poder acceder a las fuentes.