Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

09 mayo 2013

RIÑAS DE GALLOS EN CASTRO DEL RIO



      En el corazón del histórico “Barrio de la Villa” de Castro del Río se conserva inmaculado un antiguo reñidero de gallos catalogado entre  los más antiguos de España. No conocemos  la fecha exacta de su construcción. Se baraja una aproximada de finales de XVIII o principios del XIX. Por tratarse de una actividad circunscrita a un círculo cerrado de criadores y aficionados, apenas si nos han llegado documentos con los que certificar su arraigo.
       En los libros de matrícula industrial del último tercio del siglo XIX  ya lo encontramos catalogado como “circo de gallos”. Supongo que la fiscalidad le sería aplicada en función  de las necesidades de las arcas municipales, lo que explicaría su alta intermitente,circunscrita siempre  a la duración de la temporada.  A partir de 1888, con el mismo domicilio fiscal de calle Rincón nº 15, figura la fábrica de chocolate a nombre de  la familia Rodríguez Gallardo (Antonio y Modesto), propietarios o arrendatarios del inmueble del reñidero y de las instalaciones chocolateras.


Dos vistas de la calle Rincón


    En el reñidero tuvo su sede durante los primeros años del siglo XX el Casino o Centro Republicano, hasta 1907 en que se traslada al Llano de San Rafael.


     José Rodríguez Rodríguez  (Phostumio), del periodo que llevó la corresponsalía local del diario la Voz de Córdoba (1923-1926), nos ha dejado algunas crónicas de las peleas organizadas en el reñidero de Castro en el que se daban cita galleras y aficionados procedentes de poblaciones de la comarca como Baena, Bujalance, Espejo, Montilla, Cabra o Fernán Núñez, entre los que se cruzaban importantes apuestas.  A destacar el renombrado prestigio de la gallera “Navajas-Criado”, que solía llevar sus pollos y jacas a citas de más envergadura como las que tenían lugar en Córdoba durante la Feria de Mayo a las que concurrían las mejores galleras de Andalucía. También en ellas afloran los apellidos o motes de los numerosos castreños, criadores a pequeña escala, que solían participar de la particular idiosincrasia del aficionado a las riñas: Villegas, Merino, Torronteras, Recio, Faroles, El Chinche, Rodríguez, Tamajón, Tienda, Algaba, Diego Millán, Quintero, Carpio, “el popular Carrasquilla” o el banderillero Manuel García "Esparterito", entre otros.

200 del ala que se le esfumaron a Esparterito
      La crianza de gallo de pelea guarda cierta similitud con la del toro de lidia, pues se lleva un riguroso control de la ascendencia y se mide su combatividad a través de tientas. De ahí que entre los ganaderos y toreros se hallase también muy extendida.


      Entre los aficionados y criadores de gallos más distinguidos de la localidad en el último tercio del siglo XIX, encontramos al médico Mariano Fuentes del Río, padre del abogado y político conservador Juan Fuentes López de Tejada (alcalde durante la Dictadura de Primo de Rivera).
       En el Diario de Córdoba de 9 de febrero de 1889 se publicaba el siguiente anuncio:

      “Riñas de Gallos.- Según carta que tenemos a la vista,  mañana tendrán efecto en Cádiz grandes riñas en competencia y en la que se cruzaran importantes apuestas con los gallos que presentará don Mariano Fuentes, de Castro del Río, oriundos de los mejores de Canarias. A estas riñas acudirán muchos aficionados de Andalucía”.

     Juan Marín Fernández , un notario con inquietudes literarias, titular de la plaza de Castro del Río entre los años 1880-1888, que debió cultivar la amistad y el trato del referido médico gallero y de su hermano Víctor (registrador de la propiedad), nos ha trasmitido un documento de categoría excepcional.  Se trata de una pormenorizada narración sobre el ritual que origina una riña, haciendo especial hincapié en la particular idiosincrasia del gallero castreño. Con un especial gracejo va narrando las sucesivas etapas de una jornada de gallos. La hipérbole  y la ironía, tal vez para no molestar a sus anfitriones, las utiliza con maestría para pasar de puntillas sobre el espinoso asunto de la moralidad de los participantes en un juego-espectáculo en el que evidentemente aflora la brutalidad del ser humano. Después de leerlo varias veces creo que sabe esconder de manera sibilina su condición de detractor.


     Fue  publicada en el diario político y literario La Mañana, en una fecha que se corresponde con su primer año de estancia en Castro (1881). El nombre de Castro del Río sólo aparece al final, acompañando a la firma del articulista, aunque resulta evidente que los particularismos narrados  son los propios de los galleros de aquella  villa del Guadajoz de las décadas finales del XIX. Presuponemos que le causaría impresión su primer contacto con este tipo de espectáculos y de ahí la necesidad de comunicarlo. 



                                            Las Riñas de Gallos


      El verdadero gallero ha de ser trashumante como los carneros merinos, pacienzudo como los pescadores de caña, testarudo como aragonés y buen amigo de tirarle de la oreja a Jorge. Ha de ser trashumante, más que por su propia personalidad, por el gallo que la complementa. Pacienzudo y sencillo de corazón, para que de esta suerte sobrelleve resignado las adversidades de la suerte. Testarudo, pues en esto radica, estriba y tiene su fundamento esta utilísima afición. Por último, ha de ser amigo de tirarle de la oreja a Jorge, porque así se estrechan los lazos de compañerismo y afecto entre los aficionados, y sobre todo, es un hábil medio de propaganda ciertamente más viable, mañero, eficaz e insinuante que ese otro al que apelan algunos necios que imaginan apoderarse de los corazones y de los entendimientos, escribiendo artículos tan largos como la paciencia de mis lectores, y  pronunciando discursos y mas discursos, que hacen en los oídos el mismo efecto que el ruido de la lluvia.
      Ya presumirá el lector benévolo que es faena superior a nuestro empeño la de relatar imperfecta y por de contado pálidamente los goces (volvamos a repetirlo) inefables que experimentan los galleros antes de la riña, durante la riña y después de la riña. Para relatarlos necesitaríase la imaginación de Mahoma, la vehemencia de Mirbeau y la frase poética de Castelar. Mi tosca y grosera pluma va a desgranar las riñas consabidas, atreviéndose a pintarlas. ¡Oh, divino Murillo, préstame por un momento tus pinceles! ¡Dante terrible, concédeme por un instante (que el asunto lo merece) aquella pluma sublime con que describiste el paraíso! Y, sobre todo, apasionados lectores, suplid con  vuestra imaginación las sombras y los vacíos de mi descarnada, seca y árida narración.
      La  víspera de la riña,  esto es, lo que podríamos llamar su génesis o periodo de incubación, más es para soñada que para descrita. Tienen esos días de fiebre parecido extraordinario con las crisis políticas: conferencias, cabildeos,  juntas, reuniones y proyectos embrionarios, que se disipan y se disfuman durante las calenturas del combate. El gallero tiene que desplegar una actividad vertiginosa, ora visitando las huestes enemigas, ora cuidando con paternal y solícito esmero las propias.  Debe ser arrogante sin jactancia y modesto sin bajeza con los  dueños de los gallos enemigos, teniendo muy presente que ha de cuidar de beber mucho  vino como  de hablar a lo verdaderamente andaluz, que consiste en tener incesantemente una disentería de interjecciones y de votos, usando a troche-moche palabras que, no por haber dejado de adquirir carta de naturaleza en nuestro diccionario de la lengua, pierden por eso energía y oportunidad. Tachan algunos malévolos de poco verídicos, pero otro tanto se dice de los cazadores, y. como es sabido, tan inexacto es esto como que los sastres no cumplen sus palabras. Y si fuéramos a creer lo que la fama pública pregona, llegaríamos a adquirir el convencimiento de que muchos políticos mudan de colores con facilidad mas pasmosa que la de los mismos camaleones y otras afirmaciones a este tenor, tan contrarias a la verdad y tan destituidas de fundamento, como sería la del que tuviese la inconcebible audacia de afirmar que puede haber espectáculo más culto, divertido y exquisito que nuestras riñas de gallos.
       Llegamos al día magno, y al delirium tremens de la felicidad del gallero. Vedle: los ojos fuera de sus órbitas, gritando como un energúmeno, la frente bañada en sudor, temblando cual si tuviese el frio de la terciana, inoculando en su gallo con su incesante palmoteo y su voz estentórea el bélico ardor del que se halla legítimamente poseído. Cuando triunfa, ni el jugador afortunado, ni el que se siente iluminado en el alma por los destellos de la mujer amada, ni el poeta laureado, ni aun el que se encuentra de un tío en Indias, experimenta un goce de tantos quilates como el suyo. Cierto que si la enemiga suerte se pronuncia en contra de nuestro gallero, ni Job en el muladar, ni Prometeo encadenado, ni Luis XVI en el Temple, son tan desdichados como él, pues su infortunio supera a todos los que registran la historia. Pero como si una puerta se cierra otra se abre, y tras una espuerta de cal se allega otra de arena, y en este pícaro mundo no hay más remedio que sufrir la dura e incesante alternativa de placer y dolor, post nubila viene Phebus, y tras de un gallo derrotado, surge, como de las cenizas el Ave Fénix, otro que triunfa en toda la línea.



     Después de la riña se entra en el periodo clínico, donde hay tela cortada para instruirse. Los pormenores interesantísimos que pudiéramos dar para edificación de nuestros lectores, harían interminable este artículo.
      Por la precedente somera relación, creo haber demostrado hasta la saciedad cuanto tiene que gozar en espectáculos tales un hijo del siglo de las luces. Mas como hay enemigos de todo, hasta que las personas se solacen en recoger grillos, no faltan detractores de la diversión por antonomasia, los que llenados de flujo de hablar y de dañada intención, dicen que este espectáculo no es culto ni humanitario; que embrutece, puesto que reduce al hombre a la miserable condición de no pensar, ni sufrir, ni querer cosa distinta de sus gallos, que nos hace frívolos, toda vez que la inteligencia nos la ha dado Dios para pensar en algo más serio, provechoso y fecundo que estas riñas de amor propio; que la autoridad debiera prohibir las riñas de gallos con el mismo derecho que todos los juegos de envite y azar; que es insufrible, enfadosa e irresistible la conversación de los galleros, para quienes no hay acontecimiento ni en el mundo ni en el cielo que pueda interesar tanto como la relación minuciosa y desesperante (así mismo lo dice) de los amateurs, en una palabra, llegan a sostener que la cultura de los tiempos concluirá en plazo breve con esta diversión, convirtiendo los reñideros en escuelas y en otros usos análogos.
     La paciencia falta y la indignación ahoga cuando tales blasfemias se escuchan. Dijeran que va decayendo el gremio de revisteros de gallos, y les daríamos la razón, pues esto es un hecho sensible bajo el punto de vista literario. Y es que se consiguen más aplausos con las revistas de toros; y por esta causa, ni hay periódico exclusivamente consagrado a ilustrar, enseñar y recrear con el movimiento de gallos, curaciones  y otros pormenores  igualmente  interesantes y  vitales, ni se dedican escritores exclusiva y únicamente a críticos de gallos. Bien que, o mucho nos equivocamos o muy poco a de tardar en aparecer en la arena periodística un genio que levante de su postración y abatimiento este género literario.
    Tengamos esperanzas, y alentemos todos los galleros al que con tales intentos se nos presente, que han de llamarse los revisteros de gallos escritores por excelencia, y a caso críticos del porvenir o de porvenir.

JUAN MARÍN FERNANDEZ
(Castro del Río 11 de junio de 1881)


      Hoy por hoy, pese a la prohibición que recae sobre las peleas de gallos, con excepción de las organizadas para la selección de cría, mejora de la raza y su exportación, de vez en cuando saltan a los periódicos noticias sobre como la ley es quebrantada en algunos lugares de Andalucía. Un ejemplo reciente la denominada “Operación Espolón”. No es el caso de Castro del Rio, donde su bicentenario reñidero sigue dando cabida a las tradicionales peleas adaptadas a la legislación vigente,  mientras que un "prohibido apostar" luce en un lugar preferente de sus paredes. Sus famosos gallos siguen siendo objeto de deseo de los aficionados, hasta el extremo de que en más de una ocasión las galleras castreñas han sido asaltadas por los amigos de lo ajeno debido a la alta cotización que alcanzan en los mercados.


     Para terminar y como complemento les recomiendo un video en el que un veterano gallero castreño nos ilustra sobre esta afición histórica y la esencia de "la palabra dada" por la que se regían las apuestas en el pasado ( "dos mil reales al pelao").
     Las fotografías que ilustran la entrada las he tomado prestadas de fotógrafos castreños. Recomiendo la visualización de la espectacular serie de Antonio Morales Villegas publicada en Ojodigital.  Las de la calle Rincón me las ha proporcionado un amigo, andariego profesional y gran aficionado al deporte de la bicicleta. Gracias a los dos.

5 comentarios:

  1. Amigo Alberto me has pisado la entrada por los pelos. Presenté hace poco en el reñidero; aprovechando que estaban realizando un trabajo para una revista especializada e invitado por un grupo de galleros castreños para que esbozara un poco la historia reciente del reñidero, lo que en ese momento llame el 1º decálogo sobre riñas conocido en Castro del Río por José Marín. El articulo no tiene desperdicio, ya que con fina ironía resumen el panorama literario y político de la época. De todas maneras me alegra que haya sido tú, ya que tienes capacidad para investigar y completar cualquier hilo historico que encuentra. Salu2.

    ResponderEliminar
  2. Lo siento Diego. Tenía esas informaciones desde hace tiempo almacenadas. Ando últimamente un poquito perezoso y limitao de tiempo por culpa de las políticas de recortes de los diferentes mandarines. El día de ayer de Huelga en la Educación lo aproveché para conformar esta entrada. No me gustan las manifestaciones y menos desfilar junto a determinadas banderas.
    Aprovecho para lanzar una desiderata: Si cualquier castreño/a, aficionado o no a los gallos, tuviera alguna fotografía antigua sobre las riñas, donde aparezcan grupos de galleros etc. etc. dispuestos a divulgarla y compartirla con el mundo mundial, sólo tienen que depositarla en el correo personal que aparece en el perfil del autor de este lío o colgarla en el exitoso grupo de facebook de Vivencias Castreñas. Interesado también en etiquetas, publicidad o envoltorios de la fábrica de chocolate de Los 2 Gallos. Gracias de antemano.

    ResponderEliminar
  3. En el reñidero colgadas de la pared hay una buena colección de fotos antiguas. En cuanto a la fábrica de chocolates anduve un tiempo detrás de una pista para poder conseguir un letrero de la fabrica que por lo visto podría existir, sin resultado, por cierto.

    ResponderEliminar
  4. Me gustaría que se hubiera mencionado a mi abuelo Juan Rodriquez gracias

    ResponderEliminar
  5. El dueño.de la fabrica de chocolate era mi abuelo el hizo mucho por el pueblo ; así me contaron



    Ñ

    ResponderEliminar