En el corazón del histórico “Barrio de la Villa” de
Castro del Río se conserva inmaculado un antiguo reñidero de gallos catalogado
entre los más antiguos de España. No
conocemos la fecha exacta de su
construcción. Se baraja una aproximada de finales de XVIII o principios del XIX.
Por tratarse de una actividad circunscrita a un círculo cerrado de criadores y
aficionados, apenas si nos han llegado
documentos con los que certificar su arraigo.
En los
libros de matrícula industrial del último tercio del siglo XIX ya lo encontramos catalogado como “circo de
gallos”. Supongo que la fiscalidad le sería aplicada en función de las necesidades de las arcas municipales,
lo que explicaría su alta intermitente,circunscrita siempre a la duración de la temporada. A partir de 1888, con el mismo domicilio
fiscal de calle Rincón nº 15, figura la fábrica de chocolate a nombre de la familia Rodríguez Gallardo (Antonio y
Modesto), propietarios o arrendatarios del inmueble del reñidero y de las instalaciones chocolateras.
En el reñidero tuvo su sede durante los primeros
años del siglo XX el Casino o Centro Republicano, hasta 1907 en que se traslada
al Llano de San Rafael.
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José Rodríguez Rodríguez (Phostumio), del periodo que llevó la
corresponsalía local del diario la Voz de Córdoba (1923-1926), nos ha dejado
algunas crónicas de las peleas organizadas en el reñidero de Castro en el que se
daban cita galleras y aficionados procedentes de poblaciones de la comarca como
Baena, Bujalance, Espejo, Montilla, Cabra o Fernán Núñez, entre los que se
cruzaban importantes apuestas. A
destacar el renombrado prestigio de la gallera “Navajas-Criado”, que
solía llevar sus pollos y jacas a citas de más envergadura como las que tenían
lugar en Córdoba durante la Feria de Mayo a las que concurrían las mejores
galleras de Andalucía. También en ellas afloran los apellidos o motes de los
numerosos castreños, criadores a pequeña escala, que solían participar de la
particular idiosincrasia del aficionado a las riñas: Villegas, Merino,
Torronteras, Recio, Faroles, El Chinche, Rodríguez, Tamajón, Tienda, Algaba,
Diego Millán, Quintero, Carpio, “el popular Carrasquilla” o el banderillero Manuel García "Esparterito", entre otros.
200 del ala que se le esfumaron a Esparterito
La crianza de gallo de pelea guarda cierta similitud
con la del toro de lidia, pues se lleva un riguroso control de la ascendencia y
se mide su combatividad a través de tientas. De ahí que entre los ganaderos y
toreros se hallase también muy extendida.
Entre los aficionados y criadores de gallos más
distinguidos de la localidad en el último tercio del siglo XIX, encontramos al
médico Mariano Fuentes del Río, padre del abogado y político conservador Juan
Fuentes López de Tejada (alcalde durante la Dictadura de Primo de Rivera).
En el
Diario de Córdoba de 9 de febrero de 1889 se publicaba el siguiente anuncio:
“Riñas de Gallos.- Según carta que tenemos a la vista, mañana tendrán efecto en Cádiz grandes riñas
en competencia y en la que se cruzaran importantes apuestas con los gallos que
presentará don Mariano Fuentes, de Castro del Río, oriundos de los mejores de Canarias.
A estas riñas acudirán muchos aficionados de Andalucía”.
Juan Marín
Fernández , un notario con inquietudes literarias, titular de la plaza de
Castro del Río entre los años 1880-1888, que debió cultivar la amistad y el
trato del referido médico gallero y de su hermano Víctor (registrador
de la propiedad), nos ha trasmitido un documento de categoría excepcional. Se trata de una pormenorizada narración sobre
el ritual que origina una riña, haciendo especial hincapié en la particular idiosincrasia
del gallero castreño. Con un especial gracejo va narrando las sucesivas etapas
de una jornada de gallos. La hipérbole y
la ironía, tal vez para no molestar a sus anfitriones, las utiliza con maestría
para pasar de puntillas sobre el espinoso asunto de la moralidad de los
participantes en un juego-espectáculo en el que evidentemente aflora la brutalidad
del ser humano. Después de leerlo varias veces creo que sabe esconder de manera
sibilina su condición de detractor.
Fue publicada en el diario político y literario La Mañana, en una fecha que se
corresponde con su primer año de estancia en Castro (1881). El nombre de Castro
del Río sólo aparece al final, acompañando a la firma del articulista, aunque
resulta evidente que los particularismos narrados son los propios de los galleros de aquella villa del Guadajoz de las décadas finales del
XIX. Presuponemos que le causaría impresión su primer contacto con este tipo de
espectáculos y de ahí la necesidad de comunicarlo.
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Las Riñas de Gallos
El verdadero gallero ha de ser trashumante como los carneros
merinos, pacienzudo como los pescadores de caña, testarudo como aragonés y buen
amigo de tirarle de la oreja a Jorge. Ha de ser trashumante, más que por su
propia personalidad, por el gallo que la complementa. Pacienzudo y sencillo de
corazón, para que de esta suerte sobrelleve resignado las adversidades de la
suerte. Testarudo, pues en esto radica, estriba y tiene su fundamento esta
utilísima afición. Por último, ha de ser amigo de tirarle de la oreja a Jorge,
porque así se estrechan los lazos de compañerismo y afecto entre los
aficionados, y sobre todo, es un hábil medio de propaganda ciertamente más
viable, mañero, eficaz e insinuante que ese otro al que apelan algunos necios
que imaginan apoderarse de los corazones y de los entendimientos, escribiendo
artículos tan largos como la paciencia de mis lectores, y pronunciando discursos y mas discursos, que
hacen en los oídos el mismo efecto que el ruido de la lluvia.
Ya presumirá el
lector benévolo que es faena superior a nuestro empeño la de relatar imperfecta
y por de contado pálidamente los goces (volvamos a repetirlo) inefables que
experimentan los galleros antes de la riña, durante la riña y después de la
riña. Para relatarlos necesitaríase la imaginación de Mahoma, la vehemencia de
Mirbeau y la frase poética de Castelar. Mi tosca y grosera pluma va a desgranar
las riñas consabidas, atreviéndose a pintarlas. ¡Oh, divino Murillo, préstame
por un momento tus pinceles! ¡Dante terrible, concédeme por un instante (que el
asunto lo merece) aquella pluma sublime con que describiste el paraíso! Y,
sobre todo, apasionados lectores, suplid con
vuestra imaginación las sombras y los vacíos de mi descarnada, seca y
árida narración.
La
víspera de la riña, esto es,
lo que podríamos llamar su génesis o periodo de incubación, más es para soñada
que para descrita. Tienen esos días de fiebre parecido extraordinario con las
crisis políticas: conferencias, cabildeos,
juntas, reuniones y proyectos embrionarios, que se disipan y se disfuman
durante las calenturas del combate. El gallero tiene que desplegar una
actividad vertiginosa, ora visitando las huestes enemigas, ora cuidando con paternal
y solícito esmero las propias. Debe ser
arrogante sin jactancia y modesto sin bajeza con los dueños de los gallos enemigos, teniendo muy
presente que ha de cuidar de beber mucho
vino como de hablar a lo
verdaderamente andaluz, que consiste en tener incesantemente una disentería de
interjecciones y de votos, usando a troche-moche palabras que, no por haber
dejado de adquirir carta de naturaleza en nuestro diccionario de la lengua,
pierden por eso energía y oportunidad. Tachan algunos malévolos de poco
verídicos, pero otro tanto se dice de los cazadores, y. como es sabido, tan
inexacto es esto como que los sastres no cumplen sus palabras. Y si fuéramos a
creer lo que la fama pública pregona, llegaríamos a adquirir el convencimiento
de que muchos políticos mudan de colores con facilidad mas pasmosa que la de
los mismos camaleones y otras afirmaciones a este tenor, tan contrarias a la
verdad y tan destituidas de fundamento, como sería la del que tuviese la
inconcebible audacia de afirmar que puede haber espectáculo más culto,
divertido y exquisito que nuestras riñas de gallos.
Llegamos al día magno, y al delirium tremens de la felicidad del gallero. Vedle: los ojos fuera
de sus órbitas, gritando como un energúmeno, la frente bañada en sudor, temblando
cual si tuviese el frio de la terciana, inoculando en su gallo con su incesante
palmoteo y su voz estentórea el bélico ardor del que se halla legítimamente
poseído. Cuando triunfa, ni el jugador afortunado, ni el que se siente
iluminado en el alma por los destellos de la mujer amada, ni el poeta laureado,
ni aun el que se encuentra de un tío en Indias, experimenta un goce de tantos
quilates como el suyo. Cierto que si la enemiga suerte se pronuncia en contra
de nuestro gallero, ni Job en el muladar, ni Prometeo encadenado, ni Luis XVI
en el Temple, son tan desdichados como él, pues su infortunio supera a todos
los que registran la historia. Pero como si una puerta se cierra otra se abre,
y tras una espuerta de cal se allega otra de arena, y en este pícaro mundo no
hay más remedio que sufrir la dura e incesante alternativa de placer y dolor, post nubila viene Phebus, y tras de un
gallo derrotado, surge, como de las cenizas el Ave Fénix, otro que triunfa en
toda la línea.
Después de la
riña se entra en el periodo clínico,
donde hay tela cortada para instruirse. Los pormenores interesantísimos que
pudiéramos dar para edificación de nuestros lectores, harían interminable este
artículo.
Por la
precedente somera relación, creo haber demostrado hasta la saciedad cuanto
tiene que gozar en espectáculos tales un hijo del siglo de las luces. Mas como
hay enemigos de todo, hasta que las personas se solacen en recoger grillos, no
faltan detractores de la diversión por antonomasia, los que llenados de flujo
de hablar y de dañada intención, dicen que este espectáculo no es culto ni
humanitario; que embrutece, puesto que reduce al hombre a la miserable
condición de no pensar, ni sufrir, ni querer cosa distinta de sus gallos, que
nos hace frívolos, toda vez que la inteligencia nos la ha dado Dios para pensar
en algo más serio, provechoso y fecundo que estas riñas de amor propio; que la
autoridad debiera prohibir las riñas de gallos con el mismo derecho que todos
los juegos de envite y azar; que es insufrible, enfadosa e irresistible la
conversación de los galleros, para quienes no hay acontecimiento ni en el mundo
ni en el cielo que pueda interesar tanto como la relación minuciosa y
desesperante (así mismo lo dice) de los amateurs, en una palabra, llegan a
sostener que la cultura de los tiempos concluirá en plazo breve con esta
diversión, convirtiendo los reñideros en escuelas y en otros usos análogos.
La paciencia
falta y la indignación ahoga cuando tales blasfemias se escuchan. Dijeran que
va decayendo el gremio de revisteros de gallos, y les daríamos la razón, pues
esto es un hecho sensible bajo el punto de vista literario. Y es que se
consiguen más aplausos con las revistas de toros; y por esta causa, ni hay
periódico exclusivamente consagrado a ilustrar, enseñar y recrear con el
movimiento de gallos, curaciones y otros
pormenores igualmente interesantes y vitales, ni se dedican escritores exclusiva y
únicamente a críticos de gallos. Bien que, o mucho nos equivocamos o muy poco a
de tardar en aparecer en la arena periodística un genio que levante de su
postración y abatimiento este género literario.
Tengamos
esperanzas, y alentemos todos los galleros al que con tales intentos se nos
presente, que han de llamarse los revisteros de gallos escritores por
excelencia, y a caso críticos del porvenir o de porvenir.
JUAN MARÍN FERNANDEZ
(Castro del Río 11 de junio de 1881)
Hoy por hoy, pese a la prohibición que recae sobre las
peleas de gallos, con excepción de las organizadas para la selección de cría, mejora
de la raza y su exportación, de vez en cuando saltan a los periódicos noticias sobre
como la ley es quebrantada en algunos lugares de Andalucía. Un ejemplo reciente
la denominada “Operación Espolón”. No es el caso de Castro del Rio, donde su
bicentenario reñidero sigue dando cabida a las tradicionales peleas adaptadas
a la legislación vigente, mientras que un "prohibido apostar" luce en un lugar preferente de sus paredes. Sus famosos gallos
siguen siendo objeto de deseo de los aficionados, hasta el extremo de que en más
de una ocasión las galleras castreñas han sido asaltadas por los amigos de lo ajeno debido a la alta cotización que alcanzan en los mercados.
Para terminar y como complemento les recomiendo un video en el que un veterano gallero castreño nos ilustra sobre esta afición histórica y la esencia de "la palabra dada" por la que se regían las apuestas en el pasado ( "dos mil reales al pelao").
Las fotografías que ilustran la entrada las he tomado prestadas de fotógrafos castreños. Recomiendo la visualización de la espectacular serie de Antonio Morales Villegas publicada en Ojodigital. Las de la calle Rincón me las ha proporcionado un amigo, andariego profesional y gran aficionado al deporte de la bicicleta. Gracias a los dos.
Amigo Alberto me has pisado la entrada por los pelos. Presenté hace poco en el reñidero; aprovechando que estaban realizando un trabajo para una revista especializada e invitado por un grupo de galleros castreños para que esbozara un poco la historia reciente del reñidero, lo que en ese momento llame el 1º decálogo sobre riñas conocido en Castro del Río por José Marín. El articulo no tiene desperdicio, ya que con fina ironía resumen el panorama literario y político de la época. De todas maneras me alegra que haya sido tú, ya que tienes capacidad para investigar y completar cualquier hilo historico que encuentra. Salu2.
ResponderEliminarLo siento Diego. Tenía esas informaciones desde hace tiempo almacenadas. Ando últimamente un poquito perezoso y limitao de tiempo por culpa de las políticas de recortes de los diferentes mandarines. El día de ayer de Huelga en la Educación lo aproveché para conformar esta entrada. No me gustan las manifestaciones y menos desfilar junto a determinadas banderas.
ResponderEliminarAprovecho para lanzar una desiderata: Si cualquier castreño/a, aficionado o no a los gallos, tuviera alguna fotografía antigua sobre las riñas, donde aparezcan grupos de galleros etc. etc. dispuestos a divulgarla y compartirla con el mundo mundial, sólo tienen que depositarla en el correo personal que aparece en el perfil del autor de este lío o colgarla en el exitoso grupo de facebook de Vivencias Castreñas. Interesado también en etiquetas, publicidad o envoltorios de la fábrica de chocolate de Los 2 Gallos. Gracias de antemano.
En el reñidero colgadas de la pared hay una buena colección de fotos antiguas. En cuanto a la fábrica de chocolates anduve un tiempo detrás de una pista para poder conseguir un letrero de la fabrica que por lo visto podría existir, sin resultado, por cierto.
ResponderEliminarMe gustaría que se hubiera mencionado a mi abuelo Juan Rodriquez gracias
ResponderEliminarEl dueño.de la fabrica de chocolate era mi abuelo el hizo mucho por el pueblo ; así me contaron
ResponderEliminarÑ