Antes de entrar en el largo periodo de 23 años
(1886- 1909) durante los cuales vivió en la antigua Constantinopla, prestando
importantes y recompensados servicios al sultán del imperio turco otomano (Abdul
Hamid II), haremos un pequeño recorrido previo por aquellas fuentes que nos permiten
despejar otros aspectos relacionados con su biografía.
El organista, pianista, músico y compositor Fernando
Aranda vino al mundo en al año 1846. Falta por desentrañar si efectivamente su
nacimiento tuvo lugar en tierras del Santo Reino, como sostienen algunas
fuentes periodísticas, o en Madrid, donde sus padres de origen jiennense pudieran
haber fijado su residencia a mediados del siglo XIX. Todo indica que nació en
el seno de una familia linajuda y acomodada de aquella naturaleza (Aranda o “de
Aranda”).
Su
educación musical la recibe en Madrid dentro de la Escuela Nacional de Música y
Declamación (Conservatorio), establecimiento dependiente del Ministerio de
Instrucción Pública que tenía su sede el Teatro Real de Madrid desde que su
propio Salón Teatro resultara afectado por un violento incendio en el año 1867.
Las
primeras noticias sobre sus artes musicales se remontan al año 1876 y con el
órgano como instrumento principal, en cuyo manejo parece haber desarrollado
cierta maestría. Por esta fecha ostentaba el cargo de organista en la capilla
de San Luis de los Franceses, figura entre el cuadro de profesores del antiguo Real Conservatorio y escribe una colección de estudios y de fugas
para órgano (La escuela del pedal), así como varias fugas para piano
publicadas por la casa Andrés Vidal (hijo), con la que colabora como probador
de instrumentos.
Será comisionado por el
Ministerio de Instrucción Pública para concurrir a la Exposición Universal celebrada
en París el año 1878, al objeto de probar y adquirir un órgano de la acreditada
casa Merklin- Schütze con destino al reconstruido y remodelado Salón-Teatro del
Conservatorio, arrasado años atrás por un incendio. La prueba y audición
celebrada en el pabellón en el que se hallaban expuestos los majestuosos
ejemplares del famoso organero aparece recogida en la prensa de la siguiente
manera:
“Hubo un momento en el que el fragor fue
inmenso. Las armonías del grandioso instrumento se dilataron libres en el aire
como suspiros gigantes y por largo tiempo comprimidos. Los españoles que allí
estábamos escuchábamos atónitos; la música que oíamos era nuestra, la habíamos
oído en nuestra patria bajo las naves augustas de las catedrales de Toledo o de
León; eran composiciones de Antonio Cabezón, el organista de Felipe II.
Sin podernos contener subimos la escalerilla
del órgano para ver quién era el que en medio de aquel templo de la industria
moderna recordaba la obra de un español ilustre, y dimos en los brazos de un
compatriota nuestro: el que dejaba oír allí música española era español
también; era un artista gracias al cual conocerá París la música sacra de los
grandes maestros de los siglos XVI y XVII, un profesor madrileño llamado
Fernando Aranda”.
Con posterioridad ingresa en el conservatorio de Bruselas
como discípulo del afamado músico y compositor Aguste Dupont, donde perfecciona
sus conocimientos de piano y armonía. Un primer premio de piano obtenido en la
capital belga forma parte de su currículo y le ayudó considerablemente a la
hora de darse a conocer.
Regresa a Madrid donde sigue trabajando como profesor
auxiliar de piano del conservatorio y se prodiga como concertista y compositor.
Colaboró con su maestro el pianista Manuel Mendizabal en la elaboración de los planes por
los que habían de regirse las enseñanzas de piano de la Escuela. Se relaciona
con músicos de la talla de Arrieta, Bretón o Barbieri.
Mendizabal rodeado de alumnos y colaboradores (entre ellos Fernando Aranda) |
En 1880 se presenta nuevamente en París, ahora
como pianista, con la firme intención de proyectarse y consagrarse en su arte.
Ateniéndonos a las crónicas, el público, entre el que predominaba la colonia
española, le dispensó una buena acogida, calificando su éxito como “altamente
lisonjero”.
Le Menestrel (11 de abril de 1880)
Debió sentirse magnetizado por el ambiente musical
parisino y por las nuevas perspectivas personales y profesionales que se le
abrían en la ciudad de la luz, de modo que, al año siguiente, renunció a su plaza
de profesor y montó un “Atelier Artístico” presidido por un majestuoso órgano colocado
en un lugar principal de su propia casa (nº 5 de Cité Malasherbes):
“El joven pianista y organista D. Fernando
Aranda ha instalado en su domicilio un pequeño salón de conciertos con un
magnífico órgano de canutería y varios salones para la enseñanza de piano,
órgano, acompañamiento y música de concierto. Es digno de hacerse notar que
será la primera vez que puedan tomarse lecciones de órgano en una casa
particular”.
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(Crónica de la Música de 23 de marzo de 1881)
La fórmula parece ser que funcionó con éxito y
su casa se convirtió pronto en centro habitual de reunión de determinada
sociedad. Lo artístico y musical se mezcla en numerosas ocasiones con lo
festivo, tal como queda reflejado en la crónica del animado y selecto baile de
disfraces celebrado para el carnaval del año 1885, que se prolongó hasta
primeras horas del nuevo día:
La Presse (14 de marzo de 1885) |
En este estado de cosas llegamos al año 1886 en que
una legación diplomática turca, por el encargo del propio sultán testigo de
excepción de las habilidades del músico español durante la Exposición Universal
de 1878, se persona en su casa reclamando sus servicios. Contratado en
principio por un año para dar una serie de conciertos en el palacio imperial, la
oferta de continuidad debió de ser lo suficientemente tentadora ya que la familia
en pleno terminaría instalándose en un palacete de Estambul puesto a su disposición. Algunas fuentes le
atribuyen el casamiento con una joven francesa. De ser así, debió de serlo en
segundas nupcias ya que su primogénito varón, el arquitecto Fernando de Aranda González,
había nacido en Madrid en el año 1878.
Abdul Hamid II (sultán entre 1876 y 1909)
Una vez instalado en la corte se le encomienda la
reorganización de las bandas militares del imperio y se le concede la dirección
de la orquesta imperial. Sustituye en el cargo al italiano Callisto Gautelli,
que había perdido repentinamente la confianza del sultán.
Abdul Hamid
II era un gran melómano y muy celoso de la educación musical de su numerosa
prole, de la que Aranda también se haría cargo. Según testimonio de uno de los
hijos del sultán (Ayşe Osmanoğlu), el músico español se ganó pronto la confianza
de su padre siendo elevado a la dignidad de Pachá o Bajá y nombrado General del
ejército otomano, como premio y en agradecimiento por el especial celo y acierto en las
enseñanzas trasmitidas a su hermano Mehmed Bourhaneddine (favorito de sultán
para la sucesión), a quien convirtió en un pianista de talla excepcional.
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Tendrán que pasar bastantes años para que lleguen hasta nuestro
país noticias del rango y sobre la labor desarrollada en Turquia por
este eminente músico de origen andaluz.
Fue en el año 1905, al regreso de una comisión
militar española desplazada hasta aquellas tierras para proveerse de caballos
sementales, cuando se divulgan los
singulares agasajos de la que fue objeto por parte de un general de
división del ejército turco, natural de Jaén, “Aranda Pachá” (Fernando Aranda):
“Aranda Pachá disfruta de una renta de 60 o
70 mil francos anuales, siendo considerado como una de las principales figuras
de aquel imperio”.
(De un
artículo reproducido en diferentes cabeceras titulado “Un andaluz general
turco”)
De un libro publicado algunos años después por uno
de los militares que participaron en aquella expedición podemos extraer nuevos
detalles sobre la vida de nuestro protagonista:
“No puedo menos de anotar como curiosidad
las dos personalidades españolas que forman parte íntima de la corte del
sultán Abdul Hamid. La primera es el General turco Aranda Pachá, General de las
músicas del Ejercito otomano y su reorganizador, persona muy culta y de trato
afable y simpático. En su casa, en donde invitó a la comisión para almorzar con
su distinguida familia, oímos de sus labios el relato de su historia.
Casado en París con señorita francesa,
dedicábase a su profesión de músico en conciertos y lecciones particulares,
cuando se le ofreció la plaza de profesor de piano de los hijos del Sultán.
Aceptada con la condición de no perder su nacionalidad española, donde dio
lecciones de piano a los Príncipes y Princesitas, recibiendo además el encargo
de reorganizar las bandas militares, y tan a satisfacción del sultán desempeñó
y desempeña todavía su cometido, que le colma de honores y esplendidos regalos,
ascendiéndolo hasta la categoría y sueldo de general que hoy disfruta (1905)”.
El otro
español residente en la corte era un artista de circo, también de origen andaluz,
detrás del cual hay una historia suficientemente pintoresca y pinturera como
pare dedicarle un capítulo aparte (véase nueva entrada).
Un tercer
español, no mencionado en esta fuente, que gozó también del favor y simpatía del sultán fue el tenor navarro
Manuel Huarte, nombrado comandante del ejército con el estipendio correspondiente.
Según
Wenceslao Ramírez de Villaurrutia, embajador de España en Turquía entre 1894 y 1896,
el sultán se mostraba especialmente contento y satisfecho con aquellos
españoles que estaban a su servicio, porque, según decía, vivían alejados de la política y de las intrigas, que
eran el pan cotidiano palatino.
Por lo
visto Abdul Hamid no era tan bárbaro y sombrío como se le pintaba desde el
mundo occidental. Además de cultivar la poesía era un verdadero apasionado de
la ópera, llegando incluso a componer. A
su especial empeño se debe la creación del Teatro de la Opera del Yildiz para
cuyas representaciones era imprescindible el concurso de sus favoritos
españoles.
En 1907
Aranda Pacha obtiene permiso del sultán para reencontrarse con su patria. Viaja
acompañado de su única hija, llamada Germaine, que al igual que el resto
de sus hermanos recibió una refinada educación, propia de la élite social y
cultural otomana. Su padre hizo de ella una virtuosa del violín.
Germaine de Aranda |
Escala obligada en aquel periplo era su tierra de
origen:
El derrocamiento se su benefactor en abril de 1909
supone un nuevo giro brusco en la vida de la familia Aranda. El Maestro Aranda
fija su residencia en la Ciudad Condal retomando las clases de piano y los
conciertos de música de cámara como actividad profesional.
Especialmente
centrado ahora en la proyección de la carrera musical de su hija, la violinista
Germaine
de Aranda, a la que acompaña al piano. Templos de la música culta de
Barcelona como el Liceo, el Palau de la Música, el Palacio de las Bellas Artes o el Orfeón Catalán acogieron
sus exitosas actuaciones, que contaban con el especial atractivo para el
público de que entre sus programas se incluían composiciones de los más
célebres músicos otomanos.
No hemos sido capaces de certificar su
responsabilidad. Según la Wikipedia el himno del imperio otomano durante el
sultanato de Abdul Hamid II (1876-1909) fue el Hamidiye cuya música fue escrita por un tal Yesarizade Ahmed Neci Paşa. Por si acaso nos despedimos con sones otomanos acompañados de una bonita selección de imágenes con historia: pinchar aqui.
FUENTES
UTILIZADAS
Hemeroteca Digital de la BNE, Biblioteca Virtual de
Prensa Histórica, Portal Gallica (Bibliotheque Nacionale de France), ARCA
(Archivo de revistas catalanas antiguas), Biblioteca Digital Hispánica, Otras
Hemerotecas y Bibliotecas Digitales.
Diccionario Biográfico y Bibliográfico de Músicos Españoles y Escritores de Música españoles, portugueses e hispano-americanos antiguos y modernos: acopio de datos y documentos para servir a la historia del arte
musical en nuestra nación por Felipe Pedrell. Barcelona 1897.
Revista de Estudios Musicales de Mendoza (Argentina).
Números 5-6. Año 1951 (vistas parciales).
Azpeitia de Moros, L. / En busca del caballo árabe:comisión a Oriente. Madrid: 1915 (Est. Tip. Sucesores de Rivadeneyra).
Marques De Villa Urrutia / Palique Diplomático.
Recuerdos de un Embajador. Madrid 1925 (vistas parciales de google book).
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