Autor: Federico de Madrazo y Kuntz |
Aunque los críticos y estudiosos de la literatura española coinciden en calificar el poema Blanca Flor, compuesto y fechado en Castro del Río en 1828, como, tal vez, la más acertada y feliz de las composiciones poéticas de B.J. Gallardo, este segundo poema, también gestado a orillas del Guadajoz (1829), “A Zelinda: Preso y Ausente”, ha pasado quizá más desapercibido, sin desmerecer al primero, por no aparecer recogido en antología poética alguna.
Ángel González Palencia incluye Blanca Flor entre “Las mejores poesías románticas de la lengua castellana”, y es éste mismo autor quien le otorga el calificativo a Gallardo de precursor del romanticismo poético en España.
Como no es mi propósito el de ejercer de crítico literario, os remito a un enlace sobre lo que diferentes autores han escrito y opinado de Bartolomé José Gallardo poeta.
Otro famoso poema suyo es el titulado “El dominus tecum, o la beata y el fraile” (este no concebido en Castro) que se incluye dentro de una Antología de la poesía erótica española e hispanoamericana (todo un derroche de ingenio).
Hace ya mucho tiempo que soy conocedor del destierro en tierras cordobesas de Don Bartolo. A medida que fui descubriendo pasajes sobre sus venturas y desventuras, fue creciendo mi curiosidad por la vida y obra de este peculiar personaje, que se destacó en aquella convulsa España del XIX, con una capacidad de trabajo y una talla intelectual muy por encima de lo común.
El descubrimiento y lectura de esas redondillas octosílabas de “A Zelinda” en las páginas del Semanario Pintoresco Español (HD-BNE), me ha permitido percibir el reflejo de sus padecimientos, y hasta me han despertado cierta sensibilidad por la lírica de la que creía estar desprovisto. Nunca es tarde, si la dicha es buena.
Estrofas como la de "Entre garamantas fieros", que me sirvió para titular la entrada que dediqué a sus años de confinamiento en Castro del Río:
Ausente, y en tierra ajena
sin la luz de tus luceros,
entre garamantas fieros
arrastro dura cadena.
O este segunda redondilla (cuatro versos octosílabos de arte menor), donde también casi se palpa su mala fortuna entre los moradores de “Castro Leal del Río”, propiciada “no por la gente de gallaruza, la de corbata es la mala”, y culpable de haberme incitado a adentrarme en la vida de aquel célebre Comandante Realista Calderón, que cuando los gobiernos le fueron propicios, debió de actuar como un auténtico y feroz “verduguillo de la campiña” :
Más aquí ¿qué ven mis ojos,
sino sombra y soledad,
horror en vez de beldad,
y en vez de contentos enojos?
El número 95 (1853) del Semanario Pintoresco Español incluye, justo debajo del poema, un retrato cómico-caricaturesco intitulado “Autopsia del cerebro de un pescador de caña”, que aunque obviamente no rotulan con su nombre, por su nariz pronunciada, sus rasgos exagerados y feos, y ese sibilino juego de palabras pescador/pecador cerebral, bien pudiera buscar como destinatario a Gallardete, a quien no le faltaban enemigos ni después de muerto.
"Autopsia del cerebro de un pescador de caña" |
El joven cordobés Francisco de Borja Pavón, durante su estancia en la capital del reino como estudiante de farmacia, por su afición a las letras, y recomendado por el común amigo Luis María Ramírez , conocerá y visitará asiduamente a Bartolomé José Gallardo, ya instalado en Madrid, al cesar las persecuciones contra los liberales con la muerte del monarca absolutista. De sus anotaciones, hemos sacado algunas de sus impresiones sobre nuestro protagonista que reinciden en esa fealdad que le atribuían sus antagonistas:
“Nada benevolente, ni fácil en el trato; bibliófilo y crítico mordaz; erudito y eminente hablista. Es el rostro de Gallardo rugoso y feo; su persona, delgada y de mediana estatura, su conversación salpicada de chistes, cuentos, diatribas y noticias literarias y bibliográficas”.
( Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Año X. Abril - Mayo de 1906. Números 4 y 5. Ángel M. de Barcia / D. Francisco de Borja Pavón: traducciones de poetas latinos. Contiene numerosas anotaciones de Francisco de Borja sobre sus visitas en Madrid a Bartolomé José Gallardo).
Entramos ya de lleno con el poema prometido:
BARTOLOME JOSÉ GALLARDO
A ZELINDA
Preso y ausente
Romance
sin la luz de tus luceros,
entre garamantas fieros
arrastro dura cadena,
Y el alma en ti, bien que adoro,
cantando engaño mis penas,
como al son de sus cadenas
el cautivo en grillos de oro.
Tiempo fue (¡Tiempo dichoso!)
cuando libre y prosperado,
gozando ufano a tu lado,
viví en plácido reposo.
Otra aura no respiraba
que la que tu respiraste:
luz que tu no reflejaste
mis ojos nunca alumbraba.
Como en espejo brillante
en tus ojos me veía,
y en ellos tu amor leía.
cual ellos mi fe constante.
Mas aquí ¿qué ven mis ojos,
sino sombra y soledad,
horror en vez de beldad,
y en vez de contentos enojos?
Perdido tan gran tesoro,
no hay bien que mi mal no aumente:
te adoro como presente,
y como ausente te lloro.
La imaginación celosa
te me retrata en mil modos,
para mi tormento todos
y de todos siempre hermosa.
cautivas las atenciones;
ya robando corazones
rindes y matas de amor
Ya, penosa y fugitiva
Ya, penosa y fugitiva
a la margen de la fuente,
disertas al son bullente
de su plata fugitiva .
¡Oh momento crudo y fiero
de la triste despedida!
de allí no perder la vida,
de mil y mil muertes muero.
Fijo en mi alma clavado
tengo aquel ¡ay! lastimero
que tras el adiós postrero
bebí de tu labio helado.
Aun, en lágrimas deshecho,
parece que repetidos
oigo el son en mis oídos
y el eco en el hondo pecho.
De tu afecto y tus enojos
para tierna y fiel señal
me dejaste en tu cendal
una perla de tus ojos:
Que, lloradas de pasión,
anegan con pena esquiva
lagrimas de sangre viva
que arranco del corazón.
Tal a fuentecilla pobre.
si preciosa en sus cristales,
ahogan en sus raudales
las hondas del mar salobre.
en un negro calabozo
cuando me arrebató el gozo
de tu divina presencia.
Llorando me halla la aurora,
Llorando me halla la aurora,
llorando me deja el sol,
cuando su grato arrebol
las nubes apenas dora.
Y ya hubiera fallecido
a no alentarme el tener
esperanza de volver
a verme a tu cuello asido.
En tanto, de angustias ciega
se consume el alma mía:
un día alcanza a otro día,
y el de mis dichas no llega.
¡Ay! ¡cuando querrán los cielos
que goce en eternos lazos
el regalo de tus brazos
y la luz de tus ojuelos!
BARTOLOME JOSÉ GALLARDO
(Copia sacada de un original escrito y firmado por el autor)
Castro el Río 1829.
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