“En una Iglesia de piedra labrada y bóvedas
de mármol blanco y negro, queda todavía,
en el ábside, una obra del pintor cordobés Julio Romero de Torres. La Virgen,
sobre una nube de nácar, se eleva majestuosa hacia el cielo envuelta en un
revoloteo de alas angelicales y miradas de despedida. En el suelo quedan
mujeres cubiertas con largas túnicas y mantos de color celeste y con semblantes
de recogimiento interior, como si sus labios rezaran una oración. Todo sobre un
fondo de graves tonos de amanecer que completa la sublimidad del cuadro".
De esta somera y angelical manera explicaba el alférez provisional Segismundo Díaz Bertrana la composición iconográfica de la
pintura mural de la Asunción de María ejecutada por Julio Romero de Torres en
el ábside del presbiterio de la Iglesia Parroquial de Porcuna (Jaén) entre los años 1903 y 1905.
Este joven militar había llegado hasta la localidad enrolado en una Bandera de la Falange Canaria a la que, junto a otras unidades, se le confió la misión de guarnecer la plaza una vez tomada por las tropas insurgentes el primero de enero del año 1937.
Este joven militar había llegado hasta la localidad enrolado en una Bandera de la Falange Canaria a la que, junto a otras unidades, se le confió la misión de guarnecer la plaza una vez tomada por las tropas insurgentes el primero de enero del año 1937.
Aparece inserta dentro del típico artículo de
propaganda en el que se arremete contra la manida furia iconoclasta desplegada
por los rojos “empeñados en la destrucción
de todo lo que signifique un atisbo de religiosidad, de arte o de historia”
(injusta y trasnochada generalización que anida todavía en muchas cabezas).
Dejemos que el falangista canario nos siga
ilustrando sobre los tesoros artísticos afectados:
“La iglesia parroquial de este pueblo, una
iglesia de sobrio estilo románico, su planta en forma de cruz de Calatrava con
sus brazas de Norte a Sur, tenía obras de arte—pintura y escultura—de verdadero
valor nacional.
Había una estatua de Jesús hecha por Mena.
La imagen era la de más valor y mejor que adornaba la Santa Iglesia. Su cara
mostrando el sagrado ungimiento de todo rostro divino, a la vez humildad y
misericordia. El cuerpo, en proporción justa y medida, daba la contextura
exacta del Redentor. Era todo una obra maestra. Un producto de la ardiente
imaginación de Mena. En él puso, quizá, su mejor inspiración y su más fiel
empeño de imaginero.
Era esta imagen de Nuestro Padre Jesús, como
la llamaban estas viejecitas y gentes del pueblo todas con profundo respeto, una
obra de gran estima para el Arte Español.
El
afán de destrucción siempre vivo en los rojos, hizo que esta imagen fuera
echada a una hoguera con todos los santos de la Iglesia y allí, en llamaradas y
humo que subían al cielo, quedaron sus cenizas”.
Jesús Nazareno desaparecido en 1936 (atribuido por tradición a Martínez Montañés) |
Se advierte que el articulista, en tareas de
corresponsal para la prensa de su región, no debió de ser demasiado riguroso ni
meticuloso a la hora de documentarse sobre el patrimonio histórico artístico
que albergaba el templo parroquial de Porcuna, convertido en Casa del Pueblo
durante el periodo revolucionario, incluso, hasta pudiera darse el caso, de que tal cúmulo de imprecisiones, errores y falsedades sean premeditadas con
el único fin de de dotar a su discurso de la necesaria grandilocuencia y justificación.
Habida cuenta de que la inauguración del nuevo templo
parroquial era relativamente reciente en el tiempo (1910), la mayoría de las imágenes
religiosas, que tuvieron la suerte de ser pasto de las llamas y rodar por las
escalerillas de la iglesia durante aquellos primeros días de inflamada ira contra el poder
terrenal de aquella Iglesia reaccionaria tradicionalmente aliada con los poderosos, carecían aún
de la suficiente solera artística.
Para el cronista D. Eugenio Molina en su libro “La
ciudad de Porcuna” publicado en 1925, el merito artístico de las imágenes que
encerraban los templos de Porcuna antes de la guerra era más bien escaso, “exceptuando una notable escultura de Cristo en el Sepulcro, que hay en
la Iglesia de San Benito, y otra no menos notable y hermosa de Jesús Nazareno
que se venera en el Santuario de su nombre, y que es objeto de ferviente
adoración por los hijos de este pueblo. Ambas esculturas son dos antiguas y acabadas
obras de arte, de tamaño natural, atribuidas al famoso escultor Martínez Montañés”.
Sorprende
la falsa atribución del Nazareno de Porcuna al imaginero barroco granadino Pedro de Mena, máxime cuando, con casi absoluta seguridad, el reportero tuvo que
tener entre sus manos el libro de Don Eugenio Molina, que también utilizó a la
hora de redactar otro artículo relacionado con la historia local (Aires de Historia: Porcuna bajo las Banderas de la Falange isleña).
Creemos
que el nombre de Mena le viene como anillo al dedo a la hora de magnificar el estropicio entre los
destinatarios de sus artículos, sus paisanos, los lectores del diario Falange
de Las Palmas. Además le sirve para conectar con otros atentados cometidos contra
el patrimonio religioso años atrás. El nombre de Mena adquiere especial difusión
fuera de los ámbitos culturales y académicos a partir de la destrucción del
famoso Cristo de la Buena Muerte de Málaga acaecida durante los disturbios
anticlericales de mayo de 1931, recién proclamada la II Republica.
Mentiras piadosas dirigidas a los de su
comunión de ideas, que precisan de la pertinente aclararación.
Recurre a
similar artificio a la hora de ocuparse de los daños sufridos por las pinturas
murales del por entonces ya desaparecido pintor cordobés Julio Romero de Torres:
“El ensañamiento de los rojos con todo lo que
signifique religiosidad no paró en echar todos los santos en la hoguera. Había
en esta misma Iglesia, en las Capillas del Sagrario y la Purísima, en la primera
una Santa Cena y en la segunda la Sagrada Familia, ambas pinturas de Julio
Remero de Torres. A los rojos parece que les molestaba que estas pinturas,
representantes de varios aspectos de la vida de Jesucristo, estuvieran en
aquellos muros. Para que no vieran más cogieron un bote de mala pintura y aguarrás
embadurnando y chapoteando estos decorados en los que la paleta de Romero de
Torres había esmerado su trabajo, hecho gratuitamente como recuerdo a la ciudad
de Porcuna”.
Desconocemos si durante los aproximadamente cinco o
seis meses que el ilustrado falangista permaneció destinado en el frente de
Porcuna sería capaz de recabar informaciones veraces sobre quienes fueron, con
anterioridad a “la barbarie roja”,
los primeros a quienes empezó a resultar molesta e incómoda la presencia de
aquellas pinturas murales de Romero de Torres dentro de la casa de Dios.
Prejuicios
morales, prácticamente desde la inauguración del templo en 1910, motivaron una sostenida
polémica entre los elementos liberales, amigos del pintor y promotores del
encargo, y las fuerzas más conservadoras, que pronto encontraron en el rostro
de la Virgen de la Sagrada Familia el reflejo de una nativa de dudosa
moralidad, que por lo visto le había servido de modelo. Con respecto al
semblante de rostro de Jesucristo, que aparece presidiendo el mural de la Santa
Cena, también circularon toda clase de comentarios y comparaciones.
La progresiva fama de “pecador e inmoral” que arrastrará el pintor, creemos que
terminaría siendo decisiva en la resolución final del conflicto.
El señor cura párroco, Don Ramón Anguita
Carrillo, con el más que presumible visto bueno de las autoridades
eclesiásticas provinciales, terminaría cediendo a las pretensiones y deseos de
aquellos sectores más retrógrados de la sociedad local.
Unos
retablos de madera, de escasa calidad en cuanto a material y factura, terminarían
ocultando ambos murales. Tuvieron que practicarse algunas perforaciones sobre los mismos con el fin
de anclar los retablos.
Se viene barajando
el año 1917 como fecha de su colocación, aunque si damos crédito a la que
aparece en la ficha del manuscrito original del Catálogo Monumental de la Provincia de Jaén (1913-1915), habría que retrotraerla, cuanto menos, al año
1915. A Enrique Romero de Torres no le pasa desapercibido el desaguisado cometido contra las pinturas de su
hermano Julio:
“La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de
la Asunción es moderna. Fue consagrada hace pocos años y es un magnífico
edificio de cantería costeado por todos los vecinos de la villa.
Está decorada con gusto y la cúpula del presbiterio
así como las dos capillas laterales pintadas al temple por el ilustre artista
Sr. Romero de Torres (Don Julio) en el año de 190. Hace poco, dentro de estas capillas, han
tenido la mala idea de colocar dos altares de madera de mal gusto, los cuales
no dejan ver las pinturas que representan
respectivamente La Cena y la Sagrada Familia”.
A los años 1914 o 1915 pertenece precisamente la fotografía de la cabecera. Se trata de un detalle de la original realizada por un anónimo fotógrafo contratado por la Casa Editorial Alberto Martín de Barcelona para que le proporcionara material gráfico con el que componer sus famosas series de Porfolios Fotográficos. La que mostramos a continuación no sería finalmente incluida en el cuadernillo correspondiente. De haber estado despejados los murales de los ábsides laterales, y pese a la falta de luz natural de las capillas, el objetivo de este profesional pudiera habernos transmitido muestras de su factura original.
A los años 1914 o 1915 pertenece precisamente la fotografía de la cabecera. Se trata de un detalle de la original realizada por un anónimo fotógrafo contratado por la Casa Editorial Alberto Martín de Barcelona para que le proporcionara material gráfico con el que componer sus famosas series de Porfolios Fotográficos. La que mostramos a continuación no sería finalmente incluida en el cuadernillo correspondiente. De haber estado despejados los murales de los ábsides laterales, y pese a la falta de luz natural de las capillas, el objetivo de este profesional pudiera habernos transmitido muestras de su factura original.
Después de esta obligada alusión a los primeros avatares
históricos de la estas pinturas religiosas producida por Romero de Torres, retomaremos
la falsedad propagandista en torno a los desastres de la guerra.
Noticias aisladas
y precipitadamente inexactas sobre los daños ocasionados a las pinturas aparecieron
publicadas en la prensa nacionalista a los pocos días de entrar en la ciudad la
columna mandada por el Tte. Coronel Redondo:
(Diario de Córdoba 14 de marzo de 1937)
Castigos de desigual naturaleza les esperaban a los
hijos de Porcuna situados entre los defensores de la legalidad republicana.
Entre ellos se encontraba un joven socialista llamado Andrés Cabeza Millán, pintor y decorador de formación autodidacta,
responsable último de los “presuntos daños” sufridos por las pinturas tan
reiteradamente aireados.
Su trabajo le tuvo que costar a este buen
hombre convencer al aparato represivo del nuevo régimen de que su valiente intervención
había sido preservadora. Sus méritos han sido recientemente reconocidos
oficialmente al otorgársele la Medalla de Plata de la ciudad de Porcuna, a título póstumo (recomendable el visionado del video del acto de entrega de distinciones en el que el historiador y arqueólogo Pablo Casado Millán traza un documentado esbozo del homenajeado).
Los pormenores de su actuación en defensa del
patrimonio los conocemos gracias a Don Manuel Bueno Carpio, que en su tesis de
licenciatura en Bellas Artes publicada bajo el título de “La Parroquia de Porcuna y los murales de Julio Romero de Torres” en el año 1992, incluye una
entrevista con Andrés:
"En el mes de agosto de 1936 fueron destruidos y quemados
todos los retablos de la iglesia y convertido el edificio en “Casa del Pueblo”.
Entonces aparecieron en toda su belleza las pinturas murales y los daños
ocasionados por los boquetes abiertos para la colocación de los retablos. Ahora
estaban realmente expuestas a desaparecer.
En conversación
mantenida el día 13 de abril de 1984, Andrés nos decía, que habiéndose dado la
orden de picar los murales, convencí a los dirigentes del Frente Popular de que
las obras de arte debían ser respetadas para futuras generaciones. Me comprometí
personalmente a taparlas sin que sufrieran deterioro. Los amenacé de escribir
una carta al Ministerio de Instrucción Pública, si así no se hacía. Finalmente
conseguí permiso para taparlas y lo hice con pigmentos y agua cola. Pinté en la
parte central de los murales el antiguo escudo del partido socialista y en la
parte exterior una mano señalando el siguiente texto: aquí hay un cuadro de la Santa Cena pintado por Don Julio Romero de
Torres. Lo mismo hice en el otro mural. Pasada la contienda tuve que
demostrar que las pinturas no habían sido dañadas".
Esta imagen, tomada del exhaustivo y documentado
trabajo monográfico publicado por de Don Manuel Bueno, se corresponde con el
momento en que fueron retirados unos segundos retablos colocados a finales de
la década de los cuarenta, justo al emprenderse su restauración en el año 1974,
enmarcada ésta dentro de la conmemoración del centenario del nacimiento del
pintor cordobés. Se aprecia algo borroso el primitivo emblema del P.S.O.E. (yunque,
libro, pluma y tintero) que pintara Andrés Cabeza.
En esta segunda fotografía, de igual
procedencia, se puede apreciar la magnitud de los daños (numerosos boquetes)
ocasionados durante las sucesivas operaciones de instalación de altares y retablos.
Sólo podemos poner algo de incertidumbre o reparo personal al testimonio de Andrés Cabeza. Si damos crédito al cien por cien a sus
consideraciones, resultaría que los elementos dirigentes del Frente Popular de
Porcuna estaban desprovistos por completo de sensibilidad artística, se
mostraron condescendientes con la famosa furia iconoclasta o fueron incapaces de
sujetar la ira anticlerical durante aquel complicado contexto político-social
posterior al golpe de estado del 18 de julio de 1936, con el que arrancaba la
guerra civil española.
Las generalizaciones suelen pecar de injustas.
Por ejemplo, no creemos que dentro del saco sucio estuviese el veterano republicano
Rafael Juárez Quero, que debía de gozar de cierta ascendencia en el seno del comité
local del Frente Popular. Estamos ante un personaje, que como bien dicen Todos los Nombres de Porcuna en una de sus entradas de blog, se hace acreedor a la
reparación de su dignidad, por su incuestionable condición de “luchador incansable, de buen orador, mejor escritor, denostado y
olvidado por la historiografía local de ayer y hoy”.
Con independencia de que sus postulados ideológicos estuviesen
impregnados por el ateísmo y el librepensamiento, ya desde su primera etapa
como concejal apostaría por una salida racional con la que subsanar aquel
enojoso y mojigato olvido al que parecían estar condenadas estas pinturas
murales de Romero de Torres.
Alférez José Gallo Martinez (1900-1921) |
En la
primavera del año 1922, el pintor cordobés permaneció unos días en Porcuna
alojado en casa de su amigo José Julián Gallo, que hacía poco había perdido al
mayor de sus hijos (Alférez José Gallo) en la guerra de África. Aprovecharía la estancia para sacar de su perrera un cachorro de galgo negro, que a la postre
terminaría convirtiéndose en su inseparable compañero (Pacheco), así como para
entrevistarse con el señor cura párroco en pro de un posible apaño.
Pese a que el pintor se mostró dispuesto a realizar
nuevos bocetos de la Virgen y a restaurar los daños causados al instalar los
retablos, todo siguió conforme estaba.
En agosto de ese mismo año 1922, llegaría hasta el Ayuntamiento de Porcuna un
oficio remitido por la Delegación Provincial de Bellas Artes solicitando
informes al respecto. Oficio, más que probable, fruto de una denuncia previa
presentada por el concejal republicano Rafael Juárez.
Proclamada la II Republica, en una de las
primeras sesiones (7 de mayo de 1931) de la nueva corporación municipal, presidida
por Manuel Alcalá Ramos del PRR (Partido Republicano Radical) y compuesta por otros 6 concejales de su misma filiación, 7 socialistas,
3 conservadores y 2 liberales, a propuesta de los concejales de la mayoría
republicana, señores Rafael Juárez Quero y Antonio Quero Aguilera, se solicita sea elevado
escrito a la Dirección General de Bellas Artes.
Heredia
Espinosa, desde sus posicionamientos ideológicos, en su Historia de Porcuna, califica como de artera la maniobra
de estos concejales anticlericales, y de insidias contra el cura párroco sus denuncias,
al parecer, desestimadas por las comisiones investigadoras llegadas al efecto.
Don Ramón Anguita Carrillo |
A nuestro entender, creemos que a las autoridades republicanas
en este, y otros muchos asuntos, les paso lo mismo que a esa otra inmortal
pareja protagonista de El Quijote: “Amigo Sancho con la Iglesia hemos topado”.
Se da la paradójica
circunstancia de que el concejal lerrouxista Antonio Quero Aguilera, que
llegará a ser alcalde durante buena parte del denominado Bienio Negro, a la par
que su partido, fue evolucionando hacia los posicionamientos de la derecha. De
hecho su nombre figura entre las víctimas causadas por la izquierda
Rafael Juárez
Quero tenemos entendido que abandono pronto las filas del PRR para ingresar en el
Partido Republicano Radical Socialista, liderado a nivel nacional por Marcelino
Domingo. Desconocemos si llegó a reingresar como concejal en el ayuntamiento constituido
tras las elecciones ganadas por el Frente Popular en febrero de 1936, y de qué manera le pudo haber afectado la represión
franquista. Animo a los amigos de Todos los Nombres de Porcuna, a quienes
creemos suficientemente documentados al respecto, a que nos despejen la
incógnita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario