A
modo de necesaria introducción
En 1890, un Gobierno liberal, presidido por Práxedes Mateo Sagasta, sustituye el
sufragio censitario, limitado a propietarios y personas que demuestren unas
determinadas "capacidades", por el derecho a voto de todos los
ciudadanos varones mayores de 25 años.
Las elecciones a diputados a Cortes celebradas
en el distrito de Motril desde esa fecha hasta 1923, más o menos, transcurren
por los tranquilos cauces de la amañada normalidad propia del sistema político de la Restauración. Liberales y
conservadores se alternan civilizadamente en la detentación del acta de
diputado. Las fuerzas políticas antidinásticas, a las que en teoría podía
favorecer el sufragio universal, carecían en el distrito de la implantación
suficiente como para poder plantar batalla política al típico entramado
caciquil tejido por unos y otros.
El distrito, además de Motril, lo integraban
las poblaciones de Almuñécar, Salobreña, Vélez de Benaudalla, y otras de menor entidad como Guajares, Gualchos, Itrabo, Jete, Lentejí, Lújar, Molvizar y Otivar.
A
principio del siglo XX la representación parlamentaria la ejercía el militar
motrileño y político conservador Cándido Hernández Velasco (Polaviejista). Se hallaba en posesión del acta de diputado
desde las elecciones celebradas en el año 1899, en que se la arrebató al capitán de navío y político liberal, también natural de la tierra, Emilio Díaz Moreu Quintana,
que la había detentado durante buena parte de la última década del XIX, y que
en 1901 volvería a recuperar.
Para las elecciones de 1903 tocaba diputado conservador. Se prescinde de militares de
prestigio y entra en escena un civil. Se trata del abogado José María Márquez y
Márquez, un rico propietario e industrial nacido en Almuñécar. Conservará el
escaño ininterrumpidamente hasta 1910.
Casado con una hija de los condes de Villa Amena de Cozvijar, por lo que se
adornaba con el nobiliario título de marqués de Montefuerte que había aportado
su esposa al matrimonio.
Para la nueva etapa de gobierno liberal (1910)
se recurrió al joven teniente auditor de la Armada, Isidro Romero Civantos, que aunque natural de la provincia, carecía del arraigo de sus
antecesores. Por primera vez surgieron algunas voces discordantes, el resultado
sería impugnado y el acta declarada nula, teniendo que repetirse los comicios. Finalmente
la maquinaria del sistema conseguiría que Romero Civantos se impusiera
desahogadamente al candidato conservador José María Márquez, a quien no quedó
más remedio que acatar con resignación los resultados.
( 28 de agosto de 1910) |
Tras un
nuevo bienio conservador para Márquez (1914-1915), el anunciado regreso del
encasillado Romero Civantos para las elecciones de abril de 1916 va a excitar
los ánimos entre determinados sectores del partido liberal de la costa
granadina, poco dispuestos a tragar otra
vez con “el mochuelo”.
Un
curioso manifiesto preelectoral
En
el mes de febrero, coincidiendo con los primeros rumores de que Romero Civantos
gozaba nuevamente del favor ministerial para el inminente nuevo proceso
electoral, surge una primera voz de disconformidad. El alcalde de la localidad
de Salobreña, Federico Ruiz Romero, tuvo la ocurrencia de redactar un
valiente manifiesto dirigido a los electores que llegaría hasta las páginas de “El Imparcial”.
Sus denuncias, en el
fondo, venían a cuestionar un sistema político caduco y trasnochado que ya
venía siendo denostado abiertamente desde atrás por socialistas y republicanos.
Su abogacía en pro de la reconquista de la ciudadanía despertó grandes y
asombrosos comentarios en la mayoría de las cabeceras de prensa del país.
Dice el
Imparcial:
“El alcalde
de Salobreña, distrito de Motril, ha dirigido a su pueblo el siguiente manifiesto,
documento curiosísimo que, según dicen, ha tenido la virtud, que su autor
quería infundirle, la de soliviantar a las masas.
Lo encabezan las
palabras: “Romero Civantos, no”. Y
dice así:
“No, no y no. De ninguna manera podemos
consentir que la representación parlamentaria de este distrito vuelva a ser
ostentada por quien en la anterior etapa del partido liberal toda su actuación
en el Congreso se limitó a decir sí o no, según caían las pesas, y nunca sobre
asuntos que afectaran a Motril, porque jamás se ocupó de ellos, como no lo
hiciera en las antesalas de los despachos de los ministros. Y ya se sabe que allí no escuchan a nadie.
No; Motril no está en condiciones de
permitirse el lujo de llevar al parlamento una figura decorativa. Eso, cuando
las cañas estaban a veinte cuartos y esto era Jauja y no había problemas que
resolver, bueno; pero ahora no, no y no. Motril necesita un diputado de
historia política que sume en su haber grandes aciertos y que se haya destacado
en los cargos que haya desempeñado entre todos los que le hubieran precedido.
Como en el partido liberal de la provincia
hay hombres de méritos extraordinarios, no debemos consentir de ninguna manera
que el prorrateo que haya que hacer entre las distintas agrupaciones que
integran el partido liberal sea precisamente Motril el distrito que tenga que
cargar con el mochuelo. Motril necesita un hombre suficiente para que a la faz
de la nación sea capaz de decir con entereza que Motril tiene derecho a una
mejor vida a la que está soportando con beatífica resignación.
Motril: date cuenta de la gravedad de las
circunstancias y de que si por tu apatía y tu característica abulia desprecias
esta ocasión preciosísima de poderte redimir, tardarás mucho tiempo en
conseguirlo. Y vosotros, despreocupados
motrileños, habréis contraído una responsabilidad moral tan grande que cuando reflexionéis
después sobre las consecuencias de vuestra inexplicable indiferencia, el
remordimiento de conciencia os amargará seguramente la vida.
Motrileños: Dios haga que este manifiesto
sea la piscina en la que os podáis curar de vuestra parálisis. Motril,
levántate y anda. Candidato el que vosotros digáis; pero Isidro, no, no y no.
Antes yo que soy un tonto. Salud, paisanos. – Federico Ruiz Romero”.
(El
Imparcial 12 de febrero de 1916)
Desde
diferentes lugares, castigados históricamente con políticos cuneros y encasillados que no solían gozar del general beneplácito del cuerpo electoral,
se piensa que el gesto del alcalde de Salobreña debía de extenderse:
“Este es un documento escrito para toda
España. En todos los pueblos puede ser leído. Con todos reza el cuento. El mal
está muy extendido y roza ya caracteres de humillante dominación. Todos los
alcaldes deben de suscribir este manifiesto, que es un chispazo suelto. El
alcalde de Salobreña es un hombre formidable. Su nombre pasará a la historia
como el alcalde de Móstoles, cuando se escriba el capítulo de la reconquista de
la ciudadanía”.
El caso sería aireado hasta en forma de verso:
Un suelto sobre asuntos electorales publicado en el efímero
periódico motrileño “El Clamor de la Verdad” en los días inmediatos al famoso
manifiesto parece ser que fue el detonante de cierta trifulca callejera,
disparos y heridos incluidos, sostenida entre partidarios del ex alcalde
liberal y director del periódico, Florencio
Moreu, con el banquero Francisco Moré
de la Torre, arropado por algunos de sus empleados.
(18 de febrero de 1916) |
Los contendientes fueron detenidos tomando el
juzgado cartas en el asunto. La prensa provincial paso de puntillas sobre tan espinoso
asunto de pistolas en el que se hallaban implicados importantes apellidos de la
ciudad costera.
Tal vez con
el objeto de distraer la atención salta hasta sus páginas la noticia de un extraño avistamiento
nocturno:
No hay que descartar la posibilidad de que
pudiera tratarse del ofuscado candidato haciendo reconocimientos nocturnos con
vistas a planificar un posible bombardeo de Salobreña (de octavillas).
Todo
indica que los herederos del banquero, armador e industrial Emilio Moré Auger,
fallecido en 1905, eran opositores del oficialista Romero Civantos.
Cuando se
produce la proclamación de los
candidatos aparece entre ellos el nombre de Juan Moré de la Torre (presidente
de la Cámara de Comercio de la ciudad de Motril) junto al de Romero
Civantos y la resignada figura del diputado
saliente, el conservador Sr. Márquez.
Desde los
centros de poder del partido liberal se intentó arreglar el nublado electoral
de Motril ofreciéndosele a Moré acomodo en el vecino distrito de Albuñol.
Terminaría rechazando la propuesta y concurriendo a aquel proceso por Motril
con la etiqueta de Liberal Independiente.
Las elecciones se celebraron el 9 de abril y
de poco sirvió la osadía del nuevo político motrileño y el espoleo de la
conciencia ciudadana promovida por el alcalde de Salobreña. Terminaría
imponiéndose el candidato ministerial Isidro Romero Civantos, que obtendría una cómoda victoria (4.594 votos obtenidos
sobre un total de 6.592 ciudadanos que concurrieron a las urnas). Le siguió en
número de votos el conservador Márquez y en último lugar Juan Moré.
Los
interventores del candidato independiente levantaron varias actas notariales
por irregularidades detectadas en diferentes colegios de Motril que le
servirían a Juan More de la Torre para protestar el acta. Las reclamaciones
finalmente serían desestimadas.
Ciertas
heridas entre las huestes liberales quedaron abiertas, como podremos comprobar
más adelante.
La
popularidad alcanzada por Sr. Romero Civantos a raíz del famoso manifiesto se
convirtió en arma arrojadiza en manos de sus tradicionales adversarios
electorales. El propio ex presidente del consejo de Ministros, el conservador
Antonio Maura, que conoció el asunto de primera mano durante un viaje de
incógnito que realizó a Granada durante el mes de abril para someterse a un
tratamiento de aguas en el balneario de Lanjarón, lo refiere de manera algo sarcástica
en una de sus conferencias:
“Hace pocos días he visto, entre la vega de
Motril y Salobreña, en plena zafra, brotando las riquezas de aquella vega
fertilísima tener que vadear con borricos medio kilómetro de río, de rambla,
claro cuando Dios quiere y las nieves lo consienten, para comunicar las
plantaciones de caña con las fábricas. Gran extensión de terreno esterilizado,
otra parte amenazada. En el encauzamiento, en el puente, no hay señales de que
se piense, como no sea por la vía de la acusación contra la moruna desidia. ¡Se conoce que no habrá tenido influencia
el diputado! (Risas)”.
1918:
una reelección accidentada
Romero
Civantos inicia su campaña el día 12 de febrero con una fugaz visita a Vélez de Benaudalla
de paso hacía Motril. En esta última sus amigos políticos y comisiones llegadas
de diferentes pueblos del distrito le dispensaron un cálido y efusivo
recibimiento, preparándose los pormenores de la elección (el puchero) en casa
de la viuda de su incondicional correligionario y ex alcalde Francisco Pérez
Santiago, recientemente fallecido (calle Seijas Lozano).
Al día
siguiente se organiza una expedición con destino a las poblaciones de Salobreña
y Almuñécar. Antes de llegar a Salobreña se vieron sorprendidos por una
cuadrilla de hombres armados con escopetas, que invitaron a los distinguidos
viajeros a que regresaran sobre sus pasos con amenazas de emprenderla a tiros.
Copiamos
textual:
“Después
de tan agresiva y escandalosa amenaza la canallesca cuadrilla se retiro de la
carretera.
Cuando el Sr. Romero y sus acompañantes
comentaban el suceso y resolvían si debían o no seguir el viaje, se presentó el
alcalde de Salobreña, Don Manuel Ruiz, amigo del candidato.
El alcalde ocupo un asiento en el coche
del señor Romero Cibantos y continuaron hacia el pueblo, manifestando el señor
Ruiz que nada ocurriría.
Sin embargo, en un recodo del camino
apareció nuevamente la cuadrilla apuntando con las escopetas.
Al llegar al recodo el segundo de los
carruajes hicieron fuego aquellos salvajes disparando infinidad de tiros y entablándose
una verdadera batalla campal.
El distinguido joven D. Luis Vinuesa, que
formaba parte de la comitiva, resultó con dos heridas de arma de fuego, una en
el brazo izquierdo y otra en el pecho.
Uno de los caballos del carruaje quedo
muerto en el lugar de la refriega.
Los autores del escandaloso hecho se dieron
a la fuga”.
(El Defensor de Granada 14 de febrero de 1918)
Al frente de aquella cuadrilla de escopeteros se
hallaba Paulino Ruíz Romero, hermano de aquel famoso alcalde autor del
manifiesto de 1916, que sería finalmente detenido junto al resto de la
cuadrilla. Ello explica que los disparos no se efectuaran sobre el primer coche en el
que viajaba el candidato, ya que iba protegido por el propio padre del agresor,
que sabedor de la trama orquestada había salido al encuentro de la expedición
electoral con el fin de evitar el incidente:
“El hijo del alcalde viendo a su padre en el
primer coche, gritó a sus secuaces: ¡No tirar que va mi padre!
¿Qué intereses
habría en juego como para que esta familia se hallara tan dividida políticamente?
Romero
Civantos ganó con holgura aquellas elecciones. Una nueva crisis de gobierno
propició el adelanto electoral para junio de 1919, recayendo el escaño hasta
1923 en manos de políticos conservadores locales pertenecientes a la oligarquía
agrícola y financiera: Rafael Valderde Márquez y Ricardo Rojas Herrera.
En las elecciones de mayo de 1923 volvería Romero Civantos
a ser proclamado diputado electo por el distrito de Motril con arreglo al artículo
29 de la Ley Electoral (proclamación sin elección).
El golpe
de estado protagonizado por el General Primo de Rivera en septiembre de ese
mismo año 1923 ponía definitivamente fin a su carrera política y afectada también a la profesional (cesado en
el cargo de Fiscal del Tribunal de Cuentas
del Reino).
La llegada
de Don Niceto Alcalá Zamora (de su pasada familia política) a la presidencia de
la República Española en abril de 1931 la aprovecharía para ser nombrado
Magistrado de la Sala de Justicia Militar del Tribunal Supremo.
Nº 2: Isidro Romero Civantos |
En agosto de 1932 se encontraba entre los
magistrados de la sala sexta del Tribunal Supremo a quienes se les encomendó el
juicio sumarísimo de urgencia contra los promotores del levantamiento militar de Sevilla contra la República (Sanjurjada).
Permanece en la carrera judicial hasta agosto de
1936 en que se decreta su jubilación en la Gaceta de la República. Desconocemos
como le afecta la guerra civil. En 1943 se publica nuevamente su jubilación en
el B.O.E. En 1947 aún vivía en la capital de España.
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