Dentro de unos días vuelven los toros a Motril en su
reinaugurada e infrautilizada nueva plaza. Un único festejo programado dentro del
calendario festivo de su tradicional Feria de Agosto en honor de Nuestra Señora de la Cabeza. Como reclamo
para los aficionados en tiempos de crisis, empresa y ayuntamiento han
considerado conveniente incluir dentro del mismo un merecido homenaje al último
torero que ha dado esta tierra: el popular José Rodríguez “El Berenjeno”.
Aprovecho
la ocasión para trazar unas breves reseñas sobre las primeras figuras del
denominado “Arte de la Tauromaquia” nacidas entre plantaciones de cañas y
algodón, allá por las centurias del setecientos y ochocientos respectivamente:
La primera fue una motrileña que se viene considerando como precursora del toreo
femenino. Se trata de Francisca García, cuya osadía torera se remonta al siglo XVIII,
cuando aun las formas de torear, a pie y a caballo, se disputaban el gusto de
los aficionados. Predecesora de la célebre Nicolasa Escamilla "La Pajuelera" (así llamada porque vendía antorchas o pajuelas de
azufre), que derrochó un valor asombroso por las principales plazas de toros.
Una tarde destacó en Zaragoza, donde picó y lidió un toro ante la atenta mirada
del pintor Francisco de Goya, quien la inmortalizó en uno de los aguafuertes que conforman
su espléndida Tauromaquia.
La Pajuarela
José María de Cossío sitúa la actividad de esta
torera-rejoneadora, natural de Motril, en la primera mitad de siglo. Casada con
Francisco Gómez, banderillero a las órdenes del torero navarro Matías Serrano. Se
trasladó hasta Pamplona, y en una instancia presentada al Ayuntamiento en
1743 decía: "Que por particular
espíritu se ha inclinado a torear a caballo con rejoncillo, y ha logrado muchos
aplausos en estos diez años que se ha ejercitado en dicha habilidad en las
ciudades de Cádiz, Valencia, Murcia, Granada y otras capitales". Se le denegó el permiso para torear en la capital navarra "porque no parecía decoroso". Volvió a solicitarlo por escrito al año siguiente, repitiéndose la respuesta, pese a invocar que ya lo
había hecho en las localidades vecinas de Estella y Tudela.
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Solía
torear con capa, rejones y banderillas desde el caballo.
Otro motrileño del que tenemos noticias de
haberse dedicado profesionalmente al toreo fue José Díaz Iglesias “Mosquita”:
Este banderillero y matador de novillos motrileño aparece vinculado desde sus inicios al mundo taurino de la provincia de Cádiz. De hecho, en algunas fuentes consultadas se le considera gaditano.
Mosquita toreó en la plaza del Balón de
Cádiz, que funcionó a partir de 1826. Con tan sólo 12 años (en 1826) dirigía ya una cuadrilla de
banderilleros que se fogueaban en aquellas sorprendentes capeas con erales.
Diario Mercantil de Cádiz (4 de agosto de 1828) |
Diario Mercantil de Cádiz (23 de octubre de 1830) |
A principios de la década de los años treinta
del siglo XIX dio el salto a la isla de Cuba. En la Habana compartió plaza con
el torero de Puerto Real y ex seminarista Bernardo Gaviño. Una tarde fue cogido
y tuvo le desdicha de perder un brazo.
Desde agosto de ese mismo año 1845 nos consta
la existencia de otro José Díaz “Mosquita”, posiblemente su heredero, célebre
puntillero enrolado en cuadrillas de matadores de toros gaditanos como la del
chiclanero Francisco Montes “Paquiro”.
A efectos
de documentación nos hemos servido mayormente de los fondos de la Biblioteca Digital Taurina de la Biblioteca Digital
de Castilla y León.
Una vez metidos en faena, y aprovechando el periodo vacacional, anuncio la próxima edición de nuevas
entradas relacionadas con la historia de la Tauromaquia en Motril.
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