El año de 1915 fue especialmente conflictivo en nuestro
país. A la escasez y carestía de los artículos de primera necesidad derivada
del conflicto bélico que se venía desarrollando en Europa, se suma una aguda
crisis de trabajo. Las manifestaciones de protesta y los conflictos sociales
proliferan a lo largo y ancho de la geografía nacional. El recurso al
máuser, para sofocar y acallar las protestas, estuvo revestido de sangre en
numerosos lugares. Por su especial resonancia destacan sucesos como los de
Cenicero (Rioja) o Torreperogil (Jaén). En
la costa granadina, manifestaciones de protesta, desarrolladas en las
poblaciones de Ítrabo y Motril, fueron disueltas a tiros por efectivos de la
guardia civil.
Nos detendremos en esta última.
Analizaremos, de camino, la evolución de aquel emergente obrerismo motrileño, que había ganado considerablemente
en adeptos y organización tras la visita de Pablo Iglesias en octubre de 1914. Intentaremos además desentrañar posibles
maniobras arteras desplegadas por el caciquismo monárquico para liquidar o manipular a
aquellos que escapaban de su control.
La
organización obrera motrileña
En
abril de 1914 nacía en Motril una agrupación socialista bajo la denominación de
“La Democracia Social”. Salvadas las
primeras trabas y los típicos recelos por parte de la autoridad local terminarían
estructurando una importante organización en torno a la cual se aglutinarían
los diferentes gremios laborales. Se hicieron con una sede social ubicada en la
céntrica calle Hernández Velasco nº 45 (Nueva). Un magnífico y amplio edificio con
espacios comunes y salas de reuniones para las diferentes sociedades que se
iban incorporando: “El Despertar” (agrícolas), “La Hércules” (obreros del
puerto), “El Trabajo” (albañiles), “La Progresiva” (alpargateros), “La Razón”
(transportes), “la Emancipación” (obreros del mar) y una activa “Juventud
Socialista”.
Durante sus primeros meses de vida no aflora
reivindicación alguna. Sus primeras actividades se limitaron a la organización
de conferencias de extensión cultural. El alcalde conservador, dramaturgo y
poeta don Gaspar Esteva Ravassa, atendiendo la invitación cursada por los
socialistas motrileños, impartió una de ellas. Se dice, que terminó su
intervención con la siguiente frase: “Si
esto es el socialismo bendito sea”.Juntas Directivas - enero de 1915 |
Gaspar Esteva |
El
siguiente logro sería la creación de una escuela completamente gratuita para
los asociados y sus hijos: “Asisten
varios cientos, recibiendo la enseñanza en locales más amplios, más higiénicos
y aun mejores condiciones de material que las escuelas nacionales, instaladas
por lo general, como es sabido, en cuchitriles inapropiados al caso”.
Se comparte también ese típico afán de regeneración
moral y cultural propio de aquel primer obrerismo organizado. En marzo de 1915
el Centro Obrero tenía presupuestadas 75 pesetas al mes para la adquisición de
libros, prensa y revistas, disponía de una pequeña biblioteca para el recreo
de sus socios y estaba prohibido el consumo de bebidas alcohólicas en sus locales. En el piso
alto se habían acometido obras para acondicionar un pequeño teatro en el que
pudiera actuar su Cuadro Artístico, constituido recientemente e integrado por
jóvenes de ambos sexos.
Definitivo
para el arraigo societario fue la creación en septiembre de 1914 de una
cooperativa socialista titulada “La
Redención” dedicada a la elaboración y venta de pan. Su nacimiento coincide
con la carestía del precio del pan y los primeros problemas con la falta de
peso, fraude al que recurrían algunos pícaros industriales para no tener que
modificar el importe de venta al público. Aquello atrajo hasta sus filas una
considerable cifra de nuevos adeptos.
Es durante
esa etapa de máximo potencial humano cuando tiene lugar la visita del líder nacional del Partido
Socialista Obrero, Pablo Iglesias, que terminaría arrastrando a muchos obreros
indecisos.
Es justo a partir de entonces cuando se enturbian
las relaciones con las autoridades locales y surgen los primeros miedos y
recelos. El caciquismo motrileño desplegará su maquinaria para intentar frenar
ese meteórico auge. Se recurre a todo tipo de artimañas. Se intenta fomentar el
sindicalismo católico. Las autoridades municipales, según fuentes socialistas,
instaban a sus propios empleados para que engrosasen sus filas, bajo la amenaza
de perder su empleo. La Iglesia también puso su granito de arena trayendo hasta
Motril a un predicador que lanzó los típicos anatemas contra la lucha de clases
y en pro de la armonización social preconizada desde los postulados del sindicalismo
católico:
“En un Centro católico, al que por desgracia
concurren algunos obreros tan faltos de energía como de conciencia de sus
intereses, ha puesto cátedra un fraile, con el “noble” fin de dividir a los
trabajadores. Según él hay, Centros de bien y Centros del mal: a los primeros
pertenecen los ricos y los obreros sumisos; a los segundos los socialistas.
Después de decir esto, arenga a los obreros para que se salgan no sólo de sus
casas, sino de sus casillas, y les pide que no sean cobardes y no vayan con
quienes les proponen realizar transformaciones que produzcan la igualdad de
medios y la desaparición de los parásitos sociales”.
(El
Socialista - enero de 1915)
El entrecomillado pertenece a un artículo,
firmado por un anónimo socialista motrileño, publicado en El Socialista con el
encabezamiento de “Los caciques contra los socialistas de Motril”. Detrás del
anonimato creemos que se esconde el activo militante de la agrupación local y corresponsal de la prensa socialista, Eduardo
Castro, un joven que gozaba de cierto prestigio y ascendencia entre los
trabajadores motrileños. Otras críticas y denuncias, cada día más incisivas, se
fueron sucediendo en las páginas del diario "El Socialista".
La sección titulada “Los feudos del caciquismo”
se hace eco de una serie de coacciones, intimidaciones, atropellos e
ilegalidades cometidas contra el obrerismo organizado socialista:
“El día 25 del pasado mes de enero se
presentó en el Centro Obrero el jefe de la policía municipal que requirió los
libros. Un compañero le contestó que cada sociedad tenía sus libros bajo llave.
Quedó en volver por la noche. El objeto perseguido es sacar nota de los socios
para perseguirlos hasta aniquilarlos”.
“En la puerta del Centro Obrero hay una pareja
de guardias municipales constantemente, vigilando a todo el que entra y sale, para
denunciar luego ante el alcalde a aquellos que, habiendo sido amenazados, continúan
en su puesto. En el mismo paso del Centro se ponen todas las noches los cabos
de serenos y cachean a los viandantes; lo más irritante es que la medida no es
general, sino aplicada sólo a los afiliados”.
Tal cúmulo de denuncias tuvo una primera consecuencia
inmediata, el cese de Eduardo Castro como empleado del municipio.
Crisis
agrícola y de trabajo
La primera
viene de atrás y es consecuencia directa de la progresiva crisis del cultivo de
la caña de azúcar y el de otros con los que se le quiso sustituir. Además, las
heladas e intensos fríos de aquel invierno acabaron con la mayor parte de la
cosecha. Lo mismo pasó con las patatas que, aunque volvieron a retoñar,
tuvieron paupérrimos rendimientos (30 arrobas por marjal). Por culpa de la
progresiva descapitalización de pequeños y medianos labradores una tercera
parte del marjalado de la fértil vega motrileña se hallaba baldío.
Para atajar
la crisis de trabajo se recurrió en un principio a los tradicionales
alojamientos. Los terratenientes dieron ocupación a un pequeño porcentaje del
cada día más numeroso grupo de parados. La necesidad apremia, el malestar cunde y la
solución resulta insuficiente.
A mediados
de enero de 1915 las sociedades obreras
motrileñas solicitaron permiso para celebrar una manifestación pública en
demanda de soluciones a la pertinaz crisis de trabajo que afectaba
principalmente a quienes dependían, única y exclusivamente, del jornal diario.
Se protestaba, de camino, por la falta de peso del pan. Sería denegada por la
primera autoridad provincial, que además les impide y prohíbe la celebración de un acto público.
Las soluciones podían llegar a través de dos
importantes obras públicas que se hallaban en fase de ejecución: las obras del puerto y el
tramo Motril – Calahonda de la carretera nacional Málaga- Almería.
El número
de trabajadores que emplearon los respectivos contratistas seguía resultando
insuficiente. Delegados de las sociedades obreras conferenciaron con el
contratista de la carretera. Demandaban una subida del jornal e intentaron
concienciarle sobre su capacidad real y necesidad de acoger a un mayor número
de trabajadores.
La
reclamación surtió efecto en cuanto al salario, que pasó de 6 reales a 8 (2 pesetas). También se
comprometió a dar más trabajo en el momento que se recibieran las nuevas herramientas
que tenían encargadas.
Las
soluciones no terminaban de cubrir las necesidades. Ante la miseria
generalizada y la angustiosa situación por la que atravesaba la clase
trabajadora se temía un estallido social, como finalmente ocurrió.
La
manifestación del 8 de marzo
La promesa
del contratista se dilataba en el tiempo. Los obreros parados, impacientes e
instigados por el hambre (probablemente también por el Centro Obrero), optaron
por presentarse a pie de obra a primera hora de la mañana del día 8 de marzo.
Llevaban herramientas que se procuraron por sus propios medios. El encargado no
quiso o no pudo admitirlos. Al grito unánime de todos o ninguno, los pocos que
se hallaban trabajando abandonaron el tajo y se sumaron a los demandantes,
tomando juntos rumbo presto hacia
Motril:
“Al verlos entrar, las mujeres, las hijas y
las madres percatadas de lo que había ocurrido, prorrumpieron en gritos de
indignación y apostrofando a sus esposos, sus padres e hijos, los excitaron a
protestar con mayor energía, calificándolos de cobardes y enarbolando en un astil
un pañuelo encarnado recorrieron la calles de la ciudad costera, pidiendo a
grandes voces pan y trabajo”.
Se dirigieron en busca de don Juan Moré,
presidente de la Cámara de Comercio, que se hallaba acostado y no pudo o no quiso
recibirles. Solicitaban el cierre de los comercios. No hizo falta su
intervención ya que los comerciantes ante tan imponente y encendida
manifestación procedieron a su cierre inmediato.
Los pocos
obreros empleados en las obras del puerto se sumaron por solidaridad. La
guardia municipal es incapaz de frenar y disolver aquella multitudinaria
concentración de hambrientos en demanda de pan y trabajo. Tiene que intervenir
la Guardia Civil con su capitán a la cabeza. Sus órdenes de disolución, al
parecer, no fueron atendidas. El corneta
dio un toque de atención contestado con una lluvia de piedras, mueras y
griteríos. El capitán, según la versión oficial, recibió pedradas en la mano y
en una pierna que le obligaron a hacer uso de su arma reglamentaria. Un obrero,
llamado Francisco Navarro García, cayó a tierra herido por un balazo que le
atravesó la oreja. Se desata la confusión y la guardia civil carga sobre los
manifestantes que se dispersaron.
Volvió a
reconcentrarse un numeroso grupo que se dirigió al Ayuntamiento. No pudieron
ser recibidos por el Alcalde, que se hallaba ausente. Estaba en Granada
solucionando asuntos relacionados con la inminente celebración de las
elecciones a diputados provinciales. Eduardo Castro, secretario de la A.S., desde
el balcón principal del Ayuntamiento, consiguió que finalmente el grupo se
disolviese.
Consecuencias
A raíz de de
aquellos sucesos se procede a la clausura inmediata del Centro Obrero. A los
pocos días son detenidas unas 40 personas entre las que figuraban algunas
mujeres a las que se acusaba de arrojar piedras contra la guardia civil.
Los
socialistas intentan desmarcarse de los hechos y le atribuyen a la
manifestación un carácter improvisado:
“A ello fue ajeno el Centro Obrero. Tanto
es así, que desde las diez de la mañana, hora en que empezó a notarse la
agitación, el Centro estaba cerrado, a fin de evitar que se le quisiera
utilizar como punto estratégico para los fines que convinieran a las
autoridades caciquiles”.
Tachan de arbitraria la clausura y atribuyen
tal proceder a una persecución orquestada por los elementos caciquiles, ya que en
poco tiempo habían conseguido extender sus propagandas a otras poblaciones del
distrito electoral en las que se habían estructurado organizaciones y sindicatos,
caso de Salobreña, Ítrabo o Torrenueva.
Poco a poco serían puestas en libertad permaneciendo
finalmente recluidos, inculpados y expuestos a la jurisdicción militar, por
atentado contra la fuerza pública, las siguientes personas:
Eduardo Castro, presidente de la
Juventud Socialista y secretario del consejo de dirección del Centro Obrero, por
creérsele uno de los principales cabecillas del motín.
Francisco Antúnez, vicepresidente de La Emancipación. Era acusado por un guardia municipal apellidado Olmedo, de recriminarle cuando éste, revolver y sable en mano, trataba de detener a los grupos que corrían de la guardia civil.
Manuel González Martínez, socio agricultor, acusado de amenazar a la fuerza armada.
Juan Chamorro López, albañil, acusado de llevar una bandera.
Francisco Sarmiento Moreno, del campo. Capturado por la guardia civil durante el tumulto fue liberado por un grupo de mujeres que lo sacó del cuartel y nuevamente capturado.
Francisco Antúnez, vicepresidente de La Emancipación. Era acusado por un guardia municipal apellidado Olmedo, de recriminarle cuando éste, revolver y sable en mano, trataba de detener a los grupos que corrían de la guardia civil.
Manuel González Martínez, socio agricultor, acusado de amenazar a la fuerza armada.
Juan Chamorro López, albañil, acusado de llevar una bandera.
Francisco Sarmiento Moreno, del campo. Capturado por la guardia civil durante el tumulto fue liberado por un grupo de mujeres que lo sacó del cuartel y nuevamente capturado.
Serían pronto puestos en libertad provisional,
aunque conscientes de las consecuencias que podía acarrearle su comparecencia
ante un Tribunal Militar, llegaron, incluso, a remitir una carta al Dr. Luis Simarro, por entonces Presidente del Comité Nacional para la Defensa de los
Derechos del Hombre, para que intercediera por ellos.
Las
elecciones a diputados provinciales
Los socialistas motrileños tenían escaso
historial en lides electorales. Su primer contacto con las urnas fue en el mes
de junio de 1914, casi recién constituida la sociedad. Las elecciones a
diputados a Cortes celebradas en 8 de marzo tuvieron que repetirse al resultar
estimada la impugnación del acta ganada por el conservador José María Márquez y Márquez. Desde “La Democracia Social” se acordó la abstención y se prohibió a
los asociados que formaran parte de las mesas electorales:
“En Motril se daba el primer caso de
dignidad en los electores al negarse muchos a votar por imposición, alegando su
derecho de hacerlo por aquel que le fuera más simpático o defendiera más
directamente los interés comunes”.
Para las elecciones a diputados provinciales
convocadas para el domingo 14 de marzo de 1915 su actitud cambió
considerablemente. Los sucesos recientes habían potenciado la animadversión
obrera contra los conservadores, especialmente contra el Alcalde, don Gaspar
Esteva, a quien acusaban de inhibición a la hora de buscar soluciones a la
crisis de trabajo y le hacían responsable de las persecuciones que venían
sufriendo. Llegaron a recomendar el voto para los candidatos demócratas (seguidores
de Romero Civantos) y para el motrileño Francisco Moré de la Torre que
comparecía en representación de la facción liberal romanonista.
Este anunciado comportamiento afectaba y
descomponía los tradicionales amaños y pactos entre los partidos dinásticos en
el distrito. Los caciques de los diferentes bandos celebraron una reunión previa
en casa de don Francisco Moré, finalmente elegido, para encontrar una fórmula
que evitara la confrontación.
Para la
siguiente cita con las urnas (elecciones a diputados a Cortes del 9 de abril de1916) el potencial del obrerismo motrileño ya había mermado considerablemente y
desconocemos que actitud adoptaron entonces.
La ciudad de Motril tras aquellos convulsos días de
detenciones e inciertas elecciones recuperaría poco a poco la normalidad. El
domingo 21 de marzo se celebró un multitudinario mitin obrero en la Explanada
de Capuchinos. Además de los representantes del Centro Obrero, subió a la
tribuna el abogado, farmacéutico, periodista y escritor José Garcés Herrera, que abogó por
la búsqueda de soluciones por la vía pacífica, De aquel acto salió una comisión
que pasó al Ayuntamiento donde fueron recibidos amablemente por el señor Esteva
Ravassa. Los obreros solicitaron a la primera autoridad pan y trabajo.
La autoridad municipal y el gobierno de la
nación tras aquel estallido violento arbitraron los medios necesarios para
sofocar paulatinamente aquella aguda crisis de trabajo.
El
Consejo de Guerra
En el mes
de mayo de 1916 se celebra en la Casa Ayuntamiento de Motril el Consejo de Guerra
para la vista de dos causas por los supuestos delitos de insulto a fuerza
pública, que provienen de sendos desordenes ocurridos en Motril y Ítrabo un año
atrás.
Para los
procesados de Motril el fiscal solicitaba la pena seis meses de arresto mayor y
sus defensas la libre absolución:
“Las defensas, en brillantes escritos, abogaron
por sus patrocinados y fundamentaron su irresponsabilidad en dos razones
poderosas; una, de derecho penal, y otra, de derecho social.
Plantearon la primera al exponer una de las
manifestaciones en la génesis del delito, y probando que no delinque quien no
exterioriza en acto punible su acción, pues nadie puede castigar al que falta a
la ley con el pensamiento”.
No hemos sido capaces
de encontrar la sentencia definitiva, aunque lo más probable es que todos resultaran
absueltos.
Eduardo
Castro Fernández
Apreciamos
cierto vacío informativo en torno a este controvertido personaje de la historia
del movimiento obrero motrileño. Se conocen relativamente pocos datos sobre su
trayectoria. Habría que seguir estrujando la colección de El Socialista para
desentrañar cómo y cuando se desvincula del socialismo motrileño, que a partir
de 1919 prácticamente desaparece. Lo poco que sabemos de él es a través del
testimonio de su enconado enemigo Narciso González Cervera. No entraremos en
detalles de momento, preferimos seguir investigando sobre él y emplazarles para
una próxima cita.
FUENTES UTILIZADAS
El Socialista (1914-1916). Hemeroteca de la Fundación
Pablo Iglesias.
Prensa periódica granadina, alojada en la Biblioteca
Virtual de Andalucía. Especialmente jugoso lo publicado por El Defensor de
Granada, que envió a Motril a uno de sus redactores para poder hacerle un
seguimiento directo a aquellos sucesos.
Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional
Bibliografía:
Instituto de Reformas Sociales: censo electoral de
asociaciones profesionales a 30 de junio de 1916. Sobrinos de la suc. de M.Minuesa
de los Ríos. Madrid.1917.
Antonio Mª Calero Amor / Historia del
movimiento obrero en Granada (1909-1923). Ed. Tecnos. Madrid, 1973.
Salvador Cruz Artacho / Caciques y
campesinos: poder político, modernización agraria y conflictividad rural
en Granada (1890-1923). Ed. Libertarias, 1994.
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