Segismundo Díaz
Bertrana, un
joven canario, de apenas 17 años cuando se produce la sublevación militar de
1936, era hijo de José Díaz Hernández, prestigioso abogado de Las Palmas y padre de una numerosa familia.
Tras cursar el bachillerato, donde ya destacó por sus aficiones literarias, durante el año académico 1935/36 principió la carrera de de Derecho en la
Universidad de la Laguna, que compaginaba con la dirección de una revista
cultural estudiantil.
Imbuido
por ese espíritu patriótico y redentor, tan extendido entre los partidarios de la
sublevación, coincidiendo con que su padre era designado para presidir la
gestora municipal, se enroló como voluntario en una de esas primeras
expediciones organizadas por la Falange Canaria que se desplazaron hasta la península
para combatir a “los enemigos de la religión y de la patria”.
Las
camisas azules de la Gran Canaria serian destinadas al frente de Andalucía y articuladas
dentro de la columna comandada por el Tte. Coronel Redondo (integrada por fuerzas
de diversa procedencia), que durante el mes de diciembre de 1936 operara en la comúnmente conocida como “Campaña de la aceituna”, desarrollada justo
en los límites de las provincias de Jaén y Córdoba, rematada con la definitiva ocupación de Porcuna el primero de Enero de 1937.
Los falangistas canarios entraron en
Porcuna con el grueso de las tropas nacionales, aunque, por su escaso rodaje y
experiencia, apenas si tuvieron protagonismo,
actuando mayormente en retaguardia en misiones de apoyo. Pese a ello, en Bujalance
sufrieron numerosas bajas al ser alcanzada su unidad por una bomba lanzada por
la aviación republicana.
Por la
importancia estratégica de la plaza conquistada y su proximidad a las líneas republicanas,
varias unidades de regulares, tropas de infantería del 2º Batallón de Cádiz y
las Milicias Canarias de Falange establecerán su Cuartel General en Porcuna para
guarnecer la zona ante previsibles contraataques del ejercito republicano.
Es
justo en este momento cuando el joven falangista canario recibe el encargo de
realizar tareas de corresponsal de guerra para el diario Falange, órgano de F.E de
las J.O.N.S de las Palmas.
Fueron
aproximadamente seis meses durante los que los falangistas canarios
permanecieron en Porcuna. Sus crónicas, aparte de alojar numerosas muestras de
la típica retórica falangista, suministran noticias y anécdotas relacionadas
con su transcurrir diario en aquellas posiciones defensivas y detalles sobre alguna
que otra operación hostil lanzada por el ejército republicano.
Un extracto de esas crónicas lo dejaremos
para mejor ocasión, centrándonos ahora en un extenso artículo, de componenda historicista, remitido bajo el título que encabeza la entrada.
Presumo que su autor se serviría de alguna
enciclopedia o del libro "La ciudad
de Porcuna", de Eugenio Molina R. De Aguilera, editado por la
Imprenta "El Sol" (Porcuna 1925) para documentarse sobre la
historia de la localidad y ponerla, siguiendo directrices marcadas desde arriba, intencionadamente al servicio de la épica y de la gesta guerrera-conquistadora emprendida.
No faltan tampoco en su discurso ideológico algunos tópicos relacionados con lo andaluz (vino, toros y bailarinas).
Porcuna es un
pueblo que por circunstancias de la historia está enclavado en lo alto de un
cerro. Un típico pueblo de esta Andalucía de claras noches y cielo azul. De
esta región de España en que la tierra está siempre cubierta por el verdor del
olivo, en la que se bebe mucho vino Montilla, donde los novios se hablan cada
tarde por una ventana enrejada y donde está el tesoro español de toreros y
bailarinas.
Porcuna ha tenido a través de la Historia
de España una excepcional importancia como plaza y posición. En los tiempos
históricos en que España fue provincia de la Roma Imperial. Porcuna tuvo, como
hoy, valor de plaza estratégica. Nos dice Estrabón que cuando Cesar vino a España
reclamado por sus partidarios para que retuviera el avance de los pompeyanos,
se trasladó de Roma a Obulco, antiguo nombre de Porcuna. En esta ciudad Cesar
estableció su cuartel general y partió desde aquí con su ejército organizado
por su genio de Milite, hacia Munda, hoy Espejo, donde dio derrota definitiva a
los hijos de Pompeyo quedando desde entonces como único jefe de los destinos
del Imperio.
Este nombre que hoy ostenta el pueblo –
Porcuna – ha sido diferente a través de la erudición de la lengua. Francisco
Javier Simonet dice que en la época romana la mencionan los historiadores con
el nombre de Obulco. De Obulco paso a llamarse Obulcone, hablativo de
Obulconis. Vinieron los árabes y al arabizar este nombre la llamaron Bolcuna, y
últimamente nosotros, siendo más sencillo y claro pronunciar Porcuna que
Borcuna, la llamamos Porcuna.
Porcuna vuelve a tener importancia como
posición en los tiempos de la Reconquista. En el año 1240 fue conquistada por
los capitanes del Rey San Fernando con otros muchos castillos y plazas que se
encontraban en poder de los moros. Hasta esta fecha Porcuna perteneció a la
provincia de Córdoba, pero entregada después de su conquista a los caballeros
de la Orden Militar de Calatrava, “para
que se guarnecieran y poblasen de cristianos”, pasó a ser de la provincia
de Jaén, sin duda alguna, por encontrarse en Martos el Comendador de la Orden.
Queda en este pueblo la torre de un famoso
castillo. Del castillo de la antigua Obulco que los Caballeros de Calatrava convirtieron
en firme baluarte de los Reyes de Castilla, queda solamente este majestuoso
torreón. La fecha y nombre de quien lo mandó a construir he podido deletrear en
un cartel de piedra que está en la parte exterior de un muro y que dice:
“Esta
torre mando facer el muy estrenuo caballero Don Luis de Guzmán, por la divina
Providencia Maestre de Calatrava, el año MCDXXXV”.
En Semanario Pintoresco Español (11 de junio de 1848) |
En
los antecedentes históricos del Castillo figura el hecho de que fue prisión de
Boabdil, el último rey de Granada. Dice la historia que cuando Boabdil salió de
Granada para el cerco de Lucena sus huestes le suplicaron con lágrimas que
dejara la empresa para ocasión más propicia, porque el destino se anunciaba en
contra suya. Boabdil despreció las suplicas y los augurios de mala suerte y
exclamó con varonil entereza: “Adelante
caballeros, y a vencer a la desgracia”.
Después de combate habido cayo el rey moro
prisionero de los cristianos encarcelándolo en este torreón.
Porcuna vuelve en el siglo XIX, a tener
importancia como pueblo donde el General Castaños, en julio de 1808 acordó la
jornada de Bailén, así como el ataque de Andújar, que era el cuartel de las
tropas francesas que mandaba Dupont.
Este pueblo que
en el año 1240 cayó bajo las espadas de los Reyes de Castilla, hoy en el año
1937, ha caído, en esta nueva guerra de España, bajo los soldados del Caudillo
y bajo las camisas azules de la Gran Canaria. En el año 1240 como en el de 1937
ha ondeado en el histórico torreón la rojigualda bandera española junto con la
rojo y negra de la Falange que tiene el yugo y las flechas y que fue emblema de
los castellanos.
Frente a nosotros el Santuario, donde se
vive la gesta de rosarios y fusiles.
Este
repaso por un glorioso pasado local y nacional lo cierra con unos obligados párrafos
dedicados a la “actitud heroica” mantenida
por los sitiados en el histórico santuario de la Virgen de la Cabeza, de la que
venía siendo testigo:
Frente
a nosotros, mirando hacia el Norte, se ve, en los días despejados y claros, el
Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza recostado sólidamente en la garganta
de una sierra. Desde el observatorio militar que aquí tenemos en la torre, se
ve claramente el Santuario de la Gesta. En los días que hace sol nos
comunicamos con él por medio del heliógrafo. Y ellos nos dicen lo que les hace
falta, si víveres, si municiones o armamento. Después nuestros aviones vienen
pesadamente y en una pirueta aérea dejan caer lo que llevan. Así han pasado
todo lo que va de guerra. Han resistido y han rechazado con todo el valor de
héroes las columnas rojas que han salido de Andújar para tomarlos. Han
resistido bombardeos y bombardeos de la aviación contraria y también el fuego
de los cañones enemigos. Y estos héroes, que son héroes de España, detrás de
los muros de la fortaleza, firmes siempre, con firmeza de soldado español,
disparando sin cesar sus fusiles.
La Gesta del Santuario de Nuestra Señora
de la Cabeza es una más de las que en esta guerra llegan a las nubes del más
alto valor militar, guerrero y heroico. Es una gesta de fusiles y de rosarios.
Mientras los defensores, cada uno en su sitio, tienen el arma enfilada al
enemigo, dentro del Santuario, mujeres y niños entonan devotamente el Ave María
y elevan sus oraciones al cielo. Y junto al fuego de los defensores se oyen las
plegarias de las mujeres con ojos suplicantes, hincadas delante de la Virgen,
dicen a Nuestra Señora.
Pero
pronto llegará la hora en que los fusiles dejen de disparar defendiéndose, para
atacar. Llegará la hora, como sonó en el Alcázar de Toledo, y como sonó con
sonido cantábrico y minero, cuando el cerco de Oviedo. Y entonces, por un
momento, se soltaran los fusiles y una oración de gracias saldrá de nuestros
labios.
Segismundo
Díaz Bertrana
(Frente
de Porcuna: febrero de 1937).
La guerra
civil terminaría marcando los derroteros por la vida de Segismundo Díaz, que
opta por seguir la carrera de las armas. Durante su estancia en el frente de Porcuna
seria propuesto y ascendido al empleo de Alférez Provisional. En posteriores campañas
alcanza la graduación de Teniente del arma de Infantería. Ya en la posguerra, se
enrola en la Legión donde alcanza las estrellas de capitán. Moriría accidentalmente
en el año de 1952, al volcar el carro de combate que tripulaba durante unas
maniobras celebradas en San Lorenzo del Escorial.
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