En esos apuntes
biobibliográficos que ido trazando sobre los autores, naturales o no, de Castro
del Río, que a lo largo de los siglos se ocuparon de su historia, ya he
relatado el pasaje sobre “la fatal
voracidad” del horno bizcochero de las monjas del Convento de Santo Domingo de Scala Coeli de esta villa. La carestía
de papel debió de unirse a la ingenuidad e ignorancia de sus moradoras, para
que durante toda la centuria del XIX, canastas rebosantes de papeles viejos,
escritos a mano, fueran menguando paulatinamente, usadas en su obrador como
base para los dulces.
Tal
circunstancia la conocemos gracias a Rafael Ramírez de Arellano que la incluye
en su “Ensayo de un catálogo bibliográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba”,
publicado en 1916. La información parece proceder indirectamente de un tal
Rodríguez Carretero (menor). Dice así:
“He visitado el convento de monjas de
Castro, y preguntándole a su superiora por las obras que quedan reseñadas, me
dijo que tanto esas como la del obispo Juan de Leyva las habían destruido,
gastando las hojas en el horno para que no se manchasen de ceniza las tortillas
de azúcar al cocerlas. Tienen aún dos canastas de cartas y papeles de Fray Juan de Castro, enlegajados y rotulados por él, que me prometieron no quemar,
pero de cuya promesa no puedo por menos de dudar. Aunque hemos advertido al
señor obispo del peligro que corren tales papeles, no creemos que los reclame
ni salve del terrible horno”.
Con
posterioridad me he percatado de que la noticia esté recogida también dentro del
Inventario Monumental y Artístico de la provincia de Córdoba, entregado en 1904, del que es autor el propio Ramírez
de Arellano. Coincide en cuando a la autoría de los papeles afectados por la
quema, aunque es él mismo quien actúa como testigo presencial del hecho y de
las advertencias. Se servirá, precisamente, de un manuscrito, de los que aún
conservaban las monjas, escrito por el carmelita descalzo Fray Pedro de Jesús, para documentarse sobre la fundación y
orígenes del convento:
Dice a
renglón seguido:
“Creemos que este libro se salvara,
gracias a nuestra visita; porque en el convento había muchos manuscritos, entre
otros, las obras del Obispo de Almería Don Juan de Leyva Cordovés y los
catalogados por Gallardo de Fr. Juan de Castro; pero según confesión de las
monjas los han gastado en colocar las hojas en el horno para tostar tortillas
de azúcar y otros dulces, porque según ellas, no servían unos manuscritos cuyos
renglones eran unas cadenitas completamente ilegibles. Textual. Hicimos
comprender a las madres el error en que estaban y les recomendamos se
abstuvieran de tostar el manuscrito citado y dos canastas de cartas y papeles
sueltos que aún quedaban del Obispo Leyva y del padre Castro; y como
prometieron hacerlo así, creemos que lo cumplirán y se conservarán estos
papeles para cuando haya en Castro alguien curioso que los examine y estudie.
En el Ensayo para una biblioteca de libros raros y curiosos podrá ver el
lector el extracto hecho por Gallardo de los manuscritos de Castro y se podrá
calcular lo que la ignorancia de estas señoras ha causado a las letras patrias
y a la historia de su pueblo. Después de todo, la culpa, más que de ellas, fue
de los visitadores de la diócesis que han debido impedir tal desaguisado”.
Biblioteca Tomás Navarro Tomás (CSIC) |
Esta
segunda versión, sobre los avatares de los papeles viejos de las monjas, es
anterior en el tiempo a la que encubiertamente (Rodríguez Carretero menor) da en
su “Ensayo de un catálogo bibliográfico
de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba”, publicado a expensas
del Estado en 1916, tras ser premiada la obra por la Biblioteca Nacional en
concurso público. Estimo, que sería precisamente esa publicidad la que le
obligara a ser más cauto a la hora de atribuir responsabilidades a quienes deberían haber impedido “tal
desaguisado” (la diócesis).
Lo que parece que si surtió efecto,
fueron los consejos y regañinas para con las monjas y esa especie de desiderata
de preservación a merced de futuros curiosos.
Un sacerdote de origen castreño, don
Francisco Navajas Camargo, a la sazón, claustral del Seminario de San Pelagio
Mártir de Córdoba, en el acto inaugural del curso académico 1916-1917, ocuparía
la tribuna para, durante cuarenta minutos, pronunciar
“un magistral discurso biobibliográfico
sobre el insigne don Juan de Leiva Cordobés, uno de los más preclaros alumnos
del Seminario”.
El Defensor de Córdoba |
Este
trabajo, vería la luz finalmente a través de la imprenta, ese mismo año de 1916.
No
es el caso de los famosos manuscritos referenciados por Bartolomé José Gallardo
salidos de la pluma del carmelita castreño Fray Juan de Castro. De toda su
obra, la que, a mi juicio, pudiera tener algún mérito o interés, desde el punto
de vista historiográfico, es aquella, que el propio Gallardo tuvo en sus manos y
extractó en su "Ensayo de una biblioteca de libros raros y curiosos", intitulada “De los escritores naturales de Castro del Río…”, en agradecimiento a la amistad
salvadora que trabara con aquel casi nonagenario fraile, durante sus años
destierro o confinamiento en la villa del Guadajoz.
Mi sorpresa fue mayúscula, cuando,
documentándome para la entrada en la que me ocupé del trato, “entre garamantas fieros”, dispensado en
Castro al ilustre polígrafo y “príncipe de la bibliografía española”, me topé
con una referencia que me hizo concebir esperanzas sobre la posibilidad de que
el citado manuscrito se mantuviese vivo.
Fui
dando los pasos pertinentes hasta poder verificar su existencia. La obra “De los escritores naturales de Castro del Río”, pude contrastar que se hallaba catalogada, con la signatura M-90, dentro de la colección de manuscritos
de la Biblioteca de la Universitad de Oviedo. Cursada y atendida la solicitud, he
conseguido finalmente ponerla delante de mis ojos. La posibilidad de que
pudiera tratarse de una copia del original, quedó descartada desde un primer
momento, por la guarda del mismo donde se dice: “fue comprado en Toledo a un sobrino y heredero del Sr. B.J. Gallardo”.
Cómo
es de bien nacidos ser agradecidos, y los profesionales de esta biblioteca han
tenido el gesto generoso de ponerla a disposición de todos los castreños (las
gestiones se han hecho a través de la Biblioteca Pública Municipal), cual era
mi propósito, que menos, que reconocer el trabajo de esta institución universitaria
asturiana, con un video ilustrativo sobre su riqueza bibliográfica y
documental, que además nos permite informarnos sobre la también azarosa
historia de sus fondos:
¿Qué
quieren decir esas anotaciones en la guarda?
Si tenemos en cuenta que Fray Juan de Castro
fallece en 1828, estando aun Gallardo desterrado en Castro, habría que
contemplar la posibilidad de que el fraile hiciese a su amigo “el bibliógrafo”
custodio de su más preciada y preciosa obra. No descarto tampoco, que
Gallardete, haciendo gala de esa fama de “bibliopirata”,
que le atribuyera Serafín Estébanez Calderón, aprovechándose de la soltura con la que se movía por la biblioteca del convento del Carmen, del que era vecino, pudiera haber
arramblado con ella al abandonar la villa.
De cualquier manera, por las circunstancias
que fueran, se evitó que esa obra estuviese entre las que el padre Castro
legara a su muerte a las monjas dominicas o pasaran a su convento después de la
exclaustración del Carmen. Lo más probable, en caso contrario, es que hubiera sido horneada en
primera instancia por aquellas monjas encargadas de la dulcería, o en un
postrero momento, pasto de las llamas provocadas por la furia desatada por "descontroladas hordas iconoclastas” que asolaron el convento tras la militarada del 18 de
julio de 1936. El manuscrito sobre la fundación, ya referido, de Fray Pedro de Jesús, le presuponemos
perdido en aquel segundo y también fatal envite contra el patrimonio histórico
artístico de la localidad.
En
adelante, una vez leído y desgranado detenidamente este opúsculo, iré derramando
todo aquello que considere de interés, así como me veré obligado a reeditar,
con los nuevos aportes, las entradas dedicadas a Juan José Jurado Valdelomar y
al propio Fray Juan de Castro. Curiosamente, a Fray Miguel Rodríguez Carretero,
coetáneo y hermano de orden, no le dedica apartado alguno, es más, en un primer
visionado realizado, a salto de mata, no he sido capaz de encontrar si quiera una
mención.
magnífico
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