Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

05 junio 2014

LOS SUCESOS DE 1915 (CRISIS DE TRABAJO Y MOVIMIENTO OBRERO EN MOTRIL).



    El año de 1915 fue especialmente conflictivo en nuestro país. A la escasez y carestía de los artículos de primera necesidad derivada del conflicto bélico que se venía desarrollando en Europa, se suma una aguda crisis de trabajo. Las manifestaciones de protesta y los conflictos sociales proliferan a lo largo y ancho de la geografía nacional. El recurso al máuser, para sofocar y acallar las protestas, estuvo revestido de sangre en numerosos lugares. Por su especial resonancia destacan sucesos como los de Cenicero (Rioja) o  Torreperogil (Jaén). En la costa granadina, manifestaciones de protesta, desarrolladas en las poblaciones de Ítrabo y Motril, fueron disueltas a tiros por efectivos de la guardia civil.
    Nos detendremos en esta última. Analizaremos, de camino, la evolución de aquel emergente obrerismo motrileño, que había ganado considerablemente en adeptos y organización tras la visita de Pablo Iglesias en octubre de 1914. Intentaremos además desentrañar posibles maniobras arteras desplegadas por el caciquismo monárquico para liquidar o manipular a aquellos que escapaban de su control.


La organización obrera motrileña

     En abril de 1914 nacía en Motril una agrupación socialista bajo la denominación de “La Democracia Social”. Salvadas las primeras trabas y los típicos recelos por parte de la autoridad local terminarían estructurando una importante organización en torno a la cual se aglutinarían los diferentes gremios laborales. Se hicieron con una sede social ubicada en la céntrica calle Hernández Velasco nº 45 (Nueva). Un magnífico y amplio edificio con espacios comunes y salas de reuniones para las diferentes sociedades que se iban incorporando: “El Despertar” (agrícolas), “La Hércules” (obreros del puerto), “El Trabajo” (albañiles), “La Progresiva” (alpargateros), “La Razón” (transportes), “la Emancipación” (obreros del mar) y una activa “Juventud Socialista”.


Juntas Directivas - enero de 1915



    Durante sus primeros meses de vida no aflora reivindicación alguna. Sus primeras actividades se limitaron a la organización de conferencias de extensión cultural. El alcalde conservador, dramaturgo y poeta don Gaspar Esteva Ravassa, atendiendo la invitación cursada por los socialistas motrileños, impartió una de ellas. Se dice, que terminó su intervención con la siguiente frase: “Si esto es el socialismo bendito sea”.

Gaspar Esteva 
    El siguiente logro sería la creación de una escuela completamente gratuita para los asociados y sus hijos: “Asisten varios cientos, recibiendo la enseñanza en locales más amplios, más higiénicos y aun mejores condiciones de material que las escuelas nacionales, instaladas por lo general, como es sabido, en cuchitriles inapropiados al caso”.
    Se comparte también ese típico afán de regeneración moral y cultural propio de aquel primer obrerismo organizado. En marzo de 1915 el Centro Obrero tenía presupuestadas 75 pesetas al mes para la adquisición de libros, prensa y revistas, disponía de una pequeña biblioteca para el recreo de sus socios y estaba prohibido el consumo de bebidas alcohólicas en sus locales. En el piso alto se habían acometido obras para acondicionar un pequeño teatro en el que pudiera actuar su Cuadro Artístico, constituido recientemente e integrado por jóvenes de ambos sexos.
     Definitivo para el arraigo societario fue la creación en septiembre de 1914 de una cooperativa socialista titulada “La Redención” dedicada a la elaboración y venta de pan. Su nacimiento coincide con la carestía del precio del pan y los primeros problemas con la falta de peso, fraude al que recurrían algunos pícaros industriales para no tener que modificar el importe de venta al público. Aquello atrajo hasta sus filas una considerable cifra de nuevos adeptos. 
     Es durante esa etapa de máximo potencial humano cuando tiene lugar  la visita del líder nacional del Partido Socialista Obrero, Pablo Iglesias, que terminaría arrastrando a muchos obreros indecisos.
     Es justo a partir de entonces cuando se enturbian las relaciones con las autoridades locales y surgen los primeros miedos y recelos. El caciquismo motrileño desplegará su maquinaria para intentar frenar ese meteórico auge. Se recurre a todo tipo de artimañas. Se intenta fomentar el sindicalismo católico. Las autoridades municipales, según fuentes socialistas, instaban a sus propios empleados para que engrosasen sus filas, bajo la amenaza de perder su empleo. La Iglesia también puso su granito de arena trayendo hasta Motril a un predicador que lanzó los típicos anatemas contra la lucha de clases y en pro de la armonización social preconizada desde los postulados del sindicalismo católico:

    “En un Centro católico, al que por desgracia concurren algunos obreros tan faltos de energía como de conciencia de sus intereses, ha puesto cátedra un fraile, con el “noble” fin de dividir a los trabajadores. Según él hay, Centros de bien y Centros del mal: a los primeros pertenecen los ricos y los obreros sumisos; a los segundos los socialistas. Después de decir esto, arenga a los obreros para que se salgan no sólo de sus casas, sino de sus casillas, y les pide que no sean cobardes y no vayan con quienes les proponen realizar transformaciones que produzcan la igualdad de medios y la desaparición de los parásitos sociales”.

(El Socialista - enero de 1915)

    El entrecomillado pertenece a un artículo, firmado por un anónimo socialista motrileño, publicado en El Socialista con el encabezamiento de “Los caciques contra los socialistas de Motril”. Detrás del anonimato creemos que se esconde el activo militante de la agrupación local  y corresponsal de la prensa socialista, Eduardo Castro, un joven que gozaba de cierto prestigio y ascendencia entre los trabajadores motrileños. Otras críticas y denuncias, cada día más incisivas, se fueron sucediendo en las páginas del diario "El Socialista".


     La sección titulada “Los feudos del caciquismo” se hace eco de una serie de coacciones, intimidaciones, atropellos e ilegalidades cometidas contra el obrerismo organizado socialista:

    “El día 25 del pasado mes de enero se presentó en el Centro Obrero el jefe de la policía municipal que requirió los libros. Un compañero le contestó que cada sociedad tenía sus libros bajo llave. Quedó en volver por la noche. El objeto perseguido es sacar nota de los socios para perseguirlos hasta aniquilarlos”.

    “En la puerta del Centro Obrero hay una pareja de guardias municipales constantemente, vigilando a todo el que entra y sale, para denunciar luego ante el alcalde a aquellos que, habiendo sido amenazados, continúan en su puesto. En el mismo paso del Centro se ponen todas las noches los cabos de serenos y cachean a los viandantes; lo más irritante es que la medida no es general, sino aplicada sólo a los afiliados”.


    Tal cúmulo de denuncias tuvo una primera consecuencia inmediata, el cese de Eduardo Castro como empleado del municipio.

Crisis agrícola y de trabajo

    La primera viene de atrás y es consecuencia directa de la progresiva crisis del cultivo de la caña de azúcar y el de otros con los que se le quiso sustituir. Además, las heladas e intensos fríos de aquel invierno acabaron con la mayor parte de la cosecha. Lo mismo pasó con las patatas que, aunque volvieron a retoñar, tuvieron paupérrimos rendimientos (30 arrobas por marjal). Por culpa de la progresiva descapitalización de pequeños y medianos labradores una tercera parte del marjalado de la fértil vega motrileña se hallaba baldío.


   Para atajar la crisis de trabajo se recurrió en un principio a los tradicionales alojamientos. Los terratenientes dieron ocupación a un pequeño porcentaje del cada día más numeroso grupo de parados. La necesidad apremia, el malestar cunde y la solución resulta insuficiente.
   A mediados de enero de 1915  las sociedades obreras motrileñas solicitaron permiso para celebrar una manifestación pública en demanda de soluciones a la pertinaz crisis de trabajo que afectaba principalmente a quienes dependían, única y exclusivamente, del jornal diario. Se protestaba, de camino, por la falta de peso del pan. Sería denegada por la primera autoridad provincial, que además les impide y prohíbe la celebración de un acto público. 


    Las soluciones podían llegar a través de dos importantes obras públicas que se hallaban en fase de ejecución: las obras del puerto y el tramo Motril – Calahonda de la carretera nacional Málaga- Almería.
    El número de trabajadores que emplearon los respectivos contratistas seguía resultando insuficiente. Delegados de las sociedades obreras conferenciaron con el contratista de la carretera. Demandaban una subida del jornal e intentaron concienciarle sobre su capacidad real y necesidad de acoger a un mayor número de trabajadores.
    La reclamación surtió efecto en cuanto al salario, que pasó de 6  reales a 8 (2 pesetas). También se comprometió a dar más trabajo en el momento que se recibieran las nuevas herramientas que tenían encargadas.
    Las soluciones no terminaban de cubrir las necesidades. Ante la miseria generalizada y la angustiosa situación por la que atravesaba la clase trabajadora se temía un estallido social, como finalmente ocurrió.


La manifestación del 8 de marzo

   La promesa del contratista se dilataba en el tiempo. Los obreros parados, impacientes e instigados por el hambre (probablemente también por el Centro Obrero), optaron por presentarse a pie de obra a primera hora de la mañana del día 8 de marzo. Llevaban herramientas que se procuraron por sus propios medios. El encargado no quiso o no pudo admitirlos. Al grito unánime de todos o ninguno, los pocos que se hallaban trabajando abandonaron el tajo y se sumaron a los demandantes, tomando juntos rumbo presto hacia Motril:

   “Al verlos entrar, las mujeres, las hijas y las madres percatadas de lo que había ocurrido, prorrumpieron en gritos de indignación y apostrofando a sus esposos, sus padres e hijos, los excitaron a protestar con mayor energía, calificándolos de cobardes y enarbolando en un astil un pañuelo encarnado recorrieron la calles de la ciudad costera, pidiendo a grandes voces pan y trabajo”.

    Se dirigieron en busca de don Juan Moré, presidente de la Cámara de Comercio, que se hallaba acostado y no pudo o no quiso recibirles. Solicitaban el cierre de los comercios. No hizo falta su intervención ya que los comerciantes ante tan imponente y encendida manifestación procedieron a su cierre inmediato.
    Los pocos obreros empleados en las obras del puerto se sumaron por solidaridad. La guardia municipal es incapaz de frenar y disolver aquella multitudinaria concentración de hambrientos en demanda de pan y trabajo. Tiene que intervenir la Guardia Civil con su capitán a la cabeza. Sus órdenes de disolución, al parecer, no fueron  atendidas. El corneta dio un toque de atención contestado con una lluvia de piedras, mueras y griteríos. El capitán, según la versión oficial, recibió pedradas en la mano y en una pierna que le obligaron a hacer uso de su arma reglamentaria. Un obrero, llamado Francisco Navarro García, cayó a tierra herido por un balazo que le atravesó la oreja. Se desata la confusión y la guardia civil carga sobre los manifestantes que se dispersaron.



   Volvió a reconcentrarse un numeroso grupo que se dirigió al Ayuntamiento. No pudieron ser recibidos por el Alcalde, que se hallaba ausente. Estaba en Granada solucionando asuntos relacionados con la inminente celebración de las elecciones a diputados provinciales. Eduardo Castro, secretario de la A.S., desde el balcón principal del Ayuntamiento, consiguió que finalmente el grupo se disolviese.

Consecuencias

   A raíz de de aquellos sucesos se procede a la clausura inmediata del Centro Obrero. A los pocos días son detenidas unas 40 personas entre las que figuraban algunas mujeres a las que se acusaba de arrojar piedras contra la guardia civil.
    Los socialistas intentan desmarcarse de los hechos y le atribuyen a la manifestación un carácter improvisado:
    “A ello fue ajeno el Centro Obrero. Tanto es así, que desde las diez de la mañana, hora en que empezó a notarse la agitación, el Centro estaba cerrado, a fin de evitar que se le quisiera utilizar como punto estratégico para los fines que convinieran a las autoridades caciquiles”.
    Tachan de arbitraria la clausura y atribuyen tal proceder a una persecución orquestada por los elementos caciquiles, ya que en poco tiempo habían conseguido extender sus propagandas a otras poblaciones del distrito electoral en las que se habían estructurado organizaciones y sindicatos, caso de Salobreña, Ítrabo o Torrenueva. 
    Poco a poco serían puestas en libertad permaneciendo finalmente recluidos, inculpados y expuestos a la jurisdicción militar, por atentado contra la fuerza pública, las siguientes personas:
     Eduardo Castro, presidente de la Juventud Socialista y secretario del consejo de dirección del Centro Obrero, por creérsele uno de los principales cabecillas del motín.
    Francisco Antúnez, vicepresidente de La Emancipación. Era acusado por un guardia municipal apellidado Olmedo, de recriminarle cuando éste, revolver y sable en mano, trataba de detener a los grupos que corrían de la guardia civil.
    Manuel González Martínez, socio agricultor, acusado de amenazar a la fuerza armada.
    Juan Chamorro López, albañil, acusado de llevar una bandera.
    Francisco Sarmiento Moreno, del campo. Capturado por la guardia civil durante el tumulto fue liberado por un grupo de mujeres que lo sacó del cuartel y nuevamente capturado. 
    Serían pronto puestos en libertad provisional, aunque conscientes de las consecuencias que podía acarrearle su comparecencia ante un Tribunal Militar, llegaron, incluso, a remitir una carta al Dr. Luis Simarro, por entonces Presidente del Comité Nacional para la Defensa de los Derechos del Hombre, para que intercediera por ellos.


Las elecciones a diputados provinciales

    Los socialistas motrileños tenían escaso historial en lides electorales. Su primer contacto con las urnas fue en el mes de junio de 1914, casi recién constituida la sociedad. Las elecciones a diputados a Cortes celebradas en 8 de marzo tuvieron que repetirse al resultar estimada la impugnación del acta ganada por el conservador José María Márquez y Márquez. Desde “La Democracia Social” se acordó la abstención y se prohibió a los asociados que formaran parte de las mesas electorales:

    “En Motril se daba el primer caso de dignidad en los electores al negarse muchos a votar por imposición, alegando su derecho de hacerlo por aquel que le fuera más simpático o defendiera más directamente los interés comunes”.

     Para las elecciones a diputados provinciales convocadas para el domingo 14 de marzo de 1915 su actitud cambió considerablemente. Los sucesos recientes habían potenciado la animadversión obrera contra los conservadores, especialmente contra el Alcalde, don Gaspar Esteva, a quien acusaban de inhibición a la hora de buscar soluciones a la crisis de trabajo y le hacían responsable de las persecuciones que venían sufriendo. Llegaron a recomendar el voto para los candidatos demócratas (seguidores de Romero Civantos) y para el motrileño Francisco Moré de la Torre que comparecía en representación de la facción liberal romanonista.
    Este anunciado comportamiento afectaba y descomponía los tradicionales amaños y pactos entre los partidos dinásticos en el distrito. Los caciques de los diferentes bandos celebraron una reunión previa en casa de don Francisco Moré, finalmente elegido, para encontrar una fórmula que evitara la confrontación.
   Para la siguiente cita con las urnas (elecciones a diputados a Cortes del 9 de abril de1916) el potencial del obrerismo motrileño ya había mermado considerablemente y desconocemos que actitud adoptaron entonces.


    La ciudad de Motril tras aquellos convulsos días de detenciones e inciertas elecciones recuperaría poco a poco la normalidad. El domingo 21 de marzo se celebró un multitudinario mitin obrero en la Explanada de Capuchinos. Además de los representantes del Centro Obrero, subió a la tribuna el abogado, farmacéutico, periodista  y escritor José Garcés Herrera, que abogó por la búsqueda de soluciones por la vía pacífica, De aquel acto salió una comisión que pasó al Ayuntamiento donde fueron recibidos amablemente por el señor Esteva Ravassa. Los obreros solicitaron a la primera autoridad pan y trabajo.
    La autoridad municipal y el gobierno de la nación tras aquel estallido violento arbitraron los medios necesarios para sofocar paulatinamente aquella aguda crisis de trabajo.

El Consejo de Guerra

    En el mes de mayo de 1916 se celebra en la Casa Ayuntamiento de Motril el Consejo de Guerra para la vista de dos causas por los supuestos delitos de insulto a fuerza pública, que provienen de sendos desordenes ocurridos en Motril y Ítrabo un año atrás.
   Para los procesados de Motril el fiscal solicitaba la pena seis meses de arresto mayor y sus defensas la libre absolución:

   “Las defensas, en brillantes escritos, abogaron por sus patrocinados y fundamentaron su irresponsabilidad en dos razones poderosas; una, de derecho penal, y otra, de derecho social.
    Plantearon la primera al exponer una de las manifestaciones en la génesis del delito, y probando que no delinque quien no exterioriza en acto punible su acción, pues nadie puede castigar al que falta a la ley con el pensamiento”.

    No hemos sido capaces de encontrar la sentencia definitiva, aunque lo más probable es que todos resultaran absueltos.
  
Eduardo Castro Fernández

   Apreciamos cierto vacío informativo en torno a este controvertido personaje de la historia del movimiento obrero motrileño. Se conocen relativamente pocos datos sobre su trayectoria. Habría que seguir estrujando la colección de El Socialista para desentrañar cómo y cuando se desvincula del socialismo motrileño, que a partir de 1919 prácticamente desaparece. Lo poco que sabemos de él es a través del testimonio de su enconado enemigo Narciso González Cervera. No entraremos en detalles de momento, preferimos seguir investigando sobre él y emplazarles para una próxima cita.

FUENTES UTILIZADAS

El Socialista (1914-1916). Hemeroteca de la Fundación Pablo Iglesias.
Prensa periódica granadina, alojada en la Biblioteca Virtual de Andalucía. Especialmente jugoso lo publicado por El Defensor de Granada, que envió a Motril a uno de sus redactores para poder hacerle un seguimiento directo a aquellos sucesos.
Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional

Bibliografía:

Instituto de Reformas Sociales: censo electoral de asociaciones profesionales a 30 de junio de 1916. Sobrinos de la suc. de M.Minuesa de los Ríos. Madrid.1917.
Antonio Mª  Calero Amor / Historia del movimiento obrero en Granada (1909-1923). Ed. Tecnos. Madrid, 1973.
Salvador Cruz Artacho / Caciques y campesinos: poder político, modernización agraria y conflictividad rural en Granada (1890-1923). Ed. Libertarias, 1994.

03 junio 2014

ADOLF SCHULTEN POR LOS LLANOS DE VANDA (abril de 1921)



    En la primavera del año 1921 el ilustre arqueólogo y profesor de la Universidad de Erlangen (Alemania), Adolf Schulten, acompañado por el general Lammerer, director del Instituto Topográfico de Múnich, visitan la provincia de Córdoba para estudiar sobre el terreno los lugares donde, supuestamente, se desarrolló la famosa Batalla de Munda, entre Julio Cesar y los hijos de Pompeyo (Bellum Hispaniense).    
    Permanecerán alojados unos días en la villa de Espejo (la antigua Ucubi), desde la que realizaron varias excursiones a los Llanos de Vanda, ubicados entre las poblaciones de Montilla, Castro del Río y Espejo (“Campus Mundensis”).
    No vamos a entrar en consideraciones sobre la veracidad de esa adscripción geográfica. Pese a la falta de unanimidad entre los especialistas, son muchos quienes apuestan por este escenario. Tampoco repararemos en demasiadas consideraciones científicas. Nos centraremos, mayormente, en los detalles geográficos, paisajísticos  y anecdóticos relacionados con la visita realizada al corazón de la campiña de cordobesa por tan ilustres huéspedes. Nos serviremos de las crónicas publicadas en la prensa provincial, remitidas desde Espejo, y de “La Batalla de Munda”, trabajo publicado “a posteriori” por el propio Adolf Shulten , traducido al castellano por el profesor Bosch Gimpera y publicado en el Boletín de la Real Academia de Córdoba en 1924. 
   Utilizaremos el cómodo sistema del copia, corta, pega, pinta, recorta y colorea, para fusionar ambas fuentes, organizar y estructurar su contenido.


    "Instalados en Espejo y hechos los preparativos para los trabajos del día siguiente visitamos al Alcalde don José Castro Torronteras, para quien el Gobernador nos había dado una recomendación, siendo recibidos con extraordinaria amabilidad, y habiéndonos ayudado con todos los medios que estaban a su alcance para que la expedición fuera del mayor provecho y se hiciera con toda comodidad. Durante nuestra conversación con don José Castro en el Casino de Espejo, noté en la cadena del reloj de un labrador monedas romanas, que me dijeron que procedían de un tesoro de unas 700 que se había encontrado en las inmediaciones y que fue vendido sin que se sepa el paradero ni se pudiese anotar el hallazgo. Solo quedaron 60 en Espejo, que amablemente fueron traídas para que pudiese estudiarlas" (1).

 Primera excursión (15 de abril)

    "A la mañana siguiente emprendimos la marcha, en la que nos acompañaron, además del Alcalde, el maestro de Espejo. Alegremente rodaban las ruedas del coche a través de los caminos que cruzaban el verde paisaje. Allí todo está cultivado hasta las últimas cimas. Cuando hace años visité por primera vez la región, era otoño y las alturas parecían peladas y yermas como las de los alrededores de Numancia, de modo que me prometía encontrar restos de los campamentos romanos. Experimenté un rudo desengaño. Aquí la reja llega a todas partes; y no es la reja de tradición romana, como en Castilla, que solo desflora la superficie, sino la máquina moderna, que penetra profundamente arrollándolo todo, como pudimos observar muy pronto en ruinas visibles en distintos lugares próximos al camino, de las que no quedaban en pié más que pequeños trozos de muro acá y allá, que habían resistido a la destrucción y entre los cuales aparecían tiestos, tejas y otros indicios de lugares de habitación romanos. Aquí se les llama «Villar». Probablemente entonces el país fue habitado más densamente que ahora, en que sólo se encuentran de trecho en trecho los cortijos. Después de una hora de viaje el coche se detuvo junto al rio Guadajoz, que saludamos como el «Flumen Salsum», el rio Salado del Bellum Hispaniense, que jugó un papel muy importante en las operaciones. En este lugar se encuentran muchos cursos de agua salada al propio tiempo que pequeñas salinas. El valle del Guadajoz, todo verde, brillaba esplendorosamente y los ruiseñores entonaban un hermoso canto de primavera.
     Seguirnos a pie, atravesando el rio, y ya al otro lado subimos a una loma, el «Cerro del Agua», en donde se hallaba el principal campamento de César durante el sitio de Ategua, hoy el cortijo de Teba. Después del desayuno comenzamos la visita de Ategua, acerca de cuya identidad con el cerro de Teba no puede dudarse, pues el nombre de Ategua perdura allí en distintos lugares (Cortijo de Teba, Castillejo de Teba etc.).

Castillejo de Teba
    "La palabra Castillejo denota restos de población antigua y en realidad todavía se ven las terrazas en que se hallaban las casas, un puente sobre uno de los afluentes del Guadajoz, canteras, columnas, fragmentos de cerámica, etc. También se han encontrado aquí a veces antigüedades de la época del sitio: balas de plomo para honda. Algunas con el nombre de Gneo Pompeyo se han encontrado en abundancia en Osuna, la antigua Urso. Desgraciadamente no pudimos ver ninguna de las encontradas en Ategua, pues no fueron guardadas" (1).


Segunda excursión (16 de abril)

   “Al día siguiente nos encontramos en el camino de Ategua, esta vez a pie. Nuestro primer objetivo fue el cerro de Ventosilla, a 3 kilómetros de Ategua y que, viéndose desde él Ategua y Ucubi, corresponde a las indicaciones acerca del campamento de Pompeyo. Una espaciosa meseta ofrecía lugar suficiente para un gran campamento: tampoco aquí puede observarse rastro ninguno, ni construcciones ni fragmentos de cerámica. Nos dirigimos luego hacia el O. al cerro de Harinilla, que, distante 6 kilómetros de Ventosilla y situado enfrente del Cerro del Agua corresponde al campamento de César: "Castra Posthumiana". Leemos que Pompeyo hizo una intentona nocturna contra los “Castra Posthumiana”, pero fue rechazado. Podía, cubierto por las colinas situadas entre ambos campamentos, aproximarse sin ser apercibido: el camino puede reconstruirse sobre el terreno. Forzar el sitio no lo intentó Gneo, lo que es típico de su carácter irresoluto, abandonando el campamento de Ventosilla después del fracaso del ataque al de César. Atravesamos luego por segunda vez el Guadajoz, ahora a caballo, pues el agua tenía un metro de profundidad. De la antigua Ategua no vimos entonces gran cosa. Pudimos observar, sin embargo, canteras antiguas, de que debió salir la piedra para la construcción de la ciudad. Cuando ya casi habíamos terminado se desencadenó un temporal de agua, que nos caló completamente y que puso los caminos intransitables. Para el camino de Ategua a Ucubi, que se suele hacer en hora y media, necesitamos cuatro. Por cada paso adelante que dábamos resbalábamos medio hacia atrás y a menudo quedábamos detenidos o nos veíamos obligados a pararnos para limpiar el barro de nuestras botas que nos impedía andar. Fue una marcha espantosa. A lo lejos aparecía Espejo; pero hasta que pudimos alcanzarlo debimos subir tres colinas y descender dos hondas depresiones del terreno, todo ello sumamente penoso. Labradores que encontramos con sus caballos nos los ofrecieren, pero renunciamos a ellos. Todo por fin tiene su término y también esta marcha; pero nuestros vestidos estaban impregnados por completo de agua y lodo” (1).

    De esta segunda jornada disponemos de una descriptiva y poética narración complementaria sobre la ruta seguida y actividades desarrolladas, tomada de la crónica firmada por el culto maestro nacional Manuel Muñoz Pérez, corresponsal en Espejo del diario la Voz de Córdoba, invitado a participar de la misma:

   “Formamos la caravana los señores Schulten, Lammarer, Castro Torronteras, don José Arroyo y el que suscribe.
    La mañana es esplendida, el sol caldea nuestra sangre, la primavera, en cariñosa ofrenda, nos brinda sus más bellos colores, amapolas rojas que contrastan con el verde estallante de trigales y habares, que con sus flores blancas como la nieve aromatizan los campos con la exquisitez de sus olores.
   Por la carretera que conduce a Córdoba, emprendemos la marcha; desde el coche divisamos en toda su amplitud lo llanos de Banda, donde un día se decidió la suerte del mundo; en las salina de Duernas nos desviamos de la carretera y después de pasar por la “Silla del Caballo”, aparece a nuestra vista, allá en la lejanía, la Loma de Teba, donde se halla actualmente el cortijo de Teba la Vieja, muy próximo a las ruinas de la ciudad de Ategua.
    Descendemos del carruaje y emprendemos la marcha hacia el cerro de la Ventosilla, que se halla situado a la derecha del camino; desde él, y en magnífico panorama, contemplamos a nuestros pies el Guadajoz, llamado antiguamente Salsum; a nuestra derecha el cerro de las Pedrazas; el de las Harinillas a la izquierda, y a nuestro frente, al otro lado del rio, las ruinas de Ategua y el cerro del Agua.
    Desde la Ventosilla nos dirigimos a Teba la Vieja, vadeando el río Guadajoz. Al otro lado del río, en el cortijo de Gamarrillas nos esperaban los ricos hacendados de esta villa don Rodolfo Vega, don Vicente Casado, don Manuel Ruíz, don Carlos Vega, don Francisco y don Agustín Palacios, los señores don Juan Villatoro, don Eduardo Rodríguez y los guardias rurales de este municipio.
    En el cortijo de Teba fuimos recibidos por la distinguida señora doña Josefa Castro de Casado, que nos atendió con verdadera amabilidad con  un almuerzo suculento.
   Más tarde dirigimos nuestros pasos hacía las ruinas de Ategua.



   Esta ciudad, que antiguamente estaba asentada en una ladera y rodeada, según costumbre de los romanos, de fortísimos muros, ofrece hoy a sus visitantes un aspecto tan triste, evocan sus murallas tan profundos recuerdos que al visitarla nos sentimos transportados a otra edad.
   Ante el solemne silencio de aquellos vestigios, desfilan ante nuestra imaginación las luchas sostenidas por los partidarios de Cesar y los de Pompeyo; cada piedra de aquellas ha sido un testigo mudo de innumerables sucesos; ante ellas y en lucha fratricida, las pasiones desbordadas que dieron lugar a tan sangrientos acontecimientos. Hoy, en abandonadas ruinas, sólo el sentido cantar de algún pastorcillo o el repiquetear alegre de las esquilas del rebaño, vienen a turbar el silencio solemne de aquellos testigos de piedra.
    El señor Schulten, dando prueba de su ingenuidad, y encantado con la música campestre, al oír las notas de una flauta de caña, que un pastorcillo tocaba, solicitó y obtuvo del muchacho aquel sencillo instrumento como recuerdo de la vida apacible de los campesinos” (2).


Tercera excursión (17 de abril)

    “Así cada día se hacia una excursión distinta, dedicándose el último al campo de batalla. Hasta allí nos acompañaron el Alcalde, el Secretario del Ayuntamiento, el Maestro y dos individuos del puesto de la Guardia Civil de Espejo. El día espléndido, piar de alondras, canto de ruiseñores, sol de oro, cielo azul, paisaje verde, aire embalsamado por el perfume de las flores.
    Fuimos en coche a un cortijo situado en el borde de la llanura de Vanda («campus Mundensis»). Allí se quedaron una parte de los expedicionarios y el coche, acompañándonos el Alcalde hasta el final. Queríamos investigar los restos antiguos del borde de !a llanura. El General Lammerer llegó hasta Montilla para estudiar las posiciones de César antes del combate. Yo seguí por la ribera del río Carchena, mencionado por el Bellum Hispaniense cuando describe la marcha de César hacia la batalla. César vadeó entonces el río yendo al encuentro del enemigo situado en el borde de las alturas de Montilla. En todos los cortijos se encuentran restos antiguos. Cerca de uno de ellos aparecieron dos leones de piedra ibéricos, monumentos preciosos del arte indígena, ahora en el Museo de Córdoba; en otro cortijo se ven bóvedas romanas de mampostería. Así pasamos la mañana, volviendo al cortijo para el almuerzo, regresando a la caída del sol unos en el coche, otros a caballo” (1).




    El maestro corresponsal nos vuelve a proporcionar nuevas y detalladas informaciones:

    “Los llanos están situados entre Montilla, Castro y Espejo; tienen aproximadamente siete kilómetros de longitud por cinco de anchura, los atraviesa el arroyo de Carchena, que es de poco cauce, pero de ribera actualmente bastante poblada de huertas y caseríos.
    Establecemos nuestro cuartel general en el cortijo de “Las Cuevas”, y allí se nos unen el comandante de este puesto de la guardia civil don Rafael Calvo de Mora-Blanco y el guardia primero don Tomás Juárez.
   El general Lammeret se marcha a hacer el croquis de los llanos, y los demás, con el doctor Schulten, recorremos el campo de batalla.
   Después volvimos al cortijo de las Cuevas, donde ya nos esperaba el general; el arrendatario del cortijo, don Leocricio Márquez, nos tenía arreglados varios pollos que reforzaron nuestras ya gastadas energías; abundó el Montilla (Vinachum Mundensis), y el que suscribe tuvo el honor de obtener un cliché de nuestros distinguidos visitantes” (3).

   El resumen que nos hace sobre las explicaciones dadas por el sabio arqueólogo alemán a sus compañeros de expedición, sobre las operaciones bélicas que supuestamente tuvieron lugar en aquel campo de batalla, con independencia de la mayor o menor dosis de fantasía e imprecisiones de la teoría de Schulten sumadas a las propias deformaciones del voluntarioso corresponsal de prensa, se hace merecedor de ser transcrito tal cual:

    “Después de unas cuantas escaramuzas habidas en el valle del Guadajoz, entre las tropas de Julio Cesar y las de Pompeyo, y como éste al considerar los daños sufridos por su ejército, perdiese la esperanza de poder socorrer a sus partidarios los sitiados de Ategua, acordó retirarse de aquellos lugares, abandonando la ciudad al poder de Julio Cesar.
    Marchó Pompeyo hacia Ucubi (hoy Espejo) y Castra Posthumiana (actualmente Castro del Río); desde allí pasó a la Sierra de Montilla, estableciendo su campamento en una  elevada colina, desde la que se dominaban los extensos llanos de Vanda.
    Cesar se dirigió hacia el mismo lugar, y se situó, probablemente, en el actual cerro del Tomillar, y con marcada desventaja para la lucha; atacó a su enemigo, empezando la batalla con gran porfía; el regimiento décimo de Cesar, que ocupaba el ala derecha y que tantas victorias le había proporcionado en luchas anteriores, por figurar en él los mejores guerreros de Roma, cedió ante el empuje de las huestes de Pompeyo.
   El campo estaba cubierto de cadáveres, y la victoria, durante horas, no se decidió por ninguna de las partes; entonces Julio Cesar, apeándose del caballo y tomando arrebatadamente el escudo de un infante, comenzó a pelear entre los primeros de su ejército; este rasgo de valor enardeció a sus soldados, mejorando la lucha desde entonces a favor de Julio Cesar.
    Gran parte de aquella victoria corresponde a Bogud, rey africano que luchaba al lado de Cesar, y que en lo más recio de la pelea se apoderó del campamento de Pompeyo, aprovechándose de la poca guardia.
    Esta batalla tuvo lugar el 21 de marzo del año 45, antes de Jesucristo, y en aquella fecha contaba Julio Cesar 55 años” (3).


Paseo por el pueblo de Espejo y despedida (18 de abril)

   “El último día sirvió para un paseo por la ciudad, que conserva multitud de restos antiguos. Abajo hay un pequeño anfiteatro, hasta ahora desconocido, arriba bóvedas, etc. Luego subimos al castillo y a su torre, desde donde se ve todo el teatro de los acontecimientos de la primavera del 45 a. de J. C.: al norte Ategua, al oeste Ulia, al sur Munda, todas en alturas lo mismo que Ucubis. El propio autor del Bellum Hispaniense nota la situación elevada de las ciudades ibéricas. El administrador del castillo nos mostró balas romanas de plomo, pero no proceden de la localidad.
   Al día siguiente nuestros amigos de Espejo nos tributaron una despedida cordial, tomando rumbo hacia Montilla” (1).

Montilla y Castro del Río (19 de abril)

   “Montilla está en una ancha plataforma. No conserva ningún resto antiguo; pero no cabe duda acerca de su identidad con Munda, puesto que la llanura de Vanda, más abajo de Montilla, se corresponde perfectamente con el “campus Mundensis”, y que la descripción del campo de batalla se adapta con exactitud a Montilla. El mismo nombre de Montilla parece proceder de «Munda», con asimilación por etimología popular a «monte». En casa del Sr. Conde de la Cortina, el feliz propietario de las mejores viñas de la comarca, vimos cuatro placas de bronce con inscripción romana, que tanto por la forma de las letras como por su contenido resultan una falsificación: una de ellas nombra a Ategua y a Gneo Pompeyo, la otra a Ulia, la tercera a L. Junio Paciaecus (el Vibio Paciaecus del Bellum Hispaniense). Tales falsificaciones debidas al patriotismo local han sido frecuentes en España, menos en tiempos recientes que en los siglos XVI y XVII, en los principios del estudio de las antigüedades patrias: así existen burdas falsificaciones de los alrededores de Numancia que señalan los distintos campamentos de Escipión. Este género de falsificaciones ha florecido sobre todo en Italia.
     Los demás lugares nombrados en el Bellum Hispaniense no es posible identificarlos, acaso con la excepción de Soricaria, que parece corresponder al actual pueblo de Castro del Rio. Gracias a los amables cuidados del señor Alcalde de Montilla pudimos ir a Castro de Río en coche, acompañándonos nuevamente el Maestro. En Castro no encontramos ningún resto antiguo; en cambio en el camino de regreso nos enseñaron una media docena de villares, aldeas y granjas romanas, por los que se comprende que la periferia de la llanura de Munda estuvo entonces densamente poblada. En uno de los emplazamientos de ruinas se ve todavía un resto del muro de la población. Un zagal nos llevó una plaquita de tierra cocida con una inscripción romana y recibió por ella un real; cuando ya estábamos algo lejos corrió tras de nosotros con una segunda inscripción: el real había producido su efecto. También pasaba nuestro camino por el lugar del hallazgo del tesoro de monedas a que antes hemos hecho referencia. Lo visitamos y el mismo que lo encontró nos dio detalles de su aparición: al cavar junto a un olivo dio con un cacharro antiguo, que rompió, saliendo de él las 700 monedas. El lugar se halla junto a un camino antiguo” (1).

    No llegan a pernoctar en Montilla. Esa misma noche imparten una conferencia en el salón de actos del Instituto General y Técnico de Córdoba. Tras unos días en la capital, visitando sus monumentos, parten dirección a Bailén (Jaén), donde pretenden realizar un trabajo de similares características sobre la famosa batalla en la que fueron derrotadas las tropas napoleónicas.
  

    Aquella campaña de investigación en Espejo despertó especial interés en uno de sus pobladores. Se trata del aficionado y coleccionista de antigüedades don Emilio Pérez Alcázar, que cuando aún no habían trascurrido tres meses, ya se mostraba impaciente por conocer el resultado de los trabajos de aquellos extranjeros. Así consta en una carta remitida a la prensa (“Recuerdos arqueológicos") en la que rebate algunas de las aseveraciones de Schulten y su acompañante en una conversación de Casino:

  “Nuestros visitantes dijeron que el sitio conocido con el nombre de Albujera era un circo romano. Yo, ante la presencia de los que en aquella reunión estábamos, me pareció poco cortes rebatirles su opinión acerca de este punto; sin embargo, con discreción, les indique que n creía que fuese lo que ellos opinan, sino un depósito de agua como realmente se ha comprobado”.

    Tras detenerse en algunos hallazgos arqueológicos, elucubrar en torno a una serie de vestigios que relaciona con un templo en el que se pudiera rendir culto a la diosa Iris, pruebas todas, que atestiguan la grandeza y esplendor alcanzado por la antigua Ucubi, termina lanzando una invitación a quienes puedan mostrarse interesados en participar en trabajos de excavación bajo su dirección:

    “Yo puedo demostrarles que cuantos gastos sufraguemos en todas estas excavaciones, han de ser recompensados con los materiales que se extraigan, aparte de que si no descubrimos riquezas metálicas, por lo menos tendremos la satisfacción de haber descubierto riquezas históricas”.

    Desconocemos si llegó a ser secundado en su iniciativa y a obtener los pertinentes permisos para realizar esas excavaciones que rondaban por su cabeza. Lo que sí parece cierto es que este señor se hizo con el tiempo de una importante colección de antigüedades procedentes de los muchos yacimientos del término de Espejo y aledaños, principalmente de Ategua. Estuvo considerado como un culto investigador de las antiguallas de aquellos lugares. En 1923 donó una cabeza romana de mármol, de tamaño natural, al Museo Arqueológico Provincial. 


     En 1933, fue él quien puso en conocimiento del director del Museo una serie de hallazgos fortuitos, al parecer de importancia, que se estaban produciendo en el Monte Horquera de Nueva Carteya, lo que permitió una posterior excavación sistemática.
    Algunas de las antigüedades que aparecen intercaladas entre el texto y que llevan la firma del fotógrafo castreño José Córdoba, son de Ategua y pertenecen a la colección particular de don Emilio Pérez Alcázar. Las fotografías fueron tomadas en el año 1952, hallándose ya en manos de sus herederos. Aparecen insertas, al igual que las de las ruinas de Ategua, en un artículo publicado por el culto profesor veterinario de Castro del Río, don José Navajas Fuentes, en el Boletín de la R. A. de Córdoba.

(1)  “La Batalla de Munda” según Adolf Schulten. Boletín de la Real Academia de Ciencias, Bellas Artes y Nobles Artes de Córdoba. Año III. Número 8 (abril a junio de 1924). Páginas 185-194. Puede consultarse el trabajo completo en el repositorio documental de dicha institución cordobesa.
(2)   La Voz de Córdoba de 20 de abril de 1921.
(3)   La Voz de Córdoba de 23 de abril de 1921.

01 junio 2014

COMANDANTE MIGUEL GALLO: 1937 ( CON LA 6ª BRIGADA MIXTA EN EL FRENTE DE ANDALUCÍA).




    A finales de enero de 1937 la Sexta Brigada Mixta, mandada por el comandante Miguel Gallo Martínez, participa en los duros combates que se desarrollan en el sector de la carretera de La Coruña (Madrid), de los que sale algo maltrecha, aunque cumpliendo con el objetivo de frenar la ofensiva del ejército sublevado. Algunas fuentes le atribuyen un número de bajas, entre muertos y heridos, superior al tercio de sus efectivos, que se correspondería con el tiempo en que permaneció destinada en el frente del Centro. Otras hablan de que sufre más de 1.100 bajas. Entre quienes perdieron la vida en esos últimos días se hallaban Antonio Ordoñez, comisario de una compañía de choque del 4º Batallón, y Pepe Alegría, comisario del 2º Batallón.  

   Se le concede permiso y pasa a la región de Murcia a disfrutar de un momentáneo y merecido reposo. Serán recibidos como héroes por su patriótico sacrificio en pro de la defensa de la causa republicana. El Comité Provincial de Mujeres Antifascistas de Murcia organiza un homenaje en honor de la Sexta Brigada, cuyos componentes eran en su mayoría de aquella tierra. 


    El comandante Miguel Gallo preside un acto celebrado en el Teatro Circo de la capital murciana. Es el primero en intervenir, y le suceden en el uso de la palabra Maruja Mansilla, Fernando Piñuela (Alcalde), Antonio Pretel Fernández (Gobernador Civil) y Luis Delage, comisario político de la brigada, entre otros.

Intervención del comandante Gallo

    El comandante Gallo agradece en pocas palabras la atención de las Mujeres Antifascistas al hacer que ocupe la presidencia del acto y anuncia que se limitará a hacer la presentación de los oradores. Dice que la Brigada está formada en su mayor parte por elementos de Murcia, que han sabido poner muy alto el nombre de nuestra región, y espera que sigan batiéndose con el mismo entusiasmo y espíritu que hasta ahora los animó. Anhela que no sea éste el último homenaje que se tribute a la Brigada, y confía en que pronto habrá de ser objeto de otro más grande: el día en que, conseguida la gran victoria final, comparezca ante el pueblo a recibir su homenaje. Esta victoria se conseguirá cuando la disciplina, que ya es entre nosotros  norma de conducta, se extienda a todos los sectores antifascistas en lucha contra el enemigo común. (Es muy aplaudido.)


     La foto que mostramos pertenece a un reportaje publicado en “Nuestra Lucha”. De izquierda a derecha aparecen el comandante Miguel Gallo, el comandante de Estado Mayor Ramón Ruiz Fornells y el comisario político Luis Delage. Su redactor expuso al “excelente y disciplinado militar” Miguel  Gallo su propósito de sacarle una entrevista, obteniendo por respuesta: “Hablará por mí Luis Delage; los militares no podemos hacer otra cosa que combatir”.
   El comisario Delage elogia el gran trabajo llevado a cabo por el comandante Gallo, y los demás jefes, oficiales y clase de la Brigada, hasta convertirla en modelo del nuevo Ejército Popular de la República por su organización y disciplina. Destaca también su homogeneidad, ya que más del 45 % de sus combatientes (Bon. 3º y 4º), son, a su vez, militantes de las J.S.U. (comunistas). Son hombres que proceden de las milicias surgidas al calor de las primeras luchas, encuadradas ahora en unidades regulares.El resto son soldados de reemplazo movilizados.
    El descanso iba a resultar más bien corto. Comisario político, primera autoridad local y provincial publican comunicados y bandos en la prensa murciana dirigidos a la tropa encuadrada en los diferentes batallones de la brigada para que se reconcentren en Hellín (Albacete).



   La toma de Málaga por el ejército sublevado el 8 de febrero de 1937 va a precipitar su salida. El alto mando del ejército republicano ordena que la Sexta Brigada Mixta y la XIII Internacional partan inmediatamente con destino al frente de Andalucía. Los internacionales se dirigieron hacía la vertiente meridional de Sierra Nevada para defender la línea Trevélez, Ferreiola, Portugos y Pitres, mientras que la Sexta Brigada del comandante Gallo marchó presta dirección Almería.
   El 10 de febrero la Sexta Brigada alcanza la capital almeriense. Ese mismo día, la vanguardia del ejército nacionalista, compuesta por destacamentos italianos al mando del general Roatta, había entrado en la ciudad de Motril.
   La misión que se le encomienda a la Sexta es la de partir de inmediato por la carretera de la costa para taponar el avance de los rebeldes. Jugaron un importante papel  la columna «Octubre» mandada por Adriano Romero y al escuadrón «Lina Odena», mandado por Miguel Oliveros, que acudieron desde Vélez de Benaudalla, donde se hallaban, y tomaron posiciones en las alturas que dominan la carretera de Motril. Desde allí organizaron la resistencia hostilizando a los rebeldes para dar tiempo a la llegada de las tropas del comandante Gallo.


Motril (vista panorámica)
     Por aquellas estribaciones de la costa andaba perdido Enrique Castro Delgado que había sido agregado como secretario militar a una comisión encargada de  investigar la pérdida de Málaga. Quedó con su chófer en tierra de nadie. Habían abandonado el vehículo en la carretera y permanecían escondidos detrás de unos matorrales, algo medrosos y desconcertados, ante el rugido cercano de unos motores cuya procedencia desconocían:

    Por la situación del sol deben ser las once y media de la mañana. Y de pronto el ruido de un motor… ¿De dónde vendría? … ¿De Málaga?  … ¿De Almería? … El viento descansaba y  no se podía adivinar que es lo que venía y de donde venía. Se escondieron. Cada cual colocó cuidadosamente las bombas de mano y la Parabellum…Y a esperar.
    “Camiones camarada”. “Si son camiones”. Y el zumbido cada vez cercano. Venían de Almería… Un camión…Otro camión…Castro respiró profundamente y por unos segundos cerró los ojos. Es la Sexta Brigada, la brigada del comandante Gallo. Y sujetó al otro que quería correr a su encuentro…”Espera”…Y se cubrió con el árbol. Y observó a las gentes de Gallo que se desplazaban con los fusiles preparados…
   Y gritó: “Camarada Gallo”…¡Aquí habla Castro!”
    Los fusiles apuntaron…Castro enfundó su pistola y salió. Detrás de él su chófer… En los ojos de los otros el asombro…Y Gallo corriendo hacia ellos…
    ¡Castro” ¿Tu aquí?  Si. Y hablaron mucho rato.
    ¿Crees que podrás resistir? Si…Viene además la XIII Brigada Internacional.
    Dame agua Gallo. Y perdóname pero quisiera dormir unas horas. Y se durmió. Al atardecer abrió los ojos. El mar…Y el horizonte de las costas de África. Y el cielo en su vieja actitud contemplativa…Y olor  a mar y a campo.
    Y salió para Valencia.


    Consiguen establecer un dique infranqueable al este de Motril (Calahonda y Castell de Ferrro) que sirve para prestar seguridad y aliviar, de camino, la penosa situación que arrastraba la muchedumbre de huidos que desde la caída de Málaga se dirigían a pie o con otros rudimentarios medios hacia Almería ( La Desbandá ). 


Pantalones a la luna. La Desbandá (documental)

    Con el apoyo de la XIII Internacional se establece una línea fortificada que partiendo del barranco de Calahonda, pasando por la loma del Conjuro y Sierra de Lujar, llegaba hasta el Mulhacen. Este frente permanecería sin modificación en toda la guerra. Las tropas nacionalistas fracasaron varias veces en su intento por romperlo y llegar hasta Almería.



    En un trabajo biográfico de Miguel Amorós sobre el anarcosindicalista granadino Francisco Maroto del Ojo (Maroto, el héroe. Una biografía del anarquismo andaluz) aparecen otras referencias sobre las actuaciones de la brigada del comandante Gallo (lo confunde con el agente del Kominter Luigi Longo). Antes de llegar a las proximidades de Motril hicieron una parada previa en Adra (Almería). Entraron en la población y tomaron la sede la CNT a punta de pistola, expulsando a sus militantes, destruyendo sus insignias, banderas y documentos. Así mismo asaltaron una fábrica colectivizada, registraron domicilios y amenazaron a los trabajadores con fusilarlos. Parece ser que estas actuaciones responden a un bando previo dictado por el gobernador civil de Almería, Gabriel Morón, y a la negativa de los confederales de entregar las armas y someterse a la férrea disciplina de las unidades del ejército bajo control comunista. En Adra se incorporó a la Sexta un importante número de milicianos de los que huían de Málaga.
    La prensa republicana elogia su brillante actuación en labores de contención, su férrea disciplina y la absoluta confianza de la tropa en sus mandos a los que obedece ciegamente.
    Durante el tiempo que permanecen en esta línea de frente establecen su cuartel general en el cortijo de la Haza del Lino y se dedican mayormente a la construcción de trincheras y fortificaciones. En Jolucar, Castell de Ferro y Lujar todavía se conservan restos de aquel despliegue defensivo. No hace mucho, a través de un amigo, llegó hasta nuestras manos un mapa de la posición nº 10 “Lagos Tablones” (Sector Motril – Subsector Vélez). Por lo inaccesible de la misma y problemas físicos derivados del tabaquismo no hemos tenido la oportunidad aun de comprobar "in situ" si perduran huellas de la misma. Por aquí dejamos el mapa por si alguien se atreve:


    Desde la retaguardia, el pueblo de Murcia, donde se había constituido la brigada en octubre de 1936 y que la consideraba como suya, les sigue prestando apoyo logístico y moral. Una remesa de alpargatas les llega hasta sus posiciones de la costa granadina. Su comandante trasmite personalmente su agradecimiento, en nombre de su brigada, a los murcianos comprometidos con la lucha antifascista:


El Liberal de Murcia (16 de marzo de 1937)
   La prensa murciana nos proporciona algunas otras informaciones sobre su actuación en el frente. Además de las labores de contención y fortificación ya referidas, le atribuye participación en alguna que otra incursión ofensiva. Son los "macutazos" que van acompañados de la típica coletilla “por noticias particulares, que aún no han tenido confirmación oficial”. Dice: “Las fuerzas republicanas que operan en el sector de Motril han efectuado un victorioso avance tomando el Cerro del Toro, desde el que se domina Motril, que se encuentra a tan sólo dos kilómetros de esta población. Parece ser que los fascistas han determinado la evacuación de dicho pueblo”. La prensa al servicio de la propaganda para mantener elevada la moral.


    Desde el 13 de febrero, en que el frente quedó estabilizado, sólo se hicieron pequeños reconocimientos ofensivos con el fin de trazar la linea definitiva. Prevalece la calma y combates casi de cuerpo a cuerpo, como los que se aprecian en esta instantánea de Robert Capa, no constan en esta fase de la guerra.
    Tuvimos la oportunidad de entrevistar en vida a Andres (un hijo de Porcuna-Jaén), que estuvo enrolado en la brigada del comandante Miguel Gallo y que nos ratifica los diferentes extremos que hemos venido exponiendo. Por cuestiones laborales tenía especiales vínculos con la familia Gallo  Cuando movilizaron su quinta, permaneciendo aún Porcuna en la zona republicana, José Julián Gallo García de Linares (padre de Miguel Gallo) intercedió para que lo destinaran a la Sexta. El trato de favor recibido le sirvió, por ejemplo,  para eludir la primera línea de fuego en los combates de Madrid. A su testimonio pertenece la siguiente estrofa de una especie de canción o himno que pudimos rescatar de su memoria:

Viva la Sexta Brigada
y  su 4º Batallón,
que lo manda Miguel Gallo
que es un hombre de valor.


    A una fase algo posterior, pertenece este otro himno, compuesto por un comisario político, que hemos encontrado inserto en una publicación periódica:


    A principios del mes de abril se produce una restructuración del Ejercito del Sur. A Miguel Gallo se le pone al frente de la 24ª División, integrada por su propia brigada,  la 6ª, que quedó a cargo del comandante de infantería Porfirio Ruiz Alonso, la 16ª (Martínez Cartón), la 25ª (García Moreno)  y la XIII Internacional. Queda como reserva hasta finales de abril que marcha al frente de Extremadura, sector de los Blázquez, donde no participa en ninguna operación.
    A final de junio se modifica la composición de la 24ª División. Conserva la 6ª y  salen la 15ª, 25ª e Internacional, que son sustituidas por la 7ª y 21ª. Se le incluye en el operativo que ha de participar  en la inminente Batalla de Brunete.
    Aquí ponemos un necesario y provisional punto y aparte.

28 mayo 2014

PRIMERAS REPRESENTACIONES DE ZARZUELA EN CASTRO DEL RÍO (1856).



    Los orígenes de la Zarzuela moderna, según opinión unánime de críticos y musicógrafos, están en dos obras del maestro compositor Rafael Hernando: “Colegialas y Soldados” y “El Duende”, estrenadas ambas con extraordinario éxito en el  Teatro Variedades de Madrid durante la temporada teatral del año 1849.
    El inusitado entusiasmo con el que el público acogió estas primeras representaciones propició su implantación progresiva. En pocos años, gracias al esfuerzo de un nutrido grupo de maestros compositores (Barbieri, Gaztambide, Inzenga, Salas y otros) este nuevo género, genuinamente español, contaba ya con un numeroso repertorio y con el favor de un público incondicional.
    En marzo de 1856, coincidiendo con el arranque de las obras de construcción del Teatro de la Zarzuela en Madrid, los habitantes de la localidad cordobesa de Castro del Río tuvieron su primera toma de contacto con este nuevo género musical. 

   La noticia nos la proporciona la Gaceta Musical de Madrid.


     CASTRO DEL RÍO.- Al Correo de teatros nos escriben desde este punto:

    “Aquí tenemos una Compañía de Zarzuela, dirigida por el Sr. Mantegazza, que nos ha hecho pasar hasta ahora muy agradables ratos. Han puesto en escena “El estreno de una artista”, “El baile de Andorra”, “Jugar con fuego” y otras zarzuelas que han gustado mucho, y que han llenado de una numerosa concurrencia el teatro todas las noches. Han sobresalido en su ejecución las señoritas doña Nieves y doña Luisa Rivera, primeras tiples, y el indicado Sr. Mantegazza, que en el papel de Astucio ha estado felicísimo, así como en el de Marqués de Caravaca. Dicha compañía una vez termine con las funciones prometidas, pasa a Aguilar, donde no dudamos que será muy bien recibida, como lo ha sido por nosotros”.


   Aquellas representaciones, suponemos que inéditas hasta la fecha, tuvieron que despertar el interés general de los pobladores de Castro del Río. No nos consta la existencia de edificio destinado al teatro. Por las fechas, fiestas del carnaval, no creemos que tuvieran lugar al aire libre, en lo que con el tiempo seria denominado popularmente como Teatro de la Lechuza (patio de armas del Castillo). Tenemos que pensar en un salón grande de casino o sociedad como lugar donde tuvieran lugar dichas funciones. El acompañamiento musical no iría mucho más allá del piano o pianola, aportado, por dificultades de transporte, por la propia empresa contratante.
    Carlos Mantegazza era un veterano y mediocre cantante de ópera clásica, que ante el progresivo auge de la Zarzuela, opta por conformar compañía propia que a partir de 1850 se lanza de gira por provincias

    Con respecto al “Marques de Caravaca”, decir, que no corría por sus venas verdadera sangre azul, tampoco era miembro de la para nada linajuda familia que porta este apellido en la localidad. Se trata del personaje central de la zarzuela en un acto titulada “El Marques de Caravaca”, con letra original de Ventura de la Vega y música de Francisco Asenjo Barbieri, representada por primera vez en el  Teatro del Circo Lírico Español de Madrid el viernes 8 de abril de 1853.




   Una selección de fragmentos de la zarzuela  “El Marques de Caravaca”, interpretada por la Orquesta Filarmonía y el coro de RTVE, dentro del didáctico programa musical “El conciertazo”, dirigido por el desparecido Fernando Argenta, puede escucharse y visionarse en el enlace.

    Para darle un poquito más de desarrollo a esta entrada nos detendremos brevemente en el apellido Caravaca de Castro del Río, con el que nos hallamos emparentados.
   Músicos y aristócratas no encontramos ninguno. Pertenecientes al clero regular y secular algunos. Además del conocido canónigo lectoral de la S.I. Catedral de Córdoba Dr.Andrés Caravaca Millán (1878-1930), sabemos de la existencia de don José Caravaca, natural de Castro del Río, religioso franciscano, secularizado después y vicario y cura párroco de Hinojosa del Duque, fallecido en 1830. Escribió y publicó “Novena del glorioso mártir San Torcuato (Córdoba, 1823).
   En 1858, fecha cercana a esas representaciones de Zarzuela, los tres curatos de Castro del Río los ocupaban don Rafael Azpitarte, don Salvador Alcaide y don Diego Medina y Caravaca.  


Andres Caravaca Millán 
   Aunque también los había entre quienes vestían el hábito de jornalero:


   En los “Anuarios del comercio, de la industria,de la magistratura y administración”, editados entre 1881 y 1911, aparecen los hermanos Pedro, Miguel y José Caravaca Salido relacionados con la industria artesana de la madera. Los tres formaron parte, en diferentes etapas de su historia, de las juntas directivas del primitivo Círculo Católico de Obreros (1877), que pronto se transformaría en Casino o Centro de Recreo de Artesanos. Pedro estuvo explotando durante un tiempo un negocio dedicado al juego de billar. Miguel, que mejoraría considerablemente su situación económica por matrimonio, vivía en la Calle Corredera. Los tres eran tíos carnales del Dr. Andrés Caravaca, cuyo padre falleció prematuramente.