El retratado es el General Calleja, a cuyas órdenes y tutela el bizarro militar Aurelio Aguilera desarrollaría gran parte del resto de su carrera profesional.
La habíamos interrumpido con el empleo de comandante y a punto de incorporarse a un nuevo frente bélico ya abierto, la Tercera Guerra Carlista.
Durante buena parte del año 1874 el comandante Aguilera opera en la zona Centro, por primera vez a las órdenes de Calleja, en misiones de persecución y hostigamiento de las partidas carlistas. Sus tropas tomarían parte activa en las acciones de Puente de Contreras, Minglanilla, Monserrat, Domeño y la Salada.
Una de las escaramuzas más enfatizada por la prensa es la protagonizada en Puente de Vadillos (Cuenca):
(La Época 5 de mayo de 1874)
En el mes de septiembre acompaña al brigadier Calleja, nombrado gobernador militar de Guipúzcoa, siéndole confiada la comandancia de Pasajes, asistiendo a los combates definitivos dados en la ciudad de Irún los días 10 y 11 de noviembre de 1874, para levantar el asedio y bombardeo al que se veía sometida esta población por parte del ejercito carlista desde el día 4. El propio pretendiente Don Carlos, en vísperas del combate definitivo se personó en el campo de batalla para elevar la moral de sus partidarios.
El éxito de aquella campaña se traduce en un nuevo premio: el ascenso a Teniente Coronel.
Las huestes carlistas no terminaban de renunciar a sus pretensiones, por lo que nuevos escenarios bélicos le esperaban a lo largo del año 1875.
Desde el 26 de enero al 8 de febrero contribuyó a la definitiva liberación de Pamplona. En mayo se destaca en las acciones de la Cogulla y de la Pobleta (comarca del Maestrazgo). Nuevos batidas en la Ginebresa, Tronchón y Mirambel:
En 1876, ya finalizada la guerra carlista, el General Calleja es destinado a Cuba como 2º Capitán General, reclamando al Tte. Coronel Aguilera como ayudante de campo.
Aquellos patriotas cubanos, que habían iniciado la guerra en demanda de su independencia con respecto a la colonia y que de camino abogaban por la supresión de la esclavitud (fueron numerosos los de este estado que se sumaron a la causa), no terminaban de ceder en sus pretensiones.
Aurelio Aguilera, parece ser que no se resignaba al cómodo puesto en la retaguardia que se le había encomendado, por lo que en 1877 solicita participar en las operaciones directas, concediéndosele en comisión el mando del batallón de cazadores del Duero, a cuyo frente participó en importantes misiones en Puerto Príncipe, que le fueron recompensadas con la encomienda de Isabel la Católica. Una larga concatenación de batidas sobre posiciones dominadas por los independentistas: Chorrillo, Loma Alta, Sebastopol, Sierrecita, La Concepción, la Aurora…
A destacar, la operación de Carril del Taller en la que sus tropas echan abajo los talleres de zapatería y herrería de los que se aprovisionaban las tropas mambises, confiscando una imprenta, poniendo bajo su control fabricas de pólvora y fulminantes y recogiendo 57.000 capsulas para fusil Remington. También arrasaron muchas y numerosas siembras hechas por los nativos en la espesura del monte y sacaron de aquellas selvas crecido número de hombres, mujeres y niños (las víctimas inocentes de todos los conflictos).
Al finalizar aquel intenso año de campaña era promovido al empleo de Coronel.
Al mando de su regimiento, prosiguieron las batidas y misiones de hostigamiento contra los rebeldes. Alguna que otra vez le tocaría actuar a la defensiva. El 22 de octubre, estando en Ficotea, cuando la tropa se afanaba en la elaboración del rancho, fueron atacados de improvisto, por las partidas reunidas del departamento del Centro al mando del generalísimo Máximo Gómez, Royo, Benítez y cinco diputados de la Cámara. Las crónicas de este lado nos remiten a que fue rechazado enérgicamente aquel ataque, siendo perseguidos los asaltantes por espacio de cinco días, recogiéndose varios prisioneros, 25 armamentos y una bandera.
En 1879 tendría que hacer frente al estallido de la segunda insurrección: “Gracias a sus acertadas disposiciones y energía, impidió que en su jurisdicción los cabecillas entraran en acción, reduciéndolos a prisión en los momentos críticos de ejecutarlo”. Comerciantes y hacendados de la jurisdicción de Guantánamo supieron agradecerle aquella contención-represión, regalándole una cruz de tercera clase del Mérito Militar con distintivo rojo (de pedrería), autorizada a posteriori por el Ministerio de la Guerra.
En enero de 1880, pasó sin cesar en el mando del regimiento de la Corona, a mandar la brigada de Baracoa, donde los revoltosos se mostraban más incisivos. Como balance de sus servicios en este nuevo destino la prensa recoge la captura de 314 hombres útiles para tomar las armas (potenciales rebeldes), entre ellos las partidas en pleno de los cabecillas Juan Carreras y Antonio Grave de Peralta, con sus respectivos jefes y oficiales. También se destaca en él un “tacto especial para tratar a la gente del país, atrayéndose la parte más sensata de la jurisdicción que le facilitaban noticias del enemigo” de las que se servía para planificar la batidas: “los insurgentes perdida toda fuerza moral, se presentaban a indulto los pocos que habían quedado en armas”.
Pacificada y reprimida Baracoa, en vistas de su eficacia, se le encomienda una misión similar en Santa Clara, al mando del Regimiento de Reus, donde transcurre sin demasiados sobresaltos sus servicios para la corona.
En mayo de 1881 regresó a la península de la mano del General Calleja, con quien había ido a Cuba de ayudante. Sería recibido por el Rey en audiencia particular:
Muy posiblemente, si no le hubiera sobrevenido aquella muerte tan temprana, por experiencia, hubiera tenido la oportunidad de regresar a Cuba cuando en 1886, el general Calleja es nombrado Capitán General de la isla.
Por lo que respecta a la asistencia de familiares al sepelio, las crónicas sólo mencionan la comparecencia de un sobrino, por lo que le suponemos soltero y sin descendencia.
Las huestes carlistas no terminaban de renunciar a sus pretensiones, por lo que nuevos escenarios bélicos le esperaban a lo largo del año 1875.
Desde el 26 de enero al 8 de febrero contribuyó a la definitiva liberación de Pamplona. En mayo se destaca en las acciones de la Cogulla y de la Pobleta (comarca del Maestrazgo). Nuevos batidas en la Ginebresa, Tronchón y Mirambel:
Aquellos patriotas cubanos, que habían iniciado la guerra en demanda de su independencia con respecto a la colonia y que de camino abogaban por la supresión de la esclavitud (fueron numerosos los de este estado que se sumaron a la causa), no terminaban de ceder en sus pretensiones.
A destacar, la operación de Carril del Taller en la que sus tropas echan abajo los talleres de zapatería y herrería de los que se aprovisionaban las tropas mambises, confiscando una imprenta, poniendo bajo su control fabricas de pólvora y fulminantes y recogiendo 57.000 capsulas para fusil Remington. También arrasaron muchas y numerosas siembras hechas por los nativos en la espesura del monte y sacaron de aquellas selvas crecido número de hombres, mujeres y niños (las víctimas inocentes de todos los conflictos).
Al finalizar aquel intenso año de campaña era promovido al empleo de Coronel.
Al mando de su regimiento, prosiguieron las batidas y misiones de hostigamiento contra los rebeldes. Alguna que otra vez le tocaría actuar a la defensiva. El 22 de octubre, estando en Ficotea, cuando la tropa se afanaba en la elaboración del rancho, fueron atacados de improvisto, por las partidas reunidas del departamento del Centro al mando del generalísimo Máximo Gómez, Royo, Benítez y cinco diputados de la Cámara. Las crónicas de este lado nos remiten a que fue rechazado enérgicamente aquel ataque, siendo perseguidos los asaltantes por espacio de cinco días, recogiéndose varios prisioneros, 25 armamentos y una bandera.
Para el mes de diciembre de 1877 ya prácticamente se habían suspendido las hostilidades, a lo que se le da carácter oficial con la firma de la Paz de Zanjón en el mes de febrero del año siguiente. Los objetivos fundamentales de aquella guerra, independencia y abolición total de la esclavitud, no se contemplaron siquiera (sólo se le concedió libertad a los esclavos que militaban en las filas mambises) en las negociaciones. Un sector del independentismo, encabezado por Antonio Maceo, disconforme con aquella capitulación no tardaría en reanudar las hostilidades contra la colonia.
El coronel Aguilera permanece al frente de su media brigada hasta agosto de 1878 en que se hace cargo del regimiento de la Corona y se le nombra jefe militar de Guantánamo y su jurisdicción.
En 1879 tendría que hacer frente al estallido de la segunda insurrección: “Gracias a sus acertadas disposiciones y energía, impidió que en su jurisdicción los cabecillas entraran en acción, reduciéndolos a prisión en los momentos críticos de ejecutarlo”. Comerciantes y hacendados de la jurisdicción de Guantánamo supieron agradecerle aquella contención-represión, regalándole una cruz de tercera clase del Mérito Militar con distintivo rojo (de pedrería), autorizada a posteriori por el Ministerio de la Guerra.
En enero de 1880, pasó sin cesar en el mando del regimiento de la Corona, a mandar la brigada de Baracoa, donde los revoltosos se mostraban más incisivos. Como balance de sus servicios en este nuevo destino la prensa recoge la captura de 314 hombres útiles para tomar las armas (potenciales rebeldes), entre ellos las partidas en pleno de los cabecillas Juan Carreras y Antonio Grave de Peralta, con sus respectivos jefes y oficiales. También se destaca en él un “tacto especial para tratar a la gente del país, atrayéndose la parte más sensata de la jurisdicción que le facilitaban noticias del enemigo” de las que se servía para planificar la batidas: “los insurgentes perdida toda fuerza moral, se presentaban a indulto los pocos que habían quedado en armas”.
Pacificada y reprimida Baracoa, en vistas de su eficacia, se le encomienda una misión similar en Santa Clara, al mando del Regimiento de Reus, donde transcurre sin demasiados sobresaltos sus servicios para la corona.
Alfonso XII (rey de España entre 1875 y 1885)
Llevaba guerreando casi ininterrumpidamente desde la batalla de Alcolea (13 años de su vida). A partir de entonces disfrutará de seguros destinos como ayudante de Calleja en las capitanías generales de Andalucía y Castilla la Vieja (años 1881-83), hasta que se le nombra primer jefe del Regimiento de León (Madrid) que desempeñó hasta su muerte.
Muy posiblemente, si no le hubiera sobrevenido aquella muerte tan temprana, por experiencia, hubiera tenido la oportunidad de regresar a Cuba cuando en 1886, el general Calleja es nombrado Capitán General de la isla.
A parte de los continuos ascensos con los que fue premiado a lo largo de su meteórica e intensa carrera, se hallaba en posesión de la encomienda de número de la orden de Isabel la Católica y de la cruz de tercera clase al Merito Militar (a las que ya nos hemos referido), y otras numerosas condecoraciones y distinciones que adornan su hoja de servicios: cruz de San Hermenegildo, una cruz roja de primera clase, dos de segunda, la medalla de Cuba con cuatro pasadores, la de Alfonso XII con los pasadores de Pamplona, Cantavieja y Seo de Urgel, la de la guerra civil con los pasadores de Cantavieja e Irún y dos veces nominado como benemérito de la patria.
Su entierro fue toda una manifestación de duelo entre el estamento militar de la guarnición madrileña, siendo sepultado en el cementerio de la Sacramental de San Justo, donde no sabemos si aun reposan sus restos.
El Imparcial 4 de octubre de 1885
Muy buenas ambas entradas! No conocía casi nada sobre la trayectoria en el ejército de este hombre.
ResponderEliminarMe encuentro con un documento que igual sirve para completar algo algún detalle. Su esposa era Dª. Belén Concepción de la Torre y Labrada. D. Aurelio le dejó el ususfructo de su casa mientras viviera (repartió su herencia entre sus hermanos, se entiende que no hubo descendencia), sita en La Carrera (antiagua Santa Cruz, linda por la derecha con Nicolás López y González y por la izquierda con Dª. Pilar Gallo y Aguilera). Y por muerte de ella dicha casa pasó en parte a su sobrino D. Luis Aguilera y Aguilera (hijo de D. Manuel Aguilera y Coca) sobre el que cayeron más derechos por herencia de sus tíos D. Fernando, D. Miguel, D. Benito y Dª. Manuela. En 1900 D. Luis Aguilera y Aguilera cede sus derechos sobre la casa a su tío D. Luis Aguilera y Coca. Yo sospecho que esta casa debió ser la segunda después del Casino, donde más tarde residiría D. Anselmo Hernández Conde, pero es solo una sospecha, pues desconozco si efectivamente se corresponde con sus linderos.
Saludos!
Ah, lo olvidaba, mi sospecha es porque la esposa del doctor Hernández era sobrina de D. Luis y de su esposa.
ResponderEliminarCreo que fue precisamente en los altillos de esa casa que mencionas donde aparecieron, al descomponerla, bocetos de las pintiras murales de Romero de Torres. Yo tengo entendido que esa fue la reridencia de Don Luis hasta su muerte.
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