Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

16 marzo 2012

Dos Trinitarios de Porcuna en el Museo de Bellas Artes de Granada.


     La colección pictórica del Museo de Bellas Artes de Granada alberga entre sus fondos dos cuadros en los que aparecen representados sendos clérigos casi coetáneos y naturales de Porcuna (Jaén). Proceden del extinto Real Convento de Trinitarios Descalzos de Nuestra Señora de Gracia de Granada, a cuya orden pertenecieron y del que fueron significados moradores.

VENERABLE PADRE FRAY LEANDRO DE SAN JOSÉ



     Las únicas noticias que tenemos sobre él nos las proporciona la inscripción que aparece en la cartela, que, justo detrás y a la derecha, porta un angelote:

    «El V. P. Fr. Leandro de / Sn Joseph. Nat. de Por- / cuna, Provl desta Provª in- /signe Theóloga; fue vigi- / lintíssimo Prelado, de / mui rara observancia de / alta contemplació, y admi- / rable penitencia. Iaze / su cuerpo en el Contº de Sevilla, donde pa- /só a mejor vida / Año de 1642».

Ficha museográfica

Clasificación genérica: Pintura
Objeto: Cuadro
Título: Fray Leandro de San José, Trinitario Descalzo
Autor: Atribuido a Bocanegra, Pedro Atanasio 
Material/Soporte: Lienzo
Técnica/s: Óleo
Dimensiones: Sin marco: Altura = 78,0 cm; Anchura = 146,0 cm
Contexto Cultural: Barroco Escuela Granadina
Datación: 1666-1689
Procedencia: Convento de Trinitarios Descalzos de Virgen de Gracia (Granada). En el claustro del convento.
Descripción iconográfica: El fraile se encuentra en una actitud de alabanza, con los brazos abiertos y mirando hacia arriba donde aparece una Inmaculada, con las manos en posición orante, sobre una luna convexa y rodeada de angelitos que portan instrumentos musicales. Detrás de Fr. Leandro un angelito con la cartela ya mencionada.

VENERABLE HERMANO FRAY JUAN
DE SAN BUENAVENTURA


     Inscripción de la cartela:

     «El V. Po Fr. Juan de Sa / Buenaventura Nat. de / Pocuna, vivió entre las fra-/gilidades del mundo con / prerrogativas de Ángel, si- / éndolo en la pureza, paciencia / con que se corona de maravi- / llosos triunfos a pesar del / mundo, y del Demonio. Mu- / rió en Córdoba Año / de 1658».

Ficha museográfica

Clasificación genérica: Pintura
Objeto: Cuadro
Título: Venerable Padre Fray Juan de San Buenaventura
Autor: Salcedo, Juan de
Material/Soporte: Lienzo
Técnica/s: Óleo
Dimensiones: Sin marco: Altura = 76,0 cm; Anchura = 153,0 cm
Contexto Cultural: Barroco Escuela Granadina
Datación: 1676-1725
Procedencia: Convento de Trinitarios Descalzos de Virgen de Gracia (Granada). En el claustro del convento.
Descripción iconográfica: Centrando la composición el fraile trinitario el cual se encuentra en ademán de bendecir a un hombre que se inclina ante él. Al fondo aparece un crucifijo, mientras que detrás del monje hay un angelito que porta una cartela con la inscripción ya reproducida.

Observaciones: Presenta grandes desconchones, los cuales afectan a la cara del fraile, además hay lagunas de preparación y pintura y presenta síntomas de humedad.



     De este segundo trinitario natural de Porcuna, que alcanzaría cierta notoriedad en el seno de su orden, si podemos proporcionar algunas notas biográficas, así como relacionar la obra impresa o manuscrita que se le conoce.
     Juan de San Buenaventura nació en Porcuna, obispado de Jaén, en 1588. Le presuponemos de extracción social notable, pues tuvo la oportunidad de estudiar la gramática y la filosofía antes de profesar, con 17 años, en la Orden de Calatrava, en la que permaneció hasta el año 1627. Buscando mayor austeridad, vestiría el hábito trinitario en un convento de la Orden en Madrid, cambiando sus apellidos, Aguilera Bueno, por el de San Buenaventura. Con el tiempo sería destinado por sus superiores a la ciudad de Roma, donde ejercería el cargo de comisario general de la Orden y dos veces ministro del Convento de San Carlos. De vuelta en España, fue nombrado ministro de Infantes, y poco después, en el Capítulo General de la Orden, celebrado en mayo de 1656 en Toledo, designado para Prior del convento de Granada, a cuyo cargo renunciaría al año por motivos de salud, retirándose posteriormente al de Córdoba, donde falleció el 8 de noviembre de 1658.



    Este otro cuadro, catalogado como "San Buenaventura" (a secas) también se encuentra entre los fondos del Museo, y coincide con el anterior tanto en su autor, datación y procedencia.


Obra impresa

Fasciculus trium florum Ordinis SS. Trinitatis de Redemptione Captivorum seu brevisimum Compendium, tria tantum succinte attingens, videlicet vitam Sanctorum Joannis de Matha et Felicis Valois, hujus Ordinis Patriarcharum ejusque professores pro instituto redemptionis et fide Christi corpora sua ad supplica tradentes et captivos christianos de infidelium servitute redemptos ex probatae vitae scriptoribus a P. ... collectus. Roma: Tip. Reverenda Cámara Apostólica, 1651. 32 p.

Manuscritos

Camino del cielo. Ms., 2 vols. (En el convento de Córdoba antes de la excIaustración).
Materias morales. Ms., 2 vols. (En el convento de Córdoba antes de la excIaustración).
Disertaciones sobre diversas materias. Ms.
"Libro della fabrica" del Convento de “San Carlino alle Quattro fontane". Versa sobre la fundación y fábrica del convento de San Carlos a las 4 Fuentes de Roma e incluye un catálogo de los PP. Ministros y Procuradores generales que hubo hasta su tiempo. Ms. (redactado entre 1650-1655) Se conserva el convento de San Carlos de Roma.


     Siendo procurador general del San Carlino (1650-1655), fue el encargado de llevar personalmente el control de su libro de fábrica. Se trata de un revelador y valioso documento escrito en lengua italiana, muy utilizado por los historiadores del arte, pues aparecen en él detalladas pormenorizadamente sus diferentes fases constructivas (entre1610 y 1655). A Fray Juan de San Buenaventura se le atribuye la elección del arquitecto Francesco Borromini como encargado de ejecutar el proyecto del convento e iglesia, por recomendación del Cardenal Francesco Barberini, de quien era confesor.

FUENTES UTILIZADAS

Catálogo de fondos del Museo de Bellas Artes de Granada (ceres.mcu.es)
Díaz Díaz, Gonzalo: Hombres y documentos de la filosofía española. Vol. 4. CSIC, 1993.


     En las fuentes utilizadas aparecen algunas contradicciones en cuanto a fechas que he procurado corregir. Después de elaborar esta entrada, se hace de obligado cumplimiento programar una visita a este museo granadino. De camino, animo a los muchos estudiantes de Porcuna que deambulan por la ciudad del Darro para que secunden mi iniciativa. El Museo de Bellas Artes se halla ubicado dentro del monumental Palacio de Carlos V, aledaño a los conjuntos de la Alhambra y el Generalife.



12 marzo 2012

Noticia sobre el oratorio de la calleja de los Dolores

Calleja de los Dolores (Castro del Río)
     Entre los varios opúsculos impresos que relaciona Fray Juan de Castro como salidos de la pluma de Don Juan Pedro Moreno y Arias (1710-1776), sólo uno guarda relación directa con su pueblo, Castro del Río, es el titulado:

     “Romance nuevo, donde se refieren los maravillosos prodigios, que ha obrado la milagrosa imagen de María Santísima de los Dolores, que se venera en la siempre ilustre y leal Villa de Castro del Río”. Se imprimió el año de 1730, quando el autor estaba en los veinte de su edad. Es un papel en 4º con cuatro páginas.

 Comienza así:

“De aquella Mujer hermosa
que vio el Apóstol querido”

     Y finaliza de esta manera:

     Ea, Católicos pechos
de esta ilustre Villa hijos,
digan nuestras dulces voces,
que por siglos infinitos
sea en Castro venerada
la de los siete cuchillos.



    Antes de que sea el propio padre Castro quien introduzca en contexto este Romance de Don Pedro Moreno y Arias, dedicado a la Dolorosa, tenemos forzosamente que reparar en el Estudio histórico del barrio de la Villa de Castro del Río de Juan Aranda Doncel. Se menciona en este libro la sesión municipal celebrada el 21 de enero de 1845 en la que se aborda “la conveniencia de rectificar la actual numeración y dar nomenclatura a todas las calles de la Villa”. Las trece calles intramuros (barrio de la Villa) son nominadas en función de una serie de variables. Un oratorio dedicado a Nuestra Señora de los Dolores dará nombre “al callejón sin salida donde está la imagen de dicha Sra.”. 
     Otras informaciones extraídas del capítulo que Juan Aranda le dedica a la Casa-Oratorio de Nuestra Señora de los Dolores, las dejaremos para el final. 



    Dejemos que sea primero el padre Castro, quien nos explique el porqué de dicho Romance, así como cumplida información sobre cómo y cuando se gesta el citado oratorio en esta pintoresca calleja del barrio antiguo:

    “Para que el asunto de este romance se entienda mejor contaré la historia desde su principio. Don Gerónimo Mexia, a quien por su singular piedad y virtud notoria llamaban todos, hermano Gerónimo, fue Sochantre en la Parroquia de Castro, y tenía su morada en el cercado de la Villa, en la calleja que hoy llaman de los Dolores. El año de 1727, a los diez días de julio, colocó sobre la puerta de su casa una imagen, pintada en lienzo, de Nuestra Señora de los Dolores, con un farol que también daba luz a toda la calleja. Aquí perseveró la santa efigie sin especial culto, hasta que el 16 de abril de 1730 un vecino, que se hallaba gravemente enfermo, se encomendó a la Señora, y consiguió su salud. Divulgado este caso, se excitó la devoción, se repitieron los recursos, y los prodigios se multiplicaron de manera que antes de concluirse el citado año de 1730, se tenían averiguados ciento cinco por lo menos. Después de publicado el Romance, y continuándose la devoción con más fervor todavía, el Hermano Gerónimo erigió un oratorio público sobre el pórtico de su casa con vistas a la calleja y colocó en él la santa imagen. Por su testamento dejo heredero de dicha casa y nombró patrono para lo sucesivo a su amigo Don Juan de Mendoza, clérigo capellán, y sus herederos. Este Santuario ha sido y es hoy muy concurrido, aunque no son ya tan frecuentes los milagros públicos”.

(De los Escritores naturales de Castro del Río…pág. 303-304)


     Pascual Madoz, en el sustancioso artículo sobre Castro del Río del “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar” (1846-1850) le otorga al citado oratorio categoría de ermita (no conocemos sus fuentes) y aporta somera información sobre la misma: “fundada a mediados del siglo XVIII por el piadoso varón Don Gerónimo Megia, sacristán de la iglesia parroquial”.

     Las disposiciones testamentarias del “Hermano Gerónimo” (Don Geronimo Mexía y Xurado), sacristán y sochantre de la parroquial de la Asunción, recogidas por Juan Aranda Doncel en su estudio histórico del barrio de la villa, nos aportan otras noticias complementarias sobre el oratorio y su fundador:

     “Declaro que tengo y poseo unas casas mías propias en que hago mi abitación y morada dentro del zercado de esta villa…y en ellas la imagen de Nuestra Señora de los Dolores que está pintada en un lienzo con su marco dorado, que también es mía propia, la que tengo de presente colocada en un quarto de dichas mis casas que caen sobre las puertas de la calle de ella y se halla oy en forma de capilla descubierto, de suerte que desde dicha calle se venera y reza por los devotos de dicha imagen”.

    “ […] y procurando yo mantener la dicha devoción y para que aumente cada día, por lo que asimismo tengo a S.M., le mando en propiedad y posesión las dichas mis casas en que se halla colocada para que lo esté siempre en ellas en el dicho sitio o en otro que le parezca al Patronato o Patronos que e de nombrar, formándose capilla o hermita si se pudiere en delante de suerte que, aunque así se execute, aia de ser siempre en las dichas mis casas y no en otro sitio alguno, pues con esta condición se las mando a S.M. por se mi voluntad que nunca salga de ellas si no es con licencia de dicho Patrono para que salga en prozesión o lleve a alguno de los templos de esta villa para hazerle rogativa en caso de necesidad y volverla luego que se fenezca qualquiera de esos fines a las zitadas mis casas todo con la dezencia correspondiente”.


     Como albaceas de su testamento y encargados de ejecutar sus deseos, tal como ya refiere Fray Juan de Castro, quedaron el clérigo capellán y amigo Don Juan de Mendoza y Saavedra y herederos (su padre Alonso de Mendoza Figueroa y Saavedra, hijosdalgo notable) moradores durante la primera mitad del siglo XVIII de la "Casa de Mendoza", a la que este linaje da nombre.

Casa de Mendoza
    En vida del Gerónimo Mexia, fallecerá don Alonso de Mendoza de Figueroa y Saavedra, y su hijo don Juan de Mendoza tendrá que ausentarse de la villa, por lo que ha de introducir variaciones en la composición del Patronato, delegando la responsabilidad en el vicario don Pedro Suarez Pimentel y sucesores en el cargo.
    Cuando finalmente fallece, se respetará su voluntad, permaneciendo el oratorio y la imagen en su lugar original, aunque con unas rentas que apenas si darían para su mantenimiento: el producto del alquiler de la casa, el producto de un haza de tres fanegas de tierra y una memoria a perpetuidad de tres arrobas de aceite aportadas por una devota señora.
    A finales del XVIII se celebraban en el mismo dos funciones religiosas anuales: una misa cantada el día de Santa Catalina (25 de noviembre),  por el alma de la devota señora donante del aceite perpetuo, y otra más solemne el Viernes de Dolores.

    Oratorio de Nuestra Señora de los Dolores. En Estudio histórico del barrio de la Villa de Castro del Río / Juan Aranda Doncel. Ayuntamiento de Castro del Río, 1987 (págs.151-154).

    Sobre el posterior devenir de este oratorio o ermita no dispongo de información alguna. De manera que, para que pudiera quedar completada la historia sobre sus avatares históricos, sería de agradecer aportaciones al respecto en la sección de comentarios. Seguramente entre la numerosa bibliografía de Juan Aranda o en alguna de sus habituales colaboraciones en publicaciones locales pudieran aparecer otras noticias.


10 marzo 2012

Noticias sobre la Hermandad de la Aurora de Castro del Río (siglo XVIII)


    De la obra del carmelita castreño Fray Juan de Castro: “De los Escritores naturales de Castro del Río, que han dado a la imprenta alguna de sus obras”, fragmentos históricos que para conservar su buena memoria recogió y escribió un Fraile del Carmen en el convento de la misma villa. Se comenzó el año de 1804.Manuscrito original en 4º-411 páginas y 12 más de principios. En las pág. 312-313 dice:

   Como después de la conquista de Castro, se aumentaba su vecindario y su población se extendía a los arrabales, por la devoción de los mismos vecinos y para su mayor comodidad se edificó el año de 1420 la iglesia o ermita de la Madre de Dios, al occidente, fuera del muro, y para facilitar la comunicación con la Villa, se abrió en el mismo muro el portillo o puerta que llaman del Agujero.

http://eltiodelacamara.blogspot.com/

     En esta ermita, a más de la Hermandad del Rosario, que con buena música de voces y de instrumentos sale a prima noche por las calles, se halla establecida una congregación de hombres devotos, dedicados al obsequio de Nuestra Señora de la Aurora, cuya graciosa imagen tienen colocada en altar particular, con retablo de madera sobredorado. Quando lo sufragan las limosnas (único caudal de esta congregación) hacen en la Parroquia una función muy solemne y cumplida, llevando allí la efigie de su Soberana Patrona.
     En la que celebraron el año 1787, les prediqué el Sermón, que podrá verse en tomo 1º de mi Colección de Sermones, pág. 230. Sus ejercicios ordinarios son, salir en el estío a las tres, y en el invierno a las quatro de la madrugada, cantando el Santo Rosario, en tono llano, suave y devoto, que con el silencio de la noche resuena y despierta a los que duermen, excitando en los buenos afectos la alegría, y en los malos la saludable confusión; y concluido el Rosario, oyen la misa que les dice su Capellán. Tienen destinado para muñidor un hermano, que a las dos, o a las tres, según varían las estaciones, sale por las calles tañendo una campanilla, y cantando al compás del tañido algunas coplas en alabanza de la Santísima Virgen, y de ordinario se detiene a cantar una particular a la puerta de cada hermano, para despertarlo. De este género les compuso un buen número Don Juan Pedro , que no se imprimieron, ni manuscritas se hallan ya todas. De las que se conservan copiaré una, que sirva como muestra de las demás, que se cantaban para despertar al actual Capellán Don Pedro de la Rosa, y con alusión a su apellido decía así:

Una rosa le falta al Rosario
y es el que la misa nos ha de rezar.
Padre nuestro, levántese presto,
que el santo rosario se va a comenzar.

    “Colección de sermones panegíricos y morales, escritos y predicados por Fray Juan de Castro”. Tres tomos manuscritos en 4º (464, 468 y 426 páginas cada uno de ellos).
    Encontraban se entre los papeles manuscritos de este fraile carmelita que pasaron a manos de las monjas del convento de Santo Domingo de Scala Coelli de Castro del Río. De su fatal destino ya dimos cumplida información en una entrada anterior. Por cierto, aparte del horno tostador de dulces y papeles del que las monjas dispusieran dentro de la propia clausura, según el Catastro de Ensenada (1753) también era de su propiedad un horno de pan que se hallaba fuera del recinto de su convento:

    “Una casa horno de pan de cozer en el cercado de esta Villa, que confronta con la Calleja de San Juan y calle que baja a la Puerta de Martos, consta de habitación baja y alta con diez baras y media de frente y trece de fondo”.

    Don Juan Pedro Moreno y Arias (1710-1776), ex-seminarista, profesor, jurisconsulto y poeta, a quien reserva un capitulo Fray Juan de Castro:

   “De sus costumbres diré solamente del tiempo que lo conocí y comuniqué, que era hombre devoto, frequentaba las Iglesias y cada día oía algunas misas; que era manso y pacífico, tenía paz en su familia, y la mantenía con los extraños; que era llano en el trato y modesto en toda su extensión; de ordinario andaba de capa, y en los días solemnes y en los públicos actos literarios, era su vestido el antiguo de los jurisconsultos, capa negra corta con cuello quadrado, golilla y peluca, como en Córdoba andan los Alcaldes mayores”.



    Si bien en la noticia suministrada por el padre Castro, transcrita al principio, se hace clara mención a que las letras compuestas por este vate local para la Hermandad de la Aurora no fueron impresas, y apenas si quedaban de las manuscritas, cabe la posibilidad, de que algunas de las que han llegado hasta nuestros días, vía tradición oral, en el seno de esta popular y tricentenaria congregación, fueran de aquellas.



05 marzo 2012

Fray Francisco Bueno (un franciscano de Porcuna ante el Tribunal del Santo Oficio).

Portada Iglesia Antiguo Convento de San Francisco (desaparecida)
    Antes de entrar de lleno en el fondo del asunto, nos detendremos someramente en la historia de la orden franciscana en Porcuna.
    La fundación del convento se remonta al año 1612, a instancias del Consejo la Villa que, mediante cláusula inserta en su acta de fundación, exige que la congregación naciente debe estar regida por frailes recoletos descalzos de la provincia de San Francisco.
    Tuvieron que ser numerosos los hijos de Porcuna, que mostrando inclinación por el clero regular,  profesaran en su convento. Antes incluso de constituirse, ya tenemos noticia sobre franciscanos naturales de la villa, que por diferentes motivos, han pasado a las páginas de la historia.

    Fray Benito de Huertas, natural de la villa de Porcuna, hijo legítimo de Francisco Ortiz de Huertas y de doña Isabel Merino, ambos cristianos viejos, hijosdalgo, “de exemplaríssima virtud y bien doctrinado desde su niñez”, quien tras profesar de joven en el convento de Granada, se destacó como misionero en el Perú, llegando a alcanzar altas dignidades. Fue Guardián del convento de San Francisco de Lima y elegido Provincial de la Orden Franciscana de San Antonio de Charcas, en el capítulo celebrado en Jauja en 1607. Falleció en Cuzco el 23 de julio de 1620.

    Las crónicas recogen noticias sobre ciertos fenómenos sobrenaturales acaecidos en los días siguientes a su muerte:

    “A los cinco días de su tránsito saltó la puerta y tapia de la bóveda en que fue sepultado; volvieron a sacar el cuerpo, y lo tuvieron con gran concurso de la ciudad hasta el 30 de julio y octavo de su muerte en que el señor obispo don Lorenzo Pérez de Grado celebró su funeral y exequias con asistencia de ambos cabildos y el clero”.

    De su necrológica extraemos la siguiente información:

    “Primer Provincial en la provincia de las Charcas, en el Perú, gran Ministro de el Evangelio, Varón Apostólico, Docto y Santo, hijo también de la Religión de San Francisco, y que ha obrado Dios por su intercesión muchos milagros”.

     Pedacitos del hábito que vistiera, convertidos en reliquias, se distribuyeron por dondequiera, utilizados para implorar su auxilio y favor. Se le atribuyen varios casos de sanación prodigiosa, juzgados como milagros.

   
     Más conocidos son los hechos en torno a la vida y muerte del franciscano tercero “Hermano Pedro de la Concepción” (Beato Garrido) que accede al martirologio cristiano el año de 1667, en su propósito de extender su fe entre la población musulmana de Argel y pasado por la hoguera al no querer renegar de la suya.

     A este otro franciscano de Porcuna, en el que nos vamos a detener, no le adorna precisamente ni el martirio ni la santidad. Su heroicidad o flaqueza, estaba más cerca del orden humano que del divino. Conocemos de sus andanzas gracias a un manuscrito del Archivo Histórico Nacional (Consejo de Inquisición).


    El 13 de julio de 1780 ingresaba en las cárceles secretas del Santo Oficio del Arzobispado de Lima, en calidad de recluso a ración de pobre, Fray Francisco Bueno, natural de la villa de Porcuna, obispado de Jaén, en el reino de Andalucía, de edad 40 años, religioso presbítero profeso de la orden de San Francisco de la Provincia de Granada.
     Se hallaba destinado como misionero apostólico, en el Colegio de Santa Rosa de Ocopa, en el valle de Jauja, al E. de Lima, y tendría que enfrentarse a un enojoso proceso, al ser acusado por varias mujeres de “abuso de confesionario”.



     Cierta “pasión desordenada”, de la que había dado ya muestras en solar hispano, concretamente,  en el reino de Jaén, del que era natural y donde desempeñara las funciones propias de su oficio hasta partir para América, fue, por lo visto, la que le puso delante de aquel terrible Tribunal.
     Sabemos de una primera causa en su contra, instruida y sentenciada  en Córdoba:

    “Causa de 8 noviembre de 1879 del Santo Oficio de la Inquisición de la ciudad de Córdoba, por delitos de solicitante y mala doctrina contra Fray Francisco Bueno, de la observancia de San Francisco, misionero apostólico que fue del Colegio de San Buenaventura de la ciudad de Baeza”.

     La explicación a ese “delito de solicitante y mala doctrina”, la encontramos en la propia declaración del encausado durante el segundo proceso. Preguntado por la causa de su prisión dijo:

   “ Que no lo sabía, aunque presumía podría ser porque estando sentado en el confesionario del colegio de Baeza, por estar las rejillas estrechas, acostumbraban las mujeres a asirse a ellas durante la confesión, y que por casualidad y también por intento les tocaba las manos, y que eso ocurriría unas veinte veces, las que se llamaban Josefa e Isabel, e ignoraba sus apellidos;  que en lugar de Cambil del mismo obispado, haber dicho a sus confesadas: “las que son así como ustedes (aludiendo a su hermosura) deben portarse con muy recato”. Que en ese mismo lugar en el mes de abril de 1778 acarició la cara a una mujer cuyo nombre y apellido no sabía, que también le dio un ósculo en la casa donde moraba, que a los dos o tres días fue ésta a confesarse con él y la preguntó en la confesión si cuando la osculó y besó en la cara había consentido, y respondiéndole que si, siguió con la confesión y la absolvió sin que pasase otra cosa”.
   “Que en el propio lugar, dos mujeres hermanas, nombradas Bernabela y Manuela, cuyos apellidos no sabía, estando confesándose con él, para quitarles el rubor que traían, durante la confesión les tocó con el dedo las caras por la rejilla del confesionario y sería una vez a cada una”.

     Suponemos que a consecuencia de este primer encuentro con la justicia inquisitorial, se le condenara o instara a tomar tierra de por medio.
     Al poco, circunstancias parecidas volvieron a reproducirse al otro lado del charco. Son numerosos los testimonios en su contra, tanto de oriundas españolas, cholas o indias, entre las que sembró la inquietud durante sus recorridos evangelizadores y cuyas denuncias son las que le vuelven a situar delante de un Tribunal del Santo Oficio.

      Seleccionaremos los más significativos:

     “María Bernales (alias) Axarra, española, casada, natural y vecina del pueblo de la Concepción, de edad de 20 años, dijo: que el Domingo de Ramos estando en la iglesia del pueblo de Huasaguasi, confesándose con el padre Fray Francisco Bueno, la preguntó si tenía donde dormir aquella noche, y respondiéndole que no, le dijo que fuese a la casa donde él estaba y le daría cama y una reliquia; que en efecto le dio una cintita y una algodón de cierto santuario, y que durmiendo en esta casa fue tres o cuatro veces a su cama, y le tocó la cara, diciéndole que fuera honesta y callada, y que por la mañana volvió otra vez a tocarle la cara y que el padre estaba en su entero juicio; que pasados algunos días la envió recado, con una mujer, diciéndola que se fuera a confesar con él y no con otro; y que no habiendo querido ir la dio quejas, y que sabía que otras mujeres que se confesaban con él no volvieron a su confesionario, aunque ignoraba las causas”.

Iglesia y Convento de Santa Rosa de Ocopa (Charles Wiener 1880)

      “María del Rosario, oriunda española, doncella, natural de pueblo de Atunfaufa, de algo más de dieciocho años, dijo: estando para confesarse en la Iglesia del Colegio, reparó que Fray Francisco la miró dos o tres veces, por lo que tuvo miedo de confesarse con él, y que no lo hubiera ejecutado de no estar ocupado el otro confesor. Que acabada la confesión le dijo que le besara la mano, que abrió la puertecilla del confesionario y arrodillada a sus pies se la besó y el llevó el dedo a su boca, sobre sus labios, y añadió que tocando a las veces que la miró sólo recordaba claramente que al empezar la confesión éste le dijo, sonsa, ¿A dónde has ido? ¿Entendiste que no había de volver?”

       Se le atribuye también, que en otra ocasión, dirigiéndose a una de estas mujeres, dijo: ¿Te parece que cuando estoy en el confesionario o diciendo misa dejo de verte?, pues te engañas, porque yo todo lo miro. Consciente de su imprudencia, advertiría a ésta para que no se lo dijera a nadie “por lo mucho que perdería”. Estos últimos extremos, que parecen algo más comprometedores, los negaría en un primer momento, pero ante todo un caudal de testimonios (22), de mujeres jóvenes en su mayoría, que reincidirían en esa debilidad humana mostrada por el fraile confesor, inapropiada para alguien que, libre o condicionadamente, había optado por hacer vida clerical, terminaría por confesar la verdad. Después de manifestar que los ósculos y tocamientos de cara “obedecían a afecto paternal, como también lo entendían ellas, pues preguntadas por él si formaban de ello escrúpulos, le respondían  que no”, se vería obligado a mostrar arrepentimiento, implorar la misericordia del Santo Oficio, y manifestarse dispuesto a recibir, con humildad y paciencia, las penitencias que se le impusieran.

      Declaró:
    “Que no era hereje, ni apóstata, pues jamás se le ocurrió ir contra la doctrina que la iglesia enseña, y si delinquió fue por flaqueza, que su confesión había sido sincera demostrando su arrepentimiento, que no había solicitado de palabra a ninguna mujer, que debía velar por su pasión desordenada, y que no dudaba de la mala nota que había contraído por sus excesos”.



     El Tribunal del Santo Oficio, reunido a puerta cerrada en Sala de Audiencia, resolvió finalmente declararle “absuelto ad cautelam”,  siendo reprendido y advertido del grave error cometido, privado perpetuamente de confesar hombres y mujeres, de celebrar por espacio de seis meses, y de voz activa y pasiva por octubre de 1780. 
     Como no estoy muy versado en derecho penal y menos aun del emanado de este Santo Tribunal, el latinajo imagino que querrá decir “con cautela” (en observación) y la privación última, vendría a ser una especie de aislamiento temporal, durante el que se vería privado de hacer uso de pico y oído.


FUENTES UTILIZADAS

  • “Proceso de fe de Fray Francisco Bueno” Archivo Histórico Nacional - Consejo de Inquisición: INQUISICIÓN, 1649, EXP. 22 (pares.mcu.es)
  • El detalle donde aparecen las poblaciones del valle del Jauja, en la que sehallaba enclavada la misión franciscana en la que laborara y confesionara Fray Francisco Bueno, pertenece al mapa del “Plan del curso de los Ríos Huallaga y Ucayali y de la pampa del Sacramento” levantado por el P. Fr Manuel Sobreviela, Guardián del Colegio de Ocopa, publicado en 1791 (Biblioteca Nacional de Francia).


  • Las noticias sobre Fray Benito de Huertas, obtenidas mediante la vista total o parcial que ofrece google book, proceden de dos fuentes base: “Catalogo de los obispos de las iglesias catedrales de la Diócesis de Jaén y anales eclesiásticos de este obispado” de Martín de Jimena Jurado (1654) y la “Crónica franciscana de las provincias del Perú” de Fray Diego de Córdoba, impresa en Lima en 1650.


03 marzo 2012

"Letras encadenadas: los manuscritos conventuales de Castro del Río".


      En esos apuntes biobibliográficos que ido trazando sobre los autores, naturales o no, de Castro del Río, que a lo largo de los siglos se ocuparon de su historia, ya he relatado el pasaje sobre “la fatal voracidad” del horno bizcochero de las monjas del Convento de Santo Domingo de Scala Coeli de esta villa. La carestía de papel debió de unirse a la ingenuidad e ignorancia de sus moradoras, para que durante toda la centuria del XIX, canastas rebosantes de papeles viejos, escritos a mano, fueran menguando paulatinamente, usadas en su obrador como base para los dulces.
      Tal circunstancia la conocemos gracias a Rafael Ramírez de Arellano que la incluye en su “Ensayo de un catálogo bibliográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba”, publicado en 1916. La información parece proceder indirectamente de un tal Rodríguez Carretero (menor). Dice así:

     “He visitado el convento de monjas de Castro, y preguntándole a su superiora por las obras que quedan reseñadas, me dijo que tanto esas como la del obispo Juan de Leyva las habían destruido, gastando las hojas en el horno para que no se manchasen de ceniza las tortillas de azúcar al cocerlas. Tienen aún dos canastas de cartas y papeles de Fray Juan de Castro, enlegajados y rotulados por él, que me prometieron no quemar, pero de cuya promesa no puedo por menos de dudar. Aunque hemos advertido al señor obispo del peligro que corren tales papeles, no creemos que los reclame ni salve del terrible horno”.


      Con posterioridad me he percatado de que la noticia esté recogida también dentro del Inventario Monumental y Artístico de la provincia de Córdoba, entregado en 1904, del que es autor el propio Ramírez de Arellano. Coincide en cuando a la autoría de los papeles afectados por la quema, aunque es él mismo quien actúa como testigo presencial del hecho y de las advertencias. Se servirá, precisamente, de un manuscrito, de los que aún conservaban las monjas, escrito por el carmelita descalzo Fray Pedro de Jesús, para documentarse sobre la fundación y orígenes del convento:


      Dice a renglón seguido:

      “Creemos que este libro se salvara, gracias a nuestra visita; porque en el convento había muchos manuscritos, entre otros, las obras del Obispo de Almería Don Juan de Leyva Cordovés y los catalogados por Gallardo de Fr. Juan de Castro; pero según confesión de las monjas los han gastado en colocar las hojas en el horno para tostar tortillas de azúcar y otros dulces, porque según ellas, no servían unos manuscritos cuyos renglones eran unas cadenitas completamente ilegibles. Textual. Hicimos comprender a las madres el error en que estaban y les recomendamos se abstuvieran de tostar el manuscrito citado y dos canastas de cartas y papeles sueltos que aún quedaban del Obispo Leyva y del padre Castro; y como prometieron hacerlo así, creemos que lo cumplirán y se conservarán estos papeles para cuando haya en Castro alguien curioso que los examine y estudie. En el Ensayo para una biblioteca de libros raros y curiosos podrá ver el lector el extracto hecho por Gallardo de los manuscritos de Castro y se podrá calcular lo que la ignorancia de estas señoras ha causado a las letras patrias y a la historia de su pueblo. Después de todo, la culpa, más que de ellas, fue de los visitadores de la diócesis que han debido impedir tal desaguisado”.

Biblioteca Tomás Navarro Tomás (CSIC)
      Esta segunda versión, sobre los avatares de los papeles viejos de las monjas, es anterior en el tiempo a la que encubiertamente (Rodríguez Carretero menor) da en su “Ensayo de un catálogo bibliográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba”, publicado a expensas del Estado en 1916, tras ser premiada la obra por la Biblioteca Nacional en concurso público. Estimo, que sería precisamente esa publicidad la que le obligara a ser más cauto a la hora de atribuir responsabilidades a quienes deberían haber impedido “tal desaguisado” (la diócesis).
      Lo que parece que si surtió efecto, fueron los consejos y regañinas para con las monjas y esa especie de desiderata de preservación a merced de futuros curiosos.
     Un sacerdote de origen castreño, don Francisco Navajas Camargo, a la sazón, claustral del Seminario de San Pelagio Mártir de Córdoba, en el acto inaugural del curso académico 1916-1917, ocuparía la tribuna para, durante cuarenta minutos,  pronunciar  “un magistral discurso biobibliográfico sobre el insigne don Juan de Leiva Cordobés, uno de los más preclaros alumnos del Seminario”. 

El Defensor de Córdoba
      Este trabajo, vería la luz finalmente a través de la imprenta, ese mismo año de 1916.
      No es el caso de los famosos manuscritos referenciados por Bartolomé José Gallardo salidos de la pluma del carmelita castreño Fray Juan de Castro. De toda su obra, la que, a mi juicio, pudiera tener algún mérito o interés, desde el punto de vista historiográfico, es aquella, que el propio Gallardo tuvo en sus manos y extractó en su "Ensayo de una biblioteca de libros raros y curiosos", intitulada “De los escritores naturales de Castro del Río…”, en agradecimiento a la amistad salvadora que trabara con aquel casi nonagenario fraile, durante sus años destierro o confinamiento en la villa del Guadajoz.
     Mi sorpresa fue mayúscula, cuando, documentándome para la entrada en la que me ocupé del trato, “entre garamantas fieros”, dispensado en Castro al ilustre polígrafo y “príncipe de la bibliografía española”, me topé con una referencia que me hizo concebir esperanzas sobre la posibilidad de que el citado manuscrito se mantuviese vivo.
      Fui dando los pasos pertinentes hasta poder verificar su existencia. La obra “De los escritores naturales de Castro del Río”, pude contrastar que se hallaba catalogada, con la signatura  M-90, dentro de la colección de manuscritos de la Biblioteca de la  Universitad de Oviedo. Cursada y atendida la solicitud, he conseguido finalmente ponerla delante de mis ojos. La posibilidad de que pudiera tratarse de una copia del original, quedó descartada desde un primer momento, por la guarda del mismo donde se dice: “fue comprado en Toledo a un sobrino y heredero del Sr. B.J. Gallardo”.



     Cómo es de bien nacidos ser agradecidos, y los profesionales de esta biblioteca han tenido el gesto generoso de ponerla a disposición de todos los castreños (las gestiones se han hecho a través de la Biblioteca Pública Municipal), cual era mi propósito, que menos, que reconocer el trabajo de esta institución universitaria asturiana, con un video ilustrativo sobre su riqueza bibliográfica y documental, que además nos permite informarnos sobre la también azarosa historia de sus fondos:




      ¿Qué quieren decir esas anotaciones en la guarda?

      Si tenemos en cuenta que Fray Juan de Castro fallece en 1828, estando aun Gallardo desterrado en Castro, habría que contemplar la posibilidad de que el fraile hiciese a su amigo “el bibliógrafo” custodio de su más preciada y preciosa obra. No descarto tampoco, que Gallardete, haciendo gala de esa fama de “bibliopirata”, que le atribuyera Serafín Estébanez Calderón, aprovechándose de la soltura con la que se movía por la biblioteca del convento del Carmen, del que era vecino, pudiera haber arramblado con ella al abandonar la villa.
      De cualquier manera, por las circunstancias que fueran, se evitó que esa obra estuviese entre las que el padre Castro legara a su muerte a las monjas dominicas o pasaran a su convento después de la exclaustración del Carmen. Lo más probable, en caso contrario, es que hubiera sido horneada en primera instancia por aquellas monjas encargadas de la dulcería, o en un postrero momento, pasto de las llamas provocadas por la furia desatada por "descontroladas hordas iconoclastas” que asolaron el convento tras la militarada del 18 de julio de 1936. El manuscrito sobre la fundación, ya referido, de Fray Pedro de Jesús, le presuponemos perdido en aquel segundo y también fatal envite contra el patrimonio histórico artístico de la localidad.

      En adelante, una vez leído y desgranado detenidamente este opúsculo, iré derramando todo aquello que considere de interés, así como me veré obligado a reeditar, con los nuevos aportes, las entradas dedicadas a Juan José Jurado Valdelomar y al propio Fray Juan de Castro. Curiosamente, a Fray Miguel Rodríguez Carretero, coetáneo y hermano de orden, no le dedica apartado alguno, es más, en un primer visionado realizado, a salto de mata, no he sido capaz de encontrar si quiera una mención.   

  

01 marzo 2012

El espionaje alemán en Fuerte del Rey durante la Gran Guerra.


     En 1914, descarados intereses imperialistas de las potencias europeas desencadenarían la “Gran Guerra”, como sería denominada originariamente a la Primera Guerra Mundial.
     España, después de la debacle del 98, desempeñaba un papel de segundo rango en el marco europeo . El hecho de carecer de un potencial militar y económico suficiente, como para presentarse como aliado deseado para los bloques en conflicto, le permitiría mantenerse al margen del mismo, adoptando desde un principio una postura de obligada neutralidad, lo que incidiría favorablemente en la reactivación económica del país, ya que su industria terminaría convirtiéndose en principal fuente de suministro para los bandos en conflicto.
     Pese a la neutralidad oficial, la guerra dividiría a la opinión pública española de la época. Mientras que para las derechas (partidos dinásticos), Alemania y sus aliados representaban el orden y la autoridad, en cambio, para las izquierdas, a Francia e Inglaterra, les asistía “la causa del derecho, la libertad, la razón y el proceso contra la barbarie” (discurso de Lerroux).
    Los servicios de espionaje, intentarían y conseguirían, en más de una ocasión, extender sus redes e infiltrarse en periódicos, partidos políticos y hasta sindicatos, sembrando simpatías y discordias.
    La exigua dotación militar del pueblo de Fuerte del Rey (Jaén), compuesta por tres alguaciles o guardias municipales, celosos cumplidores de sus deberes, y temerosos de que el espionaje pudiera comprometer la seguridad y neutralidad de los escasos 700 habitantes del lugar, es la protagonista directa de la anécdota en la que nos vamos a detener a continuación.



     Salta a la prensa merced a la pluma de un ingenioso gacetillero del Diario de Córdoba (Félix Lorenzo), que sabe adornarla y revestirla de la ironía y guasa festiva necesaria para hacerla especialmente atractiva.

FIGURAS DE EPOPEYA
El alguacil de Fuerte del Rey

     Fuerte del Rey no es otra cosa, pese a su nombre altísono, que un humilde lugar de setecientos vecinos, apaciblemente asentado en una llanura de la provincia de Jaén. Vive consagrado a la cría de cerdos, ovejas y gallinas, y al cultivo de cereales y legumbres. Como está camino de Andújar, también podéis pedirle blancas y rosadas garrafas de búcaro, que hacen el agua fresca como la nieve. Quiero decir que no le falta comercio exterior y que, gracias a sus relaciones mercantiles, sabe algo de lo que sucede en el mundo.
     El vecindario de Fuerte del Rey tiene noticia de que Europa anda en guerra, la más feroz que conocieron los siglos, y de que un maravilloso poder militar, el de Alemania, quiere sojuzgar al mundo. Acaso el poeta de la localidad, premiado en los juegos florales, ha traducido a los convecinos el grito germánico ¡Deutschland über alles! que pronunciado en andaluz y con ronquido adquiere una fuerza particular.


     En la guarnición del pueblo, escasa, ciertamente, puesto que se compone de tres guardias municipales, más no por eso tímida y remisa en la defensa de los ciudadanos confiados a su custodia, no ha dejado de causar impresión la sutileza con que el fantasma del espionaje germánico se filtra por las fronteras y burla todas las previsiones patrióticas. Algunas noches, a las horas del relevo, mientras los habitantes de Fuerte del Rey dormían a pierna suelta, fiados en el prestigio del nombre de su localidad, y más todavía en el desvelo paternal de los tres guardadores del orden, reunidos en el zaguán del Ayuntamiento en derredor de una mesica servida de aceitunas y chatos de buen vino, cambiaban impresiones sobre la guerra, que, a veces,  les provocaba un estremecimiento nervioso.
     Asía ha venido a engendrarse un suceso, que relata la prensa de Jaén, y que nosotros queremos vocear para enseñanza y ejemplo.
     El otro día llegó a Fuerte del Rey en un carricoche tirado por un caballejo, cierto señor “de aspecto distinguido, moreno, bigote pequeño, ojos vivos, estatura mediana. Llevaba en la mano una máquina fotográfica  y un cuaderno de los que usan los artistas para tomar apuntes”.
     No parecía. En verdad, un ulano feroz, ni el modesto aparato con que se presentó autorizaba a suponérsele representante del imperialismo del Norte. Pero así, disfrazados con las más sencillas apariencias, suelen llegar a los descuidados lugares estos modernos sacamantecas que con la perspicacia del Káiser explora los entresijos de los pueblos destinados a su voracidad.
     La presencia del forastero debía, pues, inquietar a los vecinos de Fuerte del Rey; y cuando se le vio mirar atentamente al castillo – porque Fuerte del Rey tiene un castillo digno de su nombre – y dibujar pacienzudamente un croquis en una hoja de su álbum, la inquietud general invadió turbulentamente el espíritu casi inexpugnable de los tres guardias, uno de los cuales, no pudiendo contenerse, puso solemnemente su mano sobre aquella que, armada sólo al parecer de un simple lápiz, podía en realidad estar moviendo un ejército que en lo futuro constituyese grave amenaza para la independencia del pueblo.
-        ¡A guardar esos papeles! Dijo solemnemente.
-        ¿Por qué? Se atrevió a preguntar el sospechoso.
-        Porque usted es un espía alemán y yo no consiento que saque planos del castillo.

     La muchedumbre, lo que en Fuerte del Rey se llama muchedumbre, empezaba a encresparse, cuando acudió el secretario del Ayuntamiento y puso en claro que el supuesto espía era don Enrique Romero de Torres, académico de Bellas Artes, encargado por el ministerio de Instrucción Pública de catalogar los monumentos de la provincia de Jaén. El guardia, que de modo tan inesperado acababa de entrar con pleno derecho en la historia de la conflagración europea, quedose perplejo y no sabemos si convencido.


1916

     Pero valga por lo que valga el incidente, la orgullosa Alemania debe tomar nota de que hay en el mundo, fuera de Bélgica y Francia, un pueblo dispuesto a no dejarse conquistar. Y sepa que ese pueblo es Fuerte del Rey, lugar se setecientos vecinos, que se comunica con Europa por la frontera de la Mancha, patria del ingenioso hidalgo Don Quijote.
Félix Lorenzo

(Diario de Córdoba 19 de noviembre de 1914)


Arco de San Lorenzo (Jaén). Declarado Monumento Nacional en 1877
     A Enrique Romero de Torres, cuando se arma todo este lio, más que la Gran Guerra, lo que realmente le traía de cabeza era terminar aquel catálogo monumental de la provincia encargado por el Ministerio de Instrucción Pública en 1913, cuyo plazo de entrega ya había expirado por estas fechas. Su exhaustivo detenimiento en ciudades monumentales como la propia capital del antiguo reino de Jaén, Úbeda, Baeza, Alcalá la Real o Andújar, determinará que su trasiego,cámara en ristre, por poblaciones de menor entidad, caso de Fuerte del Rey, se limite a tomar unas instantáneas gráficas sin incluir apenas base documental que las apoye.
     De cualquier forma, esa fotografía tomada por Romero de Torres, que hizo sospechar a aquel municipal aliadófilo, habida cuenta de que, poco después, lo que quedaba de castillo sería demolido para construir la plaza del pueblo, es quizá el último testimonio gráfíco que nos ha llegado sobre él y sobre el aspecto de esta pequeña villla en los albores del siglo XX:



(Fotografía y reseña de texto procedentes del Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Jaén. Biblioteca Tomás Navarro - CSIC)