De los divertimientos festivos, organizados en esta villa del Guadajoz a lo largo de su historia, no nos cabe la menor duda de que las corridas de toros tuvieron que ser de los más atractivos, concurridos y disfrutados por toda la población.
Sería precisamente, esa aceptación compartida por todas las clases sociales, la que le dará a la fiesta de los toros la categoría de auténtico fenómeno popular, aunque no exento de las tradicionales connotaciones clasistas, que se ponen de manifiesto en la propia distribución de los espectadores dentro de la plaza.
Quizá, la historiografía no ha prestado la debida atención a este tema, y todavía hoy continúan plenamente vigentes las palabras de Ortega y Gasset, sobre lo indisociable de la historia de España y la historia de los toros: "Sin tenerla presente con toda claridad no se puede hacer la historia de España desde l650 hasta nuestros días".
El presente trabajo, pretende acercarse a uno de los períodos más activos de la historia de la fiesta en Castro del Río. Para ello intentaremos desarrollar el siguiente esquema:
- La plaza de toros.
- Toros y toreros en Castro del Río.
- La actitud de las autoridades locales ante la fiesta.
- Antitaurinismo. El declive de la fiesta a nivel local.
¿Dónde estaba ubicada? ¿Llegó Castro del Río, en algún momento de su historia, a tener una plaza de toros permanente?
A muchos convecinos, el propio callejero local donde aparece una calle conocida como "Coso", les induce a pensar que existió una plaza de toros permanente en dicho lugar.
Consultadas algunas fuentes historiográficas, tales como los artículos dedicados a Castro en el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de P. Madoz (l848), y en la Corografía Histórico-Estadística de la provincia de Córdoba de D. Luís María Ramírez y las Casas Deza (l842), donde aparecen relacionadas todas y cada una de las más importantes edificaciones, tanto civiles como religiosas, no aparece entre ellas plaza de toros alguna.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española , nos ayudará a aclarar el asunto, pues una de las acepciones de la palabra "coso" la define así: "Plaza, sitio o lugar cerrado donde se corren y lidian toros, y se celebran otras fiestas públicas". Y, el Diccionario del Uso del Español, de M. Moliner nos amplia y clarifica la información: "En algunas ciudades lleva ese nombre, como nombre propio, una calle que era antiguamente ese lugar."
Por lo tanto las referencias al "coso" son meramente espaciales.
El documento más antiguo del que tenemos constancia sobre el uso para corridas de toros de dicho lugar, es de 1842, aunque como es lógico, éste arrancaría de siglos anteriores. Se trata de una sesión del Ayuntamiento en la que un vecino se le dirige "pidiendo se abra la comunicación que por el sitio del Mirador conduce a la plaza de los toros".
Una comunicación entre el Sr. Alcalde de esta villa y el Gobernador civil de la provincia, fechada en Julio de 1890, nos saca definitivamente de la duda sobre si existió o no tal emplazamiento permanente a lo largo del siglo XIX. En ella dos señores solicitan autorización para "verificar en esta localidad, en la plaza construida al efecto, dos capeas de novillos durante la festividad de Santiago".
Estaríamos ante la típica plaza construida con carretas y cercada con tablones o vigas de madera. Al no existir espacios lo suficientemente abiertos, dentro del recinto amurallado se buscaría un emplazamiento extramuros como el del Coso donde existían terrenos sobrantes de vía pública. Tal lugar además, presentaba la ventaja de poder utilizar el desnivel existente desde la muralla, para instalar allí una especie de improvisado graderío.
Fotograma de Soledad (la película). |
El notario e historiador de Bujalance, Juan Díaz del Moral, en su "Historia de las agitaciones campesinas andaluzas" al referirse a la huelga de siega protagonizada por la sociedad obrera Luz del Porvenir de Castro del Río entre los días 22 de junio y 10 de julio del año 1903, dice: "a los cuatro o cinco días de huelga intentan los obreros celebrar un mitin en la plaza de toros".
Ya no se trata de la plaza del coso, estaríamos ante una nueva construcción surgida para la temporada 1903 en el interior del patio de armas del castillo, en sustitución del antiguo teatro de verano La Lechuza.
Con fecha 17 de julio de ese año de 1903, el diario el Defensor de Córdoba, publica la siguiente crónica del corresponsal de dicho periódico en esta localidad don José María Jiménez Carrillo:
"Ya está la plaza terminándose, y según nos manifiesta el empresario, el día de Santiago se hará la primera corrida de novillos bravos. Aún no se sabe quiénes serán los lidiadores, ni cuántos novillos se lidiarán, pero a pesar de no saberse nada, el pueblo está entusiasmado puesto que hace ya muchos años que nos falta esta clase de diversión, tan propia de la tierra andaluza”.
Patio del Castillo de Castro del Río |
La inaccesibilidad a tales patios, va a permitir una mejor y más controlada explotación comercial de los espectáculos taurinos que allí se desarrollarán. Pero, al mismo tiempo, se hacía necesaria una mayor inversión para habilitar dicho lugar para tales fines, de ahí quizá ese mayor número de festejos durante ese año, incluso fuera de las fechas tradicionales, para poder así rentabilizar la explotación.
Estamos ya ante una organizada, pero no regularizada actividad empresarial, que suele estar encubierta por un fin benéfico. Así, la corrida anunciada para el día de Santiago es a beneficio del Hospital de Jesús Nazareno, que en estas fechas atravesaba una difícil situación económica, u otra para el gremio de dependientes de comercio.
Ni el Padrón de Industria, ni el registro especial de altas y bajas de ese año, recoge cuota alguna en tal concepto, mientras que sí lo hace otra de gran tradición en esta localidad como el Reñidero de gallos, ubicado en la calle Rincón y catalogado como Circo de Gallos en su tarifa correspondiente, con una actividad permanente durante todo el año.
La expectación que levantaban estas corridas era tal, que el éxito económico estaba plenamente garantizado, tanto para el empresario como para sus circunstanciales socios benéficos.
TOROS Y TOREROS
Cuadrilla de "los Niños Cordobeses"
El tipo de festejos, que llegaron a celebrarse en esta villa durante los años a los que nos estamos refiriendo, entrarían dentro de la categoría de espectáculos menores, conocidos como capeas, en las que eran lidiados según los casos novillos, becerros o vacas, pero de una forma tumultuaria o anárquica, predominando la brega improvisada sobre la lidia regular. La propia palabra alude al predominio de la suerte de capa sobre las demás.
Las capeas se van a dar exclusivamente durante la temporada de verano, y haciéndolas coincidir con las diferentes festividades religiosas, aprovechándose así los períodos de descanso y divertimiento anteriores y posteriores a las viajadas agrícolas.
Concretamente en Castro, las fechas más usuales para los toros eran: 29 de Junio - San Pedro y San Pablo (descanso en las labores de la siega), 25 de Julio - Santiago y Santa Ana (final de la siega), y sobre todo la Feria Real de Septiembre (aprovechando la presencia de los numerosos forasteros, que la visitaban durante estos días, atraídos por su afamada Feria de Ganado).
La facilidad de comunicación que representó la introducción del ferrocarril, contribuyó al aumento de la popularidad de la fiesta de los toros durante la segunda mitad del siglo XIX. Al resultar más fácil trasladar el ganado, pudieron efectuarse corridas de toros en muchos más lugares y con más asiduidad. Las ganaderías de reses bravas se convirtieron en un negocio.
El tipo de ganado utilizado, va a depender en gran parte de la importancia del festejo. Aquí en Castro, se aprecia una evolución de festejos en los que se solía dar muerte a dos o tres novillos bravos, a otros en los que iban a ser capeados tres o cuatro novillos o vacas de los que a sólo uno se le daba muerte (anunciado como novillo de muerte). Tal evolución se debe, en gran parte, a sucesos como los acaecidos en Castro durante un festejo organizado para el día de San Pedro del año 1890, al que nos referiremos más adelante en el capítulo dedicado a estudiar las relaciones fiesta - autoridad.
En cuanto a la procedencia del ganado, sólo disponemos de la información que nos suministran mayormente las crónicas de los numerosos festejos celebrados durante aquel verano de 1903. En ellas aparecen ganaderías bravas como la de D. Francisco Lasso de de la Vega ubicada en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), o la de don Pío de la Solana también al otro lado de Sierra Morena, para aquellos festejos más serios o de más envergadura, mientras que para aquellas capeas menores o mojigangas, en las que lo importante es que la gente se lo pase bien y en las que la risa tiene más valor que la emoción, se recurre a ganado de procedencia más cercana:
"Para el próximo Domingo se piensa dar una corrida de novillos. Los novillos de don Rafael Vega de Espejo. Las entradas a precios módicos por tratarse más que de una corrida de un rato de broma. Varios labradores de ésta prestarán novillos que serán solo de capea".
Los anunciados festejos ya no llegaron a cuajar. Algunas transformaciones se estaban operando ya entre el proletariado castreño y que afectarían seriamente a ancestrales tradiciones populares como la taurina. Esta tesis la abordaré, defenderé y desarrollaré en el punto 4º del presente trabajo.
"Para el próximo Domingo se piensa dar una corrida de novillos. Los novillos de don Rafael Vega de Espejo. Las entradas a precios módicos por tratarse más que de una corrida de un rato de broma. Varios labradores de ésta prestarán novillos que serán solo de capea".
A la postre sería sustituida por un solo novillo de muerte de la ganadería de D. Luis López, también de Espejo, y tres vacas de aportadas por los labradores de la localidad.
A pesar de que aparecen mencionados como ganaderos ciertos señores de la vecina villa de Espejo, nos resulta difícil pensar en ganaderías bravas asentadas en la rica y fértil campiña cordobesa. En el propio término municipal de Castro existieron algunos resquicios de monte bajo, como la denominada dehesa de la Torre del Puerto, en la que junto a otros ganados se criaba también el vacuno, pero se trataría más bien de vacuno de carne, o bien ese otro que era destinado a los cortijos para el cultivo de la tierra o el transporte de mercancías, pero que en un momento dado podía dar suficiente juego, a pesar de su escaso trapío, para esos espectáculos más inferiores.
Los protagonistas de las capeas van a ser esas cuadrillas de aficionados, conocidos popularmente como la "plebe", que en la temporada de capeas recorren pueblos y villas, en aras de un profesionalismo, todavía tenue. Nombres como los de Cuberito, Fabrilito, Monterito, El Sevillano, Cordobés, y otros figuran entre la amplia nómina de toreros aficionados que dejaron alguna huella de su "arte" por estas tierras.
Durante esa temporada de 1903 destacaron los festejos organizados para su Feria Real. Dos corridas de novillos de la acreditada ganadería de Don Pio de la Solana (Ciudad Real) para la Cuadrilla de los Niños Cordobeses: Juan de Dios “Conejito Chico” y Manuel Rodríguez “Mojinito Chico”, que en esta ocasión se han conducido de manera admirable y con un arrojo y maestría sin igual. Al igual que Cantimplas, Estanquerito y Pintoño en su no menos arriesgado cometido de poner las banderillas.
Hasta la Feria Real del año 1912, no volvemos a tener constancia documental de que se celebrasen festejos taurinos en Castro del Río. Fue una vez más en el patio de armas del Castillo, y gracias al emprendedor carpintero y empresario Enrique Mármol, que remodeló la infraestructura antigua. Fueron tres las novilladas celebradas durante los días 16, 17 y 18 de septiembre, en las que actuó el destacado diestro madrileño José Frutos Frutitos como único espada: "El madrileño ha estado muy bien toreando y matando, escuchando continuos aplausos por parte del respetable".
Durante la temporada siguiente (1913), intentando rentabilizar las inversiones previas se programan festejos ya para el Corpus Christi:
Un lugar aparte lo ocuparían los siempre osados aficionados locales, quienes unas veces por afición y otras a cambio de unas pesetillas, se atrevían con alguna vaca o algún becerro. Este iba a ser el caso de Miguel Espinosa "Canito", quien tras participar en algún festejo, se le empezó a conocer como "Soplillo", por la manera que resoplaba detrás de la barrera antes de enfrentarse a su enemigo, o el de Francisco Bravo Expósito "El Enterraor", quien encalado de pies a cabeza y con un morrión parecido a la mitra de un obispo, fue capaz de parapetarse en lo alto de un pedestal situado en el centro de la plaza, para esperar allí al toro en la llamada suerte de Don Tancredo, mientras los espectadores entonaban aquello de:
Don Tancredo, don Tancredo
en su vida tuvo miedo,
don Tancredo es un barbián,
hay que ver a don Tancredo
subido en su pedestal.
No faltaban tampoco los espontáneos, incluso en la difícil suerte de banderillas: "Buen par, muy bueno, de un gachó que vendía camarones, al cual el público le obsequió con palmas, y un policía también, con la palma de su mano sobre la cara del nuevo banderillero".
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