Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

07 septiembre 2011

Castro del Río: "Una Feria Real casi bicentenaria"


    Las ferias en Andalucía tienen un origen comercial: concentraciones de compradores, vendedores y tratantes, esencialmente de ganado, tan imprescindible otrora para las labores agrícolas. A ellas, con el tiempo se irán incorporando otras manifestaciones de carácter lúdico, festivo o religioso. Con objeto de controlar fiscalmente las transacciones, regularizar  y evitar la coincidencia en las fechas, para la celebración de ferias y mercados se requería de la pertinente autorización regia.
    En la villa cordobesa de Castro del Río, durante el Sexenio Absolutista de Fernando VII, fue cuando las autoridades locales adictas a su causa, tras elevar consulta al Consejo Supremo de Hacienda, consiguieron que S.M. el Rey se dignase a conceder a esta villa del reino de Córdoba, con sujeción al pago de los correspondientes derechos, la facultad de celebrar anualmente una feria en los días 25, 26 y 27 de septiembre.

    Sus promotores, el Síndico Procurador General y Teniente Coronel de Infantería, don  Francisco Antonio Valdelomar, y el Licenciado don Gaspár García Aramburu, Síndico Personero de la villa de Castro del Río. El primero, ha pasado a la historia, mayormente, por ser una de los elementos más destacados en aquella fallida insurrección absolutista contra el sistema liberal, protagonizada por Brigada de Carabineros Reales destacada en Castro del Río, a finales de junio del año de 1822. Estaba al mando del Regimiento Provincial de Córdoba, del que seria apartado. Durante la Década Ominosa recuperaría prestigio y dignidades.











    Un repertorio general de noticias de 1822, diccionarios como el de Sebastián Miñano del año 1826, un Manual geográfico administrativo de 1844 o la Biblioteca del comerciante de Damián de Sogravo y Craibe (1846), nos certifican que, al menos, durante la primera mitad del siglo XIX, la Feria Real de Castro del Río seguiría celebrándose en las fechas en un principio asignadas (25, 26 y 27 de septiembre).

   
    La Historia de Córdoba de Luis Maraver y Alfaro, editada y publicada en el año de 1863, nos proporciona información sobre un ligero cambio operado en su calendario tradicional, pasando ésta a celebrarse durante los días 16, 17 y 18 de septiembre, que es la fecha con la que oficialmente ha llegado hasta nuestros días. En la proximidad y la competencia, con la tradicionales y pujantes ferias de ganado de San Miguel de la vecina localidad de Cañete de las Torres o la de Baena, donde se daban cita para efectuar sus transacciones numerosos labradores de las provincias vecinas de Córdoba y Jaén, creo que pudiera estar el motivo justificado del cambio de fechas.


Calendario provincial de Ferias (Maraver y Alfaro)

03 septiembre 2011

De los escritores naturales de Castro del Río: Fr. Martín de Osuna y Rus (1630-1706).




    Aquellos que hayan seguido con interés o curiosidad las entradas dedicadas a la historiografía castreña, serán conocedores de aquel manuscrito titulado  “De los escritores naturales de Castro del Río, que han dado a la imprenta alguna de sus obras”, fragmentos históricos que para conservar su buena memoria recogió y escribió un Fraile del Carmen en el convento de la misma villa. Se comenzó el año de 1804.Manuscrito original en 4º-411 páginas y 12 más de principios.

   Su autor, el sabio y virtuoso carmelita castreño Fray Juan de Castro, aquel de cuyo trato y amistad se valió el heterodoxo Bartolomé José Gallardo para desarmar, en gran parte, la tormenta desatada contra él durante su confinamiento en Castro del Río. El conocimiento que se tiene de esta obra se lo debemos al propio Bartolomé Gallardo que tuvo la deferencia de incluir  una reseña de la misma en su “Ensayo de una Biblioteca de libros raros y curiosos”.

    Pudiera darse el caso de que esas 423 páginas manuscritas en 4º de las que consta la obra, se hallen perfectamente custodiadas y conservadas en la actualidad. Me falta ultimar unas pesquisas, para poder ratificar su estado y ubicación. Si éstas fueran finalmente fructíferas, lo pondría inmediatamente en conocimiento de las autoridades locales en materia cultural, por si éstas vieran a bien la solicitud de digitalización del manuscrito del Fray Juan de Castro.
    No quiero lanzar del todo las campanas al vuelo, pues simplemente estoy sobre una pista, que pudiera ser falsa o errónea. Esperaremos pues.
    Mientras tanto, como la red no para de crecer y los recursos informativos en ella alojados son cada día más abundantes, he recopilado algunos datos sobre la vida y la obra de uno de esos escritores castreños, otro carmelita, hermano de orden de Fray Juan de Castro y de Fray Miguel Rodríguez Carretero, a quienes ya le dedicamos sus correspondientes entradas:

Fr. Martín de Osuna y Rus (Castro del Río 1630- Sevilla 1706)



    Nacido en Castro del Río (Córdoba) en el año de 1630. Hijo de Juan Martín Castellano y de María Osuna la Torralba, naturales de Castro. Viste el hábito del Carmen Calzado en 1651 a los 21 años en la Casa Grande de Córdoba, profesando al siguiente. Tuvo un tío en la orden también llamado Fr. Martín de Osuna, que murió en Castro en 1664.
    En el convento de Córdoba dejó indeleble memoria. Costeo con sus limosnas de Misas y Sermones dos Altares en su Yglesia, uno a la señora de la Convención, otro a San Josef, los dos ciriales de plata cincelada, y dexo el fierro comprado paras las barandas de la Escala, donde puso un hermoso Farol que aún se conserva. En el libro de profesión de dicho Convento de Córdoba donde vistió el Santo Ábito y profesó, al folio 41 se lee esta nota puesta después de su muerte: Fue religioso de amabilísimas prendas, especial bienhechor de este Convento.
    Con posterioridad pasaría a como colegial a San Alberto de Sevilla, llegando a convertirse con el tiempo en Maestro de Estudios y Rector del Colegio.
    A las oposiciones a Teología y Sagradas Escrituras celebradas en la Casa Grande de Sevilla en 1662, concurre Fr. Martín de Osuna, que se hace con una vacante en estas últimas.

OBRA IMPRESA QUE SE LE CONOCE



Series Provincialum Castellane Provincaie Carmelitarum. Opúsculo impreso.


Defensa del convento de carmelitas de Xibraleón contra los RR. PP. Dominicos sobre la precedencia, con una breve noticia de los priores y conventos en ésta. Un cuaderno impreso en 4ª.

Memorias y recuerdos de lo sagrado y real de la república de Dios. En Sevilla por Juan Cabezas, 1679.


Memorias sagradas. Segunda parte: siguese el origen y progresos de las sagradas religiones, que prometimos. Impreso en Sevilla por Juan Cabezas, 1678 (1679).

   
    Las dos últimos libros se conservan en la BNE, así como también engrosan los fondos de diferentes Bibliotecas públicas y universitarias de nuestro país. Ambos impresos están hoy digitalizados y asequibles a través de la red. Me he tomado la molestia de pasearme por sus páginas con la esperanza de localizar noticias relacionadas con el convento del Carmen de Castro del Río o sobre sus moradores, con resultado totalmente infructuoso.



MANUSCRITOS


Cronicón o historia de la Provincia de Andalucía del Carmen Calzado, desde que se separó de la de Castilla hasta el año 1640.
   
     Bartolomé Gallardo nos ha dejado una descripción de la misma:

    “En el Cronicón de la provincia de Andalucía de Nuestra Señora del Carmen, manuscrito en 4º de fray Martín de Osuna, se habla de los escritores carmelitanos. Existía en el colegio de San Alberto de Sevilla”.
    
     Estos papeles hoy perdidos, son los que vio y usó Fr. Miguel Rodríguez Carretero, y que le resultaron de gran provecho, como texto base, para la elaboración de su Epytome historial de los Carmelitas de Andalucía y Murcia, Ms. Original 18.118  Biblioteca Nacional.  Autógrafo, 418 hojas en 4º (1804-1817).
     Muchas de las noticias, por ejemplo las referentes a la fundación del convento de Castro, incluidas en la obra de Rodríguez Carretero, proceden a su vez de los manuscritos de Fr. Martín de Osuna. De hecho las referencias y agradecimientos a su paisano o compatricio son una constante en la Epytome.

     


Además del Epytome de Rodríguez Carretero y de los apuntamientos de Gallardo, me he valido para elaborar esta entrada de la información que nos suministra Rafael Ramírez de Arellano en su Ensayo de un catálogo biográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba, con descripción de sus obras (1921-1923).


29 agosto 2011

“Copas, palomitas, borracheras y una faca…¡Casi na!”.

Castro del Río - Plaza de la Constitución 1917

    Me ha sorprendido gratamente el bonito y original pasodoble (“de artista”) dedicado a La Plaza de Castro del Rio. Mi más sincera enhorabuena al intérprete, letrista y a cuantos hayan colaborado en su gestación. Aparece en este montaje una fotografía datada en 1917, que es por sí misma toda una joya patrimonial de esta villa cordobesa. Su anónimo autor, que dominaba a la perfección la técnica fotográfica, sabe dotarla de la profundidad necesaria que nos permite captar a la perfección la distribución de su caserío, a la vez que el alegre y dinámico trajín mañanero de mercado y centro neurálgico de la población, propio de estos espacios públicos.
    En la Plaza, hasta hace no demasiado tiempo, a primera hora de la mañana solían darse cita los jornaleros agrícolas antes de salir para los tajos, y ponían de camino a la venta su fuerza de trabajo aquellos que carecían del mismo. Estas concentraciones y transacciones humanas  solían hacerse en los establecimientos de bebidas por ella diseminados, con la sempiterna y tradicional  compañía del anisado o aguardiente. La calentura de boca que produce este tipo de bebidas alcohólicas solía derivar en situaciones conflictivas con las que tenían que lidiar a diario los sufridos taberneros.
    A pesar de que durante el primer tercio del siglo XX, desde sus pujantes e influyentes sociedades obreras de inspiración anarquista, no faltaron las campañas para poner freno al alcoholismo concebido como lacra social y sinónimo de degradación en el ser humano, este seguiría muy arraigado especialmente entre aquellos sectores de la población más desfavorecidos o marginales.
     En fechas muy cercanas a la que fue tomada esa magnífica fotografía, fruto del abuso de bebidas alcohólicas, en una taberna que regentaba en la plaza Vicente Centella tendrá lugar una reyerta con fatídicas consecuencias criminales:

    En Castro del Río se ha desarrollado un crimen, cuya causa, como la de otros muchos, ha sido el alcohol. Dos individuos llamados José López Romero y José Doncel (a) el Garbancero, que se hallaban embriagados, promovieron una acalorada reyerta por un fútil motivo y el primero asestó al segundo seis puñaladas, causándole tan graves lesiones que le ocasionaron la muerte a los pocos momentos. La víctima tenía seis hijos, el mayor de diez años.
(Diario de Córdoba  22.10.1912)




     El escrito de conclusiones realizado por el fiscal durante el juicio celebrado dos años más tarde  nos clarifica algunos detalles sobre  lo sucedido:
     Parece ser, que todo empezó por una nimiedad de esas que entre borrachos se le suele dar más importancia de la que realmente tiene. El 13 de octubre de 1912, entre las once y las doce de la mañana, se personaron en el establecimiento que Vicente Centella García tiene establecido en la plaza del mercado, Valentín López Romero y su hijo Domingo López Cordón, que procedentes del cortijo de Cuadradillo se habían acercado hasta el pueblo para mercadear no sabemos qué clase de género. Fueron requeridos por José Doncel Garrido con el propósito de invitarlos. La no aceptación de las copas por parte de los primeros iba a traer aparejadas unas palabras altisonantes y la consiguiente  falta de respeto. El joven cortijero parece ser que le atribuyó a aquel cruce dialectico cierta trascendencia, hasta el punto que con disimulo sacó una faca y la introdujo en la manga de la camisa que vestía. El tabernero, que observó con sus propios ojos aquella maniobra, trató de convencer al joven Domingo López de la intrascendencia de lo hablado, pero viendo que éste no le hacía demasiado caso optó por echar  a todo el mundo y cerrar las puertas del establecimiento.
    Una vez en la plaza, Valentín López continuaría increpando al Doncel, que manifestó el deseo de querer irse a su casa, pero que éste evitó tomándole de la blusa y sujetándole fuertemente prosiguiendo el cruce de insultos, momento que aprovechó Domingo para asestarle por la espalda seis puñaladas que le provocaron la muerte inmediata.
    Fueron catorce los castreños que tuvieron que concurrir como testigos y desfilar delante del Tribunal durante este Juicio por Jurados celebrado en la Audiencia Provincial y que levantaría  gran expectación. El fiscal solicitaba cadena perpetua por delito de asesinato del que eran autores padre e hijo, o en caso contrario el segundo de los referidos, autor material de las puñaladas.
    El defensor esgrime que su defendido Domingo López actuó en defensa de su padre.
    De la deliberación del jurado sale un veredicto de culpabilidad con la consideración de homicidio, lo que se traduce en las penas de catorce años y un día para el hijo, y doce con su día correspondiente  para el padre, además de costas e indemnización a la familia del fallecido.



   

    De manera que amigo letrista, cantante y compositor, a lo de “Veladores, voladoras y un finito… ¡Casi na!” en futuras interpretaciones puedes añadirle aquello más pretérito de “Copas, palomitas, borracheras y una faca…¡Casi na!”.
   
   Aunque el paso de los años y “el progreso" han transformado considerablemente aquel blanquecino conjunto urbano, sus moradores también han evolucionado, prescindiéndose de  la faca, relegada y sustituida por otro moderno y fiel compañero, el teléfono móvil, que permite tomar el vino con control, mesura e inteligencia (no te tardes, que el arroz está en la mesa). Por ejemplo, para que ir más lejos, en la Cervecería La Plaza, la más que popular  taberna de“Cá David”, donde queda expuesta una majestuosa enmarcación de la referida fotografía.


    Ya he calificado el pasodoble “de artista”, por lo que para perpetuarlo y conservarlo lo he retirado de las zonas marginales e insertado en el cuerpo de esta entrada, se lo merece.

22 agosto 2011

Los orígenes de la devoción en Porcuna por los Santos Mártires de Arjona.



    Porcuna debió participar de la devoción y curiosidad suscitada por el hallazgo de aquellas reliquias, casi desde un principio, aunque no fuera hasta el 26 de mayo de 1629 cuando se llevara hasta el Santuario de Arjona la Cruz de Porcuna, según da fe en el Memorial el Notario Licenciado Francisco García del Valle. Aquel traslado, tal como se nos describe, por su espectacular despliegue de medios, debió de constituir todo 
una acontecimiento entre los vecinos de la Porcuna de aquellas primeras décadas de la centuria del XVII.

Cruces de Hierro


    “La villa de Porcuna envió otra Cruz con una Compañía de trescientos soldados de Infantería, arcabuceros y piqueros, cuyo Capitán era don Alonso de Rincón Arroyo, y más de otros cuatrocientos hombres vestidos de negro con hachas de cera blanca. Y todo este acompañamiento, con el Clero de aquella Villa llegó a la ermita de San Sebastián, extramuros de Arjona, y allí vestidos de gala formaron una procesión, entrando delante los soldados disparando los arcabuces, y después le seguían las cuatrocientas hachas de cera blanca encendidas, y cerrando la Clerecía con Sobrepellices, y el Preste y Diáconos vestidos con los ornamentos de su Iglesia; y entre el Clero venía la Cruz, que es labrada de hierro y dorada, con la forma de la Cruz de Calatrava, que traían en unas andas, debajo de Palio, los Regidores de Porcuna. Y todos entraron con gran devoción, y la colocaron en el sitio de la torre de los Santos, en la parte que se les había señalado, e hicieron a los Santos Mártires 
Bonoso y Maximiano una gran Fiesta con Sermón en la Iglesia de Santa María de esta Villa”.



   En la que ya debería ser tradicional participación de soldados ( arcabuceros y piqueros) en procesiones cívico-religiosas como la narrada, pudiera estar el germen de soldadescas ligadas a cofradías de Semana Santa, incorporadas desde un principio a los desfiles procesionales para que estos ganaran en realce y seriedad. En la desaparecida y peculiar soldadesca (escopeteros y piqueros precisamente) de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Porcuna, hallamos un buen ejemplo de dicha pervivencia a través de los siglos.
    Toda esta parafernalia y boato tendría su explicación lógica. Además de por la proximidad y vecindad, en el hecho de que, según consta en los Memoriales, parece ser que fueron numerosos los vecinos de Porcuna sanados o curados por intercesión de aquellos huesos o cenizas de Mártires Cristianos.
    Como son bastantes los casos relatados, para no extenderme demasiado, sólo me detendré en aquellos que me han parecido más ocurrentes, llamativos o asombrosos, dejando de lado los dictámenes:

Caso 1

    “Licenciado  Juan de Santaella, Médico, vecino de Porcuna, examinado a seis de mayo de mil seiscientos veintinueve, expone que hace dos meses le dio un flujo de sangre por la ventana derecha de la nariz, con muy grande ímpetu, de lo cual se turbó, porque hace dos años le dio otro con tal fuerza que le duró veinticuatro horas, y lo habían oleado; y atándole su mujer en la trenza de la camisa un huesecillo del Santuario, al punto cesó el flujo, y vio descender de la parte derecha del ojo hasta el mismo hueso, dos lucecitas azules, una tras otra, como cuando una gota de aceite baja muy encendida de la llama del candil. Todo lo cual tuvo por cosa milagrosa”.

Caso 2

    En el que interviene también el médico antes citado:
    “Hará un mes que le dio un dolor en el riñón derecho, con supresión de orina, que le hizo dar muy grandes voces, y bebiendo en agua unas pocas cenizas del Santuario, echó una piedra dividida en cuatro partes, y quedó libre de dolor, lo cual también tuvo por milagro. Y curando a Doña Antonia de Espeleta, vecina de Porcuna de una calentura habitual, habiendo resuelto purgarla, quiso visitarla antes, que ya no había menester de purga, porque había hecho seis cuerpos, pues la madre le había hecho tomar la noche de antes unas cenizas del Santuario, con las cuales se libró milagrosamente de las calenturas, sin hacerse otro remedio”.

Caso 3

    “Diego de Rincón, de cincuenta y cinco años, Alcaide de Porcuna, testifica que un muchacho de nueve años llamado Cristóbal, estando muy malo de calenturas y para morirse, tomando en agua unas pocas cenizas y huesecillos del primer horno que se descubría, que se las dio una hermana suya llamada Ana, al siguiente día amaneció sin calentura, y a otro día se comenzó a levantar y a jugar con otros muchachos”.

Caso 4

    “Fray Martín de Aguilar, de la Orden de Santo Domingo, Vicario del Convento de Monjas de la Concepción en Porcuna, afirma que hace dos años tenía debajo de la barba, unos granos y postillas, que con ningún remedio se le habían podido quitar, ni tener alivio, y prometiendo el Miércoles Santo decir una misa a los Santos de Arjona, al jueves siguiente se halló sano y no le han vuelto más. Y el día de la Cruz, estando en Xerez de la Frontera, sintió grande aprieto de garganta, y deshaciendo en agua unas pocas cenizas, que le habían dado unas religiosas de dicho convento, se las bebió a las tres de la mañana, y luego al punto se halló bueno, fin el dicho aprieto. Ambos casos los tuvo por milagrosos, y fue desde Porcuna a Arjona andando cumpliendo así promesa.
    Doña María de Santaella, y Doña María de Olid, monjas profesas del Convento de la Concepción de Porcuna, contestan con Fray Martín de Aguilar, en lo que se refiere a las postillas dicen que el Miércoles Santo le vieron con ellas, y luego el Jueves Santo le vieron sano de este mal”.

Caso 5



    Es el que particularmente me ha resultado más curioso y asombroso. Sus protagonistas el sastre Diego Gómez y su mujer Catalina Moreno, “que movidos por la gran devoción por los Santos Mártires en los lugares de la comarca, y especialmente en Porcuna, de la que son vecinos, procuraron tener huesos y cenizas de los que sacaban del Santuario”.
    “Diego Gómez, Sastre, examinado el 24 de mayo de 1629, afirma, que hace trece días estando durmiendo con Catalina Moreno, su mujer, en un aposento de su casa, y habiendo despertado, vio una luz en frente de su cama, que se levantaba y se volvía a encoger, como cuando un candil se quiere apagar. Que comenzó a reñir a la dicha su mujer, diciéndole, que porque había dejado el candil encendido. Ella respondió que no era el candil, sino luz, que salía de la sombrerera, y que para que la viese lo había despertado; y le dijo de como en aquella sombrerera había unos huesecitos y cenizas de los que le habían traído de Arjona. Y ello sería hora y media antes del amanecer, y la dicha luz tendría un largo de una resma y era de un color quebrantado, como blanquizo amarillo, y la estuvo mirando lucir con sus pausas, que ha dicho, por espacio de un cuarto de hora, y no se atrevió a levantarse por entender se quitaría. Y luego que amaneció fue a la sombrerera, y hallo los huesos y cenizas en ella, y juzgo lo susodicho por milagro, por el modo de la luz y no poder haber allí otra cosa de donde pudiera proceder, en lo cual hizo cuidado, y se certificó; y también se certifico el haber visto la luz sobre la dicha sombrerera”.



    Todos los casos relatados tienen un denominador común, los testificados están hechos en mayo de 1629, justo inmediatamente antes de que autoridades civiles, militares y todo el Clero de Porcuna concurriesen en aquella impresionante peregrinación hasta Arjona para depositar la Cruz en el Santuario.
    Había comentado anteriormente que no tenía pensado detenerme en los dictámenes particulares, pues pretendía, para finiquitar con el tema, hacer una especie de dictamen general y personal, sobre este cúmulo de fenómenos sobrenaturales. Para no herir sensibilidades, no me atrevía a terminar con una mera e insignificante opinión personal, así que he buscado la manera de traspasar mi propia subjetividad. Tengo que reconocer que me ha costado, pues sobre este tema prevalece la información sacra sobre la profana o “racional”. Por fin, la intuición me permitió llegar hasta un trabajo de José Ignacio Gómez Zorraquino, Los santos patronos y la identidad de la comunidades locales en la España de los Siglos XVI y XVII, que utiliza, a su vez, otra fuente que nos podría ayudar bastante a desvelar el misterio. Se trata de un estudio de Cecile Vincent-Cassy, “Los santos re-fundadores. El caso de Arjona (Jaén) en el siglo XVII”, en Francois Delpech, L’imaginarie en territoire en Espagne et au Portugal (XVI-XVII siecles), Madrid, Casa de Velázquez, 2008, pp.193-211. Como de momento no tengo la posibilidad de acceder a este trabajo, nos tenemos que conformar con el resumen que de su tesis incluye J.I. Gómez:

      Estos santos fueron inventados en 1828 porque la villa de Arjona carecía de patronos y de historia sacra. Que esto ocurrió después de que en 1612 el concejo de dicha villa intentara que se fundase un convento de frailes franciscanos, para honrar a una población de más de mil vecinos, que no había tenido jamás convento alguno. Fue el 13 de octubre de 1628 cuando, tras descubrir unos huesos al pie del Alcázar de dicha población, se trató de justificar la autenticidad de dichos restos óseos. El primer eslabón de la cadena lo creó fray Francisco de Bivar, el cisterciense que hizo una edición del cronicón de Flavio Dextro, cuando localizo el relato de la pasión de los Santos Bonoso y Maximiano, nada menos que en el Vaticano. Más tarde varias publicaciones entre los años 1630-1670 sirvieron para difundir la supuesta historia verdadera de Arjona a partir de la “invención” de los cuerpos de los santos.

El inventor


    Cuando pueda acceder definitivamente a le lectura completa de este trabajo, cosa harto difícil hoy, dada las cada vez mas rácana y restrictiva práctica de las bibliotecas públicas en cuanto a préstamo interbibliotecario o solicitudes de reproducción, si no terminan de convencerme los argumentos de su tesis, si tuviera que retractarme, lo haría, aunque de momento, el raciocinio y esta más que asombrosa historia de los Santos de Arjona son incompatibles.

ENTRADAS RELACIONADAS:

    Los Santos Mártires de Arjona ( a modo de introducción)

20 agosto 2011

Tomás Toribio " Un arquitecto neoclasico español en América" (1756-1810).

Cabildo y Reales Cárceles de Montevideo

    Soy de los que sostienen aquello de que el verano es para los veraneantes. Es para mí una estación plomiza y “hartiza” en extremo, no me llevo demasiado bien con “la calor”, y  casi lo único que me ayuda a sobrellevarlo es la cerveza y las merecidas vacaciones, amen que algún que otro chapuzón o manguerazo de patio.

    En compañía de ambas, duchado y aclimatado, me dispongo a echar un ratillo de curioseo en la red, que ya casi que se ha convertido en una necesidad, pues me ayuda considerablemente a mantener el coco ocupado  y contrarrestar de camino el mono psicológico de mi histórica adicción al tabaco, que sigue aún vivo, rondando y tentando.
     Cuando intentaba situarme en el siglo XVII, durante el que se produce el “descubrimiento” de las reliquias de los Santos de Arjona, con los que ando últimamente muy familiarizado (como culillo de mal asiento que soy, necesito cambiar casi constantemente de registro) me he topado, por casualidad, con un personaje natural de la villa de Porcuna, para mí desconocido, y creo también para la mayoría de los porcunenses/eros. Se trata de un arquitecto neoclásico, discípulo de Juan de Villanueva.
     Su nombre, Tomás Toribio (Porcuna 1756- Montevideo 1810).
     Conocemos su naturaleza  por aparecer así en la licencia de embarque desde Cádiz rumbo a América, que se conserva en el Archivo de Indias. Ha sido, en una impresionante y poco conocida web (www.guadalquivirriodehistoria.es) donde he localizado esta noticia, junto a una amable y extensa recopilación de informaciones sobre otros porcunenses/eros pasajeros de Indias:

   Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de TOMÁS TORIBIO, natural de la villa de Porcuna, Reyno de Jaén, maestro mayor de las reales obras de fortificación de la Plaza de Montevideo, con su mujer Josefa Gómez, natural de San Lorenzo de El Escorial, dos hijos menores y dos criados, Antonio Leandro Jabega, natural de Madrid y Manuel Garrido, natural de la villa de Porcuna, a Montevideo en la fragata El Arquímedes. 1799-05-15 / A.G.I. ARRIBADAS,519,N.30



    Son principalmente, estudiosos del otro lado del charco, quienes se han ocupado de su trayectoria vital, artística y profesional, que se desarrolla fundamentalmente en aquellas tierras, desde su llegada en 1799 hasta 1810, año de su fallecimiento.


    Empezaremos por los datos que nos aporta el arquitecto Willian Rey, para quien Toribio fue el único arquitecto académico que llegó hasta las costas del Río de la Plata, durante el periodo del virreinato:

    “Con su obra comenzó, en esta parte de América, una modalidad diferente de concebir el proyecto de arquitectura, vinculado al uso de modelos y tipos asociados, a ideas de corte higienista, así como también una vocación ordenadora, fuertemente geométrica, que se expresó en la organización espacial de los diferentes edificios”.
    “Nacido en 1756 en la Villa de Porcuna, reino de Jaén. Ingresa en la Real Academia de San Fernando en 1785, a los 29 años de edad. Luego de obtener una Medalla de Plata “de ocho onzas”, como segundo premio, de la segunda clase, trabaja como arquitecto en las Reales Obras, en el sitio de San Lorenzo del Escorial, vinculado en forma estrecha a Juan de Villanueva, de quien fuera alumno en la Academia. Allí actuó, probablemente, como conservador del edificio junto a otros arquitectos españoles. Trasladado a América por Real Orden del 20 de noviembre de 1796, como Maestro Mayor de las Reales Obras de Fortificaciones de Montevideo, realiza diferentes proyectos en esa plaza, entre los que se destacan: el Cabildo y Reales Cárceles (1804), la fachada de la Iglesia Matriz y su propia casa, además de los trabajos específicos de las fortificaciones, para los cuales fue enviado. También deben de considerarse algunos proyectos realizados en la ciudad de Buenos Aires, como el Coliseo de Comedias y el Frontis de la Iglesia de San Francisco, entre otros. Algunas obras, de particular factura proyectual, debieron también pertenecerle, como es el caso de la Iglesia de Colonia del Sacramento y la Capilla del Hospital de la Caridad, aunque su autoría sea discutible. Tomás Toribio murió en Montevideo, el 23 de junio de 1810”.



Cabildo de Montevideo

     El historiador y arquitecto Carlos Pérez Montero en su trabajo El Cabildo de Montevideo, El Arquitecto, El Terreno, El Edificio. Montevideo, Imprenta Nacional 1950, también suministra abundante información sobre nuestro paisano, incluso se aventura en relacionar su temprana vocación/dedicación por la arquitectura, con la tradicional y reputada industria de la piedra en su pueblo natal:

    Su vocación por la arquitectura y la construcción de edificios debe haberse formado en el mismo ambiente de su pueblo, donde existen importantes canteras de piedra arenisca, en las que los maestros canteros y picapedreros realizan con esa piedra, que es la misma de la ciudad de París, verdaderos prodigios de estereotomía.
    Ya mozo, se traslada a Madrid, y allí lo vemos actuar en la Real Academia de San Fernando, donde obtuvo su título de Arquitecto en 1785...
    En sus recorridos por España , como Arquitecto de las Reales Obras , se le nombra para el Real Sitio de San Lorenzo , el Real del Escorial , lugar de España de riqueza arquitectónica extraordinaria , obra de Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera donde también tuvieron intervención posterior los arquitectos Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva , este último Profesor de Toribio , y proyectista en 1772 en el Parque del Escorial , de dos pequeños edificios que se llaman la Casa del Príncipe de Abajo , para el Príncipe don Carlos y la Casa del Príncipe de Arriba , para el Infante don Gabriel.
    El trabajo de Toribio en el Escorial debe haber sido, junto con otros arquitectos, el de conservador del edificio, realizando y dirigiendo las obras de reparación y de conservación indispensables para su mantenimiento, adquiriendo allí sus mejores conocimientos arquitectónicos.
    Traía con él la riqueza artística y los conocimientos técnicos adquiridos en la Real Academia de San Fernando, la práctica de su profesión que había ejercido en la Madre Patria como Arquitecto de las Reales Obras; venía con el ideal de lo bello, a producir en estas tierras, oro de arte imperecedero, legándonos el edificio del Cabildo, la obra colonial de arquitectura civil, más importante de la Ciudad.


    Aunque su destino para el vireinato por Real orden esté fechado y documentado en el año 1796, éste, como demuestra la documentación del Archivo de Indias, no se hace efectivo hasta 1799. Incluso parece ser que permaneció retenido durante algún tiempo por los ingleses en Lisboa, antes de poder partir para América definitivamente:

Archivo General de Simancas SGU, LEG, 7244,16

SU OBRA EN MONTEVIDEO

    El ya mostrado por tercera vez, Cabildo o Reales Cárceles (1804) su obra mas completa y reconocida, que además está revestida de cierto simbolismo, por determinados hechos relacionados con la historia de la nación uruguaya allï acontecidos: aquí fue sancionada y proclamada la primera Constitución Nacional y el 24 de octubre de 1829 fue elegido, en Asamblea General, el primer presidente de la naciente República. También funcionó como Parlamento de la República, con sus cámaras de Senadores y Diputados hasta 1925, año en que se trasladó a su sede actual, el Palacio Legislativo. Actualmente alberga el Museo y Archivo Histórico Municipal.

Iglesia Matriz Dagerrotipo 1840
    También se le atribuye la participación en la construcción de la Iglesia Matriz (futura Catedral Metropolitana) de Montevideo, cuya primera piedra se coloca 1790 con  proyecto inicial del arquitecto portugués José Custodio de Saá y Faria, continuado con posterioridad por Toribio. 




    Tomás Toribio, Maestro mayor de las Reales obras  de la Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo (que era el título por el que era conocido) obtendría del Gobernador terreno y permiso para construirse una vivienda de uso familiar, justo donde había una fuente pública que le obligaba a respetar la servidumbre de paso. El problema lo resolvería de forma hábil, dejando la planta baja libre con un pasaje que permitiera el acceso a la fuente y desarrollando su vivienda en la planta alta.

Casa de Tomás Toribio


SU OBRA EN BUENOS AIRES

Basílica de San Francisco
    La primitiva iglesia edificada a principios del siglo XVII era de una estructura frágil, reconstruida en 1731. En 1807, se derrumbó su fachada, reconstruyéndose con proyecto de Tomás Toribio y terminada finalmente por el maestro Cañete en 1815.
    Se le atribuye también el proyecto del viejo Teatro Coliseo de Buenos Aires (1804), hoy desaparecido. Fue hasta 1838 la única sala de espectáculos de la ciudad. En 1834 seria reconstruido y rebautizado con el nombre de Coliseo Argentino o Teatro Argentino y como tal funciona hasta 1873 en que sería demolido.



OTRAS OBRAS DE PRESUMIBLE AUTORÍA  

Iglesia de la Colonia de Sacramento
                                                                                 

18 agosto 2011

Los Santos Mártires de Arjona y Castro del Río.


    El descubrimiento en 1628 de los huesos y cenizas de los Santos Bonoso  y Maximiano, y demás Mártires, “de los que padecieron en Arjona”, despertó gran expectación, no sólo en las ciudades, villas y lugares pertenecientes al Obispado de Jaén, sino también en las de la vecina provincia de Córdoba. Fueron muchas las personas las que se desplazaron desde ésta hasta Arjona para  visitar su necrópolis Santuario, con el fin de obtener  huesos y reliquias de las que allí se sacaban, así como para conocer los sitios “donde se habían obrado las maravillas”.
    Estas reliquias llegaron por primera vez  hasta la villa cordobesa de Castro del Río por mediación del Licenciado Don Sebastián Fernández de Senarejos y Bustos, Corregidor que fue de la Villa de Cañete, que junto a su devota esposa, Doña Ana de Figueroa, visitó el Santuario por los últimos días del año 1629, volviendo a su pueblo provistos de una buena cantidad de huesos y cenizas, y de unos panecitos que con ellas se hacían y que allí se dispensaban.
     El Corregidor de Cañete mantenía relaciones de amistad con el Licenciado Luis Fernández de León, Medico Titular de Castro del Río, quien tras aquella visita recibiría por carta un panecillo de aquellos de ceniza “que lo tuvo en muy gran veneración,  y guardó, por proceder de un sitio donde se habían obrado tantos milagros”.
     El uso final que este médico de Castro del Río le diera a ese panecillo de ceniza está recogido y detallado en estos memoriales y de alguna manera guarda relación con la que era su misión profesional, la de sanar a los enfermos.


     Y de la información hecha en la villa de Castro el Río, que es del Obispado de Córdova en 12 de Enero del año pasado de1630,  por el Vicario de ella, y otros adjuntos, por comisión del señor Obispo de Córdova, resulta que:
    El Licenciado Luís Fernández de León Médico, y Juan Alonso Camacho Cirujano, con los demás contestes, dicen, que habiendo ido a curar a María de Vargas, hija de Juan Bautista de Leyva, la hallaron enferma por el mes de Diciembre del año pasado de 1628, de unas llagas pestilenciales, con todas las señales de las que podían constituir la enfermedad en toda esencia de garrotillo pestilencial, y pronosticada su malura, y agudeza, le administraron todos los remedios, que conforme a arte y práctica en esta curación se suelen aplicar; y que la enfermedad no se quiso rendir, antes le iba aumentando y poniendo de peor estado, faltando las fuerzas a la enferma, y la putrefacción  y mal olor de las llagas era de tal manera, que no había quien pudiese entrar en el aposento de la enferma; y reconociendo el Médico que no tenía que ordenar, y que faltaban los remedios humanos, al tiempo que la enferma ya estaba desamparada y con un Christo en las manos, sin poder abrir los ojos, y que la velaban, y estaba como en paroxismo, le llevaron un panecito que le habían enviado del Santuario de Arjona, y se le dijo a la enferma se encomendase a Dios, y a los Santos, de cuyas cenizas era el panecito, y habiéndole tomado ella como pudo, le llegó al lado del corazón, dando muestras de recibir con mucha devoción, porque no podía hablar. Otro día habiendo vuelto el Médico, juzgando la había de hallar muerta, la halló con mucha mejoría, y que despedía pedazos de carne cancerada, y de mal olor, y ella afirma que luego que se puso el panecillo sobre la garganta y corazón, sintió que iba volviendo el sí  y se le restituía la salud, y luego pudo pasar, y tomar sustancia, lo que en los siete días anteriores no había podido.



    Seria pues, la prodigiosa sanación de María de Vargas la que iba a despertar la devoción entre los vecinos y naturales de la villa de Castro del Río por los Santos Mártires de Arjona. Son el testimonio de la propia María y el de su madre María Illescas de Villarejo, viuda del ya fallecido Juan Bautista de Leyva, Familiar del Santo Oficio, incluidos en las probanzas que se hicieron en el año 1644 por el Vicario de la Villa de Castro  a instancias del Obispado de Córdoba, los que nos suministran alguna información al respecto:

    “María de Vargas, doncella, de 42 años, afirma haber visto marchar mucha gente de Castro el Rio a Arjona con gran devoción, a visitar el Santuario; y que cuando volvían traían huesos y reliquias, venerándolas como Reliquias de Santos Mártires. Y que en una ocasión fue mucha gente de esta Villa con grande fiesta y devoción a la de Arjona con una Cruz, para ponerla en dicho Santuario, de donde volvieron con mucho fervor y devoción; y lo sabe porque fueron muchos parientes suyos, y su hermano, que es sacerdote, y trajeron reliquias de huesos y cenizas de dicho Santuario”.
    “María de Illescas Villarejo, de 64 años, vecina de Castro el Río, y viuda de Juan Bautista de Leyva, testifica haber visto pasar por la Villa de Castro el Río muchos forasteros, y oidoles decir que iban a visitar el Santuario de Arjona y hallarse en la fiesta de los Santos Mártires, y que también oyó decir, que los vecinos de la villa llevaron con gran devoción una Cruz, con mucho acompañamiento, para ponerla en dicho Santuario, y que vio ir mucha gente de la Villa de Castro el Río a la de Arjona, que volvieron con huesos y cenizas de dicho Santuario, estimándolas como Reliquias de Santos”.
    No se sabe con exactitud el motivo de portar aquellas cruces hasta el Santuario durante aquellos primeros años de la devoción y fiesta religiosa desde diferentes puntos. Hay quien apunta que pudiera estar relacionado con aquellas luminiscencias que pusieron sobre aviso de lo que aquel lugar albergaba.
    El bagaje crucífero se encuentra muy disminuido hoy; solamente se conservan cinco, una de ellas precisamente es la de Porcuna, en la que nos detendremos en una próxima entrada.
  
www.portalarjonero.com


    Por lo que respecta a Castro del Río poco más de interés se puede extraer de las pruebas practicadas y recogidas en el Memorial.
    Fueron también testigos en la probanza , Ana Ramírez, de 30 años de edad, natural de la villa de Espejo, que atendiera como criada y enfermera a María de Vargas  durante su enfermedad, y el Licenciado Juan Alonso Camacho que actuara como Cirujano, que no aportan nada nuevo a lo que ya hemos relatado.


    Quien no pudo testificar en estas probanzas realizadas en 1644 fue el Licenciado Luis Fernández de León, ya fallecido, echándose mano en su lugar a la información fechada en Castro del Río en 1631, en virtud de la comisión que actuó por delegación del Señor Don Cristóbal Lovera, Obispo de Córdoba, compuesta por el Licenciado Antonio Garrido Vicario de esta Villa, y con la también asistencia de los Licenciados Juan Lorenzo de Vargas y Juan Fernández Ganancia, Presbíteros Teólogos, ante Pedro Fernández de Alba, Escribano público.

    Dictamen final, que se fundamenta en el memorial impreso realizado por la comisión de clérigos de Castro, ya referenciado: 

    “No consta que el panecito de huesos y cenizas que a esta enferma se le suministró fuese hecho con los sacados de dichos sitios, ni tampoco fuese de Santos canonizados, o por lo menos siervos de Dios no canonizados; y sobre todo la dicha enferma, como lo declara el médico que la curó, no consiguió súbita curación, sino una mejoría que le permitió aplicarle otros remedios y medicina, de forma que a los pocos días estuvo buena. Así, parece que la que obró fue la mismísima naturaleza, con lo que no es milagro calificable, ni puede ser tenido como tal, y más atribuido a méritos e intercesión de personas incógnitas, cuyos son los huesos y cenizas que se han hallado en Arjona”.

     Intuyo que con posteridad a esta negativa, las familias de notables locales (a las que pertenecía la doncella curada y ahora presumiblemente agraviada por el dictamen), quizá por despecho, terminarían por darle la espalda a esta advocación y dejaran de peregrinar hasta Arjona. De hecho, yo al menos, no tengo conocimiento de que se continuara con aquella costumbre.
    Igual de evidente resulta el hecho de que no todos los dictámenes podían ser positivos. Veremos lo que nos encontramos en la vecina Porcuna.