Las Cortes del Trienio Liberal (1820-1823) desarrollarán una nueva legislación
socio-religiosa que se traduce en la
supresión de las vinculaciones, la prohibición a la iglesia de adquirir bienes
inmuebles, la reducción del diezmo, la supresión de la Compañía de Jesús y la
reforma de las comunidades religiosas.
Con
respecto a este último aspecto se suprimieron algunos conventos, se prohibió fundar nuevas casas religiosas y
aceptar nuevos miembros, y al mismo tiempo, se facilitaban cien ducados a todos
aquellos religiosos o monjas que deseasen abandonar su orden o congregación, es
decir, exclaustrarse. Los bienes de los conventos suprimidos y las rentas de
los que quedaban que fuesen superiores a lo preciso “para su decente subsistencia” debían pasar a cubrir las
necesidades del crédito público.
Estas
medidas, como es lógico, situaron a los pertenecientes al clero regular entre
los más enconados enemigos del liberalismo constitucional. Una buena muestra de
ello la encontramos en un suceso ocurrido en la ciudad de Motril en el año
1822:
FRAILES
CON PUÑALES
En Motril, pueblo donde el servilismo está en todo su
colmo, ha sucedido lo que hará reír é irritará al mismo tiempo á nuestros
lectores.
Con motivo de
estar el cuartel del regimiento de Galicia muy inmediato al convento de nuestro
P. S. Francisco, un sargento tuvo la humorada de entrarse en él en mangas de
camisa para hacer una diligencia, la que concluida se puso a ver los cuadros y
pinturas de los claustros; luego que lo vieron, salió un fraile y principió á
gritar lo habían robado: con estos gritos apareció inmediatamente la santa
comunidad armada de puñales, y mi pobre sargento que vio aquella escuadra de
seráficos irritados, se preparó para morir; sin embargo trató de dar una
satisfacción y hacerles ver que él no era el autor del robo, y les ofreció se
quitaría la camisa y pantalones, única ropa que tenia puesta ; consiente en
ello la comunidad seráfica, y después que se hubo despojado de su ropa, se le
abalanzan los frailes como para darle una sotana; mas el sargento que vio que
aquello iba malo, pudo deshacerse de entre aquellos sayones y corriendo se
marchó a su cuartel; hubo la suerte de
que el centinela conoció al sargento a pesar que venía corriendo y en cueros, y
le dejó entrar en el cuartel , mas detuvo con la bayoneta á un fraile que con
un puñal le venía persiguiendo. El oficial de la guardia se contentó con
apuntar el nombre del seráfico, y después los sargentos han tomado el asunto
con el mayor calor.
Esta
ocurrencia se ha hecho demasiado pública tanto por lo escandaloso de ella,
cuanto por haber sucedido en un convento que la opinión pública se empeñó días hace en designar a sus
reverendos frailes como serviles. Las autoridades política y militar es regular
que no dejen de tomar consideración esta y otras ocurrencias que están
sucediendo en Motril, pues de ello dependerá no sea necesario tener que ocupar
dicha ciudad militarmente por el mal espíritu público que reina en ella; á lo
que han contribuido en gran parte sus autoridades.
Aquí tienen
nuestros lectores una prueba del amor que profesan los frailes a los militares
liberales, como sucede en el cuerpo de Galicia; y aquí se ve la mansedumbre,
modestia y caridad que se ejercita en algunos claustros. ¿Cuánto valiera que el
Jefe político de Granada visitase este convento y viese si tiene el número de
individuos prevenido por la ley? Algunos esperaban que el gobierno hubiese mandado que los muchísimos frailes
que hay sobrantes y que no se ocupan en otra cosa que en pasearse y tomar sendos polvos, hubiesen salido a hacer
la siega, por el amor de Dios, en lugar de los provinciales que se han puesto sobre
las armas. Entonces sí que habrían hecho una verdadera penitencia, útil para
sus almas y para la patria; pero paciencia, nos hallamos en el siglo de las luces,
y a proporción que estas se difundan, el fanatismo dejará de progresar, y
cuando este no se conozca seremos felices (Plutón).
(El
Mensagero de Sevilla: 24/7/1822)
Una segunda manifestación de furia clerical aflora
en la ciudad de Motril en el año 1835 con los liberales nuevamente al frente de
los designios de la nación. Juan Álvarez de Mendizábal, bien desde el cargo de
ministro de Hacienda o presidiendo el Consejo de Ministros, inició la desamortización
de los bienes y tierras eclesiásticas previa supresión de un buen número de las
órdenes religiosas (clero regular).
Tanto el ya
referido convento de los franciscanos, puesto bajo la advocación de la
Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, como el de Nuestra Señora de la Victoria (religiosos Mininos de
San Francisco de Paula) fueron suprimidos y sacadas sus propiedades a pública subasta.
Son el
R.P. Guardián del convento de San Francisco y su cuidada huerta, ubicada en terrenos
de la fértil vega motrileña, quienes adquieren protagonismo en esta nueva ocurrencia
aireada desde la prensa afín al liberalismo más comprometido:
Las repetidas
comunicaciones que nos remiten diferentes personas de la ciudad de Motril,
haciéndonos presentes de los excesos que se advierten en ella nos han llamado
la atención y puesto en el caso de dar a la luz pública, deseosos de que sean
remediados aquellos abusos que por su trascendencia merezcan no quedar impunes.
Entre los varios casos que nos citan no ha podido por menos que llenarnos de la
mayor indignación el siguiente: En Motril ha sucedido el hecho siguiente:
"El R. P. guardián de San Francisco,
luego que tuvo noticia que se había expedido orden por esta junta para que desalojase
el convento con los demás santos religiosos, dispuso tomasen posesión de la
huerta de aquel convento una manada de carneros, la que empleándose en ella, no
solo pastaron todas las legumbres sembradas, sino también destrozaron los arbustos
de ella. Su reverencia quejoso (sin duda del poco mal que le habían hecho),
tomó un hacha, y a este quiero, a este también, al otro lo mismo, y a ese otro
ídem, enristró con todos los árboles dejándolos tendidos en el suelo, y en
disposición de que no pudiesen servir sino para ser vendidos por leña, y no
leña recia”.
(El
Eco del comercio: 23/10/1835)
Ese mismo
año de 1835 resultó afectada la ciudad de Motril por una curiosa y aprovechada “Epidemia
de almorranas” atajada con eficacia por la autoridad competente sin necesidad
del concurso de los profesionales de la medicina. Resultó suficiente con una simple
inspección ocular:
GRANADA 21 de
febrero. Por lo que puede interesar a la salud pública debe ponerse en
conocimiento de la provincia que la ciudad de Motril está infectada de almorranas,
pues en el sorteo celebrado últimamente para el reemplazo del ejército se han
eximido por esta enfermedad muchos individuos. Hay la circunstancia particular
de que así como el cólera atacaba a las clases pobres en su primera invasión, este
nuevo azote sólo persigue a las personas de algunas conveniencias; pero según
noticias de la junta superior de agravios se trata de sofocar el germen de una
plaga que pudiera inficionar otros pueblos, haciendo que se presenten en esta
ciudad todos los mozos eximidos por aquel achaque, a fin de que se apliquen las
medicinas concernientes al restablecimiento de su salud. Lo sensible en este
negocio es, que los enfermos tendrán que dar a reconocer la parte achacosa, aunque
sea con ofensa de su pudor.
(La
Revista española: 27/2/1835)
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