Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

04 febrero 2012

Las riadas del Guadajoz en Castro del Río


      El rio Guadajoz, principal arteria fluvial que atraviesa una buena parte de la feraz campiña cordobesa, es un  afluente del Guadalquivir, que naciendo en las Sierras de Priego de Córdoba  vierte sus aguas finalmente sobre el principal, ya casi a las puertas de la capital.
      Parece probable de que se trata del mismísimo “Flumen Salsum” (rio salado), referido en el Bellum Hispaniense, aquel que separaba los campamentos en los que hallábase establecido Cesar y sus partidarios de un lado, y  los hijos de Pompeyo de otro, en los momentos previos a la famosa batalla de Munda (sobre cuya localización definitiva aun no se han puesto de acuerdo los historiadores). Se arabizará su nombre durante el periodo de dominación musulmana, pasando a llamarse Wadsus/saws, que con el tiempo derivaría en Guadajoz.
     También es conocido como “rio del pan”, en base a la tradicional presencia de molinos harineros diseminados a lo largo de su cauce, aunque no se conocen fuentes que documenten o sostengan claramente esta asociación semántica.
     Hasta finales del siglo XX, en que su caudal es regulado por una presa y se acometen una serie de obras de encauzamiento, las poblaciones ribereñas, especialmente Castro del Río, cuyo término y casco urbano atraviesa, no se librará de su furiosas acometidas en aquellos periodos especialmente lluviosos: sus famosas riadas.
     Aun se conservan, diseminadas por diferentes puntos de su callejero, lápidas en las que se marca la altura alcanzada por las aguas en algunas de ellas (1917 y 1948).


Fotografía tomada del álbum Paseos de Mameluco
     La última gran avenida de aguas es la que tuvo lugar en febrero del año de 1963, que motivó la  visita relámpago de S.E. El Generalísimo don Francisco Franco, Caudillo de España por la Gracia de Dios. Curiosamente, por motivos que desconozco, ya no se pusieron nuevos marcadores de altura por las calles. Buena muestra de su envergadura, es la impresionante fotografía que mostramos a continuación con el  Puente Viejo completamente perdido bajo las aguas:


    Tirando de bibliografía y de prensa histórica, he querido hacer un pequeño recorrido por algunas de las principales riadas, de las que dispongo de noticias, que afectaron a la población de Castro del Río a lo largo de su historia.

     La fecha más antigua nos la proporciona Fray Miguel Rodríguez Carretero en el capítulo que le dedica al convento del Carmen Calzado de Castro del Río en su Epytome Historial de los Carmelitas de Andalucía y Murcia. Refiere una primera riada de cierta envergadura sufrida en el año 1681 que inundo las dependencias del Convento del Carmen. Durante un tiempo, el primitivo convento de Castro del Río funcionaría como Casa de Reforma, pero ante su peligrosa proximidad del rio, seria ésta trasladada en el año 1606 al desierto del Juncal (entre las villas gaditanas de Zahara y Olvera), lo que demuestra, que ya con anterioridad a esa fecha los frailes, ubicados en la primera línea inundable, tuvieron que llevarse más de un sobresalto. Fray Miguel nos relata con todo lujo de detalles los daños ocasionados por una nueva riada en el año de 1783:

    “Tiene buenas celdas altas y bajas y las otras convenientes oficinas. La situación no es la mejor por la inmediación del rio Guadajoz, pues en los años abundantes de aguas está muy expuesto a las avenidas. Varias veces ha entrado el agua más o menos, pero en la noche del año 1783, en la noche del penúltimo día, entró con tanta furia y en tanta copia que todo lo inundó, subiendo en la Yglesia hasta los bordes de los altares, descubrió hasta las caxas de los difuntos, arrollando las esteras, arrancando la solería y moviendo la tierra. Todo se mojó y perdió en la sacristía, en la despensa y Molino; hasta cerca de 100 carneros se ahogaron aquella noche que estaban encerrados en el corralón; en fin, fue grande la pérdida y creo que la más grande riada de la que se tiene noticia. Este sitio escogieron nuestros ascendientes y en él perseveramos pues no ha experimentado traslación la casa”.


     Ya para los siglos XIX y XX disponemos de la información proporcionada por las Actas Capitulares y las colecciones de prensa histórica. Nos serviremos de la tesis de Francisco Villatoro López (La villa de Castro del Río 1833-1923. Aspectos económicos, políticos y sociales), de gran ayuda para  hacer un seguimiento de las riadas a lo largo del siglo XIX, ya que bebe directamente de las fuentes conservadas en el Archivo Histórico Municipal, con noticias de las que aun la no se hace eco la prensa.
     Gracias a este trabajo, conocemos los puntuales estragos causados por las aguas durante los años 1800, 1826 y 1838, que afectan mayormente a los molinos harineros y a las huertas, que quedan completamente inundadas, y algún que otro daño menor sobre la obra de fábrica del único puente por entonces existente.
     Ya en la segunda mitad del siglo, una sorprendente tormenta de verano, acontecida en el mes de septiembre del año de 1878, volvería a provocar importantes daños y a ocasionar la muerte de varias personas. En esta ocasión, la furia partiría del arroyo Pilatos, que al acumular tan inusitada cantidad de agua, rompió violentamente afectando sus estragos mayormente en el Hospital y Plaza de Jesús Nazareno y calles aledañas (barrio del Arroyuelo).



      En el interior de Iglesia, el agua alcanzaría el nivel de su Altar Mayor:

La Correspondencia de España 21 de septiembre de 1878
     “La corriente de las aguas ha arrastrado infinidad de objetos y muebles de valor. Todas las autoridades y la parte de vecindad que se hallaba libre de esta catástrofe, han prestado grandes servicios, evitando con su arrojo mayores males, que sin el pronto y eficaz auxilio prestado hubieran tenido que deplorar”.

     Apenas unos años después, a finales de enero del año de 1881, a raíz de un nuevo temporal de agua, el Guadajoz vuelve a mostrarse bravío, sembrando el pánico entre la población.

     De Castro del Río (Córdoba) nos escribe un corresponsal con fecha del 28:

     “Esta madrugada ha salido de cauce el Guadajoz y a la hora que escribo estas líneas (la una y media de la tarde) ha tomado colosales e imponentes proporciones. Las huertas, los molinos de harina y aceite, todo está inundado. Ha penetrado el agua en la calle Corredera, Caridad, Cardadores, Mucho Trigo y otras. El Puente Viejo se halla de todo punto intransitable, inutilizados los cimientos del Nuevo en construcción, y quién sabe si el provisional de madera, como las casas de los trabajadores construidas en sus inmediaciones, serán arrastradas por la fuerza de la corriente.
     Afortunadamente hasta ahora no ha ocurrido desgracia alguna personal, pero las familias que habitan los lugares inundados se hallan poseídas de un gran pánico al ver que el cielo sigue encapotado y que el temporal no da signos de retirarse. Si por desgracia vuelve la lluvia, no sé lo que va a suceder en esta localidad. Los pobres hortelanos han debido de sufrir mucho, si bien al pronto no pueden estimarse los incalculables perjuicios que habrán experimentado”.

(La correspondencia de España 1 de febrero de 1881)

    Tres mil pesetas, con cargo al fondo de calamidades del Ministerio de Gobernación, llegaron hasta Castro del Río, como socorro para atender las necesidades más imperiosas sufridas por aquellas familias que perdieron casi todo su ajuar.


     Nuevas riadas con menor incidencia se registran los años 1892 y 1895.

     La primera gran riada del siglo XX es la que tiene lugar a principios de marzo del año 1917, de la disponemos de cuantiosa información proporcionada por los principales cabeceras de la prensa provincial de la época. Un temporal de lluvia generalizada por toda Andalucía conduciría al desbordamiento de diferentes cuencas fluviales.
     Especialmente virulenta aquella acometida, que dejó al pueblo prácticamente incomunicado durante varios días, con el Puente Viejo cubierto totalmente de agua, sobrepasando incluso las barandillas, y el Nuevo hundido por la fuerza de la corriente al taponarse sus ojos. Los molinos harineros quedaron inservibles y los de aceite, diseminados en su mayoría a lo largo de la acera derecha de la calle de los Molinos, seriamente afectados (se perdieron más de 15.000 arrobas de aceite). Se cobró la vida de una familia de hortelanos (Francisco Villatoro Urbano, mujer e hijo) y una tercera parte del caserío resultó afectada.

Puente Viejo sobre el Guadajoz

    Especialmente angustiosa la situación vivida en la Casa Cuartel de la Guardia Civil ubicada en lo que fue antiguo convento de carmelitas. Las familias de los guardias, sorprendidos durante la madrugada por la virulencia del agua, tuvieron que encaramarse a la planta alta del edificio, donde permanecieron con una caballería rescatada, hasta que pudieron ser evacuados. El agua alcanzo en el Llano Convento los tres metros de altura, señalados posteriormente con esa lápida recordatorio que aún se conserva.

Álbum Paseos
     Los caballos que se encontraban en sus cuadras, pudieron ser salvados con el esfuerzo titánico de la fuerza y de varios vecinos, y puestos a buen recaudo en los establos de la posada, a excepción del que subió escaleras y de otro que pereció durante la inundación:





    Al inundarse los molinos harineros y quedar el pueblo incomunicado menos por la carretera de Bujalance, faltó materia prima para elaborar el pan. Las autoridades tuvieron que recurrir a suministros extraordinarios, racionamiento del pan mediante bonos y echar mano de las tradicionales cocinas económicas para aliviar aquella situación de emergencia.



    De la extensa crónica remitida al Diario de Córdoba por el corresponsal en la villa, don Antonio Pérez L.Toribio, seleccionamos algunos recortes que nos ayudarán a hacernos una idea de la verdadera trascendencia de aquel desbordamiento.Además, incluye en paralelo, un pequeño estudio sobre cómo afecta la orografía y la hidrografía a esta población en cuanto a la forma de producirse las riadas:



     “Hace tres días empezó a registrar el barómetro violentas depresiones, esperando todos grandes lluvias, pero nunca se temió que fueran tan terribles como las que sufrimos durante el día 5, y, particularmente ayer, en que todo el día estuvo lloviendo de una manera torrencial. A las cinco de la tarde, un espantoso ciclón, acompañado de un océano de agua, vino a descargar sobre esta zona consternando a todos sus habitantes. Temió se que ocurrieran sucesos graves, pero no tan aterradores como los que en las actuales circunstancias sufre esta localidad.
     Por la parte norte de la población se extienden dos cordilleras sumamente largas, cuyas aguas determinan la formación del arroyo de Pilatos. Llega éste a la población por la parte superior y, bordeando una parte de la misma, entra al fin en ella por el barrio de los Arroyuelos, para buscar la salida por la parte sur en el Guadajoz. Como tenemos tristes recuerdos del citado arroyo, todos los vecinos de la zona por la que aquel pasa tomaron sus precauciones. Se produjo el desbordamiento y se inundaron algunas casas, pero afortunadamente no hubo que lamentar desgracias personales ni perdidas de consideración.
     No habíamos salido todavía de este sobresalto cuando, a las dos de la madrugada, próximamente, empezó el Guadajoz a tomar incremento, desbordándose en tales proporciones que, a las cinco de la mañana, las aguas alcanzaban sobre su nivel ordinario de cinco a seis metros.
     El citado rio llega por la parte NE de la población y la bordea en un espacio de dos kilómetros, hasta su salida por la parte Sur.
     La mayor parte del vecindario, ante los tremendos peligros de la inundación, acudió a la parte más alta del pueblo, donde se esperó el amanecer, presintiendo el aterrador espectáculo que nos amenazaba.
     Con los primeros albores del día de hoy, vimos que esta rica ribera se encontraba en su mayor parte cubierta por tres o cuatro metros de agua.
     Los hortelanos hallábanse en los tejados y copas de los arboles más altos, esperando su última hora.
     Los molinos harineros estaban completamente anegados, cubriendo sus azoteas más de un metro de agua. De continuo se veía bajar por la corriente infinidad de caballos, yeguas, mulos, cerdos y aves ahogadas.
    La parte de la población comprendida entre la calle Bujalance, Barranco y el Tinte, hallábase completamente inundada. Las familias que las habitaban se habían refugiado en los últimos pisos de las casas.
     En la zona que comprende media calle Corredera, el Llano del Convento, la Casa cuartel de la Guardia Civil, la calle del Convento, media de la de Cardadores, y la mitad también de las de Mucho Trigo y Caridad, las casas estaban anegadas.
     En la mayoría de ellas llegaba el agua hasta los primeros pisos, y en algunas hasta los segundos.
     No es posible expresar la tribulación que por espacio de cinco o seis horas reino en el pueblo, sin que supiese la suerte que hubieran corrido tantas y tantas familias y las desgracias que pudieran haber ocurrido. Se establecieron varias corrientes de comunicación a través de los tejados.
     Las familias se comunicaban y auxiliaban en la forma que les era posible, prestándose todo el amparo abnegado que en estos críticos momentos impone la bondad del corazón humano.
     A las doce, aún no se había vencido la incomunicación y se desconocía el  paradero de muchas familias.
     Ya en descenso el rio, sobre las cinco de la tarde circuló el rumor de que una familia, compuesta por un matrimonio y un hijo, con habitación en el Llano del Convento, había perecido ahogada. Desgraciadamente se confirmó la noticia.
     Un joven llamado Andrés Mendoza Urbano, acreedor por su abnegación y arrojo a una recompensa oficial, entró a nado en el Cuartel salvando la vida de un caballo.

Balance provisional de daños


     También la prensa da cumplida información sobre la estimación de daños sufridos por los propietarios de los diferentes molinos aceiteros alineados consecutivamente en la acera derecha de la calle los Molinos. Aunque reconozco que me estoy extendiendo, quizá en demasía, no me resigno a omitirla, pues nos permite conocer quiénes eran los principales fabricantes de aceite de la localidad durante esa segunda década del siglo XX:


    Para poner fin a este recorrido histórico, echo mano de una nueva fotografía de la colección de "Vivencias Castreñas"  (creo que de la riada de 1963), en la que se pueden apreciar el curioso discurrir de los vecinos por la Cuesta los Mesones, después de presenciar el nivel alcanzado por las aguas.



O esta otra (sobran las palabras):


    
     Como esas últimas riadas de envergadura, que tuvieron lugar los años de 1948 y 1963, todavía deben estar vivas en la memoria de muchas  personas de las que las padecieron directamente, quienes puedan mostrarse interesados les remito a la entrevista oral con los mayores. Seguro que podréis sacar de ellas bastante más información, que de las frías páginas sin alma de un periódico de la Dictadura.

Riada de 1948 en Noticiario NODO

7 comentarios:

  1. Precisamente hoy he subido el recordatorio que hay en la calle Las Huertas en su confluencia con la calle Cuchilleros.
    Hoy haciendo memoria con mi padre creo que he recogido todos los que quedan...

    Creo que por ahí hay una foto donde se ven los que había en el Llano de la Fuente, pero no he podido localizarla.

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    1. Como después de los Santos Reyes, tal como he podido comprobar, tu afición al reportaje fotográfico “de a pie” va in crescendo, incluso van saliendo nuevos adeptos a “la Idea”, debías considerar una serie dedicada a puertas y fachadas, antes de que la mano del hombre altere su fisonomía original, que en bastantes casos se va mas allá de los tres siglos.
      Meritorio, y los reportajes urbanos y cortijeros de tu amigo Diego también.

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  2. ♫♫ Al pasar por el Jardón me tiró el casero el cazo, y vine corriendo hasta el arroyo Pilatos ♫♫.
    Debió conocer un cura del Carmen (el padre pitillo) la noticia de la muerte de los carneros en la riada del 1783; que entrando los vecinos del llano Convento a la iglesia del Carmen a poner las imágenes a salvo en una riada proclamaba en voz alta: "No,no las imágenes no; los santos son de madera y flotan. Las gallinas salvar las gallinas que se ahogan".

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    1. A puro pragmatismo de barriga responde esa sabia consigna implorada por aquel clérigo ante las adversidades. Yo en su lugar creo que hubiera adoptado la misma resolución.

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  3. Saludos Alberto y enhorabuena por la recopilación sobre las diferentes riadas. Me resultó bastante interesante.

    Apoyo la recopilación de imágenes de las casas solariegas y me apunto para luchar por su salvaguarda, ya que poco a poco los castreños nos estamos quedando sin identidad alguna.

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    1. Con un altruista y voluntarioso equipo multidisciplinar se puede ir, incluso, algo mas allá de la recopilación fotográfica. Aportes históricos y estilísticos pueden ayudar bastante a ese necesario fin último de protección y preservación. En mi pueblo hay uno de esos equipos de historiadores y arqueólogos (Arqvipo)que con su encomiable trabajo, por su constancia y perseverancia, consiguen poner freno a bastantes desaguisados urbanísticos.

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