Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

17 abril 2014

El Viernes Santo de 1911 en Guájar Faragüit




   El Imparcial en su edición del día 16 de abril del año 1911 recoge en primera plana las noticias remitidas, vía telegráfica, por su corresponsal en Motril (Granada) sobre un, a primera vista, espeluznante y salvaje crimen perpetrado en la tarde noche del Viernes Santo en la pequeña villa de Guájar Faragüit (apenas 1200 almas). La víctima, el señor cura párroco de este aislado enclave geográfico situado a 15 km. de la cabeza de partido:


  “Esta mañana comenzó a correr el rumor de haberse cometido un horrible asesinato en Guájar Faragüit, pueblo de este partido judicial. El Juzgado no ha vuelto todavía; pero a falta de la versión oficial, puedo transmitir referencias particulares autorizadas.
    El pueblo de Guájar Faragüit es un rincón africano trasplantado a nuestra Península. Como su mismo nombre, de puro abolengo árabe, indica, se halla asentado entre ásperas fragosidades, cerca del río de la Sangre, en lo más fragoso de la tierra de los Jarales. La ferocidad de sus pobladores y el formidable reducto de riscos con que la Naturaleza le defiende, le hacen poco menos que inaccesible. Las autoridades no disimulan su temor cada vez que tienen necesidad  de arriesgarse en aquel abrupto asilo de bárbaros.
    Descritos, escenario y actores, a nadie sorprenderá, la tragedia que voy a relatar. Desde hace tiempo, el vecindario de Guájar venía alimentando un odio sordo contra su párroco, un apacible y honrado sacerdote, don Eugenio García Montoro. El desventurado señor vivía como en misiones, esforzándose abnegadamente por evangelizar a sus feroces feligreses. No ignoraba que le acechaban graves riesgos y así lo había  manifestado varias veces; pero vivía resignado a cumplir a todo trance su amargo deber.
    Recientemente observó que la hostilidad crecía. Por dondequiera, despertaba su paso murmullos amenazadores. Las torvas miradas que a cada paso se clavaban en él, empezaban a atemorizarle.
    Anoche, con motivo de la solemnidad del Viernes Santo, debía predicar. El templo estaba lleno. Subió al púlpito y pronunció las primeras palabras lleno de temor, porque había presentido algo extraordinario.
     No era infundada su alarma. De pronto, como si todos los que llenaban la iglesia estuviesen de acuerdo, prorrumpieron en aullidos terribles y se arremolinaron bajo la sagrada cátedra.
     El pobre sacerdote huyó, loco de pavor, por la puerta de la sacristía, ganó la calle e intentó a todo correr refugiarse en su casa; pero antes de que llegase a la puerta, la muchedumbre que le seguía rugiendo le alcanzó y le derribó.
     Lo que ocurrió entonces es indescriptible. Los vándalos se cebaron en el cuerpo del infeliz padre García. Todos le hirieron, con palos, puñales, pistolas. Los que no tenían armas le golpearon con piedras. No quedó uno que no saciase en el indefenso cura su bárbaro furor. Cuando le vieron muerto, despedazado, horrorosamente mutilado, se fueron tranquilamente a sus cubiles.
    El pueblo en masa es culpable; pero se dice que dos hermanos apellidados Correa fueron los iniciadores del horrendo crimen”.

Iglesia Parroquial de Guájar Faragüit


    Todo indica que “las referencias particulares autorizadas”, de las que se vale el corresponsal motrileño a la hora de redactar su sensacionalista e hiriente crónica, le traicionaron o bien se dejó llevar en demasía por su propia fantasía.
    Un primer telegrama remitido por el jefe del puesto de la guardia civil de Motril, desplazado al efecto, informaba al Gobierno Civil sobre el suceso en los siguientes términos:

    “Noticias verídicas sobre muerte cura Guajar no tengo ningunas, las espero hoy. Según guajareños cura tuvo cuestión por la mañana con sujetos jugaban puerta iglesia. Dicho cura usaba Browing. Por la noche estando en su casa, alcalde y juez, se fue a mudar ropa. Se le cayó arma, se le disparó falleciendo resultas heridas. Juzgado ni fuerzas, sin regresar.”


    Tendremos que esperar al martes 18 de abril para conocer el relato pormenorizado de lo ocurrido aquel Viernes Santo de 1911. De la detallada miscelánea que bajo el título de “El cura de Guajar” se publicó en el diario El Defensor de Granada se desprende que al infortunado sacerdote, “aunque honrado y bueno, le perdía su carácter, algo irascible, impetuoso e imposible de aguantar”.
    El suceso tiene su origen en unas recriminaciones mañaneras por parte del señor cura a varios individuos que se hallaban jugando a la puerta de la iglesia parroquial de San Lorenzo Mártir. Aunque no se menciona, suponemos que andarían entretenidos con el famoso libro de las cuarenta hojas, algo, según la moral imperante, poco acorde para día tan señalado en el calendario litúrgico. El párroco no iba a salir demasiado bien parado de la reprimenda, ya que recibió a cambio algún que otro maltrato de palabra.
   Durante los Santos Oficios, los jóvenes recriminados y otros vecinos testigos de la escena tuvieron frases de censura para el cura por sus intemperancias y amenazas. A la salida del templo se volvieron a cruzar palabras ofensivas, viniéndose a las manos, sufriendo el cura algunas contusiones a consecuencia de los golpes que le propinaron los interfectos.


   Conocedores el señor Alcalde y Juez municipal de los incidentes se personaron en el domicilio del cura, tanto para interesarse por su estado de salud, como para tomarle declaración en el sumario abierto por la agresión de la que había sido objeto. Lo encontraron excitado y nervioso, manifestándoles su deseo de marcharse al día siguiente a Motril para ser atendido por un médico y buscar a una persona perita que le ayudara a formular la pertinente denuncia en el juzgado de instrucción.
   Tras despedirse, hallándose ya en la calle los visitantes, sintieron un disparo de arma de fuego que procedía de la habitación del cura. Alarmados, volvieron sobre sus pasos seguidos de algunos vecinos, encontrándose al cura cadáver. A sus pies se hallaba la pistola marca Browing que don Eugenio García Montoro, acostumbraba a llevar bajo los mantos.

   “Por la posición del cuerpo y la de la pistola, parece indudable que el suceso ocurrió hallándose de pie el cura, que al desnudarse se le cayó el arma, chocando contra el suelo y saltando el proyectil que le entró por el tobillo y en dirección de abajo hacia arriba, le perforó la pierna, el vientre y el corazón.
   La diligencia de la autopsia ha comprobado la rara trayectoria que hizo el proyectil verticalmente, atravesando el cuerpo del infortunado sacerdote”.

    Esa visión de salvajismo y barbarie, que nos transfiere el cronista motrileño, en relación a los pobladores de estos apartados y abandonados lugares, debía de hallarse bastante extendida, más por miedo y desconocimiento que por argumentaciones objetivas. Al asimilárseles al estado de las famosas cabilas rifeñas, justo en un momento en que la guerra de Marruecos se hallaba en pleno apogeo, parece como si premeditadamente se intentara retrotraer la historia a los tiempos de la rebelión de los moriscos granadinos contra los cristianos del año 1569, uno de cuyos últimos episodios fue precisamente el Asalto de los Guajares.



    Un par de años atrás de la referida muerte accidental del cura de Guájar, la prensa nacional reproduce similar argumentación, ahora relacionada con los típicos abusos del caciquismo que solía campar a sus anchas, especialmente en estas pequeñas e “incultas” por incomunicadas poblaciones, a las que sólo se podía acceder a través de tortuosos caminos de herradura. 

Gadeón 12 de diciembre de 1909

   Sirva como desagravio hacia estas pequeñas y pintorescas poblaciones a las que me unen en la actualidad lazos de amistad y hábitos de consumo (un buen mosto del terreno) otra semblanza, bastante más realista y amable, trazada años después (1928) por el periodista y escritor Bernardino Sánchez Domínguez (Bersandín) en las páginas del diario madrileño La Voz:


    En estos contornos serranos de la vega de Motril y en lugares de apelativo tan evocador como Guájar Alto, Guájar Faragüit y Guájar Fondón, sus habitantes son dueños de la choza en que viven y son propietarios en su  mayoría de la heredad  y de las chumberas que la acotan, en la que suelen tener la sombra y el fruto de una higuera, por lo menos, o de algunos almendros. En tal heredad - corral incultivable, por lo general- son pocos los que pueden recoger, para todo el año, dos o tres fanegas de trigo o de cebada, cuya cosecha, si no les es usurpada o distraída por algún vecino o pariente, va a parar a manos del fisco para pago de los consabidos impuestos del Estado, y sobre todo las cargas municipales, cuando no logra para cumplir estas primordiales atenciones ciudadanas este propietario o cosechero y ciudadano del monte y de la sierra un préstamo usurario o reunir previsoramente, restando algo del jornal de dos o de tres o de cuatro pesetas diarias - si es que ha disfrutado durante el año de un jornal - la cantidad suficiente. Es un detalle a subsanar por los que apetecemos el éxito de la "reintegración al campo".
    Como eso de "disfrutar" durante el año jornales, aun tan ínfimos como los dichos, es por aquí verdaderamente literatura, ¿De qué vivirá esta gente? ¿Cómo querrán que sea? El monte es pródigo, en verdad, y la gente frugalísima; tan frugal que se conforma con vivir sobre la tierra, con las rebañaduras de la tierra. No hay familia que no tenga su borriquillo; no hay mujer ni zagal que no ande "tras ajilando" por barrancos y cañadas hasta reunir, por lo menos, una carga de leña para llevarla en el borrico a vender, por una cincuenta o dos pesetas, a Motril, Nerja, Almuñécar, etc., empleando para ganar eso dos, cuatro o seis días en ir y volver. Si traen íntegro a la familia el importe de esa venta ¿De qué han comido el vendedor y el semoviente?

07 abril 2014

Historia del heterodoxo presbítero motrileño Antonio Aguayo.



   En el año 1865, Antonio Aguayo Molina, un hasta entonces anónimo sacerdote de origen motrileño adscrito a la diócesis de Madrid, se da a conocer con un polémico folleto que titula “Carta a los presbíteros españoles”, tachado inmediatamente de heterodoxo por las jerarquías eclesiásticas de la época. Sirva como ejemplo las palabras de condena de la circular emitida por el Cardenal Arzobispo de Burgos:

   “Después de invocar humildemente las luces del Espíritu Santo, hemos venido a condenar,  y condenamos la carta dirigida a los presbíteros españoles por el presbítero D. Antonio Aguayo, por contenerse en ella aserciones falsas, temerarias, escandalosas, injuriosas a la Iglesia, con sabor de herejía y aun heréticas; prohibimos su lectura a los fieles de esta nuestra diócesis; y mandamos que todos los que tengan algún ejemplar de la misma lo entreguen a su párroco, que seguidamente lo inutilizará”.


   No vamos a entrar en demasiados detalles sobre la historia de la carta y la biografía de este sacerdote motrileño del que ya se ocupó profusamente el historiador y escritor Manuel Rodríguez Martín (Juan Ortiz del Barco) en sus crónicas de principios del siglo XX. La que le dedica a “El Padre Aguayo” apareció publicada en la revista quincenal “La Alhambra” en los números 231, 232  y 233 (octubre – noviembre de 1907). Pinchando sobre el número se puede acceder a la lectura de las sucesivas entregas.
    Un trabajo más reciente, complementario del anterior, es el publicado por el abogado y escritor motrileño Francisco Pérez García en la revista Tiempo de Historia (1976): “El padre Aguayo. Un clérigo postconciliar del siglo XIX”.
    Como podrán apreciar, quienes se sientan atraídos por la particular trayectoria de este sacerdote, se advierte en estos trabajos cierto vacío sobre cuál fue su devenir final:

   “De mis investigaciones sobre la vida posterior de Aguayo solo he sabido, pero sin que nadie responda de la noticia, que marchó a Buenos Aires, que allí estuvo dirigiendo un periódico republicano, y que ha muerto” (Ortiz el Barco).

   “Marchó a la Republica Argentina, concretamente a Buenos Aires, donde dirigió un periódico republicano, ignorándose los últimos años de su vida y la fecha de su muerte. Tampoco he podido hacerme de un retrato, a pesar de las investigaciones practicadas” (Pérez García).

Manuel Rodríguez Martín (Ortíz del Barco)
    Juan Ortiz del Barco llegó a mantener asidua correspondencia con don Marcelino Menéndez Pelayo, que también había mandado al otro mundo al famoso padre Aguayo del que se ocupa en su Historia de los heterodoxos españoles. De una carta, fechada en noviembre de 1911, se desprende que el cronista motrileño después de aquel trabajo, reproducido también en el semanario local Vida Nueva, siguió interesándose por su paisano Aguayo.
    Se mostraba especialmente interesado en obtener su partida de defunción, una fotografía y en conocer detalles sobre un posible arrepentimiento. Su sorpresa tuvo que ser mayúscula cuando en julio de 1908 recibió por correo un ejemplar de la revista El Comercio Español de Montevideo, en la que figuraba el nombre de Antonio Aguayo Molina como director-gerente. Casi a la par, el ex presbítero remitió otra carta al director de Vida Nueva que vio la luz. Solicitaba “se rectificaran las grandes inexactitudes” que contenían la crónica de Ortiz del Barco, dando a entender, además, “que no se ha arrepentido de lo que ha escrito contra la plaga monárquico clerical que deshonra y aniquila a España”.



     A través de un sacerdote amigo del otro lado del charco llegaría a conseguir esa preciada fotografía que andaba buscando, aunque lamentablemente no ha trascendido, ni hemos sido capaces de localizarla, de momento. Posiblemente, en alguna de las numerosas revistas con las que estuvo relacionado a lo largo de su longeva existencia o en otras publicaciones dispersas por bibliotecas de la República Argentina y Uruguay pudiera aparecer cualquier día.
    Con independencia de que la famosa “Carta a los presbíteros españoles” fuera fruto de sus propias reflexiones o pudiera haber prestado su firma al servicio de determinados intereses políticos, como apunta Menéndez Pelayo, lo cierto es que este folleto terminaría marcándole de por vida.
    Su claro posicionamiento en favor de la unificación de los estados italianos, que tanto afectaba a los intereses del Romano Pontífice, y sus críticas directas a ese “neocatolicismo”, en el que se hallaban instaladas las jerarquías eclesiásticas, levantó ampollas. No hubo diócesis episcopal que se quedara sin emitir una circular de condena.
   Conforme el asunto de la carta fue adquiriendo resonancia, pese a las numerosas manifestaciones de apoyo y simpatías recibidas desde las filas democráticas y progresistas, incluidas la de sus propios paisanos, la carrera sacerdotal de Antonio Aguayo se vería pronto afectada.
   Al mes escaso de su publicación tiene que comparecer ante el vicario eclesiástico de la corte que le notifica una providencia del arzobispo de Toledo por la que se le insta a salir de Madrid en el plazo de diez días.
   En febrero de 1866 el periódico La Discusión, que había prestado cobertura de apoyo a las "herejías" del padre Aguayo y cedido sus páginas para expresarse, se hace cargo de la publicación de un segundo libro titulado “Historia de una carta”, que sirve para acrecentar la fama del cismático presbítero motrileño.


   Fue precisamente el hallazgo de un ejemplar de esta obra en una librería de viejo el que sirvió de estímulo y de fuente a Juan Ortiz del Barco para embarcarse en su biografía.



   Con las facilidades y comodidades actuales para acceder a la documentación, en siguientes entradas intentaremos ocuparnos de sus destierros de ida y vuelta, y especialmente de la pródiga labor que desarrolló como periodista, publicista y escritor hasta el final de sus días. Antonio Aguayo Molina, bautizado en la Colegiata de Motril el 18 de diciembre de 1836, dejaba de existir en la ciudad de Montevideo (Uruguay) en 1920.

05 abril 2014

Las elecciones a Diputado a Cortes por el distrito de Martos del año 1918.



    El conservador Miguel del Prado y Lisboa (Marqués de Acapulco), que detentó la representación parlamentaria del distrito de Martos durante la mayoría de la primera década del siglo XX, tras las elecciones a diputados a Cortes celebradas el año 1910 sería relevado en el cargo por un abogado liberal, natural de La Guardia (Jaén), llamado Virgilio Anguita Sánchez. Consigue su acta tras reñida pugna con el joven abogado y publicista Eduardo Barriobero y Herrán, presentado por la naciente coalición republicana-socialista.
     Las aunadas huestes liberales y conservadoras de todas las poblaciones del distrito (Martos, Torredonjimeno, Fuensanta, Valdepeñas, Jamilena, Higuera de Calatrava, Santiago de Calatrava y Porcuna)  tuvieron que desplegar todo tipo de artimañas para evitar la victoria del candidato de la oposición antidinástica. Cierto obstruccionismo contra Barriobero durante la campaña electoral (detenido en Porcuna) y un descarado pucherazo perpetrado en la villa de Jamilena terminarían siendo determinantes en el resultado final (véanse detalles relacionados con aquella contienda electoral).
    En las siguientes citas con las urnas (1914 y 1916), coincidiendo con un periodo de crisis de aquel emergente socialismo provincial, Anguita consiguiría renovar su acta prácticamente sin oposición.
    El diputado Anguita participaría activamente en la aireada campaña orquestada en favor del indulto de los Hermanos Nereo de Porcuna (de junio a septiembre de 1915), lo que contrasta con cierta tibieza o actitud menos comprometida mostrada a la hora de hacerse cargo de su defensa, tal como manifestaron los propios reos que depositaron en él su confianza  para que les representara ante el primer tribunal militar encargado de enjuiciarles. Terminaría alegando “estar enfermo e imposibilitado para el ejercicio de la profesión” y pasándole la papeleta a su hermano Fernando, también abogado. Extraña trama, creemos que arreglada desde Porcuna, para retrasar el proceso e intentar evitar en lo posible la terrible jurisdicción militar, ya que normativamente la defensa era competencia exclusiva de un togado militar, como finalmente ocurrió. 


    Su carrera política se proyecta considerablemente a finales de 1915 cuando es designado para hacerse cargo de la Dirección General de Bellas Artes, en la que permanece por espacio de dos años.
    Alguna prensa ironizaba con agudo ingenio sobre los especiales vínculos que mantenía con sus electores y su capacidad de gestión al frente de tal responsabilidad:

    “El Director General de Bellas Artes, señor Anguita, siente debilidad por las figuritas de yeso, y parece que tiene el propósito de regalar una Venus y un Apolo a cada uno de sus electores de Martos.
     En el tiempo que lleva al frente de la Dirección ha pedido ya sesenta colecciones de vaciados a la Academia de San Fernando, y como ésta no puede autorizar más que la concesión de doce colecciones anualmente, ha sido imposible complacer al señor Anguita, cosa que le ha puesto de muy mal humor.
    Contra el vicio de pedir…”

(La Acción 1 de agosto de 1916)

    Para las elecciones convocadas para el 24 de febrero de 1918, en el marco de una nueva coyuntura sociopolítica, el diputado Anguita tendrá que luchar contra el candidato de una reorganizada conjunción republicano-socialista que concurre a aquel proceso como “Alianza de Izquierdas”. Sería designado para intentar arrebatarle el acta el periodista y escritor Augusto Vivero, director del diario El Mundo.
    El malestar social generado por la gran guerra europea y el consiguiente encarecimiento de las subsistencias, la represión ejercida contra las organizaciones obreras tras la Huelga General de agosto de 1917 y especialmente los nuevos aires o esperanzas propiciados por el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia en octubre de ese mismo año, auguraban importantes apoyos electorales para los candidatos de la Alianza entre las clases  medias y proletarias.
     En poblaciones del distrito como Martos, Torredonjimeno o Porcuna sus otrora pujantes sociedades obreras se predisponen a salir del letargo del periodo inmediatamente anterior.

Augusto Vivero

    El candidato se personó sin avisar en Martos el día 4 de febrero. Visitó su Centro Obrero, trasmitiendo a sus asociados palabras de elogio sobre el correcto funcionamiento de su Escuela y de la Cooperativa que tenían organizada. Dedicó sus primeros días de campaña a recibir a comisiones de las vecinas localidades de Jamilena y Torredonjimeno. El día 7 se traslada a esta última donde celebra una “numerosa y entusiasta reunión” con los representantes de los partidos de izquierda por la mañana  y un mitin por la tarde.
    En Martos, donde existía una antigua y sólida organización republicana que coaligada con los socialistas gozaba de representación municipal, se realiza un especial despliegue electoral.
    El día 8 en un atestado teatro (se quitaron las butacas para ganar en capacidad) Augusto Vivero pronunció un “brioso discurso que duró hora y media, fijando la actitud acerca de los interés nacionales e internacionales, e invocando el interés y la necesidad de derrotar al estéril caciquismo”. Le precedieron en el uso de la palabra el redactor de El Socialista Antonio Fernández de Velasco, el concejal conjuncionista marteño Pedro Álvarez Castillo y Juan Estrella Ortega, un fervoroso y consecuente socialista venido desde Torredonjimeno.



   Al día siguiente, aprovechando la presencia en la ciudad de la Peña de la compañía cómico-dramática de Lola Ramos, se contrataron sus servicios para ofrecer una atractiva y gratuita función en honor del candidato Vivero. En un teatro engalanado con las banderas de las fuerzas políticas de la izquierda se representó “El lobo” de Joaquín Dicenta.

  “Al final se leyeron entusiastas trabajos en pro del indudable triunfo de la candidatura  y unas vibrantes cuartillas, originales de Lola Ramos, resultando la función un verdadero mitin”. 
    Después de visitar la Fuensanta de Martos y sus aldeas aledañas la siguiente escala de su periplo electoral se correspondía con la ciudad de Porcuna.



   Al no disponer de un local con la capacidad suficiente para sus expectativas requirió el oportuno permiso del Gobernador Civil al objeto de celebrar un mitin al aire libre. Llegada la hora anunciada, éste no había llegado y sus impacientes seguidores se estacionaron debajo del balcón de la fonda en la que se hallaba alojado, desde donde les tuvo que dirigir la palabra para calmar los excitados ánimos. Ante las insistencias del pueblo se organizó una imponente manifestación en dirección al Paseo de Jesús.



   Desde el andamio de los músicos pronunció un vibrante discurso. Seguido de una enorme muchedumbre y entre atronadores vivas regresaba a la fonda. Después visitó el Centro Obrero que en sesión extraordinaria acordó nombrarle “socio de honor”.

    “Reina gran entusiasmo y fuerte indignación contra los caciques”.

   El candidato, consciente de la particular estructura social del pueblo de Porcuna, con el fin de allegar a su causa el voto del pequeño y mediano propietario agrícola, hizo llegar a algunas redacciones de periódicos de tirada nacional  un telegrama dirigido al Ministro de Fomento, en el que se demandaba la urgente agilización de los trámites para la reedificación del Puente de Cañete sobre el arroyo Salado:

El Liberal 26 de febrero de 1918

   A renglón seguido le esperaban los ciudadanos de Higuera y Santiago de Calatrava. Y por último en Valdepeñas de Jaén, donde el veterano luchador republicano Gregorio Milla Martínez tenía estructurada una potente organización desde antaño.


    El seguimiento de la campaña lo hemos realizado básicamente a través de prensa republicana y socialista. A falta de prensa provincial, carecemos de información sobre los actos organizados por los partidarios del candidato liberal Virgilio Anguita, cuya intervención en el proceso creemos que no iría mucho más allá de una reunión previa con los representantes de los diferentes pueblos que componían el distrito, en quienes depositaba su confianza plena a la hora de hacer y deshacer en asuntos electorales. En Porcuna, fallecido su amigo Don Luis Aguilera y Coca, sus hombres de confianza para esta nueva cita con las urnas fueron don Pedro Funes Pineda y don Emilio Sebastián González.
    El resultado final de aquellos comicios se decantó por un  margen aproximado de 700 votos en favor del candidato liberal. Con excepción de la ciudad de Martos, en la que Vivero se impuso con claridad (1959 frente a 529), en todos los demás pueblos del distrito se impusieron los monárquicos.
    Se despertó la sospecha de un pucherazo perpetrado en Porcuna. Al tenerse noticia de ello en el momento mismo del escrutinio, en el que se hallaba presente el Sr. Anguita, la exacerbada indignación de parte del vecindario marteño, “obligó a Anguita a abandonar la población por calles extraviadas, protegido por varias parejas de la guardia civil”.
    Del cruce epistolar mantenido en la prensa entre el candidato triunfante y el perdedor-acusador en torno al asunto, entresacamos lo siguiente:

   “Lo del pucherazo de Porcuna es totalmente incierto, como cuando tiende a significar a la opinión publica el desagrado hacia mi candidatura en aquel pueblo. 

    Lo ocurrido es que en Martos, como hay fuerzas republicanas, obtuvo la mayoría su candidato, y en todos los demás pueblos yo, porque predominan los monárquicos, especialmente en Porcuna, donde presenció la elección el señor Vivero.

   La prueba de que mi victoria lo ha sido en lucha legal, es que ayer no se formuló ninguna protesta”.

(Carta de Virgilio Anguita publicada en El Liberal de 2 de marzo de 1918)

   Para que una protesta fuera estimada tenía que ir acompañada de un acta notarial, cosa difícilmente al alcance de los posibles de los porcunenses que participaran como interventores del candidato republicano-socialista.



   La réplica de Vivero, publicada por el mismo periódico al día siguiente, resulta especialmente clarificadora e ilustrativa sobre los métodos empleados por el caciquismo y sobre los especiales vínculos del diputado con el pueblo de Porcuna:

  “No es exacto que yo presenciara las elecciones en Porcuna. Llegué allí a las tres de la tarde, cuando ya se había consumado la hazaña. A tal hora, los frascos de cristal con que los caciques protectores de la candidatura del Sr. Anguita habían suplido las urnas mostraban como en ciertas ocasiones la boca ancha de un recipiente que hace el milagro de que un candidato malquerido la víspera resulte el más simpático a la opinión.
    Lo que afirma el Sr. Anguita tocante a las simpatías de que goza en Porcuna seguramente asombrará allí. Asombrará porque todo el mundo supone que al no mostrarse desde hace mucho tiempo en aquel pueblo se debe a cosa distinta a ese entusiasta fervor popular a que alude en su despacho. Lo rectificaré gustoso cuando sepa que el Sr. Anguita ha estado en Porcuna.
   Y nada más. Para otra vez ya procuraremos que los caciques porcunenses guarden de la elección otro recuerdo menos grato que el obtenido imponiéndose a la voluntad del cuerpo electoral”.

(No hubo contrarréplica)

   Con el acta en el bolsillo el polivalente político liberal Virgilio Anguita accedía a la Dirección General de Agricultura. No volvería a presentarse por el distrito de Martos. En vísperas de  las elecciones adelantadas para junio de 1919 cambió de familia política (de Prietista a Romanonista) resultando elegido nuevamente diputado, ahora por la circunscripción de Jaén capital. 

FUENTES UTILIZADAS

    El Socialista. Hemeroteca de la Fundación Pablo Iglesias.
    El País, El Liberal y otros. Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional.
    Biblioteca Virtual de Prensa Histórica del Ministerio de Cultura.

31 marzo 2014

Coplas de la Aurora de Castro del Río (años 30).



     José Algíbez Nuín, un profesor de la Banda Municipal de Música de Córdoba y agregado como docente a la plantilla de su Conservatorio desde finales de los años veinte, concurre en 1945 al concurso para la formación del “Cancionero popular español”, convocado por el Instituto Superior de Musicología (CSIC).
     El trabajo que presenta, y que resulta finalmente premiado con un accésit de 300 pesetas, llevaba por título “Cancionero musical de provincia de Córdoba (1886-1936)”, y es fruto del trabajo de campo desplegado por este musicólogo cordobés con anterioridad a la guerra civil.
     El original, que se conserva entre los fondos del Instituto Milá i Fontanals de Barcelona, consta de una carpeta que contiene hojas sueltas mecanografiadas y papel pautado de varios tamaños con las melodías manuscritas. También incluye correspondencia de José Algíbez con Higinio Anglès, Francisco Blanco Nájera, Blas Infante, Eduardo Torner, Conrado del Campo y Joaquín Turina.
    El autor recopila diferentes formas de música popular (canciones infantiles, de corro, cantos y bailes, villancicos, pasacalles o las tradicionales coplas de la aurora) recogidas de entre diversas poblaciones de la geografía provincial, para lo que pudo contar con la inestimable y desinteresada colaboración de amigos y músicos locales.
    Se aprecia cierto vacío con respecto a otras manifestaciones musicales, que según carta dirigida al Director del Instituto Español de Musicología, promete corregir en un futuro inmediato:

    “Tan pronto como termine el concurso y si Vd. me autoriza, le escribiré para proponerles la realización de ciertos trabajos folklóricos anónimos que se interpretan en varios pueblos de esta provincia en las operaciones de la recogida de la aceituna y por Semana Santa, muy interesantes y dignas de recogerse, pues aunque resulte ingrata y desagradecida la labor a la que me lleva mi afición, estoy encariñado con ella y dispuesto a trabajar para poder ofrecer al erudito y al compositor, un camino en el que se puedan desarrollar, y sobre todo aclarar, tantas lagunas como existen en la música popular andaluza”.

    Tiene especial interés en lo referente a los Cantos de la Aurora o Campanilleros, ya que se recogen letras y músicas de los municipios cordobeses en los que pervivía aquella tradición introducida por frailes misioneros a finales del siglo XVII, caso de Cabra, Carcabuey, Priego, Lucena y Castro del Río, que permite a los estudiosos en la materia seguir su evolución y hacer las oportunas comparaciones.

Miradas del Guadajoz - 2010

    La partitura musical de la cabecera se corresponde con las anónimas notas musicales, transcritas por el autor, pertenecientes a de la Aurora de Castro del RíoEl investigador escribe en dos folios sueltos mecanografiados la siguiente introducción:


"Canto de la Aurora" (Castro del Río)

      
He aquí otro documento folklórico del cual no es posible aportar datos ni noticias algunas, debido a que no existen referencias ni escritos que nos digan quien era el autor, ni si este era natural de Castro del Rio, o si dicha canción fue traída exprofeso para conmemorar a la Virgen de la Aurora, en la procesión que anualmente se celebra en la madrugada del día 8 de diciembre. A continuación transcribimos la referencia que hemos recogido en dicho pueblo, por distintos y autorizados conductos.
     Los ejecutantes salen de madrugada y recorren el pueblo hasta llegar a la ermita de la Madre de Dios, donde se celebra la misa, la cual se termina antes de salir el sol. Los hermanos sin hacer caso de la hora ni del tiempo, se levantan para asistir a la misa como prueba la siguiente copla:

Los Hermanos de la Bella Aurora
por calles y plazas
salen a reunir
No le temen ni al frio ni al agua
ni a la mala noche
ni a lo por venir.

     Siguiendo el testimonio de las referencias, antiguamente la parte musical se cantaba acompañada de violines, guitarras, bandurrias, campanitas o triángulos, y desde tiempo inmemorial viene ejecutándose con violines, flautas, clarinete, trombón, bajo de metal y campanitas.
     La transcripción está hecha como se ejecuta hoy en día, probando que sucesivos gustos han introducido modificaciones, viniendo a demostrar nuestra aseveración del cambio que sufren los testimonios populares al transcurrir el tiempo.
     La composición tiene diversas letras, pero nosotros copiamos la que generalmente se viene cantando desde antaño:

Es María mejor que la luna
y que las estrellas
y mejor que el Sol
y mejor que los ángeles todos
en una palabra,
la Madre de Dios.
Hermoso farol, hermoso farol.
Que tus luces iluminan el cielo
y bajan al suelo
a dar resplandor.
Un devoto para ir al Rosario
por una ventana
se quiso arrojar
y la Virgen María le dijo:
detente devoto
por la puerta sal.
Esto es de admirar, esto es de admirar
de la cama salen presurosos
y al Santo Rosario
se van a rezar.

     Esta misma canción se canta en los pueblos de Baena y Lucena (Córdoba). Por la referencia que tenemos en el primero de los citados pueblos se canta en forma parecida a la de Castro del Rio. Respecto a Lucena, el texto musical es parecido al de Castro del Rio, si bien hay que señalar la de voces a solo, tomando la forma de orfeón, lo que le da más interés.

29 marzo 2014

MAGISTER IGNOTUS DE CASTRO DEL RÍO



     Durante los años finales de la tercera década del siglo XX aparecen publicados en la prensa cordobesa, así como en otras publicaciones de carácter nacional, numerosos artículos relacionados con la educación y la pedagogía, firmados por un misterioso “Magister Ignostus” desde Castro del Río (Córdoba).
    Movidos por la curiosidad, dimos los pasos oportunos a fin de intentar desvelar la identidad de quién, tanto por su seudónimo como por la temática de sus trabajos, debía de tratarse de un vocacional y entusiasta profesional de la educación.
    Despejada la incógnita, pudimos comprobar que detrás del mismo se encontraba un joven maestro de escuela, de nacionalidad venezolana, llamado Rafael Olivares Figueroa (1893-1972).

    En el curso académico 1927/28 es destinado a Castro del Río para hacerse cargo de la cuarta escuela elemental de niños. Llegó desde el pueblo toledano de Corral de Almaguer, su primer destino desde que ganara las oposiciones en el año 1924. Permanece entre la nómina de maestros de Castro del Río hasta 1932, en que se traslada al municipio sevillano Fuentes de Andalucía.

Anuario 1932

    En 1934, por concurso oposición, accede a una plaza en la escuela graduada de niños aneja a la Escuela Normal de Maestros de Córdoba.
    Se trata de un verdadero apasionado de la pedagogía. Durante el tiempo que permaneció en Castro del Río, aparte de volcarse en cuerpo y alma en su misión educativa, y de prodigarse con la pluma, obtuvo algunos permisos y licencias que le permitieron ampliar su formación con cursos impartidos en la capital de España: escuela de Puericultura de Madrid (1929), curso de “Rítmica aplicada a la educación” (1929),  curso en la escuela de sordomudos (1930).
    En mayo de 1929, enmarcada dentro de los actos organizados por la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba con motivo de la Exposición Iberoamericana, por su origen y vasta formación, pronuncia una conferencia bajo el título de “La raza y la cultura precolombina”.
    Pronto se decanta por otros temas, la poesía, que ya venía cultivando desde joven, el estudio del folklore y el de las costumbres populares. Por esta época son innumerables los artículos y reportajes periodísticos publicados con la firma de Rafael N. Olivares.
     En 1933, en la colección Cuadernos de Cultura, publicó un opúsculo sobre la psicología infantil que tituló El estudio del niño y sus aplicaciones, dedicado al ilustre pedagogo Antonio Gil Muñiz.


    En 1934, fruto de sus constantes inquietudes, sale al mercado otro libro: “Poesía infantil recitable” M. Aguilar editor, Madrid, “antología dirigida a padres y maestros, y, en general, a los educadores que han de llevar estas poesías a los niños”. Comparte el mérito con el inspector de educación, escritor y crítico literario José Luis Sánchez Trincado. Una rigurosa selección de poesía “para que los niños la digan como si fuera suya” (Salvador Rueda, Manuel y Antonio Machado, Rubén Darío, Fernando Villalón, Miguel de Unamuno, Gabriela Mistral, Altolaguirre, Pedro Salinas, Federico García Lorca, Rafael Alberti…)
     Su amor por la poesía y la educación se funden nuevamente en otra de sus obras: “La invención poética en el niño”. Córdoba. Tipografía artística.1935. Un folleto de 24 páginas, en el que se recoge la comunicación leída en sesión ordinaria de la Real Academia de Córdoba, de la que llegó a ser miembro correspondiente. Juicio crítico acerca de la poetisa chilena de 9 años Alicia Venturino Lardé, con motivo de una visita que ésta hizo a Córdoba en compañía de sus padres.

    Este auténtico profesional de la enseñanza se prodigará como conferenciante por toda la geografía andaluza, como animador de la vida cultural de la capital cordobesa, como promotor y organizador de concursos provinciales de recitación poética infantil y desde las emisiones radiofónicas infantiles de la cadena E.A.J. 24. que dirigía personalmente.


     A finales de 1935, el joven poeta cordobés José María Alvariño publica su libro de poemas titulado “Canciones Morenas”, prologado por”el culto maestro y académico” R. Olivares Figueroa.
     En la primavera de 1936 un grupo de poetas y literatos cordobeses se aglutinan en torno a la revista literaria Ardor. Su nombre aparece entre los editores al lado de su compañero de la escuela Aneja de la Normal y amigo, Juan Bernier Luque. El grupo de Ardor se reunía para leer sus poemas en torno a una copa de vino y unos discos de música (iban a oírla a casa del profesor don Carlos López de Rozas y la gente le llamaba a aquello "la academia de la Gramola").
    El golpe de estado del 18 de julio de 1936 impide la continuidad del proyecto editorial y frustra las inquietudes del grupo poético. Ante los horrores, inestabilidad e incertidumbre que genera cualquier conflicto, nuestro protagonista optaría por regresar a su patria.

    En su país seguiría enseñando y cultivando la poesía: “Sueños de arena” (1937)  o “Teoría de la niebla” (1938), aunque hacía donde orientó su labor fue, mayormente, en la recopilación de cuentos, poemas, coplas, adivinanzas, bailes, diversiones y fiestas tradicionales de Venezuela, que divulgó a través de libros y revistas. Sus publicaciones son numerosas.


     Desde 1975, un liceo o instituto de la ciudad venezolana de Santa Teresa de Tuy  lleva el nombre de este poeta, folklorista y docente caraqueño, formado en España, y tan ligado durante una etapa de su vida al municipio de Castro del Río y a la provincia de Córdoba.
    De su producción periodística nos hemos sentido especialmente atraídos por un reportaje, que bajo el título de “Cortijos cordobeses”, apareció publicado por primera vez en la revista gráfica malagueña la Unión Ilustrada (1930), residiendo aún en la villa de Castro del Río, por lo que el cortijo donde se desarrolla la acción, bien pudiera tratarse de alguno de los numerosos que jalonaban su vasto y feraz termino municipal. Lleva acompañamiento fotográfico, que, aunque de escasa calidad, incluiremos por considerarlo valioso desde el punto de vista antropológico.

“Cortijos cordobeses”




LA HORA DEL GAZPACHO

-           ¡Alabado sea Dios!
-           Sea por siempre, responden en la lejanía.
     Pronto se nos acerca un gañan.
-            ¿Son ustedes los periodistas?
-           Justamente.
-           Voy a avisar al “aperaor”. Está en el “aforí”. Nada tarda.
     Dos minutos más tarde el aperador está con nosotros.
-         Pa servirles, señores.-Llegan a buena hora. ¿Quieren un poco de gazpacho?
     En efecto: agrupados en torno a una larga mesa, los gañanes consumen el que hay contenido en unas “macetillas” de tierra; otros aplacan su ardiente sed con agua fresca de los cántaros.




    El gazpacho, la comida típica de los cortijos, compuesta por ajo macerado, sal vinagre y un poco de aceite, nos trae a la memoria la sopa negra de Esparta, aunque su color sea blanco lechoso.
    Una vez servido el gazpacho, los cortijeros pican y proyectan sobre él sendos panes, en densa granizada; pero nadie está autorizado a comerlo antes de las palabras rituales: ¡Caigan sobre los calderos. . ! ¡caigan! que deben pronunciarse en voz recia.
    Las listas de los manjares de los cortijos es bien corta y nunca hay más de un plato por sesión. Al amanecer las migas o el tomate con sal y aceite; a media mañana el gazpacho; comerse la puchera de tocino y garbanzos por la tarde y al anochecer otro gazpacho. Recientemente se ha agregado a la relación un nuevo plato de patatas fritas, no sin sus pintorescas discusiones, juergas y otros excesos; la carne la ven “en vivo”, según la ingeniosa expresión de un estimado amigo.

PANZAS Y TEMPOREROS

    El “aperaor” es el jefe del cortijo. Siguen en importancia el “casero”, que asume las funciones de encargado de la cocina, el “guarda”, el “pastor”, el “porquero”, el “vaquero” o “pensaor”, el “sota” y el “yegüero”. Como ejercen cargos de plantilla se les denomina los “panzas”. Otros destinos hay que sólo se conceden por temporadas, como el “erero” o celador de los trabajos de era.
    El personal movible forma la “gañanía”, que oscila entre 25 o 100 hombres, según las necesidades,  y efectúa las tareas diarias del cortijo, con arreglo a las instrucciones del aperador.
    Se alistan por “viajadas” de 10, 15 o 20 días. Durante las faenas de la recolección ganan cuatro pesetas y aún más; pero en las estaciones restantes, el jornal desciende a su tercio. Con las lluvias, se detienen las operaciones agrícolas y es frecuente que sean despedidos hasta que el tiempo cambie.
    En la época de la recolección de la aceituna, los gañanes se trasladan a los caseríos, en donde suelen ser mejor remunerados.
    La ausencia accidental del aperador suele solemnizarse en el cortijo con alguna pintoresca comilona. Como existen enormes piaras de pollos, patos, pavos y otras aves, un par de estas son condenadas a pena capital y consumidas por la congregación con gran regocijo; se suspenden momentáneamente todas las labores y la gañanía se entrega a la holganza y a la diversión, no siendo extraño que sean sorprendidos en su actitud por el aperador o los mismos amos, que al fin concluyen por sumarse al movimiento general.



VIDAS HERÓICAS

   Bajo el cálido azote del sol andaluz o ya hundido en el barro de la “besana” durante el invierno, los gañanes ven deslizarse su monótona existencia con la serenidad del estoico.
   Desconocedores de las comodidades ciudadanas, no las envidian. Nutridos de aires puros y de luz, les basta un sobrio refrigerio para reponerse de la fatiga física. Defiéndeles, como una cúpula, el ancho sombrero de palmas, guarnecido de tela; sobre el torso acerado, la recia blusa amarillenta deja caer sus pliegues anchurosos.
   Como los monjes, se levantan aún muy antes del día para comenzar los trabajos. Resuenan en la noche el pisar de las bestias de tiro y el rechinar de los arados, mientras el resplandor de la “cangarria” proyecta sus haces espaciadas y la “canga” dibuja surcos sobre la tierra.
   Al sol poniente buscan la “zahúrda”, el común dormitorio alfombrado con la clásica “torna” o disputan el tibio establo a yeguas y bueyes.
   Como no hay ociosidad en ellos, suelen carecer de vicios; sus distracciones, mezcla de ingenuidad y rudeza, se reducen a algún sencillo juego de naipes o ejercicios de fuerza bruta; también leen el libro o periódico que cae en sus manos, pues no todos son analfabetos.

TRADICIONES PERDIDAS

   Hasta hace varios lustros, los cortijos eran depositarios de una suma de costumbres típicas que se han ido perdiendo poco a poco. Nada tan pintoresco y divertido como el folklore especial, monástico y silvestre, incongruente y jovial, que apenas si queda en el recuerdo.
   Se despertaban los gañanes al “echarles el cristo “, que no era sino un pregón litúrgico y estimulante.
   “Levantaos, feligreses y poned los huesos de punta”, o bien:

“Despertad y levantaos,
hermanos en el Señor
que la alondra mañanera
ha cantado en el terrón”.

   Prácticas piadosas  urgían de mística paz todas las acciones y trabajos; un refranero copiosísimo brindaba la fórmula requerida para cada situación particular; todo estaba acordado, resuelto, establecido, sin que restase margen al espontaneo pensamiento. Así la vida rodaba, invariable, como un tornillo sin fin.

EL GANADO



    El “aperaor” no bien nos ha informado de todas estas cosas que, por mi cuenta, ahora te digo, lector ansioso, nos ha hecho visitar, una por una, las diferentes partes de la casa: el “tinao”, o departamento de los bueyes, el “aforí”, donde se depositan los granos, la “pajareta” o dormitorio de zagales, el “ahijaero” de los cerdos, etc, etc. ; nos han mostrado las máquinas de labranza, las labores, en plena actividad, la llegada de las carretas, atestadas de rubias mieses, los rebaños de cabras y ovejas, los asnos entrando en la “yegüeriza”…
    La prosperidad del cortijo depende del ganado en primer lugar, nos dice señalando una gran piara de toros y becerros que llegan en el instante. El labrador que prescinde de este recurso, muy pronto viene a la ruina, ya que los animales, a más de su trabajo rinden el beneficio de sus crías, la leche y el queso, la lana, los huevos, etc, etc., según la especie y compensan la penuria de los malos años.


RECUERDOS DE BANDOLERISMO


   A la hora del cigarro nos ponemos a descansar bajo la sombra de una antigua casa cortijera. Uno de los presentes evoca el recuerdo de aquellos “generosos bandidos” que hicieron de la campiña y la sierra su campo de operaciones.
   Se habla de “Pacheco”, “El Jaco de Carteya”, “Pernales”, “El Vivillo”…
   En los cortijos se les amparaba y proveía de dinero y víveres, ya por simpatía, ya por miedo, dándose el caso de que se les ofreciera más de lo que pedían.
   Cuando “El Vivillo” llegó a “El Blanquillo”, el propietario, lejos de denunciarle, le llevó vino, jamón y otros comestibles. Le ofreció su cortijo como refugio; más al ofrecerle unos billetes “El Vivillo” se negó a aceptarlos diciendo que le bastaba con lo que ya había hecho por él, asegurándole que el robo y los incendios no devastarían sus posesiones.
   La conversación se anima y todos quieren relatar algún caso histórico; pero ya comienza a anochecer y nos dirigimos al coche que ha de llevarnos de nuevo a Córdoba.
    Pasados unos segundos, nos internamos por la asfaltada y moderna pista. Comienza a levantarse un grato airecillo. En el cielo, profundamente azul, acaban de cuajarse algunas estrellas…