Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

24 octubre 2013

GACHAS DE TODOS LOS SANTOS



     De un tiempo a esta parte se ha generalizado a lo largo y ancho del suelo patrio, una serie de “payás y tonterías” que no son propias de nuestra rica tradición cultural, y que irrumpen cada vez con más fuerza durante los días de la tradicional festividad  de Todos los Santos y de los Difuntos. 
     En los establecimientos educativos, por aquello del bilingüismo, se realiza un especial despliegue de medios humanos y materiales durante los días previos, que se traduce en carteles murales, infinidad de recortables de calabazas, brujas, asquerosos murciélagos, telas de araña y hasta un esqueleto del laboratorio de naturales, que me lo han plantado este año en el hall y al que no pierdo de vista en todo el santo día
     Ayer mismo intercambiaba impresiones al respecto con un campechano profesor de origen alpujarreño, enemigo acérrimo, como yo, de estos modismos.
     Salió a relucir la rica oferta gastronómica asociada a esta fiesta, especialmente en el apartado de dulces y postres, así como sus variantes en función de los terrenos.
     En los pueblecitos de la Alpujarra son las gachas dulces quienes ocupan el primer lugar, a las que se suman las primeras castañas y nueces de la temporada.
     En muchas poblaciones de las campiñas de Jaén y Córdoba las gachas dulces se siguen preparando coincidiendo con esos días de recuerdo para con los ausentes. Quiero recordar con especial regocijo aquellos días en los que una gran mujer, ya desaparecida, con la que compartía techo en la calle Pósito de Castro del Río, se afanaba desde primera hora de la mañana en la elaboración de tan rico manjar.


      Igualmente nostálgicos e ilusionantes mis recuerdos sobre aquellos solidarios intercambios vecinales de platos y raciones con los que podías llegar a alcanzar un gran pegote, si no eras capaz de racionalizar el uso de la cuchara.
     Desde que dejé de residir en esa villa, allá por el año 1997, no he vuelto a tener en la boca esa masa tan dulce con sabor a matalahúva y canela, que un servidor prefería sola con tostones, con muchos, muchos tostones. Las demás adiciones, como pudieran ser nueces o almendras, las apartaba para que después las lamieran los gatos.
     Hace un par de años miré en internet la receta, compré los ingredientes y me embarqué en su elaboración, con un impresentable mazacote como resultado. Ni para los gatos.
     Rastreando entre diferentes fuentes en busca del arraigo de tal postre en la provincia de Córdoba, nos hemos topado con una narración de corte costumbrista firmada por el historiador y periodista Alfredo Cazabán Laguna, un ubetense asiduo colaborador de la prensa periódica cordobesa durante las primeras décadas del siglo XX. Su título “La noche de ánimas”, que muy posiblemente esté incluido en alguna de sus muchas publicaciones impresas. 



    Las gachas y su tradicional proceso de elaboración son su eje central y auténticas protagonistas de la narración. Aunque la acción transcurre en un cortijo de su pueblo natal, Úbeda, su contexto encaja perfectamente con la etnografía y geografía cultural de olivar de secano, a la que pertenecen esas otras dos poblaciones vecinas objeto de este espacio. Su vocabulario, en el que abunda el diminutivo “ico-a”, el “pa”, el “ao” en vez de “ado”en las terminaciones del participio, o palabras como poyo o poyete, tan usuales entre los porcuneros, denota a las claras el origen jiennense de su autor.
     Sirva pues como recordatorio a las nuevas generaciones de hallowines y a la vez para recuperar vocabulario en desuso.

LA NOCHE DE LAS ÁNIMAS

    Había llovido mucho por la tarde y se había retirado el agua con el aire cierzo. Cuando se abría y cerraba la puerta de la casa entraba un frío que helaba las espaldas de aquellas buenas gentes, sentadas en forma de semicírculo, alrededor del fuego de la lumbre. En el poyo, donde tenían los muleros las cabeceras, fregoteaban las mujeres los lebrillos y las cazuelas; y los hombres arrimados a los pies de las llamas secaban el barro de los barbechos que cubría, casi del todo, los peales y las albarcas.
     Recosía el aperador con tomiza y aguja de almaraz, un cabezón que se había roto y el chota del manigero, iba y venía, descalzo a la cuadra, porque había puesto a secar sus calcetas de trabilla. Oscilaba la luz del candil de hierro colado de la chimenea, del gancho de palo, y su luz reverberaba en los cazos y peroles de cobre, que estaban en la pared de la cocina.
    Y dijo un mulero, oye María allá a un quesiqués:

Un galán enamorao
muy amigo de mujeres;
siempre está el probe mojao
y arrimao a las paredes.

     Pos.. el estropajo, dijo otro  mulero.
     Oye María, ¿a que no aciertas éste?  Un viejecico sentao en la sillica chupando la tripica…
     Dejadme de chascarrillos que no estoy pa bromas, que estoy haciendo las gachas pa cenar y pa que me dejéis solica con mi pena.
     Y María que era blanca como la nieve, y rubia como el maíz, bajó los ojos, miro a la sartén, y en las ascuas de la lumbre chirriaron, al caer de sus ojos, dos lágrimas.



     Salía de la sartén una columna de humo, de un humo con tufo que hacía toser porque daba en el gallillo. Apagó el humo de pronto la caída de un ciento de cuscurrones de pan bazo que empezaron a freírse; y al freírse, morenos como eran, se pusieron primero rubios, y luego amarillos, y luego dorados, y luego como la canela, y luego del color del hábito del Carmen, porque ya estaban fritos. Se remangó María el refajo, se puso en cuclillas, cogió con la mano derecha el cucharón de hierro, empezó a dejar caer, con la otra, puñados de harina, y meneando siempre a un lado para que no se cortara la mezcla, y soplando a menudo la lumbre, con los ojos entornados y doblando la cabeza fue haciendo aquellas gachas sustanciosas sobre las que, luego que estuvieron frías, cayó un jarro de miel de caldera, espesa, transparente, limpia como chorros de cristal que aun no se ha endurecido.
     Tan buenas estaban las gachas como los cuscurrones, cuando después de hacer María la cruz en la sartén, se hundieron en ellas las cucharas de boje que llevaban a la boca de aquella gente el clásico manjar de aquel día señalado.
     ¿No comes María?
     No tengo gana. Voy a asar las castañas pa que me dejéis presto.
   Poco después estallaban sobre las ascuas los vestidos barnizados en que se envolvían las castañas, impregnando la atmósfera del característico olor de la cáscara quemada y del perfume caliente de la carne de sus blancos senos.
     Roncaban los muleros tendidos en los poyos de la cocina. Se oía el patear de las caballerías en la cuadra. En el cuarto estaba Antonio el aperador echado sobre la cama. María de rodillas rezaba a la Virgen de Guadalupe, pintada en una estampa de papel.


    Por los lejanos montecillos, cuajados de olivares vino, como una ráfaga de viento, el triste doblar de las campañas de la torre de San Salvador.
    Se levantaron a la par Antonio y María.
     ¡Qué frió y solico estará mi nene en el Campo Santo! – dijo ella.
   Y se abrazaron llorando.
   Y en aquel instante, entró el chota del manijero  en el cuarto a sacar un costal de pan.
    Al otro día, contó en el hato el chota del manijero, que la noche de los Santos, después de cenar, a Antonio y María se les habían “corrido las gachas”.


    Asociado a tan rico postre existió la tradición de que con las sobrantes, ya endurecidas, se tapaban las cerraduras. Se decía que para que los muertos no pudieran meter la llave y llevarse a las niñas hermosas. Con el tiempo degeneraría en un entretenimiento golfo:

    “Algunos mozos de buen humor embromaban a sus amigos y conocidos tapándoles, con gachas, la cerradura de la puerta de sus casas a las altas horas de la noche y eran dignas de verse las escenas que se desarrollaban al volver muchas familias a sus hogares y no poder penetrar en ellos como consecuencia de la gracia mohosa de cualquier mal intencionado”.

      De un artículo de Ricardo de Montis (Recuerdos de otros días: los Santos y los Difuntos) publicado en el diario de Córdoba en el año 1924.
     Aquella costumbre, por el abuso, debió de de ser atajada de raíz por la vía gubernativa algunos años atrás:

Ya en el día de los Santos
no se asan las castañas
ni se cuecen tampoco
muchas ollas de batatas
ni se tapan las cerraduras
de las novias con las gachas.

(El Aviso de Puente Genil 1931)



   A la golfería halowinera actual les ha dado por el huevo. Hace ya algunos años, con nocturnidad y alevosía, arrojaron como media docena de ellos sobre las ventanas de mi domicilio que dan a la calle, cuando me encontraba plácidamente en el sofá viendo una película. A pesar de su cobarde huida precipitada y de que iban disfrazados y encapuchados, pude reconocer, por los andares, a uno de esos preadolescentes con los que convivo a diario. Sometido a un perspicaz interrogatorio durante el recreo, cantó la gallina, reconociéndose autor de los hechos imputados. Me atribuí prerrogativas de juez y consensuamos un castigo sin necesidad de elevar el asunto a instancias superiores.  Le coloqué, con su asentimiento, el remoquete de “huevero halowinero” que portó con orgullo hasta hace poco, cuando tras graduarse en sus estudios nos despedimos con un abrazo.

22 octubre 2013

LA SUERTE DE DON TANCREDO



    Tancredo López fue un valenciano, novillero fracasado, albañil parado y desesperado, que a principios del siglo XX se hizo célebre con la “suerte del pedestal” o “suerte de don Tancredo”, que consistía en esperar al toro, a pie firme sobre una plataforma de madera, embadurnado de blanco. El secreto de su correcta ejecución se hallaba en la quietud, en la absoluta inmovilidad, para que el toro creyéndole marmóreo no le embistiera. Se presentaba ante los públicos como “hipnotizador de toros” y “rey del valor”. 
     Se dice que cobraba mil pesetas por función. Su suerte le cambió cuando “Capita”, un torito negro, corto de cuerna, pero muy bien armado, de la ganadería de Don Anastasio Martín, le infirió una cornada grave en la parte alta posterior del muslo derecho, ingresando en manos de cuatro monosabios en la enfermería de la plaza (13 de junio de 1901).
     Tras aquella aparatosa cogida el Ministro de Gobernación prohibió el espectáculo y tuvieron que pasar algunos años para que dicha suerte volviera a ser autorizada en nuestro país.
     En agosto de 1903 el gremio de dependientes de comercio de la capital de España, solicitó permiso  al Gobernador Civil para que en su tradicional función benéfica se le permitiera trabajar a Don Tancredo, alegando que de no ser así se moriría de hambre. Hasta le dieron la vuelta a la famosa coplilla:

Don Tancredo. Don Tancredo
don Tancredo es un barbían,
pero se muere de hambre 
si no se sube al pedestal.


     Llegaría  hasta presentar recurso contencioso administrativo contra aquella orden que le impedía seguir ejerciendo su nueva profesión. Poco a poco se fue apagando su fama hasta morir olvidado de todos en un hospital de Valencia en 1923.

      La población cordobesa de Castro del Río también tuvo su particular "Don Tancredo" al que la suerte en la vida le fue algo esquiva. Su nombre, Francisco Bravo Expósito, alias “Sultán”, que ejerció como enterrador de la villa hasta casi el final de sus días.
     Su debut fue durante un ciclo de mojigangas celebrado en la plaza de armas del castillo habilitada al efecto durante el verano del año 1903, justo en el momento en que la polémica a nivel nacional sobre la prohibición que recaía sobre el verdadero Don Tancredo estaba en su pleno apogeo:

   “Quinto de la tarde, negro, añojo y embistiendo regular. Este es el de muerte, y al que se le hace la suerte de Don Tancredo. Francisco Bravo “El Enterrador”, encalado de pies a cabeza, pasea la plaza hasta llegar a la presidencia. Lleva un morrión que parece la mitra de un Obispo. Una vez colocado el pedestal, se parapeta en lo alto. La mayor parte de los espectadores entonan aquello de:

                       Don Tancredo, Don Tancredo
                       en su vida tuvo miedo,  
                       Don Tancredo es un barbian,
                       hay que ver a Don Tancredo
                       subido en su pedestal.

    Y estando en el concierto filarmónico, asoma el gachó de los pitones. Lo indica, se va hacia él, lo husma, y al olerle los perfumados pies, ¡zas!...un trompazo al cajón, y el Bravo de Don Tancredo cae sobre la testa del novillo. Cordobés hace un quite soberbio, y el enterrador parecía un copo de nieve que lo arrastra el huracán hacia el burladero. Pero no por eso dejo de llevarse la mitra que se le había caído, y muchas palmas bien prodigadas a su valor suicida”.

     (Extraído de una crónica taurina remitida al diario El Defensor de Córdoba por el ínclito corresponsal en la plaza José María Jiménez Carrillo, a quien le seguimos debiendo una entrada personalizada por todo cuanto nos ha trasmitido).


     El apellido Expósito ya delata el origen humilde de nuestro nuevo protagonista. En aquellos albores del siglo XX el oficio de sepulturero no creemos fuera demasiado querido ni que estuviera suficientemente bien pagado, de manera que Francisco, de economía, debía de hallarse cercano a los llamados pobres de solemnidad, cuya particular situación mejoraba ocasionalmente cuando fallecía algún vecino. De ahí, quizá, que se prestara a participar en aquella charlotada para obtener unas pesetillas complementarias para gastarlas en la Feria Real.
     Sobre el osado Francisco Bravo, que había venido al mundo en 1876, conocemos que en 1909 fue detenido por la Guardia Civil del puesto de Castro del Río por cuestionar con un convecino, con el resultado de heridas en la cabeza para ambos contendientes.
     En 1912 es nuevamente detenido por hallarse reclamado por el Juzgado de Castro del Río. En 1914 es trasladado desde las Higuerillas de Castro del Río hasta la cárcel de Córdoba.
    Todo indica que pasó un par de años en prisión por un presunto delito de falsificación.
    Cuando su causa fue finalmente llevada a la Audiencia Provincial (octubre de 1915) el fiscal retiró la acusación y se estimó conveniente su sobreseimiento.
     No conocemos los pormenores de esa presunta falsificación de la que se le acusaba. No nos lo imaginamos implicado en una emisión de billetes falsos. Se hallaba bastante generalizado por estos años el abuso o pillería relacionado con la venta de participaciones fraudulentas de lotería o de rifas. Sea como fuere, lo cierto es que tuvo que pagar con la cárcel por un delito que no llegó a demostrarse que cometiera.
    Como comprobaran un historial delictivo que no llega a la exagerada aseveración de “sujeto de pésimos antecedentes”, que se le aplicará con el tiempo.


     Las siguientes noticias sobre Francisco se corresponden ya con las postrimerías del año 1937, cuando tiene que verse nuevamente en el trance de personarse ante un Tribunal, en esta ocasión ante el Consejo de Guerra Permanente de la Provincia de Córdoba, en la causa instruida contra él por el delito de “auxilio a la rebelión y asesinato”.
     Debió de encontrarse entre aquel pequeño sector de la población de Castro del Río, que cuando se inicia aquel éxodo masivo por la carretera de Bujalance al caer el pueblo en manos del ejército rebelde (24 de septiembre de 1936), optara por permanecer. Por su edad y quizá por no haber participado directamente en actividad política o sindical creyó salvaguardada su integridad física (no consta en su expediente filiación alguna). Craso error, pues al poco era detenido y trasladado a la prisión habilitada en el Alcázar Viejo de Córdoba.
     El asesinato que se le imputaba era el perpetrado contra el labrador y ex diputado agrario antimarxista Don Antonio Navajas Moreno, quien fuera presidente de la Federación Provincial de Labradores de Córdoba y dirigente de  la Asociación Nacional de Olivareros, conocido popularmente en su pueblo natal como “Barbitas de Alambre”.


(La fotografía pertenece a la Asamblea de la Asociación Nacional de Olivareros celebrada en Córdoba en el mes de julio de 1933. El de mayor estatura que aparece a la derecha es Navajas Moreno. A su lado el agrarista de Bujalance, Antonio Zurita Vera. Ambos, figuras de peso en el seno de la patronal agrícola cordobesa desde aquellos convulsos años del Trienio Bolchevique).

    Don Antonio Navajas, tres de sus hijos varones (Augusto, Mateo y José) y  un hijo político, se hallaban entre quienes desde el día 19 de julio de 1936 se encerraron en el Cuartel de la Guardia Civil de Castro del Río resistiendo el asedio a que fueron sometidos por parte de las milicias locales. A las 14 horas del día del 23 se desarrolló un oscuro episodio, entre la rendición y la huida premeditada, que terminaría costándole la vida a Don Antonio y al  menor de sus hijos, José que tenía apenas 16 años. Sus hermanos Augusto y Mateo lograron huir entre la confusión.
     A raíz de la posterior muerte de Augusto, enrolado en las filas del ejército nacionalista como escolta del coronel Sáenz de Buruaga, trasciende un telegrama remitido por los hermanos Augusto y Mateo Navajas Rodríguez-Carretero a su hermano Antonio desde Montilla, inmediatamente después de aquellos luctuosos sucesos:

     “Salvados milagrosamente, llegamos aquí esta mañana con algunos guardias civiles, papá asesinado plaza pública por las turbas criminales anteayer, hay que vengar su muerte. Mateo herido leve. ¡Arriba España! – Augusto y Mateo”.

     El destinatario del telegrama era Antonio Navajas Rodríguez-Carretero, teniente de la Guardia de Asalto, que el 18 de julio de 1936 se encontraba en el Gobierno Civil de Córdoba,  a las órdenes del capitán Tarazona. Ambos se posicionaron en favor de la defensa de la legalidad republicana. Terminada la toma fue detenido y encarcelado junto a su jefe. La trágica historia de su familia le permitiría salvar la vida.
     Hasta ahora nuestras noticias sobre la muerte de Don Antonio coincidían con lo reflejado en el telegrama. En los días inmediatos a aquellos hechos la prensa cordobesa publicó una corta reseña en la que se nos da otra versión diferente:

     “Noticias llegadas de Castro del Río indican que ha sido asesinado en este pueblo don Antonio Navajas Moreno. Parece que al atravesar unas huertas para refugiarse en sitio donde no fuera alcanzado por los criminales, alguien le vio y cometió la villanía de delatarle. Los perseguidores le hicieron una descarga causándole la muerte”.


     Nuestra sorpresa ha sido mayúscula al toparnos con otra tercera versión aportada por alguien que asistió al Consejo de Guerra celebrado en la plaza de Córdoba el día 17 de diciembre de 1937, en el que se vio y falló la causa instruida contra Francisco Bravo Exposito:

    “Determinadas circunstancias nos han permitido ahora conocer algunos detalles de la trágica muerte del señor Navajas.
    Este fue llevado a las tapias del cementerio y allí sus asesinos lo agredieron asestándole varios hachazos.
    Todos los asesinatos eran presenciados por el sepulturero, llamado Francisco, que sin duda alguna, sentía en ello especial delectación.
    Don Antonio Navajas no quedó muerto y al darse cuenta de la presencia de Francisco le gritó: ¡Francisco auxíliame!
    Pero el criminal sepulturero en vez de auxiliarle se acercó a él provisto de un hacha y le descargó el golpe que acabó con la vida del herido.
    Este monstruo marxista ha sido detenido y sin duda alguna no pasara mucho tiempo sin que la Justicia le exijan estricta cuenta de su conducta”.

     Da la impresión como si aquellas palabras recogidas en el telegrama de Augusto (hay que vengar la muerte de papá) hubieran sido satisfechas.
     El 12 de marzo de 1938, en un patíbulo instalado al efecto en el patio de la cárcel, Francisco Bravo Expósito, el osado e intrépido "Don Tancredo de Castro del Río", era ejecutado a garrote vil por el famoso verdugo de la Audiencia de Sevilla, Cándido Cartón.
     Resulta extraño que en aquellas circunstancias pudieran encontrarse testigos para inculparle. Las pruebas contra él no creemos que fueran más allá de las denuncias forzadas de terceras personas, bien por miedo o por las típicas rencillas personales, o incluso, que salieran de la propia autoinculpación del reo tras ser sometido a torturas. Conjeturas todas difíciles de desentrañar ni tan siquiera con el expediente de la causa 192/37 en la mano, que debe de conservarse entre los entre los fondos del Archivo Militar del Tribunal Territorial 2º de Sevilla.



    Sus restos mortales fueron a parar a la fosa común del Cementerio de la Salud de Córdoba. Su nombre aparece hoy inscrito sobre paredes de mármol en el monumento que con el nombre de “Los muros de la memoria” se inauguró en marzo de 2011.

19 octubre 2013

LA SUERTE DE ELIZONDO



     No se trata de una suerte taurina ni del arte del rejoneo, como pudiera parecer a simple vista y oido. Nos serviremos de este llamativo encabezamiento para adentrarnos en la biografía de un joven anarquista aragonés, poco conocido, llamado Joaquín Elizondo, que encontró el final de sus días en la campiña de Córdoba. Pereció ahogado arrastrado por las bravas aguas del río Guadajoz en el mes de enero de 1915.
     Nacido en Zaragoza en torno al año 1891. A temprana edad se quedó sin padres lo que le empujó a buscarse la vida por sus propios medios casi desde que era un niño. Encauzó su vida hacía una existencia bohemia e itinerante.
     Las primeras noticias que disponemos sobre él son del año 1907, en que se hallaba alojado en la cárcel de Estella (Navarra). Muy probablemente, por estas fechas, no se habría iniciado aún en ideal alguno y esa corta estancia en presidio obedeciera a pequeños hurtos a los que se viera avocado para poder subsistir (1).

      Parece ser que estuvo seducido en un principio por el ideario político del socialismo. El el nº 144- Epoca 4ª de Tierra y Libertad (1913) recoge un artículo remitido por Galo Díez desde Vitoria, en el que se refiere a él en los siguientes términos:

     “Hará cosa de cuatro semanas se descolgó en ésta un charlatán, un vividor, una especie de judío errante, uno de esos que mas comen del pico que del producto de su trabajo (según me han informado de otros puntos), llamado Joaquín Elizondo, diciendo que había discutido con el camarada Anselmo Lorenzo.
      Sus correligionarios, los adormideras, al ver que maneja tan bien el pico, aprovecharon la ocasión para organizar una conferencia pública sobre el tema “Anarquismo y Socialismo”, con la intención de poner en ridículo el ideal ácrata, hacernos tragar todos los insultos que le vengan en gana soltar y a la vez destaparnos, ya que si decíamos algo la policía se daría cuenta de quienes componíamos el grupo ácrata en Vitoria” (2).


    Al año siguiente ya aparece vinculado al movimiento obrero anarquista. En marzo de 1914 participa en un mitin societario en la Casa del Pueblo de Alicante organizado por la sociedad de fábricas y almacenes “La Defensa”. Durante el acto, presidido por Manuel Esquembre, hicieron uso de la palabra los ciudadanos Botella, Gomis, Esquerdo y “el joven anarquista zaragozano Joaquín Elizondo” (3).

     A renglón seguido dirige sus pasos hacia la región andaluza donde sus conferencias y mítines tendrán gran acogida en los medios libertarios, que por aquella fecha intensificaban sus campañas de propaganda con José Sánchez Rosa al frente.
     Jose Sanroma, un ecijano compañero de Sánchez Rosa y su hija Paca en sus giras por la provincia de Córdoba y Sevilla, testigo presencial de las peroraciones de Elizondo durante una conferencia impartida en la Casa del Pueblo de Ecija (mayo de 1914), nos ha transmitido una lisonjera semblanza de Joaquín Elizondo:

¿Quién es Joaquín Elizondo?

      “El que hoy ocupa mi atención, y al que le dedico estas mal hilvanadas líneas, es un imberbe, casi un niño, pues apenas cuenta veintitrés años. A pesar de que su capacidad mental se levanta gigantesca ante los hombres de mayor edad, debido a esto y reconociéndose a sí mismo, la casualidad lo ha lanzado a servir de algo más útil que para lo que la mayoría de las juventudes se emplean hoy.
     Joaquín Elizondo es en apariencia sumamente modestísimo a la vez que de simpática figura. Nacido en la heroica Zaragoza, desde muy pequeño perdió a quienes le dieron el ser, siendo esta quizá la fatalidad que le indujera a su vida bohemia.
     Su corazón falto de los cariños paternales se sintió empujado a buscar el espiritual alimento en el bullir de la multitudes, que ávidas de doctrinas redentoras, quedan poco menos que extasiados ante el joven Mesías, que les fascina con su elocuente, sincera y vibrante oración.
     Elizondo, a pesar de su excesiva juventud, durante su peroración no se exalta en ningún momento, se declara abiertamente anarquista, pero en unos términos tan puramente filosóficos, que sus palabras no envuelven más que amor universal. Con clarísimo castellano, admirable oración y gallarda postura, consigue que el auditorio fije su atención en él durante dos y tres horas, cosa muy difícil hasta para los oradores de gran talla. Envuelve su elocuencia con palabras tan sinceras, y de doctrina tan fraternal y humanitaria, que sus argumentos son plenamente convincentes.
     Hace apología de todos los grandes hombres, aunque hallan militado en distinto campo, admira a Pi y Margall, Costa, Benot, Zorrilla, Esquerdo y otros muchos entre los republicanos, a Carlos Marx, August Bebel, Bakunin, Kropotkin y todo aquel que con sus actos haya sido ejemplo de sus ideas. Ataca con dureza a los obreros que llamándose anarquistas siembran la discordia entre sus compañeros. Aconseja al mismo tiempo que el proletariado está obligado como medio a ayudar a los partidos puramente demócratas, pero nunca admitirlo como fin. Sus viajes por Francia, Italia y Suiza le han demostrado que cuando el estado es más democrático es mayor la cultura del obrero y su libertad, sin negar por eso que no exista la tiranía propia de todo Gobierno” (4).


     El resto de su vida lo pasaría en la campiña de Córdoba donde sus propagandas tendrían una excelente acogida. Colaboró con los núcleos sindicalistas de la comarcal de Castro del Río a la hora de reafirmar y extender su ideario por aquellas poblaciones en las que por la competencia no había arraigado el anarcosindicalismo.


     Un ejemplo claro, lo encontramos en la controversia mantenida con Eloy Vaquero en su pueblo natal. El republicano lerrouxista cordobés en su libro “Del Drama de Andalucía” se ocupa de aquel respetuoso cruce de pareceres sostenido con Elizondo en el Centro Obrero Radical de Montalbán:


“Otra vez me encontré en M. con Elizondo, un joven que parecía proceder de lejanas tierras, haber leído muchas cosas y pertenecer al tipo de los anarquistas místicos.
      El y uno que le acompañaba, y el Presidente del Centro Radical y yo, sostuvimos en público una controversia.
      Mi contradictor, que se expresaba con facundia brillante y apasionada, se elevó a lucubraciones sutiles sobre materia religiosa, y sobre el amor libre y otras bellezas de la sociedad futura. Nada de soluciones concretas y actuales.
     Yo tenía una argumentación especial para casos análogos.
……

      Declaré que aceptaba todas y cada una de las hermosas síntesis del Ideal Supremo por mi recordadas, y también la esbozada por Elizondo; porque cualquiera de ellas era inmensamente superior en verdad y en bondad, a las formulas del régimen social presente.
      Añadí que tampoco desconocía ni repudiaba la aspiración sindicalista de apoderarse de los instrumentos de la producción y organizar ésta sobre las bases de los sindicatos; que así mismo tenía informados a mis amigos acerca de la táctica sindicalista, de acción directa por la huelga, el boicot, el label, el sabotaje; que encontraba excusables las más suaves de esas armas, y, en ocasiones, hasta la más violenta.
……

     Elizondo y yo quedamos amigos francos y leales. Y experimenté un sincero pesar, cuando no mucho tiempo después de aquella polémica respetuosa, me dieron la terrible noticia de que huyendo de Espejo por temor a las persecuciones de las autoridades, había perecido ahogado al pasar el Bajosillo” (5).

      Juan Díaz del Moral, también testigo directo de aquellos movimientos sociales, le reserva un hueco en su Historia de las agitaciones campesinas andaluzas:

     “Sin que nadie le llamara ni supiera exactamente su nombre y su procedencia, a principios de 1914 se presentó en la comarca sindicalista el joven Elizondo, de palabra fogosa y elocuente, que por su actuación y su trágico fin dejo perdurables recuerdos entre los trabajadores. En los ocho o diez meses que permaneció por aquí pronunció infinidad de discursos y sostuvo duelos oratorios no sólo en los pueblos profesos en el sindicalismo, sino en los que empezaban a iniciarse en él, como Montalbán. Su osadía verbal en los mítines corría pareja con su miedo a la Guardia Civil. Huyendo a todo correr de una persecución que no tenía más realidad que la que le prestaba su fantasía, se ahogó al atravesar el Guadajoz a principios de 1915” (6).

El  Guadajoz a su paso por Castro del Río (Fot. Castella)
     El 1º de Junio participó en un mitin pro-presos organizado por el CIO-SOV de Castro del Río. Una vez finalizaron en el uso de la palabra los oradores locales Ildefonso Bello, Juan Lucena Villatoro, Pedro Algaba, Antonio Pérez Rosa, Rafael Peña (Espejo) y el maestro del centro obrero Salvador Cordón Avellán, Elizondo desplegó sus dotes de oratoria en un maratoniano discurso que duró algo más de dos horas (7).
    Terminado aquel acto marchó en compañía de Rafael Peña con dirección a la vecina villa de Espejo en la que permanece mientras se obtiene el permiso de la autoridad para dar otra conferencia.
    A los pocos días desaparece y no se vuelven a tener noticias suyas hasta el 20 de febrero de 1915, en que un vecino de la aldea de Santa Cruz, llamado Antonio Ventura, al pasar de mañana por el sitio denominado la Vega de las Arcas, vio el cuerpo de un hombre sujeto a un taraje en la margen izquierda del rio Guadajoz. Inmediatamente puso el hallazgo en conocimiento del comandante de puesto más cercano de la capital cordobesa, a cuyo término pertenecía el lugar en el que se halló el cadáver. Se personó el juzgado en el lugar de los hechos, donde efectivamente vieron a un hombre ahogado que vestía blusa clara a listas ceñida, camisa de franela, también listada, chaleco, pantalón, faja y botas negras. Según el estado de descomposición del cuerpo debía de llevar en el agua aproximadamente un mes.
   Identificado, resultó ser el joven de 22 años Joaquín Elizondo, conocido en la comarca por sus propagandas de ideas avanzadas. La crónica refiere una última conferencia pronunciada en Espejo el día 18 de febrero.
    Sus restos mortales, por mandamiento del juez, fueron trasladados al Cementerio de la Salud de la capital cordobesa (8). 
     La fosa común del cementerio acogería los restos del joven Elizondo, que durante el tiempo que estuvo en la comarca sindicalista había adoptado la indumentaria propia del jornalero. Como creo que se conservan los libros de registro del Cementerio, esperaremos a ver si nos surge la oportunidad de comprobar su inscripción y así completar sus apellidos y certificar su naturaleza. Tal cometido queda abierto a cualquier voluntario que se preste a la colaboración.

    Recientemente se ha publicado en un "BOJA Full"  (9) la creación de la Dirección General de Des-Memoria Libertaria de la Comarcal Cordobesa de la CNT.    
    Provisionalmente el mantenedor de este espacio se ha hecho cargo de tal responsabilidad, de momento, sin partida alguna con cargo a los presupuestos generales de la comunidad autónoma. Pretendemos acumular méritos, con vistas a que, para cuando mejore la situación económica, podamos tener acceso a uno de esos puestos de libre designación que nos liberen de la actual tiranía laboral a la que nos hallamos sometidos algunos trabajadores del sector público. De manera que, a partir de ahora, de una manera regular, se irán publicando entradas con la etiqueta de “Biografías Obreras” y “Castro Libertario”. Queremos extender nuestras investigaciones a poblaciones de la comarca que tuvieron un peso significativo en el obrerismo de signo anti político: Bujalance, Espejo, Fernán Núñez, Montemayor, Baena, etc,  e incluso, a algunas de la vecina provincia de Jaén como Lopera, que durante el Trienio Bolchevique se movió en su órbita organizativa, Torreperogil, Peal de Becerro, Ubeda o Torredelcampo.
     En preparación aproximaciones biográficas a las destacadas personalidades de José Dios Criado “El Decano” y Antonio Elías Herencia “Parraguilla”.

NOTAS

(1)   El Eco de Navarra (2 de mayo de 1907).
(2)   Tierra y Libertad. Epoca 4ª – nº 144 (15 de enero de 1913).
(3)   La Unión Democrática: órgano oficial del Partido Republicano Progresista de la provincia de Alicante (31 de marzo de 1914).
(4)   El País (27 de mayo de 1914).

(5)   Eloy Vaquero / Del Drama de Andalucía: Recuerdos de luchas rurales  y ciudadanas. Colección Díaz del Moral. Córdoba 1987. Apéndice biográfico y notas de Juan Ortiz Villaba.
(6)   Juan Diaz del Moral / Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Alianza Editorial 1984.
(7)   Tierra y Libertad Epoca 4ª (mitin celebrado en Castro del rio en enero de 1915).
(8)   Diario de Córdoba (26 de febrero de 1915).
(9)   Boletín Comarcal de las sociedades e individualidades adscritas o cercanas a la Regional Andaluza de la Confederación Nacional del Trabajo (pedidos a http://decastroero.blogspot.com.es )


18 octubre 2013

TOROS EN MOTRIL: LA PLAZA NUEVA (1914-1916)




    Estas fotografías, según unos fascículos publicados recientemente por el Museo Municipal de Historia de Motril, se corresponden con una plaza de madera instalada en el año 1907 en un denominado “Corralón de Castro”.
   Nos hemos sumergido en diferentes hemerotecas en busca de festejos taurinos que pudieran haberse celebrado durante aquel año al objeto de poder certificar dicha fecha que desconocemos si es real o estimada, con un resultado totalmente infructuoso.
    Por la indumentaria de los espectadores y los tipos de la segunda de ellas, en que se pueden apreciar detalles de la actuación en Motril del célebre Don Tancredo o de cualquier émulo de de los muchos que le salieron, si parece corresponderse con los inicios del siglo XX.  Con respecto a la primera no lo vemos tan claro. Pudiera tratarse de un ciclo festivo de mojigangas o festejos menores que no llegan a trascender a las páginas de la prensa periódica.

    Será para la Feria de Octubre (antigua Feria de Ganados) del año 1914 cuando volvamos a tener constancia documental de la celebración de festejos taurinos en Motril.

    Dos novilladas fueron incluidas en el Programa Oficial de Festejos (días 16 y 18)  para los prometedores novilleros granadinos Antonio Samos “Moni”, Manuel Moreno “Lagartijillo IV” y Antonio Zúñiga “Espartero”, con sus correspondientes cuadrillas.

    El primer festejo fue mediocre y marcado por unos incidentes previos ocurridos en una de las puertas de la plaza. El jefe de los municipales, Juan Pérez Jiménez Cazorla,  y el Teniente de Alcalde, D. Francisco Jiménez Cuevas, que eran parientes, discutieron y llegaron a las manos, siendo agredido el primero, que automáticamente presento la dimisión del cargo. No se cerraron las diferencias.  A  la noche volvieron a encontrarse degenerando nuevamente en riña, efectuándose un disparo de arma de fuego que hirió en la pierna a la segunda autoridad municipal.
    Del segundo festejo no disponemos de crónica, sólo que tuvo que soportar la competencia del mitin organizado a la misma hora por la naciente agrupación socialista “La Democracia Social” en la Rambla de Capuchinos. Sobre un escenario acondicionado al efecto dirigió la palabra a los motrileños que se congregaron (más de 5.000 según El Defensor de Granada) el padre del socialismo español, el carismático y admirado Pablo Iglesias, venido ex profeso hasta Motril para participar en este acto.


     Esta fotografía, que hemos localizado en todocolección (plaza de toros primitiva de Motril), creemos que debe de corresponderse con el modesto coso en que se desarrollaron aquellas novilladas. Se trata de una edificación mixta de madera y obra, y por las características de los edificios que se ven al fondo, pudiera tratarse del Barranco de las Monjas, el mismo emplazamiento elegido para la construcción de la plaza de toros permanente inaugurada dos años después.
     Las novilladas de feria despiertan la afición taurina entre un selecto y cerrado grupo de motrileños. A principios de 1915 se constituye una tertulia cofrade de taurómacos, denominada “Las Animas”, integrada por 25 miembros y hermanada con otra de similares características existente en la ciudad de Granada que tenia por nombre “La Oración de la tarde”. Los motrileños brindaron hospitalidad a los granadinos en más de una ocasión, mediante la organización de encerronas de becerras rematadas con suculentos almuerzos a la orilla del mar. Entre los invitados a participar en las mismas encontramos a matadores de toros como el granadino Lagartijillo Chico o el sevillano Juan Belmonte, homenajeado y admitido como miembro honorario de tan peculiar cofradía en un banquete dado en la playa. 



    Entre los anfitriones se destaca en alguna crónica el valor derrochado en la suerte de banderillas por D. Emilio Moreu “Emilichi”. La plaza de madera que mostrábamos en la cabecera y cuya fecha cuestionábamos, bien pudiera tratarse de un coso provisional construido por la “Cofradía de los 25” para su recreo.
   El 3 de junio de ese mismo año, en el la plaza todavía provisional del Barranco de las Monjas o en la de madera referenciada, se lidiaron novillos de Pérez Quijano para el novillero “El Tato” de Granada. No constan nuevos festejos desarrollados durante ese año.


Plaza Nueva de Motril (octubre de 1916)
    El 18 de octubre de año 1916, con un lleno rebosante, se verificó la inauguración de la nueva plaza de toros de Motril construida en un tiempo record. Cuatro toros de la ganadería de Pérez Padilla para el diestro de Triana Curro Posada.

   “La afición acude ávida de entusiasmo por contemplar las hazañas de Curro, por tener hambre de toros y por no haber toreado hacia ya treinta y tres años ningún matador de toros en Motril, cuando existía la plaza vieja de madera que se construyó en Capuchinos”.
                                    




    Preside el festejo el alcalde Sr. Francisco Pérez Santiago, asesorado por el conocido aficionado granadino Eladio Pericás, Prior de la Cofradía de “La Oración de la tarde”
    Una pareja de alguaciles, montados en briosos potros enjaezados y vestidos con unos flamantes trajes de de terciopelo negro hacen el despeje de plaza. Obligada referencia al ramillete de bellas señoritas que ocupan los palcos.
    Un toro castaño, marcado con el nº 61 de la ganadería de Pérez Padilla (antes Marquesa Viuda de Cullar de Baza) llamado “Brujito”, fue el primero en salir de chiqueros.

El marcado con la cruz es Brujito

    Curro Posada se mostró voluntarioso y entregado durante la lidia, a pesar de hallarse afectado anímicamente por el accidente de automóvil sufrido cuando viajaba hacia Motril en el que perdió la vida el chofer de su cuadrilla. De azul y oro brindo la muerte del primer toro a la presidencia y a Motril por la feliz inauguración de la plaza. Un espectador le arroja el sombrero, que Posada, al terminar un molinete, lo cuelga en el cuerno del astado. Se cortaron dos orejas y un rabo, siendo sacado a hombros de la plaza y llevado hasta la fonda “La Granadina” en la que se hospedaba. Como sobresaliente actuó Lagartijillo III. 

Vista parcial del tendido de la Plaza Nueva

   “Resumen: El ganado manso perdido, escurrido de carnes, sin edad ni pitones, impropio para correrse como toros y menos en una corrida de inauguración. Para una novillada hubieran sido aceptables. Entre todos tomaron doce varas y mataron en el ruedo cuatro caballos. El único que sobresalió algo fue el primero y se pensó mandar cortar su cabeza para disecarla, pero no se llevó a efecto”.



    En vista del éxito alcanzado la empresa le contrató para una nueva corrida a celebrar el domingo 22, en la que habrían de lidiarse cuatro toros de la ganadería de Romualdo Jiménez de La Carolina (Jaén). 
    Se perpetró una gran estafa con la consiguiente decepción de quienes pasaron por taquilla. Se anunció como gran corrida de toros la de cuatro becerros. Parece ser que estos estaban reservados para unos novilleros a los que Posadas consiguió desplazar del cartel original.

   “Si los toros de la anterior corrida encajaban en una novillada, los becerros de hoy eran a propósito para una capea; yo los hubiera puesto en adobo que es como menor están los chotos. A estas horas desde que hay toros en Motril, no hemos visto matar a un toro, ¡ bien matado!, más que al “Moni” hace dos años en la Plaza de Retana”.

(De una crónica remitida por un revistero motrileño que firma como Paquiro)