Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

14 julio 2011

TOROS EN CASTRO DEL RÍO (siglos XIX-XX). Anexo Documental.





   Para finiquitar de momento con el asunto taurino, recurro a dos crónicas tomadas, una vez más, de las jugosas colecciones de prensa histórica cordobesa alojadas en la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica (BVPH) dependiente del Ministerio de Cultura.

   La primera, remitida desde Castro del Río en junio de 1907 por un suscriptor del Diario de Córdoba  (en ausencia de corresponsal), en la que que se capta la expectación que despertaban en la comarca las tradicionales capeas celebradas en la vecina villa de Espejo durante la festividad de la Octava del Corpus. Las menciones a los ganaderos nos sirven para disipar dudas surgidas en una entrada anterior. A destacar el debut como ganadero  del político conservador (varias veces senador y diputado) don Florentino Sotomayor Moreno. Este señor, era además propietario de bastas extensiones de feraz campiña entre Bujalance y Castro del Río (Cortijo de Pradagna, La Hinojosa, etc.…), aunque su ganadería brava estuvo establecida en los cortijos de "Cuevas Bajas" y "Córdoba la Vieja" ubicados en las primeras estribaciones de Sierra Morena en Córdoba.

Florentino Sotomayor Moreno (1875-1934)


Diario de C. 11-06-1907

   Para que el lector pueda hacerse una idea de conjunto, y comprender mejor como eran, y como se desarrollaban esas "corridas", hemos considerado interesante, presentar una crónica completa de uno de estos festejos celebrados durante aquel intenso y convulso verano del año de 1903 en Castro del Río.
      Como podrán apreciar está llena de pinceladas humorísticas, fruto de la pluma del laborioso, insigne, docto e ingenioso corresponsal del diario El Defensor en esta villa, José M. Jiménez:

                  
EL DEFENSOR DE CORDOBA
Diario Liberal-Conservador
Miércoles 26 de Agosto de 1903.
-----------------------------------
Castro del Rio. Crónica Taurina.
 

  Ayer domingo, se celebró la corrida compuesta por tres vacas de capea y un novillo de muerte de la ganadería de D. Luis López de Espejo.
     A las tres de la tarde se abrieron las puertas de la plaza, y el público empezó a ocupar sus asientos, quedando éstos a las cuatro todos ocupados.A las cinco en punto el presidente agita el mosquero y se inicia la corrida.

   Primera:


     Coloreá, bien armá de cuerna pero mal colocada, muy viva y con muchos pies. A la primera de cambio barre la arena “El Mestizo" de Baena. Miguel Espinosa, que desde ahora será su alias el "Soplillo”, porque sus carrillos eran los fuelles de una herrería, se muestra con un valor inmenso desde el burladero, y caen sobre él, patatas, tomates, pepinos, manzanas. . ., en fin una plaza de abastos. Sólo se luce un poco con el capote "Cordobés".
Para poder aplacar el escándalo, el presidente hace la señal y se encierra la res que se portó admirablemente.
     Segunda:

     Sigue la bronca que duró toda la tarde, y en medio del estrépito, vemos aparecer la segunda ninfa negra de la tarde, con bastante cuerna y embistiendo superior.
     Después de varios pases de capote, largas y verónicas de Cordobés, Soplillo se siente picado en su amor propio, y a fuerza de protestas del público y a fuerza de hortalizas, saca fuerzas de flaqueza y atraviesa la plaza con toda su fuerza, mirando de reojo a la vaquilla, introduciéndose en el burladero de enfrente.
     Más jaleo, más silbidos, más pepinos y tomates, y un hermosísimo galápago de la acreditada ganadería del Guadajoz.
   "Lunarito" es revolcado por ésta, ensuciándose su traje nuevo, lo que sintió muchísimo según se limpiaba (le acompañamos en el sentimiento).
    Ni en la primera ni en la segunda hace nada "Algabeño Chico", recibiendo en premio bastante verdura.
    Sigue el escándalo, arrecia la bronca y se encierra con esto a la del bello sexo.


    Tercera:

     Como la anterior en color y bravura. Soplillo, por fin toma valor y lancea al bicho malamente (como primera vez que pisa un ruedo). Varias veces estuvo encornado por no soltar el capote, que aunque lo mataran no lo soltaba. Cordobés muy bien al quite.
     "Algabeño Chico" con su buena jindama tras el burladero. El "Mestizo" con la cara herida, no hace más que pasar y cruzar la plaza. "Lunarito" ídem, quedando varias veces sola la de los cabellos negros.
     La hortaliza se conoce que cuesta barata. Un individuo arroja un cartucho de dulces lleno de habas secas. A Soplillo, un guasón de tomo y lomo, le regala una tripa de salchichón, por lo que da las gracias muy contento, resultando ser un magnifico pepino preparado admirablemente.
     Y entre broncas y chillidos, carcajadas y hortalizas, se encierra la última.

     Novillo de muerte:






     Negro, muy bonito, embistiendo regular. A la salida Cordobés con el capote hace una suerte de rodillas, que antes y delante del público ensayó Soplillo ganándose palmas.
     Tocan a banderillas y las toma el Mestizo, promoviéndose una bronca de padre u muy señor mío. Ya las cosas pasan a mayores, la hortaliza queda a la altura de una alpargata, y lo que se arroja ahora son ripios, por no ser éste el primer banderillero, sino Soplillo a quien el público reclama. Toma este los zarcillos y después de citar por el rabo, prende medio par. Vuelve a la misma faena y prende uno más bien puesto. Palmas.
     Va a banderillear Mestizo y el público pide que se las ceda a Soplillo, que coge las banderillas y las coloca en la atmósfera.




  Suena el clarín y se procede a la última pena. Coge los trastes Cordobés y da varios pases en los mismos pitones. Cede la muleta a Algabeño Chico, que da varios pases que no tienen pase. El novillo se presta varias veces a dar la vida y Algabeño las desperdicia. Después de una faena deslucida de muleta larga un pinchazo en hueso. Muchos pases más y otro pinchazo en el pescuezo. Siguen los pases y los espectadores se impacientan. Larga una media que hace encoger al bicho. Este se pasea por la plaza cojeando, y la gente se tira a ella, matando al torito entre todos, y se acabo lo que se daba. Gracias al amigo Soplillo por las consideraciones que hubo de guardarme.
  Se anuncia otra corrida para el próximo domingo, organizada por el gremio de dependientes de comercio.

                    José María Jiménez Carrillo.
Castro del Rio, 24-8-1903.

13 julio 2011

FESTEJOS TAURINOS EN CASTRO DEL RÍO (siglos XIX-XX). 2ª parte.




LA ACTITUD DE LAS AUTORIDADES LOCALES ANTE LA FIESTA


  Durante los siglos XVII y XVIII van a ser los propios Ayuntamientos, generalmente con la colaboración de la nobleza local, quienes se hagan cargo de los numerosos costes que conllevaban la organización de corridas de toros.
    Estas, tenían lugar de tarde en tarde y asociadas a alguna festividad o celebración importantes, sobre todo las relacionadas con acontecimientos de la Familia Real (bautizos, bodas, coronaciones, etc.).





   Será a lo largo de todo el siglo XIX cuando la fiesta se convierta en un espectáculo de gran arraigo y popularidad.
   La organización de los festejos recaerá ahora en manos de empresarios privados, con lo que aumentara considerablemente el número de corridas.
   Como consecuencia de estas transformaciones, también va a cambiar la actitud de la autoridad local, que empieza a considerar a la fiesta como una peligrosa concentración de personas, haciendo de ella una cuestión de orden público.
   La prensa de la época recogía con gran escándalo los numerosos conflictos, desgracias e incluso motines que solían producirse, sobre todo en las capeas de los pueblos. El texto íntegro de una comunicación entre el Sr. Alcalde de Castro del Río y el Gobernador Civil de la provincia, en relación a los incidentes ocurridos en una capea celebrada el día de San Pedro de 1890, es lo suficientemente ilustrativo al respecto:

  "Al terminar en la tarde de ayer la corrida de novillos verificada en la plaza de esta villa, un grupo bastante numeroso de espectadores, disgustados porque uno de los novillos a que había de darse muerte fue preciso retirarlo al toril después de dos horas de lidia, sin que los diestros pudieran rematarlo, y también porque no fue posible, a causa de llegar la noche, capear a dos de los cuatros novillos encerrados, prorrumpieron en gritos descompuestos pidiendo que se les devolviera la mitad del valor de las entradas, y en actitud un tanto alborotadora se presentaron a mi Autoridad para que ordenara expresada devolución. En su vista y de acuerdo con la empresa se procedió a devolver expresada mitad del precio de las localidades a los que presentaran el talón correspondiente, con lo que quedó completamente terminado el alboroto sin que haya que lamentar desgracia de ningún género" (1).

Diario de Córdoba (5 de julio de 1890)
   Ante sucesos como los que acabamos de mencionar, toda la preocupación de las autoridades locales se centra en que se les garantice una dotación suficiente de Guardia Civil para los diferentes festejos anunciados:

  "Hoy se presentan ante mí los Sres. Juan Moreno Merino y Fernando Velasco Castilla, que pretenden verificar otra corrida el 25 del corriente, y como quiera que mi autoridad no dispone de fuerza suficiente para mantener el orden que debe observarse en esta clase de espectáculos, y evitar los tumultos que una vez verificada la corrida pudieran ocurrir, confío en que V.S. de las ordenes convenientes a fin de que para indicado día 25 concurra a esta localidad la fuerza de la Guardia Civil necesaria" (2).



    Será justamente durante este año de 1890, al que nos venimos refiriendo, cuando el pueblo de Castro del Río se vio azotado por una importante epidemia de viruela y difteria, que afectaría incluso al acuartelamiento de la Guardia Civil en ésta:

    "Reducida la fuerza del puesto de la Guardia Civil en esta villa a sólo tres hombres, por hallarse los demás enfermos o de baños, y debiendo tener efecto la Feria de la misma en los días 16 y siguientes del corriente mes en los que habrá de celebrarse una o dos corridas de novillos, ruego a V.S. se sirva disponer la concentración en esta localidad de algunas parejas de la expresada fuerza con el fin de atender a la conservación del orden" (3).

  Todos estos miedos y preocupaciones, se deben mayormente a la ausencia de una reglamentación, por lo que las autoridades locales carecían de instrumento alguno con el que resolver las numerosas situaciones conflictivas que solían darse. Hasta l917 no se aprobará el "Reglamento de corridas de toros, novillos y becerros", en el que se iban a establecer una serie de mediadas de obligado cumplimiento para las empresas, tendentes a proteger y garantizar los derechos de los espectadores. Este reglamento iba a ser posteriormente reformado en varias ocasiones durante la Dictadura de Primo de Rivera.
   Mientras tanto los Alcaldes, sólo dispusieron de la multa como única fórmula con la que poder atajar las posibles anomalías:

    "La corrida del 27 en Castro: comentario breve pues el cronista no asistió por hallarse indispuesto. Fueron lidiados tres toros, dos de capea y uno de muerte, más mansos que el primero de ayer. Los toreros estuvieron desacertados, siendo multado con 25 pesetas el matador por cargar de muleta la faena, y con 50 la empresa. Veremos si otra resulta más lucida" (4).

  Resulta evidente, que lo que se trata de evitar por todos los medios, es que se alarguen los espectáculos más de lo estrictamente necesario, y evitar así sucesos tumultuarios como los antes narrados.


(1) A.H.M. de Castro del Río, legajo 8, exp.10: C.C.G.C. 1890, comunicación nº 80 de fecha 30 de junio.
(2) Ibídem, nº 104 con fecha 18 de julio.
(3) Ibídem, nº 184 con fecha 9 de septiembre.
(4) El Defensor de Córdoba 29-VII-1903.




ANTITAURINISMO. EL DECLIVE DE LA FIESTA A NIVEL LOCAL







  A lo largo de la historia no han faltado las personas ilustres que vieron en la fiesta de los toros un pecado capital de las costumbres españolas, y como tal digno de ser extirpado: Isabel la Católica, el Papa Pío V, la mayor parte de los reyes españoles de la dinastía de los Borbones, hombres de la Ilustración como Jovellanos, etc.
  Será a lo largo del siglo XIX, a medida que la fiesta ya organizada y regularizada fue tomando auge, cuando aumentaron las polémicas sobre su utilidad o inconveniencia. Fueron primero los afrancesados y liberales emigrados, quienes a su vuelta del extranjero la despreciaron, después fueron románticos como Larra o Fernán Caballero quienes también se opusieron debido a su sensibilidad exacerbada. Con la Restauración se recrudece el antitaurinismo de las capas intelectuales del país, y a ello contribuye la nueva sensibilidad de finales de siglo: Regeneracionistas como Joaquín Costa y la mayoría de los componentes de la Generación del 98, y entre ellos Antonio Machado, Benavente, Azorín, Valle Inclan, y sobre todo Miguel de Unamuno fueron grandes detractores de los espectáculos taurinos, y acusaron a la fiesta de antieuropea. Todos coinciden en la necesidad de eliminar el carácter cruento que la fiesta suele revestir, especialmente en las pequeñas localidades, y critican duramente la perversión del sentimiento público que en ella se da
.
   De las crónicas de las corridas celebradas en Castro, podemos entresacar algunas notas con las que podrían quedar plenamente justificados dichos posicionamientos:

   "Tras una faena deslucida de muleta, larga un pinchazo en hueso. Muchos pases más y otro pinchazo en el pescuezo. Siguen los pases y los espectadores se impacientan. Larga una media que hace encoger al bicho. Este se pasea por la plaza cojeando y la gente se tira a ella, matando al torito entre todos, y se acabó lo que se daba" (5).

   "Como carecemos de mulas, varios espectadores cargaron con el novillo. El público pidió que la banda tocase la marcha fúnebre, terminando así la corrida"(6).   

 Eugenio Noel
  
    Eugenio Noel, un peculiar personaje procedente del mundo periodístico y literario, terminaría convirtiéndose en un furibundo enemigo de la fiesta de los toros, especie de profesional itinerante de la conferencia. De ideología republicana y devoto seguidor de las ideas regeneradoras de Joaquín Costa, estaba convencido de que los males de España radicaban en la incultura, en la excesiva influencia del clero y en la afición a los toros y al flamenco. Como un apóstol obstinado y convencido, en 1913 inicia una apasionada y titánica campaña por todo el país, a cambio de cuatro duros y en condiciones, casi siempre penosas, recorrió multitud de pueblos y ciudades. Visitará Córdoba, y al abrigo de sociedades obreras, círculos políticos e instituciones culturales impartirá conferencias en la capital y en algún que otro pueblo de la provincia. Sus argumentaciones serían rebatidas, nada más y nada menos, que por nuestro amigo Blas Cabello (el callista, ex anarquista, ahora también taurino y taurófilo).
   La clase política de la época no podía quedar al margen de la polémica. Durante el último tercio del siglo XIX iban a ser presentadas en las Cortes exposiciones y proposiciones de ley de supresión, desde tendencias tan opuestas como la carlista y la republicana.
  Estas corrientes antitaurinas de finales del XIX y principios del XX, si bien no iban a conseguir la abolición de la fiesta, al estar ésta lo suficientemente arraigada, sí sirvieron, al menos, para que se dictaran algunas disposiciones (R.O. de 5 de Febrero de 1.908 y las Circulares de la Dirección General de Seguridad de 26 de Junio de 1.915 y 28 de Junio de 1.919) para la prohibición de las capeas de los pueblos donde, como ya hemos visto, la brutalidad era llevada a su máxima expresión. Pero éstas no se cumplían en la mayoría de los casos, muchas veces debido a la complicidad de las propias autoridades locales, quienes ante la presión popular solían ceder haciendo la vista gorda (7).
  Este no iba a ser el caso de Castro del Río, donde desde el año de 1913 no volvieron a celebrarse festejos taurinos, al menos durante la primera mitad de siglo.
  ¿Por qué no hubo aquí tal presión, cuando como hemos podido comprobar existía tradición taurina y una honda afición? ¿Se resintió acaso Castro de esas corrientes antitaurinas?
  Más que los intelectuales, cuyos postulados difícilmente podían llegar a un pueblo en su mayoría analfabeto, hemos de pensar que quienes sí debieron de ejercer alguna influencia fueron las sociedades obreras de inspiración anarquista presentes en nuestro pueblo desde 1903 hasta 1936, con breves períodos de crisis o inactividad. Desde estas sociedades libertarias, que en algunos momentos llegan a reunir en sus filas a la mayoría de la clase trabajadora, sus líderes y propagandistas predican la reforma de las costumbres, especialmente la abstención del alcohol, tabaco y juegos de azar, así como el respeto a la mujer y a todo ser viviente; los formados en el trienio bolchevique (1918-1920) fueron además algunos observadores rigurosos del vegetarianismo y del naturismo y las huertas de Castro se convirtieron en destino paradisíaco para alguno de estos "idealistas" (8).
  Hemos encontrado algunos posicionamientos al respecto. En un mitin celebrado en la plaza de toros de Córdoba el 5 de Junio de 1905 (ya iniciada la decadencia de esta primera oleada obrerista del siglo) convocado para pedir la libertad de los presos de Castro del Río por los sucesos recientes (9), al hacer uso de la palabra uno de estos defensores de la acracia, el pintor Francisco Urbano, se dolió de la escasa concurrencia, y recriminó la afición, cada vez mayor, que los obreros profesan por ir a los toros y por visitar las casas de prostitución (10).
  En un periodo posterior, concretamente durante el trienio (1918-1920), el reglamento de la Sociedad Obrera La Equidad de Albendin, de tendencia anarcosindicalista y nacida por influjo de la propaganda desplegada por el proletariado castreño, asegura que son objetivos de la Sociedad:

   "La protección de la mujer, del niño, del anciano, de los árboles y de los animales. . . y combatir enérgicamente el bárbaro espectáculo de los toros y de las riñas de gallos y cualquier otro que pueda herir los sentimientos humanos"(11).

  Si tenemos en cuenta que la práctica totalidad de las sociedades obreras de corte sindicalista que surgen en la provincia de Córdoba durante estos años, toman como modelo o copian literalmente el Reglamento del Centro Instructivo Obrero de Castro del Río creado en 1910 y reformado en 1913, obligadamente hemos de presuponer que éste recogería este mismo punto entre su articulado.
  Por lo tanto, nos atrevemos a afirmar que el antitaurinismo de las sociedades obreras, aunque no fuera el único factor determinante en el declive de los toros a nivel local, sí al menos iba a servir de freno a las iniciativas de los empresarios taurinos, que por miedo a fracasar económicamente, no continuaron organizando espectáculos taurinos, por lo que en temporadas posteriores a la de 1913 no aparecen en la prensa ni en otras fuentes consultadas, noticia alguna sobre este tipo de festejos en esta villa. Los testimonios orales lo corroboran.



   Las tradicionales peleas de gallos sufrirán así mismo cierta rémora durante los años de efervescencia obrerista, de la que no se sale hasta los años finales de la Restauración. Se recupera plenamente la tradición durante la Dictadura de Primo de Rivera, para volver a entrar en crisis durante la II República.


La Voz de Córdoba 1926

  Habrá que esperar a finales de la década de los 60 para que vuelvan los toros a esta localidad. Se instalaría una plaza portátil para dar cabida a la expectación que levantara un prometedor novillero de esta tierra, Paco Villalba "El Feo", en lo que podríamos considerar como últimas manifestaciones taurinas medio serias en esta villa del Guadajoz a lo largo del siglo XX.


(1) A.H.M. de Castro del Río, legajo 8, exp.10: C.C.G.C. 1890, comunicación nº 80 de fecha 30 de junio.
(2) Ibídem, nº 104 con fecha 18 de julio.
(3) Ibídem, nº 184 con fecha 9 de septiembre.
(4) El Defensor de Córdoba 29-VII-1903.
(5) Ibidem. 26-VIII-1903.
(6) Ibidem.  9 -IX-1903.
(7) Morales Benítez, A. "Toros y toreros en Ubrique. Una aproximación al estudio de la Fiesta." En Revista de la Asociación Papeles de Historia de Ubrique (Cadiz), nº 3.
(8) Díaz del Moral, J. Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. pgs. 216, 218, 256, 290, 354. 
(9) Los sucesos a los que se refiere son el asalto a las tablas del pan en el mercado público y una refriega con la Guardia Civil de la que resultaron heridos dos Guardias durante los primeros días del mes de Mayo de 1905, de los que Díaz del Moral nos da cumplida información en su obra. pg. 211.
(10) El Defensor de C. 5 de junio de 1905 (Díaz del Moral,J. op.cit. pg.213, en nota.).
(11) Díaz del Moral, J. op. cit. pg. 354.

    Tanto esta entrada como la anterior están entresacadas de un artículo publicado en la Revista de Feria de Castro del Río del año 1994, ilustrado y ampliado con los avances informáticos y la tecnología del siglo XXI.

12 julio 2011

FESTEJOS TAURINOS EN CASTRO DEL RIO (siglos XIX-XX). 1ª parte.



   De los divertimientos festivos, organizados en esta villa del Guadajoz a lo largo de su historia, no nos cabe la menor duda de que las corridas de toros tuvieron que ser de los más atractivos, concurridos y disfrutados por toda la población.
  Sería precisamente, esa aceptación compartida por todas las clases sociales, la que le dará a la fiesta de los toros la categoría de auténtico fenómeno popular, aunque no exento de las tradicionales connotaciones clasistas, que se ponen de manifiesto en la propia distribución de los espectadores dentro de la plaza.
  Quizá, la historiografía no ha prestado la debida atención a este tema, y todavía hoy continúan plenamente vigentes las palabras de Ortega y Gasset, sobre lo indisociable de la historia de España y la historia de los toros: "Sin tenerla presente con toda claridad no se puede hacer la historia de España desde l650 hasta nuestros días".
  El presente trabajo, pretende acercarse a uno de los períodos más activos de la historia de la fiesta en Castro del Río. Para ello intentaremos desarrollar el siguiente esquema:

  •  La plaza de toros.
  • Toros y toreros en Castro del Río.
  •  La actitud de las autoridades locales ante la fiesta.
  • Antitaurinismo. El declive de la fiesta a nivel local.


LA PLAZA DE TOROS



 ¿Dónde estaba ubicada?  ¿Llegó Castro del Río, en algún momento de su historia, a tener una plaza de toros permanente?
   A muchos convecinos, el propio callejero local donde aparece una calle conocida como "Coso", les induce a pensar que existió una plaza de toros permanente en dicho lugar.
   Consultadas algunas fuentes historiográficas, tales como los artículos dedicados a Castro en el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de P. Madoz (l848), y en la Corografía Histórico-Estadística de la provincia de Córdoba de D. Luís María Ramírez y las Casas Deza (l842), donde aparecen relacionadas todas y cada una de las más importantes edificaciones, tanto civiles como religiosas, no aparece entre ellas plaza de toros alguna.
  El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, nos ayudará a aclarar el asunto, pues una de las acepciones de la palabra "coso" la define así: "Plaza, sitio o lugar cerrado donde se corren y lidian toros, y se celebran otras fiestas públicas". Y, el Diccionario del Uso del Español, de M. Moliner nos amplia y clarifica la información: "En algunas ciudades lleva ese nombre, como nombre propio, una calle que era antiguamente ese lugar."



   Por lo tanto las referencias al "coso" son meramente espaciales.
   El documento más antiguo del que tenemos constancia sobre el uso para corridas de toros de dicho lugar, es de 1842, aunque como es lógico, éste arrancaría de siglos anteriores. Se trata de una sesión del Ayuntamiento en la que un vecino se le dirige "pidiendo se abra la comunicación que por el sitio del Mirador conduce a la plaza de los toros".
   Una comunicación entre el Sr. Alcalde de esta villa y el Gobernador civil de la provincia, fechada en Julio de 1890, nos saca definitivamente de la duda sobre si existió o no tal emplazamiento permanente a lo largo del siglo XIX. En ella dos señores solicitan autorización para "verificar en esta localidad, en la plaza construida al efecto, dos capeas de novillos durante la festividad de Santiago".
  Estaríamos ante la típica plaza construida con carretas y cercada con tablones o vigas de madera. Al no existir espacios lo suficientemente abiertos, dentro del recinto amurallado se buscaría un emplazamiento extramuros como el del Coso donde existían terrenos sobrantes de vía pública. Tal lugar además, presentaba la ventaja de poder utilizar el desnivel existente desde la muralla, para instalar allí una especie de improvisado graderío.

Fotograma de Soledad (la película).


   El notario e historiador de Bujalance, Juan Díaz del Moral, en su "Historia de las agitaciones campesinas andaluzas" al referirse a la huelga de siega protagonizada por la sociedad obrera Luz del Porvenir de Castro del Río entre los días 22 de junio y 10 de julio del año 1903, dice: "a los cuatro o cinco días de huelga intentan los obreros celebrar un mitin en la plaza de toros".
  Ya no se trata de la plaza del coso, estaríamos ante una nueva construcción surgida para la temporada 1903 en el interior del patio de armas del castillo,  en sustitución del antiguo teatro de verano La Lechuza.
  Con fecha 17 de julio de ese año de 1903, el diario el Defensor de Córdoba, publica la siguiente crónica del corresponsal de dicho periódico en esta localidad don José María Jiménez Carrillo:

 "Ya está la plaza terminándose, y según nos manifiesta el empresario, el día de Santiago se hará la primera corrida de novillos bravos. Aún no se sabe quiénes serán los lidiadores, ni cuántos novillos se lidiarán, pero a pesar de no saberse nada, el pueblo está entusiasmado puesto que hace ya muchos años que nos falta esta clase de diversión, tan propia de la tierra andaluza”.

Patio del Castillo de Castro del Río


   La inaccesibilidad a tales patios, va a permitir una mejor y más controlada explotación comercial de los espectáculos taurinos que allí se desarrollarán. Pero, al mismo tiempo, se hacía necesaria una mayor inversión para habilitar dicho lugar para tales fines, de ahí quizá ese mayor número de festejos durante ese año, incluso fuera de las fechas tradicionales, para poder así rentabilizar la explotación.
   Estamos ya ante una organizada, pero no regularizada actividad empresarial, que suele estar encubierta por un fin benéfico. Así, la corrida anunciada para el día de Santiago es a beneficio del Hospital de Jesús Nazareno, que en estas fechas atravesaba una difícil situación económica, u otra para el gremio de dependientes de comercio.
   Ni el Padrón de Industria, ni el registro especial de altas y bajas de ese año, recoge cuota alguna en tal concepto, mientras que sí lo hace otra de gran tradición en esta localidad como el Reñidero de gallos, ubicado en la calle Rincón y catalogado como Circo de Gallos en su tarifa correspondiente, con una actividad permanente durante todo el año.
  La expectación que levantaban estas corridas era tal, que el éxito económico estaba plenamente garantizado, tanto para el empresario como para sus circunstanciales socios benéficos.

TOROS Y TOREROS

Cuadrilla de "los Niños Cordobeses"


   El tipo de festejos, que llegaron a celebrarse en esta villa durante los años a los que nos estamos refiriendo, entrarían dentro de la categoría de espectáculos menores, conocidos como capeas, en las que eran lidiados según los casos novillos, becerros o vacas, pero de una forma tumultuaria o anárquica, predominando la brega improvisada sobre la lidia regular. La propia palabra alude al predominio de la suerte de capa sobre las demás.
    Las capeas se van a dar exclusivamente durante la temporada de verano, y haciéndolas coincidir con las diferentes festividades religiosas, aprovechándose así los períodos de descanso y divertimiento anteriores y posteriores a las viajadas agrícolas.
   Concretamente en Castro, las fechas más usuales para los toros eran: 29 de Junio - San Pedro y San Pablo (descanso en las labores de la siega), 25 de Julio - Santiago y Santa Ana (final de la siega), y sobre todo la Feria Real de Septiembre (aprovechando la presencia de los numerosos forasteros, que la visitaban durante estos días, atraídos por su afamada Feria de Ganado).
   La facilidad de comunicación que representó la introducción del ferrocarril, contribuyó al aumento de la popularidad de la fiesta de los toros durante la segunda mitad del siglo XIX. Al resultar más fácil trasladar el ganado, pudieron efectuarse corridas de toros en muchos más lugares y con más asiduidad. Las ganaderías de reses bravas se convirtieron en un negocio.
   El tipo de ganado utilizado, va a depender en gran parte de la importancia del festejo. Aquí en Castro, se aprecia una evolución de festejos en los que se solía dar muerte a dos o tres novillos bravos, a otros en los que iban a ser capeados tres o cuatro novillos o vacas de los que a sólo uno se le daba muerte (anunciado como novillo de muerte). Tal evolución se debe, en gran parte, a sucesos como los acaecidos en Castro durante un festejo organizado para el día de San Pedro del año 1890, al que nos referiremos más adelante en el capítulo dedicado a estudiar las relaciones fiesta - autoridad.
  En cuanto a la procedencia del ganado, sólo disponemos de la información que nos suministran mayormente las crónicas de los numerosos festejos celebrados durante aquel verano de 1903. En ellas aparecen ganaderías bravas como la de D. Francisco Lasso de  de la Vega ubicada en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), o la de don Pío de la Solana también al otro lado de Sierra Morena, para aquellos festejos más serios o de más envergadura, mientras que para aquellas capeas menores o mojigangas, en las que lo importante es que la gente se lo pase bien y en las que la risa tiene más valor que la emoción, se recurre a ganado de procedencia más cercana:


   "Para el próximo Domingo se piensa dar una corrida de novillos. Los novillos de don Rafael Vega de Espejo. Las entradas a precios módicos por tratarse más que de una corrida de un rato de broma. Varios labradores de ésta prestarán novillos que serán solo de capea".



   A la postre sería sustituida por un solo novillo de muerte de la ganadería de D. Luis López, también de Espejo, y tres vacas de aportadas por los labradores de la localidad.

   A pesar de que aparecen mencionados como ganaderos ciertos señores de la vecina villa de Espejo, nos resulta difícil pensar en ganaderías bravas asentadas en la rica y fértil campiña cordobesa. En el propio término municipal de Castro existieron algunos resquicios de monte bajo, como la denominada dehesa de la Torre del Puerto, en la que junto a otros ganados se criaba también el vacuno, pero se trataría más bien de vacuno de carne, o bien ese otro que era destinado a los cortijos para el cultivo de la tierra o el transporte de mercancías, pero que en un momento dado podía dar suficiente juego, a pesar de su escaso trapío, para esos espectáculos más inferiores.




   Los protagonistas de las capeas van a ser esas cuadrillas de aficionados, conocidos popularmente como la "plebe", que en la temporada de capeas recorren pueblos y villas, en aras de un profesionalismo, todavía tenue. Nombres como los de Cuberito, Fabrilito, Monterito, El Sevillano, Cordobés, y otros figuran entre la amplia nómina de toreros aficionados que dejaron alguna huella de su "arte" por estas tierras.
   Durante esa temporada de 1903 destacaron los festejos organizados para su Feria Real. Dos corridas de novillos de la acreditada ganadería de Don Pio de la Solana (Ciudad Real) para la Cuadrilla de los Niños Cordobeses: Juan de Dios “Conejito Chico” y Manuel Rodríguez “Mojinito Chico”, que en esta ocasión se han conducido de manera admirable y con un arrojo y maestría sin igual. Al igual que Cantimplas, Estanquerito y Pintoño en su no menos arriesgado cometido de poner las banderillas.
  
   

   Hasta la Feria Real del año 1912, no volvemos a tener constancia documental de que se celebrasen festejos taurinos en Castro del Río. Fue una vez más en el patio de armas del Castillo, y gracias al emprendedor carpintero y empresario  Enrique Mármol, que remodeló la infraestructura antigua. Fueron tres las novilladas celebradas durante los días 16, 17 y 18 de septiembre, en las que actuó el destacado diestro madrileño José Frutos Frutitos como único espada: "El madrileño ha estado muy bien toreando y matando, escuchando continuos aplausos por parte del respetable".





  Durante la temporada siguiente (1913), intentando rentabilizar las inversiones previas se programan festejos ya para el Corpus Christi: 




  Los anunciados festejos ya no llegaron a cuajar. Algunas transformaciones se estaban operando ya entre el proletariado castreño y que afectarían seriamente a ancestrales tradiciones populares como la taurina. Esta tesis la abordaré, defenderé y desarrollaré en el punto 4º del presente trabajo.

   Un lugar aparte lo ocuparían los siempre osados aficionados locales, quienes unas veces por afición y otras a cambio de unas pesetillas, se atrevían con alguna vaca o algún becerro. Este iba a ser el caso de Miguel Espinosa "Canito", quien tras participar en algún festejo, se le empezó a conocer como "Soplillo", por la manera que resoplaba detrás de la barrera antes de enfrentarse a su enemigo, o el de Francisco Bravo Expósito "El Enterraor", quien encalado de pies a cabeza y con un morrión parecido a la mitra de un obispo, fue capaz de parapetarse en lo alto de un pedestal situado en el centro de la plaza, para esperar allí al toro en la llamada suerte de Don Tancredo, mientras los espectadores entonaban aquello de:



Don Tancredo, don Tancredo
en su vida tuvo miedo,
don Tancredo es un barbián,
hay que ver a don Tancredo
subido en su pedestal.


  No faltaban tampoco los espontáneos, incluso en la difícil suerte de banderillas: "Buen par, muy bueno, de un gachó que vendía camarones, al cual el público le obsequió con palmas, y un policía también, con la palma de su mano sobre la cara del nuevo banderillero".