Las noticias de las que disponemos sobre este
desaparecido lienzo, del que no se
conocen fotografías ni estampas, proceden de un artículo que bajo el título de
“Tradiciones de Porcuna: El santuario de San Benito, el padre Galera y el cuadro de la tormenta” publicó Don Eugenio Molina, cronista de la ciudad, en el
número 114 (01/06/1922) de ''Don Lope de Sosa: crónica mensual de la provincia de Jaén”.
En la nave del retablo se conserva un
hermoso cuadro, algo craquelado por el tiempo, que recuerda al vecindario la
horrible tempestad que descargó sobre este pueblo a mediados del siglo XVIII, y
la milagrosa intervención de San Benito para calmar los enfurecidos elementos,
por lo cual aquí se le denomina “El
cuadro de la tormenta”.
Este lienzo mide unos dos metros de ancho
por tres y medio de alto y en él aparece en primer término el templo de
San Benito, azotado por la tormenta; más arriba un caballero de Calatrava asido
al manto de la Virgen y esgrimiendo una espada en la diestra, como para librarse
del diablo que, al parecer, trata de acometerle; la imagen de la Virgen en el
centro y la Santísima Trinidad, rodeada de ángeles, en la parte superior del
cuadro, completan la pintura.
La fecha
de la ejecución y la responsabilidad artística del cuadro queda certificada en
una cartela situada en su ángulo inferior izquierdo:
“Año de 1788. Inventado y pintado por Antonio Monroy, natural y vecino de
Baena, Profesor en todas tres Nobles Artes”.
Cuando
Enrique Romero de Torres visita la ciudad de Porcuna (sobre 1914-1915), al objeto de
recabar fotografías y datos para ser incluidos en su Catálogo Monumental de la provincia de Jaén, forzosamente repara en este cuadro al que dedica una pequeña reseña en
el texto final:
“Hay una nave adosada, construida en el
siglo XVIII, donde existe un bonito cuadro de grandes proporciones que
representa el Martirio de San Benito, el cual está de rodillas, vestido con el
hábito de la Orden de Calatrava y dos soldados romanos empuñando sus espadas y
en actitud de segarle la cabeza al mártir.
Esta
firmado en un escudo que sostiene un ángel donde se lee una inscripción
referente a la vida del Santo, por Antonio
de Monroy natural de la Villa de Baena (provincia de Córdoba)”.
No obstante no le pasa
desapercibida la existencia en la iglesia de San Benito de otro cuadro de
mérito, “un bonito cuadro que representa
la Anunciación”, del que no tenemos noticia alguna, y también dispuso de tiempo suficiente como para que llegaran hasta sus oídos referencias aisladas sobre expolio artístico (generoso
regalo) perpetrado por el obispo Victoriano Guisasola y Menéndez en la visita
pastoral girada a Porcuna en el mes de abril del año 1899:
Más detalles sobre el dadivoso lote de regalo (aquí)
Una vez realizada esta obligada introducción,
sobradamente conocida por los amigos y aficionados a la historia local, se hace
necesaria una introspección en la vida, obra y estilo de Antonio Monroy con el fin
de intentar desentrañar la verdadera dimensión artística del lienzo al que nos
venimos refiriendo
El importante
caudal de trabajos trasmitidos por eruditos e historiadores cordobeses del
siglo XIX y principios del XX, nos posibilita la labor, a pesar de las
limitaciones derivadas del escaso rigor y cuidado puesto por su discípulo, hijo
y heredero en conservar la memoria de su padre.
Antonio
Monroy o Antonio María Monroy vino al mundo en la villa de Baena (Córdoba) a
mediados del siglo XVIII y falleció en Córdoba sobre 1820-1823. No se le conoce formación académica, de la sí
pudo disfrutar su hijo Diego José Monroy y Aguilera (1786-1856) que alcanzaría el éxito profesional, la celebridad
y que gozó de una desahogada posición económica y social en la Córdoba de la
primera mitad del XIX.
Unas
primeras referencias biográficas nos las proporciona Antonio Gutiérrez de los Ríos
en un elogioso artículo dedicado al pintor Diego Monroy con motivo del éxito
alcanzado por éste en la Exposición Nacional de Bellas Artes del año 1843 (cuadro de la Sacra Familia) y su posterior
nombramiento como Caballero de la Orden de Carlos III. Apareció publicado en el
Semanario Pintoresco Español (30 de junio de 1844);
(Grabado de La Sacra Familia publicado en Semanario Pintoresco)
“Don
Diego Monroy y Aguilera, nació en Baena provincia de Córdoba en el año 1790.
Fueron sus padres el pintor D. Antonio María Monroy y Doña Juana Aguilera y
Aguayo, de noble estirpe los dos, pero de modesta fortuna. La ilustrada piedad
del Excmo. e Ilmo. Sr. Don Antonio Caballero, Obispo de Córdoba de venerada
memoria, conoció la gran falta que en su Diócesis hacía un establecimiento en
el que se enseñasen las matemáticas y el dibujo con la debida extensión y
deseoso de remediarla determinó abrir en unas casas situadas a la inmediación d
su palacio dos clases gratuitas de estas facultades, nombrando su pintor de
Cámara y poniendo al frente de la segunda de ellas a don Antonio Monroy, que
desempeñaba a la sazón su arte con general aceptación. La prematura muerte de
Caballero impidió la apertura de la escuela, pero habiendo establecido Monroy
una academia en su casa que llegó a ser frecuentada por muchos y muy
aprovechados discípulos, entre ellos el insigne escultor Álvarez que tan
glorioso renombre ha dejado por Europa; y en ella y bajo la dirección de su
padre aprendió don Diego el diseño y los primeros rudimentos de pintura”.
Se trata de
unos apuntes biográficos adulterados a propósito por el propio Diego Monroy como queda demostrado con las argumentaciones
aportadas por José Antonio Vigara Zafra en un trabajo reciente: “La academia como paradigma del ascenso profesional: el caso del pintor Diego Monroy”.
“El artículo de Antonio Gutiérrez de los Ríos
no sólo tenía el visto bueno de Diego Monroy, sino que había sido el propio
pintor quien le había dado los datos biográficos sobre su propia persona y la
de su padre”.
Se falsea
la biografía de Antonio Monroy cuando se le relaciona con la proyectada escuela
del Obispo Caballero y Góngora: “Monroy
había buscado esa imagen porque le interesaba mucho más haber pertenecido a una
institución de corte académico, que presentarse como un pintor cuyo aprendizaje
inicial transcurrió en el taller de su padre bajo formulas gremiales”.
El paso del
afamado escultor neoclásico José Álvarez Cubero (1768-1827) por la academia de
dibujo de Antonio Monroy, que arrastran sus biógrafos, también parece responder
a ese mismo afán enaltecedor mostrado por su hijo Diego.
Más ajustada a la realidad y clarificadora resulta la reseña que le dedica Rafael Ramírez de Arellano en su Diccionario Biográfico de Artistas de la provincia de Córdoba (1893):
Monroy (DON
ANTONIO): Pintor y escultor. Nació en
Baena, de tan modesta familia, que según se dice, fue en su niñez peón de
albañil. Ignoramos como, cuando y con quien aprendió a pintar, y solo sabemos
de él cuando lo encontramos en Córdoba convertido en pintor notable. Murió en
Córdoba y fue enterrado en el cementerio de la Salud. Respecto a las fechas de
su nacimiento y su muerte, y acontecimientos notables de su vida, las
ignoramos, pero podemos conjeturar con algún fundamento por los datos
biográficos de su hijo. Este nació en 1790, y suponiendo que el padre tuviera
25 o 30 años, debió nacer por los años de 1760 a 1765. Su traslación a Córdoba
debió de ser por los años de 1800 o poco más, puesto que Don Diego nació en
Baena y vino a Córdoba muy joven; suponemos por tanto que no tuviera más de
diez años. Respecto a su muerte debió de ser hacia el año 1820 a 1823. Don
Francisco de Borja Pavón, nuestro querido y respetable amigo, recuerda que
preguntando un día a don Diego datos biográficos de su padre, le dijo que los
ignoraba, recordando sólo que era un viejecito acartonado que iba en el
invierno por la calle con su capita cruzada sobre el pecho, sin embozarse
nunca, y no sabía más. Es lástima que fuera el bueno de don Diego tan
descuidado en conservar la fama de su padre, a quien nunca llegó a alcanzar
como pintor.
Al señor Pavón debemos el saber que don
Antonio Monroy era escultor, pero desconocemos obra suya. En cuanto a la pintura, adolecía de los defectos de su época; era su
color muy hermoso, quizá demasiado transparente, resultando algo vidrioso y
falso; el dibujo correcto y la composición discreta. Para su época era uno de
los mejores pintores andaluces.
Continua
con una relación de sus obras que posponemos para más tarde.
Habida cuenta
que Diego Monroy no nació en 1790 sino el 12 de Abril de 1786 (fecha bastante
más fiable que introduce Francisco Valverde y Perales en su Historia de Baena)
y que Antonio Monroy a la altura de de 1790 ya había traído al mundo un total
de 10 hijos (de una carta suplicatoria en la que nos detendremos después), habría
que retrotraer pues la conjetura de la fecha de su nacimiento. En una noticia sobre
de los pintores que existían en la ciudad de Córdoba en 1804 (Archivo Municipal
de Córdoba, tomada del trabajo de Vigara Zafra) encontramos censado a “Dn. Antonio Monroi, como de sincuenta años,
sin oficial ni aprendiz”, lo que
nos sirve para fijarla definitivamente en torno a 1850-1855.
El
oscurantismo de Diego Monroy en torno a la biografía de su padre parece estar relacionado con
sus orígenes humildes (peón de albañil). Sorprende que entre los datos que
le proporciona a Gutiérrez de los Ríos se omita el segundo apellido de su
padre, que pudiera restarle credibilidad al origen linajudo que pretende
atribuirle a sus progenitores (de noble estirpe los dos: Monroy, Aguilera, Aguayo).
Creemos que su maestria (profesor en las tres nobles
artes; pintura escultura y arquitectura), que aparece en la firma del “cuadro
de la tormenta” de Porcuna (1788), la tuvo que adquirir desde niño al lado de algún maestro
alarife y de los artesanos o artistas de los que éstos solían rodearse. Debieron de ser éstos quienes le aportaran y tutelaran en su progresivo
dominio de la técnica del dibujo. Valverde Perales le atribuye participación en el diseño y dibujo de la
sillería del coro de la parroquial de San Bartolomé de Baena.
“Don Antonio Monroy, pintor improvisado de un
pobre albañil, de haber tenido buenos profesores hubiera sido un artista
singular, puesto que lo poco que queda de su mano es de lo mejor de su tiempo,
tanto por el dibujo como por la composición y el color”(Rafael
Ramírez de Arellano op. cit.).
La vida de
Antonio Monroy hasta instalarse en
Córdoba a finales del siglo XVIII no
estuvo exenta de las contrariedades y dificultades económicas propias de una
actividad profesional condicionada por el mecenazgo. Así consta en una carta
autógrafa fechada en Baena en marzo de 1790. Se trata de una especie de
rogativa o suplicatoria dirigida a un ilustre personaje de sangre azul (Marqués),
que por razones desconocidas parece retirarle repentinamente su protección:
Señor:
Nunca volviera a tomar la pluma para cansar
a V.E. si en su carta de 5 de enero no me diera V.E. alguna esperanza; con
bastante violencia lo hago pero mi extrema necesidad me impele a ello. También
recelo si algún apasionado ha dado algún mal informe sobre mí, pues me ha
parecido al ver el poco aprecio que V.E. ha hecho de la Obra ¿Cómo había yo de
pensar que usted no había estimado una obra que por su particularidad merece
estimación, pues no tengo noticia de que se haya hecho una semejante? No está
el mas virtuoso libre de emulación. Este tiempo nos recuerda que grande es la
malicia de los hombres, pues no saciaron su envidia hasta quitar la vida al
Santo de los Santos, a la Summa Inocencia. Yo perdono de todo corazón a aquel
que me haya hecho este agravio, y si sólo es imaginación mía me desligo de
ello. Esta sospecha y más que todo mi Familia que se compone de diez Hijos y mi
Esposa es quien me obliga a la plegaria, pues viéndome cercado y que no tengo más
arbitrios que la Pintura para el sustento de doce personas, y que no se pagan
las obras a razón porque lo ignoran y es poco lo que se ofrece de hacer, pues
siendo esto así: ¿Cómo estará cercado mi corazón? Sólo Dios lo sabe.
Excmo. Señor reflexiónelo V.E con su alta
consideración para que su piedad se extienda a socorrer a un hombre de honor,
que si V.E. quiere saber quién es poco le costará pedir informes al Vicario y
Clero, y después a esta Ilustre Villa; y con su respuesta determinar. Es cuanto
puedo decir.
Perdone V.E. que le haya molestado y quede
seguro de que no volveré a incomodarle.
Me alegraré de la salud de V.E. y de mi
señora Duquesa y demás señores. He rogado y rogaré a la Divª Majestad prospere
su vida por dilatados años.
(Pares Portal de Archivos del Ministerio de Cultura)
Resulta difícil encuadrarlo dentro de un estilo o
escuela pictórica, mayormente porque su formación no fue académica y sólo se
conservan algunas de sus obras, acompañadas de la incierta coletilla de
“atribuidas”. Rafael Romero Barros en un
artículo publicado por el Diario de Córdoba (octubre de 1893) le define de la
siguiente manera:
“Antonio Monroy, recomendable pintor de la
villa de Baena, seguía la escuela imperante a la sazón, introducida por Mengs y
proseguida por Bayeu y Maella”.
OBRAS
La historiografía
cordobesa del XIX sólo se ocupa de su producción en la
capital. Entre las páginas de los tres tomos de los Paseos por Córdoba de Teodomiro Ramírez de Arellano, editados entre 1873 y 1877, aparece
recogida la práctica totalidad de su obra y su ubicación original. Nos serviremos ademas de otras fuentes complementarias.
PARROQUIA
DE SAN PEDRO
“Entre el altar de la Esperanza y la puerta,
existe otro dedicado a las Animas, de construcción moderna y bella, con dos
cuadros, un Jesús Crucificado y las ánimas al pie, obra de D. Antonio Monroy, y
otro por cima, muy antiguo, con la Virgen de Belén”
(Tomo II). Lo creemos desaparecido.
CONVENTO
DE SANTA MARÍA DE GRACIA
“En la
cruz que forma esta iglesia hay dos buenos altares , modernos y de buen orden,
con santo Domingo y Santa Catalina de Sena, teniendo otros cuatro, uno de ellos
dedicado a la Virgen del Rosario, en el que se ve un buen cuadro, obra de
D.Antonio Monroy” (Tomo I).
Pudiera
haber pasado a manos de anticuarios tras el rocambolesco asunto del progresivo
y velado abandono al que se vio sometido este antiguo convento (siglo XV) para
justificar su venta y posterior derribo (1974).
IGLESIA
DEL COLEGIO DE SANTA VICTORIA
“Un cuadro que está sobre el coro, que
representa a San Joaquín y Santa Ana con la Virgen, pintado por D.Antonio
Monroy” (Tomo III).
“Sobre la reja del coro hay un cuadro
apaisado que representa á la Virgen, San Joaquín y Santa Ana con bellos ángeles,
de Don Antonio Monroy” (Indicador cordobés de Luis Mª Ramirez de las Casas Deza).
Aparece
citado en el decreto de inscripción del conjunto como Bien de Interés Cultural
en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz (2010) ubicado en su lugar
original y fechado en 1797. No hemos sido capaces de localizar fotografía del mismo. Puede visionarse fugazmente pinchando
aquí.
CATEDRAL
“En la Catedral un San Antonio en un retablo
del centro de la iglesia, que fue su última obra, está sin terminar y es
seguramente de la más mérito de este profesor”
(Apuntes sobre la historia de la pintura en general y particular de Córdoba por
Manuel González Guevara publicado en 1869).
RETABLO-ALTAR
DE SAN RAFAEL (Calle Candelaria)
Inaugurado
en 1801 con una solemne función religiosa. Erigido con el dinero que aportaron
varios devotos, como desagravio por cierta profanación que se había cometido
con otra imagen que lució en el mismo lugar y, de camino, como demostración de
gratitud de la ciudad a su Santo Custodio por haberla librado, una vez más, de
la terrible epidemia.
La imagen
de San Rafael, así como la de los Santos Acisclo y Victoria que lo escoltan,
fueron pintadas por Antonio Monroy, que por estas fechas parece haber superado
la falta de encargos de la que se quejaba 10 años atrás en su carta.
Este altar
pudo salvarse de las disposiciones dictadas en 1841 por Angel Iznardi, jefe político de la provincia, para que desaparecieran las imágenes religiosas de las calles con el fin de evitar
que fuesen objeto de irreverencias, merced a la intervención del escritor
Modesto Lafuente, amigo íntimo de Iznardi.
Por su
permanente exposición a los agentes meteorológicos y anticlericales las
pinturas se vieron sometidas a diferentes intervenciones a lo largo de su
historia.
Una
primera tuvo lugar a finales del siglo XIX a cargo del profesor de dibujo del
Seminario y párroco de San Francisco D. Manuel Torres y Torres, con el tiempo
canónigo en Córdoba y Sevilla y obispo de Plasencia. No fue demasiado
afortunada ya que consiguió desfigurar el rostro del Arcángel:
“El pueblo, en su mayoría indocto en
materias de arte, se lamentaba de que el San Rafael de la calle Candelaria no
mirase a las personas que se detenían para rezarle, como las miraba antes de
ser repintado” (de un artículo firmado por R.M.
publicado en el Diario de Córdoba el 3 de marzo de 1921 abogando por su urgente
restauración).
(Detalle de la postal de la casa Hausser y Menet, cuyo nº de serie nos permite datarla a principios del siglo XX, por lo tanto posterior a la citada restauración).
En la
noche del 1º de mayo de 1931 el cuadro de San Rafael resultó nuevamente dañado en
el trascurso de una tumultuaria concentración callejera contraria a la reacción
derechista.
En 1933 se
acomete una nueva restauración de la que fue responsable Rafael Romero de Torres y Pellicer (hijo del pintor Julio Romero), de cuya particular
impronta como restaurador tenemos una buena muestra en Porcuna. Fue el
encargado de restaurar brillantemente las pinturas murales laterales y el cuadro de San Juan Bautista que su padre
realizó a principios del siglo XX para el nuevo templo parroquial.
Tampoco debió
de ser muy afortunada. En plena guerra civil española, por obra y gracia del
insigne y sanguinario gobernador civil Don Bruno Ibáñez Gálvez, se ordena
suprimir la huella de Antonio Monroy para que se ejecutaran pinturas de nuevo
cuño. Tuvieron que resultarle relativamente baratas puesto que el encargado de tal menester fue el joven
artista, soldado de artillería en tiempo de guerra, Rafael Díaz
Peno: “Realizó su trabajo en los ratos
que le dejaba libre su deber militar” (De una jugosa y patriótica crónica
de la reinaguración recogida por el Defensor de Córdoba de 15 de febrero de 1937).
ECCE
HOMO
“En la esquina que hay a la mediación de esta
calle (del Poyo), estuvo colocado hasta 1841 un bonito Ecce-Homo, original de
don Antonio Monroy, que se conserva en el oratorio del Sr. Cantarero”
(Tomo II). Este no se salvó de las disposiciones de Iznardi. Su paradero actual incógnito.
MUSEO
DE BELLAS ARTES
Catalogado
con el nº 48 del lote fundacional de cuadros con los que se creó el Museo de Bellas Artes de Córdoba, inaugurado
en 1862. Constituido por cuadros y otros objetos de artes almacenados en la
Diputación desde la exclaustración de 1836, en cuya ordenación y catalogación
intervino Diego Monroy.
“Otro del pintor cordobés de últimos del
siglo XVIII y principios del XIX, D.Antonio Monroy, discípulo de Maella, que
representa a San Diego de Alcalá, que aunque de fría entonación, no carece de
importancia por marcar el estado del arte en esa época” (Tomo II).
En su ficha museográfica consta su procedencia (Convento de Santa Inés de Córdoba) y
la descripción, mientras que la atribución se considera dudosa. En el mismo Portal Ceres de museos se le atribuyen a
Antonio María Monroy un boceto previo de San Diego de Alcalá y un cuadro del “Ángel de la guarda” (para ver pinchar sobre el mismo enlace anterior) no citado por
la historiografía cordobesa.
Por lo que respecta a obras fuera de la capital
cordobesa, aparte del desaparecido “cuadro de la tormenta” de San Benito
de Porcuna, responsable último de estas curiosidades, tenemos constancia de
otra obra suya a través del blog de la Hermandad de Animas de la villa de Espejo. Heredera ésta de la antigua y arraigada cofradía de las Benditas Animas
del Purgatorio, que a finales del siglo XVIII erige y dispone de capilla propia
en la Parroquia de San Bartolomé. Además de los altares dedicados a Ntra.
Señora de los Dolores y a las Benditas Animas, se levanta otro dedicado al Arcángel
San Rafael, decorado con un hermoso lienzo del pintor Antonio
Monroy (desaparecido). Imaginamos que la información procederá del archivo
documental de la propia Cofradía.
De impresionante factura y recientemente
restaurada es la es la pintura del “Milagro en la tentación de San Francisco”
del Museo de Jaén, de claro estilo tardobarroco, atribuida también a Antonio María Monroy en base a datos
encontrados en la documentación de la Comisión Provincial de Monumentos de los
años 1845 y 1846.
En un catálogo de obras de arte recientemente restauradas
por la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid aparece
un “San Torcuato” de Antonio
María Monroy fechado en el año 1793 y alojado dentro de la iglesia parroquial
de la Virgen de la Paloma (Madrid). Por la magnitud artística de la capital de
España se ve que nadie se ha preocupado de hacerle una fotografía y colgarla en
la red (lo hemos dejado por imposible). Se trata de la más cercana
cronológicamente a la nuestra desaparecida. Se agradecería la colaboración de porcunenses
residentes en la villa y corte.
Si la fecha
es veraz pertenecería al periodo en que tuvo su taller en Baena. Sorprende que sólo
tengamos constancia de una obra en su pueblo natal (su ya referida intervención
en el dibujo del coro de la parroquia de San Bartolomé).
La última
noticia sobre su labor artística la encontramos en el vecino y pintoresco
pueblo de Zuheros. En 1788, el mismo año que pinta el “cuadro de la tormenta”,
Antonio María Monroy, natural de Baena, profesor en pintura, arquitectura,
escultura y dorado, recibe el encargo de dorar el retablo del altar mayor de la
parroquia de Ntr. Sra. de los Remedios.
Retablo de la parroquia de Zuheros
Un
poquito de Historia Ficción
Aproximadamente sobre 1930 el catedrático de Historia
del Arte de la Universidad de Sevilla, Don Diego Angulo Iñiguez, visita Porcuna
y fotografía la Torre Nueva, el torreón de enfrente y cuanto de mérito
histórico artístico encuentra en sus templos. Un total de 12 fotografias cuyos negativos se conservan en la fototeca - laboratorio de arte de su Universidad. Seguramente el visitante ilustre desistiría de
fotografiar el "cuadro de la tormenta" de Monroy por hallarse éste, además de craquelado
(1922), sucio y sumamente oscurecido por efecto de los procesos naturales de
oxidación del barniz.
De haberse
sobrepuesto en 1936 al envite de las incultas y descontroladas hordas rojas “empeñadas en la destrucción de todo lo que
signifique un atisbo de religiosidad, de arte o de historia” difícilmente se
hubiera conservado sin una intervención rápida.
El
entrecomillado pertenece a un falangista ilustrado cuya identidad dejamos para
otro momento.
Ni iglesia
católica ni autoridades del primer franquismo, con otras prioridades, se
hubiesen embarcado en la restauración de un cuadro, que dejando aparte su valor
simbólico y sentimental ligado a la religiosidad popular y al patronazgo local,
no serían capaces de valorar en su justa medida. A lo sumo y en el
tardofranquismo por intercesión de un influyente erudito local se podría haber
puesto en manos de algún restaurador de poca monta.
Para una
restauración en condiciones se tendría que haber esperado al siglo XXI, trabajarse
y ganarse previamente a las autoridades competentes en la materia (los del
visto bueno). Algo poco probable habida
cuenta que tenemos en Porcuna un espectacular camarín barroco en la iglesia de
Jesús Nazareno, a años luz en valor artístico, pidiendo a gritos una restauración
urgente, que no llega, entre otras porque creemos que no se solicita.
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Si interesa retrato de Carlos IV 1796, autor: Antonio María Monroy llamar 639077353.
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