Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

07 noviembre 2011

Desterrado de tránsito: Bartolomé José Gallardo en la villa de Lopera.


Castillo de Lopera
    No es mi intención ponerme demasiado pesado con la figura de Bartolomé José Gallardo, pero antes de que se ausente provisionalmente de mi cabeza (siempre se puede retomar cuando emerjan nuevas fuentes), quisiera aprovechar la reciente incursión centrada en su destierro cordobés, para divulgar episodios relacionados con un corto, aunque no exento de intrigas, periodo de residencia en tierras jiennenses, en concreto en la vecina villa de Lopera.
     A finales de 1830, Bartolomé José Gallardo harto ya de su residencia forzada en Castro del Río (Córdoba), debió de mover alguna influencia para que se le concediera el traslado que tenia solicitado hasta la localidad toledana de Talavera de la Reina.



     Al pasar por la villa de Lopera, so pretexto de daños causados por una accidental caída de la caballería que lo transportaba, solicitó permanecer en la misma. Fueron varios los meses que permaneció en situación de convaleciente.
     Rafael M. Ramírez de las Casas-Deza (su buen amigo cordobés y primer biógrafo) cree que se trataba de una treta urdida por el propio Gallardo, que apostó por permanecer a toda costa en aquella villa jiennense por el tiempo posible,  a la espera de que prosperará una inmediata conspiración liberal que se estaba fraguando en Andalucía (1).
     Efectivamente, por esas fechas hubo cierto movimiento insurreccional entre las filas  liberales. A finales de enero de 1831 se produce un frustrado intento de desembarco del General Torrijos en las costas de Algeciras (operaba e intrigaba desde Gibraltar donde había encontrado refugio).

José María de Torrijos y Uriarte (1791-1831)


     A principios de marzo se produce una nueva intentona de sublevar Cádiz y San Fernando, en la que vuelve a estar implicado Torrijos. El movimiento seria atajado enérgicamente por el gobernador y subdelegado de policía en Cádiz, Brigadier don Antonio del Hierro y Oliver, que a los pocos días resultaría asesinado. Como respuesta, una feroz represión y cerca de cuatrocientos insurgentes hechos prisioneros, quienes “gracias al sentimiento de humanidad y clemencia de S.M. el Rey no fueron todos fusilados sino diezmados” (2).

Fusilamiento de Torrijos

     Cuando todo esto acontecía en Cádiz, Gallardo ya se hallaba de regreso en Castro del Río, hasta donde fue devuelto por las autoridades loperanas. Gallardo cuando aquella caída, “para dar mayor apariencia de verdad a su indisposición,  mando llamar a un médico muy dado a las letras, por cuyo motivo le había conocido en Sevilla y que se hallaba establecido en Bujalance”. Ni aun a éste le desvelaría el asunto del complot antimonárquico. Después de aquel primer reconocimiento a la carta, debió despertar las sospechas e incredulidad  de las autoridades realistas loperanas que lo restiruyeron a Castro del Río, entre cuyos “garamantas fieros” permanecería aún por espacio de un año aproximadamente (3).

      En diciembre de 1831, cuando ya le quedaba poco para abandonar definitivamente la villa del Guadajoz, en una carta dirigida a don Joaquín Rubio, aflora más que resignación, cierto cansancio:

     «Amigo querido: el de siempre, lo de siempre y como siempre. Yo no me mudo, me mudan, sí, de cuando en cuando, para que sepa mas de toda mala ventura. Del año pasado acá, poco hay que de contar sea; porque año más o menos de desdichas  ¿qué es todo ello comparado con la eternidad?» (4)

     Esa corta estancia de Gallardo entre loperanos, unida a su pasión bibliográfica, quizá sean las responsables de unas anotaciones relacionadas con la localidad, que quedaron reflejadas en sus célebres papeletas, que terminarían conformando el grueso de los tomos de su más reconocida obra, su “Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos”.

    Es en su tomo IV donde se menciona un opúsculo titulado “Satisfacciones Médicas físicas. Donde se declara que un mixto perfecto puede haber coexistencia de cualidades contrarias excedentes, no en cuanto es uno simpliciter, sino en cuanto a compuesto de diferentes sustancias” del que es autor el médico de la villa de Lopera, Licenciado Don J.B. Saura y Arriola, fechado en el año 1674. Incluye los parabienes del Muy Ilustre Sr. Don Pedro de Toledo y Osorio, Deán y canónigo de la Santa iglesia de León, y Comendador de Lopera.
    Consta de 32 páginas en 4º, más 11 de principios, en las que se recogen los juicios críticos de otros eminentes doctores:

    

      Ya de camino, he rastreado los IV tomos del Ensayo bibliográfico de Gallardo en busca de obras de autores naturales de Porcuna. Sólo se consigna al Licenciado Pedro Palomino, poeta de segunda o tercera fila, que participa en una especie de fiesta o certamen poético, con estructura teatral, convocado y organizado por la Universidad de Baeza en honor de La Inmaculada Concepción: 


    Relacion de la Fiesta que la insigne Vniversidad de Baeça celebrò à la inmaculada Concepcion de la Virgen Nuestra Señora. Con la Carta qve la dicha Vniversidad escribiò à su Santidad, y el singular Estatuto hecho en fabor de la Concepcion. Dispuesta por el Maestro Don Antonio Calderon Catedratico de Artes. Dirigida a la muy Noble y Antigua Ciudad de Baeça. (Baeza: Pedro de la Cuesta, 1618).



     Entre la amplia nómina de bates que allí se dieron cita, y cuya poesía está incluida dentro de este impreso, estaba el Licenciado Pedro Palomino, natural de Porcuna. Se conserva un ejemplar del mismo en la BNE.




     Como de alguna manera, el legado de B.J.Gallardo, comúnmente aceptado como padre de la bibliografía española, ha acentuado mi pasión buscadora via google, la calcografia de la Inmaculada que se inserta pertenece al grabador-ilustrador  Fr. Ignacio de Cárdenas (O.F.M) y aparece en el frontis de un opúsculo titulado:


NOTAS

(1)    Luís María Ramírez de las Casas Deza en Semanario Pintoresco Español (mayo-junio de 1853) se convirtió en su primer biógrafo, al publicar por entregas, varios artículos sobre la trayectoria vital del  polifacético Bartolomé José Gallardo. 

(2)   Diario de Avisos de Madrid (15 de marzo de 1831)

(3)   Ramirez de las Casas Deza op. cit; Marques Merchán J.  Don Bartolomé José  Gallardo. Noticias de su vida y escritos. Madrid, 1921.

(4)   Marques Merchán J.  Don Bartolomé José  Gallardo. Noticias de su vida y escritos. Madrid, 1921.



05 noviembre 2011

Apuntes sobre un vino perdido: los pagos de Magdalite de Motril (2ª parte).



    Antes de entrar de lleno en esta segunda entrega, en la que me centraré fundamentalmente en las variedades de uvas presentes en los pagos motrileños, otros aspectos relacionados con su cultivo, así como la evolución del mismo a lo largo del siglo XIX, quisiera certificar la exportación, aunque a pequeña escala, de los apreciados vinos de los pagos de magdalite, con una noticia que aparece en un periódico de la década final del XVIII:


    Recurrimos nuevamente al exhaustivo Ensayo de Simón de Rojas, donde se mencionan prácticamente todas las variedades de uva cultivadas en Motril a finales del XVIII.
    Predominaba un tipo de uva autóctona denominada Vigiriega de Motril: “Sarmientos postrados blancos, hojas verdes amarillentas, con uvas medianas casi redondas blanco-verdosas dulces”.
   Tras la famosa epidemia de la filoxera, muchas cepas tuvieron que ser arrancadas y sustituidas por otras más resistentes a la plaga, aunque todavía hoy, en comarcas granadinas como La Alpujarra o La Contraviesa, se sigue cultivando una variedad con ese mismo nombre de la que se obtienen unos apreciados vinos blancos jóvenes.
   Otras variedades con un porcentaje significativo dentro del total cultivado, todas destinadas a la obtención de vinos blancos son: Doradillo (1/10), Temprana Blanca (1/20), Albillo, Jaén Blanco, Moscatel Real…
   También consta la presencia de variedades tintas en pequeña proporción, entre las que destaca el Romé Negro (uvas medianas redondas negras algo blandas, de un dulce adstríngete y hollejo algo grueso), al que se le reserva una vigésima parte del terreno y cuya cosecha se utiliza mayormente para dar color a los mostos blancos.
   Motril, junto a la ciudad de Rota, son la excepción dentro de Andalucía, únicas en el cultivo al por mayor de variedades tintas. Era la Cortijada o Pago de Calonca (Los Tablones) la que mejor se adaptaba a su cultivo.
    En Motril se constata en plena posguerra, la existencia de un vino tinto elaborado con la uva Roma, así como el Tinto de Calonca que se tomaba para regar las exquisitas moragas de sardinas .



    Simón de Rojas le dedica también especial atención a una rara variedad presente en la costa granadina:
    Pedro Ximénez Zumbón (sarmientos broncos, hojas palmeadas verdes amarillentas, uvas medianas algo oblongas blancas blandas muy dulces). Se parece tanto al Pedro Ximenez común que solo puede distinguirse teniendo a los dos delante: entonces se ve que el racimo del Zumbón es mayor y su uva algo más gruesa y menos dulce. Si el viñador diese al cultivo la atención que se merece, es probable que no tardase mucho en preferirlo al Pedro Ximenez  común, porque es más esquilmeño que éste. Solo he visto cepas de esta variedad en la viña de García en el pago de Magalete [Magdalite] de Motril. En esta misma viña se cultiva la rara variedad del Pedro Ximenez Negro, que solo difiere del común en el color de la uva.



    Variedades destinadas a la obtención de uva para comer fresca o conservar colgada, presentes en aquel Motril de finales del XVII, recogidas en el trabajo de De Rojas son: Montuo Castellano y de Xerez, Pecho de Perdiz (por el dibujo pardo rojizo de sus manchas) y la Zurumí (presente en la viña de García en Magdalite) o Casco de Tinaja (escasa y muy apreciada).
    Datos sobre extensiones y producciones nos las proporcionan una serie de artículos dedicados a los vinos aparecidos en el periódico “Miscelánea de comercio, artes y literatura” (1820), que ya utilizamos en la primera entrada. Habida cuenta de su detallismo y la profusa información que suministran sobre los vinos del terreno, tenemos que pensar que salieron de la pluma de un  lugareño, quien fuera su director y redactor principal, el político motrileño Francisco Javier de Burgos:

     “En Motril la obrada es de 700 cepas, que ocupan un espacio de 7 a 7 ½ celemines de tierra con corta diferencia. Esta obrada produce de 10 a 20 arrobas de mosto, no hablando de algunos terrenos de Jolucar, que rinden de 40 a 50, ni de algunos de Magdalite que rinden 5 o 6. El precio del vino de año es de 24 a 34 reales por lo común. Excepto dos o tres cosecheros que tienen vinos viejos para cabecear, en las demás bodegas nunca lo hay más que de la hoja. Antes de la revolución la cosecha era de 80 a 90.000 arrobas en Motril. Ahora se ha disminuido algo”.

    El mismísimo Francisco Javier de Burgos en una hacienda de su propiedad, situada en el camino de Jolucar, tenía viñas de la variedad conocida cono Ojo de Liebre. Esto explicaría, en parte, su interés por la vinicultura, unido a su ya tradicional anhelo reformista y modernizador, puesto ya de manifiesto durante la invasión napoleónica, cuando, atraído por los aires renovadores de la Revolución Francesa, que supuestamente podían llegar a España con José I, tomo partido por él, arrastrando esa etiqueta negativa de afrancesado hasta que progresivamente alineado con el liberalismo moderado conseguiría desprenderse de ella con sus valiosos servicios a la Corona (Subsecretario de Estado, Senador, Consejero Real y Ministro del Interior durante la Regencia de Mª Cristina y reinado de Isabel II).
    Los terrenos dedicados al cultivo de la vid estaban dispuestos en lo que en Motril se conoce como “albarranas” o “albarradas”, especie de terrazas escalonadas en las lomas. El trabajo de Simón de Rojas recoge incluso otras términos agrícolas autóctonos, como “los puertos”, distancia dejada entre cepa y cepa (lo común de dos a cinco puertos o pulgares) y “la obrada”, antigua medida de superficie aplicada para los viñedos, ya referida en la información proporcionada en la Miscelánea.
    La obrada venía a ser lo que un labrador era capaz de arar con una yunta de mulos durante una jornada, y como resulta lógico su extensión varía de unas zonas a otras, dependiendo de las características del terreno. El término desapareció a la par que las viñas, y en la actualidad la medida antigua que prevalece en Motril y comarca es la conocida como “marjal” (entre 5 y 6 áreas según los lugares). La equivalencia de la obrada motrileña, según hemos visto, era de 7 a 7 ½ celemines, algo más de la media fanega castellana.



    Para conocer la posterior evolución del cultivo de la vid en Motril disponemos de una fuente que nos proporciona información suficiente al respecto. Se trata del artículo dedicado a Motril del Diccionario geográfico-estadístico-históricode España y sus posesiones de Ultramar, magna obra publicada por Pascual Madoz entre 1846 y 1850:

  “El terreno inculto pertenece a gran número de propietarios, vecinos y forasteros, y es por lo común de inferior calidad, excepto los montes de Magdalite que son muy ricos para vides. En lo antiguo estos montes estuvieron poblados de viñas hasta fines del pasado siglo, que empezaron a decaer, extinguiéndose casi completamente el plantío por la general sequia y la indiferencia que excitaba a los agricultores esta clase de cultivo, comparando con los ricos productos que entonces daba la vega; pero decaídos estos y vueltos los años de humedad, empieza este terreno a poblarse de viñas”.


    Por esas fechas el cultivo debía de andar efectivamente bajo mínimos y el propio Diccionario suministra información de que Motril “anualmente recibe para su abastecimiento 2.500 arrobas de aguardiente y 25.000 de vino de las Alpujarras, Gualchos, Garnatilla e Itrabo”.
    Esa fuerte sequía, localizada en los años centrales de la centuria, trajo consigo aparejadas una serie de plagas, como el “oídium”, que afectaron considerablemente a los plantíos de vid. No faltaron los motrileños, que intentando a la desesperada poner remedio, propusieron sus particulares recetas. Es el caso del medico motrileño Francisco Javier Pintor y Díaz, que llegó a remitir una memoria manuscrita al mismísimo Ministerio de Fomento, publicada en el número 334 de su Boletín Oficial (20 de mayo de 1858):


    La repoblación efectuada en los pagos motrileños con posterioridad a aquellas plagas y sequía de mediados de siglo, no tardaría mucho en sufrir las consecuencias de un nuevo contratiempo, la fatalmente destructiva epidemia de la filoxera. Uno de los focos principales de entrada en España fue el sur del país. Lo hace por la provincia de Málaga, a raíz de la importación de plantas francesas infectadas en el año de 1878, extendiéndose con prontitud por las provincias limítrofes, saltando de unas a otras. A principios del siglo XX, de las superficies dañadas durante la larga epidemia en la provincia de Granada, solo se reconstruye ¼ parte de la que existía anteriormente.



02 noviembre 2011

A Zelinda (Preso y ausente). Castro del Río 1829 (B.J. Gallardo).


Autor: Federico de Madrazo y Kuntz
    Aunque los críticos y estudiosos de la literatura española coinciden en calificar el poema Blanca Flor, compuesto y fechado en Castro del Río en 1828,  como, tal vez, la más acertada y feliz de las composiciones poéticas de B.J. Gallardo, este segundo poema, también gestado a orillas del Guadajoz (1829), “A Zelinda: Preso y Ausente”, ha pasado quizá más desapercibido, sin desmerecer al primero,  por no aparecer recogido en antología poética alguna.
    Ángel González Palencia incluye Blanca Flor entre “Las mejores poesías románticas de la lengua castellana”, y es éste mismo autor quien le otorga el calificativo a Gallardo de precursor del romanticismo poético en España.
    Como no es mi propósito el de ejercer de crítico literario, os remito a un enlace sobre lo que diferentes autores han escrito y opinado de Bartolomé José Gallardo poeta.
   Otro famoso poema suyo es el titulado “El dominus tecum, o la beata y el fraile” (este no concebido en Castro) que se incluye dentro de una Antología de la poesía erótica española e hispanoamericana (todo un derroche de ingenio).
    Hace ya mucho tiempo que soy conocedor del destierro en tierras cordobesas de Don Bartolo. A medida que fui descubriendo  pasajes sobre sus venturas y desventuras, fue creciendo mi curiosidad por la vida y obra de este peculiar personaje, que se destacó en aquella convulsa España del XIX, con una capacidad de trabajo y una talla intelectual muy por encima de lo común.
     El descubrimiento y lectura de esas redondillas octosílabas de  “A Zelinda” en las páginas del Semanario Pintoresco Español (HD-BNE), me ha permitido percibir el reflejo de sus padecimientos, y hasta me han despertado cierta sensibilidad por la lírica de la que creía estar desprovisto. Nunca es tarde, si la dicha es buena.
    Estrofas como la de "Entre garamantas fieros", que me sirvió para titular la entrada que dediqué a  sus años de confinamiento en Castro del Río:

   Ausente, y en tierra ajena
sin la luz de tus luceros,
entre garamantas fieros
arrastro dura cadena.

    O este segunda redondilla (cuatro versos octosílabos de arte menor), donde también casi se palpa su mala fortuna entre los moradores de “Castro Leal del Río”,  propiciada “no por la gente de gallaruza, la de corbata es la mala”, y culpable de haberme incitado a adentrarme en la vida de aquel célebre Comandante Realista Calderón, que cuando los gobiernos le fueron propicios, debió de actuar como un auténtico y feroz “verduguillo de la campiña” :

    Más aquí ¿qué ven mis ojos,
sino sombra y soledad,
horror en vez de beldad,
 y en vez de contentos enojos?

   El número 95 (1853) del Semanario Pintoresco Español incluye, justo debajo del poema, un retrato cómico-caricaturesco intitulado “Autopsia del cerebro de un pescador de caña”, que aunque obviamente no rotulan con su nombre, por su nariz pronunciada, sus rasgos exagerados y feos, y ese sibilino juego de palabras pescador/pecador cerebral, bien pudiera buscar como destinatario a  Gallardete, a quien no le faltaban enemigos ni después de muerto.


"Autopsia del cerebro de un pescador de caña"


    El joven cordobés Francisco de Borja Pavón, durante su estancia en la capital del reino como estudiante de farmacia, por su afición a las letras, y recomendado por el común amigo Luis María Ramírez , conocerá y visitará asiduamente a Bartolomé José Gallardo, ya instalado en Madrid, al cesar las persecuciones contra los liberales con la muerte del monarca absolutista. De sus anotaciones, hemos sacado algunas de sus impresiones sobre nuestro protagonista que reinciden en esa fealdad que le atribuían sus antagonistas:

    “Nada benevolente, ni fácil en el trato; bibliófilo y crítico mordaz; erudito y eminente hablista. Es el rostro de Gallardo rugoso y feo; su persona, delgada y de mediana estatura, su conversación salpicada de chistes, cuentos, diatribas y noticias literarias y bibliográficas”.


( Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Año X. Abril - Mayo de 1906. Números 4 y 5. Ángel M. de Barcia / D. Francisco de Borja Pavón: traducciones de poetas latinos. Contiene numerosas anotaciones de Francisco de Borja sobre sus visitas en Madrid a Bartolomé José Gallardo).

     Entramos ya de lleno con el poema prometido:



         A ZELINDA
           Preso y ausente
              Romance
    Ausente, y en tierra ajena
sin la luz de tus luceros,
entre garamantas fieros
arrastro dura cadena,
    Y el alma en ti, bien que adoro,
cantando engaño mis penas,
como al son de sus cadenas
el cautivo en grillos de oro.
    Tiempo fue (¡Tiempo dichoso!)
cuando libre y prosperado,
gozando ufano a tu lado,
viví en plácido reposo.
    Otra aura no respiraba
que la que tu respiraste:
luz que tu no reflejaste
mis ojos nunca alumbraba.
    Como en espejo brillante
en tus ojos me veía,
y  en ellos tu amor leía.
cual ellos mi fe constante.
    Mas aquí ¿qué ven mis ojos,
sino sombra y soledad,
horror en vez de beldad,
 y en vez de contentos enojos?
    Perdido tan gran tesoro,
no hay bien que mi mal no aumente:
te adoro como presente,
y como ausente te lloro.
    La imaginación celosa
te me retrata en mil modos,
para mi tormento todos
y de todos siempre hermosa.

    Ya con labio encantador
cautivas las atenciones;
ya robando corazones
rindes y matas de amor
    Ya, penosa y fugitiva
a la margen de la fuente,
disertas al son bullente
de su plata fugitiva .
    ¡Oh momento crudo y fiero
de la triste despedida!
de allí no perder la vida,
de mil y mil muertes muero.
    Fijo en mi alma clavado
tengo aquel ¡ay! lastimero
que tras el adiós postrero
bebí de tu labio helado.
    Aun, en lágrimas deshecho,
parece que repetidos
oigo el son en mis oídos
y el eco en el hondo pecho.
    De tu afecto y tus enojos
para tierna y fiel señal
me dejaste en tu cendal
una perla de tus ojos:
    Que, lloradas de pasión,
anegan con pena esquiva
lagrimas de sangre viva
que arranco del corazón.
    Tal a fuentecilla pobre.
si preciosa en sus cristales,
ahogan en sus raudales
las hondas del mar salobre.
    Hundióme la dura ausencia
en un negro calabozo
cuando me arrebató el gozo
de tu divina presencia.
    Llorando me halla la aurora,
llorando me deja el sol,
cuando su grato arrebol
las nubes apenas dora.
    Y ya hubiera fallecido
a no alentarme el tener
esperanza de volver
a verme a tu cuello asido.
    En tanto, de angustias ciega
se consume el alma mía:
un día alcanza a otro día,
y el de mis dichas no llega.
    ¡Ay! ¡cuando querrán los cielos
que goce en eternos lazos
el regalo de tus brazos
y la luz de tus ojuelos!



BARTOLOME JOSÉ GALLARDO
(Copia sacada de un original escrito y firmado por el autor)
Castro el Río 1829.

01 noviembre 2011

Lorenzo Antonio Calderón y Espada: Comandante del Cuerpo de Voluntarios RR. de Castro del Río y Hacendado (1792-185?)




    Comienzo esta nueva entrada de la que es protagonista el Comandante de los Voluntarios Realistas de Castro del Río durante la Ominosa Década (1823-1833), don Lorenzo Antonio Calderón, de la misma manera que terminara la dedicada a los años de residencia forzada de Bartolomé José Gallardo en esta villa, quién tuvo que sufrir estoicamente las humillaciones  que constantemente le propinaba aquel. Nuevamente recurro a esas primeras estrofas de “A Zelinda, preso y ausente”, en las que Gallardo se lamenta de la ausencia de su amada, magnificando su propio llanto:


     El poema completo, publicado por primera vez en el Semanario Pintoresco Español (1853) e inédito en la red (para el copia y pega divulgativo), debido a su considerable extensión, lo meteré con posterioridad en comentarios o entrada aparte. Los impacientes pueden visualizarlo en formato pdf en el enlace que incluyo.

     Don Lorenzo Antonio  Calderón y Espada había nacido en Priego (Córdoba) el 10 de diciembre de 1792. Se hace castreño, cuando su padre don José Calderón y Jaramillo de naturaleza extremeña (Zafra), que había sido con anterioridad Corregidor de Priego y abogado de lo Reales Consejos, traslada su residencia a orillas del Guadajoz  nombrado para ejercer el cargo de Corregidor de esta villa. En el padrón de habitantes  de Castro de Río del año 1809 consta como hijosdalgo viudo, que vive con su hijo Lorenzo Antonio de 16 años.
     Lorenzo Antonio terminará echando raíces en esta villa cordobesa al contraer matrimonio con la castreña de linajuda familia, Francisca de Paula Corral Mazuelo (n. 1793) el 25 de julio de 1812. En el padrón 1820 aparece como Hacendado con 27 años, con vivienda en la calle Ancha. En informaciones testamentarias se mencionan a 10 hijos naturales de este matrimonio como herederos (José, Joaquín, Mª Paz, Lorenzo, Rafael, Mª Concepción, Federico, Luis, Fernando y Serafín).
     A la altura de 1820 era ya el mayor hacendado vecino con 504 fanegas en propiedad y otras tantas de superficie arrendada (Cortijo Fuente Cebadera).
     En el Archivo de la Real Chancillería de Granada se conservan el expediente y Real provisión por la que se reconoce su condición de hijosdalgo notorio de sangre, así como para sus hijos José Joaquín y Joaquín María Calderón Corral, con fecha del año 1817.
    Otra distinción que le acompaña es la de Caballero de la Real Maestranza de Caballería de Granada, que suponemos obtenida con posterioridad a la “Expedición de los cíen mil hijos de San Luis”



    Tras consolidarse la reacción absolutista, con el aval de los valiosos servicios prestados en pro de la causa, se despierta en él cierta aspiración nobiliaria y apuesta por la obtención de algunos títulos de Castilla que se hallaban vacantes, tales como el de Vizconde de Sotogordo o el del Marqués del Tomillar. No me consta que se los concediesen.


Revista Hidalguía nº 93 (1969)

    Lo que también consta documentalmente es su incondicional apoyo a la causa absolutista de Fernando VII. Una misiva publicada en la Gaceta de Madrid remitida desde Castro del Río, nos sirve para conocer a las claras cuales eran los presupuestos ideológicos que alimentaban a los absolutistas castreños, antes incluso de la liberación del Rey, entre cuyos firmantes aparece el Señor Calderón:




   El cuerpo de Voluntarios Realistas de Castro del Río sería uno de los primeros en constituirse en la provincia. Entre la oficialidad se encuentran varios notables que ayudan desde un principio a sostenerla económicamente. En 1925, su flamante Comandante Lorenzo Antonio Calderón, con el propósito de sufragar equipo para la tropa por valor de 4.000 reales, pone en práctica un arbitrio especial que carga impositivamente a los cuatro mercaderes de ropa más destacados de la villa, que precisamente habían simpatizado con los liberales durante el trienio (Trifón Azpitarte, José del Río, José I. Sáenz y Placido Sánchez).Se adquieren 50 fusiles, 12 sables y 8 carabinas. Se nutre de soldados mercenarios que cobran entre 8 y 12 reales diarios, de ahí que las solicitudes de ingreso sean numerosas y se requiera de la creación de Juntas de Admisión.


Estado Militar de España- Año 1832
Batallones de la Provincia de Córdoba

       Con la muerte de Fernando VII se pone fin a la ominosa década absolutista y regresa la aurora liberal a partir del año 1834, al abrigo del apoyo interesado demandado por la Regente María Cristina en defensa de los intereses sucesorios de su hija Isabel frente al pretendiente Carlista. Esto provocara el viraje de los viejos absolutistas hacia el Carlismo.

      Se va a operar a partir de entonces un cambio radical en la vida de nuestros protagonistas. Mientras Bartolomé José Gallardo llega a recuperar antiguas dignidades como la de Bibliotecario de las Cortes y hasta resulta elegido como Diputado por la circunscripción de Córdoba, el Comandante Calderón era desterrado por carlista a la localidad gaditana de Vejer de la Frontera y prendido con posterioridad (mayo de 1834) a raíz de ser encontradas cartas suyas en el equipaje del pretendiente Don Carlos:




     Se da la paradoja, de que en aquellas elecciones en las que resulta elegido Diputado Bartolomé J. Gallardo, celebradas ya bajo el marco jurídico de la recién estrenada Constitución de 1837, con el sistema de sufragio censitario, obtiene en Castro del Río un total de 99 votos (el más votado) de los 2327 totales obtenidos en la demarcación.


    Es de suponer, que por encontrarse aun preso o desterrado, no estuviese presente Lorenzo Antonio Calderón durante la famosa incursión por tierras cordobesas protagonizada por el General Carlista Gómez (septiembre-octubre 1836), que era natural de Torredonjimeno. En Castro, durante la misma, con la población dividida y los ánimos muy excitados, llegaron a ser asaltadas las casas de significados liberales.




     Finalizada la primera guerra carlista, ya durante los últimos compases de la Regencia deMª Cristina, las diversas familias liberales de Castro del Río y esos antiguos realistas evolucionados ahora hacia las filas Partido Moderado, firman un convenio de reconciliación política a nivel local, con el que se pone fin momentáneamente a “esos ánimos sobradamente agitados a consecuencia de las contiendas y enemistades que produce la guerra civil”. Entre los firmantes aparece Lorenzo A. Calderón nuevamente domiciliado en Castro del Río tras el “Abrazo de Vergara” que puso fin a la guerra, y nombrado ahora para ejercer como juez de paz.




     El artífice de la concordia, el nuevo Comandante de Armas don José Mogrobejo que según consta en la nota remitida al Nacional, se hace merecedor del título honorífico de “Pacificador de Castro del Río”, por su demostrada capacidad para preparar los ánimos hacía la reconciliación.

     La posterior evolución política (Regencia de Espartero apoyado por el liberalismo progresista) vuelve a relegar a nuestro protagonista a un segundo plano en cuanto a parcelas de poder. Será durante la Década Moderada (1843-1854) cuando los individuos de la alta sociedad castreña, entre ellos Calderón, que ya colaboraron con el absolutismo, recuperen el poder municipal.


Isabel II Reina de España

    Al siguiente cambio de rumbo propiciado por la Vicalvarada (1854) no creo que llegase con vida. El padrón de 1863 nos certifica su fallecimiento con anterioridad al mismo, pues solo aparecen la viuda e hijos.
    Los cuadros y genealogía que acompañan a la tesis doctoral de Francisco López Villatoro titulada “La Villa de Castro del Río (1833-1923). Aspectos económicos, políticos y sociales”, así como ella misma, me han resultado de gran utilidad para hacerle un seguimiento a la trayectoria vital de este castreño de alta alcurnia y muchas fanegas. Precisamente en uno de los cuadros de propietarios vecinos y forasteros que se incluyen, fechado en 1849, sigue apareciendo como 6º propietario vecino con 81 fincas y 413 fanegas, aunque superado por el liberal Antonio del Río Muela (soriano) que supo beneficiarse del proceso desamortizador