Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

05 julio 2011

Curiosidades bibliográficas: armas, escudos, blasones; carteros, santicos, santones y benditas vacaciones.












   Entiendo más bien poco, por no decir nada, de heráldica, escudos, genealogía, pendones o blasones. Son disciplinas más bien áridas y de dudosa utilidad, por las que nunca he mostrado demasiado interés. Navegando y buscando materiales e informaciones sobre las poblaciones objeto de este espacio, he localizado en la Biblioteca Digital de la Comunidad de Madrid un curioso libro, lujosamente editado y encuadernado, que alberga entre sus paginas una atractiva colección de láminas finas donde se recogen todos y cada uno de los escudos de las principales villas y ciudades de España en 1860, con sus respectivas descripciones. 



   No voy a entrar en cuestiones críticas sobre lo acertado de las descripciones o sobre si la iconografía de esos escudos es la correcta, original o apropiada. Sinceramente me importa un pimiento (dejemos a los pepinos tranquilos, a ver si recuperan los pobres).



     ¿Sus posibles utilidades?

   En otro tiempo, por su impacto gráfico y visual,  hubieran sido de gran provecho para opositores a cartería, a la hora de ayudar a identificar todas y cada uno de las villas y ciudades de nuestro país agrupadas por provincias. Fotocopias de las mismas, en plan estampas recortables amontonadas sobre una mesa, hubieran garantizado el éxito de cualquier aspirante a los servicios postales de la nación. En los tiempos presentes, en los que ya apenas si se escribe a mano, la utilización de códigos y los progresivos avances informáticos, han relegado ese otrora imprescindible saber memorístico y enciclopédico del cartero a un injusto ostracismo. De hecho, hace ya varios años que ni se convocan oposiciones,  ya que los servicios postales están a punto de caer en manos de la empresa privada.



   Se me ocurre un segundo uso didáctico, lúdico y vacacional, para quienes tengan hijos menores, como manera de  paliar su aburrimiento, abuso de PlayStation u otras maquinejas del diablo, durante el largo estío (papá estoy aburrio) y de camino, ganar tiempo para leer el periódico u otras actividades lúdico festivas de pareja.
   Mediante el famoso método informático del recorta, copia, pega, pinta y colorea, deberían obtener estampaciones (“santicos”)  de los pueblos del entorno geográfico partiendo de las laminas incluidas en el libro y enlace referenciado. Necesitaríamos al menos 50 de ellas por jugador antes de pasar a la fase puramente lúdica y callejera (dejémoslo en patio de vecinos, la calle hace ya bastante que dejo de ser un espacio para el juego).




    El resultado, con la colaboración paterna (aporte de tinta y papel para la impresora) unos bonitos cromos con los que jugar a los “santicos”. Que no se alarme el elemento laico y de poca iglesia, no se trata de procesiones infantiles, ni tiene connotación religiosa alguna.  El juego de los santos o santicos, cuyos últimos años de vida conocimos quienes vivimos la infancia en los años sesenta y parte de los setenta del pasado siglo, consistía en hacer acopio, buscar, ganar y arrebatar al amigo, compañero o vecino la mayor cantidad posible de ellos (que no cupieran en los bolsillos de los pantalones, a ser posible).



   El santico, que muere o desaparece definitivamente con el progreso y la proliferación del mechero de gas, se obtenía de la tapa (anverso) de las cajas de cerillas. Las empresas encargadas de su fabricación solían comercializarlas por series temáticas (aviones, aves, animales, plantas, coches, edificios…) En la tapa de atrás solía venir una pequeña descripción alusiva al dibujo o ilustración. Hoy algunas de estas cajitas son objeto de culto por parte de coleccionistas.



   Se mercadeaba y se cambiaban, aunque era el juego el que despertaba mayor interés. Conozco y recuerdo al menos tres modalidades, extensibles  a las famosas colecciones de cromos de futbolista:

a)     LA PARED. Se marcaba ésta con una raya a una altura de metro y medio aproximadamente. Desde la marca, los jugadores iban dejando caer sus santicos o cromos hasta que alguno de ellos caía sobrepuesto parcialmente a otro u otros, llevándote los dos o tres o cuatro que mochabas o tapabas, y así sucesivamente.

b)     PALMEAR Y VOLTEAR. Consistía en conseguir con la palma de la mano ahuecada, mediante un golpe seco, darle la vuelta al montón o montocico que el contrario arriesgaba. Para esta modalidad se solía utilizar santicos de ínfima calidad y aquellos más deteriorados por el uso abusivo.

c)     RATA: ALZA Y TAPA. Método arriesgado, pues se podía perder una buena cantidad de  golpe y porrazo. El retante introducía una cantidad indeterminada de santicos entre las palmas de sus manos, a la par que pronunciaba la palabra “rata”. Si el retado aceptaba, respondía con “alza y tapa”, lo que obligaba al primero a abrir fugazmente sus manos, lo que debía de servir al segundo para calcular la cantidad de santicos albergados en ellas. Si acertabas te los llevabas todos, si no debías de pagar lo previamente estipulado por jugar (3 o 4).


   Todo este acopio de tonterías y gilipolleces, son consecuencia directa del mono psicológico al tabaco (que permanece) y cierta propensión nostálgica y enfermiza que se me ha despertado después de cumplir los cincuenta. Si de camino, mis recuerdos, ilustraciones y recomendaciones le sirven a alguien para algo… pues buen provecho.
   Sean felices y tengan buenas vacaciones. Las mías están al caer…

04 julio 2011

Blas Cabello y Chocero "lotero".



   Este peculiar personaje cordobés de principios del siglo XX, encaja a la perfección en esa categoría humana de “diferentes, raros y curiosos” (de quienes rompen molde), por la que siempre he sentido una especial seducción. Mi curiosidad me ha empujado a seguir indagando sobre él, y los resultados, una vez más, siguen siendo sorprendentes.
   Fue el Repórter X, quien nos lo descubre en sus artículos y entrevistas realizadas para La Voz, ya proclamada la dictadura de Primo de Rivera, quien socarronamente le colocara aquel remoquete de “concejal de cuarto de hora”, y nos diera a conocer alguna de sus otras muchas facetas, como la de “mago de la pelota” o la de lotero, de la que nos ocupamos ahora.
   No es que se dedicara exactamente a la venta de lotería, a la que probablemente fuese un gran aficionado, y hasta es posible, que trapicheara con ella como medio complementario de sustento, sino más bien, a la suerte de haber sido agraciado en varias ocasiones con premios importantes en sorteos de la Lotería Nacional.



   La primera vez que salta su nombre a las páginas de la prensa cordobesa fue en septiembre del año 1902. Un billete del  premio gordo del sorteo ordinario de la Lotería es vendido íntegro en Córdoba. El ya por entonces novicio callista, Blas Cabello y Chocero, compartía un décimo del 1.955 con su padre, a la sazón betunero de la fonda “Las Cuatro Naciones”. Este premio eximiría a su progenitor, en su vejez, del perpetuo arrastre por los suelos y a él le permitiría hacerse de la infraestructura suficiente para intentar abrirse paso en su nueva profesión (antes había ejercido la de zapatero).



   Al año siguiente, un grupo de aficionados a la lotería, entre ellos nuestro Blas Cabello, asiduos concurrentes de una taberna ubicada en el Portillo, decidieron constituir una peña de ocho integrantes, con vistas de jugar a escote un décimo cada semana, con tan buena estrella que en el sorteo con el que debutaban atraparon el segundo premio.
  Mejor fue la suerte de los hermanos Fernando y Carlos Quero Goldoni (hijos del ingeniero porcunense, Jefe de Obras Públicas y destacado miembro de la Masonería en la Córdoba de finales del XIX, don Damián Quero Díaz) que ingresaron conjuntamente 40.000 pesetas del ala, correspondientes a los cuatro décimos que jugaban, adquiridos en una administración de la calle Espartería.
   No sabemos exactamente el destino que Don Blas le diera a esos premios, pero, como podremos comprobar en una futura entrada a desarrollar, parece ser que le sirvieron fundamentalmente para instruirse.
   Próximamente:
   “Blas Cabello anarquista, republicano, periodista, taurino, taurófilo y poeta”.

  Por lo pronto, su fama de lotero y la celebridad alcanzada entre la redacción del diario gráfico La Voz durante los años veinte (de la que llegó a formar parte) le sirvió para convertirse  en víctima obligada de la típica inocentada que infiltraba la prensa el día 28 de diciembre. Una vez más, el Repórter X  se luce con ésta rocambolesca historia de loterías, suerte, destino y cordobesismo ; mucho, muchísimo cordobesismo de taberna, café y barbería :


Una información sensacional

Varios vigésimos del segundo premio de Navidad están en Córdoba
                                 
 El 33.006 en la barbería de Domingo Fernández
y en la Cervecería Ramírez

¡Ay Blas que no te has equivocao!



   Recordará el lector que el segundo premio de la Lotería de Navidad consistente en la bonita suma de diez millones de pesetas – ¡seis mercancías completos! – correspondió en gran parte a la ciudad de Huesca, pero nadie en dicha población conocía al poseedor o poseedores del 33.006. Se afirmaba que varios vigésimos los había adquirido un señor forastero, bajito, con lentes, que se hospedaba en el Principal Hotel de la histórica ciudad aragonesa.

   Un millón entero fue a parar a las manos de los celosos funcionarios del Gobierno civil de aquella ciudad. Otros vigésimos fueron a Alicante, resultando agraciado el comerciante de Callosa de Segura don José Mora que jugaba dos vigésimos.
   En la sucursal del Banco de España en Pontevedra fueron depositados varios vigésimos expedidos en Cuenca a don Constante Lorenzo Iglesias, natural y vecino de Estrada, que lleva cincuenta pesetas de participación, habiendo repartido el resto entre amigos suyos de aquel pueblo.
   Lo que quedaba del segundo no se sabía donde estaba.la casualidad ha querido proporcionarnos la satisfacción de averiguar quiénes son los poseedores de los vigésimos del 33.006. En Córdoba están. Ha cabido, por tanto, a nuestra ciudad la suerte de ser una de las agraciadas en el último sorteo.
   El dueño de la barbería establecida en la calle Gondomar, Domingo Fernández, encargó en 
Madrid un décimo con el fin de repartirlo entre los parroquianos.




   A uno de estos -  don Blas Cabello Chocero,  nuestro querido amigo – no le satisfizo el número enviado de la corte. Como tenía necesidad de marchar antes de 22 a Madrid de paso para Huesca, donde tiene unos parientes, no quiso tomar participación del número de Domingo Fernández, pensando en adquirir un billete completo en aquella ciudad.

   Las premuras del viaje y el detenerse poco tiempo en Madrid, hizo que a don Blas se le olvidase comprar el billete, y a su llegada a Huesca sus parientes le ofrecieron parte del 33.006, que estos llevaban.
   El señor Cabello aceptó quince pesetas, y como le gustase el número pidió más participación. Don Blas indagó, quiso comprar más décimos que no encontraba por parte alguna. Entonces ofreció a un betunero del casino principal una gratificación esplendida, y después de recorrer todas las administraciones dio con seis vigésimos del que más tarde iba a constituir su felicidad.
   El señor Cabello Chocero llegó a Córdoba el día 20. Don Blas dijo en la barbería que traía el gordo. Domingo Fernández y los oficiales se reían.
   ¿El gordo? ¿Y de Huesca? ¡Vamos hombre…!
   Don Blas que tenía una fe ciega en los vigésimos, insistía, pero sin enseñar el número: ¡Señores que aquí está el más grande!
   Uno de los barberos, Emilio Aguilar, picó con una participación de a peseta. También llevó una de dos reales y otra de cinco pesetas el portero y el conserje del Conservador, respectivamente; ambos parroquianos de la barbería.
   Llevan así mismo participaciones los siguientes amigos y también parroquianos del barbero:
   Don Pedro Barbudo Suarez Valera, diez pesetas; don Benito Grande Pacheco, cinco; don Juan Aroca, dos pesetas con cincuenta céntimos, y don José Villalba Martos, quince pesetas.
   Hubo personas a quienes don Blas ofreció participaciones y las rechazaron alegando que “Blas el callista era un tío de mala pata”. Entre estas figuran don José Riobóo Susbielas, a quien el señor Cabello le tenía reservadas cincuenta pesetas que no quiso aceptar.
  Al enterarse hoy de la suerte del 33.006, don José recibió una impresión enorme.

   Don Blas Cabello ha repartido también varias fracciones entre algunos parroquianos de la Cervecería Ramírez, a donde acostumbra ir por las noches a tomar café.
   Los agraciados son los siguientes:
   Don Manuel Tienda Argote, que juega medio vigésimo. Le han correspondido por tanto, la bonita cantidad de doscientas cincuenta mil pesetas.
   ¿Qué va usted a hacer con tanto billete don Manuel?
   El capitán de infantería don Manuel Sagrado Marchena, juega cinco duros. Igual suma los señores don Ángel Avilés Marín y don Julián Altamirano Díaz.
   También llevan varias participaciones de a peseta, el cocinero y el pinche del café.
   Don Adolfo de Torres Márquez, abogado de este colegio y funcionario municipal, lleva un vigésimo completo. Por tanto es poseedor de la friolera de quinientas mil pesetas.
   Es tal la impresión que ha recibido dicho señor,  que está en cama desde que conoció la noticia.
   Otro impresionado ha sido el popular empresario Antonio Ramírez de Aguilera, que le han tocado ochenta mil duros. Ha tomado el tren y se ignora su paradero.
   Por último, don Blas Cabello se quedó con un vigésimo. Ha jurado que en su vida hablará  de fútbol y extirpará callos. También piensa no intervenir más como concejal de cuarto de hora en las 
sesiones del Ayuntamiento.


   El cariz de verosimilitud que pudiera tener para el inocente lector que se acercara a la lectura de la noticia, sin conocimiento previo de  sus protagonistas,  lo pierde definitivamente en su párrafo final. 
En él, el redactor riza el rizo con un final de historia tan anómalo, atípico e inusual, como absurdo:



   No satisfecho el equipo de redacción con la inocentada de la que es protagonista el célebre callista don Blas, la tercera página (3 de 4) del día 28 de diciembre de 1923, se la dedica casi en pleno a nuevos disparates y humoradas.  A un compañero  lo pasan por el altar, casándolo con una viuda (“los nuevos esposos han marchado a Almendralejo, donde la familia de la ya esposa, posee una magnífica finca denominada “Mama Lola”, en la que pasaran los primeros días de la luna de miel, que deseamos que sea tan triunfal como imperecedera”); al Doctor Vicente Martín Romera le cierran la suscripción abierta a su nombre para costear las insignias de la Gran Cruz de Beneficencia concedida por el Gobierno, en la que aparece Blas Cabello con una generosa aportación de 150 pesetas. A bastantes de los personajes de la Córdoba de aquellos años les coge la sátira de lleno en esta página. Eran esos primeros meses de la dictadura regeneracionista de Primo de Rivera, en la que  aún se respiraba ciertos aires de libertad.

   El propio Repórter X (don José del Castillo Plasencia – Chateau ?) se reserva su espacio al lado de 
su íntimo e inseparable amigo Blas:



01 julio 2011

Toros en Valenzuela (1910). Capeas en Porcuna.

  
  En una entrada reciente dedicada la historia del fútbol en Porcuna, aludía, con una mezcolanza de cariño e ironía (profeso de antiguo admiración por el gen vinagorro), a un proyectado coso taurino en la vecina y hermana localidad cordobesa de Valenzuela durante los años treinta del pasado siglo.
   Había leído, no recordaba cuando ni donde, alguna noticia aislada sobre la celebración de espectáculos taurinos durante sus ferias y fiestas.
   Un repaso a mis notas, me permite ahora concretar y localizar esos festejos durante la temporada de verano del año 1910. La costumbre o afición, no debía de estar demasiado arraigada entre la población, tal como se desprende de las palabras del cronista:
  “Acontecimientos de este tipo han sido vistos muy pocas veces aquí, por lo que han despertado una expectación extraordinaria”.
    La moda de las capeas y su posible traducción en pingües beneficios, parece ser que fue lo me empujó al empresario Rafael Aguilera, para poner en manos de su señor padre y otros acreditados maestros carpinteros, la ejecución de una plaza de madera. El resultado del especial celo profesional desplegado por estos, “un coqueto circo taurino con extraordinarias condiciones de solidez, espaciosidad y comodidades para el público”.


Plaza de toros de Motril 1910
En el centro el célebre Don Tancredo, rebozado en harina, momentos antes de ejecutar su famosa suerte.

   Por lo tanto, la villa cordobesa de Valenzuela puede presumir y vanagloriarse de haber tenido Plaza de Toros, aunque de estructura transitoria y perecedera, con anterioridad incluso de la llegada de la luz eléctrica.
   Ya bauticé en su día a su stadium de fútbol, recurriendo a la socorrida advocación de su santo patrón. A los cosos taurinos se les suele denominar con más pompa. Creo que “Monumental de las Eras” podría ajustarse a la perfección, por el propio carácter monumental y majestuoso de los tablones y clavos utilizados para su confección, y por su supuesto y posible emplazamiento.



   Ese mismo verano, gracias a la “laboriosidad de sus dignas y cultas autoridades”, se le pudo dar un retoque al Paseo de la Plazaque de encontrarse en un estado lamentable y ruinoso, ha quedado, concluidas sus reformas, convertido en un sitio alegre y pintoresco”. También se ejecutó un nuevo tramo de carretera, que partiendo del cementerio atraviesa el pueblo en su totalidad enlazando con la general de Baena a Porcuna. Aunque el proyecto más ilusionante, del que participaba toda la comarca, era el de la ansiada línea de ferrocarril entre Pedro Abad y Martos, habiendo sido elegida Valenzuela  para ubicar una de sus estaciones, mejora considerada decisiva para el porvenir de la localidad.




   Los políticos de la Restauración, eran muy dados a prometer y proyectar kilómetros de vía, que en raras ocasiones se materializaban. El ferrocarril eléctrico, al que nos estamos refiriendo, debía partir de Pedro Abad, atravesando importantes agro ciudades como Bujalance, Porcuna, la propia Valenzuela hasta Martos. Luego debería de  adentrarse en la provincia de Granada, buscando la salida al mar a través del puerto de Motril. Pese a que se realizaron los estudios previos, a cargo de ingenieros franceses, ni Valenzuela, ni Porcuna, ni Motril llegarán a ver a lo largo de su historia vías y raíles tendidos en sus suelos (el tren que nunca llegó).

   El primer festejo de los programados tuvo lugar el día 25 de julio de 1910, festividad de Santiago Apóstol. En ausencia de carteles y programas de mano (que no llegaron a elaborarse, pues la venta de papel en taquilla estaba más que asegurada) son las crónicas remitidas por los corresponsales locales de la prensa cordobesa las que nos van a permitir conocer a los valerosos diestros, así como la procedencia de las ganaderías bravas.
   A los acordes de un bonito pasodoble ejecutado por la banda de música de Santiago de Calatrava, a las cinco y media en punto de la tarde, “entre aplausos y aclamaciones del público”, don Joaquín Vázquez Espinosa, montado en una hermosa jaca, hizo el despeje de plaza, iniciándose a renglón seguido el paseíllo.
   Se anunciaban para la lidia 8 toros de capea del acreditado labrador y ganadero local don Juan Gallardo; y un novillo de muerte de la ganadería de la Excelentísima Señora Marquesa viuda de Cullar de Baza.
   Los encargados de la brega, el novillero sevillano Pedro Espejo “Huerfanito” y como sobresalientes o toreros de adorno: Ángel Rodríguez “Angelillo”, Antonio Rodríguez “Herrerito”, Fernando Martín “Manene” y Narciso Gálvez “Guerrita”, todos de  Córdoba.

   Los toros de capea, como la propia palabra indica, son aquellos a los que solamente se les ejecutaba la suerte de capa. Se solía recurrir a ganado de carne o de sangre, del que los labradores disponían en los cortijos. Dependiendo del encaste, podían dar mayor o menor juego: “los diestros ejecutaron las suertes de capa que las condiciones del ganado permitían, simulando en el último “Guerrita” la suerte de banderillas y la de muerte, que ejecuto como las propias rosas”.
   Llega el esperado momento en que “Huerfanito” de verde y oro, tiene que vérselas por fin con el esperado novillo de muerte, de nombre Urraco “negro salpicado, bien mantenido, de cortos pitones y no muy buen mozo”.



   Los corresponsales locales coinciden en las pésimas condiciones del astado y denuncian la falta de respeto para con los paganos:
   “El novillo, aunque de buena raza, pero tan pequeño y tan estropeao de la caminata, que bien poco dio que hacer ni contar”. Un tal equis para el diario de Córdoba califica lo del toro de muerte como un “infanticidio taurófilo”, haciendo gala de ingenio y de buen humor, advierte al empresario para que para las próximas no traiga chotos.

    Al enigmático cronista vinagorro, por influjo y reflejo de un variado ramillete de señoras y señoritas del bello sexo, “de lo más selecto y escogido de la sociedad local”, cómoda y artísticamente instaladas y ataviadas en los palcos habilitados al efecto,  le sale a relucir cierta vena lírica y pastoril:

Perdón, amigo Barquero,
que mi pluma a tal se atreva;
yo tengo de revistero
lo mismo que de Juan Breva.

Pero insistente me mira
una bonita marteña
y he de hacer esta reseña,
pues por los toros delira.

Y no hay razón ni motivo
de enojar a la marteña,
ya que quiere una reseña
enristro el lápiz y escribo.

Derrocha el sol resplandores
y su fulgor producía
cambiantes de mil colores
que vuelven en esplendores
el rincón de Andalucía.

Y a sus destellos fulgura
lindo plantel de mujeres,
que abunda aquí la hermosura
como el amor en placeres.





   La Monumental de las Eras durante la feria de Agosto (días 15 y 16) acogerá dos nuevos festejos del mismo género (toros de capea con un novillo de muerte). Otra vez Huérfano, encabezando su “cuadrilla de niños cordobeses y sevillanos” el encargado de ponerle arte al cotarro.




   El ganado de capea lo aportan los labradores vecinos don José Ruiz (primer día de feria) y don Juan Gallardo (segundo). Para los novillos de muerte, en vista del fiasco de Santiago, se recurre a una nueva ganadería brava, más cercana, la de don Antonio Guerra de Córdoba.
   En el indispensable acompañamiento musical se alternan la municipal de Santiago de Calatrava con la de Alcaudete.
   Siguiendo el ritual de las grandes ferias, el primer día:

   “A las cuatro de la tarde la banda de música, acompañada por la cuadrilla que dirige el valiente matador Pedro Espejo “Huerfanito”, en unión de autoridades, se dirigieron en coche hasta la plaza de toros a los acordes de un alegre pasodoble”.

   “El aspecto del circo taurino era de ver, tendidos de sol y sombra a rebosar, así como los palcos, que estaban en el orden siguiente: en el centro la presidencia, compuesta del señor alcalde presidente don Cipriano Pérez Aguilera; señor juez municipal don Francisco Serrano, y señores concejales; también se encontraba en el mismo palco el representante de la política conservadora en ésta, Don José Vázquez Moreno. Los palcos laterales estaban ocupados por lindas y simpáticas señoritas, predominando entre ellas las mantillas blancas”.



   Por lo que respecta al comportamiento del diestro, las crónicas lo califican de irregular.
   El primer día se mostró temerario y torpe en la suerte suprema, despachando al morlaco después de cuatro estocadas.
   El segundo, tampoco sin demasiados alardes de valentía, sobresalió en la suerte de banderillas, dando varios pases muy limpios con la muleta y rematando con una estocada en su sitio hasta la bola: “seguido de grandes aplausos y música termino la corrida, quedando el público muy satisfecho”.

  De la cuadrilla de niños cordobeses se menciona el buen hacer en la suerte de capa y en banderillas simuladas y reales de toreretes como Chirones, el Chato, el Niño Rubio y el Moreno.
  Estos nuevos niños cordobeses no tienen nada que ver con aquellas famosas cuadrillas de las que salieron acreditados matadores. Se trata de un nuevo y oportunista intento por parte de un empresario taurino cordobés de rescatar y rentabilizar aquella vieja fórmula.

   El novillero de Aznalcollar Pedro Espejo “Huérfano”,  llegaría a graduarse con el tiempo como matador de toros en las Américas donde le perdemos definitivamente la pista. La prensa cordobesa recoge alguna noticia de sus actuaciones en cosos americanos junto al diestro cordobés Manolete II.

  No me consta la celebración de nuevas corridas de toros (capeas) en la Monumental de Valenzuela en temporadas siguientes.
  Históricamente, y con relativa frecuencia, " la bárbara diversión de las capeas" que se organizaban en los pueblos, y similares festejos como encierros, sueltas, ensogados… solían derivar en espectáculos poco edificantes, accidentes, incidentes y alteraciones del orden público. En 1908 el ministro conservador de Gobernación Sr. La Cierva, imbuido de cierto espíritu regeneracionista, dictó una Real Orden por la que se prohibían las capeas y se regulaban esos otros festejos.

   En aquellos lugares donde estaban suficientemente arraigadas, a los Alcaldes y autoridades  les tocara lidiar con la el malestar y oposición popular:

   “La prohibición de las capeas ha traído como resultado este verano un alcalde muerto, otro gravemente herido y varios guardias civiles heridos, al intentar que no se celebren tan peligrosos espectáculos” (A B C jueves 22 de agosto de 1912, sección notas y rumores)
  Ante las exhortaciones de un poco cultivado pueblo llano y diminutamente soberano, muchos alcaldes populistas y clientelistas, en connivencia y con la tolerancia de jefes políticos y autoridades gubernativas provinciales, se saltaran a la torera el ordenamiento jurídico vigente, consintiéndolas.

   Un ejemplo cercano lo tenemos en la vecina localidad jiennense de Porcuna, donde las tradicionales capeas que tenían lugar en su monumental y desaparecida plaza porticada, en los días siguientes a la fiesta de Nuestro Padre Jesús (14 de septiembre), siguieron celebrándose gracias a la diligencia y magnanimidad de don Emilio Sebastián González, alcalde presidente de su Ayuntamiento Constitucional durante el periodo 1912-1913.  Bajo el grito unánime del pueblo, “Don Emilio que haiga toros”, durante esos años en que arrecia la prohibición, el munícipe mayor terminaba cediendo ante las ansias de diversión de sus administrados.





    El doble ciclo taurino organizado conjuntamente por las autoridades vinagorras y aquel emprendedor empresario taurino ya referido, debió de despertar la envidia entre los munícipes porcuneros, que para no ser menos, decidieron incluir en el programa de festejos de la Feria Real del año 1910 un festejo taurino serio con novillos de muerte, siendo contratado para tal menester el joven novillero cordobés Ángel Cepa “Cepita”.



Porcuna: capeas en la Plaza. s.f. 



   No dispongo de más información sobre nuevos festejos o sobre los posibles altibajos que sufrieran las capeas en Porcuna durante el primer tercio del siglo XX. Seguramente, de su arraigada tradición, parta el deseo e intento del joven porcunense Angelito Torres  por abrirse paso en el difícil “Arte de Cuchares”.

Diario La Voz de Córdoba (julio 1935)




   Las fotografías que anteceden son del año 1942 y se corresponden con las últimas temporadas de capeas en  Porcuna. Curiosamente, éstas dejaran de celebrarse  a la par que el precioso y monumental espacio que las albergaba (la Plaza) cambia su fisonomía original por desidia e insensibilidad artística de las autoridades de la época, que no supieron evitar aquel alevoso e irremediable atentado contra el patrimonio histórico artístico de la localidad.

10 junio 2011

Desinfectando y madurando: ¡A mi manera...!


   He recurrido, alguna vez que otra, a entradas de carácter memorialista empujado por la necesidad de tener recopilados determinados episodios de mi vida, que por las circunstancias que sean, han permanecido siempre frescos y bien almacenados en mi mente.

   Son mis batallitas y mis sinsabores, que si los hago públicos, es porque me da la real gana (que pa eso es mía), sin propósitos alienantes y ejemplarizantes. Mis logros en la vida, que son cuantiosos, pero que carecen del refulgente brillo del oro, tan del gusto entre los de humana naturaleza, para ciertas mentalidades estándar, no justifican siquiera la autocomplacencia que me proporciona la exposición pública de mis memorias y/o opiniones  (¡vaya tonto de los cojones! ¡… tonterías que escribe el gilipichi éste!...o palabras de nuevo cuño como "anarco tontainas").

   Próximo a cumplir los 51 años, completados todos los casilleros de mi imaginaria cartilla de vacunaciones, sin vicios ni prejuicios, creo poder permitirme el lujo de jugar al chinchón, a la escoba, al “subastao” o al tute por parejas, sin necesidad de pertenecer a ningún casino, círculo cultural o de recreo. Mi libertad e independencia, me consienten echar cartas, guardar o romper la baraja, cuando y como me venga en gana, abrir y cerrar partidas, y hasta tirarme cuando no me entran cartas.



   Como mis referencias al famoso “Libro de las 40 Hojas” son metafóricas, y no trato de cantarle las  cuarenta a nadie, permítanme que recurra a dos citas sacadas de la historia de la literatura española, que me han resultado siempre de gran ayuda y estímulo a la hora de reafirmarme en mis acciones y convicciones:

   Sabio consejo el de aquel insigne cordobés del Siglo de Oro, don Luis de Góngora y Argote en su célebre poema de “Ándeme yo caliente”:

Ándeme yo caliente

y  ríase la gente.

Traten otros del gobierno

del mundo y sus monarquías,

mientras gobiernan mis días

mantequillas y pan tierno,

y las mañanas de invierno

naranjada y aguardiente,

y ríase la gente.


   A la obra magna, del no menos insigne “Manco de Lepanto” o “Príncipe de los Ingenios”, puesta en boca de su genuino personaje central, pertenece el siguiente alegato libertario:

"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida" (Miguel de Cervantes).

 


   Al lema o consigna con el que se encabeza la entrada, me gustaría añadir otro, tomado de la sabiduría popular y tradicional, muy utilizado por un porcunense ilustre, del que hace mucho que no se nada, y que también he hecho mío: “ca uno es ca uno”.

   Lo interpreto, como que los seres humanos tenemos la necesidad de conocernos a nosotros mismos y de aprender a aceptarnos, con nuestras más o menos equilibradas dosis de virtudes y defectos. Es un punto de partida importante para intentar ser feliz, que en el fondo es el fin único y verdadero.





   Esta auto dedicatoria egocéntrica y reafirmante, es consecuencia directa de algún comentario, de no muy buen gusto, suprimido a tiempo. Son los riesgos de mantenerlos abiertos. Desde mi punto de vista, los comentarios en un blog, bien utilizados, son enriquecedores siempre y hasta chispeantes y divertidos. Los mios van a seguir abiertos, pues gracias a ellos he hecho nuevas relaciones amistosas, he obtenido y compartido materiales e informaciones, y me sigue apeteciendo poder contrastar mis opiniones y aseveraciones con otras, con la poquita de guasa y cachondeo del que se requiere a veces, para pugnar contra muros más o menos racionales o argumentados. A los anónimos, con prejuicios o razones de peso para no mostrarse con su verdadero rostro, pedirles por favor, que me rebatan y confronten de una manera educada y civilizada. Entiendo y soy consciente, ya lo he expresado, que “ca uno/a es ca uno/a”, o como diría don José Ortega y Gasset, "cada cual y sus circunstancias".

04 junio 2011

Futbol en Porcuna durante los años 30.


  

   Desinfectando y transfiriendo documentación desde mi viejo PC al veloz y ultramoderno portátil, he reparado en una vieja carpeta en la que está almacenada la escasa información de la que dispongo sobre el fútbol en Porcuna durante los años treinta, anterior a la guerra civil.

   La tenia como aparcada, esperando complementarla cuando la prensa histórica jiennense digitalizada y colgada en la red, hiciese acto de presencia, o encontrar el momento para personarme in situ en las instituciones jiennenses que conservan prensa histórica (trabajo de chinos sin buscadores).
   Como, en el momento actual, ambas cosas parecen casi quiméricas, he optado por darle forma y divulgarla definitivamente.
   Se trata de escuetas informaciones procedentes de la prensa histórica cordobesa, sobre los partidos jugados por equipos porcunenses contra los de las vecinas localidades de Bujalance, Cañete de las Torres y Valenzuela.

   Los dos equipos existentes durante el periodo inmediatamente anterior (Obulco y Mixto Obrero) parecen subsistir, aunque por las relaciones sociales derivadas del nuevo marco histórico, ya sin la tutela y proteccionismo de los primeros para con los segundos ejercido en tiempos pasados.

   Son tres crónicas de las que dispongo, todas pertenecientes al periodo festivo y estival, por lo que intuyo que el fútbol en Porcuna no llegaría a alcanzar nunca durante estos años la pujanza y regularidad que adquiere en otras poblaciones, caso de la cordobesa de Castro del Río, donde éste durante los años 30, aparte de dividir sociológicamente a su afición, toma el rango definitivo de espectáculo, con un rosario de partidos amistosos organizados por sus dos equipos (Unión Deportiva y Sporting) durante todo el año, con sus respectivos terrenos de juego vallados y acondicionados con vestuarios. Esa fiebre, terminaría traduciéndose en una importante respuesta por parte del público en taquilla, lo que facilitaba el recurso al refuerzo foráneo y la contratación de rivales de cierta entidad.

   Alguna ocurrencia, de las relatadas en vida por Manuel Heredia Espinosa (mi chacho) que fuera jugador del Obulco o Porcuna F.C. me lo corrobora. Ya me detendré en ello más adelante.

   La primera referencia,  es anterior a la proclamación de la República, de un partido jugado en Bujalance frente al primer equipo de esta localidad durante el carnaval del año 1931. El equipo de Porcuna aparece reseñado en las crónicas como Porcuna F.C. “En uno de los partidos mas interesantes de los celebrados en la presente temporada; los forasteros, pese a mostrar bastante pericia en el juego, fueron derrotados por los locales por tres goles a cero” (El Defensor de Córdoba 13 de febrero de 1931).




   Las alineaciones las sacamos de la también escueta crónica que del mismo partido hace el corresponsal local del diario gráfico La Voz:

   Bujalance F.C.: Sabater; Mestanza, Benito; Latorre, Alfonso, Aragón; Cerezo, Lora, Ibáñez, Curita y Mohines.
    Porcuna F.C: Sevillano; Alcázar, Vallejo; Ruiz, Espinosa, M. Torres; Quero, Peña, Morente, Cordón y Bellido.

Alineaciones del Infantil del Obulco F.C (verano de 1924)

   Reparando en los nombres de los equipiers del Obulco F.C Infantil del verano de 1924, podremos apreciar como este denominado Porcuna F.C viene a ser un continuador de aquel. Exceptuando al portero, Sevillano, que debe ser un refuerzo ocasional (un guardameta con ese mismo nombre, aparece en alineaciones de equipos de la capital cordobesa o alineado con equipos de la provincia en partidos amistosos durante los años treinta), la mayoría de los jugadores de Porcuna en este partido de Bujalance ya habian jugado con los infantiles del Obulco F.C. (Heredia Espinosa, Alcázar, Vallejo, Morente, Cordón y Bellido).


   Durante el mes de agosto de ese mismo año de 1931, un equipo de Porcuna comparecía en la vecina localidad de Cañete de las Torres, para contender frente al recién creado Gimnástico de Cañete. Era el tercer partido en el corto historial de los cañeteros, que ya habían perdido previamente contra el Lopera F.C en su debut, por una respetable diferencia, y vencido al asequible equipo de Villafranca de Córdoba.

   A las cinco y media de la tarde, en un campo cercado por una muralla humana, saltaron los equipos al terreno de juego. Victoria de los cañeteros por un claro y contundente 8 a 0.


 
   Este segundo equipo no creo que se trate del mismo que perdiera ante el potente Bujalance F.C. (“señoritos”) manteniendo el tipo dignamente. Estos nuevos futbolistas porcunenses, les supongo herederos de aquel otro equipo local ya reseñado en crónicas de los años veinte como “Mixto Obrero”. Son o serían, los que, como bien recoge Fernando Enrique Salas Herrera en su trabajo “Memorias del Fútbol en Porcuna (1904-1970)”, terminarían siendo conocidos a nivel popular como el equipo de “los diez galgos y el pachón”, integrado en su mayoría por jugadores de extracción social humilde. Fernando, ha rescatado de la tradición oral los nombres de algunos de los jugadores estrella del periodo, pero sin terminar de encuadrarlos en sus respectivos equipos: “El Moreno Galones”, “El Niño Salas” o “Cordón”.
   Supongo, que este mismo equipo de Porcuna, pero con la peculiar denominación de Alpargate F.C, es el anunciado para contender, durante las concurridas Ferias y Fiestas de Valenzuela del año de 1932, frente al potente y prestigioso Recreativo Vinagorro F.C.
   Los vinagorros, aquel año, no repararon en gastos para sus tradicionales fiestas de Agosto. La Banda Municipal de Porcuna, en dianas floreadas y conciertos vespertinos, ofreció al pueblo de Valenzuela lo mejor de su repertorio. Por la noche, bailes en el “Centro Recreativo” hasta altas horas de la madrugada, una compañía de teatro, y la actuación estelar durante el ultimo día de “El Niño Marchena” y su trouppe flamenca.

   Las tardes festivas estuvieron consagradas al deporte de la pelota (la proyectada plaza de toros seguía aparcada), con tres encuentros consecutivos celebrados en el recién inaugurado Stadium de San Roque (tierra calma de ruedo, con tres vueltas de rulo y butacas caseras con el culo de enea) entre el Recreativo F.C. local y equipos de la comarca:


 
   • Día 15: Recreativo F.C.- Nacional Baenense. 4 a 1 a favor de los locales, reforzados por los porcunenses “El Moreno” (delantero centro) y “Cordón” (medio centro). Como guardameta local se alinea un tal “Ruano” que tuvo una destacada actuación. Otros aborígenes mencionados: Gómez, Castilla, Manolito y Gallardo.
   • Día 16: Terremoto F.C. de Santiago de Calatrava (Jaén)- Recreativo F.C. Infantil: “partido soso, demostrando ambos equipos la falta de entrenamiento”. 5 a 4 a favor de los locales.
   • Día 17: Recreativo F.C – Alpargate F.C. de Porcuna (ver recorte prensa).




Stadium San Roque (veinte años después)
 
   La fotografía anterior, catalogada como JJ-003 perteneciente a la Fototeca de Arqvipo, ha sido capturada en pantalla del PDF encriptado que alojan en su página. Como de leyes y protección de patrimonio, propiedad intelectual y material, estos señores están suficientemente versados y preparados (sargento jurídico incluido) , y no quisiera tener que afrontar innecesarios gastos en minutas de abogado/a por usurpación, si no fuese del agrado de usías mi arrebato ("es que me viene de p.m"), háganmelo saber y la sustituyo inmediatamente. La solicitud, aunque tardíamente, esta cursada por correo electrónico.

   A destacar, esas ingeniosas y socorridas soluciones puestas en práctica por ingenieros vinagorros, como los  improvisados largueros de la portería, conformados por gruesas varas, de las utilizadas para derribar la aceituna, amarradas entre ellas. Los problemas vendrían, cuando algún acreditado cañonero tuviera el atino de estrellar la pelota sobre el mismo (imagino que habría repuestos).


   Aparte de estas concisas crónicas periodísticas, de la única información escrita que se dispone, de momento, sobre el fútbol porcunense del periodo, es la recogida en un programa de Feria Real del año 1933, en la que se hace referencia a la celebración de un trofeo durante la misma.

   Ya sólo me queda por recurrir a un testimonio recabado en vida de Manuel Heredia Espinosa (mi tío), quien fomentará durante mi infancia tanto la afición taurina, como la futbolística.

   La primera, con el regalo de un conjunto de prendas y utensilios taurinos (montera, capote, muleta, banderillas y estoque de madera), que mi madre me obligaba a lucir aquellas tardes en que casi todo el vecindario se congregaba en el salón comedor de mi domicilio, para visionar aquellas primeras retrasmisiones de toros en un aparato de televisión sin marca de los que fabricaba Pablo del Pino.



   La anhelada equipación de futbolista jamás llagaría, ni por parte de padres ni tíos. Eso si, gracias a mi chacho Manuel, tuve la ocasión de asistir por primera vez en mi vida (con tan sólo 4 años) a todo un espectáculo deportivo, grabado a fuego en mi memoria, el encuentro internacional entre las selecciones B de España y Portugal celebrado en el viejo Arcángel de Córdoba.



   Manuel Heredia (Espinosa) aprendió a jugar al fútbol durante su estancia en los seminarios de Baeza y Jaén. Su testimonio nos puede servir para hacernos una idea sobre como transcurrían aquellos trofeos de Feria en Porcuna.

   Los protagonistas de la anécdota, los jugadores del Lopera F.C., que después de haber recibido en el terreno de juego y obsequiado con bailes y agasajos al equipo de Porcuna durante la Feria de los Cristos, devolvían visita durante la Feria Real (pudiera tratarse de ese trofeo anunciado para 1933).
   El trasporte se realizaba en camionetas con sillas de enea ancladas a sus laterales. Los loperanos se presentaban vestidos con sus mejores galas, que a la postre eran las que les iban a servir para impresionar a las jóvenes locales durante los bailes nocturnos.



  Como el stadium local “Ejido de Napoleón”, carecía de vestuarios, el cambio de equipación se realizaba en unos cobertizos próximos al terreno. Durante el transcurso del partido, cuyo trofeo por "bemoles" debía quedar en las vitrinas del club local, el elemento pulga saltarina se cebó con los trajes de los futbolistas loperanos.
   Al terminar el partido, tras los correspondientes hurras por parte de los vencedores y caras de circunstancias de los loperanos derrotados, tocaba aseo con unos barreños y cantaros de agua, que hospitalariamente se habían puesto a disposición de los visitantes. Aseados, pertrechados y perfumados, todos al ferial a esperar a los futbolistas de Porcuna que les proporcionarían el pase a los bailes de sociedad.
   Una vez en las casetas, prestos a hacer gala de sus dotes de bailarines, la pulga saltarina instalada en los trajes, empezó a desplazarse y a cebarse sobre la piel de los “vecinos meloneros”. Algunos parecían padecer el “mal de san vito”. Ante el contagio colectivo y las burlas, optaron por tomar su camioneta y casi en pelotas dirigirse prestamente hacia su localidad de origen. Creo que prometieron no jugar en Porcuna de por vida.