El 1º de abril de 1920 retornaba a la Alcaldía de
Castro del Río el farmacéutico don Andrés Criado Rodríguez en sustitución de
don Antonio Pérez López Toribio, pertenecientes ambos a la mayoría liberal
fernandista. Su primer contacto de calle con la vara de mando lo tuvo durante
la celebración de la Semana Santa de aquel año.
Unos
incidentes, ocurridos en la procesión del Santo Entierro de la noche del
viernes, le obligaron a permanecer durante buena parte del día siguiente encerrado
en el despacho de la Alcaldía redactando un telegrama urgente dirigido a la
primera autoridad provincial. Por fin, a las 4 h. 50 m. de la tarde era depositado
en la estafeta telegráfica el siguiente despacho:
“Sobre
las nueve de la noche de ayer al pasar la procesión del Santo Entierro por la
Plaza de San Rafael, se aproximó un sujeto a la escolta de los romanos que
acompañaban el Santo Sepulcro y profiriendo insultos a uno de dichos romanos se
suscitó una cuestión que llevó el pánico a la inmensa multitud de hombres,
mujeres y niños que se desbordaron en huida, produciéndose alarmante confusión,
dando ocasión al consiguiente atropello. Hice grandes esfuerzos por calmar el
movimiento, logrando la reacción después de quedar las imágenes abandonadas en
el suelo y rotos gran número de los faroles que alumbraban a los santos, con
desperfectos en algunos de ellos.
Hasta ahora no tengo conocimiento de que
ocurrieran desgracias personales pero si muchos heridos leves y contusos, y
hasta la Casa Ayuntamiento han llevado muchos mantones, chales y mantillas, y
hasta un alfiler de oro de caballero que quedó en el suelo en el lugar del
suceso.
La policía practica gestiones en busca del
sujeto que dio motivo al grave incidente, que según rumores, se trata de un
caracterizado sindicalista que persiguiendo deslucir la manifestación religiosa
propia del día se propuso disolverla por semejantes medios, lo que pudo motivar
un día de luto para el vecindario.
Tan pronto como logre su detención como la de
aquellos otros que pudieran estar confabulados los pondré a disposición del
juzgado.
Ahora mismo se me presenta un oficio del
Centro sindicalista comunicándome que a las tres de la tarde del día de mañana
se celebrará una reunión pública en el teatro Cervantes para tratar cuestiones
de asociación y reorganización. Como pudiera ser que semejante reunión tuviera
alguna conexión con el incidente brutal ocurrido anoche, se lo comunico a V.S.
absteniéndome de autorizarlo hasta tanto conozca su criterio para obrar con
arreglo a las instrucciones que espero de
V.S. con la urgencia que reclaman las circunstancias, pues temo que en
dicho acto se exalten los ánimos y puedan excitar a las masas a cualquier otro
escándalo que produzca alteración del orden público, puesto que los elementos
del Centro Obrero, por sus ideas sindicalistas, sólo pretenden en toda ocasión
atentar contra la normalidad y tranquilidad de la población. Le ruego
encarecidamente me diga que he de hacer respecto al mitin o reunión pública que
solicitan para el día de mañana”.
El mitin solicitado por el Centro Instructivo de Obreros sería
finalmente denegado.
El Defensor de Córdoba, responsable en parte de lo sucedido como argumentaremos
más adelante, tardó casi una semana en hacerse eco de la noticia, que nos presenta con alguna ligera variación en relación al comunicado oficial:
“La
procesión del Santo Entierro lucía perfectamente hasta llegar a la Iglesia
Mayor en la que ocurrió una salvajada, que así puede llamarse, en la que
pudieron ocurrir muchas desgracias. Un individuo del Centro Obrero, que dice
ser sindicalista, venía desde la salida de la procesión insultando a uno de los
soldados romanos. Cansado éste de sufrir injurias e insultos, amenazó con una
lanza al insultante, y lo hubiera pasado mal si no llega a ser por la
intervención de otros romanos y de la
policía que estuvieron a punto de evitar el lance y poner preso al autor de tan
criminal atentado, sin poderse evitar los atropellos y sustos de las mujeres,
niños y niñas, que algunos resultaron con heridas y contusiones. Reina gran
indignación entre las personas cultas y sensatas, que protestan contra hecho
tan vandálico y solicitan caiga el rigor sobre del atentado”.
La noticia se prestaba a su rápida propagación a través de
la prensa por los más dispares rincones de la geografía española.
En unas primeras comunicaciones mantenidas
entre el nuevo Alcalde y el Juez de Instrucción del Partido, unos informes
suministrados por el jefe de la Policía Municipal (Andrés Villatoro) apuntan hacia dos caracterizados sindicalistas como
responsables de los hechos. Sus nombres, Rafael Villegas García y Rafael
Márquez Porcel, quedando este último detenido en la cárcel del partido a
disposición del Juzgado.
En una
comunicación posterior se adjunta un nuevo informe al respecto:
“El jefe de los municipales ha obtenido una
confidencia reservada de M. R., que tiene su domicilio en la calle Alcaidesa,
que asegura haber oído que en el Centro Obrero
habían sido designados por sorteo doce individuos para que por cualquier
medio atentaran contra las procesiones de Semana Santa”.
También aparecen
relacionados los nombres de los heridos y contusos por si estiman a bien personarse
como acusación: Manuela Ramírez Arjona (Trastorres), Dolores Bravo Moreno y
Juana de la Rosa Córdoba (Casas Altas), Francisco Torronteras Millán (Plaza de
la Iglesia), una hija de Rafael Ruz Rosa que habita en la Huerta de las
Ventanas y Blas Lucena Bracero, sus hijos Manuel y Dolores, con domicilio junto
a la Fabrica de Carbonell.
El asunto
terminaría con el procesamiento de los vecinos Rafael Márquez Porcel, Rafael
Nuflo Cid (a) Cebolla y Bernardino Villegas García, “sujetos que no gozan de buen concepto público y que como afiliados al
Centro Obrero Sindicalista se han significado en los movimientos organizados
por dicho centro contra la normalidad del orden social de la población”.
Hasta octubre de 1923 no llega a resolverse el
juicio en la Audiencia Provincial, resultando finalmente condenado Márquez, a
la pena de seis meses y un día de prisión correccional, y absueltos sus
compañeros.
Esta
manifiesta intolerancia contra la religiosidad popular, sin precedente hasta la
fecha, tiene su explicación o razón de ser. Que conste que no pretendemos justificarla,
simplemente explicarla y situarla en su contexto histórico.
Durante el
Trienio Bolchevista (1918-1920) la clase patronal agrícola cordobesa se ve desbordada por
la pujanza y fortaleza reivindicativa de las organizaciones obreras,
especialmente tenaces en aquellas poblaciones en las que había arraigado el
anarcosindicalismo desde principios de siglo, caso de Castro del Río o Espejo.
La intensa
conflictividad social rompe la tradicional armonía, se genera desconfianza,
intolerancia y actitudes de intransigencia de la que también participaban
los “castreños de orden”.
Cuando a
principios de 1920 el conflicto parece remitir y empieza a cundir la
desorganización y el desánimo entre las filas sindicalistas, recala en la
provincia de Córdoba una misión propagandista de acción social católica agraria
encabezada por el padre jesuita Sinisio Nevares. El promotor de la gira era el
montillano don Francisco Alvear (VI Conde de la Cortina), primero en apostar
por el movimiento social cristiano en la provincia. Su propósito estaba claro, se buscaba la
creación y arraigo por toda la geografía provincial de Sindicatos Católicos en
los que pudieran convivir armónicamente patronos y obreros, y así poder
contrarrestar, atenuar la acción o liquidar aquellos otros anclados en la tradicional lucha de
clases.
Después de
Montilla, donde ya existía organización desde 1917, las siguientes escalas de aquel
periplo misionero iniciado a principios de marzo de 1920 fueron las villas de
Espejo y Castro del Río.
Remite
una primera crónica partidaria desde Castro del Río en la que se hace eco de
cierto alboroto con motivo del accidentado mitin de presentación celebrado en el teatro
Cervantes. El arcipreste del partido don Antonio Márquez, el obrero Juan de
Dios Manuel y el Padre Nevares, hicieron uso de la palabra en ese mismo orden. Conforme
explicaban su armónico plan de organización social y trataban el problema de la propiedad de la tierra fueron interrumpidos en
reiteradas ocasiones por los sindicalistas, que finalmente llegaron a irrumpir en el escenario en petición del uso
de la palabra, que según el cronista “les
fue concedida por la autoridad accediendo al ruego de los propios
propagandistas católicos”. Un reto de controversia lanzado por Dionisio Quintero Garrido, maestro de la
Escuela Racionalista del Centro Instructivo de Obreros y destacado dirigente,
parece ser que fue recogido por el párroco del Carmen don José Luís Aparicio, que propone que ésta sea sostenida bien de palabra o por escrito en
torno al tema “Como la regeneración de los trabajadores ha de venir por los
sindicatos católicos”, permitiéndose a los sindicalistas sostener el punto
de vista contrario. La controversia no llego a celebrarse. Según J. M. de D. “se acobardaron los elementos levantiscos,
que desalojaron el salón comentando las incidencias del acto”.
Juan Manuel de Dios fustigó a los elementos patronales “por la pasividad y abandono con las que han mirado a sus obreros en asuntos de tanta monta como son las reivindicaciones justas y el perfeccionamiento moral, que han contribuido no poco al fomento y arraigo del anarquismo en este pueblo hasta el extremo de poder considerarse como la cuna del anarquismo en esta región”.
No faltaron sus alusiones a la labor educativa desplegada por el centro obrero desde su escuela laica basada en los principios de la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia: “Estos son los frutos recogidos por la enseñanza que en las escuelas racionalistas que desde el año 1905 vienen funcionando y son los resultados de los congresos anarquistas, en los que se adoptaron los acuerdos del incendio y la destrucción de las cosechas”.
Juan Manuel de Dios fustigó a los elementos patronales “por la pasividad y abandono con las que han mirado a sus obreros en asuntos de tanta monta como son las reivindicaciones justas y el perfeccionamiento moral, que han contribuido no poco al fomento y arraigo del anarquismo en este pueblo hasta el extremo de poder considerarse como la cuna del anarquismo en esta región”.
No faltaron sus alusiones a la labor educativa desplegada por el centro obrero desde su escuela laica basada en los principios de la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia: “Estos son los frutos recogidos por la enseñanza que en las escuelas racionalistas que desde el año 1905 vienen funcionando y son los resultados de los congresos anarquistas, en los que se adoptaron los acuerdos del incendio y la destrucción de las cosechas”.
El padre Nevares, en
párrafos vigorosos, llegó a decir que “la
Iglesia había sido la única institución que ha procurado siempre librar de la
esclavitud a los pueblos, y cómo los católicos son los únicos que se ven libres
de la tiranía de las cadenas y de la opresión”.
Tras explicar que son los
Sindicatos Católicos, hace un detenido estudio sobre las ventajas de las Cajas Rurales de préstamos, encomia las virtudes de la provisión, el ahorro y los socorros mutuos en caso de
enfermedad, terminando “pidiendo perdón
al auditorio y abrazando junto a su corazón en señal de perdón también, a todos
aquellos que fanatizados, no guardaron las formas de hidalguía que caracterizan
al pueblo andaluz”.
Como aquel mitin, a consecuencia de las continuas
interrupciones, no pudo desarrollarse por cauces de normalidad se organizó otro para
el día siguiente en el mismo escenario (5 de marzo). Los propagandistas
estuvieron arropados por la primera autoridad local y por varios notables de la
localidad comprometidos con la puesta en marcha el Sindicato Católico afecto a la Confederación Nacional Católico-Agraria (CNCA).
El R.P.
Nevares pudo explicar con más detenimiento “la
beneficiosa influencia de estos sindicatos y los favores que a los pueblos
facilitan”.
De aquella
reunión saldría una primera Junta Directiva. La presidencia recayó en el
labrador y almazarero don Rafael Criado L. Toribio, la vicepresidencia en el
agrarista y ex alcalde conservador don Antonio Navajas Moreno, mientras que del
ingrato cargo de tesorero-contador se responsabilizaba el ex seminarista y abogado
don Manuel Castro Merino a) Cabeza Cazón. El joven párroco de El
Carmen, don José Luis Aparicio, sería el encargado de orientar su marcha dentro
de los principios de la asociación social cristiana propagados por el Padre
Nevares.
Como resultado de tal cúmulo de actos de generosidad
y altruismo, salieron de inmediato un buen número de obreros castreños
dispuestos a engrosar sus filas.
Todavía antes de abandonar los misioneros la “manumitida”
villa de Castro del Río celebraron una última reunión en el Círculo de Labradores
al objeto de hacer un llamamiento en pro de allegar fondos con los que
constituir la necesaria Caja Rural. En menos de una hora se reúne la suma de
119.900 pesetas, de las que 11.500 son donativos y el resto imposiciones de
ahorro.
La
maniobra del “gato palo”, como era conocida despectiva e irónicamente esta argucia de captación entre el
proletariado rebelde, había operado el efecto deseado.
Las reiteradas y grandilocuentes alusiones de
Juan de Dios Manuel al arrollador triunfo de sus postulados, tal como se
desprende de las sucesivas crónicas remitidas al Defensor de Córdoba, debieron
de excitar los ánimos de los anarcosindicalistas locales. Seleccionamos algunos
párrafos de su reiterativo e interesado discurso:
“La
mecha ardorosa ha prendido e inflamado los corazones de ese amor mutuo de unas
clases para con otras y Castro del Río, grande por su historia, rico por su
suelo y noble por sus habitantes volverá a ser lo que fue un día, mansión
patriarcal donde se vivirá única y exclusivamente del bien y para hacer el
bien”.
“El
milagro esta hecho, el pueblo de Castro del Río, avivado en su celo amoroso
hacia el solar querido y hacia la religión se sus mayores, se sacudió el
aletargamiento que hacía 20 años se hallaba sumido y formó a la vanguardia de
esa gran cruzada emprendida por la sindicación cristiana para la restauración
de los pueblos”.
“Pueblo
de Castro del Río, has salido a la palestra, has pisado la arena para luchar
por Cristo y forzosamente has de vencer en Cristo”.
Una vez
realizado este necesario inciso sobre aquella misión del Padre Nevares, que nos
puede servir para entender y nunca para justificar aquellos incidentes en la
procesión del Viernes Santo, retomamos el asunto.
Tal como
ya relatábamos le tuvo que resultar imposible a la autoridad judicial demostrar
que se trataba de un planificado y premeditado atentado orquestado desde el
Centro Obrero, aunque la sospecha parece más que fundamentada. Así aparece también
expresado en la tradición oral, que refiere que, además del incidente con la
escolta romana, desde los tejados de su sede social de la C/ Colegio 15 se
lanzaron algunas piedras coincidiendo con esos momentos de desconcierto y
desbandada general.
Sea como
fuere, organizado o improvisado, creemos que no debió de ser casual la elección
de la cofradía contra la que se debía de atentar, la más señorial y brillante de
cuantas participaban en sus desfiles procesionales de Semana Santa. Nos
referimos a la muy antigua y venerable hermandad
del Santo Sepulcro y Soledad de Nuestra Señora, que había ganado
considerablemente en esplendor con la llegada al cargo de Hermano Mayor de don
Francisco Algaba Luque en el año 1918. A ella pertenecía la práctica totalidad
de la burguesía agraria de Castro del Río y tenía su sede en la
Iglesia Parroquial de El Carmen, de la que era precisamente párroco don José Luis
Aparicio, alma mater del recién creado sindicato católico.
Otra consideración
a tener en cuenta es en lo referente a la composición social de las
tradicionales escoltas de romanos. Históricamente se nutrían de personas de extracción social
humilde seleccionados entre el personal de confianza de los labradores y
propietarios relacionados con las cofradías. Su voluntariosa presencia,
suponemos, sería recompensada justamente con invitaciones a participar las típicas
celebraciones profanas cuaresmales y con los pertinentes refrigerios en los gastronómicos
descansos de las procesiones de Castro del Río. Los primeros militantes obreros
del sindicalismo católico debieron de salir de entre estas personas, que desde
la otra orilla eran tachados con apelativos despectivos como los de “paniaguados” o ·estómagos agradecidos”.
La posterior evolución del sindicato católico y el análisis sobre la puesta
en marcha de las prometidas y caritativas mejoras sociales para el proletariado
agrícola de Castro del Río, la dejamos aparcada para otro momento.
FUENTES
UTILIZADAS
Prensa periódica
provincial: Diario de Córdoba, El Defensor de Córdoba y Montilla Agraria.
Prensa obrera: alguna referencia aislada
procedente de Tierra y Libertad.
Archivo Histórico Municipal de Castro del Río:
Copiadores de correspondencia del Alcalde con el Gobernador Civil y con las
autoridades Judiciales.
Juan Díaz del Moral: Historia de las
Agitaciones campesinas andaluzas. Alianza Universidad. 1984.
PD: Durante esta entrada
nos hemos estado refiriendo constantemente a comportamientos, actitudes y mentalidades de los
castreños de hace casi un siglo, por lo que cualquier parecido o comparación con
la realidad actual está totalmente fuera de lugar. Afortunadamente la sociedad ha
podido desprenderse poco a poco de ese servilismo casi feudal de otrora.
Con
respecto a las tradicionales celebraciones de Semana Santa, cada día más
populares y participativas, en un obligado ejercicio de tolerancia hemos de aprender a respetar
las diferentes maneras que los andaluces tenemos de celebrarlas. Un servidor
en concreto, para nada religioso, por vivencias personales profesa especial admiración
por ese cúmulo de singularidades que la Semana Santa de Castro del Río ha
sabido preservar y conservar sin apenas modificaciones.
Enhorabuena Alberto muy grato de leer tu artículo.
ResponderEliminarMuy artículo.
ResponderEliminarEstoy interesado en una persona que era natural de Castro del Rio, y que no era otra que Arturo Cid Jiménez, excautivo de Axdir y soldado del Regimiento Melilla 59, había nacido entre 1898 o 1899.
ResponderEliminarDéjeme correo, teléfono, o manera de contactar, y le proporciono algunas informaciones.
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