Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

22 julio 2013

La Biblioteca Pública Municipal de Porcuna durante la II República.



     Próxima la fecha del remate definitivo de las obras a las que se ha visto sometido, de manera discontinua y a lo largo de algunos quinquenios, el edificio que albergara el Juzgado de Porcuna (antiguas Carnicerías Reales), y sin entrar en consideraciones estéticas sobre el resultado final de la restauración (sólo conocemos la fachada que se muestra en la foto de la cabecera), hemos considerado conveniente recordar y divulgar entre los actuales ciudadanos de Porcuna el uso cultural que tuvo este edificio durante la II República: una Biblioteca Pública.

Alzado antiguo Juzgado (1948) - Flickr Ipolca
     “En el pueblo de Porcuna (Jaén) se ha creado una magnífica Biblioteca Pública Municipal, con 500 volúmenes cedidos por el Estado y más de 200 adquiridos por el Ayuntamiento. Instalada en un amplio y céntrico local, cuenta con el mobiliario y material apropiado. Su mayor elogio lo ha hecho el señor inspector de Bibliotecas del Ministerio de Instrucción Pública, que quedo maravillado durante su reciente visita del gusto e interés que todos han puesto para la materialización final de este centro de cultura”

      El entrecomillado pertenece a un artículo (La actuación de los socialistas en el Ayuntamiento de Porcuna) publicado en El Socialista el 1º de febrero del año 1934, en el que se hace balance de la gestión municipal y se elogia, de camino, “la labor recta y ejemplar, el esfuerzo, inteligencia y honradez” de su Alcalde Presidente (el socialista Rafael Montilla García) al frente del municipio desde octubre del año 1931.




    Este nuevo alzado y el plano se corresponden con los trabajos realizados  por el perito y concejal republicano Manuel de la Cruz Ruiz de Quero Gallo (también alcalde durante los primeros compases del periodo) del local destinado para futura biblioteca remitido por el Ayuntamiento de Porcuna al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes junto a la solicitud cursada a raíz del Decreto de 13 de junio de 1932 del gobierno de la República mediante el que se articulaba la creación de Bibliotecas Públicas Municipales por todo el Estado.    
     Un nuevo empuje al propósito inicial del nuevo régimen político de extender la cultura y popularizar la lectura en los lugares más recónditos del país que ya se venía desarrollando desde el Patronato de Misiones Pedagógicas.
     El referido Decreto recoge los requisitos y obligaciones que debían asumir los municipios para acceder al lote fundacional de libros (500 eran los que por volumen de población correspondían a Porcuna):

   Artículo 2º: El régimen de la biblioteca se considerará como servicio autónomo del Municipio y estará confiado a una Junta, que se titulará "Junta de la Biblioteca Municipal de . . .", con un máximo de diez vocales, en la que, además de la representación de los Ayuntamientos, figuren las asociaciones profesionales, de cultura y personalidades destacadas por su competencia, manteniendo la institución neutral y abierta para todos.

    Artículo 3º: Los municipios se obligarán a ofrecer un local conveniente para la biblioteca, con independencia de todo otro servicio; en la fachada ostentará, en sitio visible, el rotulo " Biblioteca Pública Municipal"; también se fijará un anuncio en donde se haga constar el horario de servicio y que el acceso a la biblioteca es libre y gratuito para todos los habitantes del término municipal. La biblioteca deberá permanecer abierta al público un mínimo de cuatro horas diarias, celebrará por lo menos una sesión semanal de préstamo y se regirá en su organización y funcionamiento por las normas e instrucciones que dicte la Junta de Intercambio.

    Sería interesante sumergirse en las Actas Capitulares que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Porcuna para conocer que personas o entidades constituyeron la Junta Local encargada de llevar a buen puerto este importante logro cultural de las autoridades republicanas de Porcuna.


     La fotografía  pertenece a la fachada de la Biblioteca Pública Municipal de Porcuna, tomada en los días inmediatos a los de su inauguración definitiva (28 de enero de 1934) durante la visita girada por Juan Vicens de la Llave (biografía en documental editado por la BNE), a la sazón Inspector de Bibliotecas del Estado y máximo responsable de la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros.
     La poca calidad de la imagen, la doble escalinata y el hecho de mostrarse como difuminado, por encalo, el histórico pórtico de piedra rematado con el Escudo Real del edificio de las Antiguas Carnicerías, tal como se nos muestra en el dibujo de Ruiz de Quero, me hicieron dudar en un principio sobre la autenticidad de la adscripción.


    Una nueva muestra gráfica del céntrico edificio, afectado por los desastres de la guerra, nos saca definitivamente de dudas (apréciese escalinata de la puerta de la izquierda, local destinado a la oficina de la Bolsa de Trabajo durante el periodo republicano).
    
    Los informes, planos, impresiones y fotografías realizadas por el propio Juan Vicens durante sus periplos de inspección por la geografía española se han conservado en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares. Su hallazgo y posterior ordenación-recopilación tomarían finalmente cuerpo en un extenso y valioso dossier documental publicado en el nº 169 (enero-febrero de 2009) de la revista Educación y Biblioteca: Juan Vicens.Inspector de Bibliotecas Públicas Municipales (1933-1936).

    Vicens llega a Porcuna en enero de 1934 procedente de Bujalance. Allí fue testigo de primera mano de la situación excepcional que se vivía en la vecina localidad como consecuencia de los famosos sucesos revolucionarios:

   “Llegué ahí cuando aún estaban recientes los sucesos de diciembre. La biblioteca había estado cerrada y destinada a dormitorio de guardias de asalto. El bibliotecario me decía que entre los lectores había dos clases dominantes: estudiantes y sindicalistas y que por haber muchos de estos detenidos o retraídos de mostrarse en lugares públicos, la asistencia a la biblioteca había disminuido mucho, pero vi los montones de papeletas y daban idea de una vida muy activa”.
   
Porcuna (Jaén)

     Acceso: hay auto desde Bujalance a Jaén que pasa por Porcuna, o si no, hay que ir desde la estación de Villa del Río (lejos y mal servicio). Tuve que alquilar un auto desde Bujalance porque no cogía el auto de línea y tenía que esperarlo casi 24 horas.
     Hacía poco que habían recibido los libros. La inauguración habrá tenido lugar el 28 de enero (después de mi visita). El local es muy bueno, y bien amueblado y acondicionado y en el mejor sitio del pueblo. El ayuntamiento está lleno de fervor por la biblioteca. El alcalde es un hombre ejemplar, jornalero con 9 hijos que llega todo lo más a vivir y que sin embargo ha administrado el ayuntamiento con extraordinaria honradez. Es un entusiasta de la biblioteca. El bibliotecario es un excelente muchacho, obrero zapatero, pero ha aprendido a leer y hecho estudios en clases nocturnas que pagaba con lo que cobraba tocando en la banda municipal.


    El alcalde referido es el socialista Rafael Jacinto Montilla García que por estas fechas se hallaba procesado por el juzgado de instrucción de Martos como consecuencia de unos oscuros incidentes ocurridos durante la primera vuelta de las elecciones a diputados a Cortes de finales de 1933. El triunfo definitivo de la coalición antimarxista de centro derecha en aquella contienda electoral acarreará un  progresivo acoso y obstruccionismo para con la labor de los ayuntamientos regidos por autoridades socialistas, lo que a la postre derivaría en un relevo en la Alcaldía de Porcuna acaecido en marzo de ese mismo año de 1934, recayendo ésta a paertir de entonces en Antonio Quero Aguilera (Republicano Radical).
    El joven zapatero, músico y bibliotecario fue Bernardino del Pino Torres, hombre de complexión delgada y espigada, que muy probablemente sea quien aparece tocado con gorra de plato a la puerta de su dependencia laboral y con bigote en el interior.
    Llama la atención la modesta decoración a base de mapas colgados en sus paredes, la iluminación, el mobiliario de aparente buena calidad y el original mueble con jarras de barro que aparece en un rincón de la sala de lectura, al objeto de saciar la sed de los usuarios.


    El dossier sobre la actuación de Juan Vicens al frente del servicio de inspección de las bibliotecas públicas municipales incluye un testimonio complementario, elaborado a posteriori, sobre los avatares históricos de las bibliotecas en el municipio de Porcuna. Está tomado de un libro suyo publicado en Paris durante la etapa que ejerció como delegado de propaganda del Gobierno de la Republica en la embajada de España en Francia: L'Espagne vivante. Le peuple à la conquête de la culture (París 1938), traducido y publicado en España por primera vez en el año 2002.


     Dice Vicens:

     Quiero (para completar las notas de las páginas precedentes) citar el caso de Porcuna (de la que en los comunicados de guerra se ha hablado bastante). Bajo la dictadura de Primo de Rivera, el alcalde de derechas emprendió algunos trabajos que resultaron bastante caros para el pueblo. Creó, con un fin más testimonial que cultural, una pequeña biblioteca de 100 volúmenes encuadernados que albergó en un pequeño quiosco construido en un parque: el conjunto más dos bancos de ladrillo, costó 18.000 pesetas (el precio medio de una biblioteca municipal de 300 volúmenes no alcanzaba las 2.000 pesetas. Este pueblo recibió más tarde una de ellas, que no pudo pagar). Una noche los hijos de los propietarios ricos destrozaron totalmente los libros y el quiosco. Tras el suceso la biblioteca municipal fue instalada en un local anteriormente ocupado por una carnicería. Cuando los jóvenes señoritos pasaban ante ella, sin retraerse,  comentaban en tono a la vez despectivo y hostil: "Volverá a ser una carnicería". Con el triunfo de la derecha en 1933, el bibliotecario y los miembros de la Junta fueron destituidos y perseguidos, pero tras el 18 de julio de 1936 la biblioteca fue quemada y las personas que trabajaron en su organización han sido fusiladas. Supongo que la amenaza de los jóvenes señoritos se ha cumplido: la biblioteca habrá vuelto a ser carnicería. ¡Y como éste se podría citar multitud de casos similares!


     Juan Vicens a lo largo de la República evolucionó hacia postulados comunistas. Al estallar la guerra, se implicará de lleno en el proyecto de Cultura Popular que creará cientos de bibliotecas al objeto de coordinar y cubrir las necesidades de lectura tanto en el frente como en la retaguardia republicana. Su testimonio relacionado con Porcuna es claramente militante, por lo que hay que poner en cuarentena la verosimilitud de algunas de sus aseveraciones en tanto y en cuanto no seamos capaces de poder contrastarlas con otras fuentes.

    Sorprende su mención al caprichoso y vandálico destrozo al que fue sometido el pequeño quiosco y los libros que albergaba aquella biblioteca al aire libre instalada en el Paseo de Jesús durante la dictadura de Primo de Rivera (Pinos Bonitos). 


     Lo que sí parece contrastable es la exigua dotación bibliográfica que la componía, la cuantiosa inversión en artísticos azulejos sevillanos para los bancos, así como la dudosa calidad de los libros, extremos todos que quedarán reflejados en las coplas de las murgas del carnaval porcunero de finales de la década de los veinte o principios de los treinta:

Rodeada de una zanja
una hermosa biblioteca
Don Quijote y Sancho Panza
que costó muchas pesetas.

Y los libros que pusieron
escogidos de los mejores
que era el cuento del aguelo
silabario y el libro flores.

Inventario mueble de 1930
     Vicens hace mención al encargo de un lote complementario de libros de cuyo coste no se pudo o no se quiso hacer frente desde el Ayuntamiento (deben ser los que se mencionan al principio en el artículo publicado por El Socialista). Intuyo que algún cambió al respecto tuvo que operarse cuando se produce el relevo en la Alcaldía republicana.
     Esa otra amenaza hostil de regresión al primitivo uso carnicero (¡Volverá a ser carnicería!) no podemos, de momento, certificarla ni desecharla con falta de fuentes a nuestro alcance. Animamos a quien tenga curiosidad y la posibilidad de rastrear la documentación que alberga nuestro Archivo Histórico, que nos verifique y comunique si una vez destituidos los ediles socialistas tras los sucesos de octubre de 1934 para dar entrada en la nueva gestora a los monárquicos de Acción Popular (CEDA), la biblioteca municipal republicana dejo de funcionar como tal.    
     En todo caso, damos por descontado que tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 hasta la definitiva caída de Porcuna en manos del ejército golpista (1 de enero de 1937) el edificio recuperaría el uso cultural.



     De hecho, en esta otra fotografía perteneciente a esos días inmediatos a la caída de Porcuna, capturada de Todos los Nombres de Porcuna, en la puerta principal del edificio carnicero parece reconocerse el cartel de madera de la biblioteca municipal republicana. 
     El destino final de esos libros y sus avatares a lo largo de la guerra y posguerra es una incógnita que queda también pendiente de su despeje definitivo. Se admiten aportaciones y consideraciones. Hasta es posible que algunos de ellos anden por ahí desperdigados en manos de particulares. La relación completa del lote tipo de 300 ejemplares aparece inserta en el dossier descargable del que me he servido fundamentalmente para elaborar esta entrada.
    En ese mismo documento aparecen las referencias de los legajos que albergan las memorias, planos y fotografías, por si algún porcunero se mostrase dispuesto a acercarse por las dependencias del AGA de Alcalá de Henares o solicitarlas a título personal o institucional, para que todos podamos todos disponer de estos materiales con mayor calidad resolutiva. Y hasta pudiera darse el caso de que se conserven otras fotografías y documentos no publicados.

14 junio 2013

Desvaretando (El invento del pasquín y otros fraudes de postín).



     Este señor bajito y regordete, de rostro cetrino y expresión tranquila, es Gregorio Mayoral Sendino, verdugo titular de la Audiencia de Burgos durante 36 años (1892-1928). Se le computan a lo largo de su dilatada carrera profesional hasta un total de 70 ajusticiamientos por el tristemente célebre método del garrote vil. Admirado entre los de su propio gremio por la precisión y rapidez con que manejaba la mortal argolla, a la que llegó incluso a introducir mejoras y modificaciones. Su diseño, según sus propias palabras, no hace ni un pellizco, ni un rasguño, ni nada; es casi instantáneo, tres cuartos de vuelta y en dos segundos....
      El nº 40 en esa macabra relación lo ocupa el reo Antonio Ramírez Muñoz (Nereo), ejecutado a las 8 horas del día 30 de septiembre de 1915 en la Prisión de Jaén, tras fracasar las invocaciones finales de piedad y clemencia para conseguir su indulto.
      Hasta la prensa de línea editorial republicana (España Nueva) saltarían las votaciones de la comisión ministerial encargada de decidir en extremo sobre el indulto solicitado para el segundo de los reos de Porcuna. Si damos crédito a esta noticia, parece ser que quienes se posicionaron a favor fueron el propio Presidente del Consejo (Eduardo Dato), el Ministro de Hacienda (Conde de Bugallal) y los titulares de las carteras de Estado (Marqués de Lema) e Instrucción Pública (Sr. Conde de Esteban Collantes), que por hallarse ausentes delegaron su voto y representación en el presidente. Los cinco votos en contra, que finalmente fueron decisivos para denegar la elevación del indulto al Rey, los sostuvieron los dos ministros militares, Almirante Miranda (Marina) y General Echagüe (Guerra), Sánchez Guerra (Gobernación), Ugarte (Fomento) y Burgos Mazo (Justicia), para nada dispuestos a contradecir a la jurisdicción militar.

Véanse Artículos de Opinión de Marcelino Domingo


      Este escrito, en el que se anuncia la ejecución matutina del reo Antonio Ramírez Muñoz (Nereo), aparece inserto dentro del articulo dossier sobre el crimen de los hermanos Nereo publicado recientemente por Luis Emilio Vallejo Delgado en el nº 40 de la revista Andalucía en la Historia.
      Me cuesta trabajo entender como este señor, habiendo tenido a su alcance todo un cúmulo de de fuentes documentales, obtenidas y estrujadas previamente por terceras personas, cometa tan craso error al identificarlo de tal guisa:


     Supongo que de esta manera consigue adaptarlo a su particular hilo narrativo. Un pasquín, para la Real Academia Española de la Lengua, es un escrito anónimo que se fija en sitio público, con expresiones satíricas contra el Gobierno o contra una persona particular o corporación determinada.
     Lo que ustedes tienen ante sus ojos es una composición manual, realizada por el que suscribe, partiendo de la noticia publicada en una columna vertical dentro de la primera página del nº 2320 (jueves 30 de septiembre de 1915) de El Socialista. Vuelve a causarme sorpresa, que lo erróneamente identificado como pasquín, además vaya acompañado de una nota de procedencia (Fuente: Biblioteca Nacional), quizá con el propósito de revestir el trabajo de cierto rigor científico.
   Dudo mucho, que mi rudimentaria composición de tijera y pegamento, publicada por primera vez en una de mis entradas a salto de mata, dedicadas al caso de los Hermanos Nereos, pudiera haber ingresado, de manera mágica y misteriosa, entre los fondos de tan magna institución cultural.
    Si el autor de “el copia, pega, pinta,  recorta y colorea” hubiera sido un poquito perspicaz,  no tendría que haber obviado su verdadera procedencia: la Hemeroteca digital de la Fundación Pablo Iglesias, que alberga la colección completa de El Socialista.
     Para nada son el rencor o la envidia quienes me inspiren a la hora de hilvanar esas cuatro letras de censura. Sólo algo de indignación por el descaro puesto en práctica por este señor a la hora de revestirse de dotes de documentalista o historiador, que desde mi particular punto de vista creo que no le corresponden. Para quienes crean que pudiera estar cebándome injustamente con este personaje tan elogiado en determinados círculos de la intelectualidad, les remito a la  prueba de Don Limpio, para que puedan seguir comprobando con sus propios ojos como “el algodón no engaña”.


      Resulta, que para protegerme del desaprensivo abusador de “El copia y pega”, de vez en cuando introduzco ligeras imprecisiones, que me sirven para detectar y  capturar al copión. Y este pez, como no podía ser de otra manera, mordió fácilmente el anzuelo:

     “El 15 de agosto, un acto de inauguración del monumento a Bernabé Soriano congregó a una multitud de 2.000 personas, que convirtieron la cita en un acto reivindicativo en el que exigieron al alcalde de Jaén, el señor Prado y Palacio, que intercediera a favor de los Nereos” (copiado textual del riguroso y laborioso trabajo de investigación histórica del Sr. Vallejo)

      El señor José del Prado y Palacio, destacada figura del partido conservador en la provincia de Jaén, fue alcalde de la capital, pero durante su juventud política (1891-1892). A partir de 1899, su carrera política se proyecta considerablemente al resultar elegido diputado por la circunscripción electoral de Jaén capital, cargo en el que permanece de manera ininterrumpida hasta 1914. En las elecciones celebradas ese mismo es encasillado por la  circunscripción de Lugo, resultando nuevamente elegido como diputado, en cuyo desempeño permanece hasta principios de 1915,  teniendo que renunciar al escaño al ser designado por el Rey como senador vitalicio. El año 1915 lo terminará al frente de la Alcaldía de la capital de España.


     

      El Sr. del Prado y Palacio asistió a la inauguración de la estatua erigida en honor del sabio médico y filántropo Bernabé Soriano, como promotor del monumento y envestido de la condición de senador del reino.  Fue precisamente él quien al final del acto propuso, en medio de grandes aplausos, que en nombre del pueblo allí congregado se le dirigiera un telegrama al rey pidiéndole, como recuerdo al médico que tantas vidas salvó, que indultase a los reos de Porcuna.
     Quien realmente portaba la vara municipal entre sus manos durante aquel acto, y que acompañó en los discursos al Sr. del Prado y Palacio, fue don Alfonso Monje Avellaneda.


     Todavía, si el articulista  hubiese citado aquellas fuentes de las que realmente se ha servido para elaborar su artículo, el martinete de “mentiroso de postín”, automáticamente hubiera recaído sobre la reputación de un servidor, ensuciando y enturbiando mi ya de por si maltrecha fama de mal contador de historias.
     Otra mentirijilla, que clama al cielo, es la presunta adscripción anarcosindicalista que se le atribuye a la sociedad obrera Paz y Libertad, inspirada desde sus orígenes en los principios del socialismo. Como resulta que dispongo de algunas informaciones sobre la crisis que atraviesa el obrerismo y socialismo en Porcuna durante el periodo historiado, casi mejor aparcar esas  apostillas para otro momento. 

09 junio 2013

INCOHERENCIAS (El caso de Porcuna: reos y leyes).


Publicado en la Unión Ilustrada (1 de agosto de 1915)
     Hace unos días, he conseguido, por fin, leer el artículo “El crimen de los hermanos Nereo” publicado por Luis E. Vallejo Delgado (Director de Museo Municipal de Porcuna) en el nº  40 de la revista Andalucía en la Historia.
     Como socio de número de la Real Cofradía de los Hermanos Nereo de Porcuna, en aras de que prevalezca la verdad histórica, me veo, una vez más, obligado a utilizar esta mi humilde tribuna, para efectuar una serie de puntualizaciones sobre lo publicado por este docto, prolífico y polifacético profesional de la cultura local.

     La primera en la frente, el subtitulo del artículo, dossier o como queramos llamarlo: “Cien años de clamor de Jaén contra la pena de muerte”.
     Aparte de que aún restan un par de años para que se cumpla el centenario de aquella campaña tan clamorosa, creo además que se peca exageradamente de sensacionalismo u oportunismo. Me gustaría saber cómo ha llegado este señor a estas conclusiones. Tengo que contemplar la posibilidad de que durante el tiempo que dedicara a documentarse  para la versión novelesca del caso (La Nereida) pudiera haber accedido a fuentes, hasta ahora desconocidas por el resto de los cofrades.


    Ese clamor unánimeque no se manifiesta a las claras hasta finales de mayo del año 1915, lo fue mayormente en favor del indulto de los reos, tal como queda claramente reflejado en las hemerotecas.  
     En aquel contexto histórico, en este caso, y otros de similares características, quienes eran capaces de mostrarse abiertamente contrarios a la pena de muerte fueron las fuerzas políticas antidinásticas (socialistas y republicanos) y los sindicatos de clase.  Querer hacer partícipe de estos posicionamientos, por ejemplo, al diputado del distrito de La Carolina (Don Niceto Alcalá Zamora) que con el tiempo llegará a convertirse en presidente de la II Republica, durante la que, por fin, se aborda la reforma del Código Penal y se suprime la pena capital en nuestro país, no se ajusta para nada a la realidad histórica. 


      Como los recursos digitales siguen abriendo puertas a los amigos de la investigación domiciliaria, que gustosamente colgamos nuestros trabajos en la red a disposición de la generalidad, me he topado recientemente con un artículo titulado “El caso de Porcuna: reos y leyes”, publicado en el diario asturiano El Noroeste  (6 de octubre de 1915), del que es autor el periodista, literato y ensayista Juan Guixé, que nos viene como anillo al dedo para destapar determinadas incoherencias en torno al caso, calificación utilizada por propio articulista, de las que participaban las leyes y la propia clase política encargada de elaborarlas, en el seno de aquel sistema político de la Restauración, que se sostenía gracias al turno organizado de los partidos monárquicos en la detentación del poder.




El Caso de Porcuna
REOS Y LEYES

     La piedad ha movilizado estos días, en favor de los reos de Porcuna, los más heterogéneos elementos políticos. Y no sólo políticos, sino gentes que viven alejadas de la política, pero que tienen una representación social significada, se han lanzado a la calle, han firmado solicitudes, organizado comisiones en favor del indulto de los dos hermanos condenados a muerte. Todas estas personas de diversa significación se han dado la mano para obtener el indulto. Al lado del conservador contumaz ha ido el socialista o el revolucionario inveterado e irreductible.
     ¿Qué quiere decir esto? Una de estas dos cosas a juicio de un periodista: O hay casos en los que la pena de muerte es injusta, o la pena de muerte, “sancionada por la ley, no responde al sentir de los españoles”, o al menos a la mayoría de ellos.
     Se argüirá que tratándose de un acto de tan conmovedora piedad como la salvación de la vida humana son pocas las personas que pueden sustraer su corazón a la idea de perdonar. Efectivamente es así. Pero lo que quiere resaltar este periodista es lo siguiente:
      La ley se hace bajo el influjo de los diversos contenidos morales y psicológicos de la sociedad. La piedad, por ejemplo, en una sociedad humanitaria contribuirá a la formación de sus leyes, de sus costumbres. La idea de justicia igualmente. Pero ocurre que la pena de muerte y la frecuencia de los indultos en nuestro país es algo incoherente y sino incoherente, paradójico.
      En el momento que depende de la regia prerrogativa el indulto de los condenados a muerte, la sanción plena de los tribunales queda vulnerada. Otro caso más grave puede presentarse: el del capricho, el de la influencia. Supongamos que un condenado a muerte es joven y que concurren en él, por otra parte, cualidades interesantes. ¡Qué lástima! La compasión entonces se apodera mas decisivamente de los corazones. El delito será de un modo intrínseco, grave. Pero esas cualidades interesantes harán que  la gente sienta con mayor fuerza compasión hacia él. Pongamos, por el contrario, un condenado a la última pena que no posee dones de simpatía, de atracción interesante, que es todo lo contrario del interés, sin que por ello aventaje en gravedad de delito al condenado joven del que hablaba. Evidentemente la gente no se interesará. Añádase a esto la influencia del  número de parientes, el amor de éstos, la conmiseración que inspiren la madre, los hijos, los hermanos del reo; la posición de estos; el desamparo en que queden, etcétera.
     Otro caso, aun más expuesto, puede presentarse: el de la influencia social, bien política o económica. En este caso, es indudable que el condenado a muerte tendrá muchas más posibilidades de ser indultado que el que a nadie conoce, que no contrajo vínculos de afecto o de gratitud, o de servidumbre con un prohombre político, o que el que es pobre.
     Pero más decisivo es esto: los indultos los gestionan casi siempre los mismos que luego, llamados a legislar, niegan su voto a aquellas iniciativas que tienden a la supresión de la pena de muerte. En el caso de Porcuna, por ejemplo, el conde de Romanones se ha adherido a la petición de indulto. Algunos diputados liberales y demócratas lo mismo. Otro día serán conservadores quienes pidan el indulto. Mañana ocupará la presidencia del consejo el señor conde de Romanones, y la pena de muerte continuará en el Código español. Hasta es posible que el propio señor Dato sea quien – si alguna vez no lo ha hecho ya – pida el indulto. No se puede eximir de esta regla ni al monarca, puesto que en definitiva a él corresponde luego la gloria de la gracia de indulto. ¿Por qué, pues, se indulta unas veces, y se deniega el indulto otras?
     La unanimidad desperdigada de los distintos elementos políticos de nuestra nación, no es, como se ve, tan unánime en el momento de legislar. ¿Por qué? La posición interior del diputado, en este trance legislativo, debe oscilar entre la compasión y la timidez ideológica. No debe atreverse desde el punto de vista de las ideas a suprimir la pena de muerte. En cambio, el corazón, y hasta posiblemente las ideas, deben decirle que la pena de muerte es cruel, y juzgando la desigualdad de su aplicación y la frecuencia de los indultos, fracasados o conseguidos absurda e incoherentemente. Y, sin embargo, él, diputado, no vota su derogación. Oscila, es indudable, este hombre en una balanza de miedo y timidez, de justicia y de egoísmo. Se figura que si se suprime la pena de muerte va a bambolearse el orden social, y que al día siguiente de su imprudente sinceridad legislativa, los cimientos del  Estado van a estar en medio de la calle, aniquilados, pulverizados. El egoísmo le dice también que su tranquilidad económica va a perecer estrangulada por sus propias manos. Le sucede que la perplejidad es su posición frente a la balanza; esto siendo benignos con él. En otros casos lo que cree este legislador es que la pena de muerte es un sano correctivo que defiende a la sociedad de males horrorosos, y que debe conservarse tan solícitamente contra la salud del cuerpo o la fortuna privada.
     Y esta incoherencia seguramente persistirá. No veremos, por ejemplo, a los legisladores que ahora han ofrecido su voluntad al reo ejecutado en Porcuna, prometer su voto cuando se abran las Cortes, o dentro de la primera etapa liberal, a quien intente suprimir la última pena.

      PD. Lo de la Real Cofradía es una pequeña chanza irónica, que no tiene nada que ver con la realeza ni con la religión, de la que me sirvo intencionadamente para recalcar el propósito que compartimos algunos de intentar aproximarnos con las fuentes al esclarecimiento de éste, hasta hace poco, desconocido suceso de la historia local.
     Véanse los trabajos del pionero en la investigación del caso (Hermano Mayor), el cronista oficial de la ciudad de Porcuna, Antonio Recuerda Burgos:
     “La tradición oral del crimen de los Nereo”, así como el exhaustivo y completísimo dossier documental publicado con el título “Ocho documentos para aproximarnos a la historia de los hermanos Nereo”. En un segundo plano, las diferentes entradas publicadas por un servidor en este mismo espacio: “Los Hermanos Nereo a salto de mata”, con imprecisiones y a veces atrevidas o erróneas interpretaciones que ido corrigiendo sobre la marcha.
    Más madera y nuevos documentos sobre el caso en próximas entradas.

    Más apostillas: Desvarentando (El invento del pasquín y otros fraudes de postín).

09 mayo 2013

RIÑAS DE GALLOS EN CASTRO DEL RIO



      En el corazón del histórico “Barrio de la Villa” de Castro del Río se conserva inmaculado un antiguo reñidero de gallos catalogado entre  los más antiguos de España. No conocemos  la fecha exacta de su construcción. Se baraja una aproximada de finales de XVIII o principios del XIX. Por tratarse de una actividad circunscrita a un círculo cerrado de criadores y aficionados, apenas si nos han llegado documentos con los que certificar su arraigo.
       En los libros de matrícula industrial del último tercio del siglo XIX  ya lo encontramos catalogado como “circo de gallos”. Supongo que la fiscalidad le sería aplicada en función  de las necesidades de las arcas municipales, lo que explicaría su alta intermitente,circunscrita siempre  a la duración de la temporada.  A partir de 1888, con el mismo domicilio fiscal de calle Rincón nº 15, figura la fábrica de chocolate a nombre de  la familia Rodríguez Gallardo (Antonio y Modesto), propietarios o arrendatarios del inmueble del reñidero y de las instalaciones chocolateras.


Dos vistas de la calle Rincón


    En el reñidero tuvo su sede durante los primeros años del siglo XX el Casino o Centro Republicano, hasta 1907 en que se traslada al Llano de San Rafael.


     José Rodríguez Rodríguez  (Phostumio), del periodo que llevó la corresponsalía local del diario la Voz de Córdoba (1923-1926), nos ha dejado algunas crónicas de las peleas organizadas en el reñidero de Castro en el que se daban cita galleras y aficionados procedentes de poblaciones de la comarca como Baena, Bujalance, Espejo, Montilla, Cabra o Fernán Núñez, entre los que se cruzaban importantes apuestas.  A destacar el renombrado prestigio de la gallera “Navajas-Criado”, que solía llevar sus pollos y jacas a citas de más envergadura como las que tenían lugar en Córdoba durante la Feria de Mayo a las que concurrían las mejores galleras de Andalucía. También en ellas afloran los apellidos o motes de los numerosos castreños, criadores a pequeña escala, que solían participar de la particular idiosincrasia del aficionado a las riñas: Villegas, Merino, Torronteras, Recio, Faroles, El Chinche, Rodríguez, Tamajón, Tienda, Algaba, Diego Millán, Quintero, Carpio, “el popular Carrasquilla” o el banderillero Manuel García "Esparterito", entre otros.

200 del ala que se le esfumaron a Esparterito
      La crianza de gallo de pelea guarda cierta similitud con la del toro de lidia, pues se lleva un riguroso control de la ascendencia y se mide su combatividad a través de tientas. De ahí que entre los ganaderos y toreros se hallase también muy extendida.


      Entre los aficionados y criadores de gallos más distinguidos de la localidad en el último tercio del siglo XIX, encontramos al médico Mariano Fuentes del Río, padre del abogado y político conservador Juan Fuentes López de Tejada (alcalde durante la Dictadura de Primo de Rivera).
       En el Diario de Córdoba de 9 de febrero de 1889 se publicaba el siguiente anuncio:

      “Riñas de Gallos.- Según carta que tenemos a la vista,  mañana tendrán efecto en Cádiz grandes riñas en competencia y en la que se cruzaran importantes apuestas con los gallos que presentará don Mariano Fuentes, de Castro del Río, oriundos de los mejores de Canarias. A estas riñas acudirán muchos aficionados de Andalucía”.

     Juan Marín Fernández , un notario con inquietudes literarias, titular de la plaza de Castro del Río entre los años 1880-1888, que debió cultivar la amistad y el trato del referido médico gallero y de su hermano Víctor (registrador de la propiedad), nos ha trasmitido un documento de categoría excepcional.  Se trata de una pormenorizada narración sobre el ritual que origina una riña, haciendo especial hincapié en la particular idiosincrasia del gallero castreño. Con un especial gracejo va narrando las sucesivas etapas de una jornada de gallos. La hipérbole  y la ironía, tal vez para no molestar a sus anfitriones, las utiliza con maestría para pasar de puntillas sobre el espinoso asunto de la moralidad de los participantes en un juego-espectáculo en el que evidentemente aflora la brutalidad del ser humano. Después de leerlo varias veces creo que sabe esconder de manera sibilina su condición de detractor.


     Fue  publicada en el diario político y literario La Mañana, en una fecha que se corresponde con su primer año de estancia en Castro (1881). El nombre de Castro del Río sólo aparece al final, acompañando a la firma del articulista, aunque resulta evidente que los particularismos narrados  son los propios de los galleros de aquella  villa del Guadajoz de las décadas finales del XIX. Presuponemos que le causaría impresión su primer contacto con este tipo de espectáculos y de ahí la necesidad de comunicarlo. 



                                            Las Riñas de Gallos


      El verdadero gallero ha de ser trashumante como los carneros merinos, pacienzudo como los pescadores de caña, testarudo como aragonés y buen amigo de tirarle de la oreja a Jorge. Ha de ser trashumante, más que por su propia personalidad, por el gallo que la complementa. Pacienzudo y sencillo de corazón, para que de esta suerte sobrelleve resignado las adversidades de la suerte. Testarudo, pues en esto radica, estriba y tiene su fundamento esta utilísima afición. Por último, ha de ser amigo de tirarle de la oreja a Jorge, porque así se estrechan los lazos de compañerismo y afecto entre los aficionados, y sobre todo, es un hábil medio de propaganda ciertamente más viable, mañero, eficaz e insinuante que ese otro al que apelan algunos necios que imaginan apoderarse de los corazones y de los entendimientos, escribiendo artículos tan largos como la paciencia de mis lectores, y  pronunciando discursos y mas discursos, que hacen en los oídos el mismo efecto que el ruido de la lluvia.
      Ya presumirá el lector benévolo que es faena superior a nuestro empeño la de relatar imperfecta y por de contado pálidamente los goces (volvamos a repetirlo) inefables que experimentan los galleros antes de la riña, durante la riña y después de la riña. Para relatarlos necesitaríase la imaginación de Mahoma, la vehemencia de Mirbeau y la frase poética de Castelar. Mi tosca y grosera pluma va a desgranar las riñas consabidas, atreviéndose a pintarlas. ¡Oh, divino Murillo, préstame por un momento tus pinceles! ¡Dante terrible, concédeme por un instante (que el asunto lo merece) aquella pluma sublime con que describiste el paraíso! Y, sobre todo, apasionados lectores, suplid con  vuestra imaginación las sombras y los vacíos de mi descarnada, seca y árida narración.
      La  víspera de la riña,  esto es, lo que podríamos llamar su génesis o periodo de incubación, más es para soñada que para descrita. Tienen esos días de fiebre parecido extraordinario con las crisis políticas: conferencias, cabildeos,  juntas, reuniones y proyectos embrionarios, que se disipan y se disfuman durante las calenturas del combate. El gallero tiene que desplegar una actividad vertiginosa, ora visitando las huestes enemigas, ora cuidando con paternal y solícito esmero las propias.  Debe ser arrogante sin jactancia y modesto sin bajeza con los  dueños de los gallos enemigos, teniendo muy presente que ha de cuidar de beber mucho  vino como  de hablar a lo verdaderamente andaluz, que consiste en tener incesantemente una disentería de interjecciones y de votos, usando a troche-moche palabras que, no por haber dejado de adquirir carta de naturaleza en nuestro diccionario de la lengua, pierden por eso energía y oportunidad. Tachan algunos malévolos de poco verídicos, pero otro tanto se dice de los cazadores, y. como es sabido, tan inexacto es esto como que los sastres no cumplen sus palabras. Y si fuéramos a creer lo que la fama pública pregona, llegaríamos a adquirir el convencimiento de que muchos políticos mudan de colores con facilidad mas pasmosa que la de los mismos camaleones y otras afirmaciones a este tenor, tan contrarias a la verdad y tan destituidas de fundamento, como sería la del que tuviese la inconcebible audacia de afirmar que puede haber espectáculo más culto, divertido y exquisito que nuestras riñas de gallos.
       Llegamos al día magno, y al delirium tremens de la felicidad del gallero. Vedle: los ojos fuera de sus órbitas, gritando como un energúmeno, la frente bañada en sudor, temblando cual si tuviese el frio de la terciana, inoculando en su gallo con su incesante palmoteo y su voz estentórea el bélico ardor del que se halla legítimamente poseído. Cuando triunfa, ni el jugador afortunado, ni el que se siente iluminado en el alma por los destellos de la mujer amada, ni el poeta laureado, ni aun el que se encuentra de un tío en Indias, experimenta un goce de tantos quilates como el suyo. Cierto que si la enemiga suerte se pronuncia en contra de nuestro gallero, ni Job en el muladar, ni Prometeo encadenado, ni Luis XVI en el Temple, son tan desdichados como él, pues su infortunio supera a todos los que registran la historia. Pero como si una puerta se cierra otra se abre, y tras una espuerta de cal se allega otra de arena, y en este pícaro mundo no hay más remedio que sufrir la dura e incesante alternativa de placer y dolor, post nubila viene Phebus, y tras de un gallo derrotado, surge, como de las cenizas el Ave Fénix, otro que triunfa en toda la línea.



     Después de la riña se entra en el periodo clínico, donde hay tela cortada para instruirse. Los pormenores interesantísimos que pudiéramos dar para edificación de nuestros lectores, harían interminable este artículo.
      Por la precedente somera relación, creo haber demostrado hasta la saciedad cuanto tiene que gozar en espectáculos tales un hijo del siglo de las luces. Mas como hay enemigos de todo, hasta que las personas se solacen en recoger grillos, no faltan detractores de la diversión por antonomasia, los que llenados de flujo de hablar y de dañada intención, dicen que este espectáculo no es culto ni humanitario; que embrutece, puesto que reduce al hombre a la miserable condición de no pensar, ni sufrir, ni querer cosa distinta de sus gallos, que nos hace frívolos, toda vez que la inteligencia nos la ha dado Dios para pensar en algo más serio, provechoso y fecundo que estas riñas de amor propio; que la autoridad debiera prohibir las riñas de gallos con el mismo derecho que todos los juegos de envite y azar; que es insufrible, enfadosa e irresistible la conversación de los galleros, para quienes no hay acontecimiento ni en el mundo ni en el cielo que pueda interesar tanto como la relación minuciosa y desesperante (así mismo lo dice) de los amateurs, en una palabra, llegan a sostener que la cultura de los tiempos concluirá en plazo breve con esta diversión, convirtiendo los reñideros en escuelas y en otros usos análogos.
     La paciencia falta y la indignación ahoga cuando tales blasfemias se escuchan. Dijeran que va decayendo el gremio de revisteros de gallos, y les daríamos la razón, pues esto es un hecho sensible bajo el punto de vista literario. Y es que se consiguen más aplausos con las revistas de toros; y por esta causa, ni hay periódico exclusivamente consagrado a ilustrar, enseñar y recrear con el movimiento de gallos, curaciones  y otros pormenores  igualmente  interesantes y  vitales, ni se dedican escritores exclusiva y únicamente a críticos de gallos. Bien que, o mucho nos equivocamos o muy poco a de tardar en aparecer en la arena periodística un genio que levante de su postración y abatimiento este género literario.
    Tengamos esperanzas, y alentemos todos los galleros al que con tales intentos se nos presente, que han de llamarse los revisteros de gallos escritores por excelencia, y a caso críticos del porvenir o de porvenir.

JUAN MARÍN FERNANDEZ
(Castro del Río 11 de junio de 1881)


      Hoy por hoy, pese a la prohibición que recae sobre las peleas de gallos, con excepción de las organizadas para la selección de cría, mejora de la raza y su exportación, de vez en cuando saltan a los periódicos noticias sobre como la ley es quebrantada en algunos lugares de Andalucía. Un ejemplo reciente la denominada “Operación Espolón”. No es el caso de Castro del Rio, donde su bicentenario reñidero sigue dando cabida a las tradicionales peleas adaptadas a la legislación vigente,  mientras que un "prohibido apostar" luce en un lugar preferente de sus paredes. Sus famosos gallos siguen siendo objeto de deseo de los aficionados, hasta el extremo de que en más de una ocasión las galleras castreñas han sido asaltadas por los amigos de lo ajeno debido a la alta cotización que alcanzan en los mercados.


     Para terminar y como complemento les recomiendo un video en el que un veterano gallero castreño nos ilustra sobre esta afición histórica y la esencia de "la palabra dada" por la que se regían las apuestas en el pasado ( "dos mil reales al pelao").
     Las fotografías que ilustran la entrada las he tomado prestadas de fotógrafos castreños. Recomiendo la visualización de la espectacular serie de Antonio Morales Villegas publicada en Ojodigital.  Las de la calle Rincón me las ha proporcionado un amigo, andariego profesional y gran aficionado al deporte de la bicicleta. Gracias a los dos.