Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

17 noviembre 2011

AMORES QUE MATAN



    La historia aparece revestida muchas veces de sangre. Episodios como guerras, batallas, genocidios, asesinatos, etc., condicionan o determinan el rumbo de las sociedades.
    La historia de la que nos vamos a ocupar, también está manchada de sangre, aunque en esta ocasión apenas si traspasa el ámbito familiar, local o provincial, pues pertenece al denominado “capítulo de sucesos” o “crónica negra”, que históricamente también ha tenido reservado su exitoso hueco en las cabeceras de diarios y revistas, por aquello del morbo sensacionalista o curiosidad innata que estos hechos despiertan entre los humanos. Cuando algún caso sonado terminaba saltando a las páginas de los periódicos llevaba aparejado tiradas especiales con el lógico reflejo favorable en caja.
     Desde la perspectiva actual, un caso como el que vamos a abordar, sin prescindir de la superficialidad  y sin entrar en exhaustivos análisis sociológicos, nos puede servir mayormente para captar la evolución en positivo operada en el seno de la sociedad con el transcurso de los años, en cuestiones como la moral, costumbres, papel de la mujer, fiestas, celebraciones, etc.
     Nos enfrentamos a una supuesta historia de amor con un final trágico. Sus protagonistas, Rafael Juárez Gómez (a) "Tartaja", natural y residente en Porcuna (Jaén), de profesión transportista y Mercedes Roldán Ruz, una señorita de vida alegra, natural de Cabra, con la que éste llegó a cuajar una especial, determinante y fatal, como veremos, relación de amistad.
     El caso aparece recogido en el libro “Crónica negra de la historia de Córdoba” (Antología del crimen), del que son coautores José Cruz Gutiérrez  y Antonio Puebla Povedano, vinculados a Porcuna y Castro del Río respectivamente. Me limitaré, valiéndome de la prensa histórica cordobesa, a ilustrar y profundizar un poco más en el mismo.



     Antes de entrar en detalles sobre tan luctuoso suceso, centrémonos en conocer algo sobre la vida de sus protagonistas.
     Rafael, se había iniciado desde muy joven en el mundo laboral al lado de su padre que ejercía el oficio de cosario en Porcuna.  Fue éste, durante las primeras décadas del siglo XX, el encargado de comunicar la ciudad con la estación de ferrocarril de Villa del Río, de traer y llevar mercancías y otros encargos a base de rueda y tiro animal.
    Cuando Rafael se queda definitivamente con la tarea del padre, el progreso y unos ahorros le permitirán hacerse de una moderna flota de vehículos y ampliar el negocio con nuevos itinerarios. Asociado con un paisano llamado Benito Barrionuevo (a) “Tronchao” montarían un servicio público de viajeros en automóvil y camiones de transporte a Torredonjimeno y Jaén. Con posterioridad incorporarían un servicio regular Porcuna- Córdoba (dos días por semana).




    Parece que no le iba mal desde el punto de vista económico, pero su éxito empresarial, de alguna manera, le condujo a relacionarse con personas de buena posición económica de Porcuna, con los cuales alternaba en reuniones y juergas, empezando pronto sus gastos a situarse por encima de los ingresos que le proporcionaban sus negocios.
    Durante sus frecuentes viajes a Córdoba se fue acrecentando su afición a la francachela, hasta el extremo de que no tardaría en hacerse muy conocido en los locales de esparcimiento, por su carácter alegre, y sobre todo, por su generosidad y acostumbrada soltura de bolsillo.
    En un célebre establecimiento dedicado a la prostitución ubicado en la calle Morería nº 8, conocido como “El Quo Vadis” es donde trabajaba como pupila Mercedes Roldan, de la que Rafael pareció quedarse prendado, encaprichado o enamorado desde el momento en que la conoció.
   Rafael de 35 años de edad, estaba casado y tenía tres hijos pequeños.
   No voy a ponerle graduación, ni a entrar en calificativos ni atenuantes sobre pecado alguno. Sólo recordar que la costumbre de visitar las casas de lenocinio entre la población masculina (solteros, viudos o casados) estaba otrora bastante más extendida que en nuestros días y se hacía apenas sin tapujos. De hecho, las casas para tal menester estaban ubicadas dentro del casco urbano, y permanecían abiertas tanto de día como de noche. En Porcuna, en concreto, existieron varias de estas casas en la prolongación de la calle de Alharilla.
    Era harto frecuente que los padres costeasen a los hijos la iniciación sexual en estos “antros de perversión” o “casas de pecado” (como eran conocidos entre los acérrimos defensores de la moral; vulgo: casas de putas).



    El caso es que, desde poco después de la Feria de la Salud del año 1924, la relación entre Rafael y Mercedes fue consolidándose e hicieron se cada día más frecuentes las escapadas y viajes de ambos. En cierta ocasión pasaron unos días juntos en Sevilla, incluso la llevó hasta Porcuna, su pueblo.
    El tradicional grado de sumisión de la mujer al hombre, permitía que devaneos de este tipo por parte de los maridos tuvieran que ser acatados con resignación por las esposas. De manera que, nuestro protagonista jaranero no tendría reparo alguno a la hora de traer a su joven amiga cordobesa, presentarla como trofeo y correrse las pertinentes juergas con sus amigotes.




    Rafael debió de adquirir cierta fama y celebridad en determinados círculos cordobeses, hasta el punto de que su presencia en Córdoba en alguna ocasión hasta fue anunciada por la prensa:

   “Han llegado de Porcuna don Rafael Juárez, don Benito y don José Barrionuevo, don V.L., don Juan Adame y don Juan Ramos, queridos amigos nuestros”.

   Suponemos que la comparecencia de los susodichos porcuneros en la ciudad califal estaría relacionada con visitas programadas a sus famosos monumentos.



CARNAVAL SANGRIENTO

    En vísperas de tan esperada fiesta, a cuyo término se se iniciaba la Cuaresma, que condenaba a las trabajadoras del amor a un obligado periodo vacacional carente de ingresos, Rafael Juárez retiró del Quo Vadis a su amiga Mercedes con el propósito de pasar juntos esos bulliciosos días. Se les vio por diferentes ventas de las que se diseminaban a lo largo de la carretera del Brillante y por diferentes locales de alterne de la ciudad.
    Aquel Carnaval del año 1925 pese a las restricciones impuestas por la Dictadura del General Primo de Rivera, se siguió celebrando en Córdoba con su tradicional pujanza, lo que permitió a nuestra pareja asistir durante el segundo día al Baile de Mascarás que tuvo lugar en la famosa Venta de Vargas. Allí mismo hizo efectiva una factura por importe de setecientas y pico de pesetas que adeudaba al dueño de dicho establecimiento.



    Al día siguiente, Rafael requirió el auxilio de un paisano que le prestó cincuenta pesetas para poder continuar con la fiesta. Tomaron un taxi y volvieron a dirigirse a la Venta de Vargas:

   “La pareja almorzó aparentando estar contenta y satisfecha de la vida. Luego después de comer, andando llegaron hasta las proximidades de la finca de “Santa Inés”, situada en la misma carretera”.



    El fatídico desenlace final de esta “relación amorosa” lo despejaremos en una próxima entrada.

12 noviembre 2011

Francisco Villalba "El Feo" de Castro del Río (Aprendiendo a ser torero).


    A modo de necesaria introducción:

    A principios de la década de los sesenta irrumpía en el mundillo taurino un chaval de origen humilde casi analfabeto, nacido en Palma del Río (Córdoba) en 1936, que pese a carecer de esa técnica depurada que tanto demandaban y le reprochaban los puristas, supo pronto hacerse con su merecido hueco a base de valor y arrojo, pese a sus maneras, formas y suertes de nuevo cuño un tanto frívolas o revolucionarias.
     Su nombre Manuel Benítez El Cordobés, que no tardaría en convertirse en un autentico fenómeno de masas. Hasta llegaría a ser galardonado en 1967 con la Medalla de Oro al Merito Turístico, por levantar tal expectación y servir de reclamo entre aquellos primeros guiris que se dejaban caer por la piel de toro.
     Pronto su fama y su ejemplo de tenacidad y superación traspasaría nuestras fronteras, elevado a la categoría de héroe popular. Fueron Dominique Lapierre y Larry Collins los primeros en acercarse a este fenómeno, de una manera científica, con su ya famoso reportaje de investigación que vio la luz en 1968 con el título “O llevarás luto por mi”, tomado de esa famosa promesa que el aspirante a torero le hizo a su hermana al abandonar su pueblo: “Te compraré una casa o llevaras luto por mí”. El libro se publicó, pero después de aplicársele la tijera a instancias de Don Manuel Fraga Iribarne, porque quedaba demasiado patente el hambre y los fuertes desequilibrios sociales que persistían en aquella Andalucía profunda, pese al pretendido y tan cacareado desarrollismo del franquismo.


     El vertiginoso éxito alcanzado por El Cordobés y la lógica ostentación de los logros materiales de alguien que había sabido elevarse desde una pobreza casi indigente (automóviles de lujo, fincas, caballos, mujeres etc.), era constantemente reproducida y reflejada en  los medios de comunicación. 

     Sus éxitos y su ejemplo animan a toda una pléyade de maletillas a lanzarse a la aventura taurina en busca de rodaje y oportunidades.
     Se vuelven a poner de moda viejas expresiones, como aquella de El Espartero “mas cornás da el hambre”. Otra del mismo corte, aunque de una fecha algo más tardía, recuerdo haber leído en los carteles con los que se publicitaba un joven novillero sevillano: “Prefiero morir de un toro que de viejo en este pueblo” (Curro Puya “El Cateto” - Plaza de toros portátil de Porcuna año de 1974).





    
    Aquí es donde entroncamos por fin con Francisco Villalba Gutierrez “El Feo” de Castro del Río.
     De origen humilde,  vivió en Castro hasta que fallece la madre, que es cuando en unión de un hermano mayor y a lomos de una vieja motocicleta, ponen rumbo a Barcelona para iniciar una nueva vida. Tenía apenas 14 años, encontrando su primer trabajo como mozo en una tienda de comestibles.
     Todos estos datos y otros que iremos derramando, nos los proporciona José Luis Gran Gallego (Romito) en un libro autobiográfico titulado “Ilusiones y quimeras: ser torero en las capeas”. Copio literalmente lo que cuenta sobre como se despierta en El Feo esa temprana vocación por el "Arte de Cuchares":

    “En la casa donde vivía eran conserjes los padres de Rafael Plaza, entonces novillero, que en compañía de Enrique Patón, también novillero, entrenaban en una terraza del ático de la casa (hoy Enrique es un destacado empresario y apoderado). Allí cogió un capote y una muleta por primera vez, así como los pitones para hacer de toro, que era lo más que le permitían hacer.
    Posteriormente vio una novillada sin picadores en la Plaza de las Arenas, y convencido de que él podía hacerlo mejor y que podía ser torero, se apunto a la escuela de la Monumental. Allí conoció a Pedro Monte “El Canijo”, como a los aragoneses Jesús Gómez “El Alba” (después matador de toros) y a Raimundo Entrena”.


     En la escuela taurina de La Monumental se forjaría una estrecha amistad entre Pedro Monte “El Canijo”, natural de Pozuelo, un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca, apodado así por lo flaco que era, y Francisco Villalba “El Feo” porque, según parece, efectivamente lo era.
      Empiezan haciendo “rachas” (torear de noche aprovechando la luna llena en las ganaderías bravas) y van también de la mano en las temporadas de capeas. Se prodigaron primero por la zona levantina, para posteriormente dar el salto a la provincia de Guadalajara donde estaban muy arraigados este tipo de festejos (Fontanar, Lupiana, Romanones, Yunquera, Azuqueca…).

      El libro de Romito, quien fuera compañero de andanzas de la pareja de intrépidos aspirantes, incluye infinidad de anécdotas sobre sus discurrir por los pueblos.
     Cuando finalizaba la temporada de capeas, les tocaba transitar por Andalucía o Salamanca, en busca de ganaderos que les dejaran participar en los tentaderos. Cuando no tenían acogida, se veían avocados a otro sistema de rodaje, tan arriesgado como las rachas nocturnas, el denominado toreo de “extranjis”, que consistía en apartar una vaca o novillo a pleno día para poder darle unos capotazos o muletazos. Temeridad extrema, pues se exponían a una dolorosa cogida o revolcón, a ser multados, y lo más trágico, la retirada del carnet de novillero que acompañaba a la multa.
    La fotografía que encabeza la entrada, es del Feo toreando de “extranjis” en una finca de Extremadura, captada por otro furtivo y remitida a su compañero Romito para que pudiera comprobar sus hazañas y progresos (está sacada del libro Ilusiones y quimeras).
    A falta de mentores y apoderados, hartos de rodar por capeas y tentaderos, para seguir progresando, nos les queda otro remedio que invocar la ansiada oportunidad. En cierta ocasión Romito (“El Maño”) coincide con Canijo,  Feo y Miejita en San Fernando (Cádiz), pueblo marinero con gran tradición taurina, donde el empresario que regentaba su plaza de toros se prodigaba en la organización de novilladas sin picadores. Buscaban afanosamente el momento de vestir por primera vez el ansiado traje de luces:



    Para evitarme la reproducción de pasajes varios, sobre la manera de sobrellevar aquellas quiméricas ilusiones y alguna que otra anécdota relacionada con nuestro protagonista, recurro nuevamente al recorte de página del libro de Romito:

Un toro de 500 kilos



Pollos de pelea




    Todas estas peripecias relacionadas con esa apuesta personal por ser torero, que conocemos gracias al libro de Romito, se sitúan cronológicamente entre los años 1964 y 1967.
    Al año siguiente, durante una de aquellas giras por Andalucía en busca de oportunidades, se acerca por su pueblo de origen, donde al calor que le prestan sus paisanos, podrá vestirse de luces en un serie de festejos medianamente serios organizados ex profeso para ayudarle a proyectarse.



    Las autoridades locales de la época, sensibilizadas  por las simpatías que despierta entre el pueblo de Castro el firme propósito de Francisco Villalba “El Feo” por convertirse en torero, coadyuvaron a su causa. Sera durante la Feria de Santiago de ese mismo año de 1968, cuando un conocido empresario taurino instala una coqueta plaza portátil en la localidad y conforma un programa con dos novilladas con El Feo de protagonista.
    De momento me limito a incluir como ilustración la cabecera del cartel anunciador de aquel primer ciclo de novilladas durante el mes de julio, obtenido gracias a la gentileza de uno de aquellos valientes aspirantes a la torería, el rambleño Juan Hidalgo. La excelente respuesta del público de la comarca y el éxito obtenido en taquilla propiciaría una nueva entrega para la Feria Real.
    En la Revista de Feria de ese mismo año, el célebre Carrasquilla, cuya calidad de pluma me ha sorprendido gratamente, se ocupó de ensalzar y publicitar las virtudes y cualidades de aquel castreño dispuesto a consagrarse como torero. Creo que merece la pena insertar el artículo completo:



    Más información sobre esta doble programación de festejos taurinos en Castro, carteles, algunas fotografías que me han proporcionado, así como su el resto de su trayectoria, hasta llegar a situarse entre los mejores del escalafón novilleril, lo dejamos ya para una nueva entrada.
   Antes de terminar, quiero hacer público mi agradecimiento a los Herederos de Miguel Morales Alcaide (no se trata de una ganadería brava, sino de una ya rara casta de impresores artesanos de Castro del Río) que me han proporcionado la revista de feria de 1968, de la que extraigo el artículo de Carrasquilla y otras informaciones que quedan en reserva.
   Otros agradecimientos quedan también pospuestos.


07 noviembre 2011

Desterrado de tránsito: Bartolomé José Gallardo en la villa de Lopera.


Castillo de Lopera
    No es mi intención ponerme demasiado pesado con la figura de Bartolomé José Gallardo, pero antes de que se ausente provisionalmente de mi cabeza (siempre se puede retomar cuando emerjan nuevas fuentes), quisiera aprovechar la reciente incursión centrada en su destierro cordobés, para divulgar episodios relacionados con un corto, aunque no exento de intrigas, periodo de residencia en tierras jiennenses, en concreto en la vecina villa de Lopera.
     A finales de 1830, Bartolomé José Gallardo harto ya de su residencia forzada en Castro del Río (Córdoba), debió de mover alguna influencia para que se le concediera el traslado que tenia solicitado hasta la localidad toledana de Talavera de la Reina.



     Al pasar por la villa de Lopera, so pretexto de daños causados por una accidental caída de la caballería que lo transportaba, solicitó permanecer en la misma. Fueron varios los meses que permaneció en situación de convaleciente.
     Rafael M. Ramírez de las Casas-Deza (su buen amigo cordobés y primer biógrafo) cree que se trataba de una treta urdida por el propio Gallardo, que apostó por permanecer a toda costa en aquella villa jiennense por el tiempo posible,  a la espera de que prosperará una inmediata conspiración liberal que se estaba fraguando en Andalucía (1).
     Efectivamente, por esas fechas hubo cierto movimiento insurreccional entre las filas  liberales. A finales de enero de 1831 se produce un frustrado intento de desembarco del General Torrijos en las costas de Algeciras (operaba e intrigaba desde Gibraltar donde había encontrado refugio).

José María de Torrijos y Uriarte (1791-1831)


     A principios de marzo se produce una nueva intentona de sublevar Cádiz y San Fernando, en la que vuelve a estar implicado Torrijos. El movimiento seria atajado enérgicamente por el gobernador y subdelegado de policía en Cádiz, Brigadier don Antonio del Hierro y Oliver, que a los pocos días resultaría asesinado. Como respuesta, una feroz represión y cerca de cuatrocientos insurgentes hechos prisioneros, quienes “gracias al sentimiento de humanidad y clemencia de S.M. el Rey no fueron todos fusilados sino diezmados” (2).

Fusilamiento de Torrijos

     Cuando todo esto acontecía en Cádiz, Gallardo ya se hallaba de regreso en Castro del Río, hasta donde fue devuelto por las autoridades loperanas. Gallardo cuando aquella caída, “para dar mayor apariencia de verdad a su indisposición,  mando llamar a un médico muy dado a las letras, por cuyo motivo le había conocido en Sevilla y que se hallaba establecido en Bujalance”. Ni aun a éste le desvelaría el asunto del complot antimonárquico. Después de aquel primer reconocimiento a la carta, debió despertar las sospechas e incredulidad  de las autoridades realistas loperanas que lo restiruyeron a Castro del Río, entre cuyos “garamantas fieros” permanecería aún por espacio de un año aproximadamente (3).

      En diciembre de 1831, cuando ya le quedaba poco para abandonar definitivamente la villa del Guadajoz, en una carta dirigida a don Joaquín Rubio, aflora más que resignación, cierto cansancio:

     «Amigo querido: el de siempre, lo de siempre y como siempre. Yo no me mudo, me mudan, sí, de cuando en cuando, para que sepa mas de toda mala ventura. Del año pasado acá, poco hay que de contar sea; porque año más o menos de desdichas  ¿qué es todo ello comparado con la eternidad?» (4)

     Esa corta estancia de Gallardo entre loperanos, unida a su pasión bibliográfica, quizá sean las responsables de unas anotaciones relacionadas con la localidad, que quedaron reflejadas en sus célebres papeletas, que terminarían conformando el grueso de los tomos de su más reconocida obra, su “Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos”.

    Es en su tomo IV donde se menciona un opúsculo titulado “Satisfacciones Médicas físicas. Donde se declara que un mixto perfecto puede haber coexistencia de cualidades contrarias excedentes, no en cuanto es uno simpliciter, sino en cuanto a compuesto de diferentes sustancias” del que es autor el médico de la villa de Lopera, Licenciado Don J.B. Saura y Arriola, fechado en el año 1674. Incluye los parabienes del Muy Ilustre Sr. Don Pedro de Toledo y Osorio, Deán y canónigo de la Santa iglesia de León, y Comendador de Lopera.
    Consta de 32 páginas en 4º, más 11 de principios, en las que se recogen los juicios críticos de otros eminentes doctores:

    

      Ya de camino, he rastreado los IV tomos del Ensayo bibliográfico de Gallardo en busca de obras de autores naturales de Porcuna. Sólo se consigna al Licenciado Pedro Palomino, poeta de segunda o tercera fila, que participa en una especie de fiesta o certamen poético, con estructura teatral, convocado y organizado por la Universidad de Baeza en honor de La Inmaculada Concepción: 


    Relacion de la Fiesta que la insigne Vniversidad de Baeça celebrò à la inmaculada Concepcion de la Virgen Nuestra Señora. Con la Carta qve la dicha Vniversidad escribiò à su Santidad, y el singular Estatuto hecho en fabor de la Concepcion. Dispuesta por el Maestro Don Antonio Calderon Catedratico de Artes. Dirigida a la muy Noble y Antigua Ciudad de Baeça. (Baeza: Pedro de la Cuesta, 1618).



     Entre la amplia nómina de bates que allí se dieron cita, y cuya poesía está incluida dentro de este impreso, estaba el Licenciado Pedro Palomino, natural de Porcuna. Se conserva un ejemplar del mismo en la BNE.




     Como de alguna manera, el legado de B.J.Gallardo, comúnmente aceptado como padre de la bibliografía española, ha acentuado mi pasión buscadora via google, la calcografia de la Inmaculada que se inserta pertenece al grabador-ilustrador  Fr. Ignacio de Cárdenas (O.F.M) y aparece en el frontis de un opúsculo titulado:


NOTAS

(1)    Luís María Ramírez de las Casas Deza en Semanario Pintoresco Español (mayo-junio de 1853) se convirtió en su primer biógrafo, al publicar por entregas, varios artículos sobre la trayectoria vital del  polifacético Bartolomé José Gallardo. 

(2)   Diario de Avisos de Madrid (15 de marzo de 1831)

(3)   Ramirez de las Casas Deza op. cit; Marques Merchán J.  Don Bartolomé José  Gallardo. Noticias de su vida y escritos. Madrid, 1921.

(4)   Marques Merchán J.  Don Bartolomé José  Gallardo. Noticias de su vida y escritos. Madrid, 1921.



05 noviembre 2011

Apuntes sobre un vino perdido: los pagos de Magdalite de Motril (2ª parte).



    Antes de entrar de lleno en esta segunda entrega, en la que me centraré fundamentalmente en las variedades de uvas presentes en los pagos motrileños, otros aspectos relacionados con su cultivo, así como la evolución del mismo a lo largo del siglo XIX, quisiera certificar la exportación, aunque a pequeña escala, de los apreciados vinos de los pagos de magdalite, con una noticia que aparece en un periódico de la década final del XVIII:


    Recurrimos nuevamente al exhaustivo Ensayo de Simón de Rojas, donde se mencionan prácticamente todas las variedades de uva cultivadas en Motril a finales del XVIII.
    Predominaba un tipo de uva autóctona denominada Vigiriega de Motril: “Sarmientos postrados blancos, hojas verdes amarillentas, con uvas medianas casi redondas blanco-verdosas dulces”.
   Tras la famosa epidemia de la filoxera, muchas cepas tuvieron que ser arrancadas y sustituidas por otras más resistentes a la plaga, aunque todavía hoy, en comarcas granadinas como La Alpujarra o La Contraviesa, se sigue cultivando una variedad con ese mismo nombre de la que se obtienen unos apreciados vinos blancos jóvenes.
   Otras variedades con un porcentaje significativo dentro del total cultivado, todas destinadas a la obtención de vinos blancos son: Doradillo (1/10), Temprana Blanca (1/20), Albillo, Jaén Blanco, Moscatel Real…
   También consta la presencia de variedades tintas en pequeña proporción, entre las que destaca el Romé Negro (uvas medianas redondas negras algo blandas, de un dulce adstríngete y hollejo algo grueso), al que se le reserva una vigésima parte del terreno y cuya cosecha se utiliza mayormente para dar color a los mostos blancos.
   Motril, junto a la ciudad de Rota, son la excepción dentro de Andalucía, únicas en el cultivo al por mayor de variedades tintas. Era la Cortijada o Pago de Calonca (Los Tablones) la que mejor se adaptaba a su cultivo.
    En Motril se constata en plena posguerra, la existencia de un vino tinto elaborado con la uva Roma, así como el Tinto de Calonca que se tomaba para regar las exquisitas moragas de sardinas .



    Simón de Rojas le dedica también especial atención a una rara variedad presente en la costa granadina:
    Pedro Ximénez Zumbón (sarmientos broncos, hojas palmeadas verdes amarillentas, uvas medianas algo oblongas blancas blandas muy dulces). Se parece tanto al Pedro Ximenez común que solo puede distinguirse teniendo a los dos delante: entonces se ve que el racimo del Zumbón es mayor y su uva algo más gruesa y menos dulce. Si el viñador diese al cultivo la atención que se merece, es probable que no tardase mucho en preferirlo al Pedro Ximenez  común, porque es más esquilmeño que éste. Solo he visto cepas de esta variedad en la viña de García en el pago de Magalete [Magdalite] de Motril. En esta misma viña se cultiva la rara variedad del Pedro Ximenez Negro, que solo difiere del común en el color de la uva.



    Variedades destinadas a la obtención de uva para comer fresca o conservar colgada, presentes en aquel Motril de finales del XVII, recogidas en el trabajo de De Rojas son: Montuo Castellano y de Xerez, Pecho de Perdiz (por el dibujo pardo rojizo de sus manchas) y la Zurumí (presente en la viña de García en Magdalite) o Casco de Tinaja (escasa y muy apreciada).
    Datos sobre extensiones y producciones nos las proporcionan una serie de artículos dedicados a los vinos aparecidos en el periódico “Miscelánea de comercio, artes y literatura” (1820), que ya utilizamos en la primera entrada. Habida cuenta de su detallismo y la profusa información que suministran sobre los vinos del terreno, tenemos que pensar que salieron de la pluma de un  lugareño, quien fuera su director y redactor principal, el político motrileño Francisco Javier de Burgos:

     “En Motril la obrada es de 700 cepas, que ocupan un espacio de 7 a 7 ½ celemines de tierra con corta diferencia. Esta obrada produce de 10 a 20 arrobas de mosto, no hablando de algunos terrenos de Jolucar, que rinden de 40 a 50, ni de algunos de Magdalite que rinden 5 o 6. El precio del vino de año es de 24 a 34 reales por lo común. Excepto dos o tres cosecheros que tienen vinos viejos para cabecear, en las demás bodegas nunca lo hay más que de la hoja. Antes de la revolución la cosecha era de 80 a 90.000 arrobas en Motril. Ahora se ha disminuido algo”.

    El mismísimo Francisco Javier de Burgos en una hacienda de su propiedad, situada en el camino de Jolucar, tenía viñas de la variedad conocida cono Ojo de Liebre. Esto explicaría, en parte, su interés por la vinicultura, unido a su ya tradicional anhelo reformista y modernizador, puesto ya de manifiesto durante la invasión napoleónica, cuando, atraído por los aires renovadores de la Revolución Francesa, que supuestamente podían llegar a España con José I, tomo partido por él, arrastrando esa etiqueta negativa de afrancesado hasta que progresivamente alineado con el liberalismo moderado conseguiría desprenderse de ella con sus valiosos servicios a la Corona (Subsecretario de Estado, Senador, Consejero Real y Ministro del Interior durante la Regencia de Mª Cristina y reinado de Isabel II).
    Los terrenos dedicados al cultivo de la vid estaban dispuestos en lo que en Motril se conoce como “albarranas” o “albarradas”, especie de terrazas escalonadas en las lomas. El trabajo de Simón de Rojas recoge incluso otras términos agrícolas autóctonos, como “los puertos”, distancia dejada entre cepa y cepa (lo común de dos a cinco puertos o pulgares) y “la obrada”, antigua medida de superficie aplicada para los viñedos, ya referida en la información proporcionada en la Miscelánea.
    La obrada venía a ser lo que un labrador era capaz de arar con una yunta de mulos durante una jornada, y como resulta lógico su extensión varía de unas zonas a otras, dependiendo de las características del terreno. El término desapareció a la par que las viñas, y en la actualidad la medida antigua que prevalece en Motril y comarca es la conocida como “marjal” (entre 5 y 6 áreas según los lugares). La equivalencia de la obrada motrileña, según hemos visto, era de 7 a 7 ½ celemines, algo más de la media fanega castellana.



    Para conocer la posterior evolución del cultivo de la vid en Motril disponemos de una fuente que nos proporciona información suficiente al respecto. Se trata del artículo dedicado a Motril del Diccionario geográfico-estadístico-históricode España y sus posesiones de Ultramar, magna obra publicada por Pascual Madoz entre 1846 y 1850:

  “El terreno inculto pertenece a gran número de propietarios, vecinos y forasteros, y es por lo común de inferior calidad, excepto los montes de Magdalite que son muy ricos para vides. En lo antiguo estos montes estuvieron poblados de viñas hasta fines del pasado siglo, que empezaron a decaer, extinguiéndose casi completamente el plantío por la general sequia y la indiferencia que excitaba a los agricultores esta clase de cultivo, comparando con los ricos productos que entonces daba la vega; pero decaídos estos y vueltos los años de humedad, empieza este terreno a poblarse de viñas”.


    Por esas fechas el cultivo debía de andar efectivamente bajo mínimos y el propio Diccionario suministra información de que Motril “anualmente recibe para su abastecimiento 2.500 arrobas de aguardiente y 25.000 de vino de las Alpujarras, Gualchos, Garnatilla e Itrabo”.
    Esa fuerte sequía, localizada en los años centrales de la centuria, trajo consigo aparejadas una serie de plagas, como el “oídium”, que afectaron considerablemente a los plantíos de vid. No faltaron los motrileños, que intentando a la desesperada poner remedio, propusieron sus particulares recetas. Es el caso del medico motrileño Francisco Javier Pintor y Díaz, que llegó a remitir una memoria manuscrita al mismísimo Ministerio de Fomento, publicada en el número 334 de su Boletín Oficial (20 de mayo de 1858):


    La repoblación efectuada en los pagos motrileños con posterioridad a aquellas plagas y sequía de mediados de siglo, no tardaría mucho en sufrir las consecuencias de un nuevo contratiempo, la fatalmente destructiva epidemia de la filoxera. Uno de los focos principales de entrada en España fue el sur del país. Lo hace por la provincia de Málaga, a raíz de la importación de plantas francesas infectadas en el año de 1878, extendiéndose con prontitud por las provincias limítrofes, saltando de unas a otras. A principios del siglo XX, de las superficies dañadas durante la larga epidemia en la provincia de Granada, solo se reconstruye ¼ parte de la que existía anteriormente.



02 noviembre 2011

A Zelinda (Preso y ausente). Castro del Río 1829 (B.J. Gallardo).


Autor: Federico de Madrazo y Kuntz
    Aunque los críticos y estudiosos de la literatura española coinciden en calificar el poema Blanca Flor, compuesto y fechado en Castro del Río en 1828,  como, tal vez, la más acertada y feliz de las composiciones poéticas de B.J. Gallardo, este segundo poema, también gestado a orillas del Guadajoz (1829), “A Zelinda: Preso y Ausente”, ha pasado quizá más desapercibido, sin desmerecer al primero,  por no aparecer recogido en antología poética alguna.
    Ángel González Palencia incluye Blanca Flor entre “Las mejores poesías románticas de la lengua castellana”, y es éste mismo autor quien le otorga el calificativo a Gallardo de precursor del romanticismo poético en España.
    Como no es mi propósito el de ejercer de crítico literario, os remito a un enlace sobre lo que diferentes autores han escrito y opinado de Bartolomé José Gallardo poeta.
   Otro famoso poema suyo es el titulado “El dominus tecum, o la beata y el fraile” (este no concebido en Castro) que se incluye dentro de una Antología de la poesía erótica española e hispanoamericana (todo un derroche de ingenio).
    Hace ya mucho tiempo que soy conocedor del destierro en tierras cordobesas de Don Bartolo. A medida que fui descubriendo  pasajes sobre sus venturas y desventuras, fue creciendo mi curiosidad por la vida y obra de este peculiar personaje, que se destacó en aquella convulsa España del XIX, con una capacidad de trabajo y una talla intelectual muy por encima de lo común.
     El descubrimiento y lectura de esas redondillas octosílabas de  “A Zelinda” en las páginas del Semanario Pintoresco Español (HD-BNE), me ha permitido percibir el reflejo de sus padecimientos, y hasta me han despertado cierta sensibilidad por la lírica de la que creía estar desprovisto. Nunca es tarde, si la dicha es buena.
    Estrofas como la de "Entre garamantas fieros", que me sirvió para titular la entrada que dediqué a  sus años de confinamiento en Castro del Río:

   Ausente, y en tierra ajena
sin la luz de tus luceros,
entre garamantas fieros
arrastro dura cadena.

    O este segunda redondilla (cuatro versos octosílabos de arte menor), donde también casi se palpa su mala fortuna entre los moradores de “Castro Leal del Río”,  propiciada “no por la gente de gallaruza, la de corbata es la mala”, y culpable de haberme incitado a adentrarme en la vida de aquel célebre Comandante Realista Calderón, que cuando los gobiernos le fueron propicios, debió de actuar como un auténtico y feroz “verduguillo de la campiña” :

    Más aquí ¿qué ven mis ojos,
sino sombra y soledad,
horror en vez de beldad,
 y en vez de contentos enojos?

   El número 95 (1853) del Semanario Pintoresco Español incluye, justo debajo del poema, un retrato cómico-caricaturesco intitulado “Autopsia del cerebro de un pescador de caña”, que aunque obviamente no rotulan con su nombre, por su nariz pronunciada, sus rasgos exagerados y feos, y ese sibilino juego de palabras pescador/pecador cerebral, bien pudiera buscar como destinatario a  Gallardete, a quien no le faltaban enemigos ni después de muerto.


"Autopsia del cerebro de un pescador de caña"


    El joven cordobés Francisco de Borja Pavón, durante su estancia en la capital del reino como estudiante de farmacia, por su afición a las letras, y recomendado por el común amigo Luis María Ramírez , conocerá y visitará asiduamente a Bartolomé José Gallardo, ya instalado en Madrid, al cesar las persecuciones contra los liberales con la muerte del monarca absolutista. De sus anotaciones, hemos sacado algunas de sus impresiones sobre nuestro protagonista que reinciden en esa fealdad que le atribuían sus antagonistas:

    “Nada benevolente, ni fácil en el trato; bibliófilo y crítico mordaz; erudito y eminente hablista. Es el rostro de Gallardo rugoso y feo; su persona, delgada y de mediana estatura, su conversación salpicada de chistes, cuentos, diatribas y noticias literarias y bibliográficas”.


( Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Año X. Abril - Mayo de 1906. Números 4 y 5. Ángel M. de Barcia / D. Francisco de Borja Pavón: traducciones de poetas latinos. Contiene numerosas anotaciones de Francisco de Borja sobre sus visitas en Madrid a Bartolomé José Gallardo).

     Entramos ya de lleno con el poema prometido:



         A ZELINDA
           Preso y ausente
              Romance
    Ausente, y en tierra ajena
sin la luz de tus luceros,
entre garamantas fieros
arrastro dura cadena,
    Y el alma en ti, bien que adoro,
cantando engaño mis penas,
como al son de sus cadenas
el cautivo en grillos de oro.
    Tiempo fue (¡Tiempo dichoso!)
cuando libre y prosperado,
gozando ufano a tu lado,
viví en plácido reposo.
    Otra aura no respiraba
que la que tu respiraste:
luz que tu no reflejaste
mis ojos nunca alumbraba.
    Como en espejo brillante
en tus ojos me veía,
y  en ellos tu amor leía.
cual ellos mi fe constante.
    Mas aquí ¿qué ven mis ojos,
sino sombra y soledad,
horror en vez de beldad,
 y en vez de contentos enojos?
    Perdido tan gran tesoro,
no hay bien que mi mal no aumente:
te adoro como presente,
y como ausente te lloro.
    La imaginación celosa
te me retrata en mil modos,
para mi tormento todos
y de todos siempre hermosa.

    Ya con labio encantador
cautivas las atenciones;
ya robando corazones
rindes y matas de amor
    Ya, penosa y fugitiva
a la margen de la fuente,
disertas al son bullente
de su plata fugitiva .
    ¡Oh momento crudo y fiero
de la triste despedida!
de allí no perder la vida,
de mil y mil muertes muero.
    Fijo en mi alma clavado
tengo aquel ¡ay! lastimero
que tras el adiós postrero
bebí de tu labio helado.
    Aun, en lágrimas deshecho,
parece que repetidos
oigo el son en mis oídos
y el eco en el hondo pecho.
    De tu afecto y tus enojos
para tierna y fiel señal
me dejaste en tu cendal
una perla de tus ojos:
    Que, lloradas de pasión,
anegan con pena esquiva
lagrimas de sangre viva
que arranco del corazón.
    Tal a fuentecilla pobre.
si preciosa en sus cristales,
ahogan en sus raudales
las hondas del mar salobre.
    Hundióme la dura ausencia
en un negro calabozo
cuando me arrebató el gozo
de tu divina presencia.
    Llorando me halla la aurora,
llorando me deja el sol,
cuando su grato arrebol
las nubes apenas dora.
    Y ya hubiera fallecido
a no alentarme el tener
esperanza de volver
a verme a tu cuello asido.
    En tanto, de angustias ciega
se consume el alma mía:
un día alcanza a otro día,
y el de mis dichas no llega.
    ¡Ay! ¡cuando querrán los cielos
que goce en eternos lazos
el regalo de tus brazos
y la luz de tus ojuelos!



BARTOLOME JOSÉ GALLARDO
(Copia sacada de un original escrito y firmado por el autor)
Castro el Río 1829.