Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

10 marzo 2013

¿UN RETRATO DE LA ESCUELA DE DON TORCUATO?



      La publicación de las fotografías de Torcuato Félix Sicilia López (maestro de la escuela del centro obrero de Porcuna), acompañadas de la relación de quienes fueron sus alumnos (nombre y primer apellido) en el año 1909, nos han permitido albergar la esperanza de que pudiéramos haber alcanzado lo que en un principio considerábamos como incierto y más que improbable objetivo: “una fotografía de conjunto en la que se nos muestre rodeado por sus tres grados de colegiales”.
      Los descendientes de un alumno en particular conservan y nos han remitido una copia fotográfica  que pudiera corresponderse con el colegio regentado por Don Torcuato. El identificado es el mozalbete de que se nos muestra en el centro de la fila superior (pico de la pirámide) y que en el año 1909 debía de asistir a su escuela como párvulo.


     Como podrán comprobar, si se tratase de la misma persona, se ha operado una importante transformación en su aspecto físico, en comparación con aquellas otras muestras gráficas que nos suministró una de sus bisnietas: ahora presenta el pelo ligeramente cano, entradas en la frente  y la cara un tanto más gruesa.

     Por la comparativa que presentamos a continuación, casi pondríamos poner la mano en el fuego en defensa de la misma identidad: sus  rasgos faciales y el semblante serio parecen claramente equivalentes, lo que coincide además con el grado de madurez que otorgan los 50 años que tendría en la fotografía si damos por validos los criterios de datación.




      El alumno en cuestión había nacido en el año 1903 y en esta foto aparenta tener sobre 13-14 años, por lo que se nos va la fecha hasta 1916-1917.
      Hay otro detalle que parece coadyuvar a la supuesta identificación. A la derecha del grupo aparece claramente diferenciado un joven más granado que el resto (unos 16-17 años), que podría tratarse de su hijo Félix (nacido en 1900) que ya por estas fechas debía de colaborar con el padre en las tareas docentes.   
      Observen la comparativa en la que también creemos apreciar un considerable parecido:


     Lo que seguimos sin poder despejar es la incógnita sobre si el colegio, después de las suspensión judicial y clausura decretada sobre la sede compartida por la Sociedad Obrera “Paz y Libertad”  y Agrupación Socialista a finales de 1911, sigue vinculado a sus primitivos promotores o funcionó de manera autónoma. En el archivo histórico de la Universidad de Granada no consta nueva autorización.

Preparativos para el 1º de Mayo de 1913
      El movimiento obrero y socialista de la localidad de Porcuna a partir de 1914 atravesará una severa recesión de la que no se sale hasta finalizada la Gran Guerra. Justo a finales de 1914 la sociedad de obreros agricultores “Paz y Libertad” comunicaba al gobernador civil el acuerdo unánime de dejar de regirse por su antiguo reglamento, para hacerlo a partir de entonces por el de la A.S. No obstante, con posterioridad a la clausura referida se adquirió una casa en la calle Villa (Casa del Pueblo) que no pudo ser escriturada hasta 1918, coincidiendo con la elaboración, aprobación e impresión de un nuevo reglamento por el que había de regirse la nueva sociedad Paz y Libertad de Oficios Varios.


      Fue impreso en la Imprenta y Papelería Morales de la capital giennense, regentada por José Morales Robles un carismático militante del socialismo en la provincia, en cuyo establecimiento se imprimieron periódicos filo socialistas como Jaén Obrero y más tarde Democracia. No es casual el hecho de que la esquela mortuoria de don Torcuato, que publicamos en la entrada anterior, fuese confeccionada en los talleres de Gráficas Morales (nueva denominación).
       Por el Anuario Riera para el año 1921 conocemos que Torcuato Félix Sicilia a principios de la tercera década del siglo seguía regentando en Porcuna un colegio para niños.


       La actividad de este colegio en Porcuna habría que llevarla hasta 1923-1924. De este último año se conserva en el Archivo Histórico de la Universidad de Granada un expediente de un Colegio de Niños de Primera Enseñanza en Villardompardo, finalmente devuelto por razones desconocidas. La solicitud forzosamente tiene que ser la suya, ya que por testimonios orales conocemos que por estas fechas abandona Porcuna para instalarse en ésta donde seguiría impartiendo enseñanzas hasta el final de sus días. Torcuato Félix y Elina (su mujer) pasaron los últimos años de su vida al cuidado de su sobrina y ahijada Concepción Pérez Sicilia casada con Sebastián Lamoneda (primo hermano del dirigente socialista Ramón Lamoneda).
     En Porcuna quedaron sus hijas Gloria y Gertrudis casadas respectivamente con el agente comercial Francisco Jiménez Roldán y con Santiago Delgado Lara (hermano del  emprendedor negociante Victoriano Delgado Lara).
     Los hijos menores, Félix y Josefa fueron a vivir a la capital de España, donde estudiaron dibujo-delineación y enfermería respectivamente. Félix Sicilia Pérez heredó de su padre la militancia socialista. Al estallar la guerra ambos permanecen leales a la República. Josefa prestó servicios profesionales como enfermera en la retaguardia y en los frentes , uniéndose a un joven brigadista francés (Marc Carrie) adscrito como sargento a una unidad de sanitarios y ambulancias de la XIII B. I. Terminada la guerra ambos hermanos y Marc pudieron cruzar la frontera por los Pirineos. En 1944 Félix Sicilia interviene como delegado de la asamblea local de Toulouse en el I Congreso convocado por el comité de coordinación de grupos socialistas en el exilio francés.


    
      Finalizada la Segunda Guerra Mundial, perdidas las esperanzas de la restauración democrática en nuestro país, cruzarían el charco para instalarse definitivamente en Venezuela.
      Peor suerte corrió su primo hermano Sebastián de Sicilia Fernández (hijo del maestro Agustín de Sicilia), situado frente a un pelotón de fusilamiento por los franquistas en 1941, que no le perdonaron su pertenencia a la Masonería y el haber ocupado la Secretaría Provincial del PSOE y el haber alcanzado la Presidencia del Frente Popular de Jaén durante la guerra.

      Después de este breve inciso biográfico y genealógico, que pretendo pueda resultarle de ayuda a Amparo Giménez Delgado, persona que nos proporcionó aquellas primeras fotos y que anda embarcada en la reconstrucción de su árbol, con cierto vacío en lo concerniente al apellido Delgado de sus antepasados de Porcuna, retomamos el tema de la fotografía escolar.
      Se trata de una fotografía previamente anunciada para la que la mayoría de los alumnos se personan con la muda de gala, aunque no faltan quienes llevan su habitual vestuario de campaña, así como alguno que otro con la cabeza rasurada total o en parte para protegerse de piojo puñetero.


      La instantánea, con los alumnos perfectamente alineados y escalonados en uno de aquellos característicos patios de losas de piedra de las canteras de Porcuna, fue captada por un profesional ambulante iliturgitano llamado Antonio Ruiberriz de Torres (apellido linajudo de origen porcunense) venido exprofeso o desplazado para cubrir cualquier otra fiesta o celebración. A la izquierda un adulto sostiene a una niña encaramada en una silla que pudiera ser alguna de sus nietas.


      Este señor, para el hacer rentable su oficio de retratista se hacía acompañar durante sus giras de cuatro caballos de cartón, que tuvieron la mala fortuna de ser asaltados por “El Escarabajo” durante la Feria de la Salud de Córdoba del año 1925.



NOTA

     Que nadie se vaya a tomar la molestia de buscar el Anuario Riera del año 1921  en la Hemeroteca Digital de la BNE. Los datos que utilizamos proceden de la hoja correspondiente al partido judicial de Martos, insertada por Antonio Recuerda Burgos en Porcunenses por el Mundo.
     La fotografía de la portada del reglamento de Paz y Libertad del año 1918 de un álbum de Porfotolio firmado por sibibolai.
    Otros materiales e informaciones proceden del Archivo de la Fundación Pablo Iglesias.
    Y por supuesto, mi más sincero agradecimiento a la familia que nos ha hecho llegar esta magnífica fotografía, con independencia de que pudiera tratarse o no de la que andábamos buscando.

06 marzo 2013

Benitos Musiqueros



     Revista madrileña de periodicidad semanal y vida efímera  (del 22/11/1898 al 14/04/1899). Editada en números de 16 páginas, las cuatro centrales dedicadas a partituras musicales originales para piano, canto y violín (zarzuelas, pasodobles, melodías, etc.). Sus páginas de texto contienen artículos sobre música, biografías, noticias de teatro y otros espectáculos, tiras cómicas, cuentos y composiciones poéticas, cantares, epigramas, así como una sección de modas con su figurín correspondiente, crítica musical y anuncios publicitarios. Ilustrada con fotografías y grabados de vistas monumentales, escenas, tipos españoles, retratos de artistas, etc.
      Entre sus corresponsales en provincias se encuentra  un porcunero llamado Benito Toribio Molina, que nos ha transmitido algunas informaciones relacionadas con el mundillo musical de aquella todavía villa de Porcuna de finales del XIX.
      Durante el mes de febrero del año 1899, coincidiendo con el final de la recolección de la aceituna y las fiestas de carnaval, los aficionados locales a la música y el teatro pudieron disfrutar de una temporada de representaciones a cargo de la compañía cómico-lírica dirigida por el primer actor Eugenio Pamplona y el maestro concertador Luis Alaria Serrano.


      Aunque no aparezca reflejado en la crónica, en aquella compañía destacaba su primera tiple Srta. Aceves, cuyas maneras despertaban la lógica admiración entre determinado sector del público y  la censura mojigata de los críticos pueblerinos:
     “Sólo tengo que hacer la advertencia a la primera tiple, y es, que evite ciertos amaneramientos que no se compadecen ni con sus actitudes de artista ni con su buen gusto”.




     Animados por el reciente ciclo de representaciones, un grupo de jóvenes aficionados a la música deciden conformar y publicitar el nacimiento en Porcuna de una pequeña orquesta que bautizan con el nombre de Bellas Artes, como deferencia hacia la revista.


      Como podrán comprobar en base al nombre de pila predominante, tres Benitos sobre un total de seis, bien pudiera haber sido titulada como “Orquesta San Benito” (santo patrón de la localidad) u “Orquesta Benitera”.
      Se trata de músicos locales formados en el seno de la Banda de Música dirigida por Manuel Jesús Cabeza González, cuyos nombres, aparecen en su mayoría relacionados en una nota que publicó el diario El Imparcial (22 de noviembre de 1896) de una suscripción abierta en favor de los soldados heridos o enfermos en  la guerra que venía desarrollándose en la isla de Cuba.


      Los gastos del giro van a cargo del maestro música, y entre los amigos de Porcuna aparecen los tres Benitos de la futura Orquesta Bellas Artes, el pianista Valeriano Arroyo, además de “el que toca el bombo”, el pito, los platillos y otros supuestamente músicos, amigos o simpatizantes de aquella banda de finales del XIX.
      Recurriendo una vez más a la Historia de Porcuna de Manuel Heredia Espinosa, que le dedica un pequeño capítulo a la historia de la música de bandas en la localidad, y a otras fuentes, podemos conocer algún dato más sobre los componentes de aquella orquestina:

-    Benito Cabeza Borrego, hijo del maestro Manuel Jesús y hermano de los también músicos Francisco y Antonio Cabeza.  Con el tiempo llegaría a ser director de la Banda Municipal de Música.
·       Benito Toribio Molina, el corresponsal de Bellas Artes. Creo que debe ser el mismo que como Benito J. Toribio se asomaba con frecuencia a las páginas de los periódicos y revistas de principios del siglo, que se viera envuelto en aquel enredo de tenorios de conventillo  y que se mostraba acérrimo defensor de las bondades de la ley del descanso dominical por su condición de dependiente del comercio. Como poeta un ripioso:


·        Manuel Toribio, posiblemente hermano del anterior.
·        Valeriano Arroyo Casado, pianista. Perteneciente a otra saga de músicos locales: Leonardo, Otilio y Benito Arroyo. Sobre este último Benito, que llegaría a componer y a dedicarse profesionalmente a la música, disponemos de algunas informaciones que reservamos para un capítulo aparte.
·        De Benito González  sólo conocemos sobre su pertenencia a aquella banda de finales del XIX.
·        José Madero (desconocido). 

               La gestación de esta formación musical estaría relacionada con la necesidad de atender la demanda musical de la población a efectos de festividades y celebraciones, a la vez que permitía a sus componentes poner en práctica sus conocimientos musicales y obtener de camino unos siempre bienvenidos ingresos complementarios.
         De una fecha todavía cercana (1910), tenemos noticias de la participación de un sexteto musical de Porcuna “hábilmente dirigido por el maestro Benito Toribio” en una boda de relumbrón celebrada en la vecina localidad cordobesa de Valenzuela.
         La cosa la tenían organizada de tal manera que eran capaces de cubrir tanto la parte sacra como la profana.
         Su participación en aquel enlace vinagorro (Juanito Serrano Gallardo con la bella y simpática señorita Conchita Priego y Luque) podemos resumirla en dos funciones religiosas para las que se hicieron acompañar de los dos sochantres de Porcuna (misa sacramental y otra costeada por los novios al día siguiente “para dar muestra de su fervor cristiano”) y el esperado baile de sociedad:

       “Por la noche, el párroco accediendo a las instancias del señor Juez, cedió un magnífico salón ricamente amueblado, en donde los jóvenes pudieron disfrutar de las delicias del baile, y pudimos admirar la esbeltez, gallardía y gentileza de nuestras paisanas. Se bailaron chotis, rigodones, valses y la clásica jota aragonesa, destacándose en esto la simpática y sin igual Catalina Velasco”.


El Defensor de Córdoba (23 de febrero de 1910)
     “Entre las del bello sexo la sin igual novia, la señora doña Josefa Gomarín, doña Josefa Susín, doña Carmen Espina, doña Rosarito Pérez, doña Rosa Cañete, doña Espíritu Santo Méndez, doña Adriana Gordillo, con las señoritas Blanquita Vázquez, Isabel Gallardo, Catalina Velasco, María Antonia y Paquita Sánchez y una infinidad más imposible de enumerar”.





    Damos por descontada la sin igual participación de los músicos, sochantres incluidos, en cuanto ágape, lunch, almuerzo, merienda y opíparas comidas tuvieran lugar durante los dos días que duró tan esplendida celebración.

21 enero 2013

Los reos de Porcuna: artículos de opinión de Marcelino Domingo.



     Quienes sigan este espacio conocerán mi obsesiva afición por ponerles rostro a los personajes que se me atraviesan. Al elaborar aquella serie de entradas sobre los Nereos, basándome en la edad de los reos, la observación y análisis de una fotografía publicada en Mundo Gráfico (6 de octubre de 1915), me arriesgué asociando al agarrotado Antonio Ramírez Muñoz con el que se nos muestra en el centro. El rostro compungido, la postura de sus manos que parecen denotar resignación, y sobre todo, ese aspecto pueril barbilampiño, parecían delatar esa diferencia de dos años de edad entre un hermano y otro.
     Quiero recordar que fue durante el pasado mes de Julio cuando se incorporaba a la hemeroteca digital de la BNE, una nueva remesa de prensa histórica digitalizada, que contenía  la revista gráfica La Unión Ilustrada de Málaga, en la que la fotografía en cuestión (cabecera) se nos muestra numerada e identificada. Definitivamente Antonio Nereo es el de la derecha, mientras que el del centro muy posiblemente se trate del director de la cárcel de Jaén o el maestro, de cuya confianza se habían hecho acreedores los reos por su ejemplar conducta durante su estancia en la misma.
       Otro aclaración que quiero introducir, antes de entrar en los artículos de opinión de Marcelino Domingo, es en lo concerniente a  la intervención de Niceto Alcalá Zamora en la defensa de los reos de Porcuna. Ésta, aparentemente se limita en un principio en sacar a la luz a través de la prensa en un momento extremo (justo después de la segunda sentencia que confirmaba las dos penas de muerte) las irregularidades y anomalías del caso, sin desmerecer, por supuesto, su tenaz implicación en la posterior campaña orquestada en favor de su indulto.


      Ciertos tejemanejes extraños, que afloran en el sumario en torno al nombramiento del abogado defensor encargado de asistir a los reos en el Consejo de Guerra Ordinario celebrado en la plaza de Jaén (1914), parecen responder a una especie de tibia e ineficaz trama orquestada por las fuerzas liberales del distrito de Martos para eludir la terrible jurisdicción militar. La verosimilitud de la suposición de lazos de parentesco entre los reos y Don Niceto Alcalá Zamora, que recogía la tradición oral, demostrada ahora con documentos  por el cronista de Porcuna en su blog personal, nos induce a pensar en una intervención en la sombra del célebre letrado desde un primer momento. 
      Donde se aprecia perfectamente su mano es en el nombramiento del abogado defensor, una vez el caso es elevado al Consejo Supremo de Guerra. De hecho la designación recayó en un militar, como era preceptivo: el capitán de infantería Emilio Díaz Moreu Irisarry, con destino en las Comisiones Liquidadoras con sede en Madrid. 

E. Díaz Moreu Irisarry
     Este joven capitán, perteneciente a una familia motrileña de rancia tradición liberal (hijo del marino y senador vitalicio Emilio Díaz Moreu Quintana), compaginó la carrera militar con su participación la vida política en las filas del partido liberal. Entre 1910 y 1914 fue diputado a Cortes por la provincia de Alicante. De manera que, de la misma familia política que Don Niceto, supuestamente cercano y amigo, por lo que hemos de presuponer a éste al tanto de cuanto de interés pro-reos apareciera recogido en aquel sumario. De ahí la detallada y profusa información recogida en su famosa carta, con la que definitivamente trascendía el asunto a la opinión pública, y se iniciaba aquella campaña por el indulto a la desesperada. La baza judicial ya estaba agotada y asumida, sólo quedaba la piedad y la clemencia.


     Estoy casi seguro de que Alcalá Zamora tuvo que ser conocedor de todos los pormenores del caso, que eran vox populi en Porcuna, prácticamente desde el principio. Cabría preguntarse: ¿A qué obedecería tanta prudencia? ¿Por qué no se destapó el asunto antes? ¿Faltó valor? ¿Le falló la estrategia? Son cuestiones a las que hoy sólo podemos encontrar explicación desde la conjetura.
    A la demanda de auxilio formulada por Don Niceto correspondió un por entonces joven diputado republicano catalán llamado Marcelino Domingo, que en La Publicidad de Barcelona, órgano oficial de prensa de la familia del republicanismo catalán a la que representaba, publicó un primer artículo en el que, abusando de la redundancia y del interrogante, reconduce al lector hacia posicionamientos próximos a su batalla política contra el caciquismo rural, al que había sido capaz de sobreponerse en la reciente consulta electoral del año 1914, en la que conseguía el acta de diputado por el distrito de Tortosa (Tarragona).


      Como se trata de una figura de significada talla política e intelectual, que con el tiempo llegó a formar parte del gobierno provisional de la II Republica, presidido precisamente por Alcalá Zamora, y a ocupar carteras ministeriales durante el periodo, he considerado conveniente trascribir dos artículos salidos de su pluma referentes al caso. Tienen sus imprecisiones y la necesaria dosis de manipulación partidista, como es de recibo, pero desde mi punto de vista creo que nos pueden servir, si no para encontrar respuestas categóricas, si para esclarecer, al menos, algunas de las interrogantes que antes formulábamos.
      El primero fue publicado en La Publicidad el 13 de junio de 1915, cuatro días después de la clarificadora carta que Alcalá Zamora con el título de “Los reos de Jaén” publicara en el Imparcial. Lleva por título:


     En Porcuna se cometió, hace más de un año un crimen. Fueron muertos dos guardias civiles. Los señalados como autores, dos hermanos, han sido ahora condenados a pena de muerte. Para conseguir que la imposición de esta pena no se realice, se han alzado ya por toda España centenares de voces pidiendo piedad... Sea hoy la nuestra la voz que llegue al Gobierno... El crimen de Porcuna descubre la constitución de España. Señala como España está organizada. Revela el valor que en España tienen las instituciones que por su independencia, por su misión, por su responsabilidad, más atadas habrían de estar a su deber.
      Relatemos el hecho. En Porcuna, los hermanos apodados los Nereos, prestaban el servicio de guardas jurados; se les había confiado la guardería particular de tierras y  frutos. Sin descuidar su trabajo, cazaban en toda época: en época permitida y en época vedada por la ley. Algunos cortijeros les habían denunciado por ello a la guardia civil. La guardia civil los perseguía un día y otro día sin lograr sorprenderlos. ¿Qué hacer? Una pareja de la guardia civil combinada con los cortijeros decide cambiar su uniforme por unas ropas de pegujalero, los tricornios por unos sombreros de paja. Así sale a perseguir a los hermanos Nereos. Y así los sorprende. Y los detiene. Y les insulta. Y les pega. Y les subleva el alma. Les subleva el alma hasta el punto de que los guardas jurados se desprenden de los guardias civiles disfrazados— de los guardias sin uniforme— y en medio del monte les dan muerte. Este es el relato documental del sumario. ¿No se ve en el detalle de este hecho la trama de algún otro hecho oculto que no resalta, que no sale a la superficie?, ¿No se descubre en la delación de estos cortijeros, en la persecución insistente, tenaz, ciega, de la guardia civil algún motivo, que no es este motivo fútil de la caza en tiempo de veda? Bergson declara que en la comisión de todo crimen hay un motivo quizá el fundamental, que los Tribunales ignoran y que los autores del hecho reservan absolutamente. ¿Existe aquí?
      Sí. Nosotros conocemos la vida de estos pueblos españoles, como Porcuna. Nosotros sabemos qué misión desempeñan en ellos las autoridades; cómo interpretan la ley el secretario del juez y el secretario del Ayuntamiento. Nosotros sabemos el papel que realiza la guardia civil, dirigida desde la capital de la provincia por el gobernador. Nosotros conocemos estos odios vivos entre un bando y otro bando político; la obra caciquil, de bajo caciquismo, que sale del Ayuntamiento y del Juzgado; la colaboración que en muchos casos, por órdenes de arriba, del Gobierno de la provincia, presta a ese caciquismo la guardia civil. ¿No será el caso de Porcuna, como lo fue el de Benagalbón, un ejemplo de esta dolorosa organización española? Seguramente los hermanos Nereos ejercían la guardería con independencia del Municipio. Ello haría que el Municipio, los caciques del Municipio, no teniéndolos como dependientes los considerara como enemigos. Y como enemigos, procurara dañarlos, desposeerlos, castigarlos. ¿De qué modo? Si los hermanos Nereos tenían la debilidad de la caza, aprovechando esta debilidad para echarles la guardia civil encima, para procesarlos, para arrojarlos del cargo. Seguramente para que la guardia civil no cejara hasta prenderlos, los caciques de Porcuna hubieron de acudir al capitán, al teniente coronel, al gobernador; tal vez al ministro de la Gobernación.- ¿Quién no sabe que en España el ministerio de la Gobernación y los gobernadores invierten todo el tiempo y todas las energías en estas atenciones, en estos menesteres, en estos servidos, de pequeño caciquismo, de baja política, de podrida política ?— Seguramente consiguieron los caciques que la guardia civil se pusiera a sus órdenes y seguramente, indiscutiblemente, fueron ellos los que les prestaron vestidos para disfrazarse, caballerías para que corrieran a su encuentro, todos los medios para que los prendieran, para que los entraran atados a la población.. ¿Quién no conoce estas tragedias bárbaras de los pueblos españoles? Trama caciquil, odio de caciques, … instigación de fuera había de ser esta persecución, ¿porque si no cómo se comprende que sólo por prender a unos cazadores la guardia civil cambiase de traje; cómo se comprende que concentrase su actividad, y su fuerza y los recursos supremos de los grandes casos para el descubrimiento de un delito levísimo que la ley sólo castiga con unas pesetas de multa?, Trama caciquista es; obra de caciques españoles; de estos caciques que en su cuadro Caciques y Mendigos nos ha descubierto Valentín de Zubíaurre con una visión genial de la realidad...
      Es el crimen de Porcuna un crimen español: un crimen que sólo puede suceder en España. En España, donde las autoridades no cuidan, no saben de su autoridad; donde los jueces no hacen justicia; donde la ley se ajusta a las pasiones, a los bolsillos y al lugar que cada uno ocupa. Es el crimen de Porcuna un crimen castizamente español, vergonzosamente español. Un crimen de la Europa del siglo XV; de la España del siglo XX.
     Es el crimen de Porcuna un crimen cometido contra las autoridades españolas, que no hubiera sucedido si las autoridades españolas supieran dar valor a su autoridad; si las autoridades españolas supieran ser autoridades. ¡Piedad para los pobres que se han visto obligados a cometerlo¡ ¡Piedad para España que se ve arrastrada y perdida por los hombres y por las instituciones que provocan estos crímenes! 
                                                                       


      Un segundo artículo, quizá más beligerante e incisivo que el anterior, vio la luz en la Publicidad (3 de octubre de 1915) y otras cabeceras afines, una vez consumada la ejecución del más joven de los Nereos. Su titulo es ya de por si lo suficientemente esclarecedor, además de que contrasta con un sospechoso silencio de aquellos que habían llevado el peso de la campaña pro indultos:


      En Jaén, a las ocho de la mañana de un día de otoño, al alzarse el sol para alumbrar la tierra ha sido agarrotado un hombre. Era un hombre que al dejar de ser niño para comenzar a ser hombre, ha encontrado muerte vil con el garrote de la justicia. ¿No pensáis en la tragedia de una vida segada, rota así? ¿No pensáis en los años que quedaban delante de este hombre para reformarse, para enmendarse, para santificarse? La ejemplar justicia española ha querido mantener el ejemplo agarrotando el cuello de ese pobre hombre, de ese niño pobre. La ejemplar justicia española, red de millones de mallas, por donde escapan cada día los bien hallados, se ha cerrado para este mozo de Jaén, que ya no existe, que ya no vive, que ya no espera en nadie. ¿Vamos a doblegar la cabeza y a callar?
      Reconstruyamos el hecho para demostrar que la justicia no tenía derecho sobre esa vida rota. Era en un pueblo de la provincia de Jaén: Porcuna. El agarrotado y su hermano eran guardas rurales. Cuidaban las fincas librándolas de pastores que  metieran en ellas el ganado para ramonearla; asegurándolas de los merodeadores que se adueñan de las haciendas acasaradas. Eran guardas sostenidos por una comunidad de propietarios que se encargaba de su sueldo. ¿Esta confianza no revela ya en los que desempeñaban este cargo la virtud, la integridad de una vida?
     Alguien de Porcuna denunció una falta de estos guardas. Cazaban. La escopeta que llevaban para defender las haciendas confiadas a su custodia, les servía machas veces para disparar contra una liebre, contra una perdiz; para meter una nube de perdigones entre un vuelo de pájaros. ¿Era grave el delito? ¿Constituía esta caza un crimen que habría de perseguirles tenazmente, que habría de castigarles brutalmente? Vosotros diréis. Lo que decimos nosotros es esto:
      Que para sorprender a estos guardas cazando, una pareja de la guardia civil se despojó de su uniforme, vistiendo traje del campo; que para detenerlos alquiló unos caballejos que pudieran correr por los herrenes y saltar per los breñales y márgenes. ¿Valía el hecho de que unos guardas cazaran, esta decisión de la guardia civil? ¿Era tan grande el daño, tan punible el delito que para sorprenderlo, para castigarlo, la guardia civil se viera obligada sin remedio, a estas resoluciones extremas?  ¿O es que con todos los cazadores de todas las partes sigue la guardia civil el mismo procedimiento?
    Sigamos reconstruyendo el hecho. Los guardas vieron llegar hacia ellos, corriendo, a dos hombres. Se detuvieron. Los hombres se apearon de sus caballejos obligando a los guardas que rindieran las armas. ¿Qué sucedió? Los guardias civiles disfrazados fueron muertos. En el cuerpo de los dos hermanos, de los dos guardas, había señales de golpes. Ellos narraron el hecho así: Que fueron sorprendidos; que, a viva fuerza les arrebataron las escopetas; que les golpearon con ellas... Y que, defendiéndose, produjeron las dos muertes... ¿Vamos nosotros a justificar este crimen?  No. ¿Vamos nosotros a atenuarlo? Si. Y vamos a atenuarlo porque nosotros vemos en estos guardas perseguidos, en estos guardias que se disfrazaran, una página de la historia del caciquismo español. Vemos a estos guardas odiados  por alguien que tiene poder. Vemos a estos guardias movidos por alguien que goza de privilegios. Vemos que no es el deseo de cumplir con su deber el que incita a los guardias a disfrazarse. Vemos que no es la caza el pecado que pesaba sobre los pobres hermanos.  ¿Qué mano debió disponer en Porcuna, todo eso? ¿Qué fin político se servía con todo ello?  ¿Que. odios de bando, que venganzas de partido, debieron determinar este hecho tan español?
      No sabemos qué virtudes atesoraban en el corazón los guardias muertos. Las que atesoraba el guarda agarrotado y las que atesora el guarda que aun vive, si las conocemos. Desde un principio se dijo en Porcuna que el crimen lo había cometido uno solo de los hermanos: que a los guardias les había dado muerte uno solo de los hermanos. Estos, por encima de tales suposiciones, confesaron siempre su participación por igual: los dos se declararon siempre responsables. Se declararon responsables frente al Tribunal Militar; continuaron declarándose responsables cuando se les leyó la sentencia de pena de Muerte.
      Sin embargo, uno de los dos era inocente. Al acercarse el momento de cumplir la pena, ha sido confesado así. ¿Por quién? ¿Por el inocente?  ¿Por el que sin culpa iba a morir? ¿Por el que arrastraba le responsabilidad de un daño que no había cometido? ¿Por el que no perpetró el delito? No. Por el culpable. Ha sido el culpable el que pocas horas antes de morir ha declarada por entero la verdad. El no culpable callaba e iba resignado a que le agarrotaran el cuello. El culpable no ha querido: ha querido morir él solo. Solo. ¿Qué valor moral no hay en acto del hermano que se declara culpable sin serio? Aquí en este país nuestro, donde por conservar un destino o conseguir un puesto, fingimos lo que sentimos; torcemos nuestra conciencia, vendemos todos nuestros derecho civiles; aquí, en este país del egoísmo, del apego a la vida, ¿Qué valor moral no había en el alma de este hombre que la justicia ha agarrotado; del hombre que no ha consentido el sacrificio de su hermano, que ha querido marchar sólo al patíbulo, que ha clavado sobre su nombre toda la infamia del crimen?
      Por haber hecho esa declaración antes de entrar en capilla, no han sido agarrotados los dos hermanos. El inocente y el culpable. Si la declaración no hubiese sido hecha, la ejemplar justicia española hubiese puesto el garrote en el cuello del inocente. Pero la declaración se hizo, y de las dos vidas que iban a segarse sin piedad, se salvó una. La otra, la del mozo de veinte años que dijo la verdad, fue tronchada bárbaramente.
      ¿Por qué lo mataron? ¿Quién lo mató? ¿Lo mataron por satisfacer la vindicta pública? No. En Jaén, millares y millares de personas pedían el indulto. Lloraban implorándolo las mujeres. No sólo en Jaén. De toda España han salido las voces.
      ¿Lo mataron porque la vida del agarrotado constituía un peligro? No. Era un mozo de veinte años. Era bueno. Su crimen no fue un crimen: fue una defensa propia, rebelándose contra los golpes que le herían su cuerpo dos hombres extraños. Era un mozo de veinte años: aunque hubiera sido malo el tiempo podría haberse cuidado de enmendarlo, de sanear su espíritu. ¿Por qué lo mataron? ¿Quién lo mató? El presidente del consejo de ministros decía que si él no ocupara tan elevado cargo se uniría a los que solicitaban el indulto. Luego en su alma estaba el deseo de indultar. ¿Por qué no aconsejaba el indulto? El rey, a cuya presencia acudieron reiteradas veces los peticionarios, expuso vehementemente el afán de indultar, el gozo con que vería salvada la vida de aquel mozo, ahora ya muerto, ya hundido en la fosa…¿Por qué no indultó?
      Los reos de Porcuna fueron juzgados por un tribunal militar. El fuero de guerra ha dictado la pena que ha cumplido ya uno de los hermanos. No fueron jueces civiles. Fueron jueces militares los que escribieron la sentencia. ¿Veis ya claro? El presidente del Consejo quería salvar al otro hermano; tenía autoridad para hacerlo. No ha podido. El rey anhelaba arrancar del patíbulo al único culpable; tenía facultad, amplia facultad para hacerlo. No ha podido tampoco. Gobierno y rey se han visto atados de manos, obligados por una fuerza superior a ellos, por un poder más alto que ellos. ¿Qué fuerza es esa? ¿Qué organismo, que institución, que oligarquía hay en España que tenga más poder que el Gobierno; que pueda situarse por encima del rey?


12 enero 2013

El Museo del Pueblo de Misiones Pedagógicas en Castro del Río (1935).



     El Museo del Pueblo de las Misiones Pedagógicas —que explicaban, entre otros, Antonio Sánchez Barbudo, Ramón Gaya y Luis Cernuda—, se componía de dos colecciones itinerantes de pintura, cada una con catorce copias de cuadros de los pintores más famosos de la escuela española, realizadas en su mayoría por Juan Bonafé, Ramón Gaya y Eduardo Vicente.
     Los cuadros se transportaban en fuertes cajas de madera, o en una camioneta especialmente acondicionada, y se exponían en los pueblos a los que se podía llegar. La colección iba acompañada por dos o tres misioneros a quienes el Patronato confiaba este encargo, que explicaban los cuadros a los campesinos. La función se acompañaba de un gramófono y aparatos de proyecciones fijas y cine. El Museo permanecía generalmente una semana en cada localidad, y a los visitantes se les obsequiaba con reproducciones de los cuadros, en fototipia o huecograbado; también se dejaban algunas fotografías de los cuadros expuestos, enmarcadas para las escuelas y centros obreros.

     La descripción pertenece al catálogo de la exposición “Las Misiones Pedagógicas (1931-1936)” celebrada en 2006-2007  en conmemoración  del 75 aniversario de la creación del Patronato de Misiones Pedagógicas. Incluye una cronología y una somera explicación de las diferentes experiencias desarrolladas.




     “Misiones Pedagógicas” un documental dirigido por Gonzalo de Tapia (2006), casi una hora de testimonios de protagonistas directos,  recuerdos de los que fueron niños en los años 30 y una espectacular selección de documentos gráficos y sonoros, nos permiten hoy conocer mejor su verdadero alcance, y cómo se estructuraron y evolucionaron sus diferentes secciones a lo largo del periodo republicano.

Museo del Pueblo (minuto 33,43 hasta el 37, 08)

     El Museo del Pueblo o Museo Circulante, como también se le conoció, por problemas de transporte y por precisar de locales capaces de exponer aquellas copias confeccionadas a tamaño original, con la iluminación y decoro necesario, tendrá sólo como destinatarias las poblaciones cabecera de partido judicial, aunque para superar la limitación se anunciaba su llegada mediante carteles e incluso con pregones juglarescos por el resto de villas y aldeas de la jurisdicción, al fin de que conquistar al mayor número de visitantes.



     A la provincia de Córdoba llegan a primeros de mayo de 1935. Su primer destino Rute, y sucesivamente en el orden expresado: Cabra, Aguilar de la Frontera, La Rambla, Castro del Río, Lucena, Baena, Montilla, Posadas y Fuente Ovejuna, con la que se pone fin a la gira cordobesa mediado ya el mes de julio.
    La celebrada en Castro del Río tuvo lugar entre los días 2 y 7 de junio. Fue instalada en la Escuela Superior de Niños nº 1, situada en el antiguo colegio de San Pedro y San Pablo (Escuelas Reales).
     Venia al frente de la gira cordobesa el joven pintor Ramón Gaya, alma del servicio y autor de un buen número de las copias expuestas. Le acompañaba, en esta ocasión, el literato y ensayista Enrique Azcoaga, que con tan sólo 23 años se había hecho acreedor al Premio Nacional de Literatura. 


     Gaya y Azcoaga fueron los encargados de dar las oportunas explicaciones a los castreños y espejeños atraídos por tan novedosa e instructiva muestra pictórica, y por la noche, con una tribuna y pantalla improvisadas en los patios del colegio, se desarrollaron una serie de charlas de divulgación artística, ilustradas con proyecciones luminosas de infinidad de obras pertenecientes a los mejores pintores españoles y extranjeros.



    La escasa información de la que disponemos sobre esta misión en Castro del Río, procede de  la correspondencia cruzada entre el Patronato y la Alcaldía de Castro del Río, a efectos de la obtención del espacio adecuado donde instalarse, así como una somera reseña anunciando su llegada, autores de las copias  expuestas y el programa de actividades, remitida al Defensor de Córdoba por el corresponsal en la localidad.

El Defensor (5 de junio de 1935)

     El Museo del Pueblo constaba de dos colecciones itinerantes. Ateniéndonos a los autores reseñados, todo indica que fue el segundo museo, cuyas obras se relacionan a continuación, el que pudieron visionar y conocer los habitantes de las poblaciones cordobesas objeto de aquella gira:


     Una selección de las copias de cuadros que componían estas colecciones itinerantes, con referencia al autor real de las obras y al nombre del copista, puede visionarse en la página de la Residencia de Estudiantes (pinchar aquí).

     Aquel periplo por tierras cordobesas pasará un tanto desapercibido para los respectivos corresponsales de la prensa provincial, que apenas si proporcionan información de la misma. No nos llegan noticias sobre su éxito o grado de aceptación entre las clases populares (sus principales destinatarios), en un momento en que los designios de la República estaban en manos de la coalición gubernamental de centro derecha (PRR-CEDA), que justo para ese año de 1935 ya había recortado drásticamente el presupuesto del Patronato de Misiones.
     Con la mayoría de los centros políticos de la izquierda y los sindicatos de clase clausurados o  maniatados, no creo que en Castro, ni en resto de poblaciones cordobesas en las que recaló el Museo del Pueblo, fuese recibido con el mismo entusiasmo regenerador que lo hubiera hecho durante el primer bienio republicano. 

     Más información en el trabajo de Nigel Dennis: Ramón Gaya y el Museo del Pueblo.