Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

19 abril 2012

Pedro Moreu de Espinosa (Alcalde de Motril)


      El retratado es Pedro Moreu de Espinosa, Alcalde-Presidente del Ayuntamiento Constitucional de la ciudad Motril. En 1880 sustituye al conservador Ricardo Rojas Garvayo, y permanece al frente del mismo hasta 1887, en que le sobreviene la muerte.
      Adscrito ideológicamente a al partido liberal, cuyos postulados durante aquellos primera etapa de la Restauración difieren poco de los del partido conservador, sólo ligeros y casi inapreciables matices, en aquel sistema político en el que prevalece el fulanismo, el caciquismo clientelar y ese acuerdo tácito de turno en el poder, no siempre acogido con agrado por quienes les tocaba apearse.
       La xilografía, sacada de una fotografía original, es obra del dibujante e ilustrador Badillo, publicada en la Ilustración Española y Americana (nº 31 de 22 de Agosto de 1885), donde aparece en compañia del Alcalde de Aranjuez, Rafael de Almazán, “héroes de la caridad en el combate diario, incesante y rudísimo que han sostenido largos días, en las respectivas poblaciones que administran, contra la enfermedad reinante” (cólera morbo asiático).
       Alberga también unas letras de alabanza en las que se le atribuye un comportamiento heroico y ejemplar en la gestión de aquella epidemia, que cuando esto se escribe se creía ya casi controlada. El paso del tiempo demostraría lo contrario, pues seguiría reproduciéndose el contagio, computándose afectados y víctimas hasta finales del mes de septiembre (aproximadamente 500 víctimas en total):


      “El Alcalde de Motril Sr. Moreu de Espinosa, renovó su cargo el día primero de julio próximo pasado, en época infausta para aquella ciudad, por causa del estrago que en ella produjeron los terremotos (15 casas arruinadas) y de haberse helado las plantaciones de caña de azúcar; y cuando el día 16 de julio reciente se presentó el primer caso sospechoso tenía ya dispuestas las armas convenientes para luchar contra la cruel epidemia, contra esa enfermedad aterradora que va guiada por la implacable muerte, y que lleva consigo, como en triste cortejo, el hambre y la miseria.
      Desde el momento en que Motril pudo convencerse de que estaba el mal entre nosotros no ha habido tregua ni descanso para combatirlo. El señor Alcalde no se ha dado punto de reposo, y sin descansar de día y de noche, siempre se le está viendo en el sitio donde mayor y más grave es el peligro, alentando a todos con su ejemplo, multiplicándose para acudir al alivio de todas las necesidades, moviendo todos los resortes sin dar un minuto de descanso ni a su cuerpo ni a su inteligencia; en la casa del colérico más pobre, en la choza de la familia aniquilada por la epidemia, en el cementerio, en los hospitales, en las sesiones de las Juntas… ¡Imposible parece tanta actividad y tanto patriotismo!
     Motril sufre, pero no desfallece; el alcalde, el clero de las parroquias, las madres Mercedarias que se han encargado del hospital de coléricos, los médicos titulares y particulares, el subdelegado de Medicina, las Juntas de socorros, la Sociedad Juventud Motrileña, las personas ricas y aun las menos acomodadas, todos rivalizan en valentía, en heroísmo y en amor a sus semejantes”.
Epidemia de cólera 1885 (zonas afectadas en negro)
    Aquella epidemia se cebó virulentamente sobre numerosas poblaciones de la geografía española. El hecho de que sea precisamente el alcalde de Motril, uno de los que obtuvieran reconocimiento público a través de la prensa escrita, obedecería a la presencia de destacados e influyentes políticos entre su parentela.
    Es el caso de su hermano, Horacio Moreu de Espinosa (Motril 1835- †?), Conde de Torre-Isabel (consorte de la noble señora doña Isabel Gisbert y López), también alcalde de la ciudad  a la muerte de don Pedro, y que ya con anterioridad había sido “diputado cunero” a Cortes por la provincia de Alicante (1877-1878) y senador por título nobiliario en representación de la provincia de León durante la legislatura 1879-1880. Evolucionado desde el partido liberal conservador de Cánovas del Castillo hacia el liberal de Sagasta.
    La falta de vínculos con la provincia de Alicante, en la que fue cómodamente encasillado como diputado, le depararía diatribas y desconfianzas entre los naturales de aquella, que saltan a las páginas de los periódicos empapadas de cierto tinte irónico localista:

En Motril nació mi madre
y en Motril nació la tuya;
que diga D. Juan Navarro
en donde nació la suya.

D. Juan Navarro: Inspector de Orden Público de Alicante cesado a instancias del cunero.

      A la altura del año 1890, desde las columnas de la prensa canovista se le consideraba responsable de toda clase de escándalos, atropellos e ilegalidades cometidos en el distrito electoral de Motril en vísperas de la cita con las urnas:

     “Los ministeriales acaudillados por el cacique don Horacio Moreu, que ha pertenecido a todas las agrupaciones políticas y ha rendido culto a todas las iglesias, para combatir al candidato conservador, ha tenido, como vulgarmente se dice, que liarse la manta a la cabeza y no reparar en medios desde el primer momento de las elecciones”.

     Hermano de los anteriores era Sebastián Moreu de Espinosa, continuador de la tradición comercial de este apellido de origen catalán, residente en la isla de Cuba, donde alcanzaría el cargo de Promotor fiscal de entrada en el puerto de Manzanillo, cuyo desempeño ejerció hasta su muerte acaecida en 1874.

     Los Moreu motrileños remanecen de comerciantes  naturales de Tossa, costa de Gerona, cuyo arraigo por estas tierras se remonta a los años finales del siglo XVIII, en paralelo al desarrollo del cultivo y comercio del algodón en la vega de Motril y su cabotaje con destino a surtir la industria textil catalana.

Guía Mercantil de España (1828)



    Un tío de los referidos, Francisco Moreu y Sánchez (Motril 1833- † ?), fue diputado por dos veces. En la legislatura 1879-81, en representación del distrito de Martos (Jaén) y nombrado por el gobierno Director General de Beneficencia y Sanidad; en la de 1882-84 lo sería por su distrito de origen, Motril. Entre ambas, un corto y dificultoso periodo al frente del Gobierno Civil de la provincia de Barcelona. Nuevamente nombrado para Gobernador Civil de Sevilla (1894-96) y finalmente en la legislatura 1898-99 elegido Senador por la provincia de Jaén, donde residiría los últimos años de su vida (era dueño de un considerable patrimonio de fincas rústicas distribuidas por los términos municipales de Arjona, Arjonilla y Villanueva de la Reina).
    Los vínculos de este político motrileño con la provincia vecina, le vienen de su casamiento con doña Matilde Serrano y Serrano, natural de Arjona (Jaén), sobrina carnal del General Serrano (Duque de la Torre), de cuyo parentesco debió de aprovecharse para proyectarse políticamente. De hecho, en poco tiempo, pasaría de ser un supuesto probo oficial de la Administración de Propiedades y Derechos del estado con destino en Huesca en 1865, a convertirse en Gobernador Civil de la provincia de Cuenca, para cuyo cargo es designado justamente después de los cambios operados en el país con el triunfo de la Septembrina o Gloriosa de 1868. Otros destinos como Gobernador le esperarían durante el Sexenio Democrático, especialmente favorecido durante el tiempo en que su benefactor estuvo al frente de la presidencia del consejo de ministros  (Ávila, Murcia, Badajoz, otra vez Murcia, Córdoba, Sevilla). Restablecida la Monarquía seguirá ligado a la vida política en las filas del partido liberal, como ya hemos justificado. 


Palacete Motril de la 2ª mitad del XIX (desaparecido)

    La asiduidad con la que el apellido Moreu irrumpe en la vida política de la costa granadina durante el último tercio del siglo XIX y principios del XX, debe guardar relación directa con la notabilidad alcanzada por este motrileño, con raíces e intereses por tierras del antiguo reino de Jaén, que supo y pudo aprovecharse de los favores prestados por aquel bizarro militar arjonero con el que estaba emparentado, intimo amigo de la reina Isabel II (General Bonito) durante la primera etapa de su reinado y posterior corresponsable de su destronamiento.
     Francisco Moreu debió favorecer económicamente e involucrar en política tanto a los sobrinos motrileños ya referidos, así como a los también originarios de Motril, criados y domiciliados en Madrid, los hermanos Díaz Moreu, hijos de Antonio Díaz Quintana , periodista y empresario motrileño instalado en la capital del reino, y de Dolores Moreu y Sánchez.  
     El primero, Emilio Díaz Moreu (1846-1913), un reputado comandante de la Armada Española, que compagino la carrera de las armas con la actividad política durante la última parte de su vida, con la misma adscripción que su tío Francisco y que su hermano menor, Luis Díaz Moreu (1854-1890) que alcanzaría pronta fama y notoriedad como jurisconsulto, siendo elegido, aun en vida del retratado alcalde Pedro Moreu, para representar en las Cortes al distrito de Motril (1886-1890).

Comandante del crucero acorazado Cristobal Colón
de la Escuadra Almirante Cervera derrotada en Cuba
(1898)


    No resulta difícil entender, en base a todos esos lazos familiares descritos, el porqué se le llegarían a conceder a don Pedro Moreu de Espinosa honores de “Jefe Superior de la Administración Civil” y fuera condecorado por el Gobierno de S.M con la “Gran Cruz de Isabel la Católica” (1886), independientemente de su entrega en la gestión de las sucesivas crisis a las que se vio sometida la población motrileña en los años 1884 y 1885 (terremotos, heladas y epidemia de cólera). Esa misma condecoración de Isabel la Católica ya la habían adquirido con anterioridad su hermano Horacio y el influyente tío Francisco.


     Estando en Madrid gestionando  “asuntos relacionados con el municipio” al lado de su primo el diputado Luis Díaz Moreu, cuando presenciaba como invitado una sesión del Congreso de los Diputados, sufriría una repentina indisposición (ataque apoplético) que le obligaría a permanecer por una temporada hasta restablecerse.
    Ya de vuelta, hallándose convaleciente en una posesión distante a una legua de la ciudad, una doble pulmonía le causaría la muerte el 11 de marzo de 1887. A su entierro, en el que se hizo presente el Arzobispo de Granada, “asistió toda la población sin distinción de clases”. Las crónicas publicadas vuelven a referir su “entrega y abnegación sin límites” durante aquella epidemia de cólera de 1885.
     Sin desmerecer la bonhomía de este alcalde motrileño, ni por su puesto cuestionar esa su gestión tan ensalzada, es justo y necesario otorgar también honores al altruismo desplegado por otros miembros de la comunidad durante aquella crisis sanitaria. La ya mencionada congregación de monjas Mercedarias, al cuidado de los coléricos en el hospital habilitado al efecto en el barrio de San Francisco, cerca de la Esparraguera donde se localizo el principal foco de contagios, el humanitarismo desplegado por el sastre Almoguera y familia, que en su establecimiento de la Puerta de Granada, generosa y desinteresadamente, despacharon caldo sano y abundante a los necesitados, o el médico Manuel García fallecido por contagio en ejercicio de sus funciones. Por lo que respecta a la asistencia espiritual a la población, parece ser que el clero estuvo a la altura de su misión, aunque con las lógicas “excepciones de aquellos que al sentir el primer chispazo abandonaron la población”.

14 abril 2012

Portfolio Fotográfico de Andalucía: Castro del Río (nº 52).


Portfolio Fotográfico de Andalucía

     Debemos los andaluces muy especial agradecimiento a la benemérita Casa Editorial de Barcelona Alberto Martín, celebradísima por sus importantes publicaciones de Geografía e Historia de España.
     Su portada es muy artística y forman parte de su composición los escudos de las ocho provincias andaluzas, la Alhambra, que ocupa el centro de la portada y la Giralda de Sevilla.
     Encabeza el texto un plano completo de cada partido judicial a que el cuaderno se refiere, y sigue la descripción geográfica, histórica y artística, ilustrada con hermosos fotograbados, que representan monumentos, panoramas, sitios notables, etc., finalizando con un estado demostrativo de los ayuntamientos y entidades de población del partido judicial que se describe.


     Esta reseña descriptiva está entresacada de la revista quincenal “La Alhambra” (nº 394 de 31 de Agosto de 1914). Además incluye las 20 localidades cuyos cuadernos han sido ya publicados hasta la fecha: Carmona, Sevilla, Cazalla de la Sierra, Jerez de la Frontera, Moguer, Andújar, Sanlúcar, San Fernando, Aracena, Puerto de Santa María, Posadas, Utrera, Linares, la Carolina, Úbeda, Baeza, Ayamonte, Huelva, Valverde del Camino y la Palma del Condado.
     Todos tenían en común, además de la portada, un formato de 13,5 x 19 cm. (apaisado) y una estructura inalterable. Al mapa del término, sucede un somero estudio del partido judicial, deteniéndose ligeramente en aspectos geográficos, demográficos, sociales, económicos y patrimoniales, con un estudio algo más pormenorizado sobre la cabeza de partido, acompañado siempre de 16 fotografías (lo más interesante). Un total de 40 páginas.
     La cubierta que encabeza la entrada, marcada con el nº 52, pertenece al cuaderno dedicado a la localidad cordobesa de Castro del Río, del que proceden esas fotografías antiguas con encabezado y pie de texto característico, sobradamente conocidas, tanto por su frecuente utilización en publicaciones locales, como por su reciente y más extendida divulgación a través de blog y redes sociales.
     Aunque desconocemos la frecuencia y periodicidad de sus tiradas, la fecha exacta de la publicación del cuaderno de Castro del Río, no debe estar mucho más allá de ese año de 1914, a lo sumo principios de 1915. Se da la casualidad de que una de las fotografías que alberga, la perteneciente al retablo de la Iglesia del convento Santo Domingo, es utilizada como ilustración por la revista gráfica “La Esfera” en ese mismo año de 1915, por lo que presuponemos que para esa fecha ya habría visto la luz el cuaderno correspondiente: 






      De los 16 fotograbados, once son de Castro del Río, cabeza del partido judicial, mientras que los otros cinco pertenecen a la vecina villa de Espejo, municipio integrado dentro del mismo.

Castro del Río

1.      Vista General.
2.      Puente Viejo en el Guadajoz.
3.      Puerta de los Mesones y Fuente de San Roque.
4.      Retablo de la Parroquia del Carmen.
5.      Fachada de la Parroquia de la Asunción.
6.      Interior de la Parroquia de la Asunción.
7.      Retablo de la Parroquia de la Asunción.
8.      Ayuntamiento.
9.      Fachada del Hospital de Jesús Nazareno.
10.   Interior del Hospital de Jesús.
11.   Iglesia del Convento de Santo Domingo.

Espejo

12.   Vista parcial de la Villa.  
13.  Custodia de Plata de 1716.
14.    Capilla de la Fuensanta.
15.    Cruz Parroquial de la Parroquia de San Bernabé [Bartolomé].
15      Castillo del Duque de Unceda [Uceda].



         Para poder alojar el conjunto de las 11 fotografías de Castro del Río, antes de ponerme a rebuscar entre viejas publicaciones, no me queda más remedio que, por comodidad, saltarme a la torera un © móvil galopante, de dudosa legitimidad, que se muestra en la página oficial del Ilustre Ayuntamiento de Castro del Río, donde se hallan alojadas. Como ya he indicado que son sobradamente conocidas, mostraré las más emblemáticas a mi gusto, enlazando con el resto para aquellos “no castreños” que pudieran mostrar curiosidad.







       Los cuatro fotograbados de la villa de Espejo los he buscado en la red con resultado totalmente infructuoso. Desconozco si los alojados en la web municipal de Castro del Río proceden de un cuaderno original propiedad del Ilustre, o de algún particular. En cualquier caso, hoy por hoy, ya sean instituciones o particulares que pudieran mostrarse interesados en hacerse con un ejemplar del mismo, pueden adquirirlo en todocolección.net por el módico precio de 40 euros. Tengo que advertir que pudiera tratarse de una reimpresión actual, de las que se estilan tanto en este mundillo del coleccionismo, por lo que recomiendo hacer las oportunas comprobaciones previas.

       Sería de agradecer bien a castreños o espejeños, con acceso al original y dispuestos a compartirlo con el mundo mundial, que nos proporcionaran las que faltan de Espejo y copias de las de Castro con mejor resolución.


Portfolio Fotográfico de España: Córdoba nº 32


     La Casa editorial Alberto Martín de Barcelona “celebradísima por sus importantes publicaciones de Geografía e Historia de España”, en el año de 1911 pondrá en circulación el Portfolio Fotográfico de España, una novedosa y exitosa línea editorial compuesta por un cuaderno dedicado a cada una de las provincias de España.


    A una cubierta impresa, en cuatro colores, de estética modernista, le sigue un mapa de la provincia impreso a seis tintas , varias páginas con el nomenclátor  por orden alfabético de partidos judiciales y de pueblos, con el número de habitantes y otras informaciones, y dieciséis vistas de monumentos y sitios emblemáticos de la capital.
    Un total de 40 páginas por cuaderno, puestas a la venta al módico precio de 50 céntimos.

Torre de la Calahorra y Puente Romano

Torre de San Nicolás
Parroquia de San Lorenzo

Puerta del Puente
     Ante el éxito alcanzado, la editorial se embarcará en el ambicioso proyecto de retratar hasta el último rincón de la geografía patria, para saciar la demanda de un público ávido de imágenes sobre sus localidades de origen.
     De la serie puesta en circulación bajo el título de Porfolio Fotográfico de Andalucía, con igual formato y precio, centrada en las cabeceras de partido, entre ellas Castro del Río y Motril, nos ocuparemos en entrada aparte.

10 abril 2012

Píldoras de Reclamo


     "No creo en la bondad integral de los humanos ni en la bondad integral de las Píldoras Pink. Los hombres somos unos bichos tan despreciables, que sería muy difícil crear otro bicho tan despreciable como nosotros…".

      La cita pertenece a E. Jardiel Poncela, y las susodichas “píldoras rosas”(trad.), cuya eficacia se cuestiona, trátanse, ni más ni menos, de uno de esos productos milagro, fórmula secreta, con el que socavar los bolsillos de los incautos creyentes de sus bondades.
      Se introducen por los Pirineos, como la Ilustración, hacía el año 1889, imagino que con el beneplácito y respaldo de las autoridades sanitarias españolas de la época (por aquello de los pingues beneficios que debieron reportar). Son anunciadas como regeneradoras de la sangre y como eficaz tónico para las enfermedades nerviosas, aunque con el tiempo se les irían incorporando nuevas indicaciones terapeúticas. 

También contra la "anemia ladrona"
  
     Sus laboratorios y almacenes centrales estaban ubicados, como no podía ser de otra manera, en la industriosa ciudad de Barcelona. Se comercializaban principalmente en farmacias, droguerías y abacerías. Su asidua presencia en la presa escrita, tanto de tirada nacional como provincial, resulta su principal aliada de cara a su exitosa y pronta aceptación.
      Desde un principio ponen en práctica un original y barato sistema de reclamo. Dentro del propio envase se invitaba a sus potenciales consumidores que redactaran y relataran por escrito sus particulares experiencias con las curas propuestas. El premio: ver el nombre del remitente impreso  en las páginas de un periódico, con vistoso acompañamiento fotográfico en un postrero momento.
      Imagino que la calidad en la redacción, la incidencia en la loa y originalidad, serian tenidas en cuenta a la hora de la selección.
      Sumergido en búsquedas relacionadas con mi raro apellido por línea paterna (Gay), originario de la pequeña localidad jiennense de Villardompardo, me he topado con un pariente redactor de de esos artículos sanitarios-publicitarios, de los que llegaron a obtener su merecido premio (tres estampaciones de nombre y apellidos en cuatro renglones). Presumo que el toque final de adorno sería obra del redactor jefe del cotarro comercial “píldora rosa”. Aunque tan sólo sea por meros lazos de presumible consanguineidad, demos por meritoria su publicación y congratulémonos por la pronta curación de su hija:

Avisos útiles

Cambio de postales



     El cambio de tarjetas postales tan extendido e interesante, da algunas veces resultados inesperados. Don M.J. Perea Gay, de Villardompardo, provincia de Jaén, cambiaba sus postales con varias personas del extranjero, una señora de París y dos señoritas de Múnich y de Moscú. Sin conocerse se preguntaban por la salud, lo que dio ocasión a que el Sr. Perea Gay escribiese a sus corresponsales de tarjetas, participándoles que su hija sufría mucho a causa de una enfermedad nerviosa.
     A correo seguido recibió tres respuestas, y, cosa singular de Moscú, de París y de Múnich, le daban el mismo consejo: “Que tome su hija las Píldoras Pink". Ante la coincidencia no vaciló un momento el Sr. Perea Gay. Su hija tomó las Píldoras Pink, y ved a continuación su certificado:

     “Puedo manifestarles que he obtenido un resultado colosal con el uso de las Píldoras Pink contra la enfermedad nerviosa que sufría mi hija de un año a esta parte. La pobre criatura tenía el baile de San Vito, y ha curado radicalmente. Cuantos lo han visto están maravillados”.

(Marzo de 1904)

     Barrunto, que toda esa legión de redactores que saltan hasta las páginas de los periódicos desde los más dispares y recónditos rincones de España, publicitando y contando las excelencias de de este milagroso producto, serían los propios vendedores de las respectivas localidades. De manera que habrá que buscar antepasados pertenecientes al gremio del comercio entre mis ancentros.


     De esa misma motivación comercial debió de participar el retratado y orlado que mostramos, cuyos apellidos ya denotan claramente su origen castreño (natural de Castro del Río). Al margen de la salutífera y gástrica loa, que transcribiremos a continuación, se entretiene en ser el "retrato fotográfico conocido más antiguo" de un natural de ésta, de los que llegaran a estamparse en prensa o revistas (1915).

     Felipe Bravo Mármol, habitante de Castro del Río (Córdoba), c/ Baño núm.18, padecía mucho del estómago. Desde que tomó las Píldoras Pink ha vuelto a ingerir muy bien. Así lo dice en esta carta:

     “A consecuencia de unas calenturas gástricas me quedé muy debilitado y muy mal del estómago. Casi no podía comer, pues no digería nada; sufría mucho y me sentía excesivamente debilitado. A las Pildoras Pink debo mi restablecimiento, me han vuelto a dar fuerza, de manera que ahora como con apetito y digiero perfectamente. Tenga usted la seguridad de que le estoy muy agradecido a estas píldoras”.

     En el año de 1915, al que pertenece el anuncio, se vendía la caja de píldoras a cuatro pesetas, y por veintiuna un lote-oferta compuesto por seis unidades, mientras que el jornal del campo en la campiña de Córdoba oscilaba entre los nueve y diez reales para el hombre, y de cinco a seis los de la mujer. La suma de los jornales de la pareja jornalera apenas si les daba para comprar medio kilo de esa otra medicina tan santa y natural que sale de las patas curadas de los marranos chatos.

     Ha pasado casi un siglo desde entonces, y como últimamente anda el personal un poquito con la mosca detrás de la oreja, ante posibles nuevos sobresaltos de índole reformista, abogo por que las fuerzas políticas andaluzas de centro-izquierda, expeditas para hacerse cargo de los destinos de la comunidad autónoma, tomen en consideración aquel viejo dicho popular de que “las mejores inyecciones son chorizos y jamones”, e implanten medidas sociales de copago alimentario, para que los trabajadores, de esta manera, podamos seguir disfrutando de tan preciadas, saludables y beneficiosas píldoras, dinamizando y desarrollando en paralelo el sector cárnico andaluz.

     ¿Apetecen unas onzitas?  ¡Me voy en su busca¡ ¡Que la anemia acecha!




01 abril 2012

De un Motril mártir y en desgracia: "El conflicto de los obreros portuarios (1935-1936)".


     En alguna que otra ocasión me he servido expresamente de hechos históricos para buscar parangón o equivalencias con situaciones del presente. Partiendo de la premisa, de que me ubico entre quienes cuestionan la absoluta objetividad de esta disciplina humanística, por aquello de que de alguna manera terminan aflorando las filias personales entre quienes se embarcan en su estudio, especialmente cuando se abordan cuestiones políticas y sociales de periodos históricos recientes, es por lo que recurro, una vez más, a dicha fórmula, asumiendo posibles criticas de subjetividad manipulativa.
     Un tópico muy difundido advierte que “los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”, aunque hay otro que dice que “cuando se repite lo hace una vez como tragedia y la segunda como farsa”.
      La tragedia que vamos a referir se encuentra de momento instalada en el pasado, aunque llamando a las puertas del presente, mientras que la farsa del pasado si tiene en este caso, desde mi punto de vista, un claro reflejo en el presente.

     El asunto de las  infraestructuras, como motor de desarrollo para la costa granadina, hasta hace relativamente poco tiempo, aparecía con machacona asiduidad en los más o menos independientes medios de comunicación locales y provinciales. Las inconclusas autovías o ese proyectado corredor férreo mediterráneo, que finalmente parece ser que no pasará por Motril, han sido esgrimidos y reclamados ferviente y legítimamente por plataformas ciudadanas respaldadas por los poderes públicos locales, frente a una administración central impotente ante la pérdida de liquidez ocasionada por la progresiva crisis económica instalada en el país .
    Tras producirse el relevo en el gobierno de la nación, esas voces, como por arte de magia, parecen haberse acallado. La resignación y la austeridad se imponen, y además no paran de emitirse mensajes sobre el deber ciudadano de arrimar el hombro o el tan cacareado apretón de cinturón para evitar que cualquier día nos quedemos con el culo al aire. 


      Expectativas y situaciones similares se exteriorizaron durante la década de los treinta del pasado siglo XX, en torno a la finalización de las obras del Puerto de Motril, en el que se venía trabajando, a tirones, desde los primeros años del siglo, y que por unos motivos o por otros, se vieron sometidas a frecuentes paralizaciones.
      Nos centraremos en el conflicto surgido en el mes de septiembre de 1935, a raíz de que la Compañía Hispano-Holandesa, adjudicataria del proyecto de construcción de nuevos diques y muelles, de manera unilateral adoptará la resolución de paralizarlas alegando tardanza en los libramientos por parte de la administración. 


     Desde las páginas de “El Noticiario Granadino” se reclamaba una urgente e inaplazable solución, esgrimiéndose razones de peso, muy similares a esas otras que hasta hace poco eran aireadas a los cuatro vientos:
     “Es de inaplazable y urgente necesidad acabar el puerto motrileño, por la vigorización que su pleno funcionamiento supondrá para la economía costeña… Se ha dicho multitud de veces que el puerto impondrá la construcción de un ferrocarril que acabe con la vergonzosa incomunicación ferroviaria de Granada con su costa, en la cual debiera terminar la vía ancha desde Madrid, ya que, por ser una recta, constituiría la más rápida línea de enlace con nuestro litoral del Rif. El tren acabaría en Motril, y allí, en el puerto, ya habilitado excelentemente para la navegación, se podría tomar el barco que en pocas horas atracase en Alhucemas o en Melilla.”
     “Es lástima que el porvenir de todo un litoral esplendido, como el nuestro, se vaya malogrando con la eternización de esos trabajos, que a este paso no llevan visos de acabar. ¡Como si no urgiera ello, como si no se tratase de algo decisivo para una costa magnífica de producción y tan bella como olvidada de quienes más debieran de ayudarla!”

(En El Sol 16 de octubre de 1935)






     De alguna manera,  se cuestiona la eficacia gubernativa de la coalición Radical-Cedista, instalada al frente de los destinos de la nación en el seno de aquella republica democrática de trabajadores de todas clases, cuyos partidarios tenían también a su cargo la administración local de la ciudad de Motril.
     Independientemente de que se vieran truncadas esas razonables expectativas de futuro, o de la inevitable utilización política del caso, los damnificados directos de tal situación serían los doscientos obreros despedidos y sus respectivas familias, lo que no vino sino a agravar la dura crisis de trabajo que ya se venía sufriendo desde atrás en la población.
     El tradicional recurso a la obra pública, por parte de los ayuntamientos para mitigar la crisis de trabajo, se hace inviable en aquel contexto, ante la penosa situación económica por la que atravesaban las arcas municipales, que para poder responder a una deuda contraída con el Banco de Crédito Local tiene que recurrir a los famosos e impopulares Repartos.
      La prensa, de determinada línea editorial (contraria al gobierno republicano de centro derecha), se hace eco de tales circunstancias y del malestar reinante entre la población, con titulares como “Motril Mártir” o “Motril en desgracia”, alegando la tardanza por parte del gobierno de soluciones rápidas y eficaces con las que atajar tan desesperada situación.
      El paro sufrido por los obreros portuarios habría que sumarle la agravante circunstancia de una deuda, por valor de 200.000 pesetas en jornales (100.000 para la prensa progubernamental), que tenía contraída la empresa con los trabajadores, cuyo pago efectivo se iría dilatando en el tiempo.



     De la evolución de este dramático conflicto, así como de la profunda y triste miseria a la que se vieron avocados estos trabajadores y sus respectivas familias, nos da cumplida información el periodista José Cirre Jiménez, en un reportaje publicado en la revista Mundo Gráfico, ilustrado con unas espectaculares y poco conocidas fotografías de los barracones instalados en la playa de poniente, donde tuvieron que alojarse tras ser desahuciados por sus caseros y en espera de una pronta solución.
     Aunque las fotografías hablan por sí solas, el texto que las acompaña, fruto de la observación directa del reportero, no se queda atrás en detalles descriptivos:

     Son varios meses ya de miseria y de hambre. En los primeros días los comerciantes modestos de Motril pudieron fiar. Después les fue ya imposible y los trabajadores no tuvieron donde acudir. La deuda de la Empresa a los obreros significaba el debito de estos hombres humildes al comercio de la ciudad.
     Y así, muchos comerciantes se vieron también en la ruina, al perder en el fiado las tres o cuatro mil pesetas de crédito que les permitía tener su modesto negocio.
     El que últimamente haya ido a Motril habrá podido ver por sus calles hombres extenuados de expresión famélica y dolorida. Son los obreros del puerto, que van de calle en calle y de puerta en puerta mendigando.
     No tienen ya nada que vender ni que empeñar. Sólo les queda ese dolor de tener que vivir de la limosna de los demás. Así han pasado días y días sin que llegase una solución…



     Se carece allí de lo más indispensable, de lo que es elemental para la vida, por simple y sencilla que ésta sea. Son doscientas chozas construidas en una zona pantanosa, germen de peligros y enfermedades. Las mujeres lavan las ropas en aguas pestilentes y estancadas. A veces, las familias tienen que levantarse bruscamente despertadas de su sueño por las inundaciones frecuentes, para salvar los escasos enseres de cada vivienda.
    Viven del escaso pescado que desde la playa pueden coger. En los chiquillos descalzos, en las mujeres desnutridas, en los hombres agotados, se reflejan la miseria y el hambre pasados estos meses últimos.
    Todo un cuadro de necesidad y de dolor, en chozas misérrimas, junto al mar, que tantas veces entra en las chozas de los pobres desvalidos.



     La compañía, en un principio, se limitará a dilatar la situación con falsas promesas de liquidación, alegando hallarse a la espera de una inmediata llegada de los libramientos por parte de la Jefatura de Obras Públicas, que no terminaban de hacerse efectivos. En vísperas de las navidades la empresa se compromete a pagar semanalmente 15.000 pesetas al objeto de quedar la deuda cancelada en su totalidad  a finales de Enero de 1936. Nuevo incumplimiento y unos ánimos cada vez más crispados.

Ideal 11 de Enero de 1936

     El recurso a la vía jurídica también se muestra ineficaz. El  Jurado Mixto de la construcción falló el embargo de material de la compañía: vagones, pequeños trenes, cojinetes, zapatas, ruedas, tornos, pontones…:
    “Pero con todo ello los trabajadores no podían remediar su miseria. Aun suponiendo que alguien quisiera comprar lo embargado, la cantidad en pago sería irrisoria en relación con la importancia de la deuda”.
     Ante tan acuciante situación, ya inmersos en aquella crucial campaña electoral para las elecciones a diputados a cortes de febrero de 1936, surgen los primeros rumores y temores ante posibles desordenes, en base a una especie de ultimátum lanzado por los trabajadores.

Ideal 5 de febrero de 1936
    Desde los poderes locales, aparte del envío de telegramas al ministro del ramo implorando una pronta solución, a lo más que se llega es a autorizar la apertura de una suscripción en favor de estas familias y la concesión de permisos para mendigar por las calles. Aquellos obreros más rebeldes y reivindicativos, que no se resignan a la fórmula de la mendicidad , se plantaron en el Ayuntamiento al objeto de que el señor Alcalde atendiera sus demandas para ser empleados en las obras de pavimentación de varias calles del municipio, emprendidas con una partida especial librada por el gobierno en vísperas de elecciones.
    Los rumores que corren sobre una fórmula de arreglo, de los que se hace eco el diario Ideal (pro Acción Popular - CEDA), tras ser llevado al asunto a las deliberaciones del Consejo de Ministros, parece guardar relación con las expectativas de la campaña electoral.
    Pese a la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, el problema seguiría aun latente durante algún tiempo. Cunde la impaciencia, y los obreros parecen mostrarse dispuestos a iniciar una marcha a pie sobre Madrid, “para hacer ver al poder público, de modo expresivo, la dramática realidad del problema”.

La mujer de un obrero del puerto
(Fotografías Moral)

    Se pospone la marcha y se opta por remitir al Ministro de Obras Públicas, un corto pero incisivo telegrama recordatorio:

   “Doscientos obreros del puerto de Motril llevamos ocho meses sin cobrar jornales ganados, que importan doscientas mil pesetas. Ni el Jurado Mixto ni las autoridades que hemos padecido consiguieron resolver el conflicto. Tan pronto tomó V.E. posesión del ministerio le informamos sobre el asunto y esperábamos que la solución fuera cuestión de varias horas, trascurren los días y ni obras Públicas ni Junta Nacional contra el paro autorizan una fórmula que permita acabar con este vergonzoso caso.
    Reiteramos nuestra petición y confiamos en que las auténticas autoridades republicanas amigas de los obreros resuelvan el conflicto sin más dilaciones, que no permite la miseria de nuestros hogares. Por los obreros del puerto, Fernando Pérez Domínguez e Ignacio López García. 

(Publicado en El Heraldo de Madrid el 2 de marzo de 1936)




    Presumo que detrás de la redacción de este agudo e incisivo telegrama debería estar el joven abogado y escritor motrileño Francisco Pérez García, implicado en la defensa de los obreros. La invocación a las “auténticas autoridades republicanas” surtió rápido efecto, y apenas unos días después llegaba hasta la ciudad de Motril, un telegrama remitido por Fernando de los Ríos notificando la resolución del conflicto. Se tuvo que recurrir al dinero que la Compañía había depositado en su día, en concepto de fianza, para que finalmente pudieran hacerse efectivos esos jornales adeudados.
     Sinceramente cuesta entender como dicha resolución no pudo ser adoptada ocho meses antes, habiéndose evitado todo ese cúmulo de penalidades.
    Aunque el reportaje de Mundo Gráfico (publicado el 15 de abril de 1936) responde claramente  a la necesidad de publicitar las políticas sociales del nuevo gobierno republicano, coincidiendo con la celebración del V aniversario de la proclamación de la Republica, la información que nos proporciona, no difiere en lo esencial  por la suministrada por el Diario Ideal (cercano a Acción Popular), de la que también hago uso comparativo.