"No creo en la bondad integral de
los humanos ni en la bondad integral de las Píldoras Pink. Los hombres somos unos bichos tan despreciables, que
sería muy difícil crear otro bicho tan despreciable como nosotros…".
La cita
pertenece a E. Jardiel Poncela, y las susodichas “píldoras rosas”(trad.), cuya eficacia se cuestiona, trátanse, ni más ni
menos, de uno de esos productos milagro, fórmula secreta, con el que socavar
los bolsillos de los incautos creyentes de sus bondades.
Se
introducen por los Pirineos, como la Ilustración, hacía el año 1889, imagino que con el beneplácito y
respaldo de las autoridades sanitarias españolas de la época (por aquello de
los pingues beneficios que debieron reportar). Son anunciadas como regeneradoras de la sangre y como eficaz tónico
para las enfermedades nerviosas, aunque con el tiempo se les irían incorporando
nuevas indicaciones terapeúticas.
También contra la "anemia ladrona" |
Sus laboratorios y almacenes centrales estaban ubicados,
como no podía ser de otra manera, en la industriosa ciudad de Barcelona. Se comercializaban
principalmente en farmacias, droguerías y abacerías. Su asidua presencia en la
presa escrita, tanto de tirada nacional como provincial, resulta su principal
aliada de cara a su exitosa y pronta aceptación.
Desde
un principio ponen en práctica un original y barato sistema de reclamo. Dentro
del propio envase se invitaba a sus potenciales consumidores que redactaran y relataran por escrito sus particulares
experiencias con las curas propuestas. El premio: ver el nombre del remitente impreso en las páginas de un periódico, con vistoso acompañamiento fotográfico en un postrero momento.
Imagino
que la calidad en la redacción, la incidencia en la loa y originalidad, serian
tenidas en cuenta a la hora de la selección.
Sumergido
en búsquedas relacionadas con mi raro apellido por línea paterna (Gay), originario de la pequeña localidad jiennense de
Villardompardo, me he topado con un pariente redactor de de esos artículos sanitarios-publicitarios,
de los que llegaron a obtener su merecido premio (tres estampaciones de nombre y
apellidos en cuatro renglones). Presumo que el toque final de adorno sería obra del redactor jefe
del cotarro comercial “píldora rosa”.
Aunque tan sólo sea por meros lazos de presumible consanguineidad, demos por
meritoria su publicación y congratulémonos por la pronta curación de su hija:
Avisos
útiles
Cambio
de postales
El cambio de tarjetas postales tan
extendido e interesante, da algunas veces resultados inesperados. Don M.J. Perea
Gay, de Villardompardo, provincia de Jaén, cambiaba sus postales con
varias personas del extranjero, una señora de París y dos señoritas de Múnich
y de Moscú. Sin conocerse se preguntaban por la salud, lo que dio ocasión a que
el Sr. Perea Gay escribiese a sus corresponsales de tarjetas,
participándoles que su hija sufría mucho a causa de una enfermedad nerviosa.
A correo seguido recibió tres respuestas,
y, cosa singular de Moscú, de París y de Múnich, le daban el mismo consejo:
“Que tome su hija las Píldoras Pink". Ante la coincidencia no vaciló un momento
el Sr. Perea Gay. Su hija tomó las Píldoras Pink, y ved a continuación
su certificado:
“Puedo manifestarles que he obtenido un
resultado colosal con el uso de las Píldoras Pink contra la enfermedad nerviosa
que sufría mi hija de un año a esta parte. La pobre criatura tenía el baile de
San Vito, y ha curado radicalmente. Cuantos lo han visto están maravillados”.
(Marzo de 1904)
Barrunto, que toda esa legión de
redactores que saltan hasta las páginas de los periódicos desde los más
dispares y recónditos rincones de España, publicitando y contando las
excelencias de de este milagroso producto, serían los propios vendedores de las respectivas localidades. De
manera que habrá que buscar antepasados pertenecientes al gremio del comercio entre mis ancentros.
De esa
misma motivación comercial debió de participar el retratado y orlado que
mostramos, cuyos apellidos ya denotan claramente su origen castreño (natural de
Castro del Río). Al margen de la salutífera y gástrica loa, que transcribiremos
a continuación, se entretiene en ser el "retrato fotográfico conocido más
antiguo" de un natural de ésta, de los que llegaran a estamparse en prensa o
revistas (1915).
Felipe
Bravo Mármol, habitante de Castro del Río (Córdoba), c/ Baño núm.18, padecía
mucho del estómago. Desde que tomó las Píldoras Pink ha vuelto a ingerir muy bien.
Así lo dice en esta carta:
“A
consecuencia de unas calenturas gástricas me quedé muy debilitado y muy mal del
estómago. Casi no podía comer, pues no digería nada; sufría mucho y me sentía
excesivamente debilitado. A las Pildoras Pink debo mi restablecimiento, me han
vuelto a dar fuerza, de manera que ahora como con apetito y digiero
perfectamente. Tenga usted la seguridad de que le estoy muy agradecido a estas
píldoras”.
En el
año de 1915, al que pertenece el anuncio, se vendía la caja de píldoras a
cuatro pesetas, y por veintiuna un lote-oferta compuesto por seis unidades, mientras que
el jornal del campo en la campiña de Córdoba oscilaba entre los nueve y diez
reales para el hombre, y de cinco a seis los de la mujer. La suma de los
jornales de la pareja jornalera apenas si les daba para comprar medio kilo de
esa otra medicina tan santa y natural que sale de las patas curadas de los
marranos chatos.
Ha pasado casi un siglo desde entonces, y
como últimamente anda el personal un poquito con la mosca detrás de la oreja,
ante posibles nuevos sobresaltos de índole reformista, abogo por que las
fuerzas políticas andaluzas de centro-izquierda, expeditas para hacerse cargo
de los destinos de la comunidad autónoma, tomen en consideración aquel viejo
dicho popular de que “las mejores
inyecciones son chorizos y jamones”, e implanten medidas sociales de copago
alimentario, para que los trabajadores, de esta manera, podamos seguir disfrutando de tan preciadas, saludables y beneficiosas píldoras,
dinamizando y desarrollando en paralelo el sector cárnico andaluz.
¿Apetecen unas onzitas? ¡Me voy en su busca¡ ¡Que la anemia acecha!
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