En
alguna que otra ocasión me he servido expresamente de hechos históricos para
buscar parangón o equivalencias con situaciones del presente. Partiendo de la
premisa, de que me ubico entre quienes cuestionan la absoluta objetividad de
esta disciplina humanística, por aquello de que de alguna manera terminan
aflorando las filias personales entre quienes se embarcan en su estudio,
especialmente cuando se abordan cuestiones políticas y sociales de periodos
históricos recientes, es por lo que recurro, una vez más, a dicha fórmula, asumiendo posibles criticas de subjetividad manipulativa.
Un tópico muy difundido advierte que “los pueblos que no conocen su historia
están condenados a repetirla”, aunque hay otro que dice que “cuando se repite lo hace una vez como
tragedia y la segunda como farsa”.
La tragedia que vamos a referir se
encuentra de momento instalada en el pasado, aunque llamando a las puertas del
presente, mientras que la farsa del pasado si tiene en este caso, desde mi
punto de vista, un claro reflejo en el presente.
El
asunto de las infraestructuras, como
motor de desarrollo para la costa granadina, hasta hace relativamente poco
tiempo, aparecía con machacona asiduidad en los más o menos independientes
medios de comunicación locales y provinciales. Las inconclusas autovías o ese
proyectado corredor férreo mediterráneo, que finalmente parece ser que no
pasará por Motril, han sido esgrimidos y reclamados ferviente y legítimamente
por plataformas ciudadanas respaldadas por los poderes públicos locales, frente
a una administración central impotente ante la pérdida de liquidez ocasionada
por la progresiva crisis económica instalada en el país .
Tras producirse el relevo en el gobierno de
la nación, esas voces, como por arte de magia, parecen haberse acallado. La
resignación y la austeridad se imponen, y además no paran de emitirse mensajes
sobre el deber ciudadano de arrimar el hombro o el tan cacareado apretón de
cinturón para evitar que cualquier día nos quedemos con el culo al aire.
Expectativas
y situaciones similares se exteriorizaron durante la década de los treinta del
pasado siglo XX, en torno a la finalización
de las obras del Puerto de Motril, en el que se venía trabajando, a tirones, desde los primeros años del siglo, y que por unos motivos o por otros, se
vieron sometidas a frecuentes paralizaciones.
Nos
centraremos en el conflicto surgido en el mes de septiembre de 1935, a raíz de
que la Compañía Hispano-Holandesa, adjudicataria del proyecto de construcción
de nuevos diques y muelles, de manera unilateral adoptará la
resolución de paralizarlas alegando tardanza en los libramientos por parte de
la administración.
Desde
las páginas de “El Noticiario Granadino” se reclamaba una urgente e
inaplazable solución, esgrimiéndose razones de peso, muy similares a esas otras
que hasta hace poco eran aireadas a los cuatro vientos:
“Es de inaplazable y urgente necesidad
acabar el puerto motrileño, por la vigorización que su pleno funcionamiento
supondrá para la economía costeña… Se ha dicho multitud de veces que el puerto
impondrá la construcción de un ferrocarril que acabe con la vergonzosa
incomunicación ferroviaria de Granada con su costa, en la cual debiera terminar
la vía ancha desde Madrid, ya que, por ser una recta, constituiría la más rápida
línea de enlace con nuestro litoral del Rif. El tren acabaría en Motril, y
allí, en el puerto, ya habilitado excelentemente para la navegación, se podría
tomar el barco que en pocas horas atracase en Alhucemas o en Melilla.”
“Es
lástima que el porvenir de todo un litoral esplendido, como el nuestro, se vaya
malogrando con la eternización de esos trabajos, que a este paso no llevan
visos de acabar. ¡Como si no urgiera ello, como si no se tratase de algo
decisivo para una costa magnífica de producción y tan bella como olvidada de
quienes más debieran de ayudarla!”
(En El Sol 16 de octubre de 1935)
De
alguna manera, se cuestiona la eficacia
gubernativa de la coalición Radical-Cedista, instalada al frente
de los destinos de la nación en el seno de aquella republica democrática de
trabajadores de todas clases, cuyos partidarios tenían también a su cargo la
administración local de la ciudad de Motril.
Independientemente de que se vieran
truncadas esas razonables expectativas de futuro, o de la inevitable utilización
política del caso, los damnificados directos de tal situación serían los
doscientos obreros despedidos y sus respectivas familias, lo que no vino sino a
agravar la dura crisis de trabajo que ya se venía sufriendo desde atrás en la
población.
El tradicional recurso a la obra pública, por
parte de los ayuntamientos para mitigar la crisis de trabajo, se hace inviable
en aquel contexto, ante la penosa situación económica por la que atravesaban
las arcas municipales, que para poder responder a una deuda contraída con el
Banco de Crédito Local tiene que recurrir a los famosos e impopulares Repartos.
La prensa, de determinada línea editorial
(contraria al gobierno republicano de centro derecha), se hace eco de tales
circunstancias y del malestar reinante entre la población, con titulares como “Motril
Mártir” o “Motril en desgracia”, alegando la tardanza por parte del
gobierno de soluciones rápidas y eficaces con las que atajar tan desesperada
situación.
El paro sufrido por los obreros portuarios
habría que sumarle la agravante circunstancia de una deuda, por valor de
200.000 pesetas en jornales (100.000 para la prensa progubernamental), que
tenía contraída la empresa con los trabajadores, cuyo pago efectivo se iría
dilatando en el tiempo.
De la
evolución de este dramático conflicto, así como de la profunda y triste miseria
a la que se vieron avocados estos trabajadores y sus respectivas familias, nos
da cumplida información el periodista José Cirre Jiménez, en un reportaje
publicado en la revista Mundo Gráfico, ilustrado con unas espectaculares y poco
conocidas fotografías de los barracones instalados en la playa de poniente, donde tuvieron que alojarse tras ser desahuciados por sus caseros y en espera de
una pronta solución.
Aunque
las fotografías hablan por sí solas, el texto que las acompaña, fruto de la
observación directa del reportero, no se queda atrás en detalles descriptivos:
Son varios meses ya de miseria y de hambre.
En los primeros días los comerciantes modestos de Motril pudieron fiar. Después
les fue ya imposible y los trabajadores no tuvieron donde acudir. La deuda de
la Empresa a los obreros significaba el debito de estos hombres humildes al
comercio de la ciudad.
Y así, muchos comerciantes se
vieron también en la ruina, al perder en el fiado las tres o cuatro mil pesetas
de crédito que les permitía tener su modesto negocio.
El
que últimamente haya ido a Motril habrá podido ver por sus calles hombres
extenuados de expresión famélica y dolorida. Son los obreros del puerto, que
van de calle en calle y de puerta en puerta mendigando.
No
tienen ya nada que vender ni que empeñar. Sólo les queda ese dolor de tener que
vivir de la limosna de los demás. Así han pasado días y días sin que llegase
una solución…
Se carece allí de lo más indispensable, de
lo que es elemental para la vida, por simple y sencilla que ésta sea. Son
doscientas chozas construidas en una zona pantanosa, germen de peligros y
enfermedades. Las mujeres lavan las ropas en aguas pestilentes y estancadas. A
veces, las familias tienen que levantarse bruscamente despertadas de su sueño
por las inundaciones frecuentes, para salvar los escasos enseres de cada
vivienda.
Viven del escaso pescado que desde la playa
pueden coger. En los chiquillos descalzos, en las mujeres desnutridas, en los
hombres agotados, se reflejan la miseria y el hambre pasados estos meses
últimos.
Todo un cuadro de necesidad y de dolor, en
chozas misérrimas, junto al mar, que tantas veces entra en las chozas de los
pobres desvalidos.
La
compañía, en un principio, se limitará a dilatar la situación con falsas promesas
de liquidación, alegando hallarse a la espera de una inmediata llegada de los
libramientos por parte de la Jefatura de Obras Públicas, que no terminaban de
hacerse efectivos. En vísperas de las navidades la empresa se compromete a
pagar semanalmente 15.000 pesetas al objeto de quedar la deuda cancelada en su
totalidad a finales de Enero de 1936. Nuevo
incumplimiento y unos ánimos cada vez más crispados.
Ideal 11 de Enero de 1936 |
El recurso a la vía jurídica también se
muestra ineficaz. El Jurado Mixto de la
construcción falló el embargo de material de la compañía: vagones, pequeños
trenes, cojinetes, zapatas, ruedas, tornos, pontones…:
“Pero
con todo ello los trabajadores no podían remediar su miseria. Aun suponiendo
que alguien quisiera comprar lo embargado, la cantidad en pago sería irrisoria
en relación con la importancia de la deuda”.
Ante
tan acuciante situación, ya inmersos en aquella crucial campaña electoral para
las elecciones a diputados a cortes de febrero de 1936, surgen los primeros rumores
y temores ante posibles desordenes, en base a una especie de ultimátum lanzado
por los trabajadores.
Ideal 5 de febrero de 1936 |
Desde
los poderes locales, aparte del envío de telegramas al ministro del
ramo implorando una pronta solución, a lo más que se llega es a autorizar la
apertura de una suscripción en favor de estas familias y la concesión de
permisos para mendigar por las calles. Aquellos obreros más rebeldes y
reivindicativos, que no se resignan a la fórmula de la mendicidad , se plantaron en el Ayuntamiento al objeto de que el señor Alcalde atendiera sus demandas para ser
empleados en las obras de pavimentación de varias calles del municipio, emprendidas con una
partida especial librada por el gobierno en vísperas de elecciones.
Los rumores que corren sobre una fórmula de
arreglo, de los que se hace eco el diario Ideal (pro Acción Popular - CEDA), tras ser
llevado al asunto a las deliberaciones del Consejo de Ministros, parece guardar
relación con las expectativas de la campaña electoral.
Pese
a la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, el
problema seguiría aun latente durante algún tiempo. Cunde la impaciencia, y los
obreros parecen mostrarse dispuestos a iniciar una marcha a pie sobre Madrid, “para hacer ver al poder público, de modo
expresivo, la dramática realidad del problema”.
La mujer de un obrero del puerto |
(Fotografías Moral)
Se pospone la marcha y se opta por
remitir al Ministro de Obras Públicas, un corto pero incisivo telegrama recordatorio:
“Doscientos obreros del puerto de Motril llevamos ocho meses sin cobrar
jornales ganados, que importan doscientas mil pesetas. Ni el Jurado Mixto ni
las autoridades que hemos padecido consiguieron resolver el conflicto. Tan
pronto tomó V.E. posesión del ministerio le informamos sobre el asunto y
esperábamos que la solución fuera cuestión de varias horas, trascurren los días
y ni obras Públicas ni Junta Nacional contra el paro autorizan una fórmula que
permita acabar con este vergonzoso caso.
Reiteramos nuestra petición y confiamos en
que las auténticas autoridades republicanas amigas de los obreros resuelvan el
conflicto sin más dilaciones, que no permite la miseria de nuestros hogares.
Por los obreros del puerto, Fernando Pérez Domínguez e Ignacio López García.
(Publicado en El Heraldo de
Madrid el 2 de marzo de 1936)
Presumo
que detrás de la redacción de este agudo e incisivo telegrama debería estar el
joven abogado y escritor motrileño Francisco Pérez García, implicado en la
defensa de los obreros. La invocación a las “auténticas
autoridades republicanas” surtió rápido efecto, y apenas unos días después
llegaba hasta la ciudad de Motril, un telegrama remitido por Fernando de los Ríos notificando la
resolución del conflicto. Se tuvo que recurrir al dinero que la Compañía había
depositado en su día, en concepto de fianza, para que finalmente pudieran hacerse
efectivos esos jornales adeudados.
Sinceramente
cuesta entender como dicha resolución no pudo ser adoptada ocho meses antes, habiéndose
evitado todo ese cúmulo de penalidades.
Aunque
el reportaje de Mundo Gráfico (publicado el 15 de abril de 1936) responde
claramente a la necesidad de publicitar
las políticas sociales del nuevo gobierno republicano, coincidiendo con la
celebración del V aniversario de la proclamación de la Republica, la información
que nos proporciona, no difiere en lo esencial por la suministrada por el Diario Ideal (cercano
a Acción Popular), de la que también hago uso comparativo.
Muy buena la remembranza. Pero a las citas del principio yo añadiría y con preferencia la de Angel González de aquel su célebre poema en el que decía: "La historia de España es como la morcilla de mi pueblo. Se hace con sangre, y se repite."
ResponderEliminarQue toda la sangre que veamos sea de morcilla o frita encebollada. No seas pájaro de mal agüero. Lo que no termina de cuadrarme son esas interesadas invocaciones a la resignación por parte de aquellos que siguen atando los perros con longaniza.
ResponderEliminarhttp://trianarts.com/significado-de-frases-hechas-atar-los-perros-con-longaniza/
Muy buén relato
ResponderEliminarYo como nieto de Ignacio López García digo que jamás deberíamos volver a verlo y sentirlo como ellos lo pasaron y siempre unidos por la causa
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