Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

14 febrero 2012

Una Virgen Dolorosa de Castro del Río anterior a 1936.


     Días pasados alojé en el muro de Vivencias Castreñas dos estampas de vírgenes, sugiriendo a los participantes, mediante una especie de concurso (con sustanciosos y rodadores premios: una docena de aguacates y un trompo), que intentaran asociar una de la dos con la titular de una Cofradía de Semana Santa de Castro del Río de las que salían en procesión por sus calles con anterioridad a los tristes sucesos del año 1936.
      Para dificultar la tarea, en paralelo a la presumiblemente auténtica, infiltré la fotografía de otra talla perteneciente a la Semana Santa de la capital cordobesa bajo la misma advocación, que atinadamente dos personas supieron identificar a primera vista o mediante la barra de Google. La cosa quedaba relativamente fácil y la cuestión reducida a las tres advocaciones marianas titulares de las respectivas cofradías históricas.
     El pie de foto que aparece en letra impresa junto a esta virgen, localizada y ubicada en la prensa histórica cordobesa, aunque permite un descarte, no terminaba de disipar mis dudas. 
     Pensé desde un principio que con el concurso podría clarificar la cuestión, como efectivamente ha sido, gracias a los comentarios del saetero y pregonero castreño Juan Luis Navajas Carvajal, hombre muy implicado en la preservación de determinadas tradiciones populares autóctonas relacionadas con esta fiesta, partícipe y muy amante de ella.

     Disipemos en primer lugar la intriga o duda generada en torno a la procedencia de la imagen. 

      Durante el periodo comprendido entre 1932 y 1934, por motivos sobradamente conocidos, en Córdoba capital no sale procesión alguna a la calle. Las diferentes cofradías exponen a sus titulares en sus respectivas sedes, montando las imágenes en los tronos. En la de 1935 con la coalición de centro derecha instalada en el poder de la nación, se organiza un sólo cortejo procesional el Viernes Santo, en el que participan las ocho cofradías existentes en 1931. En la de 1936, con un clima social poco propicio, después de la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero, sólo la cofradía de la Virgen de las Angustias efectúa su desfile procesional el Viernes Santo.


    Como el patrimonio cofrade cordobés, por razones obvias, no había sufrido daño alguno en la capital, para la Semana Santa de 1937 las autoridades militares, civiles y eclesiásticas del nuevo orden pondrán especial empeño en recuperar el  pasado esplendor de su Semana Santa.     
    La prensa provincial de la época se hace especial eco de esas celebraciones, y el diario Azul (órgano oficial de Falange Española y de las JONS en Córdoba) le dedicará el 25 de marzo (Jueves Santo)  un especial, en el que junto al programa de cultos y procesiones, se incluyen oraciones, poesías, elegías y parábolas alusivas a la pasión, entre las que se inserta abundante publicidad y alguna que otra fotografía. 
                                            
     Ilustrando un poema titulado Dolores es donde aparece esta Dolorosa de Castro del Río:

     
     Como podrán comprobar, en el pie pone textualmente: “La Dolorosa de Castro del Río (su paradero se ignora)”.

     Partiendo de la minuciosa información proporcionada por Juan Luis, en vivo y en directo, sobre lo recogido en el último libro del principal estudioso de la Semana Santa de Castro del Río, Juan Aranda Doncel (que no lo tengo en mis estanterías, si el primero que abarca hasta 1900), y la pertinente comprobación y descarte hecho por el propio Juan Luis (que secundo después de ver la fotografía que generosamente me ha remitido), cotejando esa fotografía antigua de La Dolorosa (Mayor Dolor) de la Cofradía de Jesús Nazareno que aparece en la obra de Aranda Doncel, con la espectacular corona de orfebrería que luce la imagen de la foto que mostramos, forzosamente tenemos que pensar de que pudiera tratarse de La Dolorosa o Virgen de los Dolores de la Cofradía de la Veracruz, de la que por lo visto no se conserva referencia gráfica alguna.

Dolorosa de Jesús Nazareno anterior a 1936
     Lo que me ha llamado poderosamente la atención son esas palabras entre paréntesis sobre su ignorado paradero.
     Me cuesta entender, que seis meses después de la caída o toma de Castro del Río, la persona que facilitara esa fotografía al periódico o la propia redacción no tuvieran noticia detallada de esos tan aireados “atentados sacrílegos” cometidos contra la imaginería religiosa en Castro del Río y en la mayoría de los lugares donde no triunfó la sublevación militar desde un principio. 
     Cabe la posibilidad, de que esta imagen fuera totalmente consumida por el fuego sin dejar rastro alguno. Pero también la duda nos excita a poner en vuelo la imaginación y contemplar otras hipótesis: como la de que fuera puesta a buen recaudo por alguien que con posterioridad  por miedo no se atreviese  a sacarla; que viajara en unión de milicianos y población civil en aquel precipitado éxodo iniciado el 24 de septiembre de 1936 a través de la carretera de Bujalance, antes de que fuese tomado el pueblo definitivamente  por el ejercito nacionalista; quién nos asegura, en su caso, que durante ese largo periplo por la vecina provincia jiennense, que dio acogida a gran parte de los evacuados por la guerra,  no pudo esa Virgen cambiar de manos… 
     Son todas meras hipótesis. Lástima que la Causa General de Castro del Río no esté digitalizada y de libre acceso en el portal de Archivos del Ministerio de Cultura. Detalles e inventarios de daños sufridos por la Iglesia suelen venir reflejados en este tipo de documentación. Habría que sumergirse en el Archivo Histórico Municipal o en el Diocesano en busca de documentos que ratifiquen su destrucción.
     Incluso, contemplo la posibilidad de que la imagen publicada proceda del archivo fotográfico del diario republicano La Voz, confiscado por los golpistas  y de cuya rotativa se sirve Azul para sus tiradas. Sería cuestión de pasearse por las páginas de La Voz y otros diarios cordobeses de los años treinta y anteriores en busca de información profusa y detallada sobre esta talla con el fin de poder certificar esa presumible asociación que hacemos con la de la Veracruz. 
     Pudiera darse también el caso que al dársele publicidad a esta fotografía emergiese de algún archivo privado alguna estampa antigua sin identificar de similares rasgos a los que claramente se aprecian en esta Dolorosa.

     También se me ocurre y se debe estimar, un posible error humano del cajista o impresor a la hora de seleccionar la foto publicada. Y hasta la posible confusión con vírgenes de otras localidades cordobesas con el apellido “del Río”.

    Abandono definitivamente ese obligado discurrir por terreno hipotético para detenerme brevemente en otras noticias de aquella Semana Santa cordobesa de 1937, que guardan relación con el pueblo de Castro del Río.

Maestro Algaba 1936

    Dentro del programa oficial de actos, el Excelentísimo Ayuntamiento de Córdoba, en colaboración con la emisora de radio local, organizó un Concierto Sacro y un Concurso de Saetas en el Gran Teatro "a beneficio de los niños del Hospicio". El programa incluía “el estreno de dos marchas procesionales de las que es autor el aplaudido compositor don Francisco Algaba Luque, muy elogiadas por los inteligentes”. Cristo del Carmen y Pobre Hija Mía, fueron interpretadas por la Banda del Requeté de Córdoba y debieron formar parte de su repertorio en los diferentes desfiles procesionales en los que tomó parte la banda durante ese año.
     En el concurso de saetas, también haremos constar la participación de un castreño, llamado José Alba, presentado como “Niño de Castro” y clasificado en el 5º lugar, lo que le serviría para embolsarse 25 pesetas de premio.
     Esas dos excelentes marchas procesionales cuando se reconstruye la Hermandad de la Soledad y el Santo Entierro de Castro del Río, pasaran a convertirse en parte indisoluble de la misma, sumándose a los muchos particularismos que caracterizan a la Semana Santa de este pueblo cordobés.

12 febrero 2012

LA TORRE DE PORCUNA (Fotografías 1913-1915)


      Vuelvo a ocuparme de este emblemático monumento de la ciudad de Porcuna con el propósito de divulgar y compartir unas imágenes del mismo para mí desconocidas hasta ahora.
       Creo que sobran las palabras, aunque me detendré someramente en analizar el origen y procedencia de este impresionante material gráfico.
       Por orden ministerial de 20 de enero de 1913 se le encomienda a Enrique Romero de Torres, pintor, arqueólogo y conservador del Museo de Bellas Artes de Córdoba (hermano de Julio), la tarea de catalogar el rico patrimonio histórico artístico de la provincia de Jaén. Ya le arropaba la experiencia, pues pocos años antes había realizado, también por encargo, el de la provincia de Cádiz. Los trabajos que no se ajustaron a los plazos previstos, se prolongaron por espacio de dos años
       Aunque parezca sorprendente, no llegó a publicarse en su momento y permanece aún inédito en nuestros días. El manuscrito original de este Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Jaén se conserva en la Biblioteca José NavarroTomas (CSIC), y puesto generosamente a disposición de estudiosos, curiosos e investigadores en formato digital a través de la red.








    Descripción sobre el antiguo castillo y la torre de Porcuna, realizada por E. Romero de Torres para el Catálogo:
El Castillo

    Era una magnífica fortaleza, que ocupaba muchísima extensión, viéndose todavía grandes lienzos de muralla derruidos y otros, sobre los que se han construido modernas edificaciones.
    En el sitio que llaman la Ciudadela, existen dos torreones cuadrados, en muy mal estado de conservación y a poca distancia se eleva una gallarda torre, de forma octógona, cuyos cimientos parecen ser romanos, según indican varios escritores antiguos.
    Está edificada después de la conquista quizás en el siglo XIV, por los Caballeros de la orden de Calatrava y representa una frangía muy curiosa de arquitectura militar, perteneciente al estilo mudéjar.
    Debió servir para torre del homenaje.
    En una de las ochavas de la parte Sur se ve un elegante arimez de arcos gemelos, polilobulados, que le falta la columna o parteluz y al pie de la torre hacia la parte Sur, una lápida en caracteres monacales, cuya transcripción no he podido hacer por la altura a la que se encuentra este monumento epigráfico, conmemorativo de la fecha en que se levantó o restauró la mencionada torre.
    Se compone ésta de dos grandes estancias, una en la parte baja y otra superior, cubierta por elegantes bóvedas formadas por arista y dividida por ocho nervios de ojiva ornamentados al gusto mudéjar, cortados entre sí en la clave, donde aparece esculpida la cruz de Calatrava.
    Cada nervadura o nervio descansa en un salmes. Ornamentado con elegantes labores árabes esculpidas en piedra.
     En la explanada próxima a la torre se conserva un aljibe de mucha capacidad. Este sitio debió de ser la plaza de armas del Castillo que hoy sirve de cárcel.




     Después de aquella litografía publicada en La Ilustración Española y Americana en el año 1884, sacada de una fotografía original remitida por don Manuel Pineda y Aguilera, celoso alcalde comprometido con el patrimonio de su pueblo, quiero apostar o creo que podemos encontrarnos ante las fotografías más antiguas sobre La Torre y su entorno.
     También gracias a ese mismo artículo y otras fuentes, sabemos del estado de abandono en que se hallaba el monumento durante las décadas finales del XIX, en las que mantiene un uso carcelario.  
      Aquella desiderata de urgente restauración, demandada desde las páginas de la Ilustración Española a la Comisión Provincial de Monumentos, parece ser que no fue atendida.      
      Si comparamos estas fotografías de 1913-15 con aquella litografía, aparentemente no se aprecian sustanciales transformaciones en su fisonomía.



      Es más, en base a la observación, por esos grupos de personas arremolinados junto a la entrada principal  y por esos improvisados tendederos diseminados a lo largo de ese espacio principal de acceso, conocido popularmente como "Corralón de la Torre", hemos de pensar que fue aprovechado por los vecinos como soleado punto de encuentro a la hora de realizar determinadas tareas cotidianas, como el lavado y secado al sol de sábanas y vestuario. La presencia de una pila de piedra y las referencias de Romero de Torres sobre la existencia de un aljibe con mucha capacidad facilitarían tal uso.

     Había prometido ser breve, dando la palabra a las propias fotografías y parece que no lo estoy cumpliendo. Impresiones de otros observadores o desde otra óptica en el apartado de comentarios son siempre bien recibidas. Anímense y participen.



  DERECHOS DE REPRODUCCIÓN

    "La propiedad es un robo"

    El divulgador no se reserva ningún derecho, ni ha hecho ningún depósito, ni desea ser perseguido, ni piensa  perseguir a nadie por nada. Antes, se complacería en que se hicieran muchas reimpresiones de estas imágenes.
    Por supuesto, sin ánimo de lucro. Con la cultura y el patrimonio no se puede ni se debe mercadear. 


11 febrero 2012

El cultivo de las habas en Porcuna. Apuntes históricos.


      Las habas son una leguminosa de alto poder alimenticio, que secas poseen incluso más proteínas que la carne. Además tienen la propiedad de fijar el nitrógeno en el suelo, lo que ayuda bastante a regenerar la tierra. Por esa razón, en las comarcas de agricultura mixta tradicional, como la nuestra, han figurado de siempre como producto complementario del cereal, alternándose con  otras leguminosas, principalmente garbanzos,  hasta la reciente implantación del monocultivo del olivar.
      Existe una variedad de haba conocida como porcuna o cochinera, utilizada como forraje animal desde tiempos de los romanos.
      No es del haba porcuna de la que nos vamos a ocupar, sino de ese mismo producto destinado al consumo humano, que en la localidad jiennense de Porcuna adquiere un importante nivel de calidad, siendo históricamente muy apreciada y demandada por los naturales y hasta por los mercados foráneos.
      Tenía almacenada una referencia donde queda constancia de la comercialización de las habas secas de Porcuna en un establecimiento de comestibles de la capital de España durante la primera década del siglo XX, aunque la tengo extraviada de momento.
      Ya me ocupé en su día del de las habas de Porcuna con una entrada dedicada a ese tradicional plato de nuestra gastronomía popular conocido como “Guitarras”, valiéndome de un chascarrillo jocoso al que agregué substanciales dosis de inventiva.
      Lugar aparte ocupan las también populares y siempre esperadas habas verdes, que fritas con jamón y cebolleta, acompañadas de un huevo y abundante pan para el moje, adquieren hoy la categoría de auténtica delicatesen. Otrora sólo podían consumirse tiernas durante un corta periodo, quedando pronto, sobre todo cuando venía la primavera calurosa, buena parte de la cosecha reservada para secas.



     Existe en Porcuna una tercera manera de guisar las habas, que se sirve de las verdes ya duras con las que se hace una especie de cazuela condimentada con lechuga y hierbabuena, que no son demasiado de mi agrado, aunque también gozan de sus incondicionales.   

     Dispongo de algunas noticias históricas sobre este cultivo en Porcuna, entre las que destacan  una artimaña experimentada por un labrador a principios del siglo XIX para librarse de las tradicionales plagas por las que se veía afectado el producto. 


      En la Geografía Moderna, escrita originariamente en francés, por el abad Nicolle de la Croix, traducida y publicada en español en el año de 1779, se mencionan las excelencias de este producto cultivado en Porcuna:

     “Su campiña es muy fértil y abundante de granos, muchas y buena habas, y una gran parte de ella esta plantada de olivares”.

      Una segunda noticia procede del Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos, del jueves 9 de febrero de 1804, donde se publica un extracto remitido por un rico hacendado de Porcuna, Reyno de Jaén (no consta nombre) sobre la manera de conservar y preservar las habas de plagas como el  gorgojo, que cuando afectaban al cultivo, condenaban su cosecha al consumo animal.


     “Se dice vulgarmente que no se sabe por dónde le entra el gorgojo al haba; y es que quando está muy tierna la vaina se introduce en ella un insectillo muy pequeño que depone sus huevecillos sobre la misma almendra, y quedan allí cubiertos hasta que se avivan, y la cría devora el fruto. Aquí hemos observado que cuando se hace la cosecha ya están avivados dichos huevos, pero destruimos los insectos y conservamos las habas por el método siguiente.
     Inmediatamente se hace la cosecha de las habas se escaldan en agua hirviendo; para lo cual se ponen en unos cestos o cenachos de un texido muy claro de esparto: éstos se meten en el agua hirviendo por dos o tres veces, teniendo el cuidado de sacarlos al instante, en cuanto se bañen las habas. Hecho esto se extienden al sol para que se sequen bien sin peligro de gorgojo.
     Lo más particular es que si se hace con cuidado la operación no les quita la virtud de germinar, como se puede experimentar en las que le acompaño”.


     También incluye la opinión del revistero sobre el método ensayado:

     “Esta noticia no puede dexar de interesar a los que hacen cosecha de habas y a los que la consumen, pues son un gran recurso para los pobres, y aun para mantener las caballerías, artículo importante en todas las ocasiones y más en años como el presente”.

      Estas impresiones, nos ratifican que las habas, tal como apuntábamos en la entrada de “las guitarras”, tenían un  peso específico dentro de la alimentación mangurrina de la que participaban acomodaos, gañanes, jornaleros y demás operarios, que hacían vida prácticamente durante todo el año en los cortijos.


      Sobre ese particular método ideado por este porcunero, estoy casi seguro que debió perpetuarse durante un largo periodo, al menos, hasta la tardía llegada del plaguicida químico a la agricultura. Como no pertenezco a familia relacionada con ella, demando la ayuda de aquellas personas que pudieran mantener en su memoria noticias sobre este primitiva formula de combate.
     A titulo meramente anecdótico, ya del siglo XX, inserto un anuncio comercial del año 1918 tomado  de una revista de agricultura. Se publicita un producto llamado “Leginol-Domingo”, destinado a combatir esa otra plaga también propia del haba: el jopo:


     Le acompañan unas interesadas apreciaciones sobre su efectividad, por parte de quien suponemos su distribuidor en la localidad: don José Peláez Torres.






04 febrero 2012

Las riadas del Guadajoz en Castro del Río


      El rio Guadajoz, principal arteria fluvial que atraviesa una buena parte de la feraz campiña cordobesa, es un  afluente del Guadalquivir, que naciendo en las Sierras de Priego de Córdoba  vierte sus aguas finalmente sobre el principal, ya casi a las puertas de la capital.
      Parece probable de que se trata del mismísimo “Flumen Salsum” (rio salado), referido en el Bellum Hispaniense, aquel que separaba los campamentos en los que hallábase establecido Cesar y sus partidarios de un lado, y  los hijos de Pompeyo de otro, en los momentos previos a la famosa batalla de Munda (sobre cuya localización definitiva aun no se han puesto de acuerdo los historiadores). Se arabizará su nombre durante el periodo de dominación musulmana, pasando a llamarse Wadsus/saws, que con el tiempo derivaría en Guadajoz.
     También es conocido como “rio del pan”, en base a la tradicional presencia de molinos harineros diseminados a lo largo de su cauce, aunque no se conocen fuentes que documenten o sostengan claramente esta asociación semántica.
     Hasta finales del siglo XX, en que su caudal es regulado por una presa y se acometen una serie de obras de encauzamiento, las poblaciones ribereñas, especialmente Castro del Río, cuyo término y casco urbano atraviesa, no se librará de su furiosas acometidas en aquellos periodos especialmente lluviosos: sus famosas riadas.
     Aun se conservan, diseminadas por diferentes puntos de su callejero, lápidas en las que se marca la altura alcanzada por las aguas en algunas de ellas (1917 y 1948).


Fotografía tomada del álbum Paseos de Mameluco
     La última gran avenida de aguas es la que tuvo lugar en febrero del año de 1963, que motivó la  visita relámpago de S.E. El Generalísimo don Francisco Franco, Caudillo de España por la Gracia de Dios. Curiosamente, por motivos que desconozco, ya no se pusieron nuevos marcadores de altura por las calles. Buena muestra de su envergadura, es la impresionante fotografía que mostramos a continuación con el  Puente Viejo completamente perdido bajo las aguas:


    Tirando de bibliografía y de prensa histórica, he querido hacer un pequeño recorrido por algunas de las principales riadas, de las que dispongo de noticias, que afectaron a la población de Castro del Río a lo largo de su historia.

     La fecha más antigua nos la proporciona Fray Miguel Rodríguez Carretero en el capítulo que le dedica al convento del Carmen Calzado de Castro del Río en su Epytome Historial de los Carmelitas de Andalucía y Murcia. Refiere una primera riada de cierta envergadura sufrida en el año 1681 que inundo las dependencias del Convento del Carmen. Durante un tiempo, el primitivo convento de Castro del Río funcionaría como Casa de Reforma, pero ante su peligrosa proximidad del rio, seria ésta trasladada en el año 1606 al desierto del Juncal (entre las villas gaditanas de Zahara y Olvera), lo que demuestra, que ya con anterioridad a esa fecha los frailes, ubicados en la primera línea inundable, tuvieron que llevarse más de un sobresalto. Fray Miguel nos relata con todo lujo de detalles los daños ocasionados por una nueva riada en el año de 1783:

    “Tiene buenas celdas altas y bajas y las otras convenientes oficinas. La situación no es la mejor por la inmediación del rio Guadajoz, pues en los años abundantes de aguas está muy expuesto a las avenidas. Varias veces ha entrado el agua más o menos, pero en la noche del año 1783, en la noche del penúltimo día, entró con tanta furia y en tanta copia que todo lo inundó, subiendo en la Yglesia hasta los bordes de los altares, descubrió hasta las caxas de los difuntos, arrollando las esteras, arrancando la solería y moviendo la tierra. Todo se mojó y perdió en la sacristía, en la despensa y Molino; hasta cerca de 100 carneros se ahogaron aquella noche que estaban encerrados en el corralón; en fin, fue grande la pérdida y creo que la más grande riada de la que se tiene noticia. Este sitio escogieron nuestros ascendientes y en él perseveramos pues no ha experimentado traslación la casa”.


     Ya para los siglos XIX y XX disponemos de la información proporcionada por las Actas Capitulares y las colecciones de prensa histórica. Nos serviremos de la tesis de Francisco Villatoro López (La villa de Castro del Río 1833-1923. Aspectos económicos, políticos y sociales), de gran ayuda para  hacer un seguimiento de las riadas a lo largo del siglo XIX, ya que bebe directamente de las fuentes conservadas en el Archivo Histórico Municipal, con noticias de las que aun la no se hace eco la prensa.
     Gracias a este trabajo, conocemos los puntuales estragos causados por las aguas durante los años 1800, 1826 y 1838, que afectan mayormente a los molinos harineros y a las huertas, que quedan completamente inundadas, y algún que otro daño menor sobre la obra de fábrica del único puente por entonces existente.
     Ya en la segunda mitad del siglo, una sorprendente tormenta de verano, acontecida en el mes de septiembre del año de 1878, volvería a provocar importantes daños y a ocasionar la muerte de varias personas. En esta ocasión, la furia partiría del arroyo Pilatos, que al acumular tan inusitada cantidad de agua, rompió violentamente afectando sus estragos mayormente en el Hospital y Plaza de Jesús Nazareno y calles aledañas (barrio del Arroyuelo).



      En el interior de Iglesia, el agua alcanzaría el nivel de su Altar Mayor:

La Correspondencia de España 21 de septiembre de 1878
     “La corriente de las aguas ha arrastrado infinidad de objetos y muebles de valor. Todas las autoridades y la parte de vecindad que se hallaba libre de esta catástrofe, han prestado grandes servicios, evitando con su arrojo mayores males, que sin el pronto y eficaz auxilio prestado hubieran tenido que deplorar”.

     Apenas unos años después, a finales de enero del año de 1881, a raíz de un nuevo temporal de agua, el Guadajoz vuelve a mostrarse bravío, sembrando el pánico entre la población.

     De Castro del Río (Córdoba) nos escribe un corresponsal con fecha del 28:

     “Esta madrugada ha salido de cauce el Guadajoz y a la hora que escribo estas líneas (la una y media de la tarde) ha tomado colosales e imponentes proporciones. Las huertas, los molinos de harina y aceite, todo está inundado. Ha penetrado el agua en la calle Corredera, Caridad, Cardadores, Mucho Trigo y otras. El Puente Viejo se halla de todo punto intransitable, inutilizados los cimientos del Nuevo en construcción, y quién sabe si el provisional de madera, como las casas de los trabajadores construidas en sus inmediaciones, serán arrastradas por la fuerza de la corriente.
     Afortunadamente hasta ahora no ha ocurrido desgracia alguna personal, pero las familias que habitan los lugares inundados se hallan poseídas de un gran pánico al ver que el cielo sigue encapotado y que el temporal no da signos de retirarse. Si por desgracia vuelve la lluvia, no sé lo que va a suceder en esta localidad. Los pobres hortelanos han debido de sufrir mucho, si bien al pronto no pueden estimarse los incalculables perjuicios que habrán experimentado”.

(La correspondencia de España 1 de febrero de 1881)

    Tres mil pesetas, con cargo al fondo de calamidades del Ministerio de Gobernación, llegaron hasta Castro del Río, como socorro para atender las necesidades más imperiosas sufridas por aquellas familias que perdieron casi todo su ajuar.


     Nuevas riadas con menor incidencia se registran los años 1892 y 1895.

     La primera gran riada del siglo XX es la que tiene lugar a principios de marzo del año 1917, de la disponemos de cuantiosa información proporcionada por los principales cabeceras de la prensa provincial de la época. Un temporal de lluvia generalizada por toda Andalucía conduciría al desbordamiento de diferentes cuencas fluviales.
     Especialmente virulenta aquella acometida, que dejó al pueblo prácticamente incomunicado durante varios días, con el Puente Viejo cubierto totalmente de agua, sobrepasando incluso las barandillas, y el Nuevo hundido por la fuerza de la corriente al taponarse sus ojos. Los molinos harineros quedaron inservibles y los de aceite, diseminados en su mayoría a lo largo de la acera derecha de la calle de los Molinos, seriamente afectados (se perdieron más de 15.000 arrobas de aceite). Se cobró la vida de una familia de hortelanos (Francisco Villatoro Urbano, mujer e hijo) y una tercera parte del caserío resultó afectada.

Puente Viejo sobre el Guadajoz

    Especialmente angustiosa la situación vivida en la Casa Cuartel de la Guardia Civil ubicada en lo que fue antiguo convento de carmelitas. Las familias de los guardias, sorprendidos durante la madrugada por la virulencia del agua, tuvieron que encaramarse a la planta alta del edificio, donde permanecieron con una caballería rescatada, hasta que pudieron ser evacuados. El agua alcanzo en el Llano Convento los tres metros de altura, señalados posteriormente con esa lápida recordatorio que aún se conserva.

Álbum Paseos
     Los caballos que se encontraban en sus cuadras, pudieron ser salvados con el esfuerzo titánico de la fuerza y de varios vecinos, y puestos a buen recaudo en los establos de la posada, a excepción del que subió escaleras y de otro que pereció durante la inundación:





    Al inundarse los molinos harineros y quedar el pueblo incomunicado menos por la carretera de Bujalance, faltó materia prima para elaborar el pan. Las autoridades tuvieron que recurrir a suministros extraordinarios, racionamiento del pan mediante bonos y echar mano de las tradicionales cocinas económicas para aliviar aquella situación de emergencia.



    De la extensa crónica remitida al Diario de Córdoba por el corresponsal en la villa, don Antonio Pérez L.Toribio, seleccionamos algunos recortes que nos ayudarán a hacernos una idea de la verdadera trascendencia de aquel desbordamiento.Además, incluye en paralelo, un pequeño estudio sobre cómo afecta la orografía y la hidrografía a esta población en cuanto a la forma de producirse las riadas:



     “Hace tres días empezó a registrar el barómetro violentas depresiones, esperando todos grandes lluvias, pero nunca se temió que fueran tan terribles como las que sufrimos durante el día 5, y, particularmente ayer, en que todo el día estuvo lloviendo de una manera torrencial. A las cinco de la tarde, un espantoso ciclón, acompañado de un océano de agua, vino a descargar sobre esta zona consternando a todos sus habitantes. Temió se que ocurrieran sucesos graves, pero no tan aterradores como los que en las actuales circunstancias sufre esta localidad.
     Por la parte norte de la población se extienden dos cordilleras sumamente largas, cuyas aguas determinan la formación del arroyo de Pilatos. Llega éste a la población por la parte superior y, bordeando una parte de la misma, entra al fin en ella por el barrio de los Arroyuelos, para buscar la salida por la parte sur en el Guadajoz. Como tenemos tristes recuerdos del citado arroyo, todos los vecinos de la zona por la que aquel pasa tomaron sus precauciones. Se produjo el desbordamiento y se inundaron algunas casas, pero afortunadamente no hubo que lamentar desgracias personales ni perdidas de consideración.
     No habíamos salido todavía de este sobresalto cuando, a las dos de la madrugada, próximamente, empezó el Guadajoz a tomar incremento, desbordándose en tales proporciones que, a las cinco de la mañana, las aguas alcanzaban sobre su nivel ordinario de cinco a seis metros.
     El citado rio llega por la parte NE de la población y la bordea en un espacio de dos kilómetros, hasta su salida por la parte Sur.
     La mayor parte del vecindario, ante los tremendos peligros de la inundación, acudió a la parte más alta del pueblo, donde se esperó el amanecer, presintiendo el aterrador espectáculo que nos amenazaba.
     Con los primeros albores del día de hoy, vimos que esta rica ribera se encontraba en su mayor parte cubierta por tres o cuatro metros de agua.
     Los hortelanos hallábanse en los tejados y copas de los arboles más altos, esperando su última hora.
     Los molinos harineros estaban completamente anegados, cubriendo sus azoteas más de un metro de agua. De continuo se veía bajar por la corriente infinidad de caballos, yeguas, mulos, cerdos y aves ahogadas.
    La parte de la población comprendida entre la calle Bujalance, Barranco y el Tinte, hallábase completamente inundada. Las familias que las habitaban se habían refugiado en los últimos pisos de las casas.
     En la zona que comprende media calle Corredera, el Llano del Convento, la Casa cuartel de la Guardia Civil, la calle del Convento, media de la de Cardadores, y la mitad también de las de Mucho Trigo y Caridad, las casas estaban anegadas.
     En la mayoría de ellas llegaba el agua hasta los primeros pisos, y en algunas hasta los segundos.
     No es posible expresar la tribulación que por espacio de cinco o seis horas reino en el pueblo, sin que supiese la suerte que hubieran corrido tantas y tantas familias y las desgracias que pudieran haber ocurrido. Se establecieron varias corrientes de comunicación a través de los tejados.
     Las familias se comunicaban y auxiliaban en la forma que les era posible, prestándose todo el amparo abnegado que en estos críticos momentos impone la bondad del corazón humano.
     A las doce, aún no se había vencido la incomunicación y se desconocía el  paradero de muchas familias.
     Ya en descenso el rio, sobre las cinco de la tarde circuló el rumor de que una familia, compuesta por un matrimonio y un hijo, con habitación en el Llano del Convento, había perecido ahogada. Desgraciadamente se confirmó la noticia.
     Un joven llamado Andrés Mendoza Urbano, acreedor por su abnegación y arrojo a una recompensa oficial, entró a nado en el Cuartel salvando la vida de un caballo.

Balance provisional de daños


     También la prensa da cumplida información sobre la estimación de daños sufridos por los propietarios de los diferentes molinos aceiteros alineados consecutivamente en la acera derecha de la calle los Molinos. Aunque reconozco que me estoy extendiendo, quizá en demasía, no me resigno a omitirla, pues nos permite conocer quiénes eran los principales fabricantes de aceite de la localidad durante esa segunda década del siglo XX:


    Para poner fin a este recorrido histórico, echo mano de una nueva fotografía de la colección de "Vivencias Castreñas"  (creo que de la riada de 1963), en la que se pueden apreciar el curioso discurrir de los vecinos por la Cuesta los Mesones, después de presenciar el nivel alcanzado por las aguas.



O esta otra (sobran las palabras):


    
     Como esas últimas riadas de envergadura, que tuvieron lugar los años de 1948 y 1963, todavía deben estar vivas en la memoria de muchas  personas de las que las padecieron directamente, quienes puedan mostrarse interesados les remito a la entrevista oral con los mayores. Seguro que podréis sacar de ellas bastante más información, que de las frías páginas sin alma de un periódico de la Dictadura.

Riada de 1948 en Noticiario NODO

01 febrero 2012

Poesía erótico festiva (Porcuna)


La Hoja de la Parra

     Semanario de humor satírico de carácter erótico, que empezó a publicarse en el año 1911, convirtiéndose pronto en una de las publicaciones señeras del denominado género galante, en base al nivel de los dibujantes y  plumas literarias que contribuyeron a rellenar sus 16 páginas, en las que se alternaban textos, dibujos y fotografías.
     Fundado por Antonio Lezama y Francisco Gómez, tuvo una muy buena acogida que le permitió mantenerse con éxito durante más de un lustro. Entre sus colaboradores destacaron los escritores Rafael López de Haro, Eduardo Zamacois, Joaquín Dicenta... y los dibujantes Demetrio, Tovar y Cyrano.
     Con el tiempo se irían incorporando las firmas de escritores como Blasco Ibáñez, Villaespesa, Galdós, Maeztu, Hoyos y Vinent, López Barbadillo y otros.
      La justificación del título, incluida dentro de su primer número, nos sirve para hacernos una idea de su línea editorial satírica-guasona:
     “Aquí está La Hoja de Parra, que es cosa de Obstetricia, pues con ella (según Moisés), nuestra primera madre tuvo que andar por casa desde aquella fatal hora en que Adán se sintió padre…”.
      El tono erótico festivo queda patente nuevamente en su nº 2, en el que se publican los “Estatutos para fundar un Club de Terribles”, orientado en el siguiente propósito:
     “Con esta fecha queda constituida en Madrid una Asociación de ciudadanos que se consagra única y resueltamente a hacer el amor a toda mujer, cualquiera que fuera su edad y condición”.



      Paseando entre números de esta revista, me he topado con la puntual colaboración de un tal Orestes Vellido, que firma un poema satírico titulado “De Parranda”, en el que aparece reflejado el nombre de nuestro pueblo (Porcuna).
      Por su verso, que guarda relación con el calendario agrícola de nuestra tierra, lo sitúo cronológicamente recién finalizada la campaña de recolección de la aceituna ( fecha en que esto se escribe), justo cuando para el agricultor y el jornalero, después de tener el cuerpo disciplinado por necesidades de trabajo durante una buena temporada, los bares y tabernas se prestaban y se siguen prestando (cada vez menos) como lugar idóneo para el desquite, traducido en borrachera casi segura:


Disputaban sin razón
(por cuestiones de aceituna)
dos labriegos de Porcuna,
en la taberna de Antón.
¡Cállate o te salto un ojo!
-gritó el más viejo borracho-;
y contéstale el muchacho:
¡De un palo…le dejo cojo!
¿Alzarme la voz a mí?
rugió el vejete ladino;
y el jovenzuelo, mohíno,
respondió fuera de sí:
¡A’este ¿qué? ¡vamos a ver!
Y dijo el viejo: ¡M’espanta!
¡A mí no me la levanta
naide más…que mi mujer!

    La inclusión de Porcuna en el texto podría ser meramente casual, por aquello de las connotaciones marranas del vocablo, aunque, ese Vellido que supongo seudónimo con el que se adornaba su autor, casa perfectamente con el apellido Bellido tan común en esta ciudad.      
    Además la presencia en el poema de un léxico que se aproxima bastante al habla de Porcuna ( a’este, m’espanta o naide), nos induce a pensar que pudiera ser nativo de ésta.
     Las únicas noticias de las que disponemos, de momento, sobre Orestes Vellido, es su participación en la partitura musical  (pasacalle para piano con letra) Alma Andaluza(1910) , con la  colaboración del compositor de canciones frívolas (cuplés) Rafael Gómez, género ínfimo musical que estaba ya empezando a transformarse a través de una corriente dignificadora de las variedades con la que comulgaban determinados sectores de la intelectualidad de la época aficionados a la francachela nocturna.
     También nos consta su dedicación profesional al mundo del espectáculo, como director de la agencia artística Arthis-Orbis con sede en Zaragoza, durante los años finales de la segunda década del siglo XX.

El Eco Artístico  15 de abril de 1918