Mis recuerdos y mi tradicional apego por lo antiguo, me han conducido a la búsqueda infructuosa de noticias relacionadas con el momento exacto en que fueron demolidos los restos del devastado y abandonado Convento de la Concepción de monjas dominicas, para edificar, sobre su solar, lo que en Porcuna siempre hemos denominado y conocido como Cine Nuevo (actualmente Teatro-Cine María Bellido).
Una vez más, sólo me queda la memoria para situar la fecha de la realización de aquella obra durante la segunda mitad de la década de los sesenta (c.1967). Recuerdo perfectamente la expectación levantada entre la chiquillería, por la aparición de cráneos y restos óseos durante la cimentación, en lo que debió de ser el pequeño espacio destinado a cementerio de aquella comunidad religiosa. Algunas lenguas maldicientes, fantaseaban con la presencia de restos mortales de recién nacidos. Siempre me quedó la curiosidad y las ganas de certificar si aquello que contaban era realmente cierto o no.
Como durante aquellos años, no se estilaba aún la excavación arqueológica de urgencia, y ni siquiera existiría la figura del arqueólogo provincial, dependiente de organismo cultural o protector alguno, tendremos que descartar esta vía para obtener información sobre su arquitectura, estructura y demás detalles (reales o fantasiosos).
Casi con plena seguridad, el grupo de arqueólogos e historiadores locales, aglutinados bajo las siglas de ARQVIPO, albergarán en su “santa santorum de azotea bien amueblada” información al respecto, y hasta imágenes o dibujos del viejo convento (yo no las conozco), que permitirán saciar la curiosidad de los muchos porcuneros, que andamos expectantes ante el espectacular y laborioso proyecto de página web que han elaborado y que paulatinamente se irá rellenando de contenidos. En mi rastreo en busca de documentación e información del referido convento, me he topado con la existencia de dos tomos conservados en el Archivo Histórico Nacional que abarcan desde 1746 hasta 1832, a disposición del avezado investigador que disponga de tiempo, ganas o mecenas para la investigación. Desconozco si nuestro cronista oficial (especialista en estos temas) se habrá ocupado ya de ello (no me consta). El que fuera cura párroco de Porcuna, don Antonio Aranda Calvo, hoy canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Jaén y máximo responsable en la diócesis jiennense de la llamada “Causa de los Santos”, tiene publicados varios trabajos sobre el Convento de dominicas de Porcuna, supongo que utilizando fuentes procedentes del archivo diocesano, pues no he tenido la oportunidad de acceder a ellos:
“Convento de la Concepción. Monjas dominicas de Porcuna. Última etapa 1866-1936. I”, en Gienium Revista de Estudios e Investigación de la Diócesis de Jaén nº 5, 229-258 (2002).
“Convento de la Concepción. Monjas dominicas de Porcuna. Última etapa 1866-1936. II”, en Gienium Revista de Estudios e Investigación de la Diócesis de Jaén nº 6, 265-328 (2003).
He tenido la ocasión de leer recientemente un artículo sobre “Testigos de Dios” (mártires de la fe), publicado en el extraordinario de la Romería de Agosto de la Virgen de Alharilla de Porcuna, del que también es autor nuestro antiguo párroco, en el que rememora y reincide sobre el martirologio sufrido por sacerdotes locales durante la contienda civil de 1936, víctimas de la brutalidad y el ensañamiento de las genéricamente denominadas “hordas rojas”.
Desde mi punto de vista, totalmente fuera de lugar al día de hoy; además de equivocado por parte de quienes hayan consentido o patrocinado su publicación, instrumentalizando ideológicamente el patronazgo mariano local, que se presupone al margen de contiendas pasadas, presentes y futuras. Percibo últimamente, como si la Iglesia Española del siglo XXI estuviera aferrándose a posicionamientos y estrategias bastante cerradas y alineadas, que me recuerdan demasiado a un pasado reciente no demasiado glorioso ni ejemplarizante.
Como he prometido no pecar de tendencioso, me reservo otras opiniones personales, e invito públicamente al articulista para que en próximas ediciones de esa revista, donde o cuando él estime oportuno, nos ilustre pormenorizadamente sobre la función social de la Iglesia en aquel difícil, tenso y problemático contexto socioeconómico anterior a 1936, y sobre las medidas arbitradas por los sacerdotes locales para paliar los flagrantes desequilibrios sociales más allá de la esporádica, circunstancial y aliviadora de conciencias caridad cristiana. Está permitido, traspasar incluso el umbral marcado por la guerra, que nos lleva hasta aquel otro aciago año de 1945 (el de la pertinaz sequia).

Me gustaría, que alguien con memoria directa, “testigos de carne y hueso”, nos trajeran su testimonio sobre aquellos porcuneros fallecidos por inanición (“muertos de hambre”), y sobre las actuaciones de la Iglesia local y su habitual feligresía pudiente, durante aquella terrible hambruna, que como es lógico se cebó con los más débiles, los preferidos de Jesucristo.
Podríamos encontrarnos con egoístas y aprovechados acaparamientos propiciados por aquella coyuntura crítica, así como con la pasividad más absoluta entre determinados sectores de la sociedad, tradicionalmente vinculados a la Iglesia y sus obras pías, que hacen de este hecho uno de los episodios más vergonzosos e inhumanos (poco cristianos) de la historia reciente de nuestra localidad.
Tras esta justa y necesaria pataleta ideológico-religiosa personal, retomo el tema del Convento de la Concepción, históricamente relacionado con religiosos misioneros de ardiente palabra, impregnados de cierta vocación de santidad, y especialmente venerados entre la comunidad de religiosas de Porcuna. Me estoy refiriendo por orden cronológico, al R.P. Predicado Francisco de Posadas (O.P), al jesuita Francisco Tarín Arnau (Padre Tarín) y nuestro compatricio Fr. Pedro Castro Quero, también de la Compañía de Jesús.
Me ocuparé, de momento, de unos hechos relacionados con el primero de los nominados, acaecidos en Porcuna durante los años finales del XVII o primeros del XVIII, que andan a caballo entre la anécdota, la milagrería y la curiosidad. Sus protagonistas las monjas del Convento de la Concepción de Porcuna, donde el Padre Posadas solía alojarse cuando traía sus predicamentos. Estos sucesos y otros, así aparecen reflejados en su biografía.
La biografía del R.P. Predicado Francisco de Posadas (1614-1713), elaborada y publicada en 1736 por Fr. Pedro de Alcalá (O.P), recoge informaciones de su vida y milagros, que de alguna manera iban a ser utilizados para iniciar su proceso de beatificación, consumado el 20 de septiembre de 1818 cuando fue declarado beato por el Papa Pio VII.
En la referida visita y hospedaje en el convento de las madres dominicas de Porcuna, cuya fecha no he sido capaz de concretar, el Padre Posadas se había ganado ya la consideración de Santo entre aquella comunidad de religiosas, profesándosele una especial veneración:
“Hay en aquel lugar [Porcuna] Convento de Religiosas de mi Sagrada Orden, donde se hospedó [el padre Posadas]; y como lo veneraban, como a Santo, procuraban recoger las sobras de la mesa, que guardaban por reliquias. Lo mismo hicieron con los platos y ollas que servían para la comida de este Siervo de Dios, y las reservaron, para que solamente sirviesen a las enfermas, en que tuvieron que admirar los muchos años de su duración. Oy [c.1736] conservan el pelo de su venerable barba. Bien conocía con su lumbre profética esta piadosa solicitud, y aunque tanto lo sentía su humildad, lo disimulaba su discreción. Tomó la Madre Sor Isabel de Villalta un pañuelo del Siervo de Dios, para lavarlo, y con el motivo de estar ya roto, bolvió otro nuevo. Bueno está el mío le decía; démelo acá, que yo no he menester éste: y viendo lo mucho que se resistía con el pretexto de estar aquel muy servido, la dexó. Diciéndole con mucha sal: en mi vida he sido aficionado a reliquia de mocos.
No fue en vano la mucha fe de estas Religiosas, que fueron favorecidas de Dios por su Siervo, y después de su dichosa muerte, teniendo la Madre Sor Rosa Daza acancerada una pierna, que determinaban cortar los cirujanos, se aplicó de noche una reliquia del Siervo de Dios, y amaneció buena”.
También se recoge en la biografía, otro caso relacionado con Porcuna, en el que El Siervo de Dios V.P. Presentado Francisco de Posadas pone de relieve sus también especiales dotes proféticas o adivinatorias:
“De la villa de Baena pasó a la de Porcuna, donde su ardiente zelo dio mucha gloria a Dios con la cristiana reforma de las conciencias, cuyo deseo movió a cierto Sacerdote, a hacer vida Heremítica en el Desierto de Sierra Morena, donde la profesan muchos de la Ciudad de Córdoba. Buscó al Siervo de Dios para consultarle su ánimo, y antes de que hablara palabra éste le dixo: no es Vmd. para lo que intenta. Padre mío (preguntó él acercándose más), ¿que es lo que intento yo? Irse (respondió) a la Sierra de Córdoba a hacer penitencia. Iba este Eclesiástico, como lo hacen muchos en sus consultas, no a sujetar su dictamen, sino a que se lo aprobaran; y viéndolo de esta disposición el Siervo de Dios, le repitió lo mismo, añadiendo: que lo vería si lo executaba. Nada bastó a no hacer su propia voluntad, pero a muy breves días de estar en el Desierto, se le llenó el cuerpo de apostemas frías y se volvió a su Patria, admirando el conocimiento de este Propheta”.