Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

02 junio 2012

“Borrador de noticias antiguas y modernas de la villa de Castro del Río, en tiempo de los romanos, Colonia Ituci, Virtus Julia, después Castro Leal, y finalmente Castro del Río”.

Puerta de acceso a la nave central de la Iglesia del Carmen

     Escribíoslas un hijo de la expresada villa, cuyo borrador no pudo sacar en limpio, ni ponerlas en mejor estado, ni menos trasladarlo en letra más clara y limpia. Año de 1817, 103 folios en 4º y 7 laminas al final; sin numerar.  

     El hijo de la expresada villa era, el ya varias veces mencionado fraile carmelita natural de Castro del Río, Miguel Rodríguez Carretero, de cuya vida y obra ya nos hemos ocupado en una de las entradas dedicadas a la historiografía local. Como mis investigaciones son de mero aficionado y suelen pecar de precipitación en algunas ocasiones, siempre quedan lagunas e imprecisiones que el formato blog permite subsanar o rellenar a posteriori. Aquella entrada ya quedó lo suficientemente extensa y desarrollada, por lo que, antes de retocarla, he optado por introducir una nueva complementaria.
     Quien haya seguido esta serie, recordará cómo se ha venido haciendo referencia a este manuscrito que, no sabemos cómo y cuándo, pasaría a manos del erudito cordobés Rafael Ramírez de Arellano. De sus páginas procede la noticia sobre el tránsito del cadáver de D. Fernando el Católico a Granada, recogida de un desaparecido “Libro de Memorias” de la Parroquia de la Asunción de Castro del Río, que se publicó en el nº 5 (1919)  del Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. De la escala mortuoria del rey católico en la villa de Castro del Río, que tuvo lugar el 2 de febrero de 1516, llegó a extenderse acta notarial que a principios del siglo XX se custodiaba aún en el archivo municipal.
     En alguna que otra ocasión hasta he llegado a instar sobre la necesidad de investigar sobre el paradero del legado documental de Ramírez de Arellano (en adelante R. de A.), en pro de intentar recuperar ese manuscrito y otros materiales relacionados con Castro del Río de los que se sirvió este autor para confeccionar su “Ensayo de un catálogo bibliográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba” (1916). Las 7 láminas que se mencionan al final del manuscrito tienen que ser forzosamente esos dibujos de temática religiosa que el propio Ramírez de Arellano atribuye a la pluma del talentoso carmelita sevillano Fray Juan Félix Girón. 
     Pasa, muchas veces, que se tienen las cosas delante de los ojos y no se ven. Recientemente, paseándome entre las páginas del Inventario Monumental y Artístico de la Provincia de Córdoba (confeccionado por este mismo autor en 1903), cuando buscaba información relacionada con la producción escultórica de un artista flamenco del siglo XVI conocido por Juvenal Bruno, a quien se la atribuye la autoría del desaparecido Cristo de la Iglesia del Convento del Carmen Calzado de Castro del Río, me topé de bruces con la referencia a un manuscrito que fue básico para Ramírez de Arellano a la hora de redactar los artículos dedicados a Castro del Río en aquel Inventario:

     “De anónimo autor es un libro, curiosísimo e importante, intitulado Borrador de noticias antiguas y modernas de la villa de Castro del Río, del que nos serviremos mucho para estos apuntes, y que es lástima que no se publique, pues pocas historias particulares están escritas con criterio más sano y más certeza de datos”.

     Las referencias al Anónimo son una constante entre los aproximadamente 100 folios manuscritos que Ramírez de Arellano le dedica a su recorrido por la historia y el patrimonio de la villa cordobesa de Castro del Río. No es cuestión de reproducirlas al cien por cien, pues ya se hallan a disposición de los curiosos en diferentes formatos, de manera que me limitaré a hacer algún inciso en lo extraido del mismo, que hasta años después, cuando publica su "Ensayo bibliográfico" (1916), no es capaz de asociarlo a Fray Miguel Rodríguez Carretero:


     “A los márgenes de rio Salso, hoy Guadajoz, se halla fundada, la noble y leal villa de Castro del Río, a los 37 grados y 47 minutos de latitud, 16 grados y 16 minutos de longitud, según la ponen los mapas. Sobre la cima de un cerro elevado, que se levanta sobre el terreno inmediato a las orillas del mencionado río se ve fundada, extendiéndose la población alrededor de dicha eminencia, entre oriente y poniente principalmente. El plano del expresado cerro, ceñido a una gruesa y alta muralla. Guarnecida ésta de fuertes torres, de un formidable castillo, hoy desmantelado con un postigo y una sola puerta aforrada de planchas de fierro, y su rastrillo con su capaz plaza de armas y demás arreos y pertrechos. Sus dos famosas torres, la del Omenage, que defendía la entrada, y la otra, la única puerta de la población; colocado referido castillo al Norte, era solamente lo que dentro de los muros componía la antigua villa de Castro; con la advertencia de que ningún edificio tocaba a la muralla, todo el recinto se andaba sin el menor embarazo, para defenderse con libertad de los enemigos: de Norte a sur se extiende más que de Oriente a Poniente. Es de figura cuadrilonga, más extensa de longitud que de latitud muchos pasos”.

     No desaprovecha R. de A. un extenso apéndice del referido Anónimo (R.C): “donde encontramos una Descripción individual del castillo, que creemos oportuno copiar; pues da idea de cómo quedaba en 1817, mientras que nosotros sólo podemos hablar de como ahora se encuentra”. Son 16 folios que transcribe literalmente, en las que se extiende y repara en diferentes detalles relacionados con el castillo, sus torres, muros, defensas y puertas. Como del recinto amurallado y de lo que encierra ya se han ocupado de manera científica historiadores y especialistas de la localidad, me detendré sólo en algunas noticias curiosas:

     Le arroga al recinto un origen turdetano, posteriormente solidificado durante el periodo de dominación romana. La tesis la sostiene en base al hallazgo de monedas en las que junto a símbolos y jeroglíficos de espigas, pez, buey, caballos con jinetes… aparece el nombre de la antigua Ituci grabado en caracteres del alfabeto turdetano.


     Se aventura incluso en ubicar la oficina donde se fundían los metales (“actualmente en un aljibe cuadrilongo en casas del presbítero don Antonio de Osuna sita en la villa”) así como en el lugar preciso donde era acuñada la moneda (“en una casa de Manuel de Tapia, en la misma villa, quince pasos distante de la citada oficina de fundición”).
     Dejando de lado estas elucubraciones y fantasías, su mérito principal estriba en la exhaustiva descripción de la fortaleza en base a la observación directa (primeros años del siglo XIX), complementada con los testimonios que le aportan “ancianos que hoy viven y curiosos vecinos”, de los que llegaron a conocer algunas estructuras ya desaparecidas. Un ejemplo:

     Los testimonios le sirven para reconstruir la primitiva y desaparecida entrada al recinto, aunque con una narración un poco enrevesada:
Puerta de Martos
     “La puerta principal llamada de Martos, única en los tiempos antiguos de la plaza, estaba colocada en la rinconada que dejaba el martillo saliente oriental del alcázar, entre el postigo de la casa que habita Doña Josefa Luisa Mazuelo y la torre de la Virgen de los Remedios, rebajada en el día, la que, con otra que estaba donde hoy el caño, formaban la dicha puerta y clave con su contrapuerta y taladro, garitón, arcos de cantería, almenillas, miras, viseras y vistosos remates; todo pertrechado como la puerta del alcázar; en el antemuro de ella había otra denominada el rastrillo de la Plaza, sostenida por el adarve, y alto lienzo del alcázar: en la puerta principal de la plaza asistía la gran guardia, la que se miraba sostenida de la barbacana, y segundo torreón del alcázar por una parte, y por la otra de la torre de la Virgen de los Remedios”.
     Valiosa su contribución al informarnos sobre los avatares históricos que determinan su desaparición:
     “En el día se halla el consabido sitio de la principal puerta del todo desfigurado; se demolió toda la fortaleza para labrar las casas del insigne vicario eclesiástico don Pedro Suarez Pimentel y las de don Lorenzo Ruiz Cañete, comisario del Santo Oficio, que se edificaron en el paraje de lo que fue antigua barbacana. También por la venida a ésta del Señor Rey Don Felipe V, el animoso de feliz memoria, en el año 1733, cuando de Sevilla mudó la corte a Madrid, teniendo preparado alojamiento en el Colegio de San Pedro y San Pablo, juzgando no cabrían las carrozas, se hundió el muro de ella que unía con el castillo para que pasasen con desembarazo. Luego en 1743 se quitó y destruyó la citada puerta hasta los cimientos, con el fin de hacer amplísima la entrada de la villa, y en el mismo año la sagrada imagen de María Santísima de los Remedios, que estaba colocada de tiempo inmemorial, sobre la clave de esta puerta, se trasladó a la torre contigua, ya rebajada de su altura, la que ahora sirve de azotea de las casas del vicario eclesiástico D. Juan de la Peña Tercero”.
     Las referencias a galerías militares subterráneas posiblemente sean también producto de su imaginación:
     “Igualmente lo son las cuatro minas militares subterráneas que corren en distintas direcciones, hacia el rio Guadajoz, hacia el Norte y campiña: nos parecen de la misma ancianidad de los dos algibes del castillo, el pozo dulce, el argamazón, o chitura, de las calles del Baño, Garcipérez y Alcaidesa”.

     Mitos e historias de corte novelesco sobre pasadizos y túneles están muy extendidos en las poblaciones fronterizas. Creo que aquí le falla la agudeza a nuestro historiador, y a esas infraestructuras árabes relacionadas con la captación y distribución de las aguas, les atribuye un uso militar imposible de demostrar.

     A la hora de fijar el origen del templo parroquial R. de A. recurre una vez más al manuscrito Anónimo (R.C):

Porfolio Fotográfico de Castro del Río

     “Dice que esta parroquia se edificó sobre una mezquita, aunque variando algo su situación y extendiéndose más de lo que aquella abarcaba. Se conservó el edificio musulmán purificado hasta después de la conquista de Granada, y la portada principal se levantó hacía 1511, durante los pontificados de D. Pedro Fernández Manrique y D. Leopoldo de Austria”.


     Le sirve, así mismo, para informar sobre el origen de otros edificios religiosos: Iglesia de la Madre de Dios (primera construida extramuros) o el Convento del Carmen.
     Las noticias sobre la fundación de éste último en el año 1555, al abrigo de la primitiva cofradía de la Veracruz, en una ermita del mismo nombre, sobre la que con posterioridad terminaría erigiéndose el convento, son las que ya conocemos, por aparecer también recogidas dentro de su Epytome Historial de los carmelitas de Andalucía y Murcia. Aunque es de justicia citar que éstas proceden su vez de otro manuscrito (desaparecido o sin localizar) del que es autor otro carmelita castreño, Fr. Martín de Osuna y Rus (1630-1706).

     Es aquí precisamente donde entroncamos con mi objetivo inicial, el famoso Cristo del Carmen, colocado en la parte superior del retablo mayor, atribuido a la gubia de un desconocido escultor de origen flamenco a quien el Anónimo (R.C) llama Juvenal Bruno.


    Como podrán comprobar en el recorte del Inventario, al final aparece el nº de la lámina correspondiente, que por desgracia no se puede mostrar pues finalmente el trabajo quedaría desprovisto de aparato gráfico. Su autor marcó las fotografías, pero no las presentó alegando que la editorial que lo publicara se encargaría de ello.

     Para poder ilustrar tengo que recurrir a una instantánea perteneciente a una colección fotográfica realizada una década después, de la que extraigo algunas que se muestran maliciosamente marcadas, a la espera de poder elaborar con ellas un nuevo “Portafolio Fotográfico Historiado de Castro del Río”, donde obligadamente tendré que hacer referencia a su procedencia, seguida de los oportunos agradecimientos.
   
     Para R.de A. el verdadero nombre de este escultor era Luydvinos de Bruna”, del que las únicas noticias que disponemos son las que nos proporciona en su Inventario Monumental. Le atribuye también, fundamentándose exclusivamente en la similitud de los plieges del paño del sudario y en la estrechura de tórax, un hermosísimo crucificado de tamaño natural catalogado dentro de la sacristía de la Iglesia Parroquial de Santa María la Mayor de Baena.
    Este crucificado de Baena tuvo mejor suerte que el de Castro del Río, pues pudo superar aquellos episodios críticos de 1936 (los machaconamente culpables de irreparables pérdidas patrimoniales) y desde el año 1962 procesiona en la famosa Semana Santa de esta localidad cordobesa como “Santísimo Cristo del Perdón”.



     La resonancia del nombre del incógnito Luydvinos debió de ser del agrado de R. de A. que basándose en criterios de dudosa fiabilidad (“parece de Bruna”, “tal vez de Bruna”) le asocia otras tallas de autor desconocido de las que se hallaban repartidas por diferentes establecimientos eclesiásticos de Castro del Río:
     “Un Cristo en la cruz, de madera, pequeño, bueno” que estaba en la sacristía de la Iglesia de Santo Domingo; otro Cristo, de tamaño académico, colocado sobre la cajonera baja de la sacristía de la parroquial de la Asunción; un San Blas, de la segunda mitad del siglo XVI, situado en un altar del lado del Evangelio de la parroquial del Carmen (“tal vez de Bruna”) y una Virgen del Buen Suceso, también del XVI, situada en el altar de San Antonio de la Iglesia del Hospital de Jesús Nazareno.

     Para completar la entrada incluyo la portadilla de un ejemplar del libro de Fray Miguel Rodríguez Carretero, intitulado: "Resumen histórico de la vida de la venerable madre Sor Narcisa María de la Concepción, religiosa descalza del sagrado orden de Santo Domingo, del convento de Jesús María de Scala Coeli de la villa de Castro del Río, Reyno de Córdoba", hoy en manos de una conocida familia de impresores de aquella localidad.
   

    Para quienes muestren interés por el mismo pueden encontrar una copia digitalizada del original custodiado en la biblioteca de la Fundación Manuel Ruiz Luque (Montilla), en la web de la Biblioteca Virtual de Andalucía.


01 junio 2012

"El Ocaña: el obrero que quiso ser concejal" (2ª parte y final)


    Después de conocerse la decisión de la Junta Electoral, que privaba a Fernando Rodríguez Ocaña de aquella concejalía ganada con los votos, recibiría el apoyo moral del resto de candidatos por el distrito, con la única salvedad del segundo clasificado, señor Antonio Guasch Carrer (constructor y vicepresidente de la Federación Catalana de Futbol) , automáticamente convertido en nuevo concejal. Tuvieron éstos incluso la talla moral y valentía suficiente como para elevar un escrito al Ministerio de Gobernación protestando contra aquella injusticia. 


    Diferente sería la actitud de los comunistas mayoritarios (PSUC), que a través de su órgano de prensa (Treball), consideraba aquella participación en la farsa electoral franquista como inaceptable para la oposición e inaceptable para quienes propugnaban un cambio democrático, y de alguna manera quisieron aprovechar aquel fiasco para arrancarle adeptos al escindido grupúsculo de Bandera Roja (tejemanejes políticos tramados por los aparatos):

    “Si al fin y al cabo las elecciones al tercio familiar fuesen verdaderas y salieran elegidos auténticos representantes populares, éstos no podrían decidir nada, porque numéricamente son menos de 1/3 y el poder de decisión reside de manera exclusiva en los alcaldes. No obstante el poder fascista es tan precario, que no puede permitirse el lujo de dejar llegar hasta el Ayuntamiento a cualquier sospechoso de anti franquismo”.

(Traducción al castellano del bimensual Treball del 30 de octubre de 1973)

     Pese a que aquel golazo por la escuadra sería injustamente anulado por un juez árbitro poco neutral y pese a las críticas de los otros comunistas catalanes, que se referían al candidato electo Ocaña como un simple “sospechoso de anti franquismo”, la aventura sirvió para demostrar que el régimen no respetaba ni sus propias elecciones y que el franquismo tenía ya serias fisuras en Barcelona.
     El asunto tampoco sería muy del agrado de los sectores más reaccionarios del tardofranquismo. A Francisco Rodríguez Ocaña le llegaron amenazas de grupos de extrema derecha y tuvo que optar por desaparecer y esconderse con su familia durante una buena temporada.

 
      En 1974 amplios sectores de la OCE- Bandera Roja se reintegraron en el PSUC. Son los denominados Banderas Blancas, entre los que se encontraba nuestro protagonista. Su tibieza política ya no era cuestionada y su lucha por las condiciones de vida de los ciudadanos de las barriadas periféricas, empezaría a ser justamente valorada. 

 



 
    El también inmigrante Francisco Candel, quien le acompaña en estos ciclos de conferencias anunciados y que ha pasado a la historia como "el escritor del proletariado", le ayudaría a plasmar aquella su experiencia electoral del año 1973 en un libro que salió al mercado en 1975 con el título de “Candidato de los Trabajadores”. Fue publicado por la editorial Avance de Barcelona y aparece prologado por el propio Francisco Candel. Para quien pueda mostrarse interesado, el libro está puesto a la venta en librerías de viejo, yo ya tengo mi pedido hecho.


    La llegada de la democracia no supuso grandes transformaciones en la vida de “El Jaenero”, sobrenombre por el que también era conocido Francisco Rodríguez Ocaña. Siguió viviendo con su familia en aquel pequeño piso de 40 metros cuadrados de la Trinitat Nova, compaginando su actividad laboral con su militancia política y sindical, ahora legal.
    Aquellas demandas urbanísticas, por las que siguió luchando, empezaron a llegar a las barriadas. Un nuevo frente reivindicativo se articula en lo referente a conseguir una mejor accesibilidad con la que romper el aislamiento con el resto de la ciudad. No se desligó de la asociación de vecinos de su barrio. Participó en la gestación de un denominado Centro de Vida Comunitario para Todos, un barracón que acogió a diversas entidades sociales, culturales y recreativas, usado para dar empuje a nuevas reivindicaciones.


    Las discrepancias con el revisionismo propugnado desde la cúpula del PSUC-PCE (eurocomunismo), propiciaron una nueva salida del partido. Quienes lo abandonaron, etiquetados como “prosovieticos”, refundarían el antiguo PCC bajo la dirección de Pere Ardiaca, un histórico del PSUC (1982).
    Al poco, Ocaña dejaría atrás su barrio de toda la vida. Cuando se casó su hijo le dejó el piso en la calle Aiguablava en la Trinitat, trasladándose con su mujer y otro hijo soltero a Molins del Rei, donde viviría hasta su muerte. Una vez dijo que le había costado más trabajo dejar Trinitat Nova que Porcuna.
     En una entrevista para El Periódico realizada en 1985, estaba ya jubilado y se dedicaba a organizar a los de su misma condición dentro de su partido, el PCC. Decía haber dejado el PSUC al carecer de futuro por su revisionismo. Para Ocaña “el pan debe ser pan, el vino debe ser vino y el comunismo debe ser comunismo” (recuerden que paradójicamente lo tildaban de tibieza en 1973).
    Textual de aquella entrevista-reportaje: 

    El jubilado señor Rodríguez que tiene un hijo en el paro, unos discos de Manolo Escobar, unas copas de Montilla-Moriles para los invitados y un piso sin calefacción en una calle sin asfaltar, es un tío de una pieza.
    Tiene que oír como su señora le dice: “con las relaciones y los amigos que tienes que no puedas conseguirle un trabajo a tu hijo”. Y es que Fernando, o sea, Ocaña, conoce a Jordi Pujol, a los mandamases del Ayuntamiento de Barcelona y a mucha gente, pero no lucho “no lucho por mi propio bienestar o para sacar beneficios, sino por la libertad de todos”.
     Seguía batallando en la asociación de vecinos de Molins del Rei: “Aunque la alcaldesa sea de izquierdas, hay que exigirle lo mismo o más que si fuera de derechas, y voy a todas las manifestaciones, cuando hay que ir”.

   Vista la figura de Ocaña desde la perspectiva actual y ante los derroteros que ha tomado con posterioridad la actividad política, este señor nacido en Porcuna en 1922, efectivamente era un tío de una pieza.
   Sirvan estas entradas de blog para su conocimiento y reconocimiento entre sus paisanos. Ese libro suyo que estoy esperando, tal vez nos aporte alguna información complementaria sobre sus años de vida en Porcuna. Desconozco hasta qué punto se desvincula o desarraiga definitivamente de su ciudad natal cuando toma el camino de la emigración, si le queda familia o no en la localidad… Son informaciones que solo podríamos desentrañar con testimonios de quienes le conocieran, parientes o de sus propios descendientes.

Fuentes utilizadas

Hemeroteca La Vanguardia.
Treball (vocero del PSUC). Septiembre-Octubre 1973. HDPH-MCU
Triunfo: nº 579, año XXVIII (3 de noviembre de 1973). “Rodríguez Ocaña: el obrero que quiso ser concejal”, por M. Vázquez Montalbán.
El Periódico: entrevista- reportaje publicada el 31 de marzo de 1985.
La Vanguardia: Adiós al concejal Ocaña (7 de marzo 2000).

    Mi agradecimiento a Todos los Nombres de Porcuna que me han proporcionado su partida de nacimiento. Información más detallada sobre la militancia política de sus padres y sobre cómo les afectó la represión franquista, está en fase de investigación. Pero tal como hemos podido contrastar, son varios/as los apellidados/as Rodríguez y Ocaña que militaron en el PCE de Porcuna con anterioridad al final de la guerra civil española.


26 mayo 2012

Fernando Rodríguez Ocaña (1922-2000). Un porcunense “Medalla de Honor de la ciudad de Barcelona”.


    Los honores y reconocimientos otorgados a personas o colectivos que se destacan en cualquier ámbito o actividad de la vida, no siempre llegan en el momento en que los meritos son indiscutibles. Muchas veces se posponen hasta el final de la vida e incluso hasta después de ella. Es el caso de este porcunense, a quien el otorgamiento de dicha medalla, con la que se premia a personas y entidades que se han distinguido por el desarrollo de los valores y virtudes ciudadanos, le llegaría estando ingresado en el hospital de Bellvitge. No tendría la oportunidad de recogerla personalmente de manos del alcalde Joan Clos, ya que el 8 de febrero del año 2000, cuando le faltaba poco para cumplir los 78 años, el corazón se le pararía para siempre. Serían finalmente su viuda e hijos (Tomás, Fernando y Ana María) quienes asistiesen a aquel acto protocolario de reconocimiento.


    El segundo empezando por la derecha es “El Ocaña”, nombre de guerra por el que era popularmente conocido en los comités de empresa, en las reuniones clandestinas de las comisiones obreras, en las manifestaciones, en las asociaciones de vecinos de su barrio y en su partido. La instantánea fue captada por un reportero gráfico de la agencia de noticias Europa Press. Se corresponde con el momento en que se hacen públicos los nombres de los concejales entrantes tras celebrarse las elecciones municipales en la ciudad de Barcelona el 16 de octubre de 1973.
    Antes de entrar en detalles sobre aquel proceso electoral celebrado dentro del ordenamiento jurídico, para nada democrático, impuesto por el franquismo, nos detendremos en sus orígenes.

     Fernando Rodríguez Ocaña nació el 2 de marzo del año 1922 en una casería denominada “Santo Rostro” del término municipal de Porcuna (Jaén), donde sus padres trabajaban como jornaleros. Su padre se llamó Francisco Rodríguez Torres y su madre Patrocinio Ocaña Fernández, y eran ambos naturales de Los Villares (Jaén). Familias de jornaleros procedentes de zonas menos ricas o deprimidas (aldeas de Priego, de Alcalá la Real y poblaciones aledañas) solían bajar a la feraz campiña en periodos de recolección, fijando muchos de ellos su residencia en ésta ante las mejores expectativas de trabajo. Recuerden a los hermanos Nereos, que remanecían también de aquella zona.


    Varias entrevistas y reportajes recogidos en la prensa barcelonesa nos permiten conocer algunos detalles sobre cómo transcurrió su vida en Porcuna, antes de que tuviera que abandonarla definitivamente, como tantos otros que se vieron obligados a alejarse de su tierra natal para buscarse el sustento en Barcelona u otros lugares.
    Con glosa de tragicomedia, explica a tiempo pasado: “tenía que aguantarme la mandíbula con la mano para que los dientes no me castañetearan de hambre cuando salí de Porcuna”. Los primeros años de vida de Fernando transcurrieron en la mencionada casería, hasta que sus padres pudieron trasladarse al pueblo. Con la proclamación de la República éstos adquieren conciencia política de clase afiliándose a la agrupación local del PCE. En una entrevista cuenta que su padre tenía el carnet nº 1 de la organización en la localidad y su madre el nº 7: “Desde pequeño me acostumbré a huir de los disparos de la Guardia Civil por entre los olivares”. Con 14 años el joven Ocaña ya tenían responsabilidades dentro del partido. Al caer Porcuna en manos de las fuerzas golpistas se adentrará con su familia en la franja de la provincia que quedó bajo control republicano, alistándose posteriormente como voluntario para combatir el fascismo.
    El final de la guerra tuvo que ser traumático para la familia Rodríguez. El padre sería condenado a muerte: piadosamente conmutada por una eternidad en prisión”. Rodríguez hijo, sufriría otro tipo de confinamiento, igual de cruel e injusto, en la inmediata posguerra: “Aquello consistía en que, si quería salir de Porcuna para trabajar en la finca de algún cacique, tenía que pagar veinticinco pesetas en concepto de no sé qué. Veinticinco pesetas para ir a ganar un salario que no llegaba ni a la mitad. Y en Porcuna no había trabajo. Resultado: El hambre, un hambre atroz”.

Porcuna, posguerra y mujer (Todos los Nombres Porcuna)
    Pese a las estrecheces y dificultades Fernando contrajo matrimonio con Pilar García, y no tardaría en presentarse una niña. Es cuando, empujado por la necesidad, resuelve dar el salto. Dejando a la familia en Porcuna, se presentaría en Barcelona con lo puesto, alojándose en casa de una señora del Poble Sec que alquilaba habitaciones y desarrollando todo tipo de actividades laborales en pro del objetivo propuesto de bienestar para los suyos.


    Cuando obtuvo el primer empleo más o menos fiable, se llevó a la mujer e hija y abandonó la pensión. Los Rodríguez Ocaña sufrieron numerosos avatares y cambios de vivienda, bordeando la miseria en alguna ocasión. Eran tiempos muy duros. Por fin, a finales de los años 50, pudieron establecerse en una pequeña vivienda de proteccion oficial en la entonces naciente Trinitat Nova: “Mi barrio, mi barrio para siempre, que entonces era un descampado lleno de fango y barrancos”.

     Su historia laboral se desarrolla principalmente en la empresa Mevosa-Mercedes Benz, en la que progresivamente iría adquiriendo pericia hasta alcanzar la especialidad de verificador. Militante de las comisiones obreras clandestinas, conseguiría infiltrarse en su comité de empresa y participar en las negociaciones con la patronal: “Rodríguez Ocaña era obrero de nacimiento, vida y muerte, obrero de verdad, no de esos que de vez en cuando se prefabricaban en los laboratorios de misteriosas representatividades”.
 

    Su figura, donde verdaderamente adquiere notoriedad y protagonismo es dentro del movimiento asociativo vecinal.
    Los especuladores supieron aprovecharse de la explosión demográfica propiciada por la avalancha migratoria. En las zonas límites de la ciudad de Barcelona fueron naciendo barriadas de nuevo cuño, donde la planificación urbanística brilló por su ausencia. Se construyeron las viviendas, se enriquecieron los constructores, pero nadie se preocupó de dotarlas de unos servicios complementarios elementales.
     Dejemos que sea el propio Ocaña, quien nos informe sobre las carencias urbanísticas de aquellas barriadas:

   “Detallar en palabras los problemas del distrito es imposible. El abandono de nuestros barrios está a la luz del día para penuria de unos y vergüenza de otros, como incluso el alcalde ha reconocido. Faltan agua y servicios elementales. Calles sin asfaltar, sin cloacas, sin casi alumbrado. Malas comunicaciones. Faltan escuelas, ambulatorios, guarderías, centros sociales…”


    La indignación y la protesta ciudadana ante tal estado de abandono se canaliza a través de las asociaciones de vecinos. Ocaña presidió la su barrio (Trinitat Nova), y participó en la gestación de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona.
    Organizaciones políticas clandestinas de oposición al régimen franquista también se implicaron en las campañas y manifestaciones reivindicativas organizadas desde las barriadas. Precisamente en éstas conseguiría gran implantación y arraigo la organización comunista Bandera Roja (1969-1973) propulsada por hombres como Alfonso Carlos Comín (fundador de cristianos por la democracia), Jordi Solé Tura o Pere Ardiaca, entre otros. El hecho que desde BR, distanciada del histórico PSUC, se respetara la libertad de conciencia atraería y daría cabida a muchos militantes cristianos de base. Parece ser el caso de Francisco Rodríguez Ocaña que desde un principio se implicó con esta organización.
     Del esfuerzo colectivo vecinal nacería la Iglesia del barrio, demandada por sus habitantes, construida con sus propios medios y con sus propias manos. Ese edificio religioso se convertiría en el lugar más adecuado para dar cabida a las reuniones políticas clandestinas. Lo azaroso de la época aconsejaba hacerlo allí, al ser los únicos lugares que la policía solía respetar. Siempre con el visto bueno y el beneplácito de sacerdotes comprometidos con la injusticia social. 
 
    En este estado de cosas llegan las elecciones municipales del año 1973, de las que con arreglo al sistema representativo del franquismo debían salir los concejales del cupo correspondiente al tercio familiar. Con el apoyo de ese entramado vecinal, el concurso clandestino de Bandera Roja y la solidaridad de la Asamblea de Cataluña, se organiza una candidatura vecinal encabezada por Rodríguez Ocaña que concurre a aquel proceso por el distrito IX (Nou Barris).
    La clase periodística se volcó con aquel trabajador corajudo, que por obvias razones legales, tenía que eludir  la cuestión de su militancia política:

    P: ¿Es usted de algún partido?
    R: Hombre en España no hay partidos. El día que los haya, ya veremos.

     Fue una campaña barata, clara, sencilla y directa, a base de multicopista y tocando de puerta en puerta. Se entrevistaba con los vecinos, a los pocos segundos, ya sabían éstos a qué atenerse. Aquel hombre hablaba el lenguaje que podían entender y prometía enfrentarse a problemas reales. Su campaña se basó en la transparencia (divulgar el presupuesto), llevar hasta el Ayuntamiento las exigencias de las asambleas vecinales, una especial entrega (“dedicaré todas las tardes a mi trabajo de concejal”), su compromiso para recabar el apoyo de profesionales y especialistas que demostrasen voluntad real de defender los intereses de los barrios. Para no dar lugar a los dramáticos desahucios, solicitaba viviendas dignas cuya amortización no supusiera más del 10 % del salario de un trabajador, así como espacios comunitarios de utilidad pública. Apostaba igualmente por la elección democrática del alcalde y ponía su cargo a disposición de los vecinos si se sentían traicionados: “Con mi salarió entraré en el Ayuntamiento y con mi salario saldré de él”.

Cartel del candidato franquista boicoteado

    El propio Rodríguez avaló con sus propios ahorros los gastos emprendidos (unas 150.000 pesetas), aunque según algunas fuentes, Jordi Pujol, líder de catalanismo político semiclandestino, colaboró costeando la tercera parte.
    De alguna manera, lo que se buscaba era tantear el apoyo antifranquista entre ese proletariado urbano llegado desde los más dispares puntos del país, abrir brechas en el régimen e intentar de camino poner en evidencia el sistema de representatividad de aquella democracia orgánica manipulada por el franquismo.
    Todos los objetivos se cumplieron. Llegado el día de las elecciones (16 de octubre de 1973), aquel desconocido, pobre y comunista, propinó un severo revolcón al resto de los candidatos por el distrito. 
    Aquella concejalía ganada con los votos no pudo finalmente ocuparla, ya que en el mismo momento de la proclamación oficial de los vencedores, la Junta Electoral, a instancias del Gobernador Civil, impugno la elección de Rodríguez Ocaña. La argucia alegada “…porque no había presentado las cuentas de su campaña en el plazo de las cuarenta y ocho horas posteriores al conocimiento del resultado”.
    La arbitrariedad suscitaría una campaña de solidaridad y protestas masivas desde diferentes ámbitos. Un reportaje firmado por el periodista y escritor, Manuel Vázquez Montalbán, del que me he servido mayormente para conocer los entresijos de aquella campaña, causo impacto en la opinión pública. Las cuentas de “El Ocaña”, para Vázquez Montalbán, estaban excesivamente claras:

   “Vive de su trabajo en una fábrica, vive entre gentes cuyos derechos quiere defender, no se mostraba susceptible a componendas presentes ni futuras, gastó sus ahorros, su tiempo y el tiempo de sus entusiastas para financiar la campaña”.
 
 
    Para no extenderme en demasía, creo que es momento apropiado para poner un punto y aparte provisional. En una nueva entrada entraremos en las consecuencias que para él y su familia tuvo aquella aventura electoral, su posterior evolución política y en algunos casos en los que su ejemplar integridad, de la que hizo gala hasta el final de sus días, se pone claramente de manifiesto.

Fuentes y agradecimientos al final de próxima entrada.

22 mayo 2012

Los orígenes del cinematógrafo como espectáculo en Castro del Río (1904-1905).

Los orígenes del cine


    El primer contacto que tuvo la población cordobesa de Castro del Río con la proyección de imágenes en movimiento (cinematógrafo) fue durante la Feria Real del año 1904:
    “Pocos han sido los espectáculos de Feria, sólo un Trip-to-the-moon o cronofotograph que ha actuado en el teatro de “Vista Hermosa” y la compañía del señor Espejo en el del “Truco”. 

    Estas funciones debieron suscitar el lógico asombro general entre aquellos pobladores de principios del siglo XX.  La información la proporciona el activo y culto corresponsal-poeta José María Jiménez Carrillo. Se ve que no asistió a las mismas, el empresario del Vista Hermosa no era santo de su devoción y además era más aficionado a las elitistas representaciones teatrales de abono. Si a ésto añadimos sus escasos o nulos conocimientos del idioma utilizado por el Imperio Británico, no fue capaz de captar y reflejar en su crónica que detrás de esa concatenación de sonidos raros (Trip-to-the-moon) estaba la famosa cinta del "Viaje a la Luna" de Julio Verne, rodada en 1902 por Georges Méliés y que por aquellas fechas había sido ya proyectada exitosamente en todo el "orbe civilizado".

 
    Las tecnologías actuales se prestan a que podamos disfrutar de aquellos cuadros transcurridos 108 años. Apaguen las luces, pónganse cómodos y disfruten de la película. La única diferencia es que ésta lleva la música acoplada, mientras que en la original el acompañamiento musical estaría a cargo de la propia empresa exhibidora o a través del consurso de algún avezado aficionado local en el golpeo de las teclas del piano o pianola.


    
     Al año siguiente (1905), en unas fechas poco usuales (entre el 21 de enero y el 13 de febrero), con la población empezando a sufrir las consecuencias de una aguda crisis agraria y enfrascada aun en la recolección de la aceituna, un empresario llamado Antonio Ramírez de Aguilera instala “una hermosa barraca de cinematógrafo de su propiedad" en la Plaza de la Iglesia, que es anunciada con el altisonante encabezado de Pabellón Modernista.

 
    En esta ocasión, nuestro amigo Jiménez si entra en detalles y termina quedando encandilado por el novel invento, tal como se refleja en su crónica:

   “Se ofrecen dos funciones diarias en las que se exhiben magníficos cuadros, que hacen pasar el rato admirablemente a la numerosa concurrencia que honra, en las dos secciones, con su presencia al magnífico Pabellón Modernista”.


    “Entre el extenso repertorio que trae el Sr. Ramírez podemos contar con cuadros verdaderamente notables: “El viaje a Italia”, “Novela de Amor”, “Cacería del Sábalo”, “Los siete Castillos del Diablo”, “Una hojeada por piso”, “la Huelga o drama social” (para complacer o adocrtinar a los asociados de La Luz del Porvenir), “Drama en el aire” y otra infinidad más que, o nos deleitan con escenas de verdadera gracia o nos hacen sentir grandes emociones, como sucede con “La guerra ruso-japonesa”.
    “Es un verdadero agosto el que está haciendo el señor Ramírez. Por nuestra parte le deseamos siga la prosperidad, siquiera sea en remuneración de su trabajo, y agradecidos por habernos traído espectáculo tal, que viene a sacarnos de la monotonía del sentir del pueblo”.


    Al despedirse el empresario de la plaza, por tener que cumplir una contrata en Málaga, anuncia su regreso para primeros de marzo para amenizar las fiestas de carnaval. Promete hacerte acompañar de un magnífico órgano, ya repuesto de las averías causadas en el transbordo de Marsella a Málaga, y que había sido adquirido por una elevada suma en la casa de los señores Lamonaire Freres de París.
    “Cuando así suceda, traerá según nos ha dicho bastantes cuadros, entre los que se cuentan como muy notables “La Pasión” y otros varios cuyos nombres no recuerdo”.
    Aunque por el progresivo avance de la crisis agrícola generada por la pertinaz sequia, lo más probable es que este emprendedor empresario desistiera de su gira por la provincia de Córdoba, gravemente afectada por la misma.
    He pasado por mi cabeza el intento de localizar alguna de esas cintas anunciadas para volver a proyectarlas. Lo más probable es que muchas de ellas estén ya perdidas para siempre. Como “La Pasión” sí se conserva y me ha resultado muy fácil acceder a ella, acomódense que empieza un nuevo cuadro:



 
     A finales de ese mismo año de 1905, Antonio Ramírez de Aguilera regresará a la provincia con su Pabellón Modernista. Se instalará en la capital en un solar arrendado ubicado en la principal arteria de ocio y expansión de la ciudad, el Paseo del Gran Capitán, justo en frente del frecuentado Café Colón y muy cerca del Gran Teatro.



En primer plano a la derecha el Salón Ramirez (antes solar del pabellón)

   Hasta 1915 funcionaría como tal, incorporando números de variedades simultaneados con las habituales proyecciones cinematográficas. Esos diez años de explotación, permitirían a su propietario embarcarse en la adquisición del solar para edificar sobre el mismo un teatro-cine que pasará a la historia de la ciudad con el nombre de Salón Ramírez, que según Ricardo de Montis durante muchos años fue el teatro popular más concurrido de Córdoba, hasta su cierre definitivo en los años finales de la década de los veinte.


    Como para poder confeccionar esta entrada he tenido que adentrarme en los entresijos del negocio cinematográfico en la provincia de Córdoba durante aquellos primeros años del siglo XX, casi que da como para embarcarse en una nueva aventura en la que esas primeras barracas de feria ambulantes y las diferentes empresas que se dedicaron a su explotación en la provincia, principalmente en la capital, sean las protagonistas. Para entonces, tal vez cambiemos de género y proyectemos algunos cuadros un poquito más frescos, de aquellos que en sesiones extraordinarias de última hora, algunos empresarios proyectaban pese a la cuantiosa multa que podría acarrearle tan popular osadía.